Parte I
Conocí a Gloria Young en el marco
del IX Encuentro Internacional de Mujeres Escritoras en Bogotá en el año de
2010. En esa ocasión el Encuentro estaba dedicado a Matilde Espinosa, una de
las más importantes voces poéticas de Colombia. Coincidimos en la presentación
de dos trabajos, cada una había escrito un ensayo sobre una poeta de su país.
La escuché atentamente, no solo conocía a una escritora de la que nunca había
oído hablar, sino que ante mí nacía una mujer, Gloria Young, que con el tiempo
se transformaría en una de mis grandes amigas.
Dos
años después, en el 2012, Gloria me invitó al X Encuentro que se llevó a cabo
en su país natal, Panamá, y del cual era su presidenta. El evento conmemoraba a
Diana Morán, la escritora que me había regalado hacía dos años. Desde entonces
la magia de su amistad no ha hecho sino enriquecer mi vida.
Gloria
Young está hoy a mi lado, y como imagino que habrá algunas personas que no la
conocen, o que la conocen poco, voy a permitirme hablar un poco sobre ella,
sobre ti admirada poeta Young.
Sé
que no le gustan los elogios; sin embargo, no podrá evitar que yo los diga.
Así
que comenzaré por una pregunta muy simple y a la vez categórica: ¿Quién es
Gloria Young? ¿Young? Dirán algunos de ustedes, pero si ese apellido no es
español…
Y
ahí comienza el enigma y la veta insondable que es Gloria Young. Una mujer
mestiza como lo somos todos los latinoamericanos e incluso los europeos; es
decir como lo somos todos los seres humanos. Gloria Young es descendiente de
esclavos africanos, de migrantes europeos, no sólo españoles sino húngaros, y
como veremos detenidamente es descendiente directa de lo que se ha denominado
la diáspora china.
No
temas avanzar lentamente, teme solo detenerte. (Confucio)
Su
bisabuelo paterno era originario de Manchuria; para ser más exacta pertenecía a
la etnia tungú, uno de los pueblos que se sometieron al dominio de Gengis Khan.
Tal vez la insignia que más conocemos de este pueblo es su costumbre de rapar
el área frontal del cráneo de los hombres y al mismo tiempo dejar crecer una
larga coleta (trenza); lo que también ayudaba a identificarlos en los campos de
batalla. Esta etnia tuvo el control de China desde 1654 hasta su caída en 1912,
en el período conocido como Dinastía Qing; la cual impuso sus códigos
vestimentarios en todo el Imperio.
El
bisabuelo de Gloria Young, cuyo progenitor lo entregó a una familia que tenía
proyectado emigrar a la Guayana Británica –posiblemente para escapar de alguna
hambruna– hizo parte de las primeras migraciones de trabajadores chinos –más
conocidos como culíes o coolíes– en el Caribe, llevadas a cabo básicamente a
partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Aunque
hablar de “migraciones” es un eufemismo; puesto que en realidad se trataba mano
de obra bajo un régimen cuasi esclavista que en no pocos casos fue el germen de
la actual presencia china en los diferentes países antillanos y que venía a
reemplazar a los esclavos venidos de África, cuyo mercado comenzaba a ser
prohibido.
En
el año de 1833 el Imperio Británico es el primero en promulgar una legislación
que pretendía combatir dicha infamia; en realidad un crimen de lesa humanidad.
Veamos
que dice la literatura sobre esta migración que también ha recibido, como acabo
de anotarlo, el nombre de La Diáspora China.
El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, describe la Cartagena de Indias de 1895,
así como la comunidad china que albergaba; un fresco sociológico que cuenta lo
que sucedía en el Caribe decimonónico:
Nadie creyó que el autor fuera el chino premiado.
Había llegado a fines del siglo anterior huyendo del flagelo de fiebre amarilla
que asoló a Panamá durante la construcción del ferrocarril de los dos océanos,
junto con muchos otros que aquí se quedaron hasta morir, viviendo en chino,
proliferando en chino, y tan parecidos los unos a los otros que nadie podía
distinguirlos. Al principio no eran más de diez, algunos de ellos con sus
mujeres y sus niños y sus perros de comer, pero en pocos años desbordaron cuatro
callejones de los arrabales del puerto con nuevos chinos intempestivos que
entraban en el país sin dejar rastro en los registros de aduana.
Algunos de los jóvenes se convirtieron en patriarcas
venerables con tanta premura, que nadie se explicaba cómo habían tenido tiempo
de envejecer. La intuición popular los dividió en dos clases: los chinos malos
y los chinos buenos. Los malos eran los de las fondas lúgubres del puerto,
donde lo mismo se comía como un rey o se moría de repente en la mesa frente a un
plato de rata con girasoles, y de las cuales se sospechaba que no eran sino
mamparas de la trata de blancas y el tráfico de todo. Los buenos eran los
chinos de las lavanderías, herederos de una ciencia sagrada, que devolvían las
camisas más limpias que si fueran nuevas, con los cuellos y los puños como
hostias recién planchadas. Fue uno de estos chinos buenos el que derrotó en los
Juegos Florales a setenta y dos rivales bien pertrechados. Nadie entendió el
nombre cuando Fermina Daza lo leyó ofuscada. No sólo porque era un nombre
insólito, sino porque de todos modos nadie sabía a ciencia cierta cómo se
llamaban los chinos.
