Gaviotas de cruz abierta nos remite
a la gaviota rescatada por nuestro vate Ricardo Miró, como símbolo de nacionalidad,
de libertad. Miró rescata las aves que flotan libremente en nuestro cielo para convertirlas
en símbolo de delicadeza y libertad: gaviotas, garzas, golondrinas, ruiseñores,
palomas, en lugar de la fauna exótica (cisnes, ibis, pavos reales) que utilizó el
modernismo como símbolo heráldico de exquisitez y autonomía estética. Miró le canta
a la gaviota que es panameña y libre, dueña de su destino: “las gaviotas se van…”,
y también a la que se está quedando rezagada: “Detrás, muy lejos sigue una gaviota…”
Porque esa fue una forma de identificar a la Patria, a través de sus aves.
Diana Morán
retoma el símbolo, pero no ya como la gaviota libre, sino como la gaviota patria,
con vocación de libertad, sacrificada, inmolada por las huestes genocidas. La gaviota
de esta pieza lírica no es el ave depredadora que se disputa la presa indefensa:
es el ave marina que acompaña con su presencia, fidelidad y suave graznido al navegante
de una breve travesía; es el ave canalera que se alimenta en sus riberas y que al
remontar el vuelo semeja una cruz, símbolo de sacrificio y redención: con esa sombra,
cubre y protege la tierra sobre la que vuela. Las gaviotas de cruz abierta representan
a cada uno de nuestros mártires que expusieron sus núbiles pechos: el título nos
revela el sacrificio de nuestra juventud y la sombra protectora que ese sacrificio
proyectó sobre la persistencia del ideal colectivo nacional.
Un canto a la patria
El libro está compuesto por XVII cantos. La hablante
lírica va enhebrando cada uno de los poemas a través de un hilo conductor que se
va constituyendo en un conjunto de elegías a la Patria. En el mismo, el gigante
de siete leguas es vencido por la juventud istmeña, adolescencia en flor… Así
lo indica desde el título del primero: “El ángel vencido por un golpe de margaritas”,
en el cual el ángel –“ángel con las alas y los ojos en llamas, engulle jilgueros
y mariposas.”–, [2] es derrotado
“por un golpe de margarita” –delicada y tierna flor–, que simboliza a la
juventud.
El poemario
se cimenta en sus títulos, las voces que participan, la sustantivación y adjetivación,
en las sensaciones que nos hacen percibir esos dolorosos momentos, el recurso de
juegos y rondas infantiles y personajes de cuentos clásicos, los cuales producen
una canción limpia, transparente y enérgica que denuncia el genocidio de la Patria.
Los títulos
de los poemas involucran en la temática aludida: del I al III canto se presenta
al ángel que “engulle jilgueros y mariposas”, y al enero patriótico que se
estrenó en 1964 vestido con el emblema tricolor Del IV al XIII la hablante condecora
a cada uno de los mártires: ya sea por un
golpe de mar, por un alumbramiento
de saloma, por escamas de laurel,
por estrellas de sal, por un golpe de luz, por un golpe de luna llena, por un alumbramiento de trinos, por un golpe de espejo, por un golpe de tierra y por un golpe de invierno.
Es vital el
título de las elegías XIV y XV –también dedicadas a los mártires– preparan al receptor
para un epílogo esperanzador: la primera de ellos es la que los despide “El adiós
condecorado por un eco de plata” y la otra es en la que el Cerro Ancón, [3] símbolo de soberanía enajenada, es condecorado
por una ronda de corazones tricolor. El canto XVI hace referencia a la Patria, “La
casa condecorada por ecos de Matilde”; y, finalmente, el que se relaciona con la
Patria que renace, que resurge en la esperanza de los seres más nobles, ingenuos
y puros: “La patria de los niños”.
A lo largo
del poemario escuchamos la polifonía de voces que intervienen, matizan y describen
el sufrimiento y la angustia que se vivió en esos dolorosos momentos, –que sólo
tendrían parangón con la navidad que nos regalaron los ángeles del mal el
20 de diciembre de 1989–, así como la rabia, la impotencia y el escarnio del que
fuimos víctima; sin embargo, las mismas no claman por venganza sino por justicia.
