terça-feira, 5 de janeiro de 2021

ESTELA APPLEYARD DE ACUÑA | El bilingüismo en el Paraguay

 


El bilingüismo es una característica particular de nuestro país: el guaraní es la única lengua nativa hablada por indígenas y por la gran mayoría de los habitantes no indígenas del Paraguay. Aunque está reconocido como lengua oficial de la República, el castellano, lengua traída por los españoles, es la lengua de comunicación internacional, de los tres poderes del Estado, de las instituciones públicas, los medios de comunicación masiva, las instituciones educativas -pasará aún un buen tiempo en que se lo siga usando para la adquisición de los saberes universales-. El guaraní, en cambio, se emplea en la familia, entre los amigos, en la calle, en los momentos de esparcimiento. En estos ambientes la mayoría de los paraguayos emplea constantemente una u otra lengua, alternándolas.

La conquista española del Paraguay fue distinta a la de las otras regiones de nuestra América. Las zonas de Centroamérica, México, Perú, Bolivia, Colombia, eran ricas en minerales preciosos (metales y piedras). El Paraguay carecía de ellos y solo proveía a la corona de yerba, madera, tabaco, lo que, junto con la mediterraneidad de Asunción, influyó en el escaso interés de España en este lugar. Los conquistadores que se aventuraron en estas tierras venían solos, la familia quedaba allá y, como los nativos eran gente pacífica, tomaban como concubinas a sus mujeres y llegaron a formar acá más de un núcleo familiar, además del que habían dejado en su tierra. El conquistador español salía a cumplir sus responsabilidades y los niños quedaban al cuidado de la madre, que les fue transmitiendo su legua y su cultura. De este modo el guaraní pasó de la conquista a la colonia, época durante la cual solo hablaban el español las familias que habían venido de la Península.

Nuestra lengua nativa era solo oral, pero en las misiones jesuíticas, donde el guaraní era lengua propia y única, se estableció la escritura con el alfabeto castellano y se escribieron diccionarios, catecismos, diversas clases de documentos e, incluso, se cultivó la literatura en guaraní. Los cabildos de los pueblos misioneros escribían sus actas en guaraní y de esta manera dirigían también su correspondencia a las autoridades españolas. Vemos, pues, que la práctica de la comunicación escrita no era algo excepcional entre los guaraníes de las misiones.

Según el padre Bartomeu Meliá, el paraguayo de los años de la Independencia hablaba más guaraní que en los tiempos coloniales inmediatamente anteriores; pero, a pesar de que la Independencia fue realizada por gente que hablaba, por lo general, el guaraní, todos los documentos de la época fueron redactados en castellano.


Durante la larga dictadura del doctor Gaspar Rodríguez de Francia, se cerró por orden suya el Real Colegio Seminario de San Carlos, en 1822, y, si bien se abrieron escuelas, solo se redujeron a una educación básica, no hubo educación superior, el guaraní siguió siendo la lengua de comunicación más usada y, en el decir de Morínigo, Meliá y otros estudiosos, casi la única. El doctor Francia apostó al guaraní como señal de identidad inequívoca. La evidencia más rotunda de esa adhesión se da con la oficialización como Himno Nacional del Tetâ purahéi, de Anastasio Rolón, según datos proporcionados por el historiador Roberto A. Romero en su libro Protagonismo histórico de la lengua guaraní. Con todo, es en este período cuando el guaraní inicia un proceso de regreso a la oralidad.

Con la muerte del dictador y la asunción al poder de Carlos Antonio López, la situación del guaraní empeoró pues comenzó la castellanización del Estado; el gobernante impulsó la prensa, la literatura y la enseñanza en castellano; el Estado estaba castellanizado y el pueblo continuó usando el guaraní casi como única lengua de comunicación cotidiana. Son interesantes las siguientes observaciones:

El guaraní es, evidentemente, la auténtica lengua del Paraguay, hablada por todos sus habitantes sin excepción. El castellano, por el contrario, es código lingüístico aprendido «a puros azotes» (Cardiel) en las escuelas. Su conocimiento y utilización está limitado a una minoría caracterizada por las siguientes notas: localización preferentemente urbana (Cardiel, Graham, Munck), sexo masculino (Cardiel, Dobrizhoffer, Robertson, Munck), edad adulta (Cardiel, Dobrizhoffer) y posición social elevada, unida a nivel cultural alto (Azara, Munck), aunque, incluso en estos casos, el guaraní es la lengua de uso primario, (Cardiel, Granda 1988)

Carlos Antonio López fue enemigo del guaraní. La primera medida en contra de nuestra lengua nativa fue la traducción – posiblemente por él mismo, según el historiador Roberto A. Romero, ya citado- del himno de Francia al castellano. Algún tiempo después encargó al uruguayo Francisco Acuña de Figueroa la letra del Himno Nacional que hoy entonamos, y en 1848 ordenó la desaparición de los apellidos guaraníes. Los indígenas, hasta entonces, tenían nombres españoles y apellidos guaraníes (Aguaí, Tapé, Aguará). Desde aquel día estos apellidos indígenas pasaron al castellano por la cercanía de sonidos o por traducción, así Yvoty pasó a ser Flor o Flores; Satî, Saldívar; Chepí, Chena etc.

Fallecido don Carlos Antonio López, lo sucede su hijo Francisco Solano, que, tal vez obligado por las circunstancias, dio nuevamente al guaraní su rango de lengua escrita. En plena guerra convocó un congreso para unificar la grafía del guaraní, de modo a utilizarlo en los periódicos y en el frente de batalla. Los periódicos que circularon en aquella época son El Centinela, redactado en guaraní; Cabichuí, de redacción bilingüe; Cacique Lambaré, redactado en guaraní y La Estrella. Fueron periódicos de trinchera, de contenido satírico y de propaganda bélica, que servían para alentar a las fuerzas combatientes. Dice el padre Bartomeu Meliá “No solo el periódico Cabichuí, sino otros diarios de trinchera usaron la lengua “vulgar” para notas y noticias, versos, chistes y sátiras contra el enemigo, diálogos a veces trágico-cómicos que confirmaron la unidad de un pueblo en su lengua”.

