Una personalidad femenina fuera de lugar,
dominó su siglo, y qué siglo; el del arte románico en todo su esplendor, el nacimiento
del arte gótico, el siglo que ve florecer la caballería y que da lugar a la independencia
de las villas burguesas, el gran siglo de la lírica cortés, con los trovadores del
Midi; y en el norte, el comienzo de la novela, Tristán e Isolda y las obras de un
Chrétien de Troyes.
Así pues, a la luz de los tiempos, Leonor
aparece dignamente representada en esta pintura de fondo. Mejor aún: dicha pintura
es en parte su obra, puesto que Leonor jugó un papel fundamental en la política
y en las letras, y su influencia se extendió a la economía y a la sociedad. [5]
Leonor
de Aquitania fue nada menos que la madre de Ricardo Corazón de León y de Juan sin Tierra,
esposa de Luis VII El Piadoso y de Enrique II Plantagenet de Inglaterra; nieta
de Guillermo IX el trovador y dueña de las tierras
de Poitiers –prácticamente la tercera parte de lo que es actualmente el territorio
de Francia-. Entre sus descendientes se cuentan a Blanca de Castilla,
Fernando III,
rey de Castilla y León (fundador de la Universidad de Salamanca), San Luís (el gestor de Las
Séptima y Octava Cruzada), Leonor de Castilla (reina de Inglaterra),
Felipe el Hermoso y Alfonso X El Sabio…
y la lista continúa, por lo que la historia le ha dado el nombre de La abuela de
Europa. Sin embargo, y muy a pesar suyo, Leonor de Aquitania habría sido el origen
de La Guerra de los Cien Años. Es ella la creadora de las Cortes de Amor, o de “l’amour
courtois”. Bernard de Ventadour, su trovador predilecto,
y posiblemente uno de sus amantes, [2]
le cantaba así:
Dama, yo soy vuestro y siempre lo seré/ Estoy
a vuestro servicio; /Yo soy vuestro hombre, así lo he jurado, / Y lo he sido desde
siempre. / Usted es mi felicidad primera/ y usted será mi última felicidad/ y eso
mientras dure mi vida. [3]
Según
la leyenda, Leonor de Aquitania habría sido una mujer
liberada en todos los sentidos, lo que le acarreó problemas con Bernardo de Claraval;
el mismo que incitó a La Segunda Cruzada y el gran detractor de Pedro Abelardo,
tal y como lo veremos luego. Su corte era visitada por todos los músicos y escritores
de la época. Al mismo tiempo fue una mujer política en todo el sentido de la expresión.
Era poseedora de una gran sagacidad e inteligencia, por lo que nunca se amilanó
ante las adversidades y supo salir airosa de las dificultades a las que tuvo que
enfrentarse. Reinó en el siglo XII y se podría decir incluso que lo forjó y que
sentó las bases del siglo XIII. Su nieta Blanca de Castilla sería la prueba de
dicha afirmación. Fue también una mujer de creencias religiosas muy profundas, lo
que la convertía en un símbolo para su época. No sólo sucumbió a la predicación
de Bernardo de Claraval de realizar La Segunda
Cruzada, sino que acompañó a su primer marido, Luis El Piadoso, durante los dos
años que duró esta desventura. Leonor de Aquitania no gobernaba desde
la sombra puesto que contaba con todo un séquito de secretarios, incluido su propio
condestable (jefe militar). Poseía su propio sello, lo que significaba la independencia
y autonomía, tanto desde el punto de vista político como económico. Ser dueña del
territorio de Aquitania, del cual formaba parte el Condado de Poitou, significaba
poseer una inmensa riqueza. Ella recolectaba los impuestos y tomaba las decisiones
referentes a su enorme fortuna personal; tal y como se constata en innombrables
documentos de la época. Sin embargo, no hay que olvidar que su segundo marido, Enrique
II Plantagenet,
la tuvo presa durante diez años por haber conspirado contra él. Su independencia
económica le permitió ser el principal soporte monetario de la Abadía de Fontevrault,
donde finalmente murió. Es allí donde reposa junto a su marido Enrique II Plantagenet,
rey de Inglaterra.