Percibimos cómo el tono lírico evoluciona en un diálogo en el que se describe desde
el suplicio más intenso por el despojo de nuestro territorio hasta el encuentro
de la purificación a través del sacrificio, en el que la Patria resucita después
de la crucifixión.
Corazones Rojos
Caerá el soldado
de la zona gris
Ascanio es un mango,
azul, carmesí.
Corazones Azules
La raya amarilla
ordena en inglés
con mangos se borra
el Orobio y Manuel.
Corazones Blancos
Los mangos, los mangos,
los mangos de allí
nos sabrán a Patria
a Patria feliz.
Coclé, provincia
interiorana, despide a uno de sus hijos: la hablante presenta al Zaratí, [5] que doloroso está desgranando balidos
con pena de tinaja rota ante el dolor y el desconsuelo, morado de Viernes Santo porque está de luto y entre cristales de Domingo de Pascua porque
resucita de entre los muertos. Y los verdes Llanos que paralelos visten el paisaje
de la campiña, están heridos de alambres como la cerca que limitaba a la Zona del
Canal; sufren crucificados de sequía
por el lento morir a falta de la esencia de la vida; que se sienten vencidos por el viento, cansados de resistir
los embates; pero que se levantan heroicos con júbilo de arrozales maduros porque cualquier sacrificio es poco
cuando nuestra madre – tierra – Patria nos requiere.
El canto XVI
nos presenta a la semilla del futuro: nuestros Niños alados ¿angelitos, avecillas, mariposas?, que van evolucionando
en su despertar con húmedo rumor de tristeza,
llorando por la ignominia contra nuestra nación; con alto rumor de esperanza, porque en ellos se cimenta el futuro de
la Patria; con ardiente rumor de sol,
porque son puros y transparentes en su esencia; con leve rumor de brisa, porque en sus tiernas sonrisas está la verdad;
con jubiloso coro de resurrección,
porque con ellas la Patria se hace infinita.
Es intencional
que en el último poema la voz la lleve Caperucita,
quien denuncia la agresión contra la Patria
de los Niños: canta adolorida con
voz de corazón entre espinas, con
voz de río crecido, porque se sabe con la razón y con voz de campanario cuando, al final,
acusa valientemente al asesino: “El lobo
se llama dólar, /el lobo mató la
paz, /el lobo niños del mundo
/ lleva barbas de Tío Sam.”
Protagonistas
La categoría gramatical sustantiva le dan profundidad
y vigor a la denuncia:
1.
Sustantivos que se refieren a las hordas imperiales
estadounidenses: ángel-cuernillo, cuervo, brujas, lobo, duende negro: los mismos connotan la presencia del mal, de la maldad;
zepelín (avión de ataque), kukuxklan (secta racista estadounidense),
capucha (deshonestidad, enmascaramiento,
ocultamiento de la verdad), y Tío Sam
con toda la carga ideológica y política de este personaje tristemente célebre.
2.
Sustantivos que se refieren a los panameños: el valor
semántico y las matizaciones que se le dan a los mismos nos permiten formarnos una
visión totalizadora de la intención poética de la hablante:
a.
Relativos a personas, entre ellos los nombres de los
mártires a quienes está dedicada la elegía: niña, Ascanio, Rosa, José, Ricardito, novia, esposa, madre, Víctor, Rogelio, Maritza Alabarca,
Ovidio, Luis, hija, Ezequiel, pastor, hijos, Pulgarcitos, etc.
b.
Relativos al concepto vida: camino, pan, manantiales, corazón, sonrisa, mangos, carne, agua.
c.
Relativos al concepto muerte: camita, almohada, polvo, esqueleto, adiosito, estuchito,
alfiler, velorio, rosario, dolor, piedra, sollozos, ataúdes, lágrima, huérfana.
d.
Relativos a dos conceptos que siempre irán juntos, patria-esperanza:
escuela, esfinge, cuaderno,
uniforme, letra, lápiz, libro, flecha, libertad, olivo, alcancía, tierra, enero, canal, país, Tabogas, bandera, patria, emblema, cerro,
Cerro Ancón, Panamá.
e.
