LAS VANGUARDIAS EN ARGENTINA
GM | Ante todo, cabe deshacer un equívoco acerca de la palabra Vanguardia y
su relación con el Surrealismo.
Los
movimientos europeos y americanos de la vanguardia arrastran esa misma
ambigüedad. Desde el romántico Expresionismo, crítico de la Modernidad, hasta
el ultramoderno Futurismo, que canta a la máquina (la locomotora, el automóvil)
se abre un amplio espectro que suele abarcar a las Vanguardias.
Yo
definiría como “Vanguardia” al momento extremo del sujeto creador, dueño de sus
instrumentos, que hace del arte un campo de experimentación.
Frente
a ello el Surrealismo aparece como anti-vanguardia. Es el momento en que ese
sujeto creador descubre un centro de sentido que es ajeno al hombre. El hombre
no es ya el único que produce significaciones; las significaciones, o el
sentido, lo preceden y abarcan. Por eso el poeta surrealista se convierte en
escucha, en soñador, en médium. Sería “post-moderno” si esta palabra no
estuviera ya tan connotada con otras actitudes.
Soy
crítica de la automática clasificación de la literatura americana según los
momentos de la europea. No podemos hablar de una vanguardia latinoamericana
calcada de las vanguardias europeas, simplemente porque no somos europeos, y
nuestra cultura no es pura recepción de lo que produce Occidente. Tenemos una
cultura propia, fruto de la inicial transculturación hispano-indígena, con
aportes africanos, asiáticos y de otros pueblos. Dentro del espectro cultural
de América Latina es cierto que la Argentina tiene un perfil más europeísta que
las demás naciones, pero esto no puede ser llevado al extremo de considerar su
cultura como espejo de Europa.
En
las primeras décadas del siglo Veinte prevalece el aire del Modernismo, que
tiene ya toques vanguardistas, como puede verse en las obras de Ricardo Güiraldes,
Baldomero Fernández Moreno y Leopoldo Lugones. Son obras de transición, que sin
embargo no abandonan el ideario humanista del Romanticismo. Si tuviera que
fijar un punto de arranque del Vanguardismo lo fijaría en una obra de Leopoldo
Lugones: Lunario Sentimental, de 1909. Lugones incorpora el humor, el
prosaísmo, la inversión de los cánones tradicionales, la audacia expresiva. Sin
embargo, no puede decirse que su obra posterior continúe por esta vía.
A
partir de 1922 un grupo de jóvenes poetas estimulados por Jorge Luis Borges,
que volvía de su residencia juvenil en Suiza y en España, inician el Movimiento
Ultraísta Argentino que tiene cierta continuidad con el español. Las revistas
Proa, Prisma y Martín Fierro son representativas de este movimiento al que
aportaron Leopoldo Marechal, Brandán Caraffa, Eduardo González Lanuza, Oliverio
Girondo, Ricardo E. Molinari. El culto de la metáfora distingue en esa etapa a
los poetas nombrados. Un manifiesto de Jorge Luis Borges en la revista Proa
pretendía instalar los puntos esenciales de una nueva estética, (que ninguno de
ellos continuó). Esos puntos eran esencialmente la abolición del sujeto
romántico y del confesionalismo, la realización del poema como entidad
autónoma, trabajada como objeto artístico, la eliminación de lo explicativo y
de las zonas neutras del poema, la utilización selectiva de adjetivos y otros
elementos del lenguaje, la concentración en la metáfora, considerada como el
elemento esencial de la poesía.
La
década de los años 20 señala el efímero despliegue de estas propuestas
expresivas, que conviven con las de otros grupos de estética social, romántica,
popular, etc. en las ciudades argentinas. Se ha hablado siempre de la
contraposición Florida/Boedo en la Ciudad de Buenos Aires (contraposición que
enfrentaría a los poetas de vanguardia y los poetas sociales, de lenguaje
romántico, en la década de 1920) pero esto deja de lado la emergencia de otros
grupos menos estruendosos en las ciudades del interior, y de trayectorias
poéticas importantes que no pueden ser incluidas en los grupos porteños. Pongo
por caso al poeta mendocino Jorge Enrique Ramponi, que inicia su trayectoria
poética a fines de los años 20 con algunos libros vanguardistas, y luego se va
apartando de esa escuela para instalar un lenguaje propio ligado al orfismo, al
ejercicio del ritmo y la musicalidad del verso, y a una inclinación metafísica.
Ejemplos de la Vanguardia Ultraísta son las obras siguientes:
Oliverio
Girondo: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (Argenteuil, 1922, Buenos
Aires, 1925); Jorge Luis Borges: Fervor de Buenos Aires, 1923, Luna de
enfrente; 1925; Leopoldo Marechal: Días como flechas, 1926; Ricardo E.
Molinari: El imaginero, 1927.
En
suma, yo diría que la vanguardia no asume una total importancia en la
Argentina. Los propios poetas de lo que se llamó el Martinfierrismo,
encabezados como ya he dicho por Borges en 1922, siguen trayectorias
individuales independientes, aunque algunos de ellos conservan marcas
vanguardistas, por ejemplo, Marechal, poeta y novelista de esa generación.
