segunda-feira, 21 de agosto de 2023

MANUEL MORA SERRANO | Domingo Moreno Jimenes, primer vanguardista de Santo Domingo

 


Domingo Segundo Moreno Jimenes nació minutos después de la media noche del 6 de enero de 1894, como un regalo de Reyes para el matrimonio formado por Domingo Moreno Arriaga (de padre venezolano: Antonio Moreno Urdaneta y madre dominicana: Emilia Arriaga) y de la criolla María Josefa, hija de Rosenda Hernández y Juan Isidro Jimenes (1846-1919) que sería Presidente del país en 1899 y 1916, quien a su vez era hijo de Manuel Jimenes (1808-1854), cubano, segundo presidente nuestro. (Por coincidencia, el dominicano Máximo Gómez fue el segundo de Cuba). A pesar de esa prosapia, vivió y murió dignamente sin grandes recursos. Por su ADN nuestro poeta era un caribeño total. Según su Acta de nacimiento en el Oficialato Civil de la Parroquia Mayor de la Catedral, No. 25, páginas 78-79 del Libro No. 9 del 1891-1895.

La primera biografía oficial suya es de la autoría de José Rafael Lantigua (1949) que la redactó siendo un mozalbete, con el título de Domingo Moreno Jimenes Apóstol de la Poesía. Críticas, semblanzas y comentarios aparecen en multitud de textos, y en especial en las antologías principales y en Postumismo y vedrinismo, primeras vanguardias dominicanas, de nuestra autoría, Editora Nacional, 2011, demostrando que el Postumismo, es nuestro primer movimiento vanguardista, proclamado en marzo de 1921 en la revista La Cuna de América No. 19, junto con Andrés Avelino (1900-1974), Rafael Augusto Zorrilla (1892-1937) y otros en 1921.

 

La aventura poética de Moreno Jimenes

Aunque algunos críticos de relevancia, han denostado a Moreno, acusándolo de modernista y sin ninguna novedades en sus primeros dos libros, lamentablemente, parece que no leyeron esos textos, como demostraremos más adelante. Ya que fue rebelde y personalista desde su niñez, como lo señala Bárbara Moreno García (1964), nieta del poeta, en su estudio: El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes, tesis doctoral en la Universidad Paris VIII, 2001, Datdruck, al dar noticias exclusivas de la familia, con datos inéditos, señalando en una cronología, que apenas con siete años manifestaba deseos de ser sacerdote cuando fuera grande: «Su madre le hizo una sotana que el pequeño Domingo usaba cada día, preparando además una mesa con todos los objetos necesarios para celebrar una “misa” a la que asistían todos sus amiguitos.» Y según ella, en 1909, cuando tiene 15 años, había escrito sus primeros versos libres, sin mostrarlos.

Sospechamos que hay un lapsus familiar, pero anotamos su precocidad para la época, cuando él afirma que sus primeros versos son de 1911, con 17 años

En pocas palabras resumiremos la aventura poética de Domingo Moreno Jimenes, para demostrar que fue un poeta extraño desde sus primeros versos. Aunque él ha dejado algunas confesiones, sus orígenes culturales son un misterio. No conocemos sus amistades, salvo Francisco Ulises Domínguez (¿…?), su vecino y luego compañero de aventura vanguardista. Para tener una idea, diremos que contrario a la mayoría de los poetas de su tiempo, nunca anduvo a la moda y siempre fue abstemio. De sus dos primeros libros Promesa mis primeras notas, 1916, (sin nombre de impresor), Vuelos y duelos, Imp. y Librería de J. R. Vda. de García, 1916, sin que nunca se .le hiciera comentario alguno al primero, y uno en el país y otro en Cuba, del segundo, tienen 139 poemas de los cuales 59 no fueron incluidos en D. Moreno Jimenes Obras Poéticas Del gemido a la fragua, Editora Taller, 1975, aunque si hay algunos en Domingo Moreno Jimenes Antología, Flérida de Nolasco, Colección Pensamiento Dominicano, 1959.

Con la salvedad de que ninguno de ellos había sido publicado antes, como ha sido y era tradición en el país. Lo que es indudablemente una rareza notable en cualquier lugar del planeta a través de la historia desde que hay imprenta, revistas y periódicos. Quizá de uno, pero la curiosidad son dos..

Indudablemente esa otra cara de la poesía de Moreno no puede ser despachada pura y simplemente como “obra de un novato”. Por lo que los seleccionadores de sus Obras Poéticas dejaron sin un aporte básico a los futuros investigadores al privarlos de una fuente que explicaría la secuencia de sus producciones y sus atrevimientos, sobre todo formales, aunque también temáticos, amén de muchos otros poemas, que aparecieron en revistas que no son conocidos. Sus dos primeros libros, por ser curiosidades bibliográficas, han provocado equívocos sobre su creatividad. Todo lo que ha producido un poeta cualquiera es importante y merece ser conocido y analizado, tanto más, tratándose de una especie de icono nacional, como ha ocurrido con Moreno Jimenes. Sobre todo, cuando algunos de esos poemas iniciáticos se han considerado como obras de su madurez y figuran entre la más avanzadas, hasta considerarlas como postumistas, cuando él en esos años ni siquiera había sido iniciado en el modernismo, que precisamente el año de la aparición de estos dos volúmenes se consideraba finiquitado con la muerte de Rubén Darío (1867-1916).

 Este hecho indica que, como la mayoría de los jóvenes de su época, si bien algo de lo que había en el ambiente le llegaría por ósmosis, hasta el último poema de Promesa fechado en 1914, época que está en El Seibo, una de sus ciudades emblemáticas, que no solo lo dedica A Rubén Darío, sino, que confiesa en un epígrafe: Después de haber leído a Prosas Profanas, con este primer verso: Aún no te conocía, poeta de los cisnes.

