Et même si le voyage est immobile, même s’il
se fait sur place, imperceptible, inattendu, souterrain, nous devons demander quels
sont nos nomades aujourd’hui, qui sont vraiment nos nietzschéens?
GILLES DELEUZE, La pénsée nomade
1. Introducción: León de Greiff, viajero in situ
En el presente
artículo se propone observar la obra del poeta colombiano León de Greiff (1895-1976)
como una manifestación de pensamiento nómada y como un ejercicio poético de desterritorialización
y de trazado de cartografías intelectuales alternativas. En el marco de este estudio,
se busca interpretar los textos greiffianos como una práctica literaria cosmopolita
que opera por medio de una rearticulación subjetiva del archivo cultural y que propone
una desestabilización de las líneas de organización cronológicas y geográficas tradicionales.
Mediante una práctica de cosmopolitismo localizado y por medio de su caprichosa
reorganización de conocimientos culturales y genealogías intelectuales, León de
Greiff propone una renegociación simbólica de sus lazos de afiliación y pretensiones
universalistas. Este último gesto, finalmente, se plantea como una estratégica toma
de posición que cuestiona la posición de marginalidad del espacio latinoamericano
respecto a los centros culturales consagrados.
A pesar de que León de Greiff no goza del mismo renombre internacional que otros
autores contemporáneos suyos, su obra ocupa un lugar central dentro de la historia
de la poesía colombiana moderna. [1] Sus publicaciones, que abarcan
un período de cinco décadas, [2] han sido observadas por la crítica como una oscilación entre
la última ola del modernismo y unos destellos vanguardistas que no llegan a constituirse
con la misma radical experimentalidad de la obra de otros contemporáneos como Vicente
Huidobro, César Vallejo, Oliverio Girondo o José Juan Tablada. A lo largo de sus
ocho “mamotretos” – como designa irónicamente sus volúmenes – se hacen reconocibles
los elementos que caracterizan su escritura: el uso de un lenguaje polimorfo y proteico
que entremezcla vocablos medievales, neologismos,
al igual que palabras de diversas artes y disciplinas; la presencia de heterónimos
y personajes que reaparecen episódicamente a lo largo de su obra; y el acopio de
abundantes referentes culturales que usa de manera caprichosa e irónica. Este último
es, justamente, uno de los aspectos más cruciales para el estudio de su cosmopolitismo
y su nomadismo intelectual. El amplio espectro de conocimientos y tradiciones literarias
y culturales de los que hace acopio la obra greiffiana podría comprenderse, así,
a la manera de lo que Ericka Beckman plantea como “estéticas de catálogo” (2013),
rasgo que comparte con otros modernistas como Gutiérrez Nájera, Rubén Darío, Julián
del Casal. [3]
Debe tenerse en cuenta, así mismo, que
el cosmopolitismo greiffiano es de signo bastante particular. Al igual que sucede con otros poetas latinoamericanos
cuyas obras se articulan en torno a un impulso de apertura cultural y de apropiación
de conocimientos de diversas latitudes y geografías –como es el caso paradigmático
de Julián del Casal y Lezama Lima–, el suyo es un cosmopolitismo inmóvil; León de
Greiff es un viajero estático, un trotamundos de sillón. En su “Relato del catabucalesista”
– incluido en su séptimo mamotreto, Velero
paradójico, de 1957 – se hace explícita esta poética del viaje inmóvil a través
de la confesión de uno de sus alter-ego:
Y yo, oh Baruch, voy a viajar. No sé
para dónde ni importa. Rumbo? Meta?
Derrota? Derrotero? Un otro día
corrí todas las postas en inmoto
sillón anclado…
Es un dato conocido de su biografía que León de Greiff no viajó por fuera de
los límites de su país durante los primeros cincuenta años de su vida. [4] Pero,
a pesar de lo anterior, en su obra poética se reclama
ya desde sus primeros textos como un ciudadano del mundo, un trashumante conocedor
de todos los caminos. [5] Desde los espacios
urbanos de Bogotá y Medellín, asentado en el “inmoto sillón anclado” de su biblioteca,
construye un imaginario poético global que abarca varios continentes y distintas
épocas y proyecta una cartografía por la que transita con la libertad de un nómada
que viaja de un texto a otro sin cuidarse de las distancias, desplazándose sin problemas
de una conversación con un poeta moderno a la conversación con un contemporáneo,
acortando distancias de siglos.
Es por estos motivos que puede considerarse la obra greiffiana
como una manifestación de un nomadismo in
situ. Su literatura aparece, bajo esta perspectiva, como un fenómeno de errancia
que se efectúa sin salir del espacio de sus habitaciones. La suya no es la literatura
de un viajero ni la de un migrante puesto que no depende de desplazamientos físicos
ni tampoco se impone la tarea de consignar impresiones de cosas vistas. Su apropiación
y asimilación del mundo se realiza a partir de un espacio amurallado de libros.
