∞ editorial | Poetas hispanoamericanos del siglo XX, 2
La construcción de un
lenguaje que ejerza una función poética implica prácticas discursivas con
diferentes relaciones entre los subsistemas lingüísticos (fonológico,
sintáctico, semántico), con el fin de valorar el texto. Se puede pensar en el
uso de diferentes figuras retóricas para lograr tal función poética (metáfora,
hipérbole, antítesis, aliteración etc.), cabe recordar que el lenguaje
cotidiano en ocasiones acaba también aportando estos recursos, pero se queda
estancado en el nivel denotativo, sin fuerza significativa porque no supera la
previsibilidad (Ricoeur).
Entonces, ¿cuándo el
lenguaje realmente juega un papel poético? Cuando lo común se supera con lo
inédito, cuando el mensaje se elabora de manera innovadora. En el poema, la
forma y el contenido se conciben a través de nuevos arreglos para demostrar el
placer estético en el lector (Jakobson).
Pensemos, por ejemplo,
en el caso específico de la poesía surrealista, donde tenemos la celebración
múltiple, que reúne, al mismo tiempo, la
chispa –que destruye el lenguaje estereotipado–, que provoca el juego de
asociaciones contrastadas, y la chispa –que crea un nuevo lenguaje– que
desencadena el choque de símbolos subjetivos. Los dos movimientos forman uno, a
la luz de lo maravilloso, en la convulsión de la belleza. (Dupuis) Así, el Surrealismo lleva su lenguaje más allá del lenguaje
condicionado de la vida cotidiana. Resalto aquí el deseo del Surrealismo por la
emancipación del sujeto a través de la liberación del lenguaje.
Así, el lenguaje poético
presenta un aspecto único que lo ubica en el universo de la libertad, un gesto
de reescritura del mundo.
02 | El pasado 17 de agosto, Floriano Martins participó en
otra valiosa edición del Salão do Livro do Piauí (SALIPI), donde habló con el
público sobre algunos detalles preciosos de la tradición lírica en
Hispanoamérica. Le sugerimos que nos recordara un poco sus reflexiones sobre la
percepción de la literatura de Hispanoamérica en nuestro país.
FLORIANO MARTINS | Brasil y América
Latina: baile de máscaras
El mercado editorial (limitémonos
a Brasil, donde ya tenemos bastantes problemas) se divide en dos estimaciones
referentes a prosa y verso. Este simplemente no funciona, mientras que la otra
se adapta a todo. Siempre ha sido así, por lo que no hay motivo para
asombrarse. El mismo comportamiento existe tanto en relación con la producción
nacional como con la entrada de autores extranjeros. Incluso podría decir que
no se trata de falta de criterio, sino de un criterio estrictamente financiero,
de retorno inmediato, si no fuera por la forma confusa en que se ofrecen los
valores en venta. La misma ausencia de colecciones dedicadas a una u otra vena
de la literatura ya es un reflejo de la falta total de un objetivo literario. Tampoco
es un retrato actual de Brasil, ya que ese ha sido siempre el escenario de
nuestras librerías, mucho antes de que se convirtieran en simulacros de tiendas
de conveniencia, hasta su casi total desaparición. Podríamos evocar una
relación intrascendente entre el Estado y el mercado privado. En este caso, el
Estado cometería un doble error: por no ser un Estado editor y por ofrecer
exención de impuestos a los libros que en nada contribuyen a las necesidades
culturales del país. Es decir, la ausencia de reglas legítimas por parte del
Estado, incluida su acción indispensable como principal responsable de la
recuperación de los acervos literarios, deja libre el mercado privado para
abastecer estantes con un enjambre de sub-literatura, sea brasileña o extranjera.
Pero insisto. No hay nada nuevo acerca de esto.
Estrictamente
hablando, no mejoramos ni empeoramos. Es un proceso estancado, intocable, cuya
impresión de mejora o deterioro está directamente relacionada con aspectos como
la demografía, la tecnología y la amabilidad. Un país con un abismo social muy
profundo, una insuficiencia educativa temeraria y un sentido oportunista
resultante y suicida de nuestra élite intelectual, nada podría ser diferente.
La disparidad entre el poder adquisitivo y la mínima calificación cultural
explica una parte sustancial del problema. Y ante la ausencia absoluta y
criminal del Estado, el mercado privado se comporta como un gigoló. No hay otro
término y tampoco sorprende.
