EN
BUSCA DE LO IMPOSIBLE
RH | Mi relación con el lenguaje es, en primer lugar, de sorpresa frente a
su versatilidad y su poder autónomo, y lo digo con conocimiento de causa,
porque yo, que nací en la ciudad de Santiago de Cuba y que cumplí el primer año
de mi vida ya viviendo en La Habana, comencé a expresarme como un habanero.
Ésta es mi primera anomalía. Desde los diez años yo vivo en España, así que, de
una manera natural y paulatina, en algún momento que no puedo precisar, tanto
los modismos como el acento cubano desaparecieron hasta que llegué a un
lenguaje neutro, desprovisto de acento regional, que me da total libertad de
creación para moldearlo a mi capricho. Sin que me acarree la menor molestia,
puedo inclinarme por un término cubano de mi infancia, un argentinismo, un
casticismo o un sevillanismo mediante el sano empleo del humor, la mejor
distancia, el mejor remedio. Creo que hay en mi poesía una recurrencia
constante al humor, del cual no quiero desprenderme, porque me demuestra que el
lenguaje no es más que una aproximación, una tentativa de esclarecimiento, una
visión. La mitología, que mencionas, me permite abordar el lenguaje en su
máxima dimensión para aproximarme al imaginario colectivo.
FM | Francisco Morales Lomas señala en tu poesía “un ejercicio de
introspección conceptual que participa de la corriente surrealista, adaptándola
a la pureza de una lírica de raíz anglosajona”. No sé hasta qué punto estás de
acuerdo, pero creo que para un poeta que dice “la voluntad se ajusta a todo lo
intangible”, hay un desacuerdo conceptual con lo que se refiere a “la pureza de
una lírica”. En el caso anglosajón, hay un distanciamiento profundo en lo
tocante a un mestizaje. La lengua impone un patrón cultural. ¿Qué quiere
imponer y con qué se mezcla la poesía de Rodolfo Häsler?
RH | Estoy
de acuerdo y me identifico con ambas proposiciones. La lengua impone una
tradición, de la cual no te libras. Pero en mi caso debe tenerse en cuenta un
elemento sumado a mi llegada a Barcelona, que es mi ida a la Escuela Suiza,
donde de repente tuve que sumergirme en el idioma alemán, otra lógica, una
mayor contención, una tradición de reflexión, de análisis, que está muy atenta
a la sensualidad de las imágenes, que las captura y ordena. El alemán, en tanto
lengua sajona, es muy sintético, una lengua que puedes construir a medida que
hablas, de una riqueza expresiva extraordinaria, y al mismo tiempo de una
tremenda parsimonia. Lo que dices es eso y nada más que eso. Haber estudiado en
alemán durante el ciclo de enseñanza media, haber asimilado una cultura en la
cual el autocontrol es muy importante, me permitió lidiar con esos elementos,
llegar a un punto de expresión en el que me agrada ver cómo puedes llegar mucho
más lejos y de inmediato cortarlo, decir basta. Mi padre era suizo-alemán y es
evidente que en mi personalidad cada vez se acentúan más los rasgos de su
carácter.
FM | Tienes en España una segunda residencia, de modo que se mantiene tu
relación con la lengua española. ¿Hasta qué punto consideras decisivos los
espacios lingüísticos en la constitución y valoración de una obra poética?
RH | Bien, vivo en Barcelona, una ciudad bilingüe, donde el español se
relaciona con el catalán hasta mezclar acentos, expresiones, mentalidades. Mi
lengua materna es el castellano, un castellano, como dije antes, ni cubano ni
español, una especie de metalenguaje independiente de lugares geográficos.
Pero, desde luego, eso sí, me siento vinculado a una tradición y a un espacio
lingüístico determinado en el momento de la expresión. Aunque deba reconocer
que, por mi educación, el estudio y la lectura de otras literaturas, como la
alemana y la francesa, han sido paralelos a los de la española, para la poesía
es muy difícil expresarse por igual en dos idiomas diferentes y se termina
eligiendo uno, en mi caso, el español. Aunque mis lecturas de poesía francesa
las sigo realizando siempre en el idioma original, nunca en traducciones.