Relativos a las flores, que indican belleza, juventud,
ternura y la fragilidad de la vida: girasol,
jazmincitos, florecitas, guayacanes, lirios, trébol, azucenas, heliotropos,
margaritas.
a.
Los que se refieren a Panamá, que cantan a la esperanza:
niña verde, que es la Patria fértil
y bondadosa –verde esperanza–; veinte
banderas al puente, en este verso se percibe un desafío, en un momento en el que
era prohibido colocar nuestra bandera en el Puente de las Américas, –las veinte
banderas representan a los mártires–; Rosa emblema nacional, niña mártir, sacrificada en su adolescencia. [6]
b.
Los referidos a la muerte: norte frío, de donde nos trajeron la muerte;
veinte lirios morados, se reitera el número de nuestros
mártires; fría mariposa, denota la muerte de un ser delicado frágil y delicado,
nos remite a la muerte de la vida joven.
La voz lírica
contrapone nuestra lucha y nuestros valores ante la necesidad y los insaciables
apetitos del vecino cercano, que todo lo que toca lo destruye: “Un cuervo del norte frío / pico de lumbre bajó… / Rosa morena en navío / tu corona deshojó! Es intensa la oposición
que se plantea en esta estrofa en la que el cuervo (ave agorera que simboliza muerte), viene del norte frío –viene de lejos, pero lo tenemos
cerca y nos trae a la muerte– a deshojar
–matar–, la corola –vida–, de Rosa –mártir en adolescencia.
Una de las
singularidades de este canto es que nos permite percibir estímulos sensoriales en
los que se involucran nuestros sentidos, los cuales nos permitirán establecer una
comunión con nuestra hablante, algunas de ellas son de carácter visual: “Rubí, Maritza, /en el cielo blanco / en el cielo blanco / Rosa azul: como apreciamos, los sustantivos rubí, blanco y azul pintan nuestra
enseña tricolor; otras son auditivas, porque podemos escuchar el “Silencio de margaritas / blanco gotea el dolor…”, que producen
la sensación de soledad y herida de muerte en la infinitud del tiempo; así como
como blanco-muerte – dolor. Con el tacto y la vista percibimos, palpamos, vemos
que no era cosa de niños: no son caramelos ni las clásicas canicas, sino la bala
asesina que mata al cuerpo, mas no el ideal: “Bolas de azúcar no era, / ni
tampoco cristal / bolita era de nieve
/ bola de congelar.” El infierno
se percibe en el aire, enrarecido, irrespirable, que olía a muerte y destrucción
en el área que dividía el corazón del país: “Ay las brujas de alambre / azufre el
aire sudó.” La hablante se refiere a nuestra rica comida que hospitalariamente compartimos
con ellos y que fueron agradecidas con agresión y muerte: “Les dimos sandía / arroz / con guandú.”
Rondas, juegos,
bailes, cuentos
La hablante lírica se vale del carácter lúdico de las
rondas, juegos, bailes, personajes de cuentos para dirigirle esta obra a los niños,
semillas en germinación, para que a través de esos recursos aprehendan la historia.
Por ejemplo, en el poema VII Pupilas condecoradas por estrellas de sal (a los mártires
Carlos Renato lara y Ricardo Murgas Villamonte), se hace una paráfrasis con la ronda
“Baja la casita baja”. La estrofa final canta a los veintidós panameños –hombres,
adolescentes, dos niñas…– [7] quienes
murieron en esta gesta patriótica y que aún hoy claman justicia: “Ay que me duele
un dedo, / sangra por veintidós / Ay que busco castigo, / y eso no lo oye Dios.”
El canto XVI La casa condecorada por ecos de Matilde,
nos remite al juego “Atoambó”, en
el que un niña o niña busca un paje, éste pregunta por el oficio que se le asignará
y decidirá si le conviene o no. La segunda estrofa canta a tres de las víctimas:
“Atoambó / Víctor / Rosa / Luis / dolor.”/. Algunos de los oficios concedidos
a estos héroes de la nacionalidad son los siguientes: “Ser escuela / le daremos /
lápiz, / libro / Cerro Ancón.”
