sábado, 8 de abril de 2023

BERTA LUCÍA ESTRADA | Nada que ocultar, de Gloria Young: génesis o turbulencia de la palabra

 


Parte I

Conocí a Gloria Young en el marco del IX Encuentro Internacional de Mujeres Escritoras en Bogotá en el año de 2010. En esa ocasión el Encuentro estaba dedicado a Matilde Espinosa, una de las más importantes voces poéticas de Colombia. Coincidimos en la presentación de dos trabajos, cada una había escrito un ensayo sobre una poeta de su país. La escuché atentamente, no solo conocía a una escritora de la que nunca había oído hablar, sino que ante mí nacía una mujer, Gloria Young, que con el tiempo se transformaría en una de mis grandes amigas.

Dos años después, en el 2012, Gloria me invitó al X Encuentro que se llevó a cabo en su país natal, Panamá, y del cual era su presidenta. El evento conmemoraba a Diana Morán, la escritora que me había regalado hacía dos años. Desde entonces la magia de su amistad no ha hecho sino enriquecer mi vida.

Gloria Young está hoy a mi lado, y como imagino que habrá algunas personas que no la conocen, o que la conocen poco, voy a permitirme hablar un poco sobre ella, sobre ti admirada poeta Young.

Sé que no le gustan los elogios; sin embargo, no podrá evitar que yo los diga.

Así que comenzaré por una pregunta muy simple y a la vez categórica: ¿Quién es Gloria Young? ¿Young? Dirán algunos de ustedes, pero si ese apellido no es español…

Y ahí comienza el enigma y la veta insondable que es Gloria Young. Una mujer mestiza como lo somos todos los latinoamericanos e incluso los europeos; es decir como lo somos todos los seres humanos. Gloria Young es descendiente de esclavos africanos, de migrantes europeos, no sólo españoles sino húngaros, y como veremos detenidamente es descendiente directa de lo que se ha denominado la diáspora china.

No temas avanzar lentamente, teme solo detenerte. (Confucio)

Su bisabuelo paterno era originario de Manchuria; para ser más exacta pertenecía a la etnia tungú, uno de los pueblos que se sometieron al dominio de Gengis Khan. Tal vez la insignia que más conocemos de este pueblo es su costumbre de rapar el área frontal del cráneo de los hombres y al mismo tiempo dejar crecer una larga coleta (trenza); lo que también ayudaba a identificarlos en los campos de batalla. Esta etnia tuvo el control de China desde 1654 hasta su caída en 1912, en el período conocido como Dinastía Qing; la cual impuso sus códigos vestimentarios en todo el Imperio.

El bisabuelo de Gloria Young, cuyo progenitor lo entregó a una familia que tenía proyectado emigrar a la Guayana Británica –posiblemente para escapar de alguna hambruna– hizo parte de las primeras migraciones de trabajadores chinos –más conocidos como culíes o coolíes– en el Caribe, llevadas a cabo básicamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

Aunque hablar de “migraciones” es un eufemismo; puesto que en realidad se trataba mano de obra bajo un régimen cuasi esclavista que en no pocos casos fue el germen de la actual presencia china en los diferentes países antillanos y que venía a reemplazar a los esclavos venidos de África, cuyo mercado comenzaba a ser prohibido.

En el año de 1833 el Imperio Británico es el primero en promulgar una legislación que pretendía combatir dicha infamia; en realidad un crimen de lesa humanidad.

Veamos que dice la literatura sobre esta migración que también ha recibido, como acabo de anotarlo, el nombre de La Diáspora China.

El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, describe la Cartagena de Indias de 1895, así como la comunidad china que albergaba; un fresco sociológico que cuenta lo que sucedía en el Caribe decimonónico:

 

Nadie creyó que el autor fuera el chino premiado. Había llegado a fines del siglo anterior huyendo del flagelo de fiebre amarilla que asoló a Panamá durante la construcción del ferrocarril de los dos océanos, junto con muchos otros que aquí se quedaron hasta morir, viviendo en chino, proliferando en chino, y tan parecidos los unos a los otros que nadie podía distinguirlos. Al principio no eran más de diez, algunos de ellos con sus mujeres y sus niños y sus perros de comer, pero en pocos años desbordaron cuatro callejones de los arrabales del puerto con nuevos chinos intempestivos que entraban en el país sin dejar rastro en los registros de aduana.

Algunos de los jóvenes se convirtieron en patriarcas venerables con tanta premura, que nadie se explicaba cómo habían tenido tiempo de envejecer. La intuición popular los dividió en dos clases: los chinos malos y los chinos buenos. Los malos eran los de las fondas lúgubres del puerto, donde lo mismo se comía como un rey o se moría de repente en la mesa frente a un plato de rata con girasoles, y de las cuales se sospechaba que no eran sino mamparas de la trata de blancas y el tráfico de todo. Los buenos eran los chinos de las lavanderías, herederos de una ciencia sagrada, que devolvían las camisas más limpias que si fueran nuevas, con los cuellos y los puños como hostias recién planchadas. Fue uno de estos chinos buenos el que derrotó en los Juegos Florales a setenta y dos rivales bien pertrechados. Nadie entendió el nombre cuando Fermina Daza lo leyó ofuscada. No sólo porque era un nombre insólito, sino porque de todos modos nadie sabía a ciencia cierta cómo se llamaban los chinos.