 Si no era modernista hasta entonces, la lectura de este poema, que curiosamente nunca ha sido antologado, demuestra otro hecho más extraño: Moreno manifiesta a sus veinte años, (en ese tiempo era todavía minoridad), lo que sigue, que nos parece contundente para comprender lo que hizo más tarde y las razones por las cuales lo hizo:

 

Y no debe extrañarte, pues no conozco a nadie: / Entré solo en el Arte, y aquí solo me tienes: / Alzándome en la cumbre mirífica del Arte. // Soy una fuente seca que agua no vierte ahora. / Porque para verterla de extraños manantiales: / Prefiero ser estéril toda mi larga vida. / Siempre que siga nívea la albura del plumaje.

 

Continúa declarando que no seguiría la ruta modernista. Y no lo hace. En su segundo libro no aparecen los elementos de ese movimiento. Pueden contarse con los dedos y sobran, las veces que algún cisne, una musa, o algún dios grecolatino apareciera en toda su extensa obra poética.

 Este hecho contrasta con otros considerados vanguardistas como Otilio Vigil Díaz (1880-1961), que siempre utilizaron recursos parnasianos, hasta en sus poemas de vejez de 1952.

 Antes de concluir sobre sus aportes en Promesa, diremos que en la página 61 aparece, como insinuamos más arriba, Atardecer Campestre, escrito posiblemente en 1913, que ha sido antologado como postumista. Para concluir sobre sus ocurrencias, diremos que se trata de un soneto en alejandrinos, con versos pareados asonantes. Algo no común.

 Es más, en este libro, desde el primer poema, mide constantemente sus versos; hasta los puramente “libres” son versos de verdad, bien medidos, con algunos defectos de principiante, pero casi siempre asonantados, hasta llegar, en su segundo libro a la eliminación de la rima.

 Destacando que el cuarto poema de Promesa (4to de Las Obras Poéticas, páginas 17-18), es El vuelo de las horas con 7 estrofas irregulares con versos de 3 de cuatro, 1 de 3, 2 de 2 y la última de 1, que indican cierto atrevimiento formal por ese simple hecho: Sin embargo, ocurre algo que jamás repetiría: Todos los versos riman entre sí y no son consonantes sino asonantados. Además la temática no es amorosa: Trata en ellos de problemas del tiempo. Es decir que desde las primeras muestras señala rebeldías y preocupaciones serias. Detalles que aparecerían en su larga vida (92 años) como le dice a Rubén Darío en el poema que le dedica.

 Quiero señalar una curiosidad que ningún crítico ha tomado en cuenta. En su primer libro, en la página 95 y en las Obras Poéticas en las 33 y 34 aparece un soneto curiosísimo con métrica de trece sílabas. No hemos encontrado el uso de esta métrica ni siquiera en Rubén Darío y naturalmente, en ninguna poética se indica que exista el de trece sílabas, que llamaríamos el tresidécimo verso. Si eso no es audacia y experimentación que venga Dios y lo diga.

 Vamos a copiarlo para no tener que agregar ningún otro detalle a las muchas ocurrencias de ese cuasi desconocido primer libro de aquel muchacho que entró solo en el Arte:

 

LENITIVO (Lenitivo y…? fue el título original en Promesa)

 

Llueve la esperanza sus crisantemos de oro

compasivamente sobre mi amor en ruinas

y en mi cielo triste bórranse las neblinas,

 y suspendo el llanto de mi laúd sonoro.

 

Yo no sé qué existe dentro de mí que ignoro,

y hace que, cuando me hieran las espinas

vierta en mis tristezas las cármenes divinas

que en jardín convierten el erial donde lloro.

 

¿Es mi fe sagrada, que como de poeta

vive en mi espíritu secreta, muy secreta,

siempre ocultándose de los ojos del mundo?

¿O es un sol que existiendo en un lejano oriente

en todos mis ocasos me ilumina riente

el sol en cuyos rayos mis ensueños hundo?

 

Ese muchacho que entró solo en el arte, está demostrando su dominio del verso. Amén de que en sus primeros poemas hay ya atisbos del desenfado posterior, en el uso de términos como en el otro soneto asonantado de ese primer libro (página 66) titulado Flor de Hastío, que comienza: Un vidrio de botella finge el cristal del río, / También el cielo finge un empeñado vidrio, / Aunque algo más oscuro, pues parece de plomo / Y de plomo ya sucio, ya sucio por el moho. Que anuncian a un poeta meticuloso en los matices del color, aparte de la secuencia perfecta de ese soneto irregular cuando dice: Ya las vacas, los asnos, los caballos, las ciguas / En los postreros áridos y en las praderas frías / no mugen, no rebuznan, no relinchan, no trinan. Son detalles que indican que el muchacho que ignora a Darío, tiene “algo”. Ahora pasaremos a su segundo libro.

 

Moreno Jimenes inventando el verso libre – Primeras críticas a Vuelos y duelos

Su rechazo a seguir la ruta modernista que, por lo menos respecto al Darío de Prosas Profanas declaró ignorar, ya los poemas que recoge en su segundo libro Vuelos y Duelos, aunque no tengan estos experimentos formales inicia con algo que nadie más en nuestro país había hecho: No solo lo del título de invitar a un huésped incómodo, sino que esa Invitación al Dolor (página 25 de Las Obras) no tiene rima. Son versos de verdad, medidos como debe ser, pero ni las estrofas son regulares; hay hasta dos líneas con puntos suspensivos. Así, sencillamente, inaugura una forma de decir poéticamente hablando, como en los famosos versos libres de José Martí (1853-1895) que no se conocían en ese tiempo y son bien medidos también.

 En el otro poema libre hay un raro caso de imitación, recordando no el verso medido, sino, la acentuación de los Nocturnos de José Asunción Silva (1865-1896). Nos referimos a Bajo unas nubes blancas (página 47 de Las Obras), que denotan que si no conocía a Rubén, bien pudo conocer a los que se consideran modernistas como el caso de Martí, a quien dedica un poema que tampoco ha sido antologado, ni siquiera citado.