La hablante
no deja por fuera el tono folkórico. De allí que el poema V Rosa condecorada por un alumbramiento de saloma
(A la mártir Rosa Elena Landecho), [8]
inspirado en la melancolía del llanto interiorano, refleje el dolor de la pérdida
y la tristeza que ahoga; por ello, se inspira en la forma del canto folklórico panameño
denominado “torrente de lamento”:
CORO
Rosa
Rosa
Rosalelé
Rosa
Rosa
Rosalelelé
VOZ DELGADA
Y ALTA
(metiéndose en una saloma)
Rosalelelelelelé
Rosalelelelelá
VOZ GRAVE
(preñada de angustia)
Rosa, canario de luna,
¿tu flauta dónde voló?
Noche de trenza en la lluvia,
¿lamento quién te volvló?
(…)
Una
historia para no olvidar
La mayoría de los poemas están constituidos por versos
breves, lo que produce mayor sonoridad y provoca en el lector la necesidad de aprenderlos
y aprehenderlos. Poseen musicalidad, ritmo, y son recurrentes, porque lo ocurrido
debe pervivir en la conciencia y en la memoria histórica nacional.
Gaviotas de cruz abierta
ofrece tres lecturas: la lectura ingenua de los niños, facilitada por las rondas
y los coloridos versos cortos; la lectura poética de profundo lirismo; la lectura
ideológica-política, que de alguna manera se presenta en las anteriores.
En el poemario,
predominan elementos y acciones que provienen de nuestro contexto histórico: la
lucha por nuestra independencia y soberanía nacional y la denuncia de los atropellos
de ese mortal Enero. Es una realidad objetiva que está presente y que el receptor
identifica.
La hablante
expresa sentimientos íntimos de amor maternal, de impotencia, de dolor, pero se
reitera en la denuncia de ese crimen de lesa humanidad. Con el dedo acusador señala
enérgicamente –con mayúscula cerrada–: “AY,
MARITZA, FUERON ELLOS.”
Lo valioso
de Gaviota de cruz abierta es que, a pesar
de manejarse una temática de esta naturaleza, que fácilmente podría desembocar en
un discurso panfletario, no solamente obvia ese peligro, sino que le da tersura
a la palabra, logrando construir un discurso de gran calidad lírica y estética,
en un estilo accesible a la niñez, lo que lo convierte en un sublime y límpido canto
a la Patria y a la Liberación. Diana morán es al novia, esposa y madre de cada una
de las flores marchitadas ese enero, cuya semilla germina en la madre tierra. Su
canto se convierte en un himno de rebeldía y libertad, y ofrece la ternura de un
espíritu escogido, único, pródigo.
Diana de Panamá
llora, crece y canta, muere y resurge como el Ave Fénix, con la inextinguible esperanza
de que algún día alcanzaremos por fin la victoria, en una Patria verdaderamente
libre, soberana y equitativa: soñando el sueño de Ascanio, Rosa y Ezequiel, condecorando a Jacinto, Gonzalo, Teófilo y Carlos; respirando a plenitud el aire de
luna nueva con Ricardo, Rogelio, Ovidio y Luis; subiendo al “cerro del mango manguil” con Víctor Iglesias y Víctor Garibaldo; haciendo una “ronda de corazones”
con José Enrique y José Del Cid; limpiando la “Patria de los niños” con Rodolfo, Alberto, Estanislao
y Celestino; y arrullando dulcemente
con un leve rumor de brisa a la pequeña Maritza
Alabarca.
NOTAS
La
tarde del 9 de enero de 1964, 200 estudiantes del Instituto Nacional de Panamá marcharon
pacíficamente hacia la Escuela de Balboa, ubicada en la antigua Zona del Canal,
para exigir que se cumpliera el Pacto de la Bandera (1963), en el cual se acordó
que en todo sitio público en donde ondeara la bandera estadounidense debía ondear
al lado la bandera panameña. Ello no se cumplió…
1.
La tarde del 9 de enero de 1964, 200 estudiantes del Instituto Nacional de Panamá
marcharon pacíficamente hacia la Escuela de Balboa, ubicada en la antigua Zona del
Canal, para exigir que se cumpliera el Pacto de la Bandera (1963), en el cual se
acordó que en todo sitio público en donde ondeara la bandera estadounidense debía
ondear al lado la bandera panameña. Ello no se cumplió…
2.
