CORRESPONDENCIAS
ENTRE POESÍA Y ACCIÓN
GMC | Así como Zarathustra es un perseguidor de cimas, a mi poesía como a la
de varios autores de este siglo nos ha quedado la opción, quizá más humana
–para decirlo con palabras de Octavio Paz–, de danzar sobre el abismo, de
entregarnos a su vértigo fundador, a su intensa experiencia donde crece la
mirada. Todos los actos importantes del hombre pasan por el túnel del miedo (me
refiero al amor, al misticismo, al arte y a todas sus búsquedas utópicas), y
pienso como Perse que así como la ciencia busca en el día, el poeta es quien
indaga en la noche, en esa insaciable fuente de sombras, de temores. Creo que
detrás de toda experiencia de los límites siempre acecha la muerte, que nos
define, que sabe nuestro rostro verdadero, que nos pone en la boca una palabra,
un nombre –si tenemos suerte–, que nos resume, que nos explica. Sobre decir que
mi condición de colombiano hace un agregado de violencia a mi mirada, porque en
esta convivencia tan estrecha con el horror podríamos decir con René Char –cito
de memoria-: cuando la muerte es más violenta la vida está mejor definida. Y
querer responder la pregunta de la muerte, intentar actualizar las
interrogaciones primigenias, esenciales del ser humano, quizá sea a veces
vislumbrar entre temblores, hacer un brindis por el miedo, asistir a la fiesta
del abismo…
FM | Toda poesía es el sumo de inquietudes y afinidades. En tu caso, percibo
un particular interés por poetas como René Char y Roberto Juarroz. No propiamente
por el tratamiento del lenguaje, sino antes por aquella correspondencia entre
poesía y acción formulada por ambos. ¿Qué percibes que es la poesía que
escribes?
GMC | El escritor chileno José Donoso hace quince años durante su efímero
paso por Bogotá sentenció: querer ser original es querer ser mediocre. Eso
desde luego es un tributo a la tradición, a la literatura con sus grandes
maestros y a las afinidades y coincidencias que tenemos con nuestros queridos
antecesores. Se ha dicho que la literatura parte más de la literatura que de la
experiencia personal del escritor y que la mayoría de los libros fallidos lo
son porque su autor no supo abolir las referencias con su propia realidad, no
logró realizar el distanciamiento con su experiencia interior. Se ha dicho que
si un personaje habla como una persona real no tendría eficacia y que el
ejercicio de la literatura es como aprender otro idioma y esto parece claro
cuando se ha leído a Mallarmé o a Valéry, y a poetas intertextuales como a
Eliot y Pound donde son más importantes las referencias a las literaturas
anteriores y el ensamblaje que han realizado a partir de allí que lo que ellos
mismos han venido a decir. Sin embargo tú hablas específicamente de René Char y
Roberto Juarroz que son dos poetas que siempre me han deslumbrado. En ambos
encuentro a la palabra poética convertida en un afilado signo, en indagación
filosófica, en reflexión, en riqueza prismática, en agregado al pensamiento del
hombre. Quizá Char sea un poeta que proviene más de la imagen y de la riqueza
de lo ambiguo mientras Juarroz sea más de la transparencia de la idea, de su
fascinante juego poético; pero ambos creyeron en la correspondencia entre
poesía y acción como lo hizo Rimbaud. Cuando la poesía se aventura al fulgor de
la imagen primitiva, a esa indisoluble identidad que existía para el hombre
primitivo entre palabra y objeto, y así pretende cautivar las preguntas
esenciales del hombre que al parecer nunca tienen respuesta, se torna profecía,
horizonte, brújula interior… Yo creo en una poesía de las profundidades, del
ser, del tiempo, que intente traducir la muerte… Y en cuanto a tu pregunta
sobre qué percibo ser en mi poesía sospecho que estoy demasiado involucrado
para responder y para decírtelo con eficacia, primero tendría que someterme a
la abolición del yo que promulgaba Buda, el Iluminado, y empezar por comprender
un mundo con seis puntos cardinales: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo,
para poder realizar la disolución de mi identidad. Y es cierto, mientras en
Occidente hablemos de cuatro puntos cardinales sólo podremos llegar con
certidumbre a Disneylandia, pero nunca al Nirvana, al silencio, a la libertad o
al amor.
FM | ¿Cómo se explica el puente entre Apocalipsis de la rosa (1990) y
El tempestario y otros relatos (1998), toda vez que la narrativa
predomina sobre este último, lo que no ocurría en el intermedio Ritual de
títeres (1992), que se definiría mejor como poemas en prosa?
GMC | En Apocalipsis de la rosa, editado por primera vez hace casi
once años, me sumergí en el bacheleriano tiempo vertical del poema, en su
incesante y múltiple fuente de asombros, y creo que este espacio literario es
verdaderamente mi elemento. Ritual de títeres, mi segundo libro, es una
experimentación antinarrativa, en la cual cada vez que se asume un capítulo el
acontecimiento ya ha ocurrido y sólo queda la sensación y la reflexión. Es una
sistemática indagación en la imagen poética y en la idea, y jamás en sus
doscientas páginas, se tiene la intención de narrar o de describir, y como tú
lo has dicho podría ser realmente un poema novelado. Es la negación del
personaje para imponer la supremacía del hallazgo poético y filosófico. Y por
último El tempestario y otros relatos, es una exploración decididamente
más narrativa, pero quizá se parece más al espacio de lo fotográfico o de lo
pictórico, y todos sus argumentos muchas veces dentro del universo de lo
fantástico están habitados por silencios, matices, sueños, imágenes y
reflexiones que fluyen de mi más vivido espacio poético. Y para ser más
explícitos, aunque todas las ficciones de El tempestario habiten el
tiempo horizontal inherente a la narración, están pervertidas, desviadas,
subyugadas por una escritura proveniente de la poesía. De todas formas creo que
escribir –sin importar el género literario elegido– cuento, novela, ensayo…, es
la más extraña forma de la soledad, de la ausencia, y la más inútil tentativa
de conocer la muerte, y eso condiciona toda mi literatura.
FM | Hay unos versos en Apocalipsis de la rosa que destaco: “el regreso / es
apenas el sueño de los ríos”. ¿Qué tiene esa afirmación de contrastante con tu
busca de registro de voces poéticas esenciales para la comprensión de nuestro
tiempo (me refiero a tus entrevistas)?
GMC | El regreso es la comprobación de que el devenir es incesante y que la
no-presencia puede delatar en una ciudad o en un rostro algunos signos
alterados… Y de ésta forma la única opción de continuar en el espacio de nuestros
amigos o de nuestros amores es convirtiéndonos todos en Heráclitos capaces de
nadar al mismo ritmo de la corriente. Es permanecer en la misma agua a fuerza
de correr a idéntica velocidad… En cuanto a mi obstinada búsqueda por
entrevistar autores capaces de develarnos con sus reflexiones el tiempo en que
nos deslizamos, experiencia que es más un vieja que un retorno y es quizá una
complicidad interior de nuestro extravío, la entiendo como un homenaje a todos
aquellos que han forjado nuestra geografía sensible, a quienes han creído que
aún el lenguaje logra hacernos libres y que la palabra puede guiarnos como la
lámpara de Diógenes a una voz que a veces puede salvarnos.
FM | Quiero que me hables de esa aventura de los viajes en busca de
entrevistas. He entrevistado a través de cartas y prefiero el distanciamiento
justamente porque permite una profundización de ideas. Sin embargo, tú has
realizado algunas entrevistas (Octavio Paz, Juan García Ponce, Cioran, Salvador
Elizondo, Carlos Fuentes, Oswaldo Guayasamín…) que no se habrían dado de la
misma manera si no hubieras estado allí.
GMC | Mi encuentro con Cioran en París es una experiencia esencial en mi
vida. Después de haber recibido una carta –ante mi perplejidad–, donde el
consagrado filósofo rumano se sumaba al proyecto de nuestra revista con un
texto inédito, estar en su buhardilla de la rue de l’Odeón, rebasaba mis
expectativas. Este niño escatológico, este insobornable espíritu irónico, este
teólogo de la desesperación, resultó ser un hombre de luz, habitado por una
incorruptible felicidad, y por una ternura y una lúdica embriagadora. Durante
casi dos horas reímos de su obstinada decisión de calumniar al universo. Esta
entrevista esencial que ha aparecido publicada en cuatro países y en tres
idiomas se titula: Adiós y mucha ironía.