La
Abadía de Fontevrault llegó a contar con cinco mil monjes y monjas, y aunque vivían
en edificios separados era una mujer la que guiaba sus destinos, tanto hombres como
mujeres le debían obediencia absoluta. Su nombre era Pétronille de Chemillé (1091-1149).
Su poder era inmenso y prácticamente incontestable, ya que dependía directamente
del Papa. Dirigió la Abadía durante 34 años, desde 1115 hasta 1149. Su sucesora
sería otra mujer, tal y como lo indicaban las órdenes impartidas por su fundador
Robert d’Arbrissel (1047-1116); quien
había impuesto una condición al respecto, bastante sabia a mi modo de ver, la abadesa
no podía ser virgen, debía ser, obligatoriamente, viuda. Es de anotar, que si bien
Robert D’Arbrissel era religioso, siempre vivió en concubinato; algo normal en la
época. Esta práctica comienza a desaparecer en el año de 1123, en el I Concilio
de Letrán, ya que los hijos nacidos de dicha relación comienzan a ser considerados
a todas luces como ilegítimos, connotación que les arrebata el derecho a la sucesión.
En
el caso de Inglaterra, y en lo que respecta al siglo XIV, hay que nombrar a la reina
Isabel (1292-1358), más conocida como La Loba de Francia,
hija de Felipe el Hermoso (1268-1314) y bisnieta de Leonor
de Aquitania.
En el siglo XVI está la reina Isabel o La Reina Virgen (1553-1603), cuyo
siglo pasaría a la historia como la época Isabelina, lo que hace imperioso recordar
que fue también el siglo del nacimiento de Shakespeare (1564-1616). [4] En el siglo XVIII encontramos a la emperatriz Catalina
de Rusia,
o Catalina la Grande (1729-1796). El siglo XIX, o época victoriana, es el reinado
de Victoria y el XX y lo que
va del XXI la reina Isabel II de Inglaterra.
Y
si Leonor de Aquitania se destacó como gobernante,
María de Francia (1145-1198) lo hizo
en las letras. Considerada como la precursora de la poesía francesa, se educa en
las cortes de amor de Leonor de Aquitania y hace parte de su selecto grupo de damas
de compañía. Algunos historiadores dicen que en realidad, era la hija de Leonor
de Aquitania con Luis VII. María de Francia,
conocedora de las canciones celtas, compuso los Lais y tradujo las fábulas de Esopo. Es de anotar que su obra
fue escrita en lengua vulgar, lo que la convierte en una mujer de ruptura para con
su época; ya que en su tiempo la costumbre era escribir en latín. Era una gran seguidora
de la leyenda del rey Arturo y es ella la que insta a Chrétien de Troyes (1135-1183) para
que escriba El caballero de la carreta,
libro donde se exaltan las virtudes del rey Arturo, de Merlín y de Lancelot –considerada
por muchos críticos como la primera novela de Occidente-; dando así origen a la
gran fiebre por Camelot. El caballero de la
carreta es el origen de las novelas de caballería. María de Francia fue también mecenas
de varios trovadores; además, en su castillo, ricamente decorado, había una gran
biblioteca que atesoraba algunos clásicos latinos.
Y
por supuesto está Eloísa,
la amada de Pedro Abelardo. Eloísa nació en el año
de 1101, 21 años antes del nacimiento de Leonor de Aquitania, y durante 63 años
lo iluminó con su profunda sabiduría. Eloísa, como una gran parte de las mujeres
de su época, fue educada en el monasterio de Argenteuil, donde recibió una educación
más que esmerada y que sería reconocida en su época. Allí aprendió latín, griego
y hebreo; filosofía, teología y literatura. Aprendió a discernir y a argumentar
como pocas personas de su tiempo podían hacerlo, al punto que hoy se la consideraría
“un par intelectual” de los profesores de la Universidad de París, con quienes solía
discutir temas bastante eruditos. Conocía a los clásicos griegos y latinos, Aristóteles,
Platón,
Séneca (4 a.c.-65 d.c.), Ovidio, Cicerón (106 a.c.-43 a.c.), y por supuesto a San Agustín,
a Boecio…
Era una gran conocedora de La Biblia, lo que la situaba como una de las más importantes
intelectuales de su tiempo. Su amplio conocimiento, y su pasión por la reflexión
y el análisis, le permitieron luego establecer una profunda relación con Pedro Abelardo
(1079-1142),
el gran filósofo y pedagogo del siglo XII, quien ostentaba el título de Magister
in Artibus; lo que significaba haber cursado las áreas del conocimiento que se enseñaban
en su época: el trívium (retórica, gramática y dialéctica) y el cuadrivium (aritmética,
geometría, astronomía y música); dichas disciplinas se impartían en las Escuelas
Episcopales, que habían reemplazado a las Escuelas Palatinas de Carlomagno.. Las Escuelas Episcopales, o Claustrales, darían origen
más tarde a lo que hoy conocemos como universidad. Eloísa, por su parte, abandona
el Monasterio de Argenteuil a la edad de 17 años, puesto que su tío Fulbert, canónigo de la catedral
de Notre Dame, consideraba que la educación que le habían impartido en el convento
había dado los frutos por él esperados; se la lleva a París y la instala en su casa
a la espera de poder casarla convenientemente; es decir, encontrarle un marido noble
y con dinero. Pedro Abelardo contaba a la sazón
38 años y ya era una leyenda en las Escuelas de París y en el mundo conocido de
la época. Los estudiantes venían de toda Europa con el único fin de asistir a sus
clases y lo seguían adonde quiera que él fuese. Su visión personal de Las Sagradas Escrituras, y de la teología
en general, pronto le acarreó un enemigo que lo perseguiría por el resto de su vida,
Suger (1081-1151), Abad
de Cluny y consejero de los reyes Luis VI y VII. Suger llegó
a tener un poder inconmensurable, no sólo religioso, sino político, puesto que fue
el designado para llevar las riendas del reino durante la ausencia de Luis VII,
cuando éste partió a La Segunda Cruzada. A su regreso el rey lo proclamó Padre de la Patria.No obstante, el principal
contradictor teológico de Pedro Abelardo fue Bernardo de Claraval,
el fundador de la orden de los Cisterciences; la misma que nos dejó como legado
arquitectónico sus maravillosos monasterios, cuya característica principal es la
ausencia de decorado; y esa ausencia, a mi modo de ver, se transforma en el artífice
de su profunda belleza. Bernardo de Claraval es, en cierta forma,
el fundador de la Orden del Temple, ya que todas sus reglas fueron redactadas por
él. Podría decirse que los principios templarios son también cistercienses. Bernardo
de Claraval estaba lejos de comprender
al gran filósofo de la escolástica. Por la persecución e intolerancia de la que
fue objeto Pedro Abelardo debió quemar dos de sus libros. Fue, además, poeta y músico,
compuso canciones de amor y música sacra y se le considera el padre de la Escolástica.
Pedro Abelardo, como Eloísa,
se adelantó varios siglos a su propio tiempo, y fue en el centro del Concilio de
Sens (1140); donde fue acusado de herejía, teniendo como principal acusador a Bernardo
de Claraval.
Dudo que alguien pueda leer o escuchar tu
historia sin que las lágrimas afloren a sus ojos. Ella ha renovado mis dolores,
y la exactitud de cada uno de los detalles que aportas les devuelve toda su violencia
pasada.
