∞ editorial | Los ríos que circundan
la tierra
02 | BERTA LUCÍA ESTRADA CONVERSANDO CON ELYS REGINA ZILS & FLORIANO MARTINS
BLE | Yo nací en un
hogar donde la presencia femenina era muy importante. Mi madre comenzó a
trabajar a la edad de 16 años y estudiaba por la noche, trabajó toda su vida y
fue la fundadora de un colegio de gran renombre en Manizales (Colombia), la
ciudad donde nací y me crie. Como dueña de un colegio entendió siempre que la
clave de la emancipación de la mujer estaba en la educación; no en el
matrimonio a una edad temprana. Mi padre, profesor universitario, un verdadero
humanista, la respetaba y admiraba; ellos dos eran un equipo. De hecho, era mi
madre la que llevaba las riendas del hogar; mi padre nunca fue una figura
patriarcal sino un padre amante y respetuoso de sus vástagos. La verdadera
riqueza, aparte de la educación, fue la biblioteca que mi padre atesoró durante
toda su vida; yo heredé una parte que conservo y ahora será el legado que dejo
a mi hijo. Mi padre siempre nos repitió a sus hijas mujeres que no nos
casáramos nunca, que no tuviésemos hijos, y que por ningún motivo fuésemos a
depender de un hombre; y para ello, por supuesto, insistió, junto con mi madre
que aún vive, en que la única opción, para poder tener una independencia
económica, era estudiar, estudiar y estudiar y seguir estudiando. De ahí a
construirme como feminista no había sino un pequeño paso. Desde muy temprano me
interesé por el Feminismo. Recuerdo que en plena adolescencia ya compraba y
leía libros sobre el tema; y aunque no soy una especialista en dicho campo si
me convertí en una feminista que lucha por los derechos de las mujeres –léase derechos
humanos–, y no como activista propiamente dicho sino desde mi oficio de
escritora.
En la universidad leí Un cuarto propio de Virginia Woolf, más adelante
me leería todos sus libros incluyendo su diario, e incluso escribiría un ensayo
poético sobre ella. Y también leí a Simone de
Beauvoir; su frase “On ne naît pas femme, on le devient”, me marcó con fuego.
Y llegó Mayo del 68, y aunque yo aún era aún niña, pude sentir sus
efectos en la Colombia de mediados de los ’70 cuando yo estaba en la
universidad; sin olvidar los coletazos de Woodstock que nos cambiaron la vida a
millones de adolescentes de esa década. Los Beatles, y todo lo que esa música
representaba, nos abrieron caminos que nosotras no dudamos en recorrer. Y por
supuesto, estaba la píldora anticonceptiva, con ellas las mujeres de mi
generación podíamos amar sin miedo así fuera en lugares que nuestros padres no
se imaginaban que podíamos frecuentar. La maternidad ya no era un castigo sino
una opción; y eso lo entendí a cabalidad.
Ahora bien, la primera vez que escribí sobre una escritora, bastante feminista,
además, fue para optar por el título de DEA (Diplôme d’études approfondies) de
L’Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine (Sorbonne Nouvelle-Paris IV),
y fue sobre Fanny Buitrago, una narradora colombiana que hoy en día es poco
recordada. De ahí en adelante comencé a escribir con más asiduidad sobre las
mujeres y sobre sus derechos; y desde entonces no he parado. Eso sí, debo decir
que no milito en ningún movimiento, no estoy adscrita a ninguna doctrina
feminista ni lo estaré. Para mí la independencia ideológica es lo más
importante que tengo en mi vida de lectora y creadora; por eso no le bajo la
cabeza a nadie ni acepto etiquetas. Creo que un ser humano debe tener la
libertad absoluta de creer en algo y de poder criticarlo si es menester; algo
que sucede pocas veces en los grupos políticos e incluso en algunos grupos de
mujeres. La solidaridad de género tiene sus límites; y yo me preservo ese
derecho a aprobar lo que me gusta o a rechazar con vehemencia lo que considero
que va en contra de mis principios éticos y humanistas. En eso no soy condescendiente.
Por otra parte, considero qué para construir una sociedad más justa, respetuosa
y menos violenta, es necesario trabajar de la mano de los hombres. Yo no soy
androfóbica. Amo a los hombres y quisiera estar siempre en la misma fila con
ellos, ni adelante ni atrás, sino a su lado; como lo hicieron mis padres. Así
lo hago con mi marido, como lo hizo mi padre conmigo, con mis hermanas y con mi
madre; y eso es lo que le enseño a mi hijo.