Octavio Paz, por un extraño artilugio del azar, nos recibió en su
apartamento de la Reforma en México DF, dos días antes de cumplir sus ochenta
años. Y este hombre con su cabeza de tótem precolombino desplegó su incansable
lucidez hablando del tiempo, de la poesía, de la necesidad de legalizar la
droga, y nos mostró su acuciosa imaginación y capacidad reflexiva para debatir
los problemas del pensamiento y hacer frente a esa equivocación que han
denominado historia.
Juan García Ponce, el gran novelista mexicano, víctima de una parálisis
degenerativa que en octubre de 1993 –en el momento de la entrevista– ya le
estaba ganando la lengua, nos mantuvo en vilo durante más de una hora en la
cual festejamos su tema preferido: el erotismo. Salvador Elizondo debajo de un
árbol en su casa en Coyoacán en México lamentó que ya no prohibieran los libros
para leerlos con mayor avidez y nos mostró en un acuario esos peces casi
míticos llamados ajolotes que el mismo Julio Cortázar había incluido en uno de
sus más famosos relatos. Oswaldo Guayasamín en su estudio de Quito cuando
íbamos a fotografiarlo retiraba de la mesa los paquetes de cigarrillos diciendo
que no quería aparecer retratado al lado de lo único que le debía a los
gringos: su tabaco rubio… Bueno, pienso en Juarroz, en Olga Orozco, en Roger
Munier, en el gran poeta portugués António Ramos Rosa, en los venezolanos:
Eugenio Montejo, Silva Estrada y en el pintor Jacobo Borges, y en otros
extraordinarios artistas que hemos entrevistado para nuestra revista Común
Presencia, y que nos han dado la certidumbre de nuestra universal, incorregible
y lúcida equivocación.
FM | En verdad, al propiciar un encuentro, no hacemos otra cosa que afirmar
nuestra confianza en el asombro, en la sorpresa. En mi caso, he hecho
entrevistas casi siempre en función de su publicación conjunta, idealizando un
libro como mesa de encuentro entre varios poetas. ¿Qué buscas esencialmente al
entrevistar a un poeta?
GMC | Aunque las entrevistas las publico primero en nuestra Común Presencia o
en otras revistas latinoamericanas persiguiendo convencer al anónimo lector de
aproximarse a una determinada voz, o rindiéndole homenaje a un poeta que nos
aumenta, confieso que padezco de tu misma idealización de poder compilarlas
posteriormente en un libro que sin duda postularía el encuentro de miradas
diversas y de pensamientos encontrados o complementarios sobre el tiempo y la
palabra que nos ha tocado vivir. Y para completar la respuesta, al entrevistar
a un poeta busco compartir mi silencio, hacerme cómplice de sus
cuestionamientos, participar de la cena de sus sueños, de la decoración de sus
fantasmas.
FM | Desde 1988, editas la revista Común presencia, junto a la poeta Amparo
Osorio. Supongo que en tus viajes habrás establecido algunos encuentros con
otros editores de revistas. ¿En qué circunstancia surgió Común presencia en
Bogotá, y cuáles son sus relaciones posibles con otras publicaciones en América
Latina?
GMC | Como cualquier revista de su carácter, Común Presencia es una isla
donde siempre debemos llegar los náufragos. Hace diez años apareció por vez
primera y a pesar de épocas en que no hemos podido editarla aún persistimos por
mantener abierta esta ventana esencial, espacio que nos parece ahora más
urgente que en el momento de fundarla. Cuando las Lecturas literarias de los
periódicos de Hispanoamérica están tomadas por orientaciones excluyentes o
frívolas, y cuando vivimos el reino de la cultura light, una revista de
creación que busca zonas abisales, que intenta mantener incandescentes las
pequeñas zonas del pensamiento y de la imaginación que el capitalismo en su
voracidad no ha podido reducir o asimilar, nos parece una aventura inobjetable.
FM | ¿Qué ha garantizado la permanencia de Común presencia durante toda una
década?
GMC | Creo que el miedo que nunca disminuye… Que –como Sherezada– sólo
sabemos combatirlo con palabras. Y la infantil creencia de que mientras exista
la revista, quienes la urdimos y aquellos que la leen con pasión, tendremos
lugar para el asombro y la esperanza.
Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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