Gaviotas, p. 50
3.
Amelia Denis de Icaza (1836-1911), primera voz lírica panameña, le canta con su
lira enlutecida “Al Cerro Ancón” (1906), luego de enterarse que, según lo
establecido en el nefasto tratado Hay-Buneau Varilla (que ningún panameño firmó),
quedaba dentro de la franja de territorio cedida a la jurisdicción estadounidense
(se trata del promontorio elevado en la capital frente al Pacífico –hoy entrada al Canal–, abastecía de agua a la ciudad y área de esparcimiento
de los capitalinos).
4.
Panamá está rodeada de los mares Atlántico y Pacífico.
5.
Río más importante de la provincia de Coclé.
6.
Tenía 13 años.
7.
Son 21 mártires. Posiblemente, la hablante se ha tomado la licencia para rimar con
Dios.
8. “Canto del campesino panameño. Expresión vocal que emite sonidos articulados en la parte media del velo paladino llamado úvula y mediante contracciones de la faringe; muy propia del campesino panameño, especialmente del área peninsular, en donde se practica en la plenitud de su esencia, y en variadas manifestaciones”, por Bolívar González.
ANAIS MORÁN
ROVI (Panamá, 1961). Ensayista e investigadora de literatura. Enseña y estudia literatura
en la Universidad de Panamá. Ha publicado libros como Novelistas
panameños 1940-1959 (1986) y Rodrigo Miró o el rescate de la identidad nacional (1998).
CELINA PORTELLA (Brasil, 1977). Artista plástica invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura. Fue nominada a premios, como la Beca ICCO/SP-Arte 2016; EFG Bank & Art-Nexus Acquisition Award, en SP-Arte 2015 y Pipa Award 2013 y 2017. Fue premiada en Salón Acme/Casa Wabi Residence en Oaxaca, México (2020); en la XX Bienal Internacional de Artes Visuales de Santa Cruz, en Bolivia (2016), y también en el II Concurso de Videoarte Fundaj, en Recife (2008). Obtuvo la beca del Programa de Fomento a la Creación, Experimentación e Investigación Artística SEC+Faperj, en 2016; por el 1er Programa de Fomento de la Cultura Carioca en las Artes Visuales, en 2013; por la Beca de Apoyo a la Investigación y Creación Artística, de la Secretaría de Estado de Cultura, en 2012, y por la beca del Centro de Arte y Tecnología de la EAV Parque Lage, en Río de Janeiro, en 2010. Participó de residencias artísticas en Bag Factory Artists ‘Studios, en Johannesburgo, Sudáfrica; en el Centre International d'Accueil et d'Échanges des Récollets, en París; en LABMIS, en el Museo de Imagen y Sonido, en São Paulo; en Galeria Kiosko, en Santa Cruz de La Sierra, Bolivia, entre otros. Desarrolló proyectos y expuso en varias instituciones y galerías de Brasil y del exterior, entre las que se encuentran: Sesc São Paulo, Centro Cultural Banco do Brasil, EAV Parque Lage, Caixa Cultural, Centro Municipal de Arte Hélio Oiticica, MAC Santiago de Chile, Uj Art Galería, Galería Cremallera, Galería Kiosko, A Gentil Carioca. De las participaciones en exposiciones colectivas, se destacan Histórias da Dança no MASP, São Paulo, 2020; Salón Acme 08 | Ciudad de México, 2020; Crestas Trienal de Artes, en Sesc Sorocaba, 2017; III Muestra del Programa de Exposiciones del Centro Cultural São Paulo, 2012 y “Nova arte nova”, en el Centro Cultural Banco do Brasil en Río de Janeiro y São Paulo, 2009. Como bailarina y co-creadora, trabajó con las coreógrafas Lia Rodrigues y Joao Saldanha. Celina es de Río de Janeiro y actualmente vive en São Paulo. Estudió Diseño en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro y se graduó en Bellas Artes en la Université Paris VIII.
Agulha Revista de Cultura
Número 236 | agosto de 2023
Artista convidada: Celina Portella (Brasil, 1977)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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