Esta es, justamente, la imagen que de Grieff elabora ya desde su poemario inicial
y que marca el lugar desde el que van a elaborarse sus posteriores aventuras cosmopolitas:
VII
Todo está lleno de volúmenes,
Unos amables, otros crueles…
(…)
Mi camarín, mis anaqueles,
Todo está lleno de volúmenes,
Unos amables, otros crueles…
(1975: Vol I)
Libracos, mamotretos,
infolios y papeles,
Mi inercia, tardamente,
rebuja y desordena,
Un cielo azul por la
ventana. Lejos, suena,
La vida innumerable
de la ciudad…
(1975: Vol I)
En estos dos poemas de Tergiversaciones aparece configurado el espacio simbólico de la habitación en la
que se concentran dos elementos claves para la estética greiffiana y para su construcción
de un imaginario universal: 1) la sobreabundancia de materiales escritos y conocimiento
posible, 2) la condición de inmovilidad, y 3) el relegar la experiencia directa
del mundo a un segundo plano.
En el centro de este maelstrom de libros que funge como archivo personal greiffiano, se cumplen
todos los tránsitos de la poesía greiffiana a través de una cartografía poética
que se extiende a través de Europa, los países escandinavos, Asia Central, Asia
menor, Medio Oriente, y el propio espacio americano. Todos sus viajes se verifican
en las estanterías de su biblioteca y siguen los mapas trazados al azar de los contactos
y contagios de los libros que se apilan uno junto a otro. Es bajo esta forma de
acumulación de conocimientos escritos que se despliega el “deseo de mundo” greiffiano
– tomando el término conceptualizado por Mariano Siskind
(2014)–, [6] su impulso expansivo y su necesidad de trazar líneas
de diálogo. De la misma forma, su ensanchamiento de horizontes culturales y la creación
de inesperadas líneas de afiliación, le permiten replantear su propia condición
de marginalidad respecto a la tradición literaria global.
2. Nomadismo
y viajeros itinerantes
Para proponer una lectura del nomadismo en la obra greiffiana deben considerarse
dos aspectos fundamentales. El primero es la construcción de un imaginario poético
que, desde un anclaje inmóvil, se articula siguiendo un recorrido intelectual itinerante.
El segundo, es la construcción de personajes que se presentan como manifestaciones
diversas del arquetipo del viajero. El punto inicial puede ser observado tomando
como apoyo las ideas que Deleuze y Guatari presentan en Mil mesetas, donde adelantan justamente un desarrollo teórico a propósito
de lo que ellos comprenden como un nomadismo inmóvil: [7]
…a propósito de estos nómadas
se puede decir, como lo sugiere Toynbee: no se mueven. Son nómadas a fuerza de no moverse, de no migrar,
de mantenerse en un espacio liso que se niegan a abandonar, y que sólo abandonan
para conquistar y morir … los viajes no se distinguen ni por la cualidad objetiva
de los lugares ni por la cantidad mesurable de movimiento –ni por algo que estaría
únicamente en el espíritu– sino por el modo de espacialización, por la manera de
estar en el espacio, de relacionarse con el espacio. (2002)
Como se ha expuesto anteriormente, las circunstancias
biográficas de León de Greiff hacen de él, al menos durante cinco décadas, un errante
inmóvil en el sentido más literal del término. La dimensión nomádica de su obra
ha de señalarse al interior mismo de sus páginas. Sus lectores deben seguir las
rutas a las que lo empuja su “deseo de mundo” en la en las fatigosas listas de referencias,
y las profusas enumeraciones que nutren el cuerpo de sus poemas y el diseño de sus
cartografías literarias. Una revisión transversal de su corpus poético, así sea
breve, resulta necesaria para sustentar esta afirmación. Para evidenciar la amplitud
de su arco de curiosidad y los distintos lugares de su frecuentación poética nótese,
por ejemplo, la sucesión de estos temas y presencias poéticos que conviven en su
obra: en el “Relato de Gaspar” se escenifica un diálogo amistoso con el poeta francés
Arthur Rimbaud y se localiza en el mismo la misma dimensión histórica que este;
en el fragmento “XVIII” de Prosas de Gaspar
se reclama como compañero y coetáneo del poeta medieval François Villon; [8] en el poema díptico “Breve canción de marcha” teatraliza
un diálogo amoroso entre la figura mítica de un vikingo y la presencia de una mujer
de medio oriente; y en su “Relato de Harald el Oscuro” se identifica con el personaje
de la leyenda artúrica de Lancelot du Lac. Baste este breve recuento de visitaciones
y apropiaciones literarias de tan diversos orígenes para justificar la obra greiffiana
como un producto de nomadismo libresco.
El segundo aspecto a observar es el de las múltiples
presencias viajeras e itinerantes que hacen parte el imaginario greiffiano. La obra
del colombiano está poblada de voces y personajes que encarnan el paradigma del
viajero errante. El colombiano idealiza y convierte a la figura del explorador en
el centro de su mitología poética. Su arquetipo del aventurero se multiplica en
distintas máscaras y encarnaciones que alternativamente aparecen bajo la forma de
referencias literarias a Ulises, Sinbad, Ahasvero, Ibn-Batuta, Jasón, vikingos,
piratas y otros navegantes. Sus alter-ego también siguen este impulso de continuo
movimiento y los vemos recorriendo tanto las geografías americanas como aquellas
de Europa, Asia y Medio Oriente. Ya desde Tergiversaciones,
hallamos poemas cantados por juglares errantes que se construyen bajo el signo de
la itinerancia. En la “Balada ahasverica del ministril, trovero y juglar” se recurre
a esta figura:
Ministril, trovero, juglar
De alma singular…
Vago de todos los
caminos:
Tus innúmeros rastros
Confundan al viajero
Del futuro …!
