LA EXPRESIÓN DE LO
ESENCIAL
JL | Sologuren entiende la poesía en el sentido universal tradicional,
raigal, al afirmar que es “vocación natural para el absoluto”. Todos los
grandes poetas, hasta ahora, de algún modo buscaron lo absoluto, lo cual debido
a nuestra condición humana y no divina, resulta relativo. La poesía, desde la
antigüedad, se inclinó por alcanzar formas expresivas cercanas a un más allá
(metá, metáfora) relativo al modo individual de sentir y pensar el mundo y la
propia sensibilidad. La poesía es “internalizar” (horrible término de la
psiquiatría) el mundo y la experiencia de éste. En eso se diferencia
radicalmente (en la raíz) de la novela, de las artes plásticas, de lo documental,
de lo historicista, de lo social, de lo mercantil. No es abarcante sino en
función de la esencia. Hoy en día las definiciones de la poesía pasaron de
moda. También pasó de moda la búsqueda de lo absoluto. Cuando digo “pasar de
moda”, no me refiero a lo que es sino a lo que es sido por la presión de la
civilización consumista y obsedida por la búsqueda del éxito. La esencia no
puede pasar de moda porque es. Pero sí se puede dejar de interesarse por lo
esencial en razón de lo existencial, de lo anecdótico, de lo actual, del culto
a los valores del mercado.
Mientras
el best seller, un producto para el mercado, constituye hoy en día la meta de
la literatura, la poesía se sitúa en el extremo contrario representando, por lo
tanto, lo no mercantil literario, el trabajo noble artesanal, el oficio
tradicional, mezclado con las funciones chamánicas de expresar lo humano en
trance de universalización arquetipal (la tribu de la que habló Mallarmé). El
hacer poética obliga a una interiorización reflexiva o intuitiva que aparta al
poeta inexorablemente. La poesía es una manera de decir de otro modo el mundo,
de usar el lenguaje de un modo especial, a veces cabalístico, cercano a lo
sagrado. Por lo tanto, la poesía escapa de la masificación consumista, pese al
Premio Nobel que de algún modo, puede convertir al poeta en un best seller.
Pero hasta ahora, la poesía no es producto para el mercado sino para la
reflexión interior del hombre.
FM | Te refieres al Golpe de dados (Mallarmé como “un poema que no va más
allá del texto, de la página, de los intertextos”. ¿Qué caminos debe tomar la
poesía?
JL | Mallarmé, como lo entendió George Steiner en Presencias reales –uno de
los ensayos cumbres de nuestra época sobre la pérdida de sentido en el
lenguaje–, disoció la referencia exterior y la escritura poética. Esta empezó a
vivir por sí misma, como valor propio. No fue más la referencia a la cosa lo
que otorgaba validez al lenguaje, sino el lenguaje mismo que se valía por sí
mismo, abstrayendo a la cosa. Por lo tanto se reveló el texto, la textualidad
pura, revolución del siglo XIX. Joyce llevó ese textualismo a límites extremos
en Finnegans Wake (1939), una obra poética más que narrativa. Ese camino puede
desembocar en el silencio por hermetismo.
FM | Sé que tus lecturas de D. H. Lawrence te ayudaron en la escritura de
uno de tus libros: Contienda. ¿El poeta es esencialmente fruto de sus lecturas?
JL | No, el poeta no es fruto esencialmente de sus lecturas, sino del
sí-mismo aunque las lecturas puedan determinar el continente y hasta el
contenido de su obra. Pero se requiere algo más, un don, una inclinación del
alma irresistible, la vocación de expresar el mundo de otra manera que la
impuesta por el sentido racional exclusivo, por las tecnologías modernas, por
el mercantilismo y la manifestación industrial. En este aspecto, la lectura de
D. H. Lawrence fue decisiva para mí, me reveló la vocación de ser poeta. Muchos
otros contribuyeron a esa toma de conciencia de la vocación poética: Rimbaud,
Baudelaire, Whitman, García Lorca, Antonio Arráiz de Venezuela, Byron, Vallejo,
entre otros.
FM | ¿Por qué afirmas que el arte no es una “vía adecuada para la
realización esencial, para la liberación interior”?
