Originalmente publicado na Agulha Revista de Cultura # 90, outubro de 2016
FM | Hace mucho nos
conocimos, querido. En varias ocasiones nos pusimos a platicar sobre gustos,
ideas, observaciones, perspectivas de vida y tanto más. Seguro nuestra amistad está
entre las más fecundas entre creadores de distintos países. Hay una muy
relevante lista de cosas que hemos producido juntos hasta el día de hoy.
Podríamos empezar hablando de la importancia de este nuestro cambio de ideas y
realizaciones, así como del punto inicial, o sea, cuando nos conocimos. La
primera palabra es tuya.
JAL | Si, querido
Floriano, es cierto, reconozco en nuestra amistad uno de los más productivos
intercambios afectivos y epistolares. Comenzaba el siglo XXI cuando comencé a
recibir por azares del destino o de la Red tus Agulhas y de pronto tus mensajes. Dudé que fueras una persona real,
sospeché incluso que se tratara de un virus maligno que pretendía apoderarse de
mi información y quizás hasta de mi imaginación. Por fortuna pude comprobar
años después, si mal no recuerdo en los primeros meses del 2004, cuando viajé a
tu ciudad para armar el programa de lo que sería la presencia de Fortaleza,
Ceará, en la Feria del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, representando
a Brasil y no sólo a esa ciudad. Fue muy interesante la forma cómo sucedió todo
porque el agregado de la Embajada de Brasil en México nos pidió que no
pensáramos en São Paulo ni en Rio de Janeiro, sino en una región emergente del
nordeste brasileño, Ceará. No tenía idea dónde quedaba, pero de pronto se me
iluminó la memoria y recordé que yo me escribía intensamente, y desde hacía
años con un personaje de Fortaleza, y me llegaban también por él imágenes
plásticas de otro personaje llamado Hélio Rola. Pregunté por qué tanto interés
en ese estado y me explicó que estaban impulsando el turismo y la
industrialización en el nordeste de Brasil, especialmente en Ceará.
Ese Floriano Martins cibernético no dormía y parecía en realidad un
ensayo semejante al de Luther Blissett que arribaba a nuestras bandejas de
entrada para pontificar la importancia de la imagen sobre la palabra, la
trascendencia de pensar en imágenes más que en ideas. Tiempo después aparecería
una novela colectiva ambientada en Italia y que algunos críticos califican de
obra maestra. La capacidad de respuesta de Floriano rebasaba mi velocidad de
escape y apenas planteaba una inquietud o una iniciativa, obtenía en automático
una propuesta o un ensayo de respuesta. En esa época aún sobrevivía el proyecto
de la revista Alforja en México, en
el cual estuve inmerso desde su nacimiento; comenzaba también a migrar poco a
poco al espacio cibernético y también a su fin.
Era extraño porque vivía una actividad frenética en mi trabajo en la
Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, en la escritura de mi primera
novela, en el proyecto de Alforja que
ostentaba pomposa y engañosamente el lema de “la fraternidad universal de los
poetas”. Pocas comunidades tan poco fraternales he conocido como la de los
poetas. Esa textura de la realidad y de la velocidad se entreveraba con el
vértigo de los flujos cibernéticos, con pulsos que no sólo se me atragantaban
sino que saturaban el pensamiento y mis sueños. Ya desde 1990, al colaborar
primero como escritor y luego en la dirección de la revista Mundo Cultura y Gente, con el escritor
chileno Manuel S. Garrido, discutíamos el aceleramiento de la historia tras la
caída del Muro de Berlín y después con la Guerra del Golfo, en la que
atestiguamos los experimentos de la guerra como un espectáculo transmitido por
televisión, en vivo y en directo, a todo el planeta. La guerra como un gran
negocio no sólo de venta de armas, de una industria que dinamizaba las
economías exportadoras de la muerte, sino como un gran negocio de mitos e
irrealidades consumibles.
Podrás comprender ahora que nuestro encuentro en la red era inevitable.
Lo que sorprende es que hayamos establecido una sinapsis tan explosiva y tan
efectiva. Por eso cuando volé por primera vez a Brasil todo era de una extraña
sustancia virtual, pero de una igualmente asombrosa materia tangible. Aterrizar
en el Aeropuerto Pinto Martins de Fortaleza y encontrarme a la una de la mañana
con las caras sonrientes de Socorro y con la tuya, dispuestos a llevarme a
beber cerveza y ver a los jóvenes bailar Forró junto al centro cultural Dragão
do Mar era poner literalmente los pies sobre la tierra.
Pero ahora yo te pregunto ¿Cómo viviste el arribo a esa velocidad de
escape, como fue tu migración a la virtualidad y el alfabetismo cibernético?
FM | Tienes razón
sobre la casi absoluta ausencia de fraternidad en lo que acaso podríamos llamar
“comunidad de los poetas”. Es una lástima, porque justo ahí uno podría esperar
una más alta confirmación de esa humanidad que nos llena de magia. Asimismo, el
trabajo que has realizado en Alforja
fue lo más expresivo, si pensamos en esa indispensable complicidad que agrega
respecto y admiración al quehacer literario. Un gesto de complicidad tan humano
y al mismo tiempo cósmico, que seguro fue una de las firmas más constantes de
nuestra amistad. Recuerdo que allí mismo, en el período de Alforja, y luego de inmediato a nuestro primer encuentro físico,
como tan bien lo recuerdas, empezamos a trabajar en la preparación de un número
de la revista dedicado a la tradición lírica de Brasil. Y luego estuvimos
juntos en otras oportunidades –-sea en México, Brasil o en otros puntos del
planeta– buscando realizar cosas, a punto de agotar nuestras fuerzas en nombre
de esa comunidad muy poco solidaria.
Antes del fenómeno de la Red yo me había dedicado a otra forma de
comunicación, con una intensidad casi igual, dado el descuento de que su
velocidad era menos devoradora. Pero era igual, para mí, el sentimiento
desbordado de esta necesidad que yo creía humana, la necesidad de comunicación,
sobre todo la necesidad de identificación con el otro. Así que utilizaba una
parte de mi sueldo de empleo –en esa época yo trabajaba en un banco– para
costear gastos de correo, primero en Brasil, luego abriendo las alas de la
osadía para presentarme a escritores, periodistas y fundaciones en varios
países. Y lo hacía con una voraz obsesión. Estaba decidido a salir de mi
precario sitio de aislamiento, sí, pero creo que mi empeño más grande siempre
fue en el sentido inverso, o sea, traer el mundo para dentro de mi casa, esa
casa tan solitaria llamada Brasil. Una casa que de algún modo parece temerse a
sí misma. En esta época llegué a editar algunos periódicos para la difusión de
la poesía, sí, pero igual del pensamiento, pues me hacía falta la afirmación de
ideas por parte de los poetas en Brasil. Era un territorio demasiado árido y
necesitaba ser tratardo con más atención. De esta época, el trabajo más
consistente me parece fue el periódico Resto
do mundo.