FM | Según el argentino Juan Gelman, “todo poeta intenta expresar –con la
palabra y los silencios de la palabra– el centro de su obsesión”, aunque luego
recuerda que “en realidad, no hay centro y todo es intemperie”. No sé si
concuerdas. Situado en el medio de tal relación, ¿te sientes perseguido por
algún tema en particular?
RH | Siempre
recurrimos al mismo mundo de obsesiones, de inquietudes, son temas recurrentes.
Cada poeta tiene los suyos, como también se da en el caso de los pintores. No
creo en los artistas que abarcan diferentes registros, aparte de que esto
tampoco es necesario porque nunca se descubre nada, se ahonda en el misterio de
la escritura, de la existencia, damos vuelta alrededor de la mismas obsesiones
sin tener nunca una respuesta clara, sólo diferentes puntos de vista.
Personalmente creo que mi poesía gira en torno a pocos elementos, como la
búsqueda interior, un deseo insaciable de trascendencia, algo muy germánico,
por otra parte, que me contiene, que está dentro de mí, pero visto desde mucha
distancia, con muchísimo humor. Al final siempre me pregunto: ¿para qué¿ ¿qué
sentido tiene todo esto?
FM | Si pensamos en la gran influencia de Rubén Darío y de César Vallejo en
los poetas españoles, tal vez no encontremos, en una relación inversa, algo de
igual dimensión. ¿Cuáles son tus afinidades con poetas españoles? ¿Sería
correcto afirmar que, en un sentido poético, España siempre tuvo más para
aprender que para ofrecer?
RH | La influencia de Darío y de Vallejo fue fundamental en la evolución de
la poesía española, en un momento de estancamiento debido a las circunstancias
históricas y sociales que hicieron que España mirara al pasado para
comprenderlo. En ese momento, la renovación vino de América Latina, sin lugar a
dudas; pero no debemos olvidar la gran influencia posterior en las repúblicas
americanas, de Juan Ramón Jiménez, Machado o la generación del 27. Es una
relación complicada, a menudo repleta de malentendidos, y que a mi ver debería
ser más fluidiza de lo que es actualmente. Pero decir que la poesía escrita en
España tiene más para aprender que para ofrecer me parece malintencionado y
falso. Si vamos al Siglo de Oro vemos cómo un poeta como Quevedo encierra toda
la modernidad, vemos la mística castellana que entronca con la tradición
oriental y que tanto peso tuvo en otras literaturas europeas. Me parecería muy
extraño que América Latina no contara con la tradición peninsular. En la
actualidad hay poetas de gran peso y originalidad, poetas que desarrollan su
creación aislados de tendencias, como debe ser, y que cada vez van ganando
mayor reconocimiento, como Francisco Pino, Antonio Gamoneda, Carlos Edmundo de
Ory, José Ángel Valente, Diego Jesús Jiménez, Dionisia García, Juan Eduardo
Cirlot, Vicente Núñez, para citar apenas unos pocos.
FM | El periodismo y la universidad produjeron una distorsión imperativa en
lo tocante a la conversión de todo en su máscara y en la estratificación de su
esencia, en verdad, dos aspectos de una misma deformación. Perdimos nuestra
relación directa con la historia, volviéndonos personajes arbitrarios de un
teatro de seres que no contempla la relación intrínseca entre individuo y
sociedad. En gran parte, la poesía que se escribe hoy (me refiero a nuestra
generación y sus desdoblamientos) acepta pasivamente esa condición de negación
del ser.
