LAS
VANGUARDIAS EN EL PERÚ
HPG | Cuando se hace un relato puntual de las formas discursivas y los
discursos de la Vanguardia en el Perú, por lo general se señala a Manuel González
Prada (Lima, 1844-1918), quien, en verdad, fue el primer poeta de nuestra
modernidad literaria, que supo detectar la crisis de la tradición lírica
española, su agotamiento, y que, sobre todo, nos llevó a otros horizontes
poéticos: la francesa, la inglesa, la alemana, la italiana, imprimiéndole, así,
a su lenguaje poético un aire de renovación en la textura del lenguaje y el uso
de formas poéticas propias de otras literaturas como el lied, el triolet, el
rondinel, la balada, etc. Por otro lado, González Prada es quien abre las
puertas al pensamiento contemporáneo, a la renovación de los sistemas
ideológicos que aún se mantenían vigentes con aires virreinales y colonizantes.
Se puede decir que González Prada trae, pues, la escritura de una nueva
sensibilidad artística que reforzará y abrirá camino a la poética modernista.
La
prédica de González Prada alcanza una resonancia especial a comienzos del siglo
XX, siendo, sin duda alguna, José María Eguren (Lima, 1874-1942), el poeta que,
ya en el crepúsculo del lenguaje rubendariano, siguiendo la estela
gonzalezpradiana, alcanza una nueva forma de poetizar, una poética que obviamente
nace del simbolismo francés, que asume a la poesía como sugerencia, alejándose
de la historia o anécdota predominante en el modernismo y hasta podría decirse
que Eguren sigue a Mallarmé y su lección que suena a desafío: la poesía se
escribe con palabras, no con ideas. En 1911, Eguren publica Simbólicas, un
libro hasta cierto punto anticanónico un texto realmente fundador de la nueva
poesía en el Perú. Los críticos y los lectores en nuestro medio seguían
seducidos por el ritmo sensual de Darío, los tatachines chocanescos, las
resonancias lugonescas y por eso Simbólicas pasó desapercibido. Lo recibió la
indiferencia, el silencio, salvo el aprecio de los jóvenes poetas y escritores
como Abraham Valdelomar, Alberto Hidalgo, Percy Gibson y el mismo César
Vallejo. Los escritores del Grupo Colónida que lideraba Valdelomar apreciaran
tanto a Eguren como a su propuesta lírica. Mientras la oreja tradicional del
novecientos decía que Eguren era oscuro, difícil, impenetrable, ellos
expresaban su admiración a la poética egureniana, tanto que Oquendo de Amat,
uno de los grandes poetas de la vanguardia, le dedicó un poema con estas
palabras que suenan a elogio: “Para José María Eguren, claro y sencillo”. Sin
duda, la escritura onírica, mágica, lúdica, des-realizadora, fue muy apreciada
como una respuesta, como una nueva alternativa en el quehacer poético peruano.
Por otro lado, se ve claramente el perfil de dos corrientes dentro de la poesía
peruana: el expresionismo, por un lado, que alcanzará su expresión más alta en
Vallejo, y el lenguaje onírico que luego dará paso al lenguaje surrealista de
los años ‘30, ‘40, es decir, Carlos Oquendo de Amat, César Moro, Emilio Adolfo
Westphalen, y en cierta medida Xavier Abril, Manuel Moreno Jimeno.