Cuando entra en escena el mundo cibernético, el cambio fue inmenso. La
ganancia de tiempo, la economía de costos, la perspectiva de producción de
nuevos medios de difusión, todo eso trajo nuevos estímulos, además de la
presencia de una experiencia que ya había logrado establecer algunos puntos
mágicos de actuación en sitios como Portugal, Costa Rica, Colombia, Venezuela…
Todo eso se ha multiplicado, irrefrenablemente, lo que ha permitido la creación
de Agulha Revista de Cultura. Me
parece que de tu parte hubo algún tipo de resistencia al mundo virtual, o
mejor, un interés mayor por la realización en el mundo editorial impreso, con la
publicación de revistas y libros. Solamente ahora, 15 años de trabajo editorial
con la revista, es que he empezado a producir libros impresos. Pero este tema
me lleva a una inquietud. ¿Cómo funciona en México el mercado de publicaciones
impresas? No hablo únicamente de eses puntos de infortunio que viciosamente
llamamos de crisis, sino de la realidad funcional de este mercado.
JAL | Más que
resistencia a lo inevitable, creo que me movía con cierta cautela. Desde mi
trabajo editorial y periodístico en la revista Mundo, Culturas y Gente, y más aún desde antes, en diversas
revistas en las que ensayaba mi situación en el ancho cibermundo. Había
dirigido una revista Ambiente, que
trataba, como ya lo sugiere el título, de los ecosistemas, de la defensa de un
buen desarrollo ambiental ante el crecimiento urbano desmesurado, sobre todo de
ciudades gigantes, que ahora se conocen como megalópolis, tipo Ciudad de México
o São Paulo. Estoy hablando de fines de los años ochenta e inicios de los
noventa. Intelectuales e investigadores de la comunicación como Abraham Moles
se preguntaban, ser más rápidos ¿para qué? Sobre todo ante la caída del Muro de
Berlín, de observaciones de escritores como Milan Kundera en La insoportable levedad del ser, y en
contraste con un mundo pesado, denso, mecánico y oscuro como el soviético, que
no obstante había mantenido su carrera espacial y armamentista. La Guerra fría
llegaba a su fin y se anunciaban los fines de todo. Fukuyama prendía la mecha y
nos alarmaba con el fin de la historia, otros hablaban del fin de las
ideologías, del fin del libro, del fin de la novela. Era sí, el fin del mundo.
Además, estaba en puerta el fin del siglo y el fin de otro milenio en la
contabilidad humana, occidental. Yo mismo había escrito un libro como Catulo en el destierro, en el que
colocaba a un personaje, eco del antiguo poeta romano de antes de la era
cristiana, más o menos del año 50 A.C, y de las proximidades de la decadencia
de un imperio, el romano. Ese personaje contemporáneo nacía de las entrañas de
una megaurbe, del derrumbe de una experiencia social, del deceso de las utopías
y de la desnudez de los monstruos del sueño de justicia social y equidad. El
desencanto crecería ante la lectura de El
caso Tulayev de Víctor Serge, que reapareció por esos años con el sello de
Ediciones El Equilibrista y en el que nos revela los procesos de Moscú. Una
rueda de la fortuna de los juegos de poder más siniestros imaginables.
Me gusta mucho el concepto de Jean Baudrillard de que el hombre
trascendente se volvió exorbitante cuando rompió la fuerza de gravedad y se
miró desde el Cosmos en su planeta; más bien veía su casa planetaria, pero no a
sus habitantes, sólo los efectos de dicha presencia. Para muchas personas de
nuestra generación, nacidas en los años cincuenta, el anuncio de la llegada del
hombre a la Luna fue un suceso extraordinario, como lo fue la agitación de
1968, tendríamos alrededor de 10 o poco más años de edad, pero el prohibido
prohibir, la imaginación al poder, entre otras, fueron consignas que se
quedaron en nuestro inconsciente con gran fuerza. Para mí Marshall McLuhan fue
una revelación cuando afirma que con la electricidad el hombre extendió su
sistema nervioso, y con sus sucedáneos representó el cuerpo con prótesis que
ampliaban su presencia en el ámbito de la realidad, de su percepción y acción a
distancia. Entonces nos sitúa en la cresta de una gran revolución del
conocimiento, de los hábitos, de la comunicación y de los alcances humanos. Ya
Baudelaire anuncia ese salto, ese delirio, cuando nos describe la velocidad y
la iluminación de París, la creación de grandes bulevares bajo la mirada
arquitectónica de Haussmann, la vida privada exhibiéndose en la vía pública, el
poder de la moda, el significado de la macadam (asfalto); eso en la segunda mitad
del siglo XIX. Rimbaud es sin duda el chispazo de una belleza incomprendida, de
una iluminación experimentada en los desenfrenos del infierno intelectual que
lo colocan ante el espejo, ese yo otro, ese desconocido que nunca es el mismo,
que no es él mismo. Lautréamont, Isidore Ducasse, experimentaría un vértigo
semejante. La noción del mal deja entrever una belleza perturbadora. Entonces,
sí, la percepción de esa fuerza transformadora me hacía moverme con titubeos
sobre la plataforma y los soportes de la virtualidad. Me alfabetizaba con
timidez, pero con decisión, en esta nueva noción del espacio.
Yo había trabajado algunos años en la divulgación de la ciencia y la
tecnología tras abandonar la medicina. Recuerdo la frase de uno de mis
entrevistados, el doctor Ramón de la Fuente, jerarca máximo de la salud mental
en México: “Es más fácil viajar al cosmos que al cerebro humano”. Era cierto en
ese momento, 1984, quizás. El año de George Orwell. A la vuelta de unos 10 años
esa afirmación caía por su propio peso. La entrada de aparatos electrónicos
como la tomografía axial computarizada o la tomografía por emisión de
positrones permitía hacer cortes y análisis del cerebro sin tener que abrir el
cráneo para hacer diagnósticos de su interior, al mismo tiempo se reactivaban
los viajes espaciales, la carrera satelital, la exploración del cosmos a través
de sondas, la biotecnología, la biogenética. La aparición de la Internet, para
Ernst Jünger, al final del siglo XX, era la experiencia de la telepatía,
literalmente. Cada mañana al abrir su conexión a Internet, decía, entraba en
comunicación automática y simultánea con miles de mentes en diversos puntos de
la Tierra. Me siento pues, mi querido Floriano, aun confuso e incierto no en la
velocidad de los desplazamientos, en la rapidez y la simultaneidad de la
comunicación, en la brevedad de nuestros actos y la claridad de lo efímero,
sino en la comprensión de lo humano, en la importancia o no de la vida propia y
ajena, en el valor íntimo de las cosas, las personas, los actos, los gestos,
los sentidos. Tenemos más, sabemos más, conocemos más, poseemos más, pero me
pregunto si aún la frase de Shakespeare, en boca de Hamlet, “ser o no ser, es
la cuestión”, está vigente y si no nos plantea otra más inmediata “¿ser para qué?”
FM | Bueno, tú
mismo ya lo respondes. Ernst Jünger ayuda en la comprensión: “Los nuevos
valores no están aún vigentes, los viejos ya no lo están”. Eso siempre fue una
perturbadora verdad, pero ahora la velocidad con que cruzamos las calles con
los nuevos y viejos valores es tan fascinante que no nos damos cuenta que ambos
siguen sin tocarse. Estamos en lo mismo, persiguiendo nuestras sombras. El
hombre jamás supo para qué es. Tantear en la oscuridad con el dilema de ser o
no ser siempre nos pareció en grado cero de la tragedia humana. En la relación
hoy demasiado efímera entre arte y filosofía, por ejemplo, muchos de los
valores de la segunda mitad del siglo XIX siguen vigentes. En la creación
artística, por ejemplo, hace medio siglo que se repiten los conceptos de las
vanguardias de los años ’20 y ’30 de la siguiente centuria. La Religión hace
mucho no descubre una ventana que sea en el callejón sin salida donde se metió.