 

García Márquez deja así constancia de la presencia, a veces ignorada, de las comunidades chinas en el Caribe, y por ende en toda Hispanoamérica. Un desconocimiento producto no sólo de la escasez de fuentes sino de la dispersión de las mismas.

La migración china llegó a las Antillas en la segunda mitad del siglo XIX. La prohibición de 1833, que impedía la importación de esclavos negros del África Occidental, tenía como efecto inmediato el arribo de coolíes para trabajar en las plantaciones. Esta llegada de un nuevo pueblo engendró un cambio fundamental en la sociedad caribeña. Debido a la gran escasez de mujeres chinas, los nuevos llegados crearon familias con esclavas o hijas de esclavos libertos. Los migrantes chinos no sólo se instalaron sino que se integraron en las diferentes comunidades del Caribe, contribuyendo en gran medida a la gran riqueza étnica y cultural de dicha región.

Pues bien, el bisabuelo de Gloria Young era uno de esos coolies que llegaron en un viejo y destartalado barco a las costas de la Guayana Inglesa. En otras palabras fue uno más de los millones de inmigrantes que llegaron a América; no me refiero sólo a los EEUU, sino al continente, a ese continente que Neruda nos describiera en Canto General; esa oda americana que muchas personas de mi generación no hemos dejado nunca de admirar y de leer.

 


AMOR AMÉRICA
(Pablo Neruda)

Antes de la peluca y la casaca fueron los ríos, ríos arteriales, fueron las cordilleras, en cuya onda raída el cóndor o la nieve parecían inmóviles: fue la humedad y la espesura, el trueno sin nombre todavía, las pampas planetarias.

Y ese hombre debió haber llegado, como muchos otros inmigrantes de todos los tiempos, con una valija en la que guardaba su mayor tesoro: su lengua, su cultura, el pasado milenario de su pueblo; y allí, oculto, imagino a Po Chi-I (372-427) recitándole a su bisabuelo versos que le recordaran a su amada China:

 

RETENIDO POR UNA NOCHE EN UNA CALETA

Viajando en barco a Chiang-chou

En la oscuridad me trepo a la margen del río, me paro acá, [solo: viento sobre el agua, aire helado –una fresca tarde. Me vuelvo, miro el bote atracado en la caleta – entre brotes de cañas y ráfagas, un rayo de luz.

Afortunadamente el bisabuelo de Gloria Young no estaría por siempre solo. Él, al igual que muchos otros de sus compatriotas, encontró el amor y dejó una semilla que se fructifica cada vez más. La tierra pródiga que le dio cobijo ha sabido reproducir una y otra y otra vez la simiente que viajó en una antigua nao.

De esa simiente nació su padre, un hombre probo, trabajador incansable, que junto a otra mujer maravillosa horadaron la tierra en busca de la veta que hizo posible que una vez más las semillas germinasen y saliesen a la luz en su tierra, esa tierra llamada América.

 

Parte II

Se preguntarán ¿y quién es la madre de Gloria Young?

Yo podría responderles que es una descendiente de múltiples pueblos, entre ellos el español. Una mujer educadora y defensora de los Derechos de la Mujer, o sea, defensora de los DDHH; como lo es su hija, la poeta que hoy tengo el honor de presentar en esta casa que es la casa de todos los latinoamericanos, la Casa de América; el hogar que recibe a los escritores, poetas y artistas de allende el mar; ese continente que hoy acoge a tantos y tantos hijos de España que nuevamente han debido migrar, no para hacer las Américas, como lo hacían antaño, sino para poder continuar con la vida que la crisis interrumpió hace pocos años.

Y es que a veces olvidamos que todos los pueblos del mundo han sido y son eternos errantes, migrantes en busca de la Tierra Prometida; y al no recordar ese componente, tan importante de la historia humana, ignoramos que somos ciudadanos del mundo y no sólo ciudadanos del país donde vimos la luz; nos ponemos una venda en los ojos que nos impide ver que la tierra nos pertenece a todos por igual.

Gloria Young, por su parte, es una infatigable gestora cultural. Su trabajo de más de cuarenta años, en pro del desarrollo educativo y de la defensa de los derechos de la mujer y la igualdad de género, así lo atestigua. Precisamente en el pasado mes de abril le fue otorgado el máximo premio que da la Defensoría del Pueblo de Panamá, Premio Mujer Destacada 2017.

Y por supuesto no puedo dejar de recordar el cargo que ostenta desde hace dos años, el de Embajadora de Panamá ante Marruecos; antes había representado a su país en Austria.

Un reconocimiento a esa tarea que ha desarrollado como una abeja obrera, sin descanso, sin permitirse dejar para mañana lo que puede hacer hoy.

La he visto indómita ante el sueño, sin rendirse a él, ni bajar la cabeza.

La he visto pararse con esa fuerza de los árboles que ella invoca en su poesía; como son el canelo, el ciprés, el roble o el guayacán.