Nadie podría decir en cambio que la poesía de Borges ulterior a aquellos años
siga siendo vanguardista. Tampoco podría llamarse vanguardista la obra de
Molinari, pese a que sus primeros libros llevan señales estéticas de la época.
En
la novela y el cuento asoman signos vanguardistas, que no siempre son de
ruptura con la tradición. Así las obras de Macedonio Fernández (La novela de
la eterna), el ya nombrado Güiraldes (Don Segundo Sombra), Roberto
Arlt (Los siete locos) y Juan Filloy (Op olop).
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
GM | América Latina se ha caracterizado por su receptividad “fagocitante” de
Europa. Y al mismo tiempo por una fuerte identidad que muchos olvidan, y que
otorga su sello propio a toda corriente incorporada. Creo que la Vanguardia
Latinoamericana tiene un sello romántico y humanista, de acuerdo con su propia
cultura. Nuestros poetas pocas veces dan por abolido el sujeto, ni confieren al
poema un carácter totalmente experimental, desentendido de la historia o de los
procesos interiores. De todos modos, las vanguardias americanas, incluso el
Modernismo brasileño, que es una forma de las vanguardias, tienen rasgos
sorprendentes: son negristas, indigenistas, populares, americanistas. No se
limitan al juego ni a la experimentación artística, se vuelven sobre la cultura
propia, incorporan la magia, los ritos, la cultura popular. Hay también
aspectos más urbanos del vanguardismo, menos conectados con el folklore. En
este clima irrumpe el Creacionismo del chileno Vicente Huidobro, cuyo
vanguardismo, lanzado desde Santiago y Buenos Aires, termina en mi opinión cuando
da a conocer Altazor, en 1831. (He estudiado esta obra como clausura del
Creacionismo de Huidobro y como vuelta a la tradición órfica y romántica, hasta
podría decirse surrealista, aunque conserve algunas formas del vanguardismo).
Las
vanguardias se inician tempranamente en la Argentina, con algunos aspectos del
Modernismo –que a primera vista parece tan antitético a ellas. (Ya los últimos
románticos incorporaban –tanto en Europa como en América– aspectos
experimentales que preanunciaban el Vanguardismo). Leopoldo Lugones produce en
1908 su obra Lunario Sentimental, que podría considerarse iniciadora de un
clima vanguardista. El sujeto creador pasa a primer plano como técnico y dueño
del lenguaje, llevando a éste a sus últimas posibilidades, con un espíritu
lúdico y humorístico.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
GM | Hay relaciones de los poetas norteños argentinos, por ejemplo, Manuel
Castilla, con movimientos de vanguardia en Perú y Bolivia. Sin embargo,
Castilla es un restaurador del Cancionero Popular, de la copla. En el caso de
la poesía cubana es notable su relación de los años ‘20 y ‘30 con movimientos
estéticos de Chile. Un ejemplo es la obra del mendocino Ricardo Tudela,
romántico-vanguardista. Son rasgos que nos obligarían a revisar la mecánica
adjudicación de nombres europeos para los fenómenos típicos de nuestra propia
tradición cultural, que se caracteriza por el mestizaje, la transculturación,
el barroquismo y la mezcla de culturas.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
GM | La vanguardia al modo europeo es pasajera en América. Sin embargo, no
puede ignorarse que el Vanguardismo contribuyó a poner fin a la solemnidad del
discurso romántico latinoamericano, a veces demasiado frondoso y retórico, y a
generar modos más ágiles y renovados de expresión. Podría hablarse de un cierto
ritmo histórico que alterna tendencias neo-románticas, como la que se atribuye
a la Generación del 40, y grupos vanguardistas o neovanguardistas, como el
Invencionismo, el grupo Madí y otros que proliferan a partir de los años ‘50.
Hay cierto vanguardismo en la obra de Cortázar, en la poesía de Edgar Bailey.
Pero no veo marcas notables de vanguardismo en la poesía actual, en poetas
significativos como Leopoldo Castilla, Carlos Penelas, Hugo Mujica, Oscar
Portela.
El
Surrealismo es más profundo y más acorde con la idiosincrasia mágica y
sincretista de los pueblos latinoamericanos, aunque no es un surrealismo avant
la lettre, adaptado al de André Breton. En la Argentina Aldo Pellegrini
inicia este movimiento con un carácter más filosófico que literario en 1929, a
través de la revista Qué. Esa actividad se renueva siempre bajo su
dirección, ligada a la poesía, a partir de 1944 y hasta la muerte de
Pellegrini. Sin hablar ya de grupos, la perspectiva surrealista se ha
difundido. Como decía el propio Breton: Le surréalisme est dans l’air.
En mi opinión, el siglo actual está destinado a vivir el Surrealismo, pero no
un Surrealismo de escuela ni puramente estético.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es
posible tener acceso a ellos?
GM | Hay diversos libros sobre las vanguardias en América Latina. Algunos
recuperan documentos, pueden ser buscados por Internet. Por mi parte, aunque he
estudiado a Huidobro –a mi ver el creador y teórico principal de la Vanguardia
americana– me he dedicado más al Surrealismo.
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Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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