Las maravillas de la ciencia todavía están maniatadas por el poder financiero.
Las tres gracias, en la más pura esencia –la ciencia, el arte, la religión–
siguen sin respuesta para tu pregunta. La Religión siempre fue adicta al fin de
los tiempos; el arte vive hace mucho obsesionada por el cambio automático, al
paso que los artistas siguen creyéndose dioses; la Ciencia es la más visible
expresión de la presunción, una vez que a todo instante mata el tiempo para
afirmarse como el nuevo punto de referencia. Pero, lo que importa es que en
todo estamos hablando del hombre, siempre el mismo personaje, que no parece
estar muy consciente del peligro a que expone el mundo con sus tremendas
oscilaciones de conceptos.
De todos modos, querido, mi pregunta sigue sin respuesta, y aquí la
amplío un poco. Fíjate que no hay más que dos novelas de Ernst Jünger
publicadas en Brasil. Hasta aquí desconocemos sus ensayos y los diarios. Un
libro fundamental como Die Schere
(1990) es un pecado que no se lo conozca en lengua portuguesa. Por eso me
parece importante tratar aquí un poco de la realidad del mercado editorial en
nuestros países, en lo que son modelos decisivos de formación cultural de una
nación. Casi 90% de mi biblioteca está formada por libros en español y puedo
pasar horas hablando con amigos escritores en Brasil de autores que son del
todo desconocidos, lo que me parece asombroso. Por supuesto que el tema “¿Lo
que queremos ser?” no está sino agravado por la obsesión tecnológica, por el
encantamiento ante la velocidad de las cosas. Al vaciar su propia casa el
hombre no encuentra en el mundo un sitio donde pueda reconocerse.
JAL | Voy a la
respuesta específica sobre el mercado de las revistas impresas en México. Supongo
que te refieres a las revistas “culturales-literarias”. No creo que sea muy
distinta a países como Argentina o Brasil, Colombia o Ecuador. Hay un mercado
muy abundante en lo que se refiere a revistas comerciales y a revistas que
cuentan con fuertes apoyos del gobierno como Letras Libres o Nexos,
por citar dos ejemplos relevantes de la escena nacional y que constituyen
grupos muy fuertes de intelectuales con poder. No está mal que reciban apoyos
para realizar sus actividades editoriales, lo que se ve mal es la desigualdad
en el trato, que refleja una clara vocación de inequidad en la distribución ya
no digas del ingreso, sino de todos los recursos de la nación.
Con todo y eso, hay publicaciones que intentan sostener su presencia en
el ámbito mexicano y de habla hispana, como es el caso de La Otra, o como la hacen los de Círculo
de Poesía, o publicaciones como Blanco
Móvil que ahora se atreve a dar el salto para meterse al ciberespacio, y se
encuentra la acción de la Fundación para las Letras Mexicanas. Pero la
intención de crear redes de mestizaje intelectual, como llamamos a aquel
encuentro que propiciaste desde la Bienal del Libro de Ceará en el 2008, y que
está consignada en una conversación que sostuvimos y que titulé “Cibercultura en tiempos de analfabetismo global”.
También escribí una reflexión sobre ese encuentro en un ensayito “Mestizaje cultural en la red”. El problema
de nuestro analfabetismo global y nacional, local, pasa entonces por la
sobresaturación de información y la incapacidad para discernirla y aprovechar
el conocimiento. No hablo por supuesto de las élites dominantes de nuestros
respectivos países, hablo de nuestras ciudadanías manipuladas y enajenadas,
encapsuladas en las eternas promesas de bienestar y desarrollo. ¿Te imaginas las
potencias editoriales que serían Brasil y México si sus mercados interiores
fueran en verdad consumidores de lecturas?
FM | Por supuesto
la constatación de este cambio valioso es motivo suficiente para evitarlo, de
acuerdo con la visión inmediatista de los que detentan las diversas formas de
poder. El espacio definido por lo que llamas de ciudadanías manipuladas, en Brasil es muy alarmante, sea por la
extensión, sea por la forma como, a lo largo de nuestra historia, se fue
configurando, puesto que la manipulación en lo que se pueda llamar de sistema
general de educación siempre fue, entre nosotros, más que simple descanso,
siempre fue muy bien direccionada por las élites dominantes. Ya en nuestro
encuentro en una mesa de discusión sobre revistas de cultura y políticas
nacionales, en Huelva, España, tratamos de esto, recuerdo que cuando hablaste
de los 100 millones de expectativas que encontrabas en México, yo las contrasté
con los 200 millones de problemas que tenemos en Brasil. No sé cómo desde
entonces ha cambiado la situación en tu país, pero en el mío no ha pasado nada
más allá de una estañación que, ella misma es un acelerador de catástrofes
sociales e culturales. Ya no es más solamente la población –de todo convertida
en masa electoral y consumidora– sino su parcela intelectual, siempre mínima,
que ha perdido sus puntos de visión. El país hoy es una inmensa barca a la
deriva.
Bueno, pero aquí estamos, hemos realizado cosas, hemos encontrado salida
para la creación y la producción, de modo que no quiero la máscara de un
profeta de la catástrofe, aunque ni pensar en usar la otra, de un bobalicón de
feria de variedades. Dime, La Otra es
un proyecto personal que vino de un proyecto grupal, con Alforja. ¿Qué ha cambiado desde entonces en tu visión del papel que
representas como fuente de indicaciones, de iluminador de escenarios?
JAL | No me veo como
un poeta puro ni de la pureza, sino como un ciudadano, un sujeto consciente de
la otredad, de los otros en su individualidad. Quizás por ello me resulta muy
difícil desvincular el quehacer lírico de mi quehacer cultural. Nos quejamos de
la falta de lectores, de la ignorancia de nuestras comunidades, pero
demostramos una enorme incapacidad de sentirnos los otros, de ser los otros, de
ser nos otros. Veo en la poesía un regodeo de la imposibilidad, del ser
distinto a los otros por ser especiales y no por ser otros, ser como lo apuntó
Rimbaud un yo otro, un yo en transformación continua, una consciencia en
tránsito. Se busca a toda costa el re-conocimiento sin trabajar por el
conocimiento, sin su revelación, sin correr riesgos de ninguna índole, salvo el
anonimato. En un proyecto colectivo cada quien es responsable de su papel en el
trabajo o en el ideal común, en la construcción o destrucción del esfuerzo. Esa
fue justamente la dinámica en Alforja,
no un solo propósito e interés sino varios objetivos individuales que con el
paso del tiempo emergieron con fuerza y sin tapujos, pero amparados bajo la
mampara poco creíble de “la fraternidad universal de los poetas”, pues la
revista concluyó con la disolución de las amistades y la disputa por los
méritos y quizás hasta de su historia. Así, La
Otra, que se iba a llamar La Otra
Alforja, para evitar conflictos por el pasado y con el pasado, se quedó
sólo en La Otra, pues fue un nombre
en disputa por el fundador e iniciador de aquel proyecto colectivo.