JL | He tratado ese tema en libros y ensayos. La creación literaria es un
arte esencialmente mundano y egocéntrico que persigue la comunicación, aunque
sea de manera selectiva, y la presencia personal. El camino de la
espiritualidad mística implica el rechazo de lo mundano, del egocentrismo y de
la proyección personalista. El fin de la poesía y del arte es existir; la
mística, la más alta forma de espiritualidad, tiene como fin disolverse en el
conocimiento trascendental, practica la no-acción y prepara la no-existencia
personal. Además, en general, la mística es silencio y meditación, el arte:
lenguaje y manifestación. Sin embargo, la poesía de los sufíes árabes usó el
lenguaje para disolverse en el amor de Dios. La poesía sufí constituye la
experiencia más alta de erotismo divinizado y alimentó la mística española del
Siglo de Oro. San Juan de la Cruz era un sufí cristiano. Por lo tanto, como
dije, la liberación del mundo por el espíritu no pasa por la vía del éxito en
el mundo y de la afirmación de la persona, objetivos del arte.
FM | Manuel Caballero se refiere a una contradicción existente entre el
escepticismo que reviste tu obra poética y ensayística y el entusiasmo, el
“irrefrenable optimismo” que rige tu vida, tus impulsos. ¿Aceptas esto? ¿Debe
el poeta mirar siempre el mundo en que vive con escepticismo?
JL | Acierta. Esa contradicción descansa en la vacilación fundamental de mi
existir, desde joven. Me atraían simultáneamente el mundo y la afirmación de mi
ego, y la renuncia al mundo liberado del ego. Es un poco el caso de D. H.
Lawrence.
FM | Desde Cármenes (1966) hasta Vencimientos (1986), dos libros básicos en
tu obra poética, ¿dirías que hubo cambios en tu poesía? ¿Es posible hablarnos
sobre los nuevos signos, temas y métodos que van incorporándose a esa poesía,
en el sentido mismo de una evolución?
JL | Son básicos, tienes razón. La modificación consiste en pasar de la
exteriorización panteísta a la introspección implacable.
FM | En tu ensayo sobre Jorge Gaitán Durán afirmas que los poetas
latinoamericanos, de una manera general, son irreflexivos, situando a Octavio
Paz y al propio Gaitán como “raras individualidades poéticas capaces de
reflexión”. Me gustaría que nos hables un poco más a este respecto. ¿Cómo
situarías, en este contexto, la obra ensayística de poetas como Pablo Antonio
Cuadra, Fernando Charry Lara, Javier Sologuren, Roberto Fernández Retamar,
Pedro Lastra, Alfredo Silva Estrada, entre tantos otros?
JL | No quiero aludir a nadie pues los poetas solemos ser muy vanidosos. Los
que tú nombras tienen obras importantes y diferentes en cuanto a lo esencial y
la búsqueda del absoluto.
Lo
que quise expresar con el término irreflexivo fue algo muy subjetivo. No
encuentro muchas veces, en los poetas iberoamericanos, la reflexión, no
propiamente sobre la poesía, sino sobre el destino humano, sobre la
trascendencia, sobre la Otredad, sobre lo sagrado. Se tiende demasiado a la
aprehensión de la periferia y no de lo esencial.
FM | Hay siempre un momento en tus ensayos en que te refieres, de manera
crítica, al “irracionalismo surrealista”. Cármenes, más que cualquier otro de
tus libros, está íntimamente ligado al Surrealismo. Sabemos que el Surrealismo,
con su inquietante búsqueda de un lenguaje primordial, tuvo una presencia
acentuada en Hispanoamérica, en el exacto momento en que más se hacía necesaria
una ruptura con la tradición española. Lezama Lima, Octavio Paz, Aldo
Pellegrini, César Moro, Enrique Molina, son algunos ejemplos entre los grandes
poetas tocados por el Surrealismo. ¿Cuáles, en tu opinión, son las mayores
contribuciones del Surrealismo a la poesía hispanoamericana? ¿Estarías de
acuerdo con el poeta portugués Mario Cesariny cuando afirma que “el Surrealismo
viene a ser el último enunciado verdadero de los problemas centrales de nuestro
tiempo”?
