sábado, 13 de abril de 2024

ALEJANDRO CESARIO | Juan Filloy , un orífice de la palabra

 

– ¿Le preocupa el olvido, Don Juan?
– En absoluto. Me preocupa la obra.

 

Las publicaciones de Juan Filloy se hacinan en trechos de tupida productividad, entre las que tercian dos hendiduras de alongado sigilo, ceñidos entre 1939-1968 y 1982-1988, respectivamente.

El primer acervo de libros editados incluye: Periplo (1931), libro de viajes; ¡Estafen! (1932), Op Oloop (1934) y Caterva (1937), novelas; Balumba, (1933) y Finesse (1939), poemas; más Aquende (1935), un texto de una “geografía musical de la Argentina” como le gustaba aseverar a Filloy.

El segundo acervo se da con las reediciones de las dos primeras novelas, prosigue con Yo, Yo, y Yo (1971) un libro de monodiálogos e Ignitus, además incluye las novelas La potra (1973), Vil & Vil (1975) libro que le cuesta la detención por el gobierno de esos años, dado que la tapa llevaba la imagen de un general pisando la cabeza de un presidente, además, de ciertos haceres en la carrera de los militares y L´Ambigú (1982); Usaland (1973), poemas; Urumpta (1977), ensayo y dos relatos: Los Ochoa (1972) y Tal cual (1980). Y por último se encuentra Karcino (1988) un tratado de Palindromía donde Filloy fundamenta la condición de Campeón mundial; Gentuza y Mujeres, relatos cortos ambos en (1991); La purga (1992), Sexamor (1996) y Decio 8 A (1997), novelas: Esto fui (1994) memorias de la infancia, Sagesse (1994), Elegías (1994) y Sonetos (1996).

Más tarde, podríamos denominar tercera etapa, se encuentran las antologías, las rediciones y las distintas traducciones, como Op Ollop y Caterva al holandés. [1]

La escritura de Filloyana vitaliza, asienta una poética de gran osadía, singularidad y valentía. Una primera constatación es su afición por los títulos de siete letras en todos sus libros, y no sólo eso, sino que también suman siete o múltiplo de siete la cantidad de partes en que se dividen algunos de ellos, como así también los personajes en sus novelas, Op Oloop y Caterva.

Escribió Julio Cortazar, en Rayuela:

 

– La cloche, le clochard, la clocharde. Pero si hasta han presentado una tesis en la Sorbona sobre la piscología de los clochards.

Puede ser dijo Olivera. Pero no tienen ningún Juan Filloy que les escriba Caterva. ¿Qué será de Filloy, che? Naturalmente la Maga no podía saberlo, empezando porque ignoraba su existencia. Hubo que explicarle por qué Filloy, por qué Caterva.

 

Sus escritos, afrontan, navegan la carencia, la fragilidad
desde la ausencia. Circunvala lo indecible desde el subjetivismo, dando cauce al abismo de lo sensorial, siempre desde el plano de lo emotivo. Leer a Filloy es pura Emoción.

Poema del libro Balumba:

 

MENAJE

 

Tu alma era un recinto vacío.

Yo la amueblé con mi emoción.

Puse al confort de una vida estudiada.

Compré el menaje de la felicidad.

Y cuando el hogar estaba listo

Tiraste todo por la ventana…

 

Noche vendrá en que alguien,

Extrañado del silencio de tu alma,

Pregunte si está habitada por fantasmas.

 

Cuando se habla de Filloy, estamos obligados a proferir de la palabra, siempre de la palabra, como búsqueda (extrema) de la belleza. Claro que no es su rehén la palabra ni tampoco la imagen persecutoria, es su potencia la que agudiza de bruñida lindura su literatura, tanto poética como narrativa.

Se saca el potingue, descarga incesantemente el chasco sobre el espejo (papel) de lo recóndito y lo urde a pura entonación y sostenida cadencia. Escribe con arrebato la lírica rudeza entre el alma y el hombre, esa ánima dispar entre lo que se dice y lo que se es.

Su escritura infunde, inyecta, crispa el instante, bosqueja efigies del abismo y de la marginalidad. La exclusión, el abandono es un tema central en toda su obra. La misma ausencia de luz de algunos de sus personajes dan la partida como lugar habitado, porque ellos también y aún sumergidos en la derrota tienen algo para perder, como decía Joseph Brodsky:

 

… Sólo por la inmensidad que pierde/ es el hombre mortal equiparable a Dios.

…Porque paraíso es el lugar de la impotencia.

 

Esculpe (por lo antagónico) lo magnífico del concepto/noción que enraíza en que “nada hay de abstracto”. Su obra se adecenta a partir de vivencias reales, pensamientos que se desprenden (sospecho) de las lecturas de los clásicos, de los alegatos, testimonios y vestigios esparcidos por su tierra y, cimentalmente, de la ralea misma del paisaje, es ahí, donde habitan todos sus personajes, su gran inventiva.

En ningún instante, se bosqueja dislocar/luxar la jerga para su propia exteriorización, más bien, descifra, glosa y estruja las renuencias del idioma o lenguaje, escudriñando coexistir la laya abisal del idioma con la de su propio ser.