Árboles míticos, poseedores de una fuerza que rara vez es doblegada; así bailen al vaivén de los huracanes que llegan en las épocas de diluvios tropicales y que a menudo los arrodilla o descuaja sus raíces centenarias.

Porque esa es Gloria Young, una fuerza de la naturaleza.

No conoce la sumisión, ni la rendición.

Ella sabe que las batallas perdidas son el hálito para ganar la guerra.

Sabe que son el hálito para salir indemne de las tormentas, así los ríos se salgan de su cauce y arrasen poblados enteros…

Por eso dice al comienzo de Nada que ocultar

agua agua agua agua/de todas partes el agua se confundía/con el canto de las piedras muertas /-el presente aflorando del pasado– /¿entonces?¿sí se rompen los cristales? /–todo el peso del mundo sobre mi cuerpo–

Y Ella sigue indemne…

Observa el espacio desolado, así las lágrimas le nublen la mirada.

Su canto es una red, no de hilos sino de lianas; las lianas engendradas por los vocablos, paridas por las palabras.

Su canto es una red de araña que anuda para que las mujeres que lo escuchemos no sucumbamos ante el horror del mundo que se desintegra ante nuestros ojos y para que no nos ahoguemos en la maraña de nuestros propios miedos; esos miedos que a menudo –léase casi siempre– alimentan al amor.

Al igual que Louise Bourgeois sabe que como una araña puede reparar y reparar.

Al igual que las arañas Gloria Young sabe reparar el lienzo roto.

Sabe reconstruir.

 

Reconstrucción

Esa es la clave del libro que hoy nos ocupa: NADA QUE OCULTAR, Ediciones Doce Calles S.L. (España-2013).

El título es bastante sugestivo.

A las mujeres se nos ha impuesto el SILENCIO, se nos ha inculcado que pase lo que pase debemos quedarnos calladas, no decir nada, y si nos dan una bofetada debemos ofrecer la otra mejilla.

Sumisión lo llaman.

Gloria Young se niega a esa premisa judeocristiana, tan arraigada en la sociedad patriarcal.

Y aunque sabe que a veces es una hoja barrida por el viento, sabe también que la calma llega y que puede renacer de los escombros.

 

NADA QUE OCULTAR es un grito, un alarido de mujer herida, no deja nada en el tintero, se desnuda orgullosa de su fuerza y de su sabiduría.

NADA QUE OCULTAR es una catarsis de dolor, una especie de letanía que recuerda los lamentos de las antiguas plañideras griegas y de las lloronas del Pacífico colombiano. Sin olvidar a Las Lloronas de Picasso. Él mismo dijo: –Las mujeres son una máquina de sufrimiento. A lo que Françoise Gillot respondió: –Yo creía que éramos una maquina de creación.

Su canto, aunque doloroso, nos permite encontrarnos con nosotras mismas e intuir que pase lo que pase saldremos triunfadoras de la hecatombe. Porque cuando una mujer es humillada por un hombre, no es sólo ella, somos todas las mujeres que somos humilladas, vilipendiadas, pisoteadas, envilecidas, es la humanidad entera; lo que demuestra la fragilidad de la condición humana.

El canto de la poeta Young no hace perder a los marineros.

No es el cántico de una sirena que desea conducirlos a las profundidades del mar ni llevarlos de paseo al Hades.

Su canto es un hilo que teje la memoria.

Es un hilo que le huye a la palabra olvido.

Lucha contra la amnesia.


Tal vez por ello visita las estancias secretas de Penélope y se viste con su quitón; el manto del que habría de ser legataria la voz mágica y legendaria de Sherezada.

No en vano la poeta Young vive ahora en un país heredero de su cultura, religión y lengua.

 

Parte III

NADA QUE OCULTAR está dividido en cuatro partes:

Cristal que no se rompe

Puerto de Amor

Días sin ti

Llama de abrojos

 

Cristal que no se rompe

Es una especie de anti-mito, o de un mito al revés.

Su comienzo es lo más cercano a una hecatombe final.

Más que el anuncio de una tragedia, es la tragedia misma, es la nada que llega en un vendaval que arrasa cercas, cimientos, árboles, pero que la poeta lo identifica con “la magia”,

es el

“viento que trajo la lluvia…cerrándonos el paso / en la carretera”

y después llega la calma en

“el huerto (que) pide mis manos nuevamente”;

como si el universo solicitara, una y otra vez, otra oportunidad.

Luego un movimiento telúrico sacude la cama como si fuese una

“violenta hamaca… la tierra, impulso cósmico”

Y la poeta pregunta

“¿Eras tú sobre mi cuerpo?/¿protegiéndome?/¿o matándome de asfixia?”

Y en ese pulso por la magia invoca al viento, que a su vez arrastra más lluvia y

“árboles mutilados/inundaron el camino/hermosos/brillaban bajo la luna/en medio de la destrucción”

En la poesía de Gloria Young está ella, y por supuesto estamos todas las mujeres de todos los tiempos y de todas las culturas.