Es importante resaltar que, si los soldados no supieran leer y escribir en guaraní, hubiera sido inútil la estrategia propagandística del gobierno paraguayo con la circulación de los periódicos de trinchera como órganos de difusión y robustecimiento anímico de los combatientes.

El uso del idioma guaraní fue decisivo para el fortalecimiento moral y el logro de la cohesión del ejército paraguayo, como un factor aglutinante que mantendría encendido el ardor patriótico frente a la superioridad numérica y armamentística de las tropas aliadas. Después de años de olvido y postergación en el uso escrito del idioma guaraní, resurgió en un momento infausto de la vida del Paraguay para brindar su generosa contribución en el afianzamiento de la identidad y el robustecimiento del sentimiento nacionalista de las tropas paraguayas.

El país fue casi completamente devastado durante la Guerra Grande, que dejó una población reducida al 15% y, en esta desgarradora situación, fueron las mujeres las que levantaron el país de las cenizas de la hecatombe y una vez más, como en la conquista, salvaron el guaraní, considerado un obstáculo para el progreso, y condenado a morir por quienes ocuparon el país durante seis largos años.

Durante las primeras décadas del siglo XX, el guaraní siguió siendo descalificado, erradicado de las escuelas, donde se perseguía al niño que hablaba en guaraní durante la jornada escolar. Los nuevos maestros de este período se formaron en la Argentina, trajeron las novedades educativas adquiridas en el país vecino y las aplicaron a la enseñanza escolar y a la formación de maestros.

Y llegó la guerra del Chaco, contra Bolivia, nuevamente el Estado recurrió al guaraní para la comunicación en el campo de batalla; el 28 de mayo de 1933, en plena guerra, el general de brigada José Félix Estigarribia declaraba el guaraní como idioma oficial de la guerra: las comunicaciones y claves secretas debían hacerse solo en esa lengua. Además, en muchos episodios de la guerra, el guaraní sirvió para que los paraguayos se identificaran y se evitaran así inútiles matanzas entre ellos (Tomás Velázquez, mayo 2017).

Pero no solo se lo empleó en el campo de batalla, muchos autores escribieron hermosos poemas que relatan hechos bélicos, animan a las tropas o cantan sus hazañas y valor. Esas canciones siguen siendo cantadas y escuchadas con mucha emoción y entusiasmo.

Terminada la contienda, todo volvió a ser como antes, el guaraní volvió al desprecio del hispanohablante, al confinamiento en el área rural, la intimidad de los hogares, la reunión de amigos, el chiste y la poesía de algunos poetas populares. Mientras tanto en las escuelas solo se enseñaba en castellano.

Este desprecio del guaraní influyó en la autoestima del paraguayo, que aparece tímido, retraído en entornos extraños, incapaz de hablar, y que trata de mimetizarse adoptando acentos extranjeros al salir del país.

La Constitución de 1967 elevó a nuestra lengua nativa a la categoría de lengua nacional, aunque no, oficial, que siguió siendo el castellano.

Recién la Constitución de 1992 lo elevó a la jerarquía de lengua oficial junto al castellano, sin embargo, en la práctica, este último sigue siendo la única lengua oficial a pesar de que, en 1994 con la reforma educativa, se introdujo en la malla curricular la enseñanza de la lengua y en la lengua guaraní.

Las autoridades de los tres poderes, salvo alguna rarísima excepción, solo manejan el castellano para toda actividad oficial. La señalética solo está en castellano.

Por otro lado, los padres guaraní hablantes rechazan para sus hijos la enseñanza en guaraní, su lengua materna, y, paralelamente, en castellano como segunda lengua; dicen que los envían a la escuela para que aprendan el castellano, que los ayudará a mejorar su calidad de vida porque tendrán acceso a la educación superior, a mejor oportunidad de trabajo, y adquirirán estatus. No comprenden que, justamente la alfabetización en la lengua materna, con el inicio de la enseñanza en la segunda lengua va a preparar mejor al estudiante para el manejo correcto del castellano y la adquisición de los saberes universales, que redundará en una visión más amplia del mundo y le permitirá acceder a mejores posibilidades de empleo y calidad de vida.

Tampoco los maestros, salvo algunos, están muy convencidos de la ventaja que supone para el niño y para el joven la alfabetización en lengua materna.

Existen, además, otros muchos factores que dificultan la enseñanza en guaraní, la lengua que realmente nos identifica, por ejemplo, la centralización en la redacción del material educativo, que no contempla el contexto del niño, por citar solo uno.

Con todo, lentamente, se está concientizando a maestros, padres, alumnos y a la ciudadanía toda de que el guaraní pone al paraguayo en contacto con su cultura, y es la lengua que realmente lo identifica, a pesar de que hace tiempo ha dejado de ser mestizo por la fuerte presencia de sangre extranjera en sus genes.

Como se desprende de todo lo dicho, en el bilingüismo paraguayo el guaraní sigue en una situación de diglosia; pero creemos firmemente que en un futuro no lejano nuestras dos lenguas estarán en igualdad de condiciones y nos sentiremos verdaderamente orgullosos no solo de ser un país bilingüe, sino de haber mantenido a través del tiempo y contra toda discriminación la lengua nativa que nos identifica. 

 

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 Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 163 | janeiro de 2021

Artista convidado: Ricardo Migliorisi (Paraguai, 1948-2019)

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