Además
de académica, Nela Rio (Argentina-Canadá) es la fundadora del Registro Creativo,
adscrito a la Asociación Canadiense de Hispanistas, y es una gestora cultural incansable.
Y antes de hablar de su trabajo poético, quisiera resaltar un rasgo muy importante
de su personalidad. Pocas personas como Nela Río son tan profundamente humanas;
por sus venas corre, en torrentes inagotables, la generosidad para con los demás
poetas, algo que no es común en todos los escritores, sobre todo en aquellos que
ya cuentan con un reconocimiento internacional, como es su caso. Nela Rio se interesa
a fondo porque las personas que navegan en su río sean conocidas, publicadas y que
participen en los diferentes eventos poéticos y artísticos que realiza con la ayuda
de la Universidad de Laval (Canadá). Nela Río se desempeñó como profesora de literatura
por espacio de treinta años en la St Thomas University. Como feminista y luchadora
incansable aboga por que los derechos de la mujer sean reconocidos en todos los
ámbitos y porque la violencia de género deje de ser el flagelo que es hoy en día.
Nela
Río es también investigadora. A ella se debe que el nombre de Sor Leonor de Ovando
(1548-1609?), religiosa de la comunidad de Regina Angelorum, sea conocido fuera
de República Dominicana, su país de origen, o al menos donde vivió la mayor parte
de sus días. Leonor de Ovando fue una excelsa poeta que vivió antes que la otra
sor. Me refiero, por supuesto, a Juana Inés Asbaje Ramírez y Santillana (México,
1651– 1695), o sor Juana Inés de la Cruz; por eso Leonor de Oviedo es considerada
la primera poeta del Nuevo Mundo.
Entre
sus galardones está el Meritus Award de la creatividad, 1998, ha sido también finalista
de varios concursos internacionales, entre ellos el Carmen Conde de la prestigiosa
Editorial Torremozas, especializada en poesía escrita por mujeres. Además recibió
el Premio Prometeo de Poesía, Madrid, por su intensa labor en pro de la difusión
de poetas, como es su Exposición de Poemas
Poster que organiza dos o tres veces al año, y en la que participamos poetas
de todos los países de habla hispana.
No
en vano la profesora Elena Palmero Gonzalez (Universidade Federal do Rio do Janeiro,
Brasil) dice: “Nela Rio pertenece a ese grupo
selecto de escritores sistemáticos. Un conjunto de temas circulan en la obra de
la poeta como una red organizada de obsesiones: la piel, la palabra poética, el
ser femenino. Esas obsesiones vuelven permanentemente en su obra, tejiendo una rica
trama de significaciones”.
El
último libro de Nela Río, El Laberinto Vertical
(Editoriales Broken Jaw Press Inc. y Enana Blanca, Canadá, 2014), ha sido publicado,
como todas sus obras, en edición bilingüe, español-inglés. Aunque su obra también
ha sido traducida al francés y al catalán.
El
poema Maternidad da inicio a este poemario,
e involucra al lector inmediatamente, ya que este es testigo del nacimiento de una
nueva y a la vez antigua cosmogonía: “Detrás del tiempo del sueño / en la precisa
marea / que se haga en mí la voluntad de la madre”.
Cuatro
palabras marcan lo que será su creación: sueño, tiempo, sombra y silencio.
En
el poema Alguien, leemos:
“Hubo un tiempo que no era tiempo. / Alguien lo
soñó y se lo puso como sombra. / Medía su caminar, y dibujaba el silencio”.
¿Cómo
medir el tiempo que se sueña? “A través de la sombra”, responde la poeta –elegida
para contar el mito de la creación-; y luego “dibuja el silencio”. Un pianista diría:
– Lo hace cantar. O un pintor: – Es otra forma de pintar lo inasible, lo invisible.
O un poeta: – Nombrar para no olvidar.
En
Una y Múltiple asistimos al mito del eterno
retorno, la serpiente mordiéndose la cola, la eterna representación del nacimiento-muerte-nacimiento:
“En la noche de viento que suena como huesos / ella, la-que-crea-recordando / abrió
la boca primogénita / y la procreó de voces / que hilaban historias…”
En
Estaciones somos testigos que la palabra, con su poder nominador, es la creadora
de las cosas: “las de las voces largas / que todavía no eran mujeres, / inventaron
las estaciones”.
En
Cielo Colorado aparece “ella”, la mujer,
con “sus nueve meses bajo la lluvia del agua / nueve meses bajo la gran estrella”;
revelándose como la eterna parturienta: “se abrió el útero/… inaugurando con grandes
dolores / el pasaje, / de la sangre a la vida”.