Su poesía es un grito visceral que nos recuerda que vivimos en una sociedad patriarcal que nos agobia y nos asfixia; como en los versos leídos anteriormente.

“¿Eras tú sobre mi cuerpo?…/¿o matándome de asfixia?”

Y si hablo de un anti-mito, o de un mito al revés, es pensando en los mitos fundacionales. Primero está la creación del jardín prometido y luego viene la hecatombe. Gloria Young, en cambio, inicia su libro con la destrucción de su cosmos.

Los versos “El nuevo día aviva la esperanza” y “el huerto pide mis manos/nuevamente”, demuestran que la poeta, una elegida en el sentido mítico de la palabra, es la única capaz de reconstruir el jardín del Edén perdido.

No obstante, antes de emprender la tarea de reconstrucción, de creación de un nuevo cosmos, de un nuevo jardín, debe asistir a la hecatombe final:

La de un movimiento telúrico que sacude los cimientos de la casa.

La cama, donde trata de recuperar fuerzas para que sus manos puedan sembrar de nuevo, se balancea como si fuese una

“violenta hamaca… la tierra, impulso cósmico”

Solo siente “-todo el peso del mundo sobre mi cuerpo-”

“Aquí no hay humana destrucción/Solo tierra fiera/Abriendo y cerrando sus grietas/Sin importar si la marea se aleja o se acerca del puerto”

Un tsunami

“desbocado/… grito del tiempo/… espumas furibundas/pájaros despedazado/perros aullando su temor enardecido”

Un dolor milenario recorre su piel, sus sentidos; huella indeleble que atraviesa centurias, generaciones, es un dolor hecho memoria, íntimo y colectivo, local y universal.

Por eso se pregunta:

“en qué grieta se escondió/la luz de la esperanza?”

Este poema también recuerda al cambio climático, como bien me lo hacía notar la poeta en una de nuestras conversaciones sobre su libro.

Y no es de extrañar que esto sea así.

Podríamos pensar que el vendaval, con el que inicia el libro que hoy nos ocupa, es también un diluvio, lo que me lleva inevitablemente a recordar el libro de Leyendas de la Tierra, de la geóloga Dorothy Vitaliano.

La tradición sobre inundaciones es muy numerosa a lo largo de toda América Latina… En algunos casos es fácil identificar los matices bíblicos. …Un ejemplo primitivo sobre inundaciones es el de los indios araucanos… se dice que dos serpientes fueron la causa de que el mar se elevara cuando trataban de probar cuál de ellas poseía las artes mágicas más poderosas. La inundación se produjo tras un intenso terremoto relacionado con una erupción volcánica, y la gente se refugió en una montaña que flotó hasta llegar cerca del Sol”. (Dorothy Vitaliano, Leyendas de la Tierra)

Vitaliano explica las catástrofes no sólo desde el punto de vista científico sino mítico. En su libro nos narra leyendas que describen fenómenos naturales como son los huracanes. Algunos con un fuerte poder destructor que aniquila el mundo habitado por algún pueblo determinado, lo que da lugar a la creencia de un diluvio universal, por ejemplo.

Y Gloria Young, conocedora de los huracanes que asolan el Caribe, algunos verdaderos diluvios, no podía escapar a la tradición oral, que con el tiempo se ha apoderado también de la escritura.

Ella, al recordar que esa noche de cataclismo era a su vez la nochebuena, prefiere ignorar la respuesta.

Lo que no ignora son:

“Los uniformes escolares revueltos en el lodo”

Sabe que

“No hay forma de disputarle al río /el ahogamiento de los sueños”

La poeta sabe que después de la tormenta llega la calma.

Sabe que toda destrucción lleva consigo el germen de una nueva vida, de un nuevo amanecer, de un nuevo sol que calentará la tierra.

Otra de las lecturas del primer capítulo de Nada que ocultar, es que ese vendaval es sólo una metáfora para nombrar el tiempo de derrotas disfrazadas de júbilo en el que veces vegetamos; una especie de sopor que nos impide ver nuestros verdaderos rostros en el espejo, o bien una bruma que navega en nuestros ojos, una especie de máscara que nos oculta de nosotras mismas, como el manto de las lloronas…

Y en ese pulso por la magia llama al viento que a su vez trae más lluvia y con ella:

“Árboles mutilados/Inundaron el camino/Hermosos/Brillaban bajo la luna/En medio de la destrucción”.

En la poesía de Gloria Young está ella, y estamos todas las mujeres de todos los tiempos y de todas las culturas.

Su poesía es un grito visceral que recuerda que vivimos en una sociedad patriarcal que nos agobia y nos “asfixia”, como en los versos anteriormente mencionados:

“¿eras tú sobre mi cuerpo? /¿protegiéndome?/¿o matándome de asfixia?”

Otra de la lectura que puede hacerse de este primer capítulo de Nada que ocultar, es que ese vendaval es sólo una metáfora para nombrar el tiempo de derrotas disfrazadas de júbilo en el que a veces vegetamos; una especie de sopor que nos impide ver nuestros verdaderos rostros en el espejo.

