LAS
VANGUARDIAS EN BOLIVIA
HCO | Según el poeta Eduardo Mitre, autor de libros como Mirabilia y Ferviente
humo y de los ensayos literarios El aliento en las hojas y de El
árbol y la piedra, la poesía de vanguardia en Bolivia la inician tres
mujeres: Hilda Mundy, Yolanda Bedregal y María Virginia Estenssoro. Afirmación
que compartimos muchos poetas bolivianos.
Mitre
afirma, en el libro Pasos y voces que el poemario Pirotecnia
(1936) de Hilda Mundy, pseudónimo de Laura Villanueva Rocabado (1912-1982),
“plasma una poética claramente vanguardista, tanto por la exaltación de la
imagen o metáfora como por su lenguaje en prosa”. Así mismos señala que varios
poemas de Naufragios (1936) de Yolanda Bedregal (1916-1999), son claras
muestras de esta tendencia. Algo interesante del análisis de Mitre es la
inclusión de la narradora Virginia Estenssoro (1903-1970) también como
iniciadora de esta corriente, con El occiso (1937), que para Mitre es un
poema en prosa y que vendría a ser la precursora de Jaime Sáenz, tanto temática
como estilísticamente.
La
obra de estas tres mujeres es clave para entender la vanguardia como un signo
de renovación poética, más allá del modernismo que podemos decir es el
compromiso con el arte mismo y de otras corrientes que llegaban de Europa.
Ellas escribieron después de la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Bolivia y
Paraguay, en un país devastado moral y políticamente. En esos años, entre 1930
y 1950, en Bolivia no existía grandes movimientos literarios y la labor poética
estaba centrada en grupos de artistas: pintores, poetas, escritores,
dramaturgos y bohemios, que se juntaban para no sentirse tan solos y compartir
sus esperanzas por un futuro mejor.
La
Guerra del Chaco incubó entre los combatientes la necesidad de cambiar las
cosas en un país con características feudales, con una población analfabeta,
cuyas riquezas estaban en manos de los barones del estaño; los veteranos
regresaron del frente, cargando más de 50.000 muertos y la pérdida de otra gran
extensión territorial, militantemente hicieron campaña contra la oligarquía
minero-feudal y los políticos liberales que los habían empujado al estúpido
sacrificio bélico, de la Guerra del Chaco pasando por una Guerra civil en 1949,
hasta llegar al 9 de abril de 1952, día que estalló la insurrección popular que
dio inicio a la Revolución Nacional, que estableció el Voto Universal, la
Reforma Agraria, la Reforma educativa y la Nacionalización de las minas como
conquistas irreversibles del pueblo boliviano. El ambiente cultural de esos
años, pre y post Guerra del Chaco estaba signado por la pobreza, la
incertidumbre y la tragedia.
En
esa atmósfera cargada de presagios y en una febril actividad revolucionaria, en
la que participan intelectuales con ensayos sobre una sociedad más justa,
antiimperialista y socialista; así como muralistas y dramaturgos, se desarrolla
tempranamente (antes de 1952) la obra de Mundy, Bedregal y Estenssoro. Su
poesía es eminentemente urbana, inminentemente social y decididamente
cuestionadora del papel conservador de la mujer en la sociedad.
Cabe
destacar que sobre Hilda Mundy se han venido realizando una serie de estudios,
en una especie de redescubrimiento de su obra. El hallazgo de estas mujeres
como pioneras de la vanguardia, confirma algo ya sabido en nuestro país que fue
otra mujer: Adela Zamudio (1854-1928), el emblema del romanticismo.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
HCO | En Bolivia lo que sucedía en Europa siempre nos llegaba un poco tarde,
quizá por nuestro encierro marítimo o quizá porque esa es nuestra mejor excusa
para nuestro propio encierro, fue así que las corrientes europeas nos llegaron
después de unas dos décadas. Sin embargo, como sucede en todo espacio
cosmográfico, los creadores le agregan algo local, en este caso la influencia
del paisaje, la atmósfera postguerra del Chaco y la conspiración de las masas y
la participación de la mujer en el proceso revolucionario que se avecinaba. Me
remito a Margarita Vila quien, hablando de arte, sostiene que “para comprender
esa pionera recepción de las vanguardias europeas, hay que considerar el
carácter “abierto” ⎼como
señala la crítica Marta Traba⎼ de
tales países. Todos ellos miran al Atlántico y por ello, las comunicaciones
marítimas con Europa resultaban más fáciles que para Perú, Bolivia, Paraguay y
Ecuador, “cerrados” privados de salida a tal océano, y con mayor población
indígena”.