FM | Yo quiero hacerte una
pregunta que no es específicamente sobre el comportamiento de André Breton,
aunque él sea el tema de la citación que hago de Xavière Gauthier, en su libro
muy revelador, Surréalisme et sexualité (1971). En un párrafo
que trata de la reivindicación de la sexualidad como un factor que deba atender
en partes iguales al hombre y a la mujer, destaca que esa reivindicación en
Breton va exactamente en sentido inverso: no se trata sólo de mantener
un estado de hecho represivo, lo que ya sería dar pruebas de conservadurismo,
se trata de disminuir aún las posibilidades de actividad sexual, lo que bien
puede tacharse de ascetismo reaccionario. Lo que me interesa saber de ti,
más que tu opinión sobre el papa del Surrealismo, es de qué modo ese ascetismo
reaccionario ha tomado forma en el siglo XX y cómo llega hasta nuestros días.
BLE | Como siempre tus
preguntas van más allá de mis escasos y rudimentarios conocimientos sobre
Breton y el Surrealismo; no obstante, voy a tratar de responder a la primera
parte de esta pregunta que me hace tambalear. Breton, como buen misógino que
era, consideraba a las mujeres poco menos que artículos de decoración; no una
decoración fastuosa de la que difícilmente una persona se separa sino un
bouquet de flores que en cualquier momento puede ser tirado al tacho de la
basura. Como en el corrido mexicano de Antonio Aguilar: “Tú eres la chancla que
yo dejé tirada, en la basura pa’ ver quien te recoge…/ si te quise fue pa’
pasar el rato”. www.youtube.com/watch?v=HIxVVeNto6c
Y lastimosamente esta sigue siendo una visión contemporánea no solo en
América Latina sino en todos los continentes; y Europa no escapa a esta
pandemia de violencia de género. España y Francia son sociedades donde el
feminicidio es una constante en sus sociedades. España registró 99 feminicidios
en el 2022 y Francia 111. Es más, apenas
ahora Francia comienza a utilizar la palabra “feminicidio”.
También debo decir que Francia, a pesar de ser el país de los DDHH, es
un país muy machista y conservador; y eso se ve en la lengua. Hasta hace pocos
años, y cuando digo “pocos años” hablo de 7 o 5, cada vez que yo decía “je suis
écrivaine” (soy escritora), mis interlocutores me miraban desconcertados y le
preguntaban a mi marido, que es francés -a mí ni me miraban- si esa palabra
existía. Y es que la palabra en femenino no se usaba en el lenguaje ni
coloquial ni literario; y esto lo recuerda muy bien Annie Ernaux en su discurso
del Premio Nobel de Literatura. Es más, aún hoy se le sigue diciendo a una
médica “docteur” (doctor); la palabra “doctoresse o docteure” (doctora) se usa
muy raramente. Es de anotar que en Québec la palabra “auteure / autrice”
(autora) existe desde hace mucho tiempo; en eso el francés de esta provincia
canadiense y francófona es mucho más incluyente y contemporáneo que el de
Francia.
Ahora bien, para responder a la segunda parte de tu pregunta es menester
hablar de Los años de Annie Ernaux. Y esto es lo que escribí en una breve
reseña que hice sobre dicho libro:
Les années (Gallimard 2008, 255 páginas) es
un libro feminista en todo el sentido de la palabra y un homenaje a Mayo del 68
y al diario Libération. No en vano Annie Ernaux dice lo siguiente: “1968
era el primer año del mundo”. Y me explico, “Les années” no es una novela; es, más bien, un ensayo bastante sui
géneris de sociología y de historia propiamente dichas; y
escrito en un lenguaje desprovisto de todo academicismo. En otras palabras, es
un recorrido por la historia de la literatura, de la música, de la sociedad
consumista, de la educación, de la política, de los cambios económicos que ha
sufrido Francia en los últimos 80 años, es una reflexión sobre la condición
femenina, sobre los movimientos sociales y estudiantiles –especialmente sobre Mayo
del 68–, sobre la planificación familiar, el aborto, la píldora, la libertad
sexual y su posterior represión –en cierta forma generada por la aparición del
Sida–.
Es una obra que muestra los cambios societales con
respecto al matrimonio; en este caso preciso se narra cómo hace sesenta años se
esperaba que una mujer llegase virgen al matrimonio, y si quedaba en embarazo
debía –al menos en la mayoría de los casos– casarse y enfrentar una vida
matrimonial cuando apenas comenzaba sus estudios universitarios. O sea, debía
renunciar a la educación y a la posibilidad de tener una mejor situación
económica que la de sus padres. Algo que, lamentablemente, sigue sucediendo en
Colombia donde los sectores conservadores y religiosos siguen oponiéndose a una
educación sexual en la escuela primaria y en la secundaria.
Pueden leer la reseña completa en el siguiente vínculo:
https://panoramacultural.com.co/literatura/8905/les-annees-los-anos-de-annie-ernaux
Vivimos tiempos furiosos y retardatarios.
