LAS VANGUARDIAS
EN HONDURAS
FE | Las distintas presiones políticas de las décadas del 20 y 40 trajeron un
intercambio liberador no sólo en las instancias políticas, sino que también en la
literatura. La dictadura de Carías Andino (1933-1948) también se correspondió con
el mantenimiento de un canon tradicional en todas las manifestaciones sociales,
mismas que sostenían como expresión poética un modernismo exacerbado.
Al publicar
Clementina Suárez (1902-1991) su primer poemario titulado Corazón sangrante
(1930), se da por iniciada la vanguardia en su intención de fondo, ya que con esta
publicación no se rompieron las formas modernistas en su totalidad pero sí la idea
de la impronta masculina en el quehacer poético, misma que llevó a que se conociera
a Clementina como “la mujer nueva”, y por igual, a que la conservadora sociedad
hondureña de esa época, con los poetas incluidos, le creara un aura de escandaloso
proceder por sus consecuentes gestos liberadores, muy cercanos, tanto en sus temas
como en sus actos, a un incipiente feminismo, cuyo paralelo en su época puede identificarse
en la fundadora de la Sociedad Cultural Femenina Hondureña, Visitación Padilla (1882-1960),
con quien tuvo nexos puntuales.
Pese
a ser incansable gestora cultural y una consumada poeta del verso libre, el reconocimiento
a su obra no llegó sino hasta el año de 1970, cuando se le honró con el Premio Nacional
de Literatura Ramón Rosa. Su poemario Creciendo con la hierba (1957) debería
ser considerado el texto bisagra en la vanguardia hondureña.
Pompeyo
del Valle es su paralelo en la impronta masculina dentro de la vanguardia hondureña.
Su primer poemario, La ruta fulgurante (1956), es un claro aviso de lo que
signaría a la generalidad de la poesía hondureña a partir de entonces. Este poemario,
utilizó todas las formas de la poesía revolucionaria de Mayakovski y Nazin Hikmet
juntos, inyectándole una dinámica de fuerte personalidad a una poesía hondureña
que se debatía entre el intimismo y lo insulso.
Un poco
más adelante en el tiempo (por el orden de sus publicaciones) nos encontramos con
los nombres de Roberto Sosa (1930-2011), Nelson Merren (1931-2007), Edilberto Cardona
Bulnes (1935-1991), siendo Roberto Sosa el que cohesionó todas las visiones del
vanguardismo hondureño hacia una poesía sin fisuras y con un filo universal incuestionable,
lo cual le dio el reconocimiento al interior del país y a la vez, internacionalmente.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias
europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
FE | El llamado de Rimbaud a ser absolutamente moderno seguía resonando en el
sentido estético de nuestra vanguardia y, en muchos aspectos, coincidió con la interpretación
que se hacía sobre un futuro revolucionario dentro de los movimientos sociales del
país. La modernidad entonces era crear un verso que ayudara al proceso político
y así fue que, la gran mayoría de nuestros principales exponentes dentro del vanguardismo,
buscaron a través de sus viajes políticos al este europeo o a otras partes del mundo,
la sustancialidad que llevara –a su regreso– a revolucionar, no solamente en el
plano social sino que en el plano estético.
Fue obvio,
al estar de nuevo inmersos e inmersas en el contexto tradicional hondureño, que
la instauración de la vanguardia –reconocida como ruptura– iba a costar un esfuerzo
mayor al deseado, ya que ni en los momentos de mayor triunfo literario pudo reconocerse
dentro del acostumbrado círculo de lectores del país, que la rueda había girado
hace mucho tiempo. Este fue el caso de Roberto Sosa, quien pasó desapercibido al
obtener el Premio Casa de las Américas 1971, por su libro Un mundo para todos dividido.