Las revistas
literarias o culturales que se podrían evocar aquí y que, de alguna manera, contribuyen
a este papel integrador, dos de ellas, una institucional y otra de carácter
privado, respectivamente Poesia Sempre
–que ya no existe– y Agulha Revista de
Cultura, son insuficientes si pensamos en la extensión del escenario que
deben lograr. Las dos plataformas, la impresa y la virtual, se pierden casi por
completo, especialmente la primera, en el pantano voraz de las apuestas del
mercado inmediato. Diría que la Universidad brasileña desconoce ⎼o al menos no parece conocer⎼ el papel que debe jugar, ampliando el escenario de una
sociedad preocupantemente desorganizada. Pero tampoco hay nada nuevo aquí. Siempre jugamos con fuego, aunque me niego a aceptar
esto como nuestra característica y que sea incorregible.
Como no
reconocemos nuestro papel en una cultura local, es impensable exigir que
sepamos imponernos en un entorno internacional. No lo hacemos en política ni en
economía, eso ya lo sabemos, pero siempre es bueno recordar que la precariedad
que determina tales inacciones tiene raíces en la formación cultural,
empezando, inevitablemente, por la educación. Vieja clave política, utilizada
como jerga de campaña, represaliada de las formas más criminales. Volvamos
entonces al punto de partida sugerido por este encuentro. Nuestra relación con
América Latina, de la que somos parte, así como con la mitad de Canadá y gran
parte del Caribe. Comenté el distinto comportamiento del mercado editorial en
relación con la prosa y el verso. Incluso creo que es natural, desde la
perspectiva de un entorno cultural que reconoce el potencial de grandes ventas
en la oferta de prosa que involucra narrativa, ensayo, entrevistas, biografías,
guiones cinematográficos etc., en contraposición a la oferta de verso, que se
reduce al poema y la dramaturgia. Lo que no suena natural es el enfoque en el
contenido, las elecciones del mercado, guiadas por una decisión inmediata de
reposición de costos, cuando se confunden bienes de mercado con patrimonio
cultural.
De todos modos,
en algún momento debería mencionar algunos nombres. Empiezo por la prosa, cuyos
valores capitales del llamado boom de
la literatura hispanoamericana fueron publicados casi todos aquí por la Editora
Civilização Brasileira, por iniciativa pionera de Ênio da Silveira, vena mágica
que dejó fuera algunos nombres. Aquí me gustaría referirme a la fascinante
novela Isla Mágica, del panameño
Rogelio Sinán, una de las grandes piezas del ciclo del realismo fantástico que
no hemos tenido la oportunidad de conocer. La prosa ensayística latinoamericana
nos es casi totalmente desconocida, lo que podría llevar a la falsa idea de
que, además del mexicano Octavio Paz, el argentino Jorge Luis Borges o el
peruano José Carlos Mariátegui, no hay pensadores en la extensión francesa y
española de nuestro continente. Evidentemente que se me escapa un nombre u
otro, yo mismo traduje libros fundamentales de ensayo del nicaragüense Pablo
Antonio Cuadra y del argentino Aldo Pellegrini, así como traduje dos volúmenes
que recopilan entrevistas concedidas por Borges a la prensa local en los países
que visitó para dar conferencias.
Pero no se
trata de particularidades, sino de un plan general agravante. La narrativa más
contemporánea que ingresa al país ya es fruto de otra táctica, el binomio entre
novela y cine. En cuanto al pensamiento latinoamericano, en la medida en que
esta generalización pueda resultar algo inteligible, desconocemos
particularidades de lo que sucede en cada uno de los más de 20 países que
conforman esta supuesta identidad cultural, en gran medida por nuestra
presunción histórica, que nos ha llevado, de alguna manera en una celda
idéntica, a despreciar la cultura de los países de habla portuguesa, empezando
por Portugal.
Tengo que
volver al asombro al que me refería inicialmente. Esta no fue una actitud
consciente de alguien que quiere conquistar un lugar propio. Era, sobre todo,
la manifestación de cierta vergüenza por no pertenecer a un mundo mejor. E
históricamente, el mundo mejor, al menos en la raíz del problema identificado
aquí, estuvo determinado, no por el idioma, sino por la fuerza operativa de
estaciones como Francia y, poco después, Estados Unidos. Todavía hoy soñamos
con la representación de la literatura francesa, sin considerar el importante
declive de su calidad en los últimos 50 años. Y es que no sabemos tanto de la
literatura en lengua inglesa (cuya extensión alcanza a países de todos los
continentes) que incluso en el caso de Estados Unidos nos perdemos en un sinfín
de carencias. El cine tampoco ha funcionado como un diplomático eficaz, pues
las citas destacadas de la obra del venezolano Eugenio Montejo y la sudafricana
Ingrid Jonker nunca fueron revertidas en la publicación de sus libros entre
nosotros.