Lo que pasó en EEUU en junio de 2022, cuando la Corte Constitucional
abolió la sentencia que protegía el aborto, es un retroceso enorme y un
desatino que derrumba el derecho de la mujer a decidir si ser madre o no.
Ninguna mujer aborta por deporte. El aborto siempre es doloroso; tanto desde el
punto de vista de la salud física y por ende de las secuelas que puede acarrear
-incluso la muerte cuando se lleva a cabo en condiciones sanitarias y médicas
no adecuadas-. También hablo de las secuelas psicológicas y del dolor que
acompaña a la mayoría de las mujeres, que por una razón u otra -todas son
aceptables-, decide abortar. En eso la Corte Constitucional colombiana se
declaró pionera el 21 de febrero de 2022 cuando hizo pública su sentencia en la
que protege el aborto hasta la semana 24; y en las semanas siguientes en tres
causales: violación, malformación del feto o peligro de vida para la madre.
Incluso yo creo que es por esa causa que la Corte de los Estados Unidos decidió
apresurarse y votar en contra del derecho al aborto que existía desde el año
1973 y que se conoce como la sentencia Roe vs. Wade; sentencia estatal que
protegía el derecho a abortar de las mujeres. El gobierno de Trump, misógino
como pocos, movió muy bien las piezas del ajedrez para poner en el tablero los
jueces que necesita el Partido Republicano para llevar a cabo las políticas de
exclusión y barbarie propias del fascismo.
Y bueno, me he centrado en el derecho de la mujer a decidir sobre su
propio cuerpo, pero no olvido la homofobia, el racismo endémico, el clasismo,
la aporofobia y la desigualdad rampante de nuestras sociedades actuales. El
paraíso que comenzaba a construirse después de esa gran hecatombe que fue La 2ª
Guerra está desapareciendo. La Shoah, esa gran herida de la historia europea,
se repite cada día por parte del Estado de Israel en contra de los palestinos;
la invasión a Ucrania y esa guerra atroz que lleva en su contra Putin (homófobo
hasta los tuétanos como lo fue Fidel Castro), sigue siendo el pan de cada día.
Sin olvidar a Siria, ni a tantos países que sufren el flagelo de la guerra,
como Colombia. Y es que la guerra es un negocio muy importante para los países
productores de armamento, como Francia. Y si, tienes razón, vivimos tiempos de
un ascetismo feroz y que muy lamentablemente está corroyendo las bases de la
libertad de los pueblos; y en eso juegan un papel determinante tanto la iglesia
católica como las iglesias protestantes que ahora se hacen llamar “cristianas”
y que han inoculado su veneno al inmiscuirse en política. Una directriz muy
clara del ala extrema de Los Republicanos, me refiero a Steve Bannon; antigua
mano derecha de Trump. Y por supuesto, no ignoro la peligrosidad del ala
derecha del Vaticano, me refiero al Opus Dei; aunque hay otras corrientes en su
seno igualmente peligrosas.
Y hablando de peligrosidad habría que recordar esa corriente que la
gente llama “políticamente correcta” y que está destruyendo a la literatura y
condenando a sus autores al ostracismo. Me refiero, por supuesto, a lo que
acaba de suceder con los libros de Roald Dahl; por fortuna tanto en Francia
como en España se negaron a cambiar las versiones de sus obras, y en Inglaterra
finalmente decidieron publicar de nuevo sus obras como él las concibió; pero
ésto solo fue posible después de la oleada de indignación que el revisionismo
feminista radical desencadenó con ese deseo de reescribir sus obras. Y autores
como Neruda o Nabokov son censurados y condenados por feministas radicales que
nunca han leído sus obras. Y lo digo, básicamente, porque hace escasamente unos
cinco años que se viene hablando de la violación de Neruda a una intocable
cuando fue embajador en Colombo (Ceilán) en 1929; una violación que nadie
habría conocido si no fuera porque él mismo lo contó en Confieso que he vivido;
yo misma leí esa confesión en los años 70, cuando su libro salió editado. Y,
sin embargo, las feministas radicales lo descubrieron solo ahora y lo condenan
como si fuese un paria. Y por supuesto que hay que condenar la violación al
igual que el rechazo que tuvo hacia su hija que sufría de macrocefalia; pero no
por eso se puede condenar su trabajo literario. Si hay que condenarlo debe ser
desde el punto de vista de la estética literaria, no desde la moral. Y si vamos
a eso entonces habría que condenar a Virginia Woolf; ya que, a pesar de estar
casada con un judío, ella –junto con su hermana Vanessa y los demás integrantes
del grupo de Bloomsbury– era antisemita. En ese aspecto Virginia Woolf tiene
varias frases muy fuertes en su diario; incluso no quiso que la madre de
Leonard, su marido, asistiera a su boda; y todo eso porque era judía. ¿Entonces
condenamos su libro Un cuarto propio o Las olas o todas sus demás obras? Y no