Aviénta tus destinos
Al viento aventurero,
Al suelo duro;
Entrégate al vagar
Por la tierra y
el mar,
Por el espacio
Y el abismo…
El juglar medieval aparece como una figura en la que
se sintetizan dos de los ideales greiffianos: el poeta y el viajero. [9] Jugando con un imaginario de corte modernista, el poema
celebra este personaje de aura romántica en la que cifra una fuerza de oposición
a la sociedad burguesa de principios del siglo veinte. El poema se plantea claramente
como una fuerza oposicional a los códigos de estabilidad promulgados por los valores
imperantes en la sociedad de su época y que repite el movimiento de evasión tan
duramente criticado a los modernistas. [10]
Se hace necesario, en este punto, ir más allá de la enumeración
y el catálogo de figuras viajeras al que se alude anteriormente. Para ahondar en
el análisis debe observarse también que, a pesar de sus numerosas variaciones, todas
las figuras del viajero conjuradas por de Greiff guardan un elemento de conexión:
la indefinición de sus destinos y la multidireccionalidad de sus trayectos. A pesar
de que las rutas de cada personaje son distintas unas de otras, todas ellas se guían
por la misma brújula del azar. Teniendo esto en cuenta, puede considerarse, pues,
que en la poesía del colombiano la idea del viaje no tiene como sustento la necesidad
de desplazarse entre un puerto de salida y uno de llegada, sino el de habitar el
espacio de tránsito. Tanto para los personajes greiffianos como para la figura del
nómada, teorizada por Deleuze y Guatari, es el “entre-dos,” el intervalo entre una
y otra orilla, el que adquiere “toda la consistencia y goza de una autonomía y de
una dirección propias” (2002: 385). Justamente esto es lo que se enfatiza en esta
“Balada ahasverica” en la que se celebra el ser “vago” –tanto en su sentido de ser
improductivo como en el de no tener destino final– de “todos los caminos”.
La voluntad de perpetuar el viaje como tránsito constante
se halla aunada en la poética greiffiana a la noción del “azar”, de los encuentros
fortuitos de nuevas rutas y caminos. En este concepto cifra también la idea de lo
no-planeado, del desplazamiento hacia territorios que no están cartografiados. En
el ya mencionado “Relato de Harald el Oscuro”, incluido en Variaciones alredor de nada, se ejemplifica esta idea. El personaje
que allí habla – y que entra en un juego de múltiples identificaciones en las que
de forma alternativa se presenta como Harald, Tristán de Leonís y Lancelot– presenta
su aventura como una navegación sin rumbo:
Nuestra nao pirata
discurrirá por todos
los océanos al azar, al azar, al azar…
erigiremos en nuestros
caminos nuestra gitana tolda
aventurera,
y el refugio ilusorio
de nuestro ciclo errátil e inseguro…
El poema configura
un espacio donde las coordenadas de navegación se ven reemplazadas por un método
de constante improvisación, trayectos fluctuantes y decisiones aleatorias. El mar
ofrece, así, una apertura al trazado de vectores cambiantes que se no determinan
por metas ni por puntos de llegada. Apelando a la terminología deleuziana, el “espacio
liso” del mar por el que transita Harald el Oscuro también “está ocupado por acontecimientos”
mucho más que “por cosas formadas o percibidas” (2002: 487). El dominio del azar
se presenta allí como un horizonte de apariciones abierto a distintas posibilidades
de incidencia y aparición que, potencialmente, modificarían de forma constante el
trayecto del viaje.
El anterior poema
es ilustrativo del plano en el que se sitúan muchos otros de los personajes greiffianos
que repiten un similar vagabundaje. El apartado “XXII” de las Prosas de Gaspar es otro ejemplo apropiado
para ilustrar la configuración de estos “espacios lisos” en la poesía del colombiano.
En la narración de este otro heterónimo greiffiano se nos presenta la hoja de ruta
imprecisa de sus aventuras marítimas:
Navega de conserva con el cansancio (pesado paquebote),
mi fino yate ligero, mi velígero clipper – no con rumbo a Erewhon, Thule o Bizancio
(pues la rima no es rumbo) y ni de tumbo en tumbo, sino en un lento navegar confiado,
y sin mirar el astrolabio ni acudir a la brújula ni a seña alguna o signo.
Y así desde hace tardos años: mañana serán n siglos y
unas pocas semanas.
3. Desdibujar y
redibujar cartografías intelectuales
Aunque la práctica greiffiana de desdibujamiento de mapas queda ya ilustrada
en los textos comentados anteriormente, se hace necesario observar con mayor detenimiento
este proceso de tergiversaciones cartográficas que pone en marcha. Uno de los textos
en los que este proceso de rearticulación se enfrenta a una dimensión de carácter
global es la “Farsa de los pingüinos peripatéticos”. Este no solamente es uno de
los poemas más humorísticos e irónicos de toda su obra sino también uno de los más
significativos en términos de prácticas de desterritorialización y exploraciones
de carácter cosmopolita. De Greiff cataloga este poema como una “rapsodia” y la
atribuye a un trío de heterónimos coautores: Matías Aldecoa, Leo le Gris y Gaspar
Von der Nacht. Esta composición que alterna diversos esquemas métricos y rítmicos,
se compone imitando sin demasiada fidelidad una composición musical que consta de
un “Preludio”, “Ronda Prima”, “Ronda Segunda”, “Giga”, “Interludio” y “Ronda Final”.