Así que ya
hemos pasado a la poesía, donde la escasez es mayor. Como el Estado se abstiene
de conservar la obra completa de nuestros autores clásicos, y el único párrafo
legal que constituye su defensa es la inclusión del autor en el dominio
público, los raros casos en que encontramos la totalidad de una obra a
disposición del público proviene del sector privado. El Estado brasileño, se
entiende, no tiene cultura para ofrecer al mundo. No tenemos un patrimonio
cultural que coincida con nuestra posición en un mapa internacional de
consecuencias estéticas. Por supuesto, sabemos la importancia ⎼ y el reconocimiento internacional ⎼ de nombres como Carlos Drummond de Andrade, Maria
Martins, Vicente do Rego Monteiro, João Guimarães Rosa
etc. ⎼, pero sabemos que esos destaques
nunca fueron triunfos de una iniciativa institucional. Hace poco, vimos cerrar
sus puertas a una editorial brasileña, Cosac Naify, que jugó un papel de riesgo
extraordinario en nuestro mercado. Cumplía una doble función, la de acoger
títulos fundamentales tanto locales como foráneos. Comprendió, sobre todo, la
necesidad del diálogo entre culturas, como forma de descubrirlas y
fortalecerlas. Creo que esta editorial, en la misma proporción que, en otra
plataforma, vemos en Agulha Revista de
Cultura, estimula, al menos, la creencia de que es posible avanzar en la
recuperación, mejor dicho, en la fundación de una cultura ambiente que nos
permita a los brasileños identificar el mundo real que tenemos, dentro y fuera
de nosotros.
Me parece que
la idea es resaltar lo posible y lo imposible en esta relación entre Brasil y
América Latina. Una síntesis diría que es lo posible hecho imposible. Esto no
nos ayuda en nada. El daño ya está hecho. La pregunta es, si el tema despierta
interés, qué podemos hacer a partir de ahora.
Son dos,
entonces, los desafíos que tenemos en Brasil en este tema: la audacia de
realizar acciones que apunten en esa dirección y la firmeza de descubrir
mecanismos que garanticen su mantenimiento, su permanencia. Vamos a
ejemplificar una buena ayuda:
Cuando fui
curador de la 8ª edición de la Bienal Internacional del Libro de Ceará, en
2008, trajimos a decenas de editoriales hispanoamericanas a su ambiente
comercial y hubo una acogida de mercado para todas ellas. Como destacó en su
momento el informe general del evento, El
tema de la 8ª Bienal Internacional del Libro de Ceará es La aventura
cultural del mestizaje, que abarca dos
comunidades lingüísticas: la portuguesa y la española, y también sus
manifestaciones artísticas y culturales, totalizando 30 países ubicados en
cuatro continentes: África, América, Asia y Europa. La osadía de tal alcance
desplaza el foco habitual de la programación literaria de otros eventos
similares, concentrándose aquí en evocar la multiplicidad de culturas y la
condición mestiza de sus raíces. […] El área de expositores de la 8ª Bienal
Internacional del Libro de Ceará, considerando el alcance de su tema central,
contará con un número significativo de expositores también de los países
involucrados, incidiendo así en una mayor integración entre la literatura en
lengua portuguesa y española. Un diferencial significativo en este caso es la
creación de un espacio denominado “Ilha dos Continentes”, cuya área de 234 m²
está destinada a recibir editoriales extranjeras que, en general, no tienen las
condiciones para participar de eventos internacionales. Sin embargo, no
hubo determinación institucional para avanzar con dicho plan de integración.
Otra acción a
sugerir tiene que ver con estimular la creación y la investigación, así como
planificar el mantenimiento sistemático de las colecciones y la creación y renovación
de espacios culturales. Tomemos, por ejemplo, FONCA – Fondo Nacional para la
Cultura y las Artes, en México. Creado en 1989, este Fondo tenía las siguientes
funciones: apoyar la creación y producción artística y cultural de calidad;
promover y difundir la cultura; aumentar el patrimonio cultural y preservar y
conservar el patrimonio cultural de la nación. Le corresponde, por tanto, invertir en proyectos culturales
profesionales que surjan en la comunidad artística; así como ofrecer fondos
para que los creadores puedan desarrollar sus obras sin restricciones,
afirmando el ejercicio de la libertad de expresión y creación, según el
portal de la Secretaría de Cultura de México.