García
Márquez deja así constancia de la presencia, a veces ignorada, de las
comunidades chinas en el Caribe, y por ende en toda Hispanoamérica. Un
desconocimiento producto no sólo de la escasez de fuentes sino de la dispersión
de las mismas.
La
migración china llegó a las Antillas en la segunda mitad del siglo XIX. La
prohibición de 1833, que impedía la importación de esclavos negros del África
Occidental, tenía como efecto inmediato el arribo de coolíes para trabajar en
las plantaciones. Esta llegada de un nuevo pueblo engendró un cambio
fundamental en la sociedad caribeña. Debido a la gran escasez de mujeres
chinas, los nuevos llegados crearon familias con esclavas o hijas de esclavos
libertos. Los migrantes chinos no sólo se instalaron sino que se integraron en
las diferentes comunidades del Caribe, contribuyendo en gran medida a la gran
riqueza étnica y cultural de dicha región.
Pues
bien, el bisabuelo de Gloria Young era uno de esos coolies que llegaron en un
viejo y destartalado barco a las costas de la Guayana Inglesa. En otras
palabras fue uno más de los millones de inmigrantes que llegaron a América; no
me refiero sólo a los EEUU, sino al continente, a ese continente que Neruda nos
describiera en Canto General; esa oda americana que muchas personas de mi
generación no hemos dejado nunca de admirar y de leer.
AMOR AMÉRICA (Pablo Neruda)
Antes
de la peluca y la casaca fueron los ríos, ríos arteriales, fueron las
cordilleras, en cuya onda raída el cóndor o la nieve parecían inmóviles: fue la
humedad y la espesura, el trueno sin nombre todavía, las pampas planetarias.
Y
ese hombre debió haber llegado, como muchos otros inmigrantes de todos los
tiempos, con una valija en la que guardaba su mayor tesoro: su lengua, su
cultura, el pasado milenario de su pueblo; y allí, oculto, imagino a Po Chi-I
(372-427) recitándole a su bisabuelo versos que le recordaran a su amada China:
RETENIDO POR UNA NOCHE EN UNA CALETA
Viajando
en barco a Chiang-chou
En
la oscuridad me trepo a la margen del río, me paro acá, [solo: viento sobre el
agua, aire helado –una fresca tarde. Me vuelvo, miro el bote atracado en la
caleta – entre brotes de cañas y ráfagas, un rayo de luz.
Afortunadamente
el bisabuelo de Gloria Young no estaría por siempre solo. Él, al igual que
muchos otros de sus compatriotas, encontró el amor y dejó una semilla que se
fructifica cada vez más. La tierra pródiga que le dio cobijo ha sabido reproducir
una y otra y otra vez la simiente que viajó en una antigua nao.
De
esa simiente nació su padre, un hombre probo, trabajador incansable, que junto
a otra mujer maravillosa horadaron la tierra en busca de la veta que hizo
posible que una vez más las semillas germinasen y saliesen a la luz en su
tierra, esa tierra llamada América.
Parte II
Se preguntarán ¿y quién es la
madre de Gloria Young?
Yo
podría responderles que es una descendiente de múltiples pueblos, entre ellos
el español. Una mujer educadora y defensora de los Derechos de la Mujer, o sea,
defensora de los DDHH; como lo es su hija, la poeta que hoy tengo el honor de
presentar en esta casa que es la casa de todos los latinoamericanos, la Casa de
América; el hogar que recibe a los escritores, poetas y artistas de allende el
mar; ese continente que hoy acoge a tantos y tantos hijos de España que
nuevamente han debido migrar, no para hacer las Américas, como lo hacían
antaño, sino para poder continuar con la vida que la crisis interrumpió hace
pocos años.
Y
es que a veces olvidamos que todos los pueblos del mundo han sido y son eternos
errantes, migrantes en busca de la Tierra Prometida; y al no recordar ese
componente, tan importante de la historia humana, ignoramos que somos
ciudadanos del mundo y no sólo ciudadanos del país donde vimos la luz; nos
ponemos una venda en los ojos que nos impide ver que la tierra nos pertenece a
todos por igual.
Gloria
Young, por su parte, es una infatigable gestora cultural. Su trabajo de más de
cuarenta años, en pro del desarrollo educativo y de la defensa de los derechos
de la mujer y la igualdad de género, así lo atestigua. Precisamente en el
pasado mes de abril le fue otorgado el máximo premio que da la Defensoría del
Pueblo de Panamá, Premio Mujer Destacada 2017.
Y
por supuesto no puedo dejar de recordar el cargo que ostenta desde hace dos
años, el de Embajadora de Panamá ante Marruecos; antes había representado a su
país en Austria.
Un
reconocimiento a esa tarea que ha desarrollado como una abeja obrera, sin
descanso, sin permitirse dejar para mañana lo que puede hacer hoy.
La
he visto indómita ante el sueño, sin rendirse a él, ni bajar la cabeza.