A
la muerte de Pedro Abelardo, 46 años después de su
drama, Eloísa reclamó su cadáver
para enterrarlo en el Paracleto, el monasterio que los dos habían construido en
la única época en que pudieron volverse a encontrar, antes de ser nuevamente separados
por Suger.
Pedro Abelardo le había escrito, desde mucho antes de su muerte, que quería ser
enterrado allí, donde ella era priora desde hacía ya mucho tiempo. En su carta le
decía:
Entonces me verás,
no para derramar lágrimas, que ya no será tiempo: viértelas ahora para apagar en
ellas ardores criminales: entonces me verás, para fortificar tu piedad con el horror
de un cadáver, y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando
se ama a un hombre.
Pedro
Abelardo,
poco antes de morir, había escrito su autobiografía, a la que había titulado Historia Calamitatum. Años después, Eloísa compartiría la misma
tumba. En la actualidad están enterrados en el cementerio Père Lachaise de París;
visita cuasi que obligatoria para todas las parejas de amantes. [5]
NOTAS
1.
Pernoud, Régine. Aliénor d’Aquitaine. Éditions Albin Michel. 1965. (Traducción
libre de la autora del libro).
2. CALMEL, Mireille. Le lit d’Aliénor. Tomos I y II. Pocket.
2003.
3.
Idem. Pernoud, Régine. (Traducción libre de la autora del libro).
4.
La reina Isabel I ha sido el personaje inglés más representado en
la historia del cine. No obstante, muchos críticos de cine consideran que la mejor
representación de la “reina virgen”, ha sido realizada por la actriz inglesa Glenda
Jackson en la serie para televisión titulada “Elizabeth R” (1971), dirigida por
Roderick Graham y Richard Martin, una soberbia producción que nunca he olvidado.
Glenda Jackson también tuvo a su cargo el mismo rol en la película “María, reina
de Escocia” (1971), dirigida por Charles Jarrot y protagonizada por Vanessa Redgrave
y Timothy Dalton.
5. La vida de Pedro Abelardo y de Eloísa fue llevada magistralmente a la pantalla por Clive Donner, en una película titulada Pasión bajo el cielo, filmada en el año 1988 e inspirada en el libro homólogo de Marion Meade. Sus protagonistas fueron interpretados por Derek De Lint y Kim Thomson. La película es un verdadero fresco de la vida del París del siglo XII.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.
DORIS SALCEDO (Colombia, 1958). La obra de Doris Salcedo parte de la memoria de la violencia política. Da forma al dolor, el trauma y la pérdida, creando un espacio para el duelo individual y colectivo. Se trata del insoportable vacío que deja la desaparición. En él, la presencia de los objetos suele representar ausencias. Aunque su trabajo se desvía de las convenciones de los lenguajes artísticos, se puede decir que es escultora: crea espacialidades y objetos que transmiten historias y condensan experiencias humanas. La obra está impregnada de una urgencia que dice no poder contener: ante la tragedia, la muerte sin sentido y la violencia desmedida. Son obras sobre la muerte y humillación de los emigrantes, sobre la guerra y la muerte violenta de jóvenes colombianos a manos de mercenarios. En 2003 participó en la Bienal de Estambul y apiló 1600 sillas que recogió de diferentes lugares. Una pieza, de volumen y escala similar a los edificios circundantes, que pretendía crear una topografía del terror de las migraciones en el mundo global. Cuando, en 2007, realizó “Shibbolett” para la sala de turbinas de la Tate Gallery de Londres, abrió una rendija de 167 metros que recorría todo el suelo del espacio. Era como si hubiera ocurrido un terremoto allí. Todavía se pueden encontrar rastros de este trabajo en el piso del museo de Londres y Doris habla de su permanencia como una cicatriz permanente.
Agulha Revista de Cultura
Número 227 | abril de 2023
Artista convidado: Doris Salcedo (Colombia, 1958)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
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