La diseñadora, María Luisa Martínez Passarge y yo decidimos crear un
nuevo proyecto, con un formato y un diseño más modernos, pero también con una
idea diferente, sin desechar la experiencia que ya teníamos con Alforja. En octubre del 2008 pusimos a
circular el primer número de la revista impresa. Coincidía con la presencia de
un gran número de poetas internacionales que venían a Poetas del Mundo Latino y
otros que habían venido a la Feria del Libro de Nuevo León, como fue el caso de
Lêdo Ivo, quien se tomó la primera foto un lunes, en el centro cultural Casa
Lamm, y el martes voló a Río de Janeiro para volver el jueves por la noche y
estar en la segunda foto el viernes por la mañana. La vitalidad de Lêdo era
apabullante. Allí quedó constancia en las fotos de Rogelio Cuéllar, y en
algunas tomas colaterales de Pascual Borzelli, pero también en un documental
muy divertido que filmó Alfonso Serrano Maturino y que puede verse en YouTube.
(www.youtube.com/watch?v=8PhsYN85FDQ)
Más tarde, se incorporaron al equipo Alfredo Fressia, primero y luego
Víctor Rodríguez Núñez, uruguayo residenciado en Sao Paulo, Brasil, el primero,
y cubano ya nacionalizado estadounidense el segundo. No ha sido un proyecto
editorial de consignas ni de propósitos estéticos o ideológicos, sino de
coincidencias existenciales, literarias y yo diría de energías y espíritus. No
hay un compromiso oficial ni de intereses mutuos, simplemente nos unió el azar
y la empatía intelectual, y diría que la amistad, también la distancia.
Trabajamos cada quien por su lado y nos comunicamos por los medios que estén a
nuestro alcance. Víctor es un agente activísimo que aporta mucho a la revista
sin descuidar sus propios objetivos y sus intereses. Alfredo es un personaje
muy valioso desde la modesta dinámica de su gigantesco entorno en São Paulo, y
de su soledad poblada de amistades y afectos, también desde el dominio de las
lenguas que siente como casi maternas además del español, el portugués y el
francés. Hay muchos otros personajes ligados a la revista electrónica y antes a
la impresa, como Carlos Maciel, pintor e historiador ahora jubilado, quien ha
hecho muchas gestiones para el sostenimiento de la publicación. Pero están
todos los que han hecho antologías para la colección 20 del XX, los autores de
la colección Temblor de cielo, y quienes en otro momento de manera
desinteresada apoyaron nuestro esfuerzo como Luis Ignacio Sáinz y el narrador
Hernán Lara Zavala. En fin, eso es un poco de historia.
FM | Este poco de
historia es fundamental para el registro de nuestro diálogo, porque me interesa
aquí justamente esta suma de historia y percepción de la misma mientras se pasa
y después. Así que gracias a los quejumbres de ego de una de las partes
formadoras del trío Alforja, surge La Otra y precisamente sin su idea de La Otra Alforja, que sinceramente sería
como mantenerse eternamente a la sombra del otro proyecto. Por veces los
infortunios son una perla magnífica. ¿Todavía salen ediciones impresas de La Otra? La historia de Agulha Revista de Cultura igual tiene
que ver con un infortunio. No fuera por la imposibilidad de seguir con el
proyecto de una revista impresa – de nombre Xilo
– confieso que jamás pensaría en editar algo solamente en el mundo virtual. En
los primeros años fue difícil para mí alcanzar buena calidad visual sea por
desconocimiento de los medios, por trabajar sólo o por la dependencia de un
proveedor en quien yo no tuviera que poner plata alguna. Los primeros diez años
de la revista la compartí con Claudio Willer, pero su trabajo allí era el de
redactar conmigo los editoriales y ocasionalmente invitar algunos
colaboradores. Lo demás – definición de pauta, revisión de originales, diseño
gráfico, preparación de páginas para bajar a la red, difusión etc. – era mi
responsabilidad. Cuando llegamos al número 70 creí que era la hora de cerrar
las puertas. El proyecto tomaba mucho de mi tiempo y yo mismo tenía ganas de
hacer otras cosas. Pero fue imposible, una vez que la magia de la red, la muy
amplia circulación de la revista, las amistades, proyectos comunes con muchos
colaboradores – tú entre ellos –, todo eso fue definitivo para la decisión de
seguir el viaje. Así que he creado una opción, a la que llamé Agulha Hispânica, una revista dedicada
solamente al mundo artístico y cultural de lengua española. En ese proyecto he
trabajado sólo por dos años, tiempo suficiente para definir una serie de
cuestiones: la elección de un nuevo coeditor, nuevo proyecto gráfico, el cambio
de proveedor etc. Así que desde enero de 2012 pasamos a publicar Agulha Revista
de Cultura ya en su fase II y con la presencia a mi
lado de Márcio Simões, joven editor que desde entonces dirige la Sol Negro Edições, una casa de libros
artesanales. Márcio comparte conmigo todas las etapas de realización de la
revista, lo que da más gusto y agilidad al trabajo. Con eso he generado coraje
para arriesgarme en las ediciones impresas, no de la revista, pero de una serie
de libros, para ello creamos otro sello: ARC Edições. Ahora trabajamos juntos en varios
proyectos, y finalmente tenemos en Brasil libros de autores como Enrique Molina
(poesía), Vicente Huidobro (prosa poética y manifiestos), Aldo Pellegrini
(ensayos y poesía), Cruzeiro Seixas (poesía y plástica), Hans Arp (prosa
poética) y otros que seguimos preparando.
Aquí está la historia de nuestras aventuras editoriales, querido. Es un
buen registro. Por supuesto que somos ciudadanos, uno no podría, sobre todo en
nuestros países tomados de asaltos constantes por una barbarie política,
sentirse como habitante de un castillo aislado de todo. Además, la base de
nuestros problemas sociales radica en la educación, así que como escritores y
editores que somos sería imposible vivir al margen de la realidad. Pero esto no
quiere decir que seamos ajenos a otra realidad, la realidad estética, la
nuestra y de las artes en nuestro tiempo, tan marcado por los caprichos de
mercado, que ha extorsionado la consciencia estética hasta el punto de ya casi
no haber sangre en esta tierra. Así que podríamos hablar de nuestras peleas, en
nombre de la estética, con la voz poética de cada uno y las acciones y
reacciones generales de artistas y mercado en nuestros países.
JAL | Los procesos
históricos de nuestros países, receptores de fuertes flujos migratorios de
Europa, principalmente, pero también de otros continentes, por diversos
motivos, primero en busca de fortuna y de dominios, luego también por causas de
las guerras y las crisis económicas en sus lugares de origen, la pobreza y el
desabasto, las epidemias, una cadena de motivos que fueron poblando nuestras
geografías y componiendo estos mosaicos culturales y raciales que definen
nuestras naciones o que les impiden aún arribar a su aceptación ciudadana. Sin
excepciones, hay una predominancia económica y cultural, política, de corte
criollo. El criollismo continúa siendo el factor dominante. Aun cuando los no
blancos arriban al poder o a los estratos económicos privilegiados asumen una
conducta criolla, una necesidad de blanquear su pertenencia a esos rangos. No
quiero dejar la impresión de que idealizo el indigenismo o la supremacía negra,
tampoco el mestizaje como fórmula democratizadora de las razas. Pienso en todo
caso en una educación que contemple la pluralidad étnica, la diversidad de
raíces y la continuidad de un flujo migratorio inevitable. Lo que están
viviendo los europeos ya lo vivieron los países de América hace siglos, pero no
como potencias de la conquista, ni como mercados en expansión, sino como suelos
dominados. Brasil como México arrastran lastres mentales que les impiden verse
tal como son, pueblos coloridos, poseedores de un bagaje lingüístico y étnico
que por fortuna no ha desaparecido del todo y que emerge, no solo como acto de
supervivencia sino de resistencia cultural.