La
he visto pararse con esa fuerza de los árboles que ella invoca en su poesía;
como son el canelo, el ciprés, el roble o el guayacán.
Árboles
míticos, poseedores de una fuerza que rara vez es doblegada; así bailen al
vaivén de los huracanes que llegan en las épocas de diluvios tropicales y que a
menudo los arrodilla o descuaja sus raíces centenarias.
Porque
esa es Gloria Young, una fuerza de la naturaleza.
No
conoce la sumisión, ni la rendición.
Ella
sabe que las batallas perdidas son el hálito para ganar la guerra.
Sabe
que son el hálito para salir indemne de las tormentas, así los ríos se salgan
de su cauce y arrasen poblados enteros…
Por
eso dice al comienzo de Nada que ocultar
agua
agua agua agua
/de todas partes el agua se confundía
/con el canto de las piedras muertas /-el presente aflorando del
pasado– /¿entonces?
¿sí se rompen los
cristales? /–todo el peso del mundo sobre mi cuerpo–
Y
Ella sigue indemne…
Observa
el espacio desolado, así las lágrimas le nublen la mirada.
Su
canto es una red, no de hilos sino de lianas; las lianas engendradas por los
vocablos, paridas por las palabras.
Su
canto es una red de araña que anuda para que las mujeres que lo escuchemos no
sucumbamos ante el horror del mundo que se desintegra ante nuestros ojos y para
que no nos ahoguemos en la maraña de nuestros propios miedos; esos miedos que a
menudo –léase casi siempre– alimentan al amor.
Al
igual que Louise Bourgeois sabe que como una araña puede reparar y reparar.
Al
igual que las arañas Gloria Young sabe reparar el lienzo roto.
Sabe
reconstruir.
Reconstrucción
Esa es la clave del libro que hoy
nos ocupa: NADA QUE OCULTAR, Ediciones
Doce Calles S.L. (España-2013).
El
título es bastante sugestivo.
A
las mujeres se nos ha impuesto el SILENCIO, se nos ha inculcado que pase lo que
pase debemos quedarnos calladas, no decir nada, y si nos dan una bofetada
debemos ofrecer la otra mejilla.
Sumisión
lo llaman.
Gloria
Young se niega a esa premisa judeocristiana, tan arraigada en la sociedad
patriarcal.
Y
aunque sabe que a veces es una hoja barrida por el viento, sabe también que la
calma llega y que puede renacer de los escombros.
NADA QUE OCULTAR
es un grito, un alarido de mujer herida, no deja nada en el tintero, se desnuda
orgullosa de su fuerza y de su sabiduría.
NADA QUE OCULTAR
es una catarsis de dolor, una especie de letanía que recuerda los lamentos de
las antiguas plañideras griegas y de las lloronas del Pacífico colombiano. Sin
olvidar a Las Lloronas de Picasso. Él
mismo dijo: –Las mujeres son una máquina
de sufrimiento. A lo que Françoise Gillot respondió: –Yo creía que éramos una maquina de creación.
Su
canto, aunque doloroso, nos permite encontrarnos con nosotras mismas e intuir
que pase lo que pase saldremos triunfadoras de la hecatombe. Porque cuando una
mujer es humillada por un hombre, no es sólo ella, somos todas las mujeres que
somos humilladas, vilipendiadas, pisoteadas, envilecidas, es la humanidad
entera; lo que demuestra la fragilidad de la condición humana.
El
canto de la poeta Young no hace perder a los marineros.
No
es el cántico de una sirena que desea conducirlos a las profundidades del mar
ni llevarlos de paseo al Hades.
Su
canto es un hilo que teje la memoria.
Es
un hilo que le huye a la palabra olvido.
Lucha
contra la amnesia.
No
en vano la poeta Young vive ahora en un país heredero de su cultura, religión y
lengua.
Parte III
NADA
QUE OCULTAR está dividido en cuatro partes:
Cristal que no se
rompe
Puerto de Amor
Días sin ti
Llama de abrojos
Cristal que no se
rompe
Es una especie de anti-mito, o de
un mito al revés.
Su
comienzo es lo más cercano a una hecatombe final.
Más
que el anuncio de una tragedia, es la tragedia misma, es la nada que llega en
un vendaval que arrasa cercas, cimientos, árboles, pero que la poeta lo
identifica con “la magia”,
es
el
“viento
que trajo la lluvia…cerrándonos el paso / en la carretera”
y
después llega la calma en
“el
huerto (que) pide mis manos nuevamente”;
como
si el universo solicitara, una y otra vez, otra oportunidad.
Luego
un movimiento telúrico sacude la cama como si fuese una
“violenta
hamaca… la tierra, impulso cósmico”
Y
la poeta pregunta
“¿Eras
tú sobre mi cuerpo?/¿protegiéndome?/¿o matándome de asfixia?”
Y
en ese pulso por la magia invoca al viento, que a su vez arrastra más lluvia y
“árboles
mutilados/inundaron el camino/hermosos/brillaban bajo la luna/en medio de la
destrucción”
En
la poesía de Gloria Young está ella, y por supuesto estamos todas las mujeres
de todos los tiempos y de todas las culturas.
