∞ editorial | Mientras la vida pasa…
02 | SUSANA WALD | Esculturas
de Javier Marín
(8 nov 06)
Con el alma y el cuerpo completamente desquiciados por los
eventos y el ambiente que nos rodeaba entramos al Museo de Arte Contemporáneo de
Oaxaca (MACO) y participamos en el más violento matrimonio del infierno y el cielo
que Blake jamás hubiera podido imaginar; los contrastes, las emociones, las sensaciones
no pueden haber sido más opuestos, más estremecedores, más viscerales.
Afuera del museo estuvimos envueltos en la multitud alimentada
por la indignación, el odio aplastante, la exasperación total, la impaciencia y
resistencia sorda, estado mental y físico de intolerancia, de amargura palpables
en quienes están envueltos en una trágica impasse
de oposición entre voluntades irreconciliables.
El gentío que atravesamos con empecinada voluntad propia para
llegar a una biblioteca estaba impregnada de emociones que nos envolvieron, estábamos
ante grupos de personas que hablaban de asuntos que no aparentan tener solución
y que tienen a la población entera en vilo; la violencia emocional difícilmente
puede ser mayor sin que seres humanos frenéticos se ataquen, despedacen y devoren
unos a otros; nos rodeaba una multitud de cuerpos reunidos en masa para resistir
con sorda biología física lo que es insoslayable y sobrecogedor, personas que se
sienten oprimidas rebelándose sin descanso y sin dar tregua a los que, como nosotros,
inocentemente quieren pasar de un espacio a otro con fines completamente ajenos
a los de la multitud reunida.
Para acoger el estallido de voluptuosidad de las esculturas,
el museo se ha desvestido de todo elemento superfluo, las superficies y espacios
que rodean las obras lucen claros, diáfanos, ininterrumpidos por distracción alguna;
tres patios enormes abrazan amorosamente las monumentales esculturas, las dejan
hablar, resonar, como resuena una orquesta sinfónica en una sala poblada de gente
que está reteniendo el aliento mientras escucha, envuelta en el milagro, el sonido
de la ola musical, amorosa experiencia de belleza.
Afuera del museo todo es sordo conflicto asesino, listo a
despedazar al semejante, mientras que dentro las formas se oponen, se entrelazan,
se rompen y vuelven a armarse, se amarran unas a otras en la expresión de tragedia
y éxtasis de las formas, en expresión del milagro en que un elemento acepta al otro,
en vuelo sensual y espiritual complementarios y opuestos. Ante la expresión de la
furia, la irritación, la impaciencia, de la beligerancia, la lucha por el poder,
la pugna por sobreponerse unos a otros que se extiende por las calles y salas de
la ciudad se alza en el interior del museo la verdadera respuesta que puede proponer
el arte, la posibilidad del goce a través de los sentidos, la posibilidad de la
especulación, la expresión de tragedia, dentro del vuelo más elevado de que es capaz
la mente humana. La experiencia fuera del museo deprime y hiere y la del interior
de los tres patios eleva y exalta.
Las piezas escultóricas examinadas de cerca y palpadas revelan
fisuras, quebraduras, ranuras y cortes en la materia, además de parches, junturas
por medio de materiales diversos ajenos al que da la forma misma; hay también trazos
arbitrarios, a veces geométricos, puntos de expansión de la escala y muchas huellas
de dedos, palma y pulgar del escultor; la materia, al ser trabajada es obviamente
blanda, a primera vista una de las figuras colosales me ha parecido estar hecha
de cera; sólo cuando leí la ficha técnica me enteré del nombre del material sintético
que se ha usado; este uso de material que al esculpir es blando da texturas parecidas
a las que se observan cuando una escultura está hecha gestualmente usando cera o
barro y luego llevada a fundir en bronce.
Las imágenes las conforman casi exclusivamente figuras humanas
en las que se destaca y evoca la blandura de las carnes, el caprichoso movimiento
de los cabellos, los músculos, como el esterno-mastoide, exageradamente expresados
y en torsión. De hecho, la torsión, el elemento que ha sido tan estimado en la escultura
de la época tardía del arte de la Grecia antigua y luego del arte del barroco y
del manierismo, es una característica a través de la cual Javier Marín logra una
expresividad y dramatismo muy especiales; los cortes casi constantes en las formas,
la fragmentación misma, conectan la obra con el romanticismo, particularmente en
el caso de la música de Schubert y Schumann.
Este es sin duda un escultor de gran sensibilidad, enormemente
trabajador, conocedor de su materia que aprovecha en sus virtudes y también en sus
defectos; es un creador dinámico, viril, sensual, expresivo, de intenciones majestuosas
y sobrecogedoras. Sin duda Javier Marín conoce cabalmente el manejo de lo espacial,
y presenta en cada imagen un universo de sensaciones.
La fragmentación de las figuras humanas en los tres grupos
expresa tragedia y sondea elementos de la realidad que conforma nuestra época en
que se pasa de lo entero a lo segmentado, de lo hueco a lo abultado, de lo biológico
a lo artificial lacerante.
En la columna totémica del tercer patio del MACO hay figuras
humanas completas o fragmentadas, pequeñas y grandes, junto con cabezas (algunas
de ellas son verdaderos retratos), segmentos de cuerpos en un movimiento en espiral
ascendente, en un maelstrom, una vorágine
que nos hace pensar en tornados, trombas marinas, situación que tan bien representa
la condición humana de nuestros días, al tiempo que evoca los cadáveres de campos
de concentración a finales de la Segunda Guerra Mundial y de otros pavorosos genocidios.
Delgados alambres parecen amarrar unos trozos escultóricos a otros, especie de costura
que fuera cruelísima si de carnes se tratara; esto y la fragmentación misma de las
formas otorga al conjunto un viso de tragedia.
Este elemento trágico también lo comunican los cuerpos suspendidos
del segundo patio; la falta de contacto con el suelo de estos cuerpos da a este
conjunto un sabor particularmente angustioso; los seres aquí representados no son
atletas que logran una proeza al desafiar la gravedad: el mensaje es otro. Sólo
la belleza del tratamiento del material hace que el conjunto de la obra se pueda
digerir, que se pueda soportar.
Elys Regina Zils
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Artista
convidado: Javier Marin (México, 1962)
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