quarta-feira, 30 de agosto de 2023

Agulha Revista de Cultura # 237 | agosto de 2023

 

∞ editorial | Poetas hispano-americanos del Siglo XX, 3

 


01 | Llegamos al tercer número de la serie “Poetas hispanoamericanos del siglo XX”, dedicada a algunas de las voces más relevantes de una época cuyo principal hito es el gran estallido de las vanguardias. Ésta es una de nuestras grandes apuestas, una colección de 10 ediciones y 100 ensayos que circulará cada 10 días. Este proyecto se suma a lo que ya viene haciendo la revista Acrobata, el “Atlas Lírico da América Hispânica”, que hasta la fecha ya ha publicado más de 300 poetas, además de Sol Negro Edições, con su catálogo de libros artesanales donde podemos encontrar títulos de Aldo Pellegrini, César Moro, Enrique Molina, Vicente Huidobro, en bellas ediciones bilingües, y ahora mismo se prepara para publicar Enrique Gómez-Correa, Eunice Odio, Marosa di Giorgio y Olga Orozco. Todo este esfuerzo concertado ha sido posible gracias a los editores de Agulha Revista de Cultura, Acrobata y Sol Negro, así como a su grupo de traductores. En una próxima edición brindaremos toda la información sobre la creación de una red que aglutine la producción de estos tres canales.

Respecto a nuestro editorial anterior, el artista plástico colombiano Féliz Ángel nos escribió diciendo lo siguiente: “No sólo la literatura, sino la cultura artística latinoamericana en su conjunto siempre ha sido un caso menor, si no del todo inexistente, a los ojos del Estado en Brasil”. Yo diría que no solo el Estado (los Estados son un tanto ciegos y sordos), sino un gran sector del público incluyendo un considerable segmento de la Intelligentsia. Comentando en el pasado esta característica del comportamiento cultural de los brasileños, algunos amigos me indicaron que el pais (Brasil) es tan grande que la gente apenas si tiene tiempo de enterarse que pasa en él, y no hay campo para nadie más, ni necesitan de nadie más. Además, el idioma los aísla y los brasileños encuentran en ello una conveniencia. No sabría decir qué tanta base científica tiene la idea, pero si algo de sentido común. […] Es muy interesante que alguien como tú llame la atención sobre un comportamiento que no es recíproco. Me consta que en América Latina (desde que tengo uso de razón) casi a todo lo largo y ancho, ha existido mucho interés entre la intelectualidad sobre la producción visual y literaria de Brasil. Creciendo en Colombia, por ejemplo, el interés de los artistas por la evolución del arte brasileño y sus eventos en Brasil –a partir del modernismo en particular, era notable. Es decir, quienquiera que estuviese interesado en el arte de Brasil, no podía obviar la literatura o la música de esos años cruciales. La Bienal de São Paulo era un evento que no pasaba desapercibido en la región y fuera de ella. En las bienales de Medellín y de toda parte de AL, los artistas brasileños eran estrellas notables (incluyendo los japoneses-brasileños). […] Inclusive hoy día, el Handbook of Latin American Studies de la Biblioteca del Congreso en Estados Unidos, le dedica al arte y arquitectura de Brasil una sección entera en cada edición. Otro factor a mi modo de ver tiene que ver con esa idea que mencionas, en cuanto los latinoamericanos miran a Europa y Estados Unidos como sociedades que en alguna forma deberíamos emular y por lo tanto no desarrollamos el mismo "cosmopolitismo" en nuestra actitud en relación a la región que en realidad merece, y tú das amplios ejemplos de ello. En resumen, querido Floriano, es un estupendo texto que espero sea leído por todos aquellos que les (nos) interesa América Latina. La crítica e investigadora costarricense Peggy von Mayer también nos escribió estas palabras: Amigo querido, ¡cuánta razón tienes! Es la misma historia en toda Latinoamérica. Cada vez estamos más incomunicados. Hace muchísimos años, aquí llegaban libros de editoriales argentinas, chilenas, colombianas, francesas, algunas inglesas. Ahora son muy restringidas. ¡Por suerte existe Amazon! Apoyo tus atinadas apreciaciones. Te mando un gran abrazo. Continuamos también la reflexión crítica de Floriano Martins sobre las relaciones de Brasil con este vasto mundo estético que configura Hispanoamérica, iniciada en el número anterior de nuestra revista.

 

02 | FLORIANO MARTINS – Diálogo por una identidad


El poeta Francisco Madariaga (Argentina, 1927-2001) dice que todo escritor debe resignarse a ser incomprendido, equivocada o maliciosamente. ¿A qué poder se puede elevar tal resignación cuando el escenario es América Latina? No creo que deba ponerse más énfasis en una identidad cultural latinoamericana. Si lo que tenemos es en realidad lo que somos, no somos más que un archipiélago disperso, fracturado en varias vértebras. Cuanto más se pueda decir, parece una falacia de protocolo entre nuestros gobiernos. La identidad presupone conocimiento mutuo, diálogo, destino compartido. En el caso de América Latina, incluso el destino compartido se hace de forma aislada, por lo que se sufre más que se vive.

Si es cierto que la poesía constituye un peligro frente a todas las pretensiones totalitarias, también es cierto que los poetas necesitan descubrir y practicar la perversión de este peligro, es decir, actuar según la placentera aceptación de ser tan peligrosos –que es, si, de hecho, lo somos. Este ejercicio de perversión sólo requiere audacia en la escritura, una autonomía estética, una plenitud del propio disfrute.

La democratización de una cultura, como la fábrica de sueños de Hollywood, nos arrastra a una situación de debilitamiento de esa misma cultura. En países absurdamente pobres como los que componen América Latina, la democratización termina implicando una bajada del nivel de comprensión de la realidad. Esta astuta perspectiva democrática sólo apunta a las ganancias. En la joyería cultural el refinamiento se produce precisamente a partir de la comparación, es decir, de la fricción que genera todo diálogo.

Corresponde a cada uno de nosotros ejercer un mínimo de autoafirmación, algo que nos distinga y permita el afinamiento humano de la duda y de las nuevas afirmaciones. Sin embargo, este ejercicio no sobrevive aislado de la autocrítica. Cuando perdemos contacto con una de las orillas de este río universal de seres, a veces nos sentimos impotentes sin serlo, a veces brillantes en nuestra aberrante precariedad. El hecho es que sólo la diferencia actualiza y confirma la existencia humana. Y no se puede pensar en la identidad cultural sin comprender su diversidad ulterior.

Cuando se trata de una cultura continental, como es el caso de América Latina, lo que nos importa es, sobre todo, la diferencia, la multiplicidad de raíces y la calidad del diálogo que mantienen entre sí y con el mundo que los rodea. La industria cultural hoy se siente como una respuesta natural al desarrollo de la cultura en todo el mundo. Sin embargo, lo que se ha desarrollado son recetas y estímulos para el surgimiento de un arte mediocre que adquiere la connotación de bien cultural, gracias al artificio de nuevas imposiciones capitalistas.

No importa cuántos millones de ejemplares vendan Gabriel García Márquez o Jorge Amado. No importa que Pablo Neruda y Octavio Paz ganaran el Premio Nobel de Literatura. Diferentes formas (ajenas) de aceptación no nos llevan a un reconocimiento de nosotros mismos. Me interesa el estoicismo de algunos esfuerzos anónimos o poco reconocidos en la discusión de la literatura latinoamericana. En gran parte son directores de periódicos o revistas. Algunos son escritores, otros periodistas respetuosos. Ellos han sido los artífices incorregibles de este puente colgante que pretende unir las culturas latinoamericanas entre sí.

Este es el primer paso: comprenderse y aceptarse a uno mismo. América Latina se llama Euclides da Cunha y José Lezama Lima, Jorge Luis Borges y César Vallejo, Guimarães Rosa y Rubén Darío. Esto es cierto, aunque no tengamos la idea exacta del aporte estético de estos autores en el contexto de un imprescindible diálogo latinoamericano. Sin embargo, América Latina también se llama República Dominicana, Costa Rica, México, Colombia, Ecuador, Bolivia. Todos los países que lo constituyen, sin excepción, hicieron un aporte importante a la constitución de una identidad cultural latinoamericana.


Todos estos países sufrieron el peso de la historia de las colonizaciones. Fueron aislados unos de otros mediante una astuta estrategia. Lo que solía ser autoritarismo político se convirtió en un juego de marketing. El aislacionismo genera desconcierto. El desconcierto genera ingresos para la industria cultural. Los ingresos de la industria cultural hacen que los gobiernos se sientan partícipes de la cultura. Ya hemos visto que de esta manera el mundo entero vive feliz. Cuando pensamos en América Latina el tema es: el narcotráfico, la corrupción, el infierno verde en el que convirtieron la Amazonia etc.

Si hablamos específicamente de cultura, aparecen menciones a programas gubernamentales como el Mercosur. Sin embargo, la razón de ser de este programa es económica y no cultural. Los encuentros culturales latinoamericanos que se celebran habitualmente pueden comprender mejor el tema, aunque casi siempre se reducen a un mero ejercicio retórico. La presencia efectiva que puede representar un intercambio se centra en la circulación de revistas y periódicos culturales. Así se comunican nuestros países. Así descubrimos que no todo es Neruda o Amado.

Puedo sentirme libre de tocar este tema, debido al intenso diálogo que he mantenido con cada uno de los países que conforman América Latina. Ejemplos: la revista Altazor, de Chile, ha publicado poetas de todo el continente; desde México, revistas como La Otra y Blanco Móvil, son la prueba concreta de que poéticamente Latinoamérica sigue siendo un mundo maravilloso; la revista Esteros, de Uruguay, es otra fuente valiosa de incontables descubiertas de este mundo. Sus directores, respectivamente Mario Meléndez, José Ángel Leyva, Eduardo Mosches y Carolina Zamudio, han hecho mucho más por la cultura latinoamericana que todos los programas y desprogramas del gobierno.

Sin embargo, lo que en ellos funciona como una situación esencial de reconocimiento y diálogo, en Brasil no excede la marca del azar (generalmente definido por la influencia de alguien del cartel editorial). Brasil es el país menos acostumbrado a una discusión en torno a la supuesta identidad cultural latinoamericana. Es más: nunca nos sentimos parte de América Latina. Somos algo que no funcionó, pero que no pretendía ser América Latina. Quizás un café parisino o una plaza neoyorquina. Nuestros escritores no dialogan con sus pares. Todos aspiran a descubrir la Europa que creen llevar dentro de sí. En algunos casos sirve a Estados Unidos.

La discusión en torno a una identidad cultural latinoamericana se vuelve ridícula desde el momento en que los brasileños se sientan a la mesa. América Latina nunca nos interesó. En la biblioteca de Mário de Andrade, por ejemplo, encontramos libros de varios poetas sudamericanos y mexicanos que le fueron autografiados. Nunca hizo mención pública a un posible diálogo con esta poesía. Algunos poetas (César Vallejo, Pablo Neruda) que nos trajo la “Generación del 45” nos llegaron sin un soporte de traducción aceptable. Los concretistas impusieron su programa estético, distorsionando las lecturas más amplias que pudiéramos hacer de la poesía de Huidobro, Paz y Girondo.


Brasil es un gran caos estético. Es como un hijo de padre desconocido, que no sabe a quién seguir. Nuestra paternidad se basa en un principio de identificación. Tenemos que dejar de ser la gran dama errante del planeta. Este país necesita existir. O renunciar a ello de una vez por todas. Si la identificación tiende a la búsqueda de la unidad con América Latina, entonces tenemos mucho que aprender. No tengo otra sugerencia que la audacia del diálogo. Dejar de enviar escritores mediocres a reuniones culturales en América Latina, es decir, tratar con respeto dichas reuniones, que son sistemáticas y efectivas. Llevar a América Latina dentro de nosotros. Asumir la fragmentación impuesta por otras instancias, tomar conciencia de ella y reaccionar.

Mientras tanto, poetas y directores de innumerables publicaciones en toda América Latina seguirán tejiendo y desentrañando una unidad que es imposible, salvo por el brillo de su diversidad. No se trata precisamente de poesía, literatura o periodismo. Lo básico es entender que no hay América Latina más que en el concepto ajustable de la industria cultural. Para fundar una identidad cultural, aceptada como latinoamericana, primero tenemos que conocernos, sentarnos a la mesa, aunque sea sólo para tomar una cerveza. La falta de diálogo hunde a un pueblo en su mediocridad. Sólo el diálogo funda una cultura.

 

03 | El artista invitado de nuestra edición es Jan Dočekal. Nacido el 12 de julio de 1943 en Třebíč, República Checa, es historiador del arte, artista, publicista y profesor emérito. Se formó como metalúrgico, estudió historia del arte y la estética, fue obrero, tecnólogo de producción mecánica, diseñador publicitario, director comercial en una imprenta, propietario de una galería y de una agencia de publicidad. Organizador de numerosas exposiciones de arte, autor de varios libros en el campo del arte, colabora con Agulha Revista da Cultura, además de haber sido incluido en el libro Viajes del Surrealismo (2022), de Floriano Martins. Es miembro del grupo surrealista checo Stir up. Realizó treinta y ocho exposiciones individuales, participó en exposiciones surrealistas en Bélgica, Chile, Costa Rica, Alemania y Portugal. 

Elys Regina Zils 

 

 

∞ índice

 

ADRIANO CORRALES ARIAS | Virginia Grütter Jiménez, poeta del amor, la lucha, el dolor y la solidaridad

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RAFAEL FELIPE OTERIÑO | Alberto Girri, la poesía en la casa de la mente

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ROSSELLA DI PAOLO | José Watanabe y su generación

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Jan Dočekal


Agulha Revista de Cultura

Número 237 | agosto de 2023

Artista convidado: Jan Dočekal (República Tcheca, 1943)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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