Su
poesía es un grito visceral que nos recuerda que vivimos en una sociedad
patriarcal que nos agobia y nos asfixia; como en los versos leídos
anteriormente.
“¿Eras
tú sobre mi cuerpo?…/¿o matándome de asfixia?”
Y
si hablo de un anti-mito, o de un mito al revés, es pensando en los mitos
fundacionales. Primero está la creación del jardín prometido y luego viene la
hecatombe. Gloria Young, en cambio, inicia su libro con la destrucción de su
cosmos.
Los
versos “El nuevo día aviva la esperanza” y “el huerto pide mis
manos/nuevamente”, demuestran que la poeta, una elegida en el sentido mítico de
la palabra, es la única capaz de reconstruir el jardín del Edén perdido.
No
obstante, antes de emprender la tarea de reconstrucción, de creación de un
nuevo cosmos, de un nuevo jardín, debe asistir a la hecatombe final:
La
de un movimiento telúrico que sacude los cimientos de la casa.
La
cama, donde trata de recuperar fuerzas para que sus manos puedan sembrar de
nuevo, se balancea como si fuese una
“violenta
hamaca… la tierra, impulso cósmico”
Solo
siente “-todo el peso del mundo sobre mi cuerpo-”
“Aquí
no hay humana destrucción/Solo tierra fiera/Abriendo y cerrando sus grietas/Sin
importar si la marea se aleja o se acerca del puerto”
Un
tsunami
“desbocado/…
grito del tiempo/… espumas furibundas/pájaros despedazado/perros aullando su
temor enardecido”
Un
dolor milenario recorre su piel, sus sentidos; huella indeleble que atraviesa
centurias, generaciones, es un dolor hecho memoria, íntimo y colectivo, local y
universal.
Por
eso se pregunta:
“en
qué grieta se escondió/la luz de la esperanza?”
Este
poema también recuerda al cambio climático, como bien me lo hacía notar la
poeta en una de nuestras conversaciones sobre su libro.
Y
no es de extrañar que esto sea así.
Podríamos
pensar que el vendaval, con el que inicia el libro que hoy nos ocupa, es
también un diluvio, lo que me lleva inevitablemente a recordar el libro de
Leyendas de la Tierra, de la geóloga Dorothy Vitaliano.
“La tradición sobre inundaciones es muy
numerosa a lo largo de toda América Latina… En algunos casos es fácil
identificar los matices bíblicos. …Un ejemplo primitivo sobre inundaciones es
el de los indios araucanos… se dice que dos serpientes fueron la causa de que
el mar se elevara cuando trataban de probar cuál de ellas poseía las artes
mágicas más poderosas. La inundación se produjo tras un intenso terremoto
relacionado con una erupción volcánica, y la gente se refugió en una montaña
que flotó hasta llegar cerca del Sol”. (Dorothy Vitaliano, Leyendas de la Tierra)
Vitaliano
explica las catástrofes no sólo desde el punto de vista científico sino mítico.
En su libro nos narra leyendas que describen fenómenos naturales como son los
huracanes. Algunos con un fuerte poder destructor que aniquila el mundo habitado
por algún pueblo determinado, lo que da lugar a la creencia de un diluvio
universal, por ejemplo.
Y
Gloria Young, conocedora de los huracanes que asolan el Caribe, algunos
verdaderos diluvios, no podía escapar a la tradición oral, que con el tiempo se
ha apoderado también de la escritura.
Ella,
al recordar que esa noche de cataclismo era a su vez la nochebuena, prefiere
ignorar la respuesta.
Lo
que no ignora son:
“Los
uniformes escolares revueltos en el lodo”
Sabe
que
“No
hay forma de disputarle al río /el ahogamiento de los sueños”
La
poeta sabe que después de la tormenta llega la calma.
Sabe
que toda destrucción lleva consigo el germen de una nueva vida, de un nuevo
amanecer, de un nuevo sol que calentará la tierra.
Otra
de las lecturas del primer capítulo de Nada que ocultar, es que ese vendaval es
sólo una metáfora para nombrar el tiempo de derrotas disfrazadas de júbilo en
el que veces vegetamos; una especie de sopor que nos impide ver nuestros
verdaderos rostros en el espejo, o bien una bruma que navega en nuestros ojos,
una especie de máscara que nos oculta de nosotras mismas, como el manto de las
lloronas…
Y
en ese pulso por la magia llama al viento que a su vez trae más lluvia y con
ella:
“Árboles
mutilados/Inundaron el camino/Hermosos/Brillaban bajo la luna/En medio de la
destrucción”.
En
la poesía de Gloria Young está ella, y estamos todas las mujeres de todos los
tiempos y de todas las culturas.
Su
poesía es un grito visceral que recuerda que vivimos en una sociedad patriarcal
que nos agobia y nos “asfixia”, como en los versos anteriormente mencionados:
“¿eras
tú sobre mi cuerpo? /¿protegiéndome?/¿o matándome de asfixia?”
Otra
de la lectura que puede hacerse de este primer capítulo de Nada que ocultar, es
que ese vendaval es sólo una metáfora para nombrar el tiempo de derrotas
disfrazadas de júbilo en el que a veces vegetamos; una especie de sopor que nos
impide ver nuestros verdaderos rostros en el espejo.