Dicho eso, debemos señalar otro hecho que no ha sido tomado en cuenta por nuestros críticos y comentaristas de la obra de Moreno Jimenes. Fueron las críticas que le hicieron a este libro. Mientras que de Promesa no tenemos ninguna mención, como si nunca hubiera existido, a pesar de las novedades y las audacias que hemos señalado, por el contrario, Vuelos y Duelos tuvo crítica criolla y extranjera, como señalamos arriba.


No vamos a entrar en detalles, pero vamos a señalar otro hecho: El debut periodístico de Moreno Jimenes. Ahí va la primicia: En el No. 10 de la revista Crisantemos en su segunda época, del 29 de diciembre de 1917, aparece en la mancheta que su director era D. Moreno Jimenes y su redactor Ángel Rafael Lamarche (1899-1962). Ni Moreno ni sus familiares recordaron este hecho ni lo que más adelante señalaremos, las críticas y comentarios que Vuelos y Duelos produjo en esos años:

 

El primero que hemos encontrado, apareció en la revista Letras, que dirigía el venezolano Horacio Blanco Fombona (1889-1950), el cual en el No. 15 de mayo 20 de 1917 al comentar en sus Notas Breves a Vuelos y Duelos concluye diciendo: No es todavía Moreno Jimenes un poeta personal, sino que va buscándose a través de los poetas que caen en sus manos.

 

Sin embargo, un mes después, en junio de ese año. Francisco Domínguez Pérez (1883-1954), un escritor andaluz que al ser perseguido en su país por sus ideas políticas liberales emigró a Cuba en 1902 (autor fecundo que dejó 9 libros publicados y 14 inéditos), en la Revista Soñada, de Guantánamo, (reproducido en Crisantemos No. 10 páginas 8 y 9), de la primera crítica internacional que se le hiciera a Moreno Jimenes con un artículo crítico titulado simplemente Vuelos y Duelos, en el cual llega a la siguiente conclusión sobre el libro y su autor:

 

Yo que no puedo decir lo que no siento y que cuanto digo lleva el sello de mi sinceridad, le auguro al poeta Moreno Jimenes, días de triunfo si en los demás libros pone el sello de su originalidad y conserva pura esta lengua ibera en que escribió Cervantes su famoso hidalgo.

 

Si bien esta elogiosa crítica internacional fue publicada primero en Cuba, aquí no se conocía, dadas las condiciones de la época para que llegaran las correspondencias; en la misma revista citada, en la No. 8 del primero de dicho mes, había aparecido una crítica con el título de Comentando a un poeta suscrita por quien entonces era un literato joven cuyos trabajos aparecían en los medios de la época: Jacinto T. Pérez (¿…?), nativo de San Cristóbal, donde ejerció como abogado al final de su vida alejado de aquella pasión juvenil. En resumen, el joven comentarista criollo dijo:

 

El poeta Moreno Jimenes, llegará a ser un poeta de altos vuelos, pues su amor a la poesía, a la que rinde un fervoroso culto, lo encanta y lo seduce apasionadamente.

 

No hay duda alguna de que en su momento, especialmente por la crítica del español radicado en Cuba, por aparecer en una revista extranjera, debió ser un acicate poderoso para que Moreno Jimenes siguiera escribiendo. Aunque, esos dos libros con sus 139 poemas, algunas extensos, eran más que los que otros poetas de más años en su comercio con las musas hubieran redactado. Nadie había publicado dos libros poéticos de verdad, el primero con 107 páginas y 61 poemas, el otro con 124 y 78. Nadie antes en nuestra historia literaria había producido tanto. Estamos hablando de un poeta a tiempo completo en plena juventud, todo esto del 1911 al 1916, cinco años no completos.

La crítica ha considerado que su mayoría de edad literaria ocurre un lustro después, en 1921 con la publicación de su tercer libro: Psalmos.

 

Psalmos en el origen del Postumismo

Es muy curioso. Hasta ahora no hemos encontrado ninguna crítica directa sobre Psalmos, el tercer libro de Moreno Jimenes, considerado junto a El poema de la hija reintegrada (1934) sus obras más importantes (digo que es algo muy curioso, dado que muchos de los poemas que componen este texto (tiene apenas 99 páginas y 60 poemas divididos por fecha de escritura: de 1916 a 1917, del 17 al 18, del 18 al 19, del 19 al 20 y del 20 al 21; está completo en Las Obras Poéticas desde la página 92 con Ocaso de un hombre hasta la 96 con Eternidad), que forman el corpus real del postumismo. El libro trae una nota de introducción del autor y al final dos entrevistas que le hicieron a Moreno que sintetizan su forma de pensar, constituyendo una especie de Manifiesto personal de lo que se llamaría el postumismo, publicado antes que el Manifiesto de Avelino, pero el mismo año de la nota de Rafael Augusto Zorrilla sobre el Origen del Postumismo aparecido en la proclama de la revista La Cuna de América de Marzo de 1921.

 Señalamos este hecho, porque el libro de Vigil Díaz de ese mismo año, Galeras de Pafos, fue comentado con muchos elogios, aparte del prólogo consagrador de Ricardo Pérez Alfonseca (1892-1950) el Benjamín del modernismo, como lo llamara Rubén Darío.

 Pero ni Moreno con el suyo ni Andrés Avelino que publicó ese año sus Fantaseos, fueron directamente comentados, hasta donde hemos revisado (es posible que existan y mucho nos gustaría leerlos). Con ello significamos que al parecer lo de Moreno y Avelino era realmente lo nuevo, y como tal no concitaba gracia alguna, siendo la mayoría de nuestros escritores adictos al modernismo en esos años, como bien se documenta, por los ataques que recibieron.