Bajo
esta óptica es posible que la ruptura que suponía la escritura de una poética
vanguardista no haya sido comprendida y asimilada sino hasta muchos años
después.
En
Bolivia existió un grupo denominado Gesta Bárbara que nació en Potosí en el año
1918, y que, entre otros, estaba integrado por Carlos Medinacelli y Gamaliel
Churata. Gesta Bárbara fue el único intento de crear un movimiento de
vanguardia en Bolivia recurriendo a una literatura anticolonialista.
Medinacelli, con su novela La Chaskañawi, introdujo a principios del siglo
veinte el tema del mestizaje en la literatura boliviana y Churata, es un gran
poeta peruano que está siendo reconocido tanto en su país como en el nuestro,
ambos pueden ser considerados precursores de una vanguardia narrativa y poética
cuya bandera fue tomada años después por otros escritores.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
HCO | Pese a estar muy cerca no existía una relación tan fluida como se
esperaría, quizá porque Bolivia fue y sigue siendo una isla mediterránea. Creo
que por ese entonces y pese a no tener los privilegios tecnológicos de ahora,
las relaciones entre poetas, aunque escasa, era profunda y sostenida. Creo que
el hecho de mantener correspondencia escrita, el trabajo de escribir ya sea a
pulso o a máquina y luego tener que esperar una respuesta que tardaba semanas o
meses, hacía que esa relación sea más profunda y significativa, dotándole a la
misma de una potencia especial. Potencia que la velocidad con la que ahora nos
comunicamos quizá haya aminorado.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
HCO | Creo que existen influencias y correspondencia entre la obra de esas
tres pioneras y los poetas que escribimos hoy, puede incluso que haya herederos
legítimos y herederos no reconocidos de esa tradición. Entre las intersecciones
del camino habría que nombrar a los modernistas Ricardo Jaimes Freyre, Gregorio
Reynolds, José Eduardo Guerra y Franz Tamayo y con sus propios registros,
habría que nombrar, entre otros, a Oscar Cerruto, a Jaime Sáenz, a Raúl Otero
Reiche, a Edmundo Camargo, a Eduardo Mitre, a Pedro Shimose, a Alcira Cardona,
a Blanca Whietüchter, a Vilma Tapia, a Ruber Carvalho, a Jorge Campero, a Gary
Daher, a Gigia Talarico, a Benjamín Chávez, a Gabriel Chávez y entre los más
jóvenes a Emma Villazón, a Edson Hurtado, a Paura Rodríguez, a Claudia Vaca, y
a Mónica Velásquez. Sé que la lista no acaba aquí porque la poesía en Bolivia,
como en todo el mundo, siempre será una tarea inconclusa.
La
poesía y la actitud de estas mujeres están vigentes simbólicamente en las de
muchos poetas contemporáneos, quizá no con la fuerza teórica con la que la
vanguardia fue asimilada en países como Chile, Perú o Brasil, pero está
presente ya sea como intuición de un lenguaje imaginario o como un legado
lingüístico preciso y universal.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es
posible tener acceso a ellos?
HCO | No existen documentos específicos sobre la vanguardia como una corriente poética; en Bolivia no se dieron manifiestos concretos o programas en poemas que pregonaban una ideología estética, no se teorizaba sobre la tendencia, se escribía de ese modo. Lo más cercano podría ser el Ensayo miedoso de la literatura ultraísta de Hilda Mundy, publicado en 1937.
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Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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