hay que olvidar Orlando, ese maravilloso libro que le escribió a Vita
Sackville-West; la mujer que tanto amó; entonces ¿cómo se trata de una relación
lésbica debemos condenarla al ostracismo? Recordemos también que Leonard y
Virginia Woolf rechazaron la publicación del Ulises de Joyce por considerarlo
demasiado obsceno. Luego Katherine Mansfield les haría entender que habían
cometido un gran error. Antisemitas eran también Dahl y Céline; entonces,
¿vamos a lanzar a la hoguera a Matilda y al Viaje al fin de la noche? Y
Napoleón era misógino, por lo que lanzó varias leyes en contra de la mujer; una
de ellas fue la de quitarle la patria potestad de los hijos; y Bolívar tuvo
centenas de mujeres en su tienda de campaña con las que muy posiblemente tuvo
hijos que nunca reconoció. ¿Entonces los borramos de la historia? Y Lewis
Carroll muy posiblemente fue un pedófilo, ¿entonces quemamos Alicia en el país
de las maravillas? Y por supuesto que no olvido que Gabriel García Márquez tuvo
una hija a la que tuvo oculta, como Mitterand; y si bien condeno esa actitud
patriarcal y violenta, que me impide admirarlos como seres humanos, no por eso
voy a dejar de admirar y de leer Cien años de Soledad o de admirar al político
que fue François Mitterand. La moral no tiene nada que ver ni con el arte ni
con la literatura. Y eso es algo que las feministas radicales se niegan a
entender. Por eso el ascetismo es tan peligroso, ya que generalmente va
acompañado de falsa moral. No hay que olvidar que tanto Verlaine como Óscar
Wilde estuvieron en la prisión por haber amado a un hombre; en el caso de
Verlaine ese hombre era Rimbaud y en el de Wilde se trataba de Alfred Douglas;
afortunadamente los dos autores nos dejaron obras escritas en sus celdas.
Verlaine escribió poemas y Wilde La balada de la cárcel de Reading. Y aunque
los poemas de Verlaine fueron escritos entre 1873 y 1875 solo fueron expuestos
por primera vez en 2013. Y eso no es todo, el Origen del Mundo, esa prodigiosa
pintura de Courbet pintada en 1866, y oculta durante más de un siglo, entró al
Museo de Orsay en 1981 y solo se expuso en 1995. Es decir, durante 14 años
estuvo guardada en los sótanos del museo; tal vez porque su curador la
consideraba bastante obscena o tal vez porque le daba miedo ser el centro de
una polémica moralista. Y es que la estulticia es la hermana gemela del
ascetismo.
BLE | ¡Qué buena
pregunta y cómo se concatena con el Origen del Mundo! Para responderte me
gustaría hacer referencia a una de las campañas más infames que se han hecho en
contra de la educación de la mujer.
Para
que entremos en materia habría que decir que en el siglo XVIII el libro había
ganado un lugar importante en la vida parisina y provincial. Las mujeres salían
a pasear con un libro en la mano, o exigían tiempo para dedicarle a la lectura.
François Boucher (1703-1770) y Fragonard (1732-1806), entre otros, entendieron este cambio social y lo llevaron a los
lienzos en obras de una gran belleza como Madame de Pompadour (1756) o La
lectora (1770). Como el libro comienza a ganar un lugar importante, y la
lectura se hace cada vez más popular, los hombres comenzaron a inquietarse por
lo que llamaban “la furia de la lectura”, fenómeno que amenazaba con salirse de
sus manos; lo que significaba perder el poder ancestral que siempre habían
tenido sobre las mujeres. Así que los ríos de tinta no se hicieron esperar, con
el único fin de luchar contra lo que se consideraba una verdadera peste. Las
primeras teorías de la importancia de “una lectura dirigida”, aparecen con el
fin de hacer énfasis en la educación católica y todo lo que pudiese
interpretarse como virtud femenina: sumisión, obediencia, recato, silencio,
prudencia. Es decir, todos los elementos que le garantizan al hombre el control
absoluto de la mujer; pero ante todo que no quebrantaran el orden social
establecido. Stefan Bollmann (1958),
estudioso de la historia de la escritura y de la lectura, hace alusión a un
librero suizo, del siglo XIX y de apellido Heinzmann, que consideraba que después de la Revolución Francesa, la manía de
leer novelas era la segunda plaga de la época. Incluso algunos intelectuales
racionalistas consideraban que la lectura dañaba a la sociedad. Y cita,
igualmente, al pedagogo Karl G. Bauer, quién en 1791, escribía:
La falta total de
movimiento corporal en el momento de la lectura, unida a las diversas ideas y
sensaciones violentas que emanan de ella, no pueden sino conducir a la
somnolencia, al atascamiento, a la inflamación del vientre y a la oclusión
intestinal; produciendo una incidencia real, como ya se sabe, en la salud sexual
de uno u otro género, pero sobre todo en el género femenino. (Adler,
Laure y Stefan Bollmann. Les femmes qui
lisent sont dangeureuses. Éditions Flammarion, Paris,
2006 (Traducción libre).