En ella se hace un recuento de los desplazamientos de la tropa simbólico-humorística
de “pingüinos peripatéticos”:
de abigarrada variedad
innúmera
…
pingüinos asaz lindos
y asaz feos
torpes y asaz geniales
pingüinos poetas
peripatéticos,
de pingüinos burgueses,
filisteos
filistinos,
de pingüinos Orfeos,
superfinos
Estas figuras, que operan casi como una alegoría caricaturesca
de la humanidad, atraviesan el globo moviéndose en caravana entre los extremos polares
y las geografías del trópico. En su tono jocoso, el poema transparenta una voluntad
bastante seria de recomponer la imagen del mapa mundial y abolir las líneas de división
trazadas que responden a convenciones históricas y de prácticas científicas. En
las estrofas finales del “Preludio” esta intención se hace explícita:
Soñados países –no
están en los Mapas;
Tierras soleadas:
pitones, leopardos,
Índicos junglares
kiplinianos, arenales libios…
Estepas del Polo
– Polo Norte o Sur –.
Estepas del Polo
– Polo Sur o Norte –.
Estepas del Polo,
glaciares, declivios
Que ponen pavores
de cuentos de Edgardos,
Y Oceanos lueñes,
de glauco y azur,
Que cruzan galeras
de eurítmico porte.
El recorrido de los personajes de este poema, que se
desplazan por trayectos multidireccionales y sin una intencionalidad fija, pueden
claramente calificarse como nomádico. Pero, adicionalmente, debe observarse también
que sus rutas reconfiguran las coordenadas objetivas, las categorías geográficas
y las líneas cronológicas del mapa global por el que circulan. Las líneas de recorrido
de los personajes irónicos de estos pingüinos peripatéticos rediseñan su propio
mapa mundi a partir de una visión que
puede reconocerse como marcadamente “literaturizada”. Es decir que, en lugar de
ceñirse a las coordenadas preestablecidas de divisiones territoriales, de Greiff
despliega un mapa que interpreta a partir de conexiones literarias, artísticas,
intelectuales y filosóficas. Estos trayectos no se ajustan a al mapa físico y político
del territorio, sino que se superponen al mismo. Observemos en la cita anterior
de qué forma las menciones a topografías específicas sólo ganan un peso significativo
cuando se atan a las fuentes literarias que los significan. El espacio de la jungla
del sudeste asiático solo se hace visible a través de la pantalla poética de Kipling
y por esto se tornan en “junglares kiplinianos”.
Así mismo, la referencia a los paisajes desolados y fríos de los Polos se comprenden
únicamente en la medida de una relación analógica con la obra de Edgar Allan Poe.
De esta forma el tejido de referencias librescas se convierte en la verdadera hoja
de ruta.
En su ensayo sobre el descentramiento del “Yo” en la obra greiffiana, Oscar
Salamanca observa que en “De Greiff hay una crítica a la noción indivisible del
sujeto y su percepción estable de la realidad a través de la desarticulación de
las partes constitutivas de la enunciación” (2015: 68). Retomando este postulado,
es posible observar que también bajo esta óptica la noción de espacio y la construcción
de territorios no se hallan sujetos a los requisitos de una cartografía geográfica
estabilizada. Así como puede señalarse en de Greiff una desarticulación de la unidad
y coherencia del “yo”, también se hace visible un cambio radical en su construcción
y percepción del espacio. En su obra se fragmenta la noción de continuidad objetiva
del territorio y también se rearticulan las nociones de desplazamiento y distancia
sobre un territorio que ya no es físico sino meramente libresco. En la obra greiffiana la literatura cumple una función desterritorializadora
que superpone redes de conexión poéticas o filosóficas flexibles y que exige al
lector una adaptación a esta lógica de desplazamientos inestables y fluctuantes.
Este ejercicio de reajuste en el proceso de lectura se hace especialmente necesario
en un fragmento como el de la “Ronda Final” de la “Farsa de los pingüinos peripatéticos”
donde León de Greiff hace una enumeración de conexiones filosóficas que se plantean
como un recorrido transversal tanto de la historia como de la geografía mundial.
En la enumeración de las deambulaciones de los personajes de este texto se pasa
revista de:
… Platones
y Minos,
Sénecas y Licurgos
y Solones,
Agustines y Celcos
y Plotinos,
Julianos y Zenones,
Laotsés y Confucios
y Gautamas,
Diógenes y Epicuros
y Pirrones;
y de Erasmos sutiles
y de sutiles Vives
y Budeos,
Gracianes y Bacones,
Pascales
y Spinozas,
Descartes y Calvinos
y Aristóteles,
Swedenborgs, Abelardos,
Lucrecios y Aquinos.
y acedo Schopenhauer
congojado
de Kant macizo y
pétreo,
y el loco Blake
y el loco
de Nietzsche! (oh
Blake! Oh Nietzsche! Narcisos
de la eternal Belleza!)”