 

ISADORA REDONDA

Los poemas a Isadora forman parte de Cristal que no se rompe y nos recuerda que a pesar de todo el dolor acumulado no nos extinguimos.

Isadora, símbolo de la “redondez de los planetas”, es el “secreto del mar/ amniótico”, es “la obra maestra” que sólo las mujeres, dadoras de vida, podemos llevar a cabo.

Y aunque es consciente del novilunio también sabe que éste engendra un nuevo ciclo que se esconde en

“la redondez de la luna” oculta “detrás del árbol místico… (que) busca atrapar los miedos/ que habitan en tu vestido/ de agua”

Lo que recuerda los versos ya leídos:

“Agua agua agua agua/…. El presente aflorando del pasado”

El agua, que antes era destrucción, regresa con la aureola luminosa que permite el renacimiento, que genera de nuevo la vida; ese ciclo permanente al que estamos supeditados:

Invierno, primavera, verano, otoño, invierno… y el ciclo recomienza

El novilunio, la luna creciente, la luna llena, la luna menguante, el novilunio… y el ciclo recomienza…

La marea alta y la marea baja, … y el ciclo recomienza…

La regeneración del mundo y la regeneración del tiempo

“Dentro de ti,/el secreto del mar/amniótico/con las suaves olas/que vienen/y van”.


La regeneración del tiempo lleva la simiente de la LIBERTAD; por eso le abre ventanas a Luna Simone, la niña que habitaba en las aguas de Isadora, mientras le susurra al oído su propia versión de los poemas de Po Chi I; esos cánticos lejanos que alguna vez viajaron en un viejo cofre desde la lejana Manchuria, sólo que esta vez es en otra lengua y con un deje musical diferente:

“Tenía la poesía en la punta de la lengua/… (le abría) ventanas para que aprenda/a amar la libertad/desde ahora y para siempre”

La LIBERTAD, el mejor obsequio que un ser humano puede darle a otro; eso lo sabemos muy bien las mujeres.

Y nuevamente la palabra “ventana”

“… en la ventana / miro el espejo de mi propia alma”

En ella y a través de ella podemos reencontrarnos con nosotras mismas; como “ventana” nos invita a volar y como “espejo” a conocernos a nosotras mismas; sólo de ese modo podremos conocer a los demás.

No olvidemos que el conocimiento es sinónimo de LIBERTAD.

 

Parte IV

Puerto de amor

En Puerto de Amor la poeta Young forja un nuevo lenguaje en el que hurga, se sumerge –bucea es la palabra adecuada– en las emociones que han bailado al son de su propia vida; como una inmensa marea que viene y que va…

“Aun sin conocerte/en el misterio del atardecer y su yerba oscura/te amaba”

Y al mismo tiempo araña, desvela la realidad sociopolítica de Centroamérica. En sus versos desfilan los bananeros expoliados, los eternos desheredados de la tierra:

“Aquí, nadie quiere pensar en el mañana/este puerto de entrada y salidas/donde se tiñen los obreros de sangre bananal “

Es un fresco de la frontera, territorio de nadie y de todos, esa línea invisible que los gritos y fallidas esperanzas balancean como si se tratase de una hamaca sacudida por un violento vendaval:

“Esta frontera tiene vida/-una voluptuosa pasión por lo efímero-”:

“En el corazón del pueblo los chanceros hacen el día/y conversan las señoras de los últimos muertos que entierran…/conozco este puerto bebedor de ira y rumores ajenos/lo conozco en las voces de los manifestantes/y el chisme acalorado de sus habitantes”

La poeta se convierte en el testigo que nombra la miseria humana.

Su voz es la voz de las prostitutas marchitas que vagan por la callejuelas de los puertos y que dejan su vida hecha harapos en un viejo catre, desvencijado y maloliente:

“Septiembre cruzó la frontera/Con sus cantinas, sus prostíbulos/Sus chinamos/Con su aduana y papeles migratorios”

Su poesía se sumerge en la condición humana y pone ante nuestros ojos, como si se tratase de una película, imágenes de hondo contenido sociopolítico; sin descuidar por ello el lenguaje y la estética que siempre debe acompañarlo.

“El hormigueo en las calles/Me embriaga de colores ardientes/De contrabando, de arroz tico,/De aceites, de cebolla, de natilla/Esta frontera tiene vida/ –una voluptuosa pasión por lo efímero-”

Y al retratar lo efímero, al fijarlo en la retina, lo transforma en imperecedero, le da consistencia, solidez, lo convierte en perpetuo.

No todo podía ser vestigios, ni ruina, ni derrumbe.

Y con septiembre llega otro puerto, el amor.

“Este puerto de tus brazos,/la lluvia llena de noches sin estrellas/… tus besos en mis ojos mirando el naranjal/… olvidé el miedo/… Septiembre no se acaba/queda inmóvil, perdido, en la enredadera del chayote/en los pasos que abordan el asombro/en tu ombligo, orificio perfecto, escondite de amor.”