Entonces
bien, frente al modernismo que ha agotado todos sus tesoros y ha caído en un
retoricismo fácil y rimbombante, llega Eguren imponiendo una poética que se
sostiene en la sugerencia, en abrir a las palabras a la polisemia, y en la
actitud lúdica y mágica que se aparta del discurso sociológico, privilegiando
un lenguaje onírico. El ambiente tradicionalista, apegado aún a las marchas
triunfales (Darío) y a los caballos de los conquistadores (Chocano), obviamente
no ven con ojos gratos la aventura egureniana. Mejor dicho, no lo ven. Los
poetas de los locos años 20, sí.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
HPG | Se entiende que cuando un canon, un modelo, una forma poética presume
que es así cómo se debe escribir poesía, en este caso el modernismo literario,
que, históricamente fue el movimiento literario bajo el cual se formaron, la
denominada generación del novecientos, que, por otro lado, en cierta forma
formaban parte del poder político y social del Perú al empezar el siglo XX,
vieron, digamos, con cierto espanto y preocupación por dónde iba el derrotero
de la poesía peruana. Y cerran filas. Ya lo dije anteriormente: no se
percataron ni fueron sensibles al lenguaje poético de Eguren, a sus nuevas
propuestas líricas le respondieron con el silencio, el hielo abusivo, la
calumnia. Un ejemplo: un buen narrador modernista, Clemente Palma, hijo de Don
Ricardo Palma, comentó a la mala los poemas de Vallejo. Digamos no por qué
fuera una persona perversa, o un enemigo gratuito de los nuevos poetas, no.
Clemente fue inclemente con ellos porque se sentía abrumado ante un nuevo
lenguaje que ponía en duda su canon, su modelo de escritura.
Nuestra
vanguardia, pues, se impuso batallando contra la corriente, es lo que llamamos
con Octavio Paz: tradición/ruptura. Lo mismo ocurría con las ideologías, las
lecturas del hombre y del mundo contemporáneo, o para decirlo como Mariátegui:
la escena mundial. Los poetas vanguardistas, en el horizonte de nuestra
modernidad poética abierto por Eguren siguen con atención las exploraciones,
las búsquedas, los hallazgos y las bondades de las vanguardias europeas. Pero
debemos decir que también buscan aportar, ir más allá de lo que reciben como
propuestas. Ejemplo: Vallejo y su Trilce, publicado en 1922, el mismo año que
se publica Tierra baldía, de Eliot, y el Ulises, de Joyce.
Además,
debemos precisar: hay una vanguardia urbana, cosmopolita, ecuménica, en Lima,
la capital del Perú, la que en cierta forma se agrupa al lado de Mariátegui y
su revista Amauta. Y hay otra en el altiplano, la del Grupo Orkopata, el
movimiento de Alejandro Peralta, Gamaliel Churata y otros poetas y artistas que
tienen como fuente los textos y revistas que vienen desde Buenos Aires, pasando
por La Paz. Y aquí se puede señalar algo peculiar; las vanguardias ingresan al
Perú, por el Pacífico y por el Atlántico.
En
la poesía vanguardista de Vallejo, de Oquendo, de Peralta y otros, hay un tono
especial, lo que llamamos el tono andino. Ellos expresan en su lenguaje, en su
ritmo, en su dicción, en su fraseo, las formas sociales del peruano, la
psicología, la cosmovisión, del mestizo, del “cholo”.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
HPG | Se podría decir que continuando con la globalización, de la que tanto
se habla ahora, los poetas latinoamericanos estaban al tanto de lo que ocurría
con el canon de occidente. Era su fuente, la que despertaba inquietudes,
aventuras líricas en los más jóvenes y en los que se habían desprendido, en el
Perú, de la sombra luminosa de Darío, y en particular de Chocano.
Para
los primeros lustros del siglo XX, se conocían en Lima las exploraciones de
Vicente Huidobro, su “Nom serviam” y los pasos iniciales de su Creacionismo,
aquello de que un adjetivo sino da vida mata o de que hay que hacer florecer la
rosa en el poema etc. Y luego su esplendor verbal después de Horizon carré, es
decir: Altazor (1931). Así mismo, se lee y comenta Veinte poemas para ser
leídos en el tranvía y Calcamonías, de Oliverio Girondo; se conoce y comenta la
obra del primer Borges, lo concerniente al Ultraísmo. Incluso Borges publica en
Amauta.