Mediante esta exhaustiva e intencionalmente desorganizada
enumeración de filósofos, de Greiff pone a sus lectores frente a una panorámica
que los conduce a través de su propio y caprichoso recorrido intelectual. Esta lista
de nombres que sigue la trashumancia de los pingüinos a través de tiempos, territorios
y sistemas de pensamiento diverso, no se propone como un corpus de estudio organizado
y enciclopédico siguiendo el paradigma ilustrado. Por el contrario, aparece como
un reflejo de los movimientos nomádicos de la practica lectora e intelectual del
escritor colombiano y revela lo que Miguel Gómez comprende como un “afán de hibridación” que se nutre de “abundantes materiales
preexistentes y coetáneos” (2002: 424).
En su ensayo “Pensée nomade” Deleuze elabora una lectura
bastante profunda y provocadora de la obra de Friedrich Nietzsche y al discutir
su escritura y calificarla como una actividad de entrecruzamiento de fuerzas que
se mueve por impulsos pulsionales, anota que la obra del alemán huye de los sistemas
codificados de la filosofía. En su lugar, articula una red de conexiones entre “intensidades”.
Para ejemplificar esto, recurre al comentario del uso de nombres propios que Nietzsche
hace a lo largo de su obra y que sorprende por su abundancia y extrañeza:
C'est le plus mystérieux chez Nietzsche. L'intensité a à voir avec les noms
propres, et ceux-ci ne sont ni représentations de choses (ou de personnes), ni représentations
de mots. Collectifs ou individuels, les présocratiques, les Romains, les Juifs,
le Christ, l'Antéchrist, Jules César, Borgia, Zarathoustra, tous ces noms propres
qui passent et reviennent dans les textes de Nietzsche, ce ne sont ni des signifiants
ni des signifiés, mais des désignations d'intensité, sur un corps qui peut être
le corps de la Terre, le corps du livre, mais aussi le corps souffrant de Nietzsche:
tous les noms de l'histoire, c'est moi... il y a une espèce de nomadisme, de déplacement
perpétuel des intensités désignées par des noms propres, et qui pénètrent les unes
dans les autres en même temps qu'elles sont vécues sur un corps plein. L'intensité
ne peut être vécue qu'en rapport avec son inscription mobile sur un corps, et avec
l'extériorité mouvante d'un nom propre, et c'est par là que le nom propre est toujours
un masque, masque d'un opérateur. (2002: 358-359)
La
agudeza de esta interpretación resulta bastante iluminadora e ilustrativa. Deleuze
reconoce que el ejercicio de enumerar configura una constelación de referencias
que no necesariamente deben ser interpretadas en su unidad significativa, sino como
una práctica de rastreo de espacios abarcables. Este mismo ejercicio es reconocible
en la obra greiffina, y con especial énfasis en un poema como la “Farsa de los pingüinos
peripatéticos”, donde la sobreabundancia de nombres y la enumeración de referencias
tiene como propósito el reconocimiento de una red de “intensidades” cuyas constelaciones
y redes de secuencia se ordenan por afinidades estéticas, musicales, afectivas,
de pensamiento o asociaciones alternativas. Esta es, justamente, la lectura que
se propone del pasaje enumerativo de la “Farsa de los pingüinos peripatéticos” anteriormente
citado. La “Ronda final” ilustra con claridad la conexión entre la estética del
catálogo greiffiana y las líneas de un pensamiento nómada de resonancia nietzscheana.
Tal como el filósofo alemán, el poeta colombiano opone al orden de un conocimiento
enciclopédico, una práctica de asimilación vital de intensidades que toma como puntos
de enlace para construir una cartografía intelectual propia y una fabricarse genealogía
poética alternativa. Y, puesto que su nomadismo es intelectual e inmóvil, el terreno
de estas operaciones será inevitablemente el de la biblioteca; su práctica será
la de su creativa desorganización y reorganización de su archivo cultural.
4. Reorganizaciones
del archivo y geopolíticas culturales
Es necesario observar que mediante
la práctica de reorganización del archivo literario, la poesía greiffiana efectúa
una negociación de los lazos de pertenencia y las vías de diálogo con la esfera
abstracta de la tradición universal. Mediante esta práctica, de Greiff da continuidad
a una práctica que, de acuerdo con Aníbal González, ya había sido iniciada a finales
del siglo XIX y principios del XX por los modernistas latinoamericanos. Retomando
la metáfora que Gonzáles utiliza para comprender las dinámicas intelectuales de
estos últimos, es posible considerar la empresa literaria del colombiano como una
necesaria y subjetiva reestructuración del espacio simbólico de la biblioteca:
[The] modernista
writing presupposes the existence of a Library …[which]… stands for an ideal plane,
a kind of intertextual no-man’s-land, where philological and literary texts jostle
each other and where their placement within an arbitrary scheme (in alphabetical
order, for instance) neutralizes their delicate interplay of similarities and differences.
The library not only allows access to a fund of knowledge, but also allows that
borrowed to be borrowed and used in an eclectic manner. Modernismo was, to a large extent, the appropriation and partial reorganization
of the Library of European culture by Spanish America (2010: 10).