 Es decir que hemos arribado al 1921 clave en la historia de la literatura dominicana. Nada más y nada menos que el año en que nace, documentado, con proclama pública en un medio de difusión nacional, con muestras, críticas y comentarios y una buena partida de corifeos, entre los cuales, es curioso, está Vigil Díaz, después de Moreno Jimenes como la segunda figura del postumismo, el día de su proclama, aunque más tarde (cinco años después, en 1926, declararía que “lo suyo era otra cosa”), el primer movimiento de vanguardia en la República Dominicana. Aunque esa temática no es lo relevante, sin el postumismo no estaríamos hablando de Domingo Moreno Jimenes, como lo hacemos.

Por haber sido el liberador del verso, que comenzó en sus primeros libros, hasta culminar con su profusa publicación desde 1917 hasta el mismo 1921 en la revista Letras, en la más copiosa colaboración poética en un mismo medio en toda nuestra historia, que haya hecho poeta alguno, incluyendo a los propietarios de periódicos y revistas.

No tenemos espacio para tratar lo relacionado con el postumismo, solo consignaremos de su proclama los participantes de ese acontecimiento histórico.

Por ahora, y 102 años después, diremos algo de la poética de Moreno Jimenes en Psalmos.

 

La poética de Moreno Jimenes en Psalmos

La primera advertencia sobre este libro clave, es que no “es un libro de poesía” como lo fue El poema de la hija reintegrada y otros de Moreno Jimenes, sino como los anteriores, una mezcla con un título arbitrario (salvo en Promesa, bajo el cual el poeta introduce sus producciones). En el caso de los dos anteriores todos inéditos, contrasta con este tercero, ya que la mayoría fueron publicados en la revista Letras y en otros medios, como La Cuna de América o el Listín Diario.

 Precisamente, lo que menos hay es imitaciones de la Biblia y mucho menos de los salmos. Se trata de poemas de tan diversa temática, que explicarla con detalles, conllevaría más espacio que este que disponemos. Así de varia y diversa es la misma.

 Otro detalle, no solo en Psalmos, sino, en la obra completa de Moreno: Aunque nació en esta ciudad, no hay en toda la literatura nuestra, poeta más trashumante. La diversidad del paisaje, que en principio fue el mar, su vecino al nacer y desarrollarse en esta ciudad o en Montecristi, donde pasó temporadas, por ser el feudo del abuelo, cede su puesto al río o a los estanques. No solo vivió en El Seibo, sino, que Sabaneta fue el lugar donde escribió los poemas que dieron origen al postumismo, según Zorrilla, que fue su cómplice inicial junto a Andrés Avelino.

 Como es fácil encontrar en una biblioteca cualquiera que se respete el volumen de sus Obras Poéticas, es fácil seguir su trayectoria. En este tercer volumen está toda la temática que desarrollará en su obra.

 Tuvo la extraña suerte de conocer su país cuando había selvas, los ríos eran torrentosos, como no había carreteras, andárselo sobre la mar, sobre las barcas y las canoas, para atravesar los torrentes. Además, las cabeceras de provincias eran grandes aldeas. A sus 24 años, un poco tenorio, según sus versos de adolescente y de primera juventud, es nombrado Director de la Escuela Primaria Elemental de Sabaneta, cuando era, como lo dice gráficamente en uno de sus libros (El diario de la aldea), un pueblo pequeño metido en la Línea Noroeste, cuando aún el contacto con los vecinos de Haití era tan frecuente, que él habla de las papeletas haitianas como dinero circulante en la época. La experiencia que narraría más tarde, de ir hasta Sánchez y de ahí en el tren hasta Santiago; de allí hasta Navarrete o Puerto Plata para poder llegar a su destino, fue la materia lírica que necesitaba en su temprana madurez para aspirar el aire puro, conociendo a las gentes no maleadas por el “progreso”. De esos seres trata ese libro, de ese paisaje, de ese paisanaje. Basta hojear como dijimos de la página 62 a la 96 de Las Obras,para tener el corpus total de la poética de Moreno Jimenes, desde el uso de minúsculas en los versos. (Las mayúsculas en los anteriores indicaban su adicción a viejos moldes románticos).

 Se inicia con un poema a un avaro; sigue con lo que parece digno de un título como Psalmos: Para un breviario, donde declara entre otras cosas que ya trató en los libros anteriores, de su amor a la poesía: Mientras un soplo exista vital y triste / en mi ser, ese soplo será primero / para el arte sublime que me subyuga. Más adelante lo aclara: Si la dulce poesía que me conforta / abandonara el mundo, quedara muerto. Aclarando: Nada tan arrobante como las horas / pasadas en el dulce recogimiento / de la armonía tenue de un verso raro, / de la cadencia núbil de un ritmo nuevo. Ahí está condensada su poética, en su preocupación por la armonía rara, por un ritmo nuevo.

 Luego en Nostalgia., dirá entre otras cosas: Artista enamorado de la forma impecable,,, / Y hoy vedme, solitario, sufriente este imposible

 Más adelante habla de Dios, de la Justicia. Ahí termina el 17. De ahí en adelante ya es mayor de edad. Los títulos hablan: Lamento de la arcilla, Huellas de la duda, Iba hacia el ocaso y volví la vista (otro de sus grandes poemas de esa etapa), Viejas heridas, Metamorfosis, Paisajes sórdidos, Melancolía, Paisaje, Ironía, Lumbre, hasta llegar a Perseguido, un extraño texto donde por primera vez rompe algo que ha respetado: La unidad del poema. Dividido en tres partes, cada una habla de cosas diferentes. Incluso, hay detalles surrealistas cuando este movimiento no se había proclamado: Sobre la paz de mi vida/ dejaron un rojo incendio, / y dejaron/ un hospital de leprosos / y un río de sucias aguas. Refiriéndose a su conciencia.


De ahí en adelante, entramos del 1919 al 20 que es la etapa en que realmente su versolibrismo se asienta y da motivos de que le sigan los futuros compañeros de aventuras. Es un hombre de 25 a 26 años, que en ese tiempo era de madurez, y no solo eso, sino, que como maestro, director de una escuela pueblerina, debe asumir la personalidad que el respeto a su investidura pública le obliga.