ISADORA REDONDA
Los
poemas a Isadora forman parte de Cristal que no se rompe y nos recuerda que a
pesar de todo el dolor acumulado no nos extinguimos.
Isadora,
símbolo de la “redondez de los planetas”, es el “secreto del mar/ amniótico”,
es “la obra maestra” que sólo las mujeres, dadoras de vida, podemos llevar a
cabo.
Y
aunque es consciente del novilunio también sabe que éste engendra un nuevo
ciclo que se esconde en
“la
redondez de la luna” oculta “detrás del árbol místico… (que) busca atrapar los
miedos/ que habitan en tu vestido/ de agua”
Lo
que recuerda los versos ya leídos:
“Agua
agua agua agua/…. El presente aflorando del pasado”
El
agua, que antes era destrucción, regresa con la aureola luminosa que permite el
renacimiento, que genera de nuevo la vida; ese ciclo permanente al que estamos
supeditados:
Invierno,
primavera, verano, otoño, invierno… y el ciclo recomienza
El
novilunio, la luna creciente, la luna llena, la luna menguante, el novilunio… y
el ciclo recomienza…
La
marea alta y la marea baja, … y el ciclo recomienza…
La
regeneración del mundo y la regeneración del tiempo
“Dentro
de ti,/el secreto del mar/amniótico/con las suaves olas/que vienen/y van”.
“Tenía
la poesía en la punta de la lengua/… (le abría) ventanas para que aprenda/a
amar la libertad/desde ahora y para siempre”
La
LIBERTAD, el mejor obsequio que un ser humano puede darle a otro; eso lo
sabemos muy bien las mujeres.
Y
nuevamente la palabra “ventana”
“…
en la ventana / miro el espejo de mi propia alma”
En
ella y a través de ella podemos reencontrarnos con nosotras mismas; como
“ventana” nos invita a volar y como “espejo” a conocernos a nosotras mismas;
sólo de ese modo podremos conocer a los demás.
No
olvidemos que el conocimiento es sinónimo de LIBERTAD.
Parte IV
Puerto de amor
En Puerto de Amor la poeta Young forja un nuevo lenguaje en el que
hurga, se sumerge –bucea es la palabra adecuada– en las emociones que han
bailado al son de su propia vida; como una inmensa marea que viene y que va…
“Aun
sin conocerte/en el misterio del atardecer y su yerba oscura/te amaba”
Y
al mismo tiempo araña, desvela la realidad sociopolítica de Centroamérica. En
sus versos desfilan los bananeros expoliados, los eternos desheredados de la
tierra:
“Aquí,
nadie quiere pensar en el mañana/este puerto de entrada y salidas/donde se
tiñen los obreros de sangre bananal “
Es
un fresco de la frontera, territorio de nadie y de todos, esa línea invisible
que los gritos y fallidas esperanzas balancean como si se tratase de una hamaca
sacudida por un violento vendaval:
“Esta
frontera tiene vida/-una voluptuosa pasión por lo efímero-”:
“En
el corazón del pueblo los chanceros hacen el día/y conversan las señoras de los
últimos muertos que entierran…/conozco este puerto bebedor de ira y rumores
ajenos/lo conozco en las voces de los manifestantes/y el chisme acalorado de
sus habitantes”
La
poeta se convierte en el testigo que nombra la miseria humana.
Su
voz es la voz de las prostitutas marchitas que vagan por la callejuelas de los
puertos y que dejan su vida hecha harapos en un viejo catre, desvencijado y
maloliente:
“Septiembre
cruzó la frontera/Con sus cantinas, sus prostíbulos/Sus chinamos/Con su aduana
y papeles migratorios”
Su
poesía se sumerge en la condición humana y pone ante nuestros ojos, como si se
tratase de una película, imágenes de hondo contenido sociopolítico; sin
descuidar por ello el lenguaje y la estética que siempre debe acompañarlo.
“El
hormigueo en las calles/Me embriaga de colores ardientes/De contrabando, de arroz
tico,/De aceites, de cebolla, de natilla/Esta frontera tiene vida/ –una
voluptuosa pasión por lo efímero-”
Y
al retratar lo efímero, al fijarlo en la retina, lo transforma en imperecedero,
le da consistencia, solidez, lo convierte en perpetuo.
No
todo podía ser vestigios, ni ruina, ni derrumbe.
Y
con septiembre llega otro puerto, el amor.
“Este
puerto de tus brazos,/la lluvia llena de noches sin estrellas/… tus besos en
mis ojos mirando el naranjal/… olvidé el miedo/… Septiembre no se acaba/queda
inmóvil, perdido, en la enredadera del chayote/en los pasos que abordan el
asombro/en tu ombligo, orificio perfecto, escondite de amor.”
El
regocijo da paso al derrumbe cuando descubre el rostro oculto de su nuevo
puerto:
“
No sé cual es el júbilo que embarga mi agonía/en este puerto donde no anclan
los barcos/… muelle destartalado/Este no lugar donde dejé mi vida/… aquí no
están mis abuelos/ni tengo por qué hacerme preguntas antiguas”
El
júbilo se manifiesta finalmente como lo que siempre fue: hojarasca, turbulencia,
naufragio. Es entonces cuando toma conciencia del violento huracán que le borró
la memoria por algún tiempo. Y al despertarse sola, en un recodo de las
callejuelas desconocidas, se da cuenta que ese no es su mundo ni el de sus
ancestros; y que Po Chi I se niega a visitarla cuando más lo necesita; porque
allí no están ni sus raíces ni sus ramas y que si quiere ver la luz debe
buscarla lejos de ese paisaje mustio.
Este
puerto es tu casa,/… donde tu niño grita/y el hombre que te acompaña, se
deshace”
El
hombre que creía el ombligo del mundo sólo es tierra transformada en lodo, en
arenas movedizas.
Es
una especie de tormenta de arena, de esas que azotan el desierto destruyendo a
su paso todo lo que se les atraviesa.
Y
aun así la poeta reconoce
“…
amo este puerto viejo y desolado/… no quiero morir en otros mares”
Más
adelante dirá, como si se tratase de una letanía,
“Cuánto
duele abuela ser feliz”
Días sin ti
“¡Qué cese ya esta asfixia/de respirar con
pulmón ajeno!/El aire no es bastante para los dos”. Rosario Castellanos
Este
epígrafe da inicio a la tercera parte del libro que lleva un subtítulo bastante
sugestivo, Días sin ti.
El
epígrafe es un abrebocas que sumerge al lector en una atmósfera viciada y que
nos lleva a navegar –o a hundirnos– en el mar “tumultuoso” que pretende ahogar
a la poeta que canta para no sucumbir a la violencia del agua.
“Fibras
de agua,…/Cual ola embravecida”
Su
cántico es un lamento que atraviesa centurias, mareas, universos.
“Toda
el alma inundada/De vientos y de truenos/Las filosas afrentas/Asesinando /El
corazón enamorado”
Su
cántico recuerda la sal que quema su cuerpo.
Léase
corroer, incinerar.
“No
albergaré esperanzas /en el invierno inhóspito de este puerto/de sal/y de diluvios
tumultuosos”
Y aunque la violencia de un tsunami suele
llevarse consigo todo lo que encuentra a su paso, también puede ocurrir que el
agua simplemente arrastre antiguos dolores, y que como el agua amniótica dé
lugar a nuevo alumbramiento:
“…
el agua, /finalmente,/también/borra el dolor”
La
poeta, convertida esta vez en testigo, en elegida para contar la historia, su
historia, para contar la leyenda, su leyenda, hace alusión a “la voluptuosa
pasión por lo efímero”; donde el puerto de los brazos del amado, es un “árbol
de granadina desfigurado”; por eso se pone en la tarea de “desprender/ una a
una a todas las mujeres que atrapan mi locura”. Y al hacerlo poco a poco
descubre un horizonte donde el temporal ha dado paso a la calma:
“árbol
de guayacán de flores moradas rebeldes / donde los pájaros se posan un momento
antes de reemprender el vuelo/ colgaré como en un tendedero mi libertad
inaugurada”.
El
árbol le indica –nos indica– que la libertad no es sólo un sueño.
Y
luego, en un grito que atraviesa el cosmos, rompiendo su silencio, interpela a
las mujeres ancestrales, y a las que están por venir, con el verso al que ya
había hecho alusión y que parece una espina: “cuanto duele / abuela / ser
feliz”.
Llama de los abrojos
ALGUNOS SIGNIFICADOS DE ABROJO:
(Del lat. aperi oculos, abre los ojos.)
1.
Planta de tallo rastrero, hojas compuestas con folículos pares y fruto casi
esférico y espinoso, frecuente en los sembrados.
Pieza
de plata u otro metal que tiene forma de abrojo y que ponían los disciplinantes
en el extremo del azote para aumentar su penitencia.
Llama
de los abrojos es un poema en prosa vertiginoso, es un profundo lamento nacido
de la noche de los tiempos.
Es
un relato-poema lleno de música, como si se estuviese al lado de una catarata,
o más bien al lado de una avalancha dispuesta a destruirlo todo en las
tinieblas del cosmos; repitiéndolo, una y otra vez, hasta el fin de los
tiempos.
Así,
la mujer-poeta-testigo de su tiempo –testigo de los tiempos– se levanta cada
amanecer convencida que la tempestad pasó, que sólo fue una pesadilla, que la
calma por fin dejará crecer los bananales.
En
este relato-poema, vendaval bíblico, aparece nuevamente la cólera del primer
poema del libro, y al cual se hacía alusión antes.
LLAMA DE LOS ABROJOS,
es un precipicio que pareciera no tener fin, un salto al vacío, a la nada.
Pareciera que el amado hunde, una y otra vez, la cabeza de la amada en un pozo
oscuro; y cuando ella cree estar ahogándose, él, en su omnipotencia, le saca
nuevamente la cabeza dándole un poco de oxigeno, el necesario para que no
sucumba; porque si ella muere él ya no tendría excusas para seguir viviendo.
Sólo en la derrota absoluta de la amada él, el victimario, puede encontrar la
fuerza para seguir viviendo; esa es su pírrica victoria.