Si se comprende el espacio simbólico de la biblioteca a la manera de un repositorio
abstracto de las obras y conocimientos disponibles no solo en Europa sino en un
plano global, la reorganización subjetiva de este archivo se muestra como un gesto
irreverente de apropiación y reconfiguración de conocimientos. Bajo esta óptica,
el gesto aparentemente lúdico e inocente de la desorganización de geografías, líneas
cronológicas, datos y referencias, adquiere un significado subversivo. Su reconfiguración
de la historia literaria, sus deambulaciones y confusiones de rutas, los trayectos
de conexiones inesperadas y azarosas ponen en marcha un ejercicio con el cual se
pretende trazar una cartografía mundial de propia factura en la cual las jerarquías
de centro y periferia, de moderno y antiguo, de civilización y colonias buscan desdibujarse.
Al querer hacer de la tradición literaria un espacio liso, León de Greiff busca
situarse en un mismo plano de localización con sus predecesores y coetáneos de América, Europa, Oriente Medio, Asia Menor, y Rusia,
logrando así inscribirse como parte integrante de una cartografía literaria trans-nacional,
trans-geográfica y trans-histórica.
Teniendo en cuenta las observaciones anteriores, la propuesta que aquí se adelanta
es la de leer los textos greiffianos a la manera de ejercicios cartograficos. Es
decir, se propone considerar los poemas del colombiano como trazados de mapas poéticos
en los que se consignan las diferentes líneas de sus recorridos geográfico-literarios.
Bajo esta óptica, las referencias culturales incluidas en cada texto pueden servir
como guía al lector para reconocer el mapa de las redes de contacto que abarca.
De la misma manera, el reconocimiento de estas redes geográfico-literarias, pueden
leerse como prácticas performativas de reconocimiento y negociación de dinámicas
de sus vínculos de pertenencias locales y globales. Es así, pues, que mediante cada
uno de sus textos, de Greiff busca insertar su obra en el espectro de la literatura
mundial que, como precisa Mariano Siskind, era observado por los poetas modernistas
de aspiraciones cosmopolitas como “a constellation of discourses that invoke a world
of literatures, imprecisely defined by a vague and abstract notion of universality,
so welcoming to marginal cultures that Latin American writers see it as a blank
screen for the projection of their modern hopes” (2014: 104).
En un intento similar al de T.S. Eliot, quien propone situarse en situación
de paridad tanto con el canon antiguo como con el moderno, el poeta colombiano penetra
en la historia y la tradición literaria mundial como si se tratara de un plano horizontal
de existencia simultánea. En su conocido ensayo “Tradition and the Individual Talent”,
se propone una definición renovadora de la idea de tradición. En lugar de comprenderla
como un fenómeno secuencial, transmisible y supeditado a la linealidad histórica
la entiende como un “orden de existencia simultáneo” en el que “the whole of the literature of Europe from Homer and within
it the whole of the literature of his own country has a simultaneous existence and
composes a simultaneous order (1975: 38). Tanto T.S. Eliot como León de Greiff buscan configurar
un espacio literario en el que Shakespeare y Baudelaire,
Edgar Allan Poe y François Villon, Rubén Darío y Miguel de Cervantes coexisten y
se hallan al mismo alcance. [12] El eje de ordenamiento cronológico se
reemplaza por un principio de horizontalidad en el que se hace posible establecer
sistemas de relación sobre
la base de afinidades estéticas, temáticas, formales, filosóficas y de otros órdenes.
En la teorización y la práctica poética del escritor
norte-americano, así como en el ejercicio de escritura del poeta colombiano, el
eje de vertical de la historia se comprime en una dimensión espacial en la que pueden
trazarse numerosas redes de conexión. Comprender la poética greiffiana como un ejercicio
de espacialización de la historia se ajusta, pues, a la propuesta de leer sus poemas
como ejercicios de cartografía literaria que no solamente abarcan un espectro de
geografías dispersas sino también un amplio arco temporal que se extiende desde
la antigüedad a la época contemporánea.
Si la “Farsa de los pingüinos” permite
destacar el trazado de un mapa global de trayectos literarios, el “Relato de los
oficios y mesteres de Beremundo el Lelo” ofrece un ejemplo de la codificación espacial
de la historia en la poesía greiffiana. En este texto no solamente se verifica una
elaboración cartográfica de gran amplitud y de signo literario, sino también un
ejercicio de superposición y conjugación de temporalidades divergentes. El poema se incluye en séptimo mamotreto,
Velero Paradójico, y consiste en una narración
biográfica de otro de los heterónimos: Beremundo el Lelo. A lo largo de dieciocho
páginas, este último nos ofrece una narración exhaustiva de sus innúmeros viajes
y múltiples ocupaciones. En el recuento de sus aventuras hace un largo inventario
de territorios vistos y habitados, culturas apropiadas, profesiones ejercidas, amistadas
ganadas y perdidas. Su afanosa numeración tiene como propósito hacer visible un
deseo de mundo omniabarcante y evidencia la pletórica abundancia de la cultura universal
que quiere hacer suya. Este poema-catálogo que actúa como una bitácora de desplazamientos,
se abre con una declaración de principios que bien podríamos considerar propios
de un nómada:
Yo,
Beremundo el Lelo, surqué todas las rutas
Y
probé todos los mesteres.