Otro
era el caso de Suecia. Entre 1686 y 1720 la Iglesia Luterana, con el apoyo de
las autoridades civiles, lanzaron una campaña de alfabetización dirigida a todo
el país, sin excluir ninguna clase social ni económica. La idea era que para
poder pertenecer al seno de la Iglesia era imperativo saber leer La Biblia.
Esta campaña fue seguida de controles rigurosos para comprobar que el dictamen
se estaba llevando al pie de la letra. Una vez adquiridas la habilidad y
compresión lectoras, era más que normal que la gente quisiera leer algo más que
las enseñanzas de la obra en cuestión. Es así como las autoridades sanitarias
aprovecharon esta nueva coyuntura para distribuir, a todo lo largo y ancho del
territorio sueco, folletos que enseñaban a las mujeres las bases de la higiene
y del cuidado de los recién nacidos. El resultado no se dejó esperar. El número
de decesos infantiles disminuyó considerablemente, las mujeres entendieron que
ya no necesitaban traer un niño al mundo cada año y que por lo tanto tenían más
tiempo para dedicarle a la lectura, actividad que se había convertido en su
pasatiempo favorito. Es de señalar que Suecia sigue siendo el país más
desarrollado de Europa en cuanto a habilidades lectoras se refiere. Algo
similar se produjo en Holanda. La Iglesia protestante jugó un rol preponderante
en la alfabetización, alcanzando coberturas muy importantes en el siglo XVII.
Por ello no es de extrañar que pintores como Rembrandt (1606-1669), Pieter Janssens
Elinga (1623-1682) o Vermeer de Delft (1632-1675), hayan realizados pinturas que
muestran a mujeres en sus alcobas en el acto íntimo y placentero de la lectura.
Siglos más tarde, en pleno s XX, sería Edward Hooper quien pintaría decenas de
mujeres en ese íntimo y solitario acto que es la lectura de un libro.
En
el siglo XIX la industria editorial comenzó a desarrollarse como nunca antes lo
había hecho, lo que no significaba que el precio de los libros fuera accesible
a la mayoría de la población europea. Aunque las mujeres se las ingeniaban para
hacer circular los libros que cada día salían de las editoriales con temas muy
diferentes a los que sus antepasadas habían podido leer. Y por supuesto,
estaban las novelas por entrega tan en boga en el siglo XIX. Balzac (1799-1850) se convierte en una
figura respetable y sus libros comienzan a ser leídos en toda Europa. Madame
Bovary, de Gustave Flaubert (1821-1880),
conoce un éxito inmediato, como Ana
Karenina, de Tolstoi (1828-1910) o Crimen y Castigo, de Dostoievski (1821-1881).
Sin olvidar a Stendhal (1783-1842), a Víctor Hugo (1811-1885) o Lamartine, entre
otros.
Sin
embargo, la educación gratuita y obligatoria, sobre todo para las niñas, aún
sigue siendo una utopía en muchos países del mundo. Afganistán es el ejemplo
más aberrante de esta segregación de géneros.
FM | Con el tema de la
multisexualidad cada vez más expuesto, ¿qué puede cambiar en ese
antagonismo destructivo entre el masculino y el femenino?
BLE | Esta es una de
esas preguntas que me hacen tambalear nuevamente; y lo digo básicamente porque
yo no soy una especialista en ese tema de tanta actualidad; no lo he estudiado
y creo, al menos por el momento, que no voy a hacerlo; no porque no me interese
ni lo considere importante, sino porque tengo otros intereses de estudio en los
que he venido trabajando desde hace muchos años, como es la historia del
Medioevo, especialmente en Francia. Sin embargo, voy a tratar de responder a tu
pregunta en dos partes. La primera a través de Las malas, la excelente novela de Camila Sossa Villada; y la
segunda haciendo referencia a las muxes (México), a las hijra (India), a las
burrneshas (Albania) y a las mosuo (China).