JL | No siento que Cármenes tenga relación con el Surrealismo ni yo lo he
practicado nunca como teoría del arte. Mas no puedo negar que me ha interesado
la relación del Surrealismo con la “Otredad”, con la interpretación o el uso de
los sueños, de lo onírico y con la presencia arquetipal de la fémina. Mas que
el Surrealismo como escuela o praxis, estudié la concepción general de los
lenguajes simbólicos y la existencia del inconsciente colectivo descubierto y
analizado por Jung, a quien admiro sin reservas. Me une al Surrealismo, no como
tal, el arquetipo de la fémina en sus aspectos simbólicos de Naturaleza, de
Eros cósmico y de Gran Madre.
FM | De acuerdo con Carlos Rama, “las vanguardias intelectuales de
Latinoamérica, sean revolucionarias o burguesas, creen que existe una gran
patria continental, en la cual deberían desaparecer las actuales y ficticias
fronteras”. ¿Qué piensas tú al respecto de esto que se acostumbra llamar identidad
cultural latinoamericana? ¿Qué vendría, entonces, a constituir tal identidad?
JL | No. Lo que me desazona es que los pueblos iberoamericanos constituyan
islas en un mismo continente y que estén distanciados por la incapacidad de sus
gobiernos mediocres, burocráticos, nacionalistas necios y corrompidos. La
integración es simplemente un término de la retórica oficial.
FM | De acuerdo con tus palabras, “nuestros países se conocen malo y en lo
peor”. Hay, entre nosotros, apenas dos rápidas (y poco divulgadas) antologías
de la obra poética de Vicente Gerbasi y Eugenio Montejo, lo que es muy poco
refiriéndose a la gran poesía que Venezuela tiene que darnos. Por otro lado,
desconozco qué autores brasileños se encuentran traducidos en tu país. Me gustaría,
por tanto, oírte hablar un poco a este respecto, saber qué es posible hacer en
el sentido de reducir los límites de esta inmensa laguna existente entre ambas
poesías.
JL | La producción literaria iberoamericana no tiene una divulgación
continental. Los gobiernos no han sido capaces de abolir las tarifas aduaneras
y del correo, para que revistas, libros y editoriales se comuniquen sin cesar
entre sí. Esto se traduce en aislamiento de escritores reducidos a su propio
país. Hace unas décadas había editoriales y revistas iberoamericanas que
circulaban en todos los países creando posibilidades constantes de comunicación
literaria y conocimiento de los valores sobresalientes de cada república. Hoy
en día, debido a la diversidad de las monedas y a los enormes costos postales,
el intercambio, el canje, ha disminuido notablemente.
Recuerdo
que cuando fui director de la editorial estatal Monte Ávila, la Cancillería del
Brasil, mediante la Embajada, organizó un programa de publicaciones de autores
brasileños en Venezuela. Aparecieron traducidos libros de clásicos brasileños
como Graciliano Ramos y Carlos Drummond de Andrade. Los escritores venezolanos
se interesan por leer literatura del Brasil y hay traducciones importantes como
la de Blanco en lo blanco, de Eugenio de Andrade por Francisco Rivera. Yo fui
amigo de Guimarães Rosa y conozco su obra monumental. Mas esas vinculaciones no
están generalizadas para propiciar el constante intercambio de libros y
revistas entre los países iberoamericanos, como sucede en Europa, pese a las
diferencias de lengua.
FM | ¿Es posible actualmente hacer un balance de tus actividades junto a la
revista Zona Franca?
JL | Sería muy extenso enumerar mis actividades las cuales abarcaron a lo largo de mi vida, periodismo, editoriales, creación literaria, estudio sobre la cultura popular tradicional, esoterismo, antropología etc. En uno de mis últimos libros, Los fuegos sagrados, ensayos sobre la cultura popular tradicional de Venezuela, hay dos estudios comparativos del folklore del Brasil y de Venezuela, y una amplia referencia a la macumba en relación con el montaje que Jean Louis Barrault hizo de la Orestíada de Esquilo, en 1956, en París, donde yo estaba.
Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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