Singlando
a la deriva, no en orden cronológico ni lógico – en sin orden –
narraré
mis periplos, diré de los empleos con que nutrí mis ocios,
distraje
mi hacer nada y enriquecí mi hastío…;
–
hay de ellos otros que me callo –
Los dos ejes temáticos y simbólicos son
el viaje y el trabajo. El primero de estos da cuenta de la voluntad expansiva. El
segundo, se presenta como posibilidad de habitar y transformar momentáneamente los
lugares en los que se inserta. Beremundo aparece como un viajero que se instala
los sitios de su recorrido, los habita temporalmente y los transforma. En los versos
iniciales hace manifiesta esta actitud participativa:
Catedrático
fui de teosofía y eutrapelia, gimnopedia y teogonía y pansofística en Plafagonia;
berequero
en el Porce y el Tugüi, huaquero en el Quindío,
amansador
mansueto – no en desuetud aún – de muletos cerriles y de onagros, no sé dónde;
palaciego
proto-Maestre de Ceremonias de Willfredo el Velloso
…
Fui,
de Sin-bad, marinero; pastor de cabras en Sicilia
si
de cabriolas en Silecia, de cerdas en Cerdeña y – claro – de corzas en Córcega;
halconero
mayor, primer alcotanero de Enguerrando Segundo – el de la Tour-Miracle-;
…
Fui
preceptor de Diógenes, llamado malamente el cínico:
huésped
de su tonel, además, y portador de su linterna;
condiscípulo
y émulo de Baco Dionisos Enófilo, llamado buenamente el Báquico
-Y
el Dionosíaco, lo juro –
Fui
discípulo de Gautama, no tan aprovechado, resulté mal budista, si asaz contemplativo.
Aunque la enumeración de oficios y lugares
parece, de entrada, incongruente e incluso chocante por su rareza, es importante
notar la voluntad de inserción activa en cada uno de estos destinos. En Plafagonia
–región situada en la costa norte de Anatolia y que ya aparece mencionada como uno
de los pueblos aliados de los troyanos en la Ilíada– se propone como catedrático
de materias poco corrientes, rimbombantes e incluso inventadas (i.e. pansofística).
Luego, sin un espacio de tránsito, salta directamente a la geografía de Colombia
en el siglo veinte y se presenta primero como minero artesanal en los ríos de Antioquia
–“berequero en el Porce”– y como buscador de tesoros en el departamento del Quindío.
Para continuar con el efecto de desestabilización, se traslada luego a otra época
y a otro continente: lo vemos como ayudante palaciego del famoso conde que garantizó
la independencia del condado de Barcelona respecto de la monarquía carolingia en
el año 985. Más adelante lo vemos haciendo parte de las narraciones de las Mil y una noches y de vuelta a los espacios
de la mitología clásica griega. Los desplazamientos abigarrados de este poema se
efectúan en una dimensión donde la historia se ha comprimido en un espacio plano
y se presenta como un circuito de recorridos abarcables. Mediante este artificio
literario, su nomadismo geográfico se equipara con un nomadismo histórico de similares
alcances y proporciones.
En su libro The
Avant-Garde and Geopolitics in Latin America, Fernando Rosenberg observa que
el recurso a la espacialización de la historia en el ámbito literario es una característica
prominente en la literatura modernista y vanguardista del continente. Su interpretación
comprende la reducción de las categorías de ordenamiento temporal a una dimensión
espacial como una estrategia de cuestionamiento de las lógicas de causalidad, temporalidad
y subordinación de origen colonial que relegan el espacio latinoamericano a una
posición de retraso y marginalidad. El crítico insiste que todo imaginario universalista
se efectúa necesariamente una posición concreta, no desde un estado de universalidad
abstracta y por tanto debe tenerse en cuenta el rol fundamental que tiene el “posicionamiento
global” en dicho proceso de construcción de redes (2006: 36-8). El énfasis de Rosenberg
al señalar el carácter localizado y periférico de la elaboración de estos mapas
globales es fundamental para comprender la obra greiffiana y sus recorridos nomádicos
como una producción literaria que también se halla limitada por los condicionamientos
del lugar de su producción. De Greiff es plenamente consciente de las limitaciones
y las condiciones de posibilidad implícitas en su propia practica poética. Para
hacer evidente este elemento, es posible remitirse al texto con el que se abre su
tercer mamotreto, Prosas de Gaspar, en
el que se narra el nacimiento de Matías Aldecoa, uno de sus heterónimos principales:
No en
Mossul ni en Bassora, ni en Samarakanda. No en Karlskrona, ni en Abylund, ni en
Stockholm, ni en Koevenhavn. No en Kazán ni en Cawpore, ni en Aleppo. Ni en Venezia
lacustre, ni en la ‘quimérica’ Istambul, ni en la Isla-de-Francia, ni en Tours,
ni en Strafford-on-Avon, ni en Weimar, ni en Yasanaia-Poliana, ni en los baños de
Argel… Ni en ninguna Cibdad de ensoñación, ni en ninguna moderna factoría, ni en
ningún placer minero, ni siquiera en el Polo glabro ni aledaños: pero sí en un adormilado
villorrio de los Andes, vio la luz (del sol o de la luna y las constelaciones, o
del familiar velón) el amigo Aldecoa (Matías, Francisco, Odín), y en los años postreros
del último (por ahora) siglo.