1ª parte: Hace
dos años, en el 2020, conocí a la escritora trans Camila Sosa Villada cuando
obtuvo el premio Sor Juana Inés de la Cruz con su novela Las Malas; después vi
una entrevista que le hicieron y luego no volví a pensar en ella hasta octubre
de 2022 cuando compré su libro traducido al francés por Laura Alcoba; una muy
buena escritora argentina que vive en Francia desde los nueve años y que
publicó un libro excelente titulado La casa de los conejos y sobre el cual
hablo en mi libro ¡Cuidado! Escritoras a
la vista… (BLE Ediciones, 2009) y que pueden leer en versión integral y
gratuita en el siguiente vínculo:
https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/48527
Las Malas es un
movimiento telúrico de gran magnitud cuyo epicentro, a pocos milímetros del
suelo, es la violencia desatada en toda su dimensión. Las Malas es un libro difícil de clasificar en un solo género; sin
embargo, me atrevo a decir que es una autobiografía novelada, y al mismo tiempo
es un libro que desnuda a la sociedad católica y heterosexual y que pone en
evidencia la terrible violencia que ejerce en contra de las minorías sexuales
como son los travestis (Camila, el personaje central de la obra, se define a sí
misma no como trans, sino como travesti; incluso en una entrevista rescata esta
palabra y la pronuncia con orgullo). Y si hablo de violencia es porque esa es
la columna vertebral de este libro sorprendente en todos los aspectos,
exquisito en el manejo del lenguaje, profundamente poético y a la vez
descarnado, brutal sin llegar jamás a ser obsceno; y si bien sus escenas de
sexo también son muy fuertes tampoco puede decirse que se trate de una obra
pornográfica; al menos no para mí. También es una novela que navega en la
ficción e incluso en el surrealismo; me refiero a la transformación de María la
sordomuda (así la llaman; es decir, no hay coma entre su nombre “María” y entre
el artículo y el sustantivo que lo acompañan) en pájaro. Pienso también en
Natali cuando cada mes se transforma en una loba que le aúlla a la luna llena.
La violencia se
ejerce de múltiples formas; a saber: física y verbal, económica y social. Las Malas son un grupo de mujeres
travestis que se prostituyen en un parque donde están sometidas a todos los
vejámenes posibles; tanto desde los clientes que les pegan o las asesinan a
golpes o a cuchilladas como por la violencia de la policía que también las
golpea las roba y las viola. No en vano Camila, el personaje de la novela,
dice: “A partir de ese día (cuando tres policías la violaron cuando tenía solo
16 años) mi cuerpo tuvo otro valor. Dejó de ser importante. Se convirtió en una
catedral del vacío”. En el parque se teje la amistad y también se consumen
alcohol y drogas en grados rabelesianos. Y por supuesto, está la mirada de los
vecinos que transitan en el día y que las miran como si fuesen monstruos que
hay que pisotear y destruir. Camila también sabe que ser travesti puede ser una
fiesta, una fiesta eterna, siempre y cuando se acepten los códigos impuestos
por la sociedad. Y esos códigos son la exclusión y la violencia ya mencionada.
Y también hay
otra violencia soterrada y que carcome los huesos, los muele y los vuelve
polvo; me refiero a la soledad. A la falta de amor. Si bien entre ellas mismas
se sostienen y se ayudan, también saben que esa amistad es muy frágil y que en
cualquier momento puede desaparecer bajo los puños cerrados que rompen la boca
y vuelan los dientes.
También hay otra
violencia, y es la que ellas mismas infligen a sus propios cuerpos. En una
sociedad que ha convertido el cuerpo de las mujeres en objetos de placer,
ellas, las travestis, en su deseo de mimetizarse con un cuerpo femenino, y al
no tener la capacidad económica para una cirugía estética, al menos para la
gran mayoría de ellas, acuden a “recetas mágicas” como es inyectarse aceite
para aviones con el fin de redondear el cuerpo en el que viven atrapadas como
si se tratase de una cárcel. Y es claro que un tratamiento como ese deja
secuelas enormes y muy dolorosas en los cuerpos que ellas anhelan y sueñan.
Y volvamos al
lenguaje. Camila Sosa Villada dice, palabras menos palabras más, que ella
heredó la fuerza del lenguaje de su madre, que su padre lo derrochó, y que
ella, Camila, lo trituró, lo transformó, lo enterró y lo redescubrió.