RH | Pienso que sobre este tema no se puede generalizar; en primer lugar,
depende de cada individuo y ciertamente, de cada país, con sus características
y su realidad. La visión del poeta ha cambiado, ha evolucionado, no siempre de
manera lineal, a lo largo de los tiempos. Y hoy tenemos la enorme suerte de que
las escuelas, las tendencias rígidas y monopólicas desaparecieron, o por lo
menos es posible escribir sin tener en cuenta nada de todo eso. Personalmente,
los poetas que más me interesan van por una vía solitaria, buscando en sus
propias circunstancias, creando su propia tradición, y eso es impagable. De
cualquier forma, el compromiso con la sociedad de manifiesta de muchas maneras,
y creo que un verdadero creador, aunque a primera vista no se lo perciba, siempre
está comprometido con la vida, y, por lo tanto, con su tiempo. Hay compromisos
evidentes que pierden vigencia y hay distanciamientos que resultan en la más
interesante forma de alianza. Las obsesiones de los poetas son comunes a todos
los seres humanos y el compromiso con la vida es lo único que nos salva. Y aquí
pienso, por ejemplo, en la poesía de la dinastía Tang, en Sor Juana, en Emily
Dickinson o en Lezama Lima.
![]() |
FM e Rodolfo Häsler. Porto, 2004 |
FM | Es común que los poetas presenten una visión idealizada de su país,
cuando residen fuera de él por un tiempo considerable. ¿Cuáles son tus
opiniones acerca de la poesía que hoy se produce en Cuba?
RH | Acabo de regresar de un encuentro que se celebró en La Habana entre el
6 y el 12 de enero de 2001, al que han asistido poetas de diferentes países
latinoamericanos, y vengo impresionado por la alta calidad, la dureza, la
ausencia de concesiones y el compromiso absoluto que he visto en algunos poetas
jóvenes. El país vive momentos difíciles, hay muchos interrogantes, y éstos los
plantean con una libertad personal y creativa que es difícil de encontrar en
nuestro frivolizado mundo desarrollado. Hay un momento estelar en la poesía
cubana y el problema se plantea en estos momentos en lo que los editores
extranjeros eligen y editan afuera, no siempre lo mejor, lo más interesante.
Las leyes del mercado son implacables y la visión tópica de Cuba ahora, después
de muchos años en los que prevaleció la política, responde a un exotismo
deformador de la realidad. Cuba es un país críptico, difícil, masónico, y el
resto del mundo espera todo lo contrario de la isla. En España existe en estos
momentos una auténtica moda de todo lo cubano, la música, su literatura, su
gente, pero parece mentira, los españoles casi siempre se equivocan en su
conocimiento del país, en todos los aspectos, y en el político y social
especialmente.
FM | Hablas de Martí, de Lezama, de Sarduy, siempre que se te pregunta
acerca de tus relaciones con Cuba. De hecho, son referentes máximos, que
definieron una condición poética que no es exactamente cubana, sino antes
(anterior a todo nacionalismo) una conquista de la modernidad. ¿Cómo te
relacionas con otros poetas, por ejemplo, Heberto Padilla y José Kozer?
RH | Como bien dices, cuando menciono a Martí, Lezama, Sarduy, me refiero a
esa conquista de la modernidad en la que Cuba tuvo siempre un lugar
privilegiado. Por su situación geográfica, la isla siempre fue un lugar de
tránsito, a donde llegaban todas las ideas, donde eran asimiladas y
transformadas, un lugar donde se intercambiaban productos que iban de una
dirección a otra, y eso marcó la idiosincrasia del cubano, alguien que todo lo
asimila y lo transforma para crear algo nuevo. Nunca cité a esos poetas en su
única dimensión cubana, con la cual no me puedo identificar, sino como
creadores universales, que despertaron la conciencia de la humanidad. Con
poetas como Kozer, Reina María Rodríguez, además de estar unido por la amistad,
tengo que destacar mi admiración por ellos en todos los sentidos. Cuba está
dividida en este momento, y su poesía, de alto valor ético, sirve de puente a
la nación fragmentada, siendo así una fuente de compromiso como el que mencioné
anteriormente, a partir de la coherencia y de la inteligencia. Heberto Padilla
me parece una figura de importancia capital, pues marcó un antes y un después
en lo que se refiere a la independencia entre creación y poder.