Llama
de abrojos es un relato universal.
En
él podemos reconocernos las mujeres que hemos sufrido maltrato psicológico, ese
del que nadie habla porque no deja cicatrices visibles.
No
olvidemos que la poesía describe el dolor humano, el que se encuentra en el
pozo oscuro del patriarcado, y cuando las mujeres nos contemplamos en sus aguas
turbias. No olvidemos que la poesía describe el dolor humano, el que se
encuentra en el pozo oscuro del patriarcado, y cuando las mujeres nos
contemplamos en sus aguas turbias, contemplamos el dolor humano; y por supuesto
eso hace de Llama de los abrojos un relato universal.
Máxime
si el dolor infligido viene acompañado de una caricia.
Máxime
si viene de la mano que no duda en hundir nuestras cabezas en ese espejo
transformado en fango.
Hay
otro aspecto muy importante en este relato poético, y es el fresco que está
detrás de las bambalinas; el fresco que dibuja, pinta, describe, nombra, narra.
El fresco que filma la miseria de los desheredados de la tierra, de los
olvidados, de los desarrapados, seudoesclavos que trabajan por pocas monedas;
es un fresco al cual ya se había hecho alusión:
Y
por supuesto es un texto político, militante, sin dejar de ser poético; como en
la poesía de Diana Morán:
Escuchen lo que digo/con la capilla ardiente del
rencor más viejo:/Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, /que ofrece su
agua buena al peregrino/ha arrastrado sesenta calendarios/sin derecho a la
fruta, al árbol de su huerto,/saqueada en la bondad de su cintura./Escuchen lo
que digo:/En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas/para contar
al mundo la parábola del buen vecino/que aplastó la luz recién nacida./ (del poema Soberana presencia
de la patria, D. Morán).
Y
Gloria Young nos dice:
nos sentíamos fuertes y felices conquistaríamos
todos los territorios posibles juntos a la par y nadie sería capaz de
derrotarnos aunque nadáramos contra la corriente porque así éramos no nos
compraban la conciencia ni tenían precio nuestras convicciones y mucho menos
nuestro amor aparecíamos invencibles ante el mundo éramos el uno para el otro
poderosos en la palabra y en la acción y me fui a vivir a tu territorio de
obreros pobres e indígenas olvidados y de recuerdos de riquezas pasadas que
parecían nunca más volver y asumí tus luchas como las mías y ayudaba a los
necesitados porque era tu pueblo el que sufría y me fundí en el mismo y lloraba
sus miserias como si fuesen mías y penetrábamos los bananales donde tú corriste
de niño y cruzábamos la frontera y nadie como tú para conocer esos caminos de
realismo mágico ya hubiera querido Gabo conocer los senderos de las palmas de
aceite y los prostíbulos que me contaban que había donde los obreros dejaban
tanto dinero como el que ganaban en tiempos del oro verde y los cines de las
casetas de los obreros en las fincas bananeras donde convivían con los tóxicos
que les quemaban la garganta y les dejaban la piel seca y volvía estériles a
los hombres y me llevaste a Golfito a conocer el lugar donde estuviste exiliado
y donde tuviste tus hijos y me llevaste a Nelly donde también viviste mientras
no dejaban que entraras a tu patria y donde fue tu madre a morir en tus brazos.
La
frontera, el territorio de nadie y de todos.
La
huella de la tragedia, del dolor humano.
Ese
fresco es el que sirve de telón y de trasfondo a la historia de amor que narra
la poeta.
“desapareciste
por varios días y yo sin saber nada a punto de llamar a la policía para que te
buscaran me llamaste que no te había pasado nada que vivías solo que tenías un
misterio que yo no conocía te fuiste a beber licor a la frontera y te perdiste
con alguna mujer de alquiler…no sabía cómo eras solo intuía que el dolor entre
mis piernas de tantas noches de mi cuerpo sacrificado en la pasividad de tus
deseos y esas ganas de amar insatisfechas tenían un rostro un nombre y un lugar
desconocidos para mí.”
El
puerto de amor aparece nuevamente, como el lugar al que se llega,
ni
el que brinda reposo, ni en sus costas se puede mirar más allá de la linea del
horizonte.
No.
Es
un puerto que ha visto pasar otros amores y otras épocas, todas ellas alejadas
del sosiego, de ese minuto eterno que nace después de las caricias, ese efímero
momento en que los sentidos creen estar colmados,
cuando
en realidad es el caos el que los habita.
“en
la mesa aún reposaba el pan caliente y en las tejas se escuchaba la lluvia
refrescando nuestro amor nuestro amor pregunto nuestro amor mejor escribir
algún verso para sentir que estoy viva que no podrán las mentiras volverme loca
el alma errante en el vacío mirar hacia otros puertos de otros mundos como el
de Alanya por ejemplo en la inmortal Turquía donde Marco Antonio y Cleopatra se
amaron y donde como prueba de amor él le regaló Alanya y ella taló todos los
árboles de cedro y envío la preciosa madera a Egipto para hacer embarcaciones
de guerra Alanya donde Helena desató la guerra de Troya con su mágica belleza
como por ejemplo Haifa en la Israel de la guerra y la paz puerto que conduce a
la tierra santa aquélla de la que habla la biblia que leías todos los días
mientras me engañabas…”
Sólo
que en este caso la poeta no es Cleopatra ni comanda ejércitos ni es dueña de
astilleros de guerra…
Y
sin embargo, eso no le impide vivir la guerra, no desde lo alto de un
acorazado, sino como el círculo perfecto, allí donde se juega al tiro al
blanco, allí donde caen todas las saetas cubiertas de ponzoña.