Del libro Elegías:

 

ELEGÍA DEL RESURRECTO INSOMNE

 

Punido por el fraude de mi muerte

Al común ostracismo de los vivos

Sufro la pena de ser

Nada más que un facsímil humano

 

Como un orífice de la palabra, trabaja desde la natura, es desde ahí donde afina la gama del sentimiento y de la emoción, labra, altera y amalgama al grafema.

Todo gran artista, es la armonización de dos voces. Una es la de los materiales (entiéndase como material lo otro, lo ajeno, por decirlo de alguna manera) y la suya, la propia, su propia voz (su mirada, su capacidad, su escucha), esa comunión es la que le da visibilidad a la natura como arte.

Del libro Decio 8 A:

 

Y con todos los síntomas de la desnutrición, con todos los harapos percudidos, entró a su casa. Mejor, entró a su regazo nostálgico, nido de ternura superior a cualquier amparo seguro.

 

La forma y el sentido se compaginan, se aglutinan en lo que se podría llamar: “la ataraxia”, como calma, flema tajante, plena del alma, esa imperturbabilidad como cualidad de los sabios, a pesar de que la desdicha, la fatalidad están muy presentes (en toda su obra) sin velos, mostrándonos el verdadero rostro de un mundo contaminado.

La escritura halla su lid y validez en la lucha compositiva: pugna entre el sentido socialmente ungido de lo real que amañan los habitantes y la irrealidad: atisba a través de la desgracia. Ni refuta ni apuntala, pero si, se emiten señales que conflagran en lo más íntimo del ser.

Su escritura se anida en un cuidadoso punto entre luminosidad y lobreguez, mostrándose no sólo a modo de una simple osamenta literal, sino también temoso, desatando una fuerte tirantez que, casi siempre, se resuelve hacia el lado de la umbría. Esa breve luz que asalta desde (bien) lo recóndito de los textos nos empuja, aún más acuciantemente a la oscuridad, una penumbra que se adueña de los personajes de manera visceral.

La obsesión es una constante en su obra (por ejemplo, Op Ollop). La misma obsesión es la conquista del trabajo literario. Con el tesón de la escritura es como se va construyendo su gran y monumental obra, tanto poética como narrativa. Desde ese yugo es donde aparece siempre la mirada poética, Filloy es un poeta, ante todo.

Del libro Op Ollop:

 

Unigénito del método y la perseverancia, Op Ollop era la más perfecta máquina humana, la más insigne creación de autodisciplina que conociera Buenos Aires, cuando se llevan compulsos y seriados desde la pubertad los fenómenos más importantes del universo y los actos fallidos más leves del ser, se puede afirmar con seriedad que el sistema ha sido constreñido a su mínima expresión: vale decir endiosado a su mayor jerarquía metodológica; ¡porque la grandeza del método se revela en su soberanía sobre lo nimio!

 

Su literatura nunca queda enroscada o enrollada en la esfericidad de ningún cóncavo, sino simplemente, en una extremada contemplación de lo que lo circunda hasta secar agostando las chances de un todo, no hay aborrecimiento en su atisbo sino peculiaridad, se podría decir que de alguna manera, se recuperan ciertas sustantividades refutadas, pignoradas por ciertos mecanismos, el arte no es más que una simple frase o exégesis, de esas diminutas cosas, situaciones cuotidianas es de donde se nutre la obra de Filloy, por ejemplo en Estafen, caso que el escritor ve mientras trabaja como juez en la ciudad de Río Cuarto, Córdoba.

Del libro ¡Estafen!:

 

En efecto, yo…

Omita todo comentario. Lo sé.

No salía de su asombro. Y contemplando al estafador apuesto y sonriente, meneó la cabeza como diciéndole:

¡Qué redomado pillo es usted!

Pero él, intelectivamente, captó su intención.

 

La obra transita por la periferia de la periferia, quizá ahí, se macilenta la bizarría, porque esa forma de escribir es una forma de vida, de ver al mundo, recordemos que el escritor escribe para tomar revancha del analfabetismo de sus antepasados, seguramente la fuerza que lo hace desplazar la mano y escribir ejerce un acto de justicia, toma ese cierzo plañido de llanto y lo hace resollar.

Leer la obra de Juan Filloy es sumergirse en lo abisal y
refinado de la cultura, abanicando un harnero de los clásicos.

No es cierto que haya que obligatoriamente leerlo con el diccionario para poder entender sus textos, las raras palabras usadas no lo impiden, por supuesto, es un pecado no recurrir al diccionario y sacarnos la duda del significado de esas palabras.

El escritor impide intencionalmente que la palabra sea tan sólo un estadio minucioso de prolijidad estilística. El lenguaje es una de las pocas cosas que tenemos, aunque uno nunca lo llegue a comprender del todo.

Filloy utiliza esas palabras sin perder como faro lo genuino. Busca y halla los silencios más puros. Sin dejar de lado la fértil e inagotable fuente de la imaginación.