FM | Retorno a Sarduy, por la importancia que le das en función de la revelación
del mundo de los orixás. Recuerdo los cuentos de Cabrera Infante y su
proximidad temática, incluso menos intelectualizada. Como te interesa un
tratamiento “más pictórico”, “una metáfora extra-literaria”, te pregunto hasta
qué punto observas un contraste entre Sarduy y Cabrera, pero siempre pensando
eso a partir de tu poética.
RH | Yo soy un profundo desconocedor del mundo afro-cubano y no me gustaría
que mi poética se clasificara por determinada temática, como veo que ocurre con
algunos autores cubanos últimamente. Siempre me interesaron la mitología y los
rituales, por lo que tienen de codificador de determinadas conductas y
necesidades y humanas. Pero el tema de los orixás aparece solamente en mi
cuarto libro, por la necesidad de expresar una serie de experiencias vividas
durante mis dos primeros viajes a Cuba, en 1991 y 1993. Soy un medio y no un
fin, utilizo un lenguaje propio de la religión yoruba para expresar una
cosmogonía personal que se oculta tras los alimentos, las plantas y colores de
cada santo. Rompo la lógica de un código para llegar a otro mundo más
desordenado, necesitado de coherencia, de síntesis, hasta asumir otro plano que
no tiene nada que ver con el folclore. Creo que es lo mismo que hace Sarduy en
sus poemas afros. Lydia Cabrera es una antropóloga y una estudiosa, una persona
que se sumergió en ese mundo para poder conocerlo, pero siempre a partir de la
lógica. Puedo afirmar que mi libro De la belleza del puro pensamiento no es un
libro sobre los orixás; se trata de una indagación de la identidad provocada
por la alegría y el dolor.
FM | En entrevista con Carlota Caulfield, anoté una referencia tuya a la
imposibilidad “de ser un cubano como se espera que un cubano sea”. Cuba se
transformó en el marco de una idealización de la América hispana. Si la
revolución despertó el continente a la existencia de sí mismo, por otro lado
asimiló los vicios europeos de comprensión del mundo a su alrededor. ¿Cómo se
espera que sea hoy un cubano?
RH | Cuba necesita, ante todo, de autocrítica. Las dos Cubas necesitan de
autocrítica y tolerancia, algo que no se cultiva desde hace cuarenta años. Yo
vivo en Europa desde los diez años y estuve aislado de los dos polos de la
cubanidad. Mi padre era pintor, europeo, y en mi casa nunca se vivió la nostalgia
como un elemento paralizante. Nuestro referente no fue nunca ninguna patria,
sino la problemática del arte. Fue lo que aprendí y me siento privilegiado por
eso. A su vez, Cuba ha estado dentro de todos nosotros como una referencia
afectiva, un momento de plenitud. Así viví con mis padres, y así me recuerdo,
una infancia feliz. Ahora, no me puedo abstraer de una realidad compleja porque
el proyecto de nación, surgido ya en el siglo pasado y que tuvo realización en
la Cuba burguesa del siglo XX, ya no existe, y se va a necesitar de un empeño
colectivo para apartar el dolor y dialogar entre todos, todos aprendiendo con
todos.
FM | Frente al espejo: ¿qué poesía estás escribiendo?
RH | En este momento, después de publicar mi quinto libro, estoy avanzando en un proyecto a largo plazo, para el cual no tengo ninguna prisa. Preciso tiempo, reflexión, caminar y dejarme llevar por mi ritmo interior. Se trata de una serie de cincuenta poemas sobre un tema que aparece en mi escritura desde el principio: las flores, pero tratadas de una manera frontal, mucho más radical, hasta que adquieran total protagonismo. La flor es símbolo de la fugacidad de las cosas, ligada por el tallo a la tierra, mira al cielo, lo divino, lo inefable. Hay flores que hablan por su cuenta, y otras por mi voluntad, tratando todas sobre la brevedad de la vida, lo efímero de la belleza, del placer. Flores unidas a la muerte por su corto ciclo, en busca de lo imposible.
![]() |
Alfredo Pérez Alencart, Rodolfo Häsler e FM. Quito, 2011 |
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Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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