Es
más, las revistas como Proa, Prisma, Martín Fierro y las obras de Macedonio
Fernández, circulan y fomentan el diálogo, y se llevan al debate, a la
polémica. Sin embargo, debemos anotar que todo esto se debe a inquietudes
personales, son las búsquedas de los jóvenes poetas que no gozan del apoyo ni
el auspicio de las clases dominantes y del canon postmodernista establecido.
Un
punto interesante es la diáspora de los jóvenes poetas peruanos vanguardistas:
Moro se va a Madrid el ‘22, Vallejo se va a París el ‘23, Hidalgo a Buenos
Aires el ‘19, Parra del Riego luego de pasar por Argentina terminará en
Montevideo el ‘17. De igual manera, los poetas del Grupo Orkopata emprenden su
travesía por La Paz y Buenos Aires. Incluso, los políticos de aquella época, Haya
de la Torre y José Carlos Mariátegui, salen rumbo a Europa. Aquí se quedan, en
Lima, Oquendo de Amat y Martín Adán, que el ‘29 publicará su gran novela
urbana: La casa de cartón. Recién el ‘36, Oquendo viajará a europa.
Algunos
libros paradigmáticos de la vanguardia se publican en Buenos Aires y
Montevideo: Química del espíritu, de Alberto Hidalgo, en 1923, Parra del Riego
publica Himnos del cielo y de los ferrocarriles, en Montevideo, en 1925 y en
1931 aparece la segunda edición de Trilce, de Vallejo, en Madrid. Había pues
más de un puente del quehacer de la vanguardia en Lima o Puno con algunos
países latinoamericanos.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
HPG | Nuestras vanguardias, y hablo de manera especial, la del Perú, asimiló
los hallazgos del futurismo italiano, el canto a la máquina, allí está, por
ejemplo, Parra del Riego, distribuyendo sus versos y cantando a la motocicleta,
a Gradín, un jugador de fútbol, mencionando la ciudad y sus conquistas
modernas, sus vibrantes polirritmos, la eliminación de los signos de puntuación
para dar la imagen del vértigo de la velocidad en el poema. También los
caligramas y juegos sobre la página en blanco de Apollinaire, el ludismo
refrescante en una poética, como la peruana, que tiende a la elegía, al tono
grave, es un aporte significativo. El lenguaje onírico que Eguren ya manifiesta
al comenzar la década del ‘10, y luego la escritura automática, y por cierto
aquello del cadáver exquisito, que despiertan mucha simpatía en los jóvenes
poetas.
Sin
embargo, pienso que hay que anotar lo siguiente: estos arrebatos en la
escritura, que es cierto que enriquece el espectro de la poesía vanguardista en
nuestro país, no es tomado sino como un juego, como una fiesta de la
imaginación, ya que algunos de ellos expresan sus dudas sobre los movimientos
vanguardistas, cierta desconfianza en la prédica vanguardista. Bien entendido
ellos no se alinean ni presumen si son creacionistas o surrealistas. Hay que
recordar luego, por ejemplo que es Vallejo quien escribe “Autopsia del
suprarrealismo”, en donde critica duramente y acaso injustamente al lenguaje
surrealista.
Pero
más allá de la prédica de Mariátegui que propicia la aventura vanguardista y la
crítica de Vallejo, las poéticas de cambio enraizaron en la poesía peruana. Ya
para los años ‘30 aparecen con voces rotundas César Moro, Emilio Adolfo
Westphalen. Vicente Azar, y otros poetas, que resistirán el acoso de una
poética que se va gestando a la sombra, primero de Neruda y luego de Vallejo y
que en los años ‘50 tuvo un nombre: poesía social, esto es poesía política.
Todos los vanguardistas pasaron a ser, digamos, poetas de culto, de tribus
cerradas, la voz cantante la tenían los poemas de proclamas políticas, de
propuestas de luchas sociales. Como tópicos se tenía el canto a la España de
los milicianos y La República y el exilio etc. Y luego la protesta contra las
bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki. Y para rematar el ‘48 se inicia una
antipopular dictadura militar en el Perú, la del general Odría. Y se da a lugar
una suerte de guerra silenciosa entre los poetas puros y los poetas sociales.