Pocos libros
cómo Las Malas tienen esta fuerza,
esta furia que recorre cada frase, cada párrafo, cada página. Camila Sosa
Villada dice que la “furia” es necesaria para poder sobrevivir a tanto
escarnio, a tanta rabia, a tanto oprobio, a tanta marginación, a tanta
exclusión, a tanta pobreza, a tanta hambre, a tanta miseria, como la que
enfrentan los travestis. Son excluidos y violentados en sus propias familias,
en el barrio en el que crecen, en el colegio, en la iglesia (bien sea por curas
o por los mal llamados pastores que vitorean desde el púlpito que ellos, los
travestis, son una mancha en la sociedad y que por lo tanto son “pecadores”). Y
por supuesto, está el Estado y la ausencia de legislación que abogue por sus
derechos. Se les niega una buena educación y por ende el acceso a un buen
empleo; se les margina de la sociedad (acceso a una vivienda digna, entre otros
derechos) y de los centros donde la ciudad se mueve en pleno día. Para los
travestis lo que queda es la oscuridad, los árboles donde pueden esconderse de
la policía o donde pueden ganarse unos cuantos pesos que les permita vivir el
día a día. Y cuando un grupo social debe vivir en la penumbra, escondiéndose,
es porque se le están violando sus derechos; y cuando eso sucede es porque el
Estado y la sociedad ejercen su enorme poder para aniquilarlo y destruirlo.
Camila Sosa
Villada es una voz que se alza y que grita para que la ignominia salga del
barro, para visivilizarla y así poder denunciarla.
Las Malas es un
libro que hiere como un puñal, que corta como un bisturí y que nos pone
enfrente de nuestras propias vísceras. Un libro necesario. Un libro hermoso, y
doloroso, muy doloroso.
2ª parte: Y para
contestar a la pregunta que me haces “¿qué
puede cambiar en ese antagonismo destructivo entre el masculino y el femenino?” diría que yo
no creo en las diferencias de género a la hora de escribir. Tanto tú como yo
escribimos desde los dos géneros no solo cuando lo hemos hecho en nuestra
escritura al alimón, sino que tú has publicado poemarios como Las mujeres desaparecidas; un libro
escrito como si fueses una mujer; y yo publiqué un poemario titulado Endechas del último funámbulo sobre la
vida y obra de Malcolm Lowry, y lo hice desde la perspectiva de un hombre; es
más, yo, que solo me tomo un vaso de vino al almuerzo, pude escribir desde la
dipsomanía que aquejó a Lowry desde sus 14 años.
Lo que quisiera
decir con ésto es que ser “hombre” o “mujer” es, en cierta medida, un
constructo sociocultural. Y lo digo porque en algunas tribus del Amazonas se
aceptan a los hombres que nosotros llamamos transexuales sin que eso signifique
un problema ni moral ni religioso para sus comunidades. Lo mismo pasa con las
muxes de la comunidad de Juchitán en México o con las hijra en India
–aunque su caso de exclusión y miseria es muy doloroso–. Y está el caso de
Albania y de sus burrneshas o vírgenes juradas –o juramentadas–
donde la hija mayor de una familia, sin hijos varones, opta por convertirse en
un hombre para ayudar económicamente a sus padres; una costumbre muy antigua y
que actualmente está desapareciendo.
https://www.youtube.com/watch?v=6jbOxAd_T-Q
https://www.youtube.com/watch?v=lrefyzPPAFk
Por otra parte, en el 2008 escribí un cuento que forma
parte de mi libro Voces del Silencio
y que se titula Detrás del espejo que es sobre un transexual:
https://home.cc.umanitoba.ca/~fernand4/detras.html
Creo que quien respondería muy bien a este tipo de
preguntas es Paul B. Preciado (Paul Beatriz Preciado); un filósofo español que
ha dedicado su vida a esta temática tan en boga y tan necesaria que se da en la
actualidad y que trata de echar abajo todos los estigmas que la sociedad
heteropatriarcal ha creado en torno a la teoría Queer y de Género; y sobre todo
cuestiona lo que los psiquiatras llaman “disforia de género”.
https://www.youtube.com/watch?v=SomTT3n5hjQ
RZ | Sobre los temas de que
tratan tus ensayos, ¿has compartido también ponencias o participado de
mesas de debates, que puedan ayudar más a la comprensión de los mismos?
BLE | Si, claro. He
participado en congresos de literatura en universidades de Polonia, de Panamá y
de Brasil. Precisamente en tu país, y gracias al profesor Antonio Donizetti Da
Cruz, fui profesora invitada en dos ocasiones por UNIOESTE (Cascavel); una
universidad con la que guardo un hermoso y duradero vínculo ya que
prácticamente todos los años incluyen en sus publicaciones algunos de mis
artículos. También he estado en Ferias del Libro, en Festivales de Poesía y en
foros por Internet. Aunque debo decir que participo muy poco en ese mundo de la
virtualidad; por un lado, porque las invitaciones son escasas; y por otro,
porque preservo mi tiempo para leer y escribir; mi privacidad es algo a lo que
no renuncio.
ERZ | El mundo que rodea al
erotismo es tan vasto y complejo que cada vez que tocamos un punto este se
multiplica en muchos otros. Aspectos que engloban el libertinaje, la poligamia,
el satanismo, la tragedia, el amor negro… En todos ellos, las religiones operan
como una fuerza “moral” cuyo principio fundamental es volver abyecta cualquier
perspectiva sexual que no se limite a un sentido sagrado por ellas estipulado.