 El primer de esta etapa es Reminiscencia, comienza con una descripción: Cabras. Humor hombruno. Voces de niño. Sigue así describiendo hasta concluir con un paréntesis final que luego sería su “marca de fábrica” o como él dijo: “que penumbra un paréntesis”, al decir de buenas a primeras sin relación alguna con el resto del poema: (Dios mío: tú que todo lo ves y todo lo escuchas, / no permitas que se me haga una injusticia).

 A partir de Perseguido y de este poema, podríamos decir “que se soltó el loco”. Ya no había fronteras ni divisiones, el poeta libre, libre de rimas, no de ritmos (eso no lo pierde), pero sí de convenciones gramaticales o del orden que fuese. Se sentía libre lejos de la ciudad, hablando con los árboles, bañándose en los arroyos, recibiendo el amor puro de la que luego sería su compañera de siempre.

 Por eso hemos dicho que en Sabaneta nació el postumismo, que no es más que una manifestación absoluta de libertad.

Su compañero Zorrilla lo dijo claramente:

 

Por el año 1918 la revista «Letras» nos mostró una labor poética completamente extraña a nuestra tradición literaria, esta labor, obra de un poeta personal, produjo entonces entre los literatos de más fuste un ensordecedor escarceo; era natural que una lírica como ésta, desprovista de toda traba métrica y desnuda de todo retórico amaneramiento, no encontrara acogida a nuestro especial excepticismo por todo lo que trastorna el pausado discurrir de las cosas. Sin embargo, en el ánimo del Director de la aludida revista, escritor Horacio Blanco Fombona, y en el del esteta Vigil-Díaz se despertó un entusiasmo a todas luces beneficioso para el atormentado autor.

Esta labor, algo orientada en el campo de la evangelización nueva, tenía afinidad con la de Moreno Jimenes, lo cual como consecuencia natural hizo que en muy breve tiempo, el poeta Andrés Avelino fuese nuestro más cordial camarada y compartiese con nosotros nuestras íntimas veladas, a veces bajo la arboleda empapada de aliento lunar.

 

Baste por el momento esta declaración. Solo agregamos que las personas que aparecen junto a Moreno en la proclama ya indicada del movimiento postumista fueron: Vigil Díaz, Andrés Avelino, Rafael Augusto Zorrilla, Francisco Ulises Domínguez, Esteban Polanco Billini y R. M. Lora, con los comentarios: Consideraciones sobre el Postumismo, de Luis Yépez, Cónsul de Venezuela y modernista confeso, y El Postumismo por Ángel Rafael Lamarche.

 Si el lector desea más detalles le recomendamos nuestro estudio: Postumismo y Vedrinismo primeras vanguardias dominicanas citado).

 

Domingo Moreno Jimenes después de la proclama postumista

Sin entrar en enojosos detalles, diremos que hubo de todo: Ataques, defensas, publicaciones a favor y en contra. El postumismo se convirtió en un escándalo y en un debate. Eso es cuanto desea un vanguardista en el mundo. Pero al margen de esto, que fue una marca indeleble que llevó hasta su muerte llevando con orgullo ser postumista, no uno cualquiera, sino, el creador del mismo (aunque el nombre se lo diera Andrés Avelino porque serían comprendidos después de muertos), a través de su obra es dónde encontramos al poeta de cuerpo presente. Él nos dijo una vez: Toda mi vida está en mi poesía. Declaración de sinceridad que nunca es completa, porque el arte, como él dijera en alguna parte, es producto del inconsciente, el lugar donde la poesía espera al poeta para que la difunda al universo con palabras.

 Aquí nos corresponde comentar algunas de las obras y de los poemas más significativos de Moreno Jimenes para concluir nuestra misión acercando al lector a este extraño y magnífico poeta. Aunque comentemos versos de antes y después de 1934, indicando a qué libros pertenecen, dejaremos para concluir al Poema de la hija reintegrada, el más postumista de todos.

 

Recorriendo las obras poéticas

A partir de Psalmos los títulos tienen más correspondencia con el contenido, sin ser parnasiano, como se declara Vigil Díaz en Galeras de Pafos, a él como a muchos otros, no le preocupaba mucho el nombre de su libro.

 El que le sigue, ya es un derrotero: Del anodismo al postumismo de 1924. Su tránsito desde ser nadie, un anodista, a ser alguien: un postumista. Le siguen al año siguiente: Mi vieja se muere y El diario de la aldea, dos pequeños volúmenes. A partir de ahí surge su cuarto libro como tal: Decrecer, de 1927, una obra que contiene muchos de sus poemas más antologados. Este fue un año tormentoso para Moreno, incluye otro viaje al Seibo.

 Después de dos plaquettes, en 1931, el inicio de la Era de Trujillo, se atreve a publicar uno, con este título revelador: Días sin lumbre. Al siguiente año: Palabras sin tiempo. En 1934 Moderno Apocalipsis y El poema de la hija reintegrada. Volviendo a los tres títulos emblemáticos de la realidad nacional, sin que se le señale como poeta tendencioso en lo político, es mucha coincidencia que en Días sin lumbre haya Palabras sin tiempo y se acerque a un Moderno apocalipsis. Como realmente ocurrió.

 De la extensa obra de Moreno Jimenes, unos 37 títulos sin contar las rediciones, sería imposible hablar, aunque fuesen unas líneas, de cada uno.

 Por eso, en el recorrido nos iremos deteniendo como quien viaja en el tiempo para hacer breves comentarios hasta culminar con el consabido poema de la reintegrada.