Otro aspecto a
destacar es la condición de Estado editor. Y aquí sería útil el ejemplo
venezolano de la creación de su monumental Fundación Biblioteca Ayacucho. Justo
en el primer párrafo del reportaje con el que abre su sitio web, encontramos la
clara afirmación: La Biblioteca Ayacucho
es uno de los éxitos editoriales más significativos en el campo cultural
latinoamericano. Desde su creación en 1974 ha fortalecido su propósito
fundamental: mantener permanentemente actualizadas las obras clásicas de la
producción intelectual en el continente, desde la época prehispánica hasta las
más destacadas expresiones del presente. Actuando con un atrevido proyecto
editorial que abarca siete colecciones, destaco dos de ellas, que ilustran muy
bien el tema de nuestra conversación. La “Colección de Expresión Americana”,
que toma prestado el título de una obra fundamental de José Lezama Lima, tiene
como objetivo ampliar los temas e intereses de las obras editadas por la
Biblioteca Ayacucho a través de la publicación de libros de carácter
memorialista, biográfico, autobiográfico y otros de carácter personal, así como
obras de carácter ensayístico, tratando de encontrar, en los distintos
registros prosísticos, una discusión sostenida y una meditación estética a lo
largo de la historia de la cultura escrita en nuestro continente. Otra de ellas,
la “Colección Futuro”, a su vez, está dedicada a la contemporaneidad innovadora
de la literatura venezolana, incluyendo, preferentemente, antologías regionales
de autores ya reconocidos y valorados por la crítica alerta, pero que requieren
mayor atención y difusión. Busca, por tanto, editar escritos que configuren la
obra literaria actual y que se proyecten con fuerza creadora en el horizonte de
lo nuevo, donde se gestan las tendencias de la escritura continental.
Otra sugerencia
sería la creación de un fondo editorial que garantizara la publicación de
revistas de creación y reflexión, con una agenda sustanciosa, que informaran al
entorno cultural y artístico de América Latina.
El Memorial da
América Latina, ubicado en São Paulo, dio un valioso paso para estimular el
conocimiento del entorno cultural de nuestro continente, a través de la
creación de su Biblioteca Virtual de América Latina. Allí podemos enterarnos de
lo que está pasando en diferentes países hispanoamericanos, lo que a veces es
frustrante descubrir que nos falta un mínimo de seriedad y determinación para
llevar a cabo acciones en varios de estos países ya existentes. Temas que van
desde la profusión de revistas literarias editadas en México hasta el desempeño
de REIC – Red de Editores Independientes de Colombia, así como el catálogo de
ediciones impresas y su colección virtual en el caso de la Biblioteca Nacional
de Chile etc. Cabe destacar que hay un mundo que bordea el infinito por delante
y todos estamos de acuerdo (creo) en que la primera piedra que hay que poner es
de carácter institucional.
Qué papel debe
jugar el Estado, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, por
ejemplo, a través de los Centros de Estudios Brasileños existentes en todas las
capitales de los países latinoamericanos. Qué cuentas ha cobrado el Estado a la
población en relación con tales cuestiones. Cómo los artistas e intelectuales
se relacionan con este entorno. Es desde esta honda que empezamos a entender
que el dilema no es solo institucional. Los horizontes de Brasil siguen
cerrados con respecto a América Latina. El Estado debe fomentar la integración
cultural y no lo hace. La clase intelectual debería denunciar tal ineficacia y
no lo hace. Imposible, por tanto, separar el trigo de la paja, si ambos no
aceptan lo que son. Concluiría parafraseando a Rubén Darío cuando afirmaba que
conocer otras literaturas es lo mejor que podemos hacer para librarnos de la
tiranía de algunas de ellas.
Elys Regina Zils
∞ índice
ANAIS
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RICARDO
SILVA-SANTISTEBAN | Homenaje a Javier Sologuren
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ROLANDO SIERRA FONSECA | Juana Pavón: una poeta
a la intemperie de Honduras
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|
|
Agulha Revista de Cultura
Número 236 | agosto de 2023
Artista convidada: Celina Portella (Brasil, 1977)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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∞ contatos
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