Digo esto porque hay fenómenos internos que son invisibles, que pasan
como aguas subterráneas en las dinámicas periodísticas, en el diseño de
políticas culturales, en la perspectiva conceptual de las publicaciones
literarias y culturales de nuestros países latinoamericanos, tan preocupados
por Europa y tan olvidados de sí mismos. La emergencia del movimiento
indigenista de 1994 en México, los Zapatistas de Chiapas y luego de todo el
país, nos hicieron ver una realidad oculta, negada, innombrada. Casi 70 lenguas
vivas, con sus respectivos dialectos, grupos humanos en resistencia casi
larval, encapsulados en adjetivos que significan atraso, inferioridad,
desprecio, olvido, repugnancia, fealdad, todo lo que no se quiere ser y se es.
Culturalmente estamos determinados por la ceguera y la incapacidad de sentir
las presencias significativas de nuestros entornos, de nuestros medios.
Culturalmente, digo, se conforman nuestras ideas territoriales, nuestros
sentidos de identidad y pertenencia, la idea de nación, de raza, de tribu, de
persona.
Aún recuerdo discusiones en Fortaleza en casa de Hélio Rola acerca de si
Brasil, el pueblo brasileño, era o no latinoamericano, de si hay o no un
mestizaje reconocido, o si la palabra mestizo entra o no al vocabulario
institucional, o si la palabra pardo designa la mixtura racial, si Brasil es en
todo caso una sociedad europea trasplantada a suelo americano en lengua
portuguesa. Hay grandes asuntos de visibilidad cultural en nuestras naciones
que no son abordados con determinación y coraje. Insisto, en México un fenómeno
claro de esa acción visible fue el movimiento zapatista e indigenista de 1994.
Nos confrontó sin ambages con una realidad coexistente, pero oculta. La
importancia de una lengua dominante sobre otras sesenta y sobre grupos humanos
que preservan sus usos y costumbres, sus imaginarios. Esa relación de poder
idiomático, esas ventanas tapiadas que sólo permitían un asomo turístico y
morboso, acaso antropológico. Esas realidades ensombrecidas no nos permiten
vislumbrar el horizonte cultural de nuestras comunidades, complejas y ricas,
asombrosamente ignoradas. Pero una cosa es evidente, esa ignorancia justifica
la estratificación no sólo social y económica, sino cultural y humana. Impone
una limitada visibilidad intelectual, estética. Allí es donde advierto que
deben entrar iniciativas editoriales como Agulha Revista de Cultura y
como La Otra, descolocadas de lo local, pero emergentes de esa localidad
provincial que recorre el mundo lanzando interrogantes a diestra y siniestra,
recogiendo enigmas, haciendo acopio de los esfuerzos de claridad en esta aldea
convulsionada por viejos problemas civilizatorios: reparto de los mercados del
mundo, fundamentalismos religiosos confrontados con los fundamentalismos
capitalistas, Occidente contra Oriente, el cielo y el infierno, buenos y malos,
el sur y el norte, globales y locales, éticos y cínicos, pobres y ricos,
demócratas y terroristas, pacifistas y guerristas. Me parece entonces que la
poesía y la cultura tienen mucho por descubrir, mucho por dialogar, por
preguntar, por indagar. Mirar hacia afuera sin descuidar el adentro. En esa
perspectiva veo a nuestras revistas, en la perturbación.
Quizás me he desviado un poco o mucho del foco de tus intereses. Es tu
oportunidad de reorientar la conversación, si así lo consideras.
FM | No fue
propiamente un desvío, sino el recuerdo feliz de que el dilema central es otro,
y demasiado grande para que no sea visto. Lo que pasa es que tenemos la mirada
rellena de oscuridad. Una oscuridad que es en grande parte religiosa, pero
también un recelo de descubrir la verdad oculta, también por medios religiosos
– por supuesto hablo de la religión del colonizador –, donde abrigamos, por ejemplo,
los refugiados de nuestra naturaleza indígena. El tema indígena en Brasil hoy
es una mezcla de honda tristeza aculturada y un mea culpa intelectual, casi diría seudo-intelectual. Además, lo que
me parece el punto más neurálgico, es nuestro rechazo a tratar en serio esas
cuestiones fundamentales de nuestro espíritu. Por supuesto, Brasil está ubicado
en Latinoamérica sin que haga parte de esa concepción regional. Tal vez pase
igual con la mitad francesa de Canadá, aunque supongo por razones distintas. Bueno,
seguro que con efectos muy distintos. Nuestras revoluciones no fueron más que
cambios de poderes. Evitamos la cultura hispanoamericana como se fuera el mismo
demonio. Aunque vivamos la nostalgia europea, tampoco tomamos conocimiento de
sus raíces, tampoco de ella nos acercamos como uno podría pensar. Hay algo que
nos aleja del mundo. A veces pienso que Brasil es una civilización
extraterrestre que rechaza la comunicación con el resto del planeta. Como si
viviéramos una realidad paralela, al mismo tiempo cerca y lejos de todo. Una
región rellena de miseria, pero al mismo tiempo que reacciona como se fuera un
Paraíso, que vive en fiesta para encubrir su dolor, que se ríe de todo, pero no
con desenmascaramiento, sino como quien no comprende lo que
pasa. Un tipo de ignorancia disfrazada de descaro.
Fíjate en los reflejos que eso puede significar en la cultura artística.
La repetición inagotable de unos pocos conceptos estéticos que resurgen siempre
como si fueran la novedad, un tipo presuntuoso de vanguardia que se limita a la
superficialidad de la creación. El mercado explota y engaña más fácilmente, es
verdad, pero este es el apetito voraz del mercado, a que el arte debería
reaccionar. Pero aquí está una vez más el tema de nuestro miedo de tocar la
esencia de las cosas. Seguimos con la verdad del mercado, que es la verdad de
los medios y que alimenta nuestro ego. Tales manifestaciones del arte dejan de
ser estéticas, porque son profundamente conservadoras. Para no decir que se
trata simplemente de cobardía. Y aquí hablo de la creación en general, la
música, la plástica, el teatro, el cine, la literatura.
En medio de todo eso, Leyva, el tiempo pasa, con su caravana de
relámpagos, y algo cambia en el mundo, un cambio que todavía está lejos de ser
comprendido, porque de algún modo estamos por salir del fracaso de la
polarización de los sentidos de las cosas, pero estamos en un punto muy
peligroso, de exacerbación de esa polarización, momento en que cuerpo y alma ya
no se complementan. Nosotros, en particular, tenemos una dificultad inmensa de
percibir lo que pasa, sea por el subdesarrollo educacional, sea por el
consecuente embotamiento de los sentidos. Así que en Brasil todavía estamos
demasiado dependientes de la parte, lo que nos impide aceptar el todo. Nuestro
Yo aún no es el otro, tampoco es distinto, porque simplemente no se reconoce,
en nadie.
La realidad en nuestro tiempo es lo que afirma la primera plana de los
periódicos, impresos o virtuales. La realidad de los medios, que cambia de modo
vertiginoso, pero lo suficiente para mantener su ordenamiento interno. Para los
medios el caos no pasa de un truco. La mala política ha tomado por asalto
nuestras vidas. La miseria es cortante, poco a poco destruye un país entero. Y
ya no hay reacción a todo eso. La gente está intentando sobrevivir, nada más.