Una dicotomía estéril, inútil, que, ahora, lo vemos como una reverenda
anécdota, pero que sin duda desplazó a un segundo plano los espléndidos
cuadernos de poesía del primer Sologuren, Eielson, incluso Salazar Bondy y
Romualdo, para citar algunos nombres
Creo
que es momento de citar y alabar los Cinco metros de poemas, de Carlos Oquendo
de Amat, y La tortuga ecuestre, de César Moro. No hay en la poesía
hispanoamericana un libro tan hermoso en su concepción como objeto, como libro
vanguardista que supo utilizar no sólo las técnicas poéticas sino también el
avance de la técnica tipográfica, el diseño nuevo, cinco metros donde se
explaya la imaginación, la fantasía, a la par que la crítica lúcida contra el
capitalismo, la cosificación, la deshumanización, la enajenación, la violencia
tanática. El texto de Oquendo es un canto a la vida, el eros verbalizado si se
puede decir así. Y finalmente, resaltar el libro de Moro, que fuera publicado
póstumamente: un lenguaje febril, ardiente, incandescente, el delirio
verbalizado. Hoy en día, pues, hemos rescatado la aventura vanguardista, ya
sabemos que nuestra vanguardia no fue una tierra baldía, todo lo contrario: es
una fuente en donde nuestra escritura, nuestras formas discursivas continúan el
curso de sus valiosos aportes poéticos.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es
posible tener acceso a ellos?
HPG | Recién en 1980, PetroPerú reeditó facsimilarmente los Cinco metros de
poemas, de Carlos Oquendo de Amat (luego ha tenido más ediciones), y los
lectores pudieron acceder más fácilmente a este libro excepcional en todos los
sentidos. Ni qué decir Trilce, de Vallejo, vale decir, los dos libros más
singulares de la vanguardia peruana. Ya en el 2001, Mirko Lauer hizo un valioso
aporte bibliográfico al publicar La polémica del vanguardismo. 1916-1928. Es un
volumen en donde podemos encontrar artículos, propuestas, respuestas,
inquietudes críticas de Clemente Palma, Magda Portal, Jorge Basadre, Alberto
Hidalgo, Guillermo Mercado, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Esteban
Pavletich, Gamaniel Churata, entre otros. Y sobre todo el libro 9 libros
vanguardistas, aquí podemos leer Química del espíritu, Himnos del cielo y de
los ferrocarriles, Ande, Antipoemas, Cantos del arado y de las hélices y otros
textos de los años ‘20.
La
poeta y profesora de San Marcos, Esther Castañeda, en 1989 publicó El
vanguardismo literario en el Perú. Es un volumen dedicado a la vanguardia de
los años ‘20, de manera especial a la revista Flechas. A propósito de revistas,
desde hace algunos años contamos con ediciones facsimilares de la revista
Amauta y también de la revista Orkopata. Consultar estas ediciones nos aproxima
a la aventura de la vanguardia en el Perú de las primeras décadas del siglo XX.
Gracias
a Ricardo Silva Santisteban tenemos excelentes ediciones y muy bien cuidadas de
José María Eguren, César Moro, Emilio A. Wesphalen. Tenemos tesis
universitarias que se han ocupado de la vanguardia y de aquellos poetas que
heredaron su poética como las de Sandro Chiri (sobre Xavier Abril), Alex
Morillo (sobre Jorge Eduardo Eielson). Particularmente pienso que recién
nuestra vanguardia ha logrado vencer a esa suerte de marginalidad en la que
estaba postrada, andaba medio satelizada, pero, ahora, es un tópico que desafía
a los estudiosos contemporáneos.
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Jorge Pieiro, José María Memet, Amparo Osorio, José Ángel Leyva, Hildebrando Pérez Grande, Manuel Mora Serrano e FM. Fortaleza, 2008 |
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Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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