El mapa literario que propone de Greiff textualiza
el recorrido de su imaginario poético y sugiere con mayor claridad una de las preguntas
que late como constante a lo largo de toda su obra: ¿cómo se inserta este “villorio
de los Andes” –espacio metonímico del continente latinoamericano– en el circuito
de la cultura global? La enumeración de ciudades en las que no pudo nacer Matías
Aldecoa tiene, pues, una doble finalidad. Por una parte, enfatiza en la condición
arbitraria, accidental, del lugar de nacimiento de un individuo y subraya la condición
de pertenencia involuntaria a una determinada localidad. En segunda instancia, el
trazado que comprende localidades de Europa del norte y Europa central, Rusia, Medio
Oriente e India, sitúa estos espacios en un nivel de paridad y coexistencia que
los presenta como equiparables y textualmente equidistantes. La inclusión de esta
localidad colombiana andina en un mapa cosmopolita, le permite de Greiff insertarla
dentro de un círculo que reúne a otras ciudades de mayor renombre, peso simbólico
y carga histórica. De esta forma abre una vía de inclusión, integración y participación
del territorio americano en un mapa de dimensiones globales.
Si la narración del nacimiento de Matías Aldecoa viene
precedida por una larga y detallada enumeración de ciudades de distinta localización,
debe prestarse atención a la pregunta por las interacciones entre lo global y lo
local que allí se plantea. Al mencionarse solamente al final de una profusa enumeración
de sitios de renombre histórico y peso simbólico en la historia mundial, el pequeño
“villorio” destaca por su condición de marginalidad en este mapa. Se reconoce, pues,
su distancia respecto de los centros culturales y los lugares de mayor reconocimiento
histórico. Sin embargo, esta ciudad no se halla totalmente fuera de su circuito.
Por el contrario, de Greiff busca incluirla en el trazado de este imaginario global
que no solamente incluye los sitios de mayor renombre sino también el lugar desde
el que se elabora este mapa de dimensiones globales. El número de ciudades que preceden
su aparición en el poema constituyen, de esta forma, un horizonte en el que esta
última viene a enmarcarse. Así, su práctica literaria ejerce un movimiento correctivo
que reúne el espacio americano –no solo sus nacientes metrópolis, si no también
la dispersión de sitios aislados de las urbes– con la esfera cosmopolita y los mapas
culturales más amplios.
La mención a estos espacios localizados en la geografía
americana y desde los que se configura una soñada o poetizada imagen del mundo no
son infrecuentes en la obra de León de Greiff. Por el contrario, se convierten en
un leitmotif de su obra. Sus personajes
y los viajes de estos se construyen a partir de una consciencia de la periferia,
se articulan en un movimiento de llegada desde fuera para penetrar en la esfera
del mundo. Los movimientos de entrada y salida – que ejemplificaba con el comentario
del “Relato de Beremundo”– tienen la función de movilizar y difuminar las líneas
fronterizas que marcan la posición de marginalidad desde la que se escribe. Observado
desde esta perspectiva, el movimiento de los personajes greiffianos gana una dimensión
de rearticulación geopolítica bastante significativa. Al oscilar constantemente
entre centros y periferias –tanto históricos como culturales–, al trasladarse de
manera abrupta entre sitios que no guardan relaciones de estrecha cercanía y al
desplazarse sin transiciones de un momento histórico a otro, desestabilizan las
lógicas de ordenamiento histórico y territorial sobre las que se estructuran los
cánones que relegan las obras latinoamericanas –y por ende la suya propia– a una
posición de marginalidad. Sus construcciones poéticas ejercen una rearticulación
de una imago mundi y el trazado de nuevas
cartografías que permitan trazar nuevos circuitos de integración con el espacio
global. Así, en la medida en la que se propone un recorrido de un mundo efectuado
desde un espacio localizado y en clave latinoamericana, su nomadismo puede comprenderse
como reivindicativo.
5. Conclusiones
El epígrafe que
encabeza este artículo abre una pregunta a la que este artículo quiere brindar una
respuesta parcial mediante el estudio de la obra greiffiana. La propuesta de interpretar
la poesía del colombiano como una manifestación de nomadismo inmóvil busca alinear
el espíritu de su obra con el impulso de rebeldía y renovación nietzcheano por el
que interroga Deleuze. Así, pues, la consideración de su figura como la de un viajero
inmóvil, un desordenado cosmopolita de biblioteca, logra situarse en un terreno
interpretativo de mayor amplitud. En las primeras
páginas del artículo se subrayó la ausencia de viajes en la biografía de León de
Greiff. El objetivo de este énfasis no era, como se ha visto, el de destacar un
dato anecdótico como punto de partida para el análisis. Por el contrario, este dato
se adopta como un elemento interpretativo central dentro de su obra y el significado
de esta dentro de sus diálogos con el panorama amplio de la literatura mundial.
El elemento de quietud e inmovilidad greiffiano debe comprenderse, como se ha señalado
en las páginas anteriores, como un ejercicio de reivindicación de su espacio de
marginalidad. De Greiff asume su condición de desventaja como herramienta útil para
reintegrarse a un espacio intelectual cosmopolita