Además experimentamos una declinación del sentido estético, el arte se ha
dejado convertir en pieza de mercado, nada más.
¿Cómo es posible en un momento así hablar de los conflictos entre la
velocidad de la información y la conformación de la sabiduría, entre la idea y
el concepto, entre la palabra y la imagen, entre el sueño y el deseo, entre lo
visible y lo oculto, entre lo inútil y lo útil, entre lo trascendente y lo
exorbitante? ¿Con quién y para quién hablar?
JAL | Celebro esa “caravana de relámpagos”. Me hace pensar
en la realidad destellante y fantasmal que describe Baudelaire en la segunda
mitad del siglo XIX, en ese proceso de rediseño del espacio urbano, de una
ciudad, París, que es el emblema del cambio hacia la modernidad capitalista,
con sus bulevares trazados por Haussman, el espectáculo de la vida privada y de
las enormes diferencias sociales donde el placer y la necesidad se cruzan
frente a los aparadores luminosos y los cafés al aire libre. La ciudad luz, la
noche iluminada. Rimbaud sería entonces esa estrella contradictoria y
relampagueante que hallaría a la belleza amarga, ese deseo resuelto en la
ansiedad y la prisa, consumido y consumado en la embriaguez de los sentidos y
en la revelación del mañana, de un porvenir sin ilusiones, de un yo otro que se
es extraño y familiar a la vez, pero siempre distinto de sí mismo.
Esa mirada de
la modernidad se vive de manera distinta en Brasil y en México a principios del
siglo que corre y en el anterior. En primer lugar, por razones geopolíticas,
como tu bien lo apuntaste, nuestra vecindad con Estados Unidos, la nación no
sólo más poderosa del mundo sino el bastión de la modernidad planetaria, y
nuestra herencia hispano-mexicana; Brasil, por su lado, un país
territorialmente continental con una fuerte centralización de la economía, la
política y la cultura, algo que comparten ambas naciones latinoamericanas. Pero
la fuerza y el interés de Brasil por lo moderno es mucho más fuerte que en
México. Ello se debe en gran medida porque carece de una herencia monumental
del pasado prehispánico y una relación satelital con una nación y una cultura
como la española. España es, por citar un ejemplo, el centro rector del mercado
editorial de habla hispana con cerca de 50 millones de habitantes. Esa relación
no existe con Portugal en ningún sentido. La otra cuestión es que nuestras
vanguardias, como el Estridentismo, o la presencia notable del surrealismo en
México, concluyen siempre en una especie de reconciliación con la tradición. No
juzgo si está bien o mal, simplemente anoto una tendencia y una realidad. Al
mismo tiempo, la intelectualidad mexicana es una comunidad abierta a todo
cuanto viene o aparece en el horizonte cosmopolita. México es un país abierto
por todos sus costados y con una frontera que representa la mayor desigualdad y
la más marcada asimetría entre naciones. La hibridez y la mezcla forman parte
del discurso de sus artistas y escritores. Quizás por ello un símbolo kitsch
como Frida Kahlo o las expresiones de la comunidad fronteriza y migratoria en
Estados Unidos llame tanto la atención.
Lo cierto es
que la cultura mexicana suele verse a través de la mirada de fuera, como el
Chac Mool de Henry Moore o el Infrarrealismo de Roberto Bolaño. Hablo entonces
de la visibilidad estética y de la perspectiva histórica que determinan en gran
medida nuestras expresiones y manifestaciones culturales y artísticas. Brasil
tiene como preocupación central el futuro, para México el pasado es aún motivación
del mañana. Y no obstante, el motor de los cambios empuja cuesta arriba. Es
interesante cómo se polarizan los debates entre quienes ocupan las salas de
exposiciones con arte conceptual y quienes no ven arte sino ocurrencias,
improvisación, actos banales en contra de la fuerte tradición pictórica en
México, ya sea pintura figurativa o abstracta. Es decir, la pintura contra el
arte conceptual sin matices, sin posibilidades de convivencia o de interacción,
de retroalimentación. En la poesía hallo algo semejante, una guerra a muerte
entre la poesía de la claridad (comunicativa) y la poesía de la expresión o del
lenguaje. Pero no encuentro un acto de rebelión y de revelación como el de
Ferreira Gullar con su Poema Sujo (sucio), donde nos confronta con la
trascendencia del lenguaje banal en su capacidad de mutación y lucidez sobre lo
humano y lo inhumano. Quizás se gestaba algo semejante en la poesía de José
Carlos Becerra, pero murió muy joven para saber si tenía un propósito
semejante. Yo lo percibo en un poema como “Batman”, del cual te cito un
fragmento:
La señal… la señal… la señal…
Así sonríes sin embargo, confiando otra vez en tu discurso,
mirándote pasar en tus estatuas,
flotando nuevamente en tus palabras.
La señal, la señal, la señal. Y entretanto paseas por tu habitación.
Sí, estás aguardando tan sólo el aviso,
ese anuncio de amor, de peligro, de como quieran llamarle,
ese gran reflector encendido de pronto en la noche.
Y entretanto miras tu capa,
contemplas tu traje y tu destreza
cuidadosamente doblados sobre la silla, hechos especialmente para ti,
para cuando la luz de ese gran reflector pidiendo tu ayuda,
aparezca en el cielo nocturno,
solicitando tu presencia salvadora en el sitio del amor
o en el sitio del crimen.
Solicitando tu alimentación triunfante, tus aportaciones al progreso,
requiriendo tu rostro amaestrado por el esfuerzo
de parecerse a alguien.
FM | Lo que antes
fue la más vertical aceleración ahora es lo inverso y hay un clamor por la
desaceleración. Pero en verdad hay un descontrol de las ansiedades, un hambre
sin frenos por la novedad, que resulta por crear las malas condiciones de
suportar los ritmos que nos imponen ciertos factores, sobre todo las trampas
publicitarias. De todos modos seguimos como dominados por las máquinas de hacer
espectáculos, incluso el espectáculo de la política, las máquinas de fantasear
deseos, las máquinas de generar negocios de todo orden.
En Brasil pasa igual fenómeno con eso de que nuestras vanguardias
regresan al huevo de la tradición. O tal vez peor, nuestras vanguardias, en su
esencia, no se alejan de la opresiva tradición de nuestro formalismo estéril,
nuestro parnasianismo eterno. La presencia del surrealismo en México
prácticamente se resume al mundo plástico. Es algo curioso cuando pensamos en
instancias y mismo residencias en México de surrealistas como Artaud, Breton,
Moro, Péret, entre otros. En Brasil tuvimos una gracia del azar, el hecho de
que algunos de nuestros artistas plásticos también escribían, tales como Ismael
Nery, Cícero Dias, Vicente do Rego Monteiro, Maria Martins, Flávio de Carvalho
etc., lo que ha enriquecido la creación por todas partes. Pero también entre
nosotros el surrealismo fue algo raro. Mantuvimos, en la altura de los primeros
momentos del movimiento, una secreta relación en prosa y verso, donde pueden
destacarse nombres como Murilo Mendes y Antonio de Alcântara Machado. Más que
secreta, una relación borrada, la encontramos en el teatro de Oswald de
Andrade. En general, el surrealismo fue muy despreciado en Brasil, y hubo casos
criminales como el silenciamiento de esa que fue nuestra máxima expresión
surrealista, la escultora Maria Martins. Esa estrategia de ninguneo ha sido
impuesta a todos los demás, pero fue algo demasiado brutal el caso de Maria. En
México hubo algo curioso, la posterior redirección de los caminos de la lírica
gracias a las interferencias de Octavio Paz, que se ha desempeñado de pastor de
ovejas negras, diseñando un nuevo mapa de las letras en su país. Bueno, en eso
también nos acercamos mucho, y peligrosamente.