En
Carbón Encendido se nos devela uno de
los más hermosos misterios de la mujer, la vagina: “Cuando la rosa de los vientos
juntó su perfume / para dar razón de los puntos de la vida / lo puso en el centro
del cuerpo de la mujer / y allí se lo ha de buscar”. Y en Amor leemos: “cuando los hombres y las mujeres / se amaban con tanta
afición. / El sol se ponía calzado pintado de azul / para no distraer el calor de
los cuerpos”. Y en Tiempos del Deseo:
“Así, amándose, hicieron constelaciones / y se mecieron colgados del cielo”. Y luego
en Al Tiempo de la Cosecha: “Cruzaron el río subterráneo / y en la otra orilla /
encontraron las flores vistiéndose de frutos, / los vientres abultados y la tierra
oscura / sacudiendo / el estupor de las semillas”.
En
el poema La Mañana del Olvido somos testigos
de la sabiduría milenaria de la mujer: “mirándose en el espejo de la madre / se
atavió de conocimientos”, para luego ver cómo le desagarraron las entrañas para
desposeerla de la sapiencia heredada: “pájaros de la noche / raptaron las piedras
preciosas del amanecer / y confinaron el génesis al olvido. / Y la noche larga,
sin agujeros, / tuvo una gracia muda que aterraba”. Para luego traer a la memoria
los aquelarres de otras tierras y de otros tiempos: “Desde entonces las mujeres
se reúnen / y se dicen, cuando arden de cólera / que la medianoche es el clamor
del amanecer”.
En
Las Hilanderas encontramos nuevamente
la trasmisión del conocimiento; esta vez a través del tejido, como la Penélope griega:
“Las mujeres que bordan, tejen, diseñan mantas, escribieron sus propia historia”.
Pero cuando los templos antiguos fueron reemplazados por otros, cuando “se aplanaron
las montañas para elevarlos”, sus voces y sus tejidos fueron considerados “herejías”.
No obstante, “Las más entendidas y sabias / guardaron las palabras con inocencia/…
cautelosamente se sumergieron en la intrahistoria”.
En
Las Místicas, somos testigos del nuevo
culto que les imponen, acostumbradas a amar a sus dioses decidieron amar al intruso
que irrumpía en sus vidas: “amaron a dios con amor de mujer / y lloraron la ausencia
de la carne/… Veneraron la parte de la Unidad con sabor a hombre /… bajo amplios
mantos /… los pezones erguidos de placer”. Lo que no sabían es que con la nueva
religión llegaba la prohibición, la persecución y la pérdida de autonomía: “Las
castigaron por mala compañía, / por aceptar la naturaleza de sus pensamientos /
y les llovieron lluvias / hasta ahogarlas de amor en las noches tristes”.
Y
luego asistimos al cataclismo llamado Guerras:
“Determinaron que las guerras serían voraces / y como locos corrían arrastrando
gritos. / Las madres clamaban a viva voz / pero sucedió que las aves blancas / fueron
usadas como piedra de sacrificio”. Los “pájaros de la noche” habían ganado la partida”,
hasta transformarse en “escorpiones”, cuando en realidad eran hombres de la guerra
con máscaras de pelo en sus rostros.
Y es en este poema donde Nela Rio se nos revela como la poeta elegida,
la que custodia la memoria e impide el olvido. Y al mismo tiempo se convierte en
el Río Nela, el que acoge las “nuevas casas” que bogan en la “balsa” que las mujeres,
tejedoras de mitos y leyendas, construyeron para las que venimos detrás.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante y del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.
DORIS SALCEDO (Colombia, 1958). La obra de Doris Salcedo parte de la memoria de la violencia política. Da forma al dolor, el trauma y la pérdida, creando un espacio para el duelo individual y colectivo. Se trata del insoportable vacío que deja la desaparición. En él, la presencia de los objetos suele representar ausencias. Aunque su trabajo se desvía de las convenciones de los lenguajes artísticos, se puede decir que es escultora: crea espacialidades y objetos que transmiten historias y condensan experiencias humanas. La obra está impregnada de una urgencia que dice no poder contener: ante la tragedia, la muerte sin sentido y la violencia desmedida. Son obras sobre la muerte y humillación de los emigrantes, sobre la guerra y la muerte violenta de jóvenes colombianos a manos de mercenarios. En 2003 participó en la Bienal de Estambul y apiló 1600 sillas que recogió de diferentes lugares. Una pieza, de volumen y escala similar a los edificios circundantes, que pretendía crear una topografía del terror de las migraciones en el mundo global. Cuando, en 2007, realizó “Shibbolett” para la sala de turbinas de la Tate Gallery de Londres, abrió una rendija de 167 metros que recorría todo el suelo del espacio. Era como si hubiera ocurrido un terremoto allí. Todavía se pueden encontrar rastros de este trabajo en el piso del museo de Londres y Doris habla de su permanencia como una cicatriz permanente.
Agulha Revista de Cultura
Número 227 | abril de 2023
Artista convidado: Doris Salcedo (Colombia, 1958)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário