∞ editorial | Poetas hispano-americanos del Siglo XX, 3
Respecto a nuestro editorial anterior, el artista plástico
colombiano Féliz Ángel nos escribió diciendo lo siguiente: “No sólo la literatura, sino la cultura artística latinoamericana
en su conjunto siempre ha sido un caso menor, si no del todo inexistente, a los
ojos del Estado en Brasil”. Yo diría que no
solo el Estado (los Estados son un tanto ciegos y sordos), sino un gran sector del
público incluyendo un considerable segmento de la Intelligentsia. Comentando en
el pasado esta característica del comportamiento cultural de los brasileños, algunos
amigos me indicaron que el pais (Brasil) es tan grande que la gente apenas si
tiene tiempo de enterarse que pasa en él, y no hay campo para nadie más, ni necesitan
de nadie más. Además, el idioma los aísla y los brasileños encuentran en ello una
conveniencia. No sabría decir qué tanta base
científica tiene la idea, pero si algo de sentido común. […] Es muy interesante
que alguien como tú llame la atención sobre un comportamiento que no es recíproco. Me consta que en América
Latina (desde que tengo uso de razón) casi a todo lo largo y ancho, ha existido
mucho interés entre la intelectualidad sobre la producción visual y literaria de
Brasil. Creciendo en Colombia, por ejemplo, el interés de los artistas por la evolución
del arte brasileño y sus eventos en Brasil –a partir del modernismo en particular,
era notable. Es decir, quienquiera que estuviese interesado en el arte de Brasil,
no podía obviar la literatura o la música de esos años cruciales. La Bienal de São
Paulo era un evento que no pasaba desapercibido en la región y fuera de ella. En
las bienales de Medellín y de toda parte de AL, los artistas brasileños eran estrellas
notables (incluyendo los japoneses-brasileños). […] Inclusive hoy día, el Handbook
of Latin American Studies de la Biblioteca del Congreso en Estados Unidos, le dedica
al arte y arquitectura de Brasil una sección entera en cada edición. Otro factor
a mi modo de ver tiene que ver con esa idea que mencionas, en cuanto los latinoamericanos
miran a Europa y Estados Unidos como sociedades que en alguna forma deberíamos emular
y por lo tanto no desarrollamos el mismo "cosmopolitismo" en nuestra actitud
en relación a la región que en realidad merece, y tú das amplios ejemplos de ello.
En resumen, querido Floriano, es un estupendo texto que espero sea leído por todos
aquellos que les (nos) interesa América Latina. La crítica e investigadora costarricense Peggy
von Mayer también nos escribió estas palabras: Amigo querido, ¡cuánta razón tienes! Es la misma
historia en toda Latinoamérica. Cada vez estamos más incomunicados. Hace muchísimos
años, aquí llegaban libros de editoriales argentinas, chilenas, colombianas, francesas,
algunas inglesas. Ahora son muy restringidas. ¡Por suerte existe Amazon! Apoyo tus
atinadas apreciaciones. Te mando un gran abrazo. Continuamos también la reflexión crítica de Floriano Martins sobre las relaciones
de Brasil con este vasto mundo estético que configura Hispanoamérica, iniciada en
el número anterior de nuestra revista.
02 | FLORIANO
MARTINS – Diálogo por una identidad
Si es cierto
que la poesía constituye un peligro frente a todas las pretensiones totalitarias,
también es cierto que los poetas necesitan descubrir y practicar la perversión de
este peligro, es decir, actuar según la placentera aceptación de ser tan peligrosos
–que es, si, de hecho, lo somos. Este ejercicio de perversión sólo requiere audacia
en la escritura, una autonomía estética, una plenitud del propio disfrute.
La democratización
de una cultura, como la fábrica de sueños de Hollywood, nos arrastra a una situación
de debilitamiento de esa misma cultura. En países absurdamente pobres como los que
componen América Latina, la democratización termina implicando una bajada del nivel
de comprensión de la realidad. Esta astuta perspectiva democrática sólo apunta a
las ganancias. En la joyería cultural el refinamiento se produce precisamente a
partir de la comparación, es decir, de la fricción que genera todo diálogo.
Corresponde a
cada uno de nosotros ejercer un mínimo de autoafirmación, algo que nos distinga
y permita el afinamiento humano de la duda y de las nuevas afirmaciones. Sin embargo,
este ejercicio no sobrevive aislado de la autocrítica. Cuando perdemos contacto
con una de las orillas de este río universal de seres, a veces nos sentimos impotentes
sin serlo, a veces brillantes en nuestra aberrante precariedad. El hecho es que
sólo la diferencia actualiza y confirma la existencia humana. Y no se puede pensar
en la identidad cultural sin comprender su diversidad ulterior.
Cuando se trata
de una cultura continental, como es el caso de América Latina, lo que nos importa
es, sobre todo, la diferencia, la multiplicidad de raíces y la calidad del diálogo
que mantienen entre sí y con el mundo que los rodea. La industria cultural hoy se
siente como una respuesta natural al desarrollo de la cultura en todo el mundo.
Sin embargo, lo que se ha desarrollado son recetas y estímulos para el surgimiento
de un arte mediocre que adquiere la connotación de bien cultural, gracias al artificio
de nuevas imposiciones capitalistas.
No importa cuántos
millones de ejemplares vendan Gabriel García Márquez o Jorge Amado. No importa que
Pablo Neruda y Octavio Paz ganaran el Premio Nobel de Literatura. Diferentes formas
(ajenas) de aceptación no nos llevan a un reconocimiento de nosotros mismos. Me
interesa el estoicismo de algunos esfuerzos anónimos o poco reconocidos en la discusión
de la literatura latinoamericana. En gran parte son directores de periódicos o revistas.
Algunos son escritores, otros periodistas respetuosos. Ellos han sido los artífices
incorregibles de este puente colgante que pretende unir las culturas latinoamericanas
entre sí.
Este es el primer
paso: comprenderse y aceptarse a uno mismo. América Latina se llama Euclides da
Cunha y José Lezama Lima, Jorge Luis Borges y César Vallejo, Guimarães Rosa y Rubén
Darío. Esto es cierto, aunque no tengamos la idea exacta del aporte estético de
estos autores en el contexto de un imprescindible diálogo latinoamericano. Sin embargo,
América Latina también se llama República Dominicana, Costa Rica, México, Colombia,
Ecuador, Bolivia. Todos los países que lo constituyen, sin excepción, hicieron un
aporte importante a la constitución de una identidad cultural latinoamericana.
Si hablamos específicamente
de cultura, aparecen menciones a programas gubernamentales como el Mercosur. Sin
embargo, la razón de ser de este programa es económica y no cultural. Los encuentros
culturales latinoamericanos que se celebran habitualmente pueden comprender mejor
el tema, aunque casi siempre se reducen a un mero ejercicio retórico. La presencia
efectiva que puede representar un intercambio se centra en la circulación de revistas
y periódicos culturales. Así se comunican nuestros países. Así descubrimos que no
todo es Neruda o Amado.
Puedo sentirme
libre de tocar este tema, debido al intenso diálogo que he mantenido con cada uno
de los países que conforman América Latina. Ejemplos: la revista Altazor, de Chile, ha publicado poetas de
todo el continente; desde México, revistas como La Otra y Blanco Móvil, son
la prueba concreta de que poéticamente Latinoamérica sigue siendo un mundo maravilloso;
la revista Esteros, de Uruguay, es otra
fuente valiosa de incontables descubiertas de este mundo. Sus directores, respectivamente
Mario Meléndez, José Ángel Leyva, Eduardo Mosches y Carolina Zamudio, han hecho
mucho más por la cultura latinoamericana que todos los programas y desprogramas
del gobierno.
Sin embargo,
lo que en ellos funciona como una situación esencial de reconocimiento y diálogo,
en Brasil no excede la marca del azar (generalmente definido por la influencia de
alguien del cartel editorial). Brasil es el país menos acostumbrado a una discusión
en torno a la supuesta identidad cultural latinoamericana. Es más: nunca nos sentimos
parte de América Latina. Somos algo que no funcionó, pero que no pretendía ser América
Latina. Quizás un café parisino o una plaza neoyorquina. Nuestros escritores no
dialogan con sus pares. Todos aspiran a descubrir la Europa que creen llevar dentro
de sí. En algunos casos sirve a Estados Unidos.
La discusión
en torno a una identidad cultural latinoamericana se vuelve ridícula desde el momento
en que los brasileños se sientan a la mesa. América Latina nunca nos interesó. En
la biblioteca de Mário de Andrade, por ejemplo, encontramos libros de varios poetas
sudamericanos y mexicanos que le fueron autografiados. Nunca hizo mención pública
a un posible diálogo con esta poesía. Algunos poetas (César Vallejo, Pablo Neruda)
que nos trajo la “Generación del 45” nos llegaron sin un soporte de traducción aceptable.
Los concretistas impusieron su programa
estético, distorsionando las lecturas más amplias que pudiéramos hacer de la poesía
de Huidobro, Paz y Girondo.
Mientras tanto,
poetas y directores de innumerables publicaciones en toda América Latina seguirán
tejiendo y desentrañando una unidad que es imposible, salvo por el brillo de su
diversidad. No se trata precisamente de poesía, literatura o periodismo. Lo básico
es entender que no hay América Latina más que en el concepto ajustable de la industria
cultural. Para fundar una identidad cultural, aceptada como latinoamericana, primero
tenemos que conocernos, sentarnos a la mesa, aunque sea sólo para tomar una cerveza.
La falta de diálogo hunde a un pueblo en su mediocridad. Sólo el diálogo funda una
cultura.
03 | El artista invitado de nuestra edición es Jan Dočekal. Nacido el 12 de julio de 1943 en Třebíč, República Checa, es historiador del arte, artista, publicista y profesor emérito. Se formó como metalúrgico, estudió historia del arte y la estética, fue obrero, tecnólogo de producción mecánica, diseñador publicitario, director comercial en una imprenta, propietario de una galería y de una agencia de publicidad. Organizador de numerosas exposiciones de arte, autor de varios libros en el campo del arte, colabora con Agulha Revista da Cultura, además de haber sido incluido en el libro Viajes del Surrealismo (2022), de Floriano Martins. Es miembro del grupo surrealista checo Stir up. Realizó treinta y ocho exposiciones individuales, participó en exposiciones surrealistas en Bélgica, Chile, Costa Rica, Alemania y Portugal.
Elys Regina Zils
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ADRIANO CORRALES
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| El hombre contra el ángel en la mujer según Claudia Lars
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DI PAOLO | José Watanabe y su generación
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Agulha Revista de Cultura
Número 237 | agosto de 2023
Artista convidado: Jan Dočekal (República Tcheca, 1943)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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