El regocijo da paso al derrumbe cuando descubre el rostro oculto de su nuevo puerto:

“ No sé cual es el júbilo que embarga mi agonía/en este puerto donde no anclan los barcos/… muelle destartalado/Este no lugar donde dejé mi vida/… aquí no están mis abuelos/ni tengo por qué hacerme preguntas antiguas”

El júbilo se manifiesta finalmente como lo que siempre fue: hojarasca, turbulencia, naufragio. Es entonces cuando toma conciencia del violento huracán que le borró la memoria por algún tiempo. Y al despertarse sola, en un recodo de las callejuelas desconocidas, se da cuenta que ese no es su mundo ni el de sus ancestros; y que Po Chi I se niega a visitarla cuando más lo necesita; porque allí no están ni sus raíces ni sus ramas y que si quiere ver la luz debe buscarla lejos de ese paisaje mustio.

Este puerto es tu casa,/… donde tu niño grita/y el hombre que te acompaña, se deshace”

El hombre que creía el ombligo del mundo sólo es tierra transformada en lodo, en arenas movedizas.

Es una especie de tormenta de arena, de esas que azotan el desierto destruyendo a su paso todo lo que se les atraviesa.

Y aun así la poeta reconoce

“… amo este puerto viejo y desolado/… no quiero morir en otros mares”

Más adelante dirá, como si se tratase de una letanía,

“Cuánto duele abuela ser feliz”

 

Días sin ti

 “¡Qué cese ya esta asfixia/de respirar con pulmón ajeno!/El aire no es bastante para los dos”. Rosario Castellanos

Este epígrafe da inicio a la tercera parte del libro que lleva un subtítulo bastante sugestivo, Días sin ti.

El epígrafe es un abrebocas que sumerge al lector en una atmósfera viciada y que nos lleva a navegar –o a hundirnos– en el mar “tumultuoso” que pretende ahogar a la poeta que canta para no sucumbir a la violencia del agua.

“Fibras de agua,…/Cual ola embravecida”

Su cántico es un lamento que atraviesa centurias, mareas, universos.

“Toda el alma inundada/De vientos y de truenos/Las filosas afrentas/Asesinando /El corazón enamorado”

Su cántico recuerda la sal que quema su cuerpo.

Léase corroer, incinerar.

“No albergaré esperanzas /en el invierno inhóspito de este puerto/de sal/y de diluvios tumultuosos”

 Y aunque la violencia de un tsunami suele llevarse consigo todo lo que encuentra a su paso, también puede ocurrir que el agua simplemente arrastre antiguos dolores, y que como el agua amniótica dé lugar a nuevo alumbramiento:

“… el agua, /finalmente,/también/borra el dolor”

La poeta, convertida esta vez en testigo, en elegida para contar la historia, su historia, para contar la leyenda, su leyenda, hace alusión a “la voluptuosa pasión por lo efímero”; donde el puerto de los brazos del amado, es un “árbol de granadina desfigurado”; por eso se pone en la tarea de “desprender/ una a una a todas las mujeres que atrapan mi locura”. Y al hacerlo poco a poco descubre un horizonte donde el temporal ha dado paso a la calma:

“árbol de guayacán de flores moradas rebeldes / donde los pájaros se posan un momento antes de reemprender el vuelo/ colgaré como en un tendedero mi libertad inaugurada”.

El árbol le indica –nos indica– que la libertad no es sólo un sueño.

Y luego, en un grito que atraviesa el cosmos, rompiendo su silencio, interpela a las mujeres ancestrales, y a las que están por venir, con el verso al que ya había hecho alusión y que parece una espina: “cuanto duele / abuela / ser feliz”.

 

Llama de los abrojos

ALGUNOS SIGNIFICADOS DE ABROJO: (Del lat. aperi oculos, abre los ojos.)

1. Planta de tallo rastrero, hojas compuestas con folículos pares y fruto casi esférico y espinoso, frecuente en los sembrados.

Pieza de plata u otro metal que tiene forma de abrojo y que ponían los disciplinantes en el extremo del azote para aumentar su penitencia.

Llama de los abrojos es un poema en prosa vertiginoso, es un profundo lamento nacido de la noche de los tiempos.

Es un relato-poema lleno de música, como si se estuviese al lado de una catarata, o más bien al lado de una avalancha dispuesta a destruirlo todo en las tinieblas del cosmos; repitiéndolo, una y otra vez, hasta el fin de los tiempos.

Así, la mujer-poeta-testigo de su tiempo –testigo de los tiempos– se levanta cada amanecer convencida que la tempestad pasó, que sólo fue una pesadilla, que la calma por fin dejará crecer los bananales.

En este relato-poema, vendaval bíblico, aparece nuevamente la cólera del primer poema del libro, y al cual se hacía alusión antes.

LLAMA DE LOS ABROJOS, es un precipicio que pareciera no tener fin, un salto al vacío, a la nada. Pareciera que el amado hunde, una y otra vez, la cabeza de la amada en un pozo oscuro; y cuando ella cree estar ahogándose, él, en su omnipotencia, le saca nuevamente la cabeza dándole un poco de oxigeno, el necesario para que no sucumba; porque si ella muere él ya no tendría excusas para seguir viviendo. Sólo en la derrota absoluta de la amada él, el victimario, puede encontrar la fuerza para seguir viviendo; esa es su pírrica victoria.

Llama de abrojos es un relato universal.

En él podemos reconocernos las mujeres que hemos sufrido maltrato psicológico, ese del que nadie habla porque no deja cicatrices visibles.

No olvidemos que la poesía describe el dolor humano, el que se encuentra en el pozo oscuro del patriarcado, y cuando las mujeres nos contemplamos en sus aguas turbias. No olvidemos que la poesía describe el dolor humano, el que se encuentra en el pozo oscuro del patriarcado, y cuando las mujeres nos contemplamos en sus aguas turbias, contemplamos el dolor humano; y por supuesto eso hace de Llama de los abrojos un relato universal.

Máxime si el dolor infligido viene acompañado de una caricia.

Máxime si viene de la mano que no duda en hundir nuestras cabezas en ese espejo transformado en fango.

Hay otro aspecto muy importante en este relato poético, y es el fresco que está detrás de las bambalinas; el fresco que dibuja, pinta, describe, nombra, narra. El fresco que filma la miseria de los desheredados de la tierra, de los olvidados, de los desarrapados, seudoesclavos que trabajan por pocas monedas; es un fresco al cual ya se había hecho alusión:

Y por supuesto es un texto político, militante, sin dejar de ser poético; como en la poesía de Diana Morán:

 

Escuchen lo que digo/con la capilla ardiente del rencor más viejo:/Mi patria, cántaro de amor en todo idioma, /que ofrece su agua buena al peregrino/ha arrastrado sesenta calendarios/sin derecho a la fruta, al árbol de su huerto,/saqueada en la bondad de su cintura./Escuchen lo que digo:/En cada sitio de mi cuerpo hay un dolor de siemprevivas/para contar al mundo la parábola del buen vecino/que aplastó la luz recién nacida./ (del poema Soberana presencia de la patria, D. Morán).

 

Y Gloria Young nos dice:

 

nos sentíamos fuertes y felices conquistaríamos todos los territorios posibles juntos a la par y nadie sería capaz de derrotarnos aunque nadáramos contra la corriente porque así éramos no nos compraban la conciencia ni tenían precio nuestras convicciones y mucho menos nuestro amor aparecíamos invencibles ante el mundo éramos el uno para el otro poderosos en la palabra y en la acción y me fui a vivir a tu territorio de obreros pobres e indígenas olvidados y de recuerdos de riquezas pasadas que parecían nunca más volver y asumí tus luchas como las mías y ayudaba a los necesitados porque era tu pueblo el que sufría y me fundí en el mismo y lloraba sus miserias como si fuesen mías y penetrábamos los bananales donde tú corriste de niño y cruzábamos la frontera y nadie como tú para conocer esos caminos de realismo mágico ya hubiera querido Gabo conocer los senderos de las palmas de aceite y los prostíbulos que me contaban que había donde los obreros dejaban tanto dinero como el que ganaban en tiempos del oro verde y los cines de las casetas de los obreros en las fincas bananeras donde convivían con los tóxicos que les quemaban la garganta y les dejaban la piel seca y volvía estériles a los hombres y me llevaste a Golfito a conocer el lugar donde estuviste exiliado y donde tuviste tus hijos y me llevaste a Nelly donde también viviste mientras no dejaban que entraras a tu patria y donde fue tu madre a morir en tus brazos.

 

La frontera, el territorio de nadie y de todos.

La huella de la tragedia, del dolor humano.

Ese fresco es el que sirve de telón y de trasfondo a la historia de amor que narra la poeta.

“desapareciste por varios días y yo sin saber nada a punto de llamar a la policía para que te buscaran me llamaste que no te había pasado nada que vivías solo que tenías un misterio que yo no conocía te fuiste a beber licor a la frontera y te perdiste con alguna mujer de alquiler…no sabía cómo eras solo intuía que el dolor entre mis piernas de tantas noches de mi cuerpo sacrificado en la pasividad de tus deseos y esas ganas de amar insatisfechas tenían un rostro un nombre y un lugar desconocidos para mí.”

El puerto de amor aparece nuevamente, como el lugar al que se llega,

ni el que brinda reposo, ni en sus costas se puede mirar más allá de la linea del horizonte.

No.

Es un puerto que ha visto pasar otros amores y otras épocas, todas ellas alejadas del sosiego, de ese minuto eterno que nace después de las caricias, ese efímero momento en que los sentidos creen estar colmados,

cuando en realidad es el caos el que los habita.

“en la mesa aún reposaba el pan caliente y en las tejas se escuchaba la lluvia refrescando nuestro amor nuestro amor pregunto nuestro amor mejor escribir algún verso para sentir que estoy viva que no podrán las mentiras volverme loca el alma errante en el vacío mirar hacia otros puertos de otros mundos como el de Alanya por ejemplo en la inmortal Turquía donde Marco Antonio y Cleopatra se amaron y donde como prueba de amor él le regaló Alanya y ella taló todos los árboles de cedro y envío la preciosa madera a Egipto para hacer embarcaciones de guerra Alanya donde Helena desató la guerra de Troya con su mágica belleza como por ejemplo Haifa en la Israel de la guerra y la paz puerto que conduce a la tierra santa aquélla de la que habla la biblia que leías todos los días mientras me engañabas…”

Sólo que en este caso la poeta no es Cleopatra ni comanda ejércitos ni es dueña de astilleros de guerra…

Y sin embargo, eso no le impide vivir la guerra, no desde lo alto de un acorazado, sino como el círculo perfecto, allí donde se juega al tiro al blanco, allí donde caen todas las saetas cubiertas de ponzoña.