¿Podrías añadir algo al respecto? ¿Tienes planes de dedicarte más de cerca a
estas relaciones entre lo erótico y lo religioso?
BLE | Bueno…, yo soy muy
crítica con la religión, especialmente con la católica que es la que mi madre
me inyectó como se inocula una gota de cianuro; aunque debo reconocer que esa
no fue su intención. Por fortuna, comprendí muy pronto que mi padre era ateo, y
estar a su lado me permitía escapar al agobio incesante de mi madre que me
obligaba a ir a misa y a comulgar por encima de mis deseos. Yo creo en la ética
no en el pecado. Creo en una vida y en unos principios Humanistas, así con
mayúscula, no religiosos ni morales. La moral es muy peligrosa; sino
pregúntenle a un cura pedófilo que es la “moral”; o pregúntenle a cualquier
cura sobre el derecho al aborto o sobre el Feminismo o sobre la planificación
familiar o sobre el homosexualismo o el racismo –que ellos mismos pregonaron
durante más de 400 años desde los púlpitos de las iglesias apoyando ese crimen
de lesa humanidad que fue la trata de esclavos–, o sobre el clasismo y la
explotación laboral, o sobre la prostitución arguyendo que es un mal necesario
para la sociedad. Y eso sin hablar del Banco del Vaticano y sus alianzas no
sanctas con la mafia italiana; o sus alianzas con Hitler, Mussolini, Franco o
con la extrema derecha colombiana.
Y por
supuesto, he escrito muchos artículos al respecto; uno de ellos es Elucubraciones
de una vagina secuestrada; cito uno de sus apartes: “Son las religiones, columnas que sostienen el
patriarcado, las que me han injuriado. Si el dios al que tanto le rezan, es el
mismo que me creó, ¿Por qué habría de ser pecaminosa y vulgar? ¿Por qué habría
de ser fea? ¿Por qué habrían de violarme? ¿Por qué no podría ejercer mi libre
sexualidad con la persona, o personas, que desease? ¿Por qué cuándo la ejerzo,
de una forma libre y autónoma, soy declarada puta? ¿Y los hombres que visitan
este túnel? ¿También son putos? ¿Son todos disolutos, libertinos, viciosos,
pecadores? ¿Son hombres de poca fe? ¿Son estragos de la naturaleza? ¿Son ursas
horribilis condenados a ser espeleólogos en una cueva maldita? ¿Y cuál es el
problema de ilustrar o representar una vagina? ¿Acaso las mujeres, portadoras
de este spelaion magnífico, no vienen desnudas al mundo? ¿Y los hombres? ¿Acaso
nacen con una hoja de parra que les cubre su miembro? Pueden leer la carta
completa en el siguiente sitio:
https://blogs.elespectador.com/cultura/el-hilo-de-ariadna/elucubraciones-de-una-vagina-secuestrada
Y para responder a la última pregunta que me haces diría que no, que no
tengo ningún plan al respecto; al menos no por ahora. También es cierto que el
erotismo me aburre soberanamente; y eso que en el primer libro que publiqué hay
varios poemas de corte erótico. Debo decir que hoy en día no lo habría
publicado; no por pudor sino porque los considero bastante malos.
Elys Regina Zils
∞ índice
BERTA LUCÍA ESTRADA | ¿Escritura femenina, literatura de género, mujeres escritoras u
escritoras?
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-escritura-femenina.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | El siglo XII: Iluminado por tres
grandes mujeres, Leonor de Aquitania, María de Francia y Eloísa
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-el-siglo-xii.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | El trabajo poético de Nela Rio
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-el-trabajo-poetico.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | La
Balada de Iza, de Magda Szabó
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-la-balada-de-iza-de.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | La comadrona de Katja Kettu: los campos de concentración vistos
por una mujer
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-la-comadrona-de.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | La imagen de la
mujer a través de la pintura y la escultura
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-la-imagen-de-la.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | La mujer en los salones literarios
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-la-mujer-en-los.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | Marianne von Werefkin
y el Expresionismo Alemán
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-marianne-von.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | Nada
que ocultar, de Gloria Young: génesis o turbulencia de la palabra
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-nada-que-ocultar-de.html
BERTA LUCÍA ESTRADA | Tres feministas: Rosa Elvira Cely, Yuliana Samboní y Asia Argento
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2023/04/berta-lucia-estrada-tres-feministas.html
|
|
Agulha Revista de Cultura
Número 227 | abril de 2023
Artista convidado: Doris Salcedo (Colombia, 1958)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário