sábado, 8 de abril de 2023

BERTA LUCÍA ESTRADA | La Comadrona de Katja Kettu: los campos de concentración vistos por una mujer



Katja Kettu (Finlandia 1978) es una escritora sin par. Me he leído La Comadrona (Alfaguara 2014) prácticamente de un tirón. Es una obra sobre el amor y la guerra. Aunque sería más acertado decir que es un descenso a los infiernos, un viaje a las profundidades del delirio que nos acosa en épocas de enfrentamiento bélico. En el 2011, año de su publicación, no solo fue el libro más vendido en Finlandia sino que obtuvo varios premios. Premio Kalvei-Jäntti 2011, Premio Runeberg 2012, Medalla Kiitos Kirjasta 2012 y Book Bloggers; y por si fuera poco Katja Kettu es considerada como una de las más grandes re-creadoras de la literatura finlandesa. Además, es artista, pertenece al grupo punk Confusa, y es profesora de guiones cinematográficos.

La autora de La Comadrona logra retratar, en toda su dimensión, la crueldad humana. En su obra no hay individuos buenos, sólo una masa informe que trata de salvarse a como de lugar. Sus personajes son la radiografía de los más bajos instintos que salen a flote en situaciones de supervivencia.

La obra se desarrolla en un campo de concentración nazi en tierras laponas y narra la extraña historia de amor de una campesina, Ojo Salvaje, que trabaja como comadrona, y de Johann Angelhorst, un oficial SS alemán. La novela se sitúa en los meses previos a los enfrentamientos entre Finlandia y Alemania y a los primeros meses de la Guerra de Laponia. Su encuentro es bastante peculiar por decir lo menos. La primera vez que Johann Angelhorst se cruza con Ojo Salvaje observa, poco menos que alucinado, que ella tiene un cordón umbilical que le cuelga de la boca, ya que acaba de atender un parto y ha cortado el cordón con sus propios dientes. La mirada que recibe por parte del oficial, que es también fotógrafo, es la mirada de un macho que busca una hembra.


Ella siente su olor mezclado con los propios efluvios de su cuerpo y del cuerpo que acaba de dar a luz. Desde ese momento ella se dirá que si logra ser amada por él no necesitará buscar otro hombre. Al respecto Katja Kettu ha dicho: “El tema más importante de la novela es conseguir el amor. Personalmente solo he estado enamorada una vez. Cuando le vi por primera vez me prometí a mí misma que si podía conseguir a este hombre ya no pediría ninguno más. Quería incluir esta experiencia en la novela.” Esta cita da la clave para entender aun mejor la personalidad profundamente emocional de Ojo Salvaje. Ella no es una mujer racional, la mueven las pasiones, se doblega ante ellas, cueste lo que cueste.

La Comadrona es también una denuncia feminista en toda su dimensión, ya que hurga en esa herida que es la utilización de la mujer como arma de guerra. Al mismo tiempo que se la viola, y se la reduce a la nada, se reduce al pueblo o a la comunidad a la que pertenece. Violar a las mujeres en épocas de guerra es destruir el tejido social al que pertenecen. Eso lo saben todos los ejércitos del mundo. Entre ellos las FARC o ELN o los grupos paramilitares o el ejército colombiano. Una mujer violada por el enemigo es una mujer considerada traidora. Ahora, si ella se enamora del hombre que pertenece al bando enemigo, es tratada aún peor. No hay que olvidar que después del Armisticio las mujeres que habían sido amantes de los oficiales alemanes fueron insultadas en la calle, arrastradas por el suelo, golpeadas y luego se les rapó la cabeza; así durante varias semanas, o algunos meses, eran objeto de la furia de sus conciudadanos; y las mujeres que vivían en comunidades pequeñas incluso fueron expulsadas de sus casas y de sus pueblos.




Un gran acierto del libro es el rescate de las tradiciones orales de los pueblos lapones, de sus costumbres, de sus creencias. Es un fresco de la sociedad de la primera mitad del siglo XX en las tierras del norte de Europa. Otro acierto es el de hurgar en la memoria histórica y mostrarnos una herida que para muchos de nosotros era completamente desconocida.

Desde el punto de vista narrativo yo diría que es un libro muy bien construido. Hay dos voces narradoras, la de Johannes y la de Ojo Salvaje; y de cuando en cuando se mezcla la voz de un hombre muerto y algunas cartas que van apareciendo a lo largo del relato.

En cuanto al manejo del tiempo habría que decir que es una especie de rompecabezas bastante elaborado. Hay un juego temporal que obliga al lector a estar atento para poder entender la trama que Kettu le plantea. Es un juego sutil e inteligente.


Su lenguaje es directo y muchas veces bastante crudo, ya que la autora tiene claro que Ojo Salvaje es una campesina sin educación y que ha llevado una vida llena de carencias en todos los aspectos y que se ha visto enfrentada no solo a un clima de gran rudeza sino a una sociedad que la ha excluido desde siempre. En cuanto al oficial de la SS está acostumbrado al lenguaje procaz y vulgar de los militares. Es un hombre roto por dentro y adicto a las drogas. La narración se hace en primera persona, lo que ayuda a sumergirse mas en los laberintos psicológicos de los dos personajes principales. Desnudan sus sentimientos como si estuviesen solos ante un espejo. Ellos son sus propios jueces y sus propios verdugos, por lo que no se hacen concesiones a sí mismos. El resultado es un lenguaje descarnado y una trama que bucea en el infierno personal de cada uno de ellos.

En cuanto a las violaciones, o los experimentos que se hacen dentro del campo de concentración, o los múltiples asesinatos que se cometen a diario, habría que decir que si bien el lector entiende muy bien de que se trata, las descripciones siempre son soslayadas, no se asiste a ellas de una forma directa; lo que me parece que es otro acierto de La Comadrona.

Por último, quisiera decir que no es una lectura fácil y que no creo haber entendido toda su complejidad; aun así soy consciente que es un libro de gran envergadura, que vale la pena ser leído y que enriquece mi biblioteca personal; posiblemente estoy ante una obra que será considerada un clásico del siglo XXI.

 

 

 

 


BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.

 

 


DORIS SALCEDO (Colombia, 1958). La obra de Doris Salcedo parte de la memoria de la violencia política. Da forma al dolor, el trauma y la pérdida, creando un espacio para el duelo individual y colectivo. Se trata del insoportable vacío que deja la desaparición. En él, la presencia de los objetos suele representar ausencias. Aunque su trabajo se desvía de las convenciones de los lenguajes artísticos, se puede decir que es escultora: crea espacialidades y objetos que transmiten historias y condensan experiencias humanas. La obra está impregnada de una urgencia que dice no poder contener: ante la tragedia, la muerte sin sentido y la violencia desmedida. Son obras sobre la muerte y humillación de los emigrantes, sobre la guerra y la muerte violenta de jóvenes colombianos a manos de mercenarios. En 2003 participó en la Bienal de Estambul y apiló 1600 sillas que recogió de diferentes lugares. Una pieza, de volumen y escala similar a los edificios circundantes, que pretendía crear una topografía del terror de las migraciones en el mundo global. Cuando, en 2007, realizó “Shibbolett” para la sala de turbinas de la Tate Gallery de Londres, abrió una rendija de 167 metros que recorría todo el suelo del espacio. Era como si hubiera ocurrido un terremoto allí. Todavía se pueden encontrar rastros de este trabajo en el piso del museo de Londres y Doris habla de su permanencia como una cicatriz permanente.



Agulha Revista de Cultura

Número 227 | abril de 2023

Artista convidado: Doris Salcedo (Colombia, 1958)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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