Y cuando el amado cree haber vencido, encuentra que él mismo, sin saberlo, se inoculó el veneno que por años diseminó a diestra y siniestra.

Es entonces cuando el telón se cierra

y la marioneta

no cae…

es aspirada por el vendaval de su propia vida.

Porque

“la poesía no duerme ni se derrota el amor mientras aparecen nuevas ciudades nuevos puertos nuevos mares y en palacio de Knossos frente a la imagen del Príncipe de los Lirios un silbido desata mis manos para no necesitar que me sostengas”

Repito:

“un silbido desata mis manos para no necesitar que me sostengas”

Con estas palabras Gloria Young cierra el libro.

La araña, que vive en su interior, pudo reconstruir nuevamente el tejido, el lienzo que la protege, no el sudario que el amado, –léase rémora deseaba para ella, reconstruyó la piel, no la piel curtida, la piel suave que le dio otra vida; la que le permitió salir del marasmo, de las aguas turbias, de las aguas turbulentas en las que se ahogó durante años… Encontró las aguas calmas; esas aguas que son las palabras, palabras que exorcisan dolores antiguos, dolores que como parásitos impiden ver la luz.

La fuerza de Gloria Young es como el fuego que sale indemne de los aguaceros bíblicos del Caribe.

Antes de finalizar quisiera recordar dos aspectos fundamentales en el libro de Gloria Young:

En Llama de los abrojos cabe resaltar la concepción del estilo de su prosa poética. Me refiero a la ausencia de puntuación. Recurso poco usual, y nada fácil, que muestra la pericia de la poeta Young en el momento de la creación poética.

Gloria Young sabe que si no se mira de frente al pasado, se propicia el proceso del silencio y del olvido; lo que facilita que se reproduzca como las cabezas de una hidra.

Para terminar diría que Nada que ocultar, es una nao que nos lleva por mares ignotos; y en cada viaje, en cada puerto, descubrimos nuevos horizontes.

Y en alguno de ellos la vemos caminando triunfadora, como la vemos hoy en Casa de América con este libro que acabo de presentarles.

Y ésto es válido desde el punto de vista personal y por supuesto desde su posición de ciudadana que asume la historia de su país y que enfrenta los retos políticos de cada día sin darles la espalda.

Nada que ocultar es un poemario que desnuda sin pudor a hombres y mujeres agotados por la sociedad patriarcal. Y lo que es más importante aún, aniquila prejuicios que sólo atan nuestras gargantas y que nos impiden encontrar la ruta que conduce a la libertad.

Para terminar, diría que Gloria Young, la mujer, la poeta, la política la feminista, se reinventa una y otra vez. Puede emular a Neruda y afirmar como él para nacer he nacido y puede decir también, sin que nada se le quedé en el tintero, confieso que he vivido.

 

NOTA

Este ensayo hace parte de la conferencia que dicté el 8 de junio de 2017 en la Casa de América (Madrid-España); con la presencia de los Embajadores de Panamá y Colombia en España, señores sr. Milton Cohen Enriquez Sasso y sr. Alberto Furmanski Goldstein.

 

 

 


BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.

 

 


DORIS SALCEDO (Colombia, 1958). La obra de Doris Salcedo parte de la memoria de la violencia política. Da forma al dolor, el trauma y la pérdida, creando un espacio para el duelo individual y colectivo. Se trata del insoportable vacío que deja la desaparición. En él, la presencia de los objetos suele representar ausencias. Aunque su trabajo se desvía de las convenciones de los lenguajes artísticos, se puede decir que es escultora: crea espacialidades y objetos que transmiten historias y condensan experiencias humanas. La obra está impregnada de una urgencia que dice no poder contener: ante la tragedia, la muerte sin sentido y la violencia desmedida. Son obras sobre la muerte y humillación de los emigrantes, sobre la guerra y la muerte violenta de jóvenes colombianos a manos de mercenarios. En 2003 participó en la Bienal de Estambul y apiló 1600 sillas que recogió de diferentes lugares. Una pieza, de volumen y escala similar a los edificios circundantes, que pretendía crear una topografía del terror de las migraciones en el mundo global. Cuando, en 2007, realizó “Shibbolett” para la sala de turbinas de la Tate Gallery de Londres, abrió una rendija de 167 metros que recorría todo el suelo del espacio. Era como si hubiera ocurrido un terremoto allí. Todavía se pueden encontrar rastros de este trabajo en el piso del museo de Londres y Doris habla de su permanencia como una cicatriz permanente.



Agulha Revista de Cultura

Número 227 | abril de 2023

Artista convidado: Doris Salcedo (Colombia, 1958)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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