La lógica creativa y aspiracional de nuestros poetas, por lo tanto, y para no sufrir
el ostracismo interno, fue el volcarse hacia afuera en busca de los centros neurálgicos
de la poesía mundial, manteniendo con mucho pundonor, un afán educativo para la
masa hondureña, lo que hizo que mucho de sus textos se sirvieran del lenguaje o
metafísica nacional que no pudo sortear incólume el señalamiento conservador sobre
lo panfletario.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas
de los demás países hispanoamericanos?
FE | El grupo literario La voz convocada, organizado y nutrido en la ciudad de
La Ceiba (costa atlántica de Honduras, años 60) por los poetas Nelson Merren, Tulio
Galeas, José Luis Quesada y José Adán Castelar, son los que mantenían mayor contacto
con publicaciones en el extranjero, ya que Nelson Merren, quien se convirtió en
el auténtico genio vanguardista del grupo con sus publicaciones Calendario Negro
(1968) y Color de exilio (1970), viajó constantemente, gracias a su profesión como
médico, a Nueva York, Buenos Aires, São Paulo, Ciudad de México o Madrid. Fue él
quien trajo al insaciable grupo las primeras ediciones de la poesía de Borges, Drummond
de Andrade y Girondo, lecturas que se combinaron con la preferencia hacia la poesía
griega e italiana por parte de los demás miembros de La voz convocada.
El poeta
Oscar Acosta, diplomático de carrera, también dio un enorme aporte al abrir una
librería con obras poéticas escogidas en Tegucigalpa, así que las bases de la nueva
lectura de poesía estaban ligadas a las corrientes en boga a nivel mundial, lo que
provocó la creación en la capital de Honduras, del grupo literario Tawanka, conformado
por los que abrirían la aún vigente post-vanguardia en el país: Rigoberto Paredes,
Alexis Ramírez y otros.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
FE | Desde mi punto de vista, lo más significativo fue el darle personalidad
a los y las poetas, alejarlos de un modernismo trasnochado y entroncarlos en la
idea del poeta como gestor de cambios en todos los estratos y esferas de la sociedad
hondureña y de su humanidad.
Es indudable,
a partir de ello, que la poesía nuestra incorporó, consustancialmente, los signos
que siguen definiendo la interpretación de nuestro entorno: desolación, olvido,
lucha social, y que por ende, ha heredado en cada poeta publicable de la actualidad
un sentido del hacer bien para hacer el bien, y claro, quienes sólo siguen buscando
hacerlo bien han recurrido una y otra vez al vanguardismo, lo cual ha creado otro
canon que poco a poco obliga a desmarcarse a la nueva generación de creadores y
creadoras.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible
tener acceso a ellos?
FE | Las autoridades de La Secretaría de Cultura y las Artes inició a finales
de los 80 y principios de los 90 una serie de publicaciones que buscó recopilar
la obra de los mayores exponentes de toda la historia poética de Honduras, haciendo
especial énfasis en los vanguardistas. Los llamados Cuadernillos de Poesía se convirtieron
muy pronto en coleccionables dentro del circuito de poetas y bibliotecas públicas
y fue así que los poetas novísimos conocimos mucho más de nuestros maestros, descubriendo
en toda su dimensión a Nelson Merren y Edilberto Cardona Bulnes, una enorme contribución
si tomamos en cuenta que las ediciones originales de estos poetas eran consideradas
desde ese entonces casi como incunables.
Este
esfuerzo de publicaciones se lo agradecemos en gran parte a las gestiones del poeta
Livio Ramírez, quien regresaba de México con el reconocimiento del círculo de poesía
que, en La UNAM, moderaba Juan Bañuelos y, también, a la silenciosa y decisiva presencia
de Pompeyo del Valle y Rigoberto Paredes.
A partir
de ese momento, los novísimos decidimos mantener el homenaje de publicaciones dentro
de nuestros propios sellos independientes, siendo Pez Dulce la editorial que más
proyectos de recuperación realizó hasta la fecha y que fácilmente se pueden encontrar
en librerías del país.
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Escritura Conquistada – Poesía Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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