Del libro Aquende, de una originalidad asombrosa:

 

¿Quién piensa en el alma de los rincones? Oculta en la sombra de las cornisas, retraídas del tráfico de los umbrales, posada en la indiferencia de los capitales, el alma de los rincones vive a la intemperie su desdén. Estoico desdén por el énfasis de las acrópteras, por la jactancia de los fustes, por la robustez burguesa de los zócalos… La nieve tiene la intuición de tu belleza recatada. Por eso va hacia ti, ¡oh dulce alma de los rincones!, a brindarte el blanco homenaje de su emoción más pura.

 

Hay que leerlo con la mano asida, asida a la raíz de lo coligado a la existencia de la natura, del orbe social y de la palabra poética.

Sus palabras llevan alas, difuminan una ilusión permanente de limpidez y fugacidad. Cada palabra tiene un peso singular, talladas por su perfección, lograda a fuerza de lecturas y de superar los obstáculos propios del habla cotidiana, esa cristalización arroja calor e intimidad para los amantes de las palabras forja un mundo lleno de estrellas.

Del libro Sonetos:

 

Un dulce encanto de mujer madura

trasciende en todo su mirar las cosas:

quiere igual el repollo que las rosas

hacer panqueques como hacer costura.

 

La juventud es tonta, sin cordura:

para ella es sólo el gas de las gaseosas,

vanas burbujas, prácticas tediosas,

horas de fiebre, lampos de locura.

 

Ya no procura en lúcidos espejos

ver más de lo que fue, sino reflejos

de una mujer en la sazón más grata,

 

garrida, sin desdén ni desaliño

que quiere sólo amor y lo aquilata

ya en ruta del amor hacia el cariño.

 

Leer y releer sus libros como así sus entrevistas (que son de gran aporte a la literatura) es ser honestos a esa riba de oro de la vida que es lo poético.

Le preguntaron:

 

¿Aspira al éxito?

 

Contestó:

 

En absoluto. Es una fatalidad. Viene de arriba, como el don del Espíritu Santo en Pentecostés. O como un fragmento de cornisa en el momento justo al pasar.

 

 

 

POEMA LAMPO

 

No esperes que se cumplan

tus planes, tus deseos.

Atisban en las sombras

seres hostiles

duendes funestos.

 

Confía en el albur:

¡único cierto!

Lo inesperado

salta de pronto

liebre de luz

de su propio silencio.

 

 

ESQUEMA DEL TIEMPO

 

Mi congoja se deshoja

como el block del calendario.

 

Da la ilusión que merma

cada día

cada mes…

 

Mas acabando el año

la congoja se repone

como el block del calendario.

 

 

LAS DOS VEREDAS DE LA CALLE PRINCIPAL

 

Igual que la calle principal

tu alma tiene dos veredas:

una asolada

llena de encanto y variedad;

y otra lóbrega

turbia de recovecos ancestrales.

-Querida, no hables más:

crucemos enfrente.

 

 

EL PARAÍSO PERDIDO

 

Me convencieron

que era un pecado

soñar despierto

con la heroína

y otros narcóticos.

 

-¿Para qué drogas?

¡Qué gasto inútil!

Ven hippy amigo

donde la patria

gratuitamente

ofrece un viaje

alucinante…

 

Y fui al infierno

y el aquelarre,

al clan de arañas

y de chacales,

a la ignominia

y moribundia

que era Vietnam.

 

 

DIÓGENES MODERNO

 

No encuentro seres en los que

la malicia no se enrosque;

       personas en quienes

       virtudes y bienes

sean del árbol no del bosque.

 

 


NOTA

1. Basado en el libro Juan Filloy: libertad de la palabra, de Stella maris Colombo y Graciela Tomassini, Editorial Fundación Ross, (2000).

 

 

ALEJANDRO CESARIO (Argentina, 1967). Publicó: Esas miradas tristes – un viaje por la Patagonia (novela, 2006), y la poesía de El humo de la chimenea (2009), Fragor de borrascas (2011), Ciervo negro (2012), Estación de chapas (2013), La última sombra (2015), El bruto muro de la casa propia (2018), Tonada que no canta (2020) y Una hilacha en lo real (2022). Integró la Antología Federal de Poesía de la Provincia de Buenos Aires y algunos poemas fueron publicados en distintas revistas de poesía y diarios culturales. Dirige junto a Roberto Raschella y Daniel Riquelme, la editorial Ediciones La Yunta.

 

 


JAVIER MARÍN (México, 1962). Con una trayectoria activa de más de treinta años, la obra de Javier Marín gira en torno al cuerpo humano como entidad integral, involucrando el análisis en el proceso creativo basado en la construcción y deconstrucción de formas tridimensionales. Aunque la escultura ha sido su punto focal, ahora incluye el dibujo y la fotografía como disciplinas centrales. Javier Marin es el artista invitado de nuestra presente edición de Agulha Revista de Cultura.






Agulha Revista de Cultura

Número 250 | abril de 2024

Artista convidado: Javier Marin (México, 1962)

editora | Elys Regina Zils | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2024

  


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