En la poesía recuerdo algo que dijo el pintor Francis Bacon, que la
realidad en el arte es algo artificial, que necesita ser recreada. Si no la
recreamos, lo que “estaremos haciendo será solamente la ilustración de una
cosa… y una ilustración de segunda mano”. Por supuesto la fuerza de una
tradición demasiado formalista ha impedido la recreación de la realidad en
nuestra lírica. Eso ha generado un tejido poético muy superficial, muy lejos de
una densidad existencial, más aún de una dimensión mágica. Este tipo
curiosamente presuntuoso de facilismo del lenguaje es lo que más ha llamado la
atención de todos, autores, medios, editores, críticos, lectores. Tienes razón
cuando hablas de Ferreira Gullar, su obra poética, camino al poemario Poema sucio fue toda hecha de riesgos
que, por supuesto, hoy lo sabemos, conducirían a este libro. Hubo otros puntos
de ruptura, antes y después de Gullar, pero repito que casi siempre volvemos a
la ilustración.
JAL | Bueno,
Floriano, me pides que cierre esta conversación que propiciaste e iniciaste.
Retomo entonces el concepto riesgo, que has apuntado en tu reflexión sobre las
vanguardias en nuestros países, en el caso particular de la poesía. Es probable
que la aceleración civilizatoria y tecnológica no deje espacios libres y
estaciones propicias para las emergencias de nuevos impulsos estéticos que
generen una onda de perturbación sobre los cuerpos de la poesía en aparente
reposo, como sucedió a finales del siglo XIX y a principios del XX, pero sobre
todo a finales del XVIII con los ideales de la Revolución Francesa, la
mecanización del mundo o Revolución Industrial, y para nuestro interés la
emergencia de un movimiento cultural como fue el Romanticismo que trazaba una
relación honda del hombre y el Cosmos, la Naturaleza, el yo ante su destino
inevitable, pero con una visión de trascendencia sobre la Tierra. Hoy esa
visión cae ante el sentimiento de transitoriedad y fugacidad de las cosas y del
hombre mismo, de la persona. Cada vez que puedo repito la frase de Jean
Baudrillard relacionada a cuando la humanidad venció la gravedad y se colocó
fuera de la atmósfera terrestre, cuando nos vimos desde el espacio, o cuando
dejamos de vernos para contemplar un planeta habitado por seres invisibles,
pero de efectos crónicos y destructivos, como virus: “El hombre trascendente se
volvió exorbitante”. Esa letalidad comprobada en las guerras, se escenifica hoy
en el comercio despiadado, en un mercado legal o ilegal para el que la persona
carece de valor. La vida se ha vuelto banal. Paradójicamente, el hombre se
convierte en un medio y no en el fin o ¿será el comienzo del fin del hombre? No
quiero ser pesimista ni fatalista, pero me parece que hay una dinámica de
terror en todos los órdenes de la vida, incluso en el espectáculo y muy a
menudo en la literatura.
Aún no logro entender el valor estético y conceptual de esa avalancha de
productos de zombies. No me cabe en la cabeza que haya público para esas
baratijas que pretenden colocarse en los terrenos de arte. No niego que pueda
haber ciertos valores estéticos en tratar esos temas, pues el arte no tiene
límites en cuanto a los asuntos a tratar. Pero intentar hacer un género de esa
temática, me parece la expresión más clara de la banalidad y la trivialidad
discursiva. ¿Somos en realidad muertos vivos o muertos deambulantes?
Ni Brasil ni México han sido hasta ahora fuentes de renovación
tecnológica y científica, y me parece que tampoco de ideas. Pero ambos han
contribuido a incidir por ejemplo en la música, en el cine, en la literatura,
en la pintura, en la arquitectura y por qué no, también en la poesía, aunque
sea de manera modesta. A su manera también han aportado su granito de arena en
la música con compositores como Silvestre Revueltas y Villalobos, o con el
Bossa Nova, por dar ejemplos. Y allí tienes, cuando han existido esos
personajes portadores del riesgo, es cuando se abre la posibilidad de abrir
nuevos caminos, no solo propios sino universales. El riesgo no es certeza de hallazgo,
pero es un requisito indispensable de la búsqueda, además de una formación
sólida y un conocimiento firme de la historia. Entonces, el riesgo es lo que
hace falta en este aceleramiento de la noticia y de empobrecimiento del
espíritu, de dominio de la publicidad sobre el deseo, y del éxito en lugar de
la satisfacción de metas personales, íntimas. Creo que el riesgo no está en
relación directa con el éxito, sino con la revelación, el descubrimiento de las
otras posibilidades de leer la realidad, de ver y ser vistos. El riesgo tampoco
lo veo como la emergencia futura de otras vanguardias, sino como exigencia
irrevocable del arte.
Las instituciones culturales fungen hoy más como reguladoras que como
propulsoras o estímulos a la creación, como domesticadoras del arte, y eso no
le hace bien a los artistas que se nutren de la inconformidad. No niego la
utilidad de éstas, pero tal como están diseñadas sus políticas tienen un efecto
pernicioso en las comunidades, pues, al menos en México, si tienen un efecto mediatizador,
motivador de la complacencia, de lo correcto sobre lo audaz, de lo conservador
sobre lo subversivo. Revistas como Agulha
y como La Otra tienen esa tarea y ese
desafío, poner documentos y señales en dirección de esas conversaciones y
conversiones donde los cibernautas comprendan que no se trata de reducir la
velocidad sino de aprender a viajar en ella. Como los trenes de alta velocidad
o los aviones donde los pasajeros solemos pensar y trabajar sin prisa, pero
estimulados por el influjo del viaje, del acortamiento del tiempo en los
desplazamientos de largas distancias. Estoy convencido de que la velocidad no
es prisa ni ansiedad, es parte de esa percepción del tiempo y el espacio que
advirtieron Baudelaire y Rimbaud hace un siglo y medio. Creo que estamos muy
cerca, si no dentro, de una era en la que volvemos a ser los nuevos hombres
rupestres que se sientan ante un muro para contemplarlo y encontrar sus
posibilidades plásticas, comunicativas, recreativas, místicas, y en la penumbra
de nuestro entendimiento hablarle al porvenir de nuestras emociones cotidianas,
de nuestro entorno y nuestro asombro. La insubordinación y la rebeldía tienen
que ser la punta de lanza nuevamente contra estas culturas de zombies, contra
este gusto de muertos vivientes, contra esta moda de uniformes caros.
1989 A POÉTICA DO PARADOXO [Entrevista concedida a Sérgio Campos]
1996 A FAVOR DO CONTRA [Entrevista concedida a Lira Neto]
1997 O TEATRO E O ATENEU: Breve introdução à poesia de Floriano Martins [Carlos Felipe Moisés]
1998 A MODERNIDADE NÃO É UM CADERNO DE RECEITAS [Entrevista concedida a Rodrigo de Souza Leão]
1998 A NECESSIDADE DA POESIA [Entrevista concedida a Emmanuel Nogueira]
1998 CONTINENTE DE POETAS [Wilson Martins]
1998-2010 FRAGMENTOS ROUBADOS AO TEMPO [Preparado por Márcio Simões]
1999 FLORIANO MARTINS TRAZ POETAS HISPANO-AMERICANOS AO BRASIL [Entrevista concedida a José Castello]
1999 UN LIBRO QUE UNE Y ESCUDRIÑA [Carlos Germán Belli]
2000 OS TORMENTOS DO VERBO E DA IMAGEM NA ESTRUTURA DA ALMA [Eric Ponty]
2002 AS MANIFESTAÇÕES SURREALISTAS NA AMÉRICA LATINA [José Castello]
2002 HUMANISMO POÉTICO [Entrevista concedida a Fabrício Carpinejar]
2002 MÉXICO Y BRASIL BUSCAN ACERCARSE A TRAVÉS DE LA POESÍA CONTEMPORÁNEA [Rodrigo Flores]
2002 O MERGULHO EM TODAS AS ÁGUAS [Rodrigo Petronio]
2002 UM OLHAR NA POESIA [Entrevista concedida a Carmen Virginia Carrillo]
2002 VOZES EM CONFLUÊNCIA [Maria Esther Maciel]
2003 O MERGULHO EM TODAS AS ÁGUAS [Entrevista concedida a Rodrigo Petronio]
2003 PALAVRAS PRELIMINARES [Entrevista concedida a Jorge Ariel Madrazo]
2004 SÁBIO IMPREVISTO [Entrevista concedida a Álvaro Alves de Faria]
2004 UMA AGULHA NA REDE DA MESTIÇAGEM [Entrevista concedida a José Ángel Leyva]
2005 SOMOS O QUE BUSCAMOS [Entrevista concedida a Ana Marques Gastão]
2005 VERTIGENS DO OLHAR: autorretratos [Floriano Martins por Floriano Martins]
2006 A OUTRA MÁQUINA DO MUNDO [Entrevista concedida a Belkys Arredondo]
2008 FESTA DA MESTIÇAGEM [Entrevista concedida a José Anderson Sandes]
2008 UMA CONVERSA COM O CURADOR DA 8ª BIENAL INTERNACIONAL DO LIVRO DO CEARÁ [Entrevista concedida a Lira Neto]
2009 A INOCÊNCIA DE FLORIANO MARTINS. INOCÊNCIA? [Jacob Klintowitz]
2010 ÀS VOLTAS COM O LIVRO-OBJETO E SUAS SOMBRAS [Entrevista concedida a Madeline Millán]
2010 CIBERCULTURA EN TIEMPOS DE ANALFABETISMO GLOBAL [Entrevista concedida a José Ángel Leyva]
2010 NASCENDO TODOS OS DIAS [Entrevista concedida a Manuel Iris]
2010 OPÇÃO PELA DISSIDÊNCIA [Entrevista concedida a Márcio Simões]
2010 TODAS AS COISAS À MINHA VOLTA [Entrevista concedida a Adlin Prieto]
2011 CRÍTICA E RUPTURA: a inocência de pensar de Floriano Martins [Teresa Ferrer Passos]
2011 PARTICIPAÇÃO POÉTICA [Entrevista concedida a Márcio Simões]
2013 QUE HOMEM É ESSE? [Entrevista concedida a Oleg Almeida]
2015 O LUGAR QUASE LASCIVO DE UMA AMBIGUIDADE [Entrevista concedida a Renata Sodré Costa Leite]
2016 AVENTURAS DA POESIA NO TEMPO: o inteiro continente revelado [R. LeontinoFilho]
2016 LA INUTILIDAD DE LAS FUENTES, 01 [Alfonso Peña & Floriano Martins]
2016 LA INUTILIDAD DE LAS FUENTES, 02 [Omar Castillo & Floriano Martins]
2016 LA INUTILIDAD DE LAS FUENTES, 03 [José Ángel Leyva & Floriano Martins]
2016 LOS NAVEGANTES DE LA PARADOJA [Entrevista concedida a Alfonso Peña]
2016 UM NOVO CONTINENTE [Marco Lucchesi]
2017 À LUZ DO PARADOXO [Entrevista concedida a Leila Ferraz]
2017 FLORIANO MARTINS, POETA E DEMIURGO [Claudio Willer]
2020 | DIÁLOGO CON FLORIANO MARTINS [Entrevista concedida a Berta Lucía Estrada]
2020 | FLORIANO MARTINS: Todos somos marginados a la sombra de lo desconocido | [Entrevista concedida a Elys Regina Zils]
2020 UMA CONVERSA COM FLORIANO MARTINS [Entrevista concedida a Anna Apolinário & Demetrios Galvão]
2021 UNA PRESENTACIÓN DE LA OBRA DE FLORIANO MARTINS [José Alcántara Almánzar]
2021 VOCAÇÃO DIALOGANTE [Entrevista concedida a Maria Estela Guedes]
2022 DE ITARARÉ A UMA DEAMBULAÇÃO CONTÍNUA: Conversa com Floriano Martins sobre o Surrealismo no Brasil [Entrevista concedida a Anderson Costa & Elys Regina Zils]
2023 | FLORIANO MARTINS E O MARAVILHOSO TUMULTO DE SUA VIDA | Roda de imprensa, várias vozes
2023 A OUTRA VOZ DO TEMPO: Cronologia de vida e obra [Preparada por Floriano Martins & Márcio Simões]
OBRA ENSAÍSTICA PUBLICADA
El corazón del infinito. Tres poetas brasileños. Trad. Jesús Cobo. Toledo: Cuadernos de Calandrajas, 1993.
Escritura conquistada. Diálogos com poetas latino-americanos. Fortaleza: Letra & Música, 1998.
Escrituras surrealistas. O começo da busca. Coleção Memo. Fundação Memorial da América Latina. São Paulo. 1998.
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Un nuevo continente. Antología del Surrealismo en la Poesía de nuestra América. San José de Costa Rica: Ediciones Andrómeda, 2004.
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A inocência de Pensar. Coleção Ensaios Transversais. São Paulo: Escrituras, 2009.
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Invenção do Brasil – Entrevistas [edição virtual]. São Paulo: Editora Descaminhos, 2013.
Esfinge insurrecta – Poesía en Chile [edição virtual, em coautoria com Juan Cameron]. Fortaleza: ARC Edições, 2014.
Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad. México: UACM – Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2015.
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Um novo continente – Poesia e Surrealismo na América. Fortaleza: ARC Edições, 2016.
Valdir Rocha e a persistência do mistério. Fortaleza: ARC Edições, 2017.
Laudelino Freire. Rio de Janeiro: Academia Brasileira de Letras, 2018.
Escritura conquistada – Poesía hispanoamericana. Fortaleza: ARC Edições, 2018.
Visões da névoa: o Surrealismo no Brasil. Natal: Sol Negro Edições, 2019.
120 noites de Eros. Fortaleza: ARC Edições, 2020.
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Delito por dançar o chá-chá-chá, de Guillermo Cabrera Infante. Rio de Janeiro: Ediouro Publicações, 1998.
Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
A condição urbana, de Juan Calzadilla (edição bilíngue). Florianópolis: Letras Contemporâneas, 2005.
Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
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Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
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