Y
cuando el amado cree haber vencido, encuentra que él mismo, sin saberlo, se
inoculó el veneno que por años diseminó a diestra y siniestra.
Es
entonces cuando el telón se cierra
y
la marioneta
no
cae…
es
aspirada por el vendaval de su propia vida.
Porque
“la
poesía no duerme ni se derrota el amor mientras aparecen nuevas ciudades nuevos
puertos nuevos mares y en palacio de Knossos frente a la imagen del Príncipe de
los Lirios un silbido desata mis manos para no necesitar que me sostengas”
Repito:
“un
silbido desata mis manos para no necesitar que me sostengas”
Con
estas palabras Gloria Young cierra el libro.
La
araña, que vive en su interior, pudo reconstruir nuevamente el tejido, el lienzo
que la protege, no el sudario que el amado, –léase rémora deseaba para ella,
reconstruyó la piel, no la piel curtida, la piel suave que le dio otra vida; la
que le permitió salir del marasmo, de las aguas turbias, de las aguas
turbulentas en las que se ahogó durante años… Encontró las aguas calmas; esas
aguas que son las palabras, palabras que exorcisan dolores antiguos, dolores
que como parásitos impiden ver la luz.
La
fuerza de Gloria Young es como el fuego que sale indemne de los aguaceros
bíblicos del Caribe.
Antes
de finalizar quisiera recordar dos aspectos fundamentales en el libro de Gloria
Young:
En
Llama de los abrojos cabe resaltar la
concepción del estilo de su prosa poética. Me refiero a la ausencia de
puntuación. Recurso poco usual, y nada fácil, que muestra la pericia de la
poeta Young en el momento de la creación poética.
Gloria
Young sabe que si no se mira de frente al pasado, se propicia el proceso del
silencio y del olvido; lo que facilita que se reproduzca como las cabezas de
una hidra.
Para
terminar diría que Nada que ocultar,
es una nao que nos lleva por mares ignotos; y en cada viaje, en cada puerto,
descubrimos nuevos horizontes.
Y
en alguno de ellos la vemos caminando triunfadora, como la vemos hoy en Casa de
América con este libro que acabo de presentarles.
Y
ésto es válido desde el punto de vista personal y por supuesto desde su
posición de ciudadana que asume la historia de su país y que enfrenta los retos
políticos de cada día sin darles la espalda.
Nada
que ocultar es un poemario que desnuda sin pudor a hombres y mujeres agotados
por la sociedad patriarcal. Y lo que es más importante aún, aniquila prejuicios
que sólo atan nuestras gargantas y que nos impiden encontrar la ruta que
conduce a la libertad.
Para
terminar, diría que Gloria Young, la mujer, la poeta, la política la feminista,
se reinventa una y otra vez. Puede emular a Neruda y afirmar como él para nacer
he nacido y puede decir también, sin que nada se le quedé en el tintero,
confieso que he vivido.
NOTA
Este ensayo hace parte de la conferencia que dicté el 8 de junio de
2017 en la Casa de América (Madrid-España); con la presencia de los Embajadores
de Panamá y Colombia en España, señores sr. Milton Cohen Enriquez Sasso y sr.
Alberto Furmanski Goldstein.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.
DORIS SALCEDO (Colombia, 1958). La obra de Doris Salcedo parte de la memoria de la violencia política. Da forma al dolor, el trauma y la pérdida, creando un espacio para el duelo individual y colectivo. Se trata del insoportable vacío que deja la desaparición. En él, la presencia de los objetos suele representar ausencias. Aunque su trabajo se desvía de las convenciones de los lenguajes artísticos, se puede decir que es escultora: crea espacialidades y objetos que transmiten historias y condensan experiencias humanas. La obra está impregnada de una urgencia que dice no poder contener: ante la tragedia, la muerte sin sentido y la violencia desmedida. Son obras sobre la muerte y humillación de los emigrantes, sobre la guerra y la muerte violenta de jóvenes colombianos a manos de mercenarios. En 2003 participó en la Bienal de Estambul y apiló 1600 sillas que recogió de diferentes lugares. Una pieza, de volumen y escala similar a los edificios circundantes, que pretendía crear una topografía del terror de las migraciones en el mundo global. Cuando, en 2007, realizó “Shibbolett” para la sala de turbinas de la Tate Gallery de Londres, abrió una rendija de 167 metros que recorría todo el suelo del espacio. Era como si hubiera ocurrido un terremoto allí. Todavía se pueden encontrar rastros de este trabajo en el piso del museo de Londres y Doris habla de su permanencia como una cicatriz permanente.
Agulha Revista de Cultura
Número 227 | abril de 2023
Artista convidado: Doris Salcedo (Colombia, 1958)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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