 

La rara ternura de Moreno Jimenes

De su libro Decrecer escogemos dos poemas: Mafalda y Beatriz, según nota del autor de 1918 y 1919. El segundo es más raro. Moreno habla de un ambiente de alta clase media, algo muy extraño en su poesía, casi siempre de ambiente modesto, sin pretensiones aristocráticas. Comienza diciendo que servían helados, que las señoras hablaban de peregrinaciones a países lejanos, describiendo unas consolas de mármol con flores, situado en el centro de una ciudad: Hay palomas y un parque, donde unas muchachas sosas hablan tonterías pero: De improviso llegó una joven / que debió tener luto fresco / pues hasta tenía húmedas las manos. // Parecía un personaje de novela / y era solo una virgen de veinte años, / que al decir de sus demás amigas, / nunca había amado…

 Esa extraña ternura en la descripción de aquella inolvidable mujer joven llamada Beatriz, podría llevarnos al Dante, pero esta que parecía un personaje de novela… nunca había amado. Ese Moreno no aparecerá jamás de esa manera. El mundo en el cual se desenvuelve su vida es mucho más gris.

 Curiosamente, en Días sin Lumbre de 1931 publica poemas fechados en 1913, 14, 15, 16, 17, 18, hasta otro de sus grandes poemas: La apoteosis del ogro que se considera el primer poema meditativo suyo. De este libro siempre se antologan La niña Pola de 1927 o El Haitiano de ese mismo año.

 Sobre todo de este último poema e en el que concluye diciendo que es: A su modo rico, / a su modo pobre. / ¡Benditos los hombres que maltrata el hombre! / ¡Bienaventuradas las cosas humildes/ que se yerguen siempre sobre el polvo frío de todas las cosas!...

 Que nos pone a pensar.

 También pertenece a ese volumen pero de 1931 el elogio mayor que se le ha hecho a una puta en este país: La Manceba. ¡Estas meretrices, / que se hastían, / que reciben la befa de todo el mundo,/ que niegan la realidad del amor, / pero que tienen tan alto sentido de la vida!

 

La heroicidad humilde de los pueblos

En su libro La Religión de América de 1941 hay un extraño poema, algo que casi no esperábamos de tantos poemas raros como hemos comentado y vamos a presentar. Lleva por título Trozo de Pueblo escrito en 1925. Sin duda alguna está describiendo a un pueblo de esa región de la Línea Noroeste levantisca y heroica. Lo vamos a copiar para poder comentarlo antes de entrar al final en la Hija reintegrada, lamentando no tener espacios para otros regocijos líricos de Moreno.

 Esas casas de cana / donde se respira felicidad. ./ Esos albergues tímidos / donde hasta la angustia es un silencio. / Esa jovialidad de pecho joven / que hace brava a la gente. / Esas canas de anciano que al sol vigilan vírgenes. / Esa tranquilidad de perspectivas. /Ese canturrear de la madrugada; ese respeto de la tarde; / esa serenidad de la noche… / Esos pasos ignorados de los héroes / por campos de ausencia y de muerte. / La tarde humeaba; / El horizonte echaba chispas; / al frente, unas luces; / un poco distantes…/ (Ay Bartolina, si yo volviera a verte / como en la época de tu fresca hermosura).

 Que concluye con uno de esos desconcertantes paréntesis

 

Al fin llegamos al Poema de la hija reintegrada

Finalmente, tenemos para los lectores y los interesados en la obra de Moreno Jimenes una especie de postre crítico acerca de El poema de la hija reintegrada.

 Desgraciadamente no tenemos el nombre del autor de una de las mejores y más hermosas críticas que se le han hecho a nuestro poeta. Copiamos de un estudio inédito titulado El Poema de la hija reintegrada (Metafísica y poesía de Moreno Jimenes), fechado en Santiago de los Caballeros, año 1940, enero 2. En alguna parte el autor declara que no conoce físicamente a Moreno, tratándose de un intelectual dominicano de altura, como lo veremos en el fragmento que se copia suponemos casi con absoluta seguridad que se trata de Rafael Díaz Niese (1897-1950) que había regresado de Francia y por Decreto del 28 de octubre de ese año fue nombrado Director General de Bellas Artes.


Moreno Jimenes es poeta universal. Se proyecta desde la República Dominicana lo mismo que pudiese hacerlo desde Madrid, París o Berlín, porque su espacio humano y la propia estética de su forma surge del manantial angustioso de una humanidad cribada y remolida en las tres o cuatro contradicciones invariables e irresolubles de nuestro ser. Como en todos los líricos verdaderos profetas de la filosofía, su fuente de inspiración abandona los colores y las formas inmediatas, sencillas y deleznables en que abreva el aficionado y el cómico de la poesía, para adentrar más allá de su bien y de su mal, haciendo de la poesía lo que realmente debe ser: intuición del metodismo filosófico, angustia aeternitatis. Así aparece en el “poema de la hija reintegrada” que tomo en mis manos, al principio cargado de escepticismo, y que concluyo valorando como una aportación estimable no sólo a la lírica sinó aún a la investigación de la angustia humana.

He aquí el poema, considerado lo mejor del postumismo y de Moreno Jimenes:

 

EL POEMA DE LA HIJA REINTEGRADA

 

AGONÍA

I

Hija, yo no sé decirte si la muerte es buena

o si la vida es amarga;

solo te aconsejo que despiertes, adulta de comprensiones más que tu padre.

 

II

Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir:

una sábana blanca serán tus días,

una sábana blanca será tu pasado

y tu recuerdo una estrella que frente a frente me iluminará el porvenir.

 

III

No sé por qué tu agotamiento

me trae una recóndita dicha anegada de lágrimas,

que me hace amainar la pulsación de la tarde.

 

IV

Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.

 

V

Hija, hazme tomar la resolución de los otros:

vuelve mi proa añicos

y mi voluntad una piragua;

que nada sea mío desde hoy, que no quiera poseer nada mañana;

desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme;

sin egoísmo de lealtades y sin egoísmos de pureza;

hazme entero el milagro de darme todo a los elementos

como si fuera en sustanciación un ser increado.

 

VI

Tu vida fue microscópica, pero grande;

el segundo de tu inexistir, eterno.

 

VII

¡Hija, cuántas nubes,

cuántos pájaros,

cuántos horizontes insospechados me abre en el porvenir tu ruta!

 

VIII

Hija mía, para ti la mañana no será ni clara ni fresca.

verás envuelta el alba en la noche,

y las cosas de mayor transparencia

tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo.

 

IX

En este mundo donde solo se premia la capacidad de fingir mejor

era justo que llegaras, y después de breves instantes,

ya estuvieras confundida con la cal y con la mariposa con el carbón y con la piedra.

 

X

¡Cómo me alivianas la sombra al advertir desde

que te dormiste que en mi rededor todo es sombra!

 

XI

¡Oh tú que me enseñaste desde que naciste

a ver la vida con ojo más sabio

y a humanidad con ojo más triste!

Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría de los seres mudables el ser tristes?

Triste fue la faz de la tierra cuando se desperezó el primer hombre.

Triste tiene que guardar la tierra cuando se desentuma en su regazo el último hombre.

 

XII

¡Oh tú que desde que naciste pude decir: boleta de la tumba!

¡Oh tú que ya crecida pude decir, por tu desvalidez la preferida mía!

 

XIII

¡Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera;

y por ti no cambie

y la fortuna no me sonreirá nunca!

 

XIV

¡Hija, cada vez que examino tu vida

me doy cuenta que tú eres como mi vida:

una sombra entre dos crepúsculos!

 

XV

¡Iba a decir entre dos agotadoras auroras

y en vez, reincidí, sin querer, entre dos crepúsculos!

 

XVI

¿Por qué tan pura, tan casta y tan leve te debas parecer al crepúsculo?

 

XVII

¡Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda:

Dios desnudo a los hombres el verbo,

y del lenguaje, solo debe quedar desnudo el verbo!

 

XVIII

Toda filigrana de síntesis es una profanación, ¿verdad hija mía?

¡Ya te puedo buscar sin parcializaciones, sin atributo contingente:

serás en mi incompleto nombrar, sencillamente el vaho de las cosas!

 

XIX

¡No te puedo asir con una palabra,

y no puedo extrañarte recónditamente,

porque tú estás para mí más alta que la región de las palabras!

 

XX

Y vuelvo a caer en las comparaciones,

¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!

 

XXI

¡Miserable del hombre que osa creer que después de la sombra la vida es vida!

 

XXII

¡De imperfecciones se forjan nuestras excelencias

y es toda la existencia del hombre un brazo tendido hacia el turbio por qué de los enigmas!

 

XXIII

–Tiene el pulso demasiado débil,

pero este letargo no es la muerte–.

Su médico era mi propia almohada de cabecera

¡y yo quedé perplejo ante su callado sufrimiento y la miseria de la vida!

 

XXIV

¡Si fuera bizco de pensamiento

y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras,

hija, iba a blasfemar por tu dolor… pero, perdona!

 

XXV

Compran caro el terreno donde colocan a los muertos

y ellos son más dueños de la tierra que los hombres que comercian con ellos.

 

XXVI

¡A través de los milenios los hombres son puñados de tierra

que se deforman a su antojo!

 

XVII

Hija, ya me han avisado que tus pies están fríos.

Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco y a que lo negro no sea negro.

 

XVIII

¡Hija, cuán crece el sol sobre la sombra de los tilos,

como se agiganta la nada sobre la soledad de tu aposento.

como nace y renace la esperanza por entre los ámbitos de la vida!

 

XXIX

–Tibien la leche terciada con agua

para si mi chiquitina despierta.

Cuídenmela hasta que se vuelva esperma como capullo inmortal el cuidado.

Ella es carne de mi vida, flor de mi pensamiento, cemento de mi alma.

 

XXX

(¡Eres, amada mía,

como la flor del higüero joven,

como el azogue del crepúsculo,

como la diafanidad de la naturaleza toda!)

 

XXXI

–No seas padre, se Hombre,

sencillamente.

¡Gira tu vista a tu derredor

y que tu amor a una abstracta “Humanidad”

no te haga olvidar de que eres Hombre!

 

LA MUERTE

1

Como quiera que las velas del ataúd estaban menguadas,

cogí un tercer cirio

e hice trizas la niebla que levantaba una penumbra gris sobre su rostro.

Oprimí en mi interior una “muñeca”

y quedé por largos instantes, con el cirio

pegado de una mano.

 

2

El tercer día de su nacimiento

tuve una clara conciencia de su cercano fin:

ardía el ascua del aceite en la pieza contigua;

las hojas de un libro abierto se abanicaban leves

y un rumor de canto desvalido daba a la soledad trasunto de incienso.

 

3

La chiquillería se agita en la acera,

las máscaras pasan;

tal o cual voz vocea “huevos” o “plátanos”,

y el día está igual como el día de su nacimiento,

como el día de su muerte,

desde antes que presintiera que vaciera…

 

4

(Para cambiar, Naturaleza, ¡para cambiar! ¿Si habrás de ser hasta tu postrera extinción

madrasta del hombre?

 

5

La risa se me congela en los labios

y quedo, por parco tiempo, con la vista perdida

[en las inmensidades presentes.

 

6

Un trazo de montaña al final de la calle,

un framboyant en su inmediación

y el hospital donde iba todas las mañanitas a pedir una limosna de salud para mi hija.

 

7

El sol caldea las tablas de mi vecindario modesto;

la brisa fragua un nidal sobre la testa de los rapaces:

¡estamos a 23 de julio!

 

8

La hora parpadea en el péndulo de un anochecer polvoriento;

se inicia una noche invertida en el horizonte de la calle,

concluye un amanecer preestablecido en la clarividencia de la noche.

 

9

Los trasnochadores apuran, a sorbos, el café medio amoscado,

sobre el torrente de la sangre han caído algunas mostazas ariscas.

¡El paisaje está inmóvil: todo está adherido con agua y harina como para un retrato.

 

10

Llévenla a la falda de aquella colina,

el enterrador no es estéril y señalará el sitio donde es más necesario regar la simiente.

 

11

¡Qué bella nube!

¡Qué empinada montaña!

¡Qué inimaginado marco de horizonte!

 

12

¡En este sitio hubiera querido haber morado tu padre!

reposa en él,

y que las cuentas de tu destino no lo culpen de haberte amado mucho.

 

13

Queda ahí;

tu madrina te arreglará las flores,

tu madre sigue en la casa, deshecha en lágrimas.

 

14

¡Déjame volver

para ver si descubro en mi peregrinación la estrella de tu existencia en alguna parte!

 

EPÍLOGO

1

Rasgué un pan y lo puse sobre la mesa sin probar un bocado,

eran las diez de la mañana,

mis hijos no habían comido

y por el postigo de mi puerta runruneaba un viento.

Sentí un temblor cuando ya repartido en pedazos

hice la llamada acostumbrada a los que me circundan.

“Ella está ahí,” dije a mis aspiraciones de verla viva y grande,

“en el sitio en que no puede hacer que los suyos se inquieten y delincan!

 

2

¡Intacta, inmóvil, sin que un átomo intente envanecerla,

ni un segundo pueda cambiarla!

 

3

La pradera ha empezado a reverdecer con la reciente lluvia,

el “pío” de la tarde empieza a ponerse triste con la noche que llega,

una piedra de niño rompe el cristal del charco próximo,

una consumación de hombre deslíe su negror en el silencio.

 

4

Ya estoy en la aldea de Sabaneta,

en la aldea donde moró mi madre eterna dos años:

he dejado hacer a los otros, algo que concierne a mi vida, a mi obra y a los todos los míos;

no puedo avanzar que medito, pero tampoco puedo confirmar que he dejado las horas en suspenso.

Tengo como Oriental, un párpado medio cerrado,

y como Occidental, el pensamiento, en la matriz, abierto.

 

5

¡Por el cielo veo asomarse, una, dos, tres estrellas tétricas,

las cabañas tienen luz de gas humilde,

la sombra ha restañado la sombra del crepúsculo

y en mi pecho la paz se ha agitado en la hora hasta zozobrar en el segundo.

 

 


MANUEL MORA SERANO (República Dominicana, 1933). Poeta, ensayista, narrador. Ofrece un resumen del Modernismo y las vanguardias en República Dominica en el siglo XIX y a principios del siglo XX, en forma de Memoria Académica dividida en dos partes. La primera: Modernismo y vanguardia hasta el Postumismo, desarrolla la forma en que a partir del futurismo en Latinoamérica y en especial en República Dominicana, pudo influir en la aparición de ese movimiento de vanguardia y la Segunda: narrando la increíble novela del Vedrinismo. Correspondiendo al Doctorado Honoris Causa Mención Humanidades, que le ha otorgado la Universidad Católica Nordestana (UCNE) de San Francisco de Macorís, mediante la Resolución de la Junta de Directores el 6 de octubre 2022, Nº 010/2022, está en sus ensayos: Modernismo y Criollismo en Santo Domingo, en el siglo XIX, Universidad INTEC, 2018, Postumismo y vedrinismo primeras vanguardias dominicanas, Editora Nacional, 2010, y en Antecedentes de las vanguardias dominicanas en el siglo XX, inédita, con ampliaciones del presentado en el Seminario sobre literatura celebrado el 31 de octubre 2017, en la Escuela de Letras de la Universidad de Santo Domingo (UASD).

 


CELINA PORTELLA (Brasil, 1977). Artista plástica invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura. Fue nominada a premios, como la Beca ICCO/SP-Arte 2016; EFG Bank & Art-Nexus Acquisition Award, en SP-Arte 2015 y Pipa Award 2013 y 2017. Fue premiada en Salón Acme/Casa Wabi Residence en Oaxaca, México (2020); en la XX Bienal Internacional de Artes Visuales de Santa Cruz, en Bolivia (2016), y también en el II Concurso de Videoarte Fundaj, en Recife (2008). Obtuvo la beca del Programa de Fomento a la Creación, Experimentación e Investigación Artística SEC+Faperj, en 2016; por el 1er Programa de Fomento de la Cultura Carioca en las Artes Visuales, en 2013; por la Beca de Apoyo a la Investigación y Creación Artística, de la Secretaría de Estado de Cultura, en 2012, y por la beca del Centro de Arte y Tecnología de la EAV Parque Lage, en Río de Janeiro, en 2010. Participó de residencias artísticas en Bag Factory Artists ‘Studios, en Johannesburgo, Sudáfrica; en el Centre International d'Accueil et d'Échanges des Récollets, en París; en LABMIS, en el Museo de Imagen y Sonido, en São Paulo; en Galeria Kiosko, en Santa Cruz de La Sierra, Bolivia, entre otros. Desarrolló proyectos y expuso en varias instituciones y galerías de Brasil y del exterior, entre las que se encuentran: Sesc São Paulo, Centro Cultural Banco do Brasil, EAV Parque Lage, Caixa Cultural, Centro Municipal de Arte Hélio Oiticica, MAC Santiago de Chile, Uj Art Galería, Galería Cremallera, Galería Kiosko, A Gentil Carioca. De las participaciones en exposiciones colectivas, se destacan Histórias da Dança no MASP, São Paulo, 2020; Salón Acme 08 | Ciudad de México, 2020; Crestas Trienal de Artes, en Sesc Sorocaba, 2017; III Muestra del Programa de Exposiciones del Centro Cultural São Paulo, 2012 y “Nova arte nova”, en el Centro Cultural Banco do Brasil en Río de Janeiro y São Paulo, 2009. Como bailarina y co-creadora, trabajó con las coreógrafas Lia Rodrigues y Joao Saldanha. Celina es de Río de Janeiro y actualmente vive en São Paulo. Estudió Diseño en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro y se graduó en Bellas Artes en la Université Paris VIII.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 236 | agosto de 2023

Artista convidada: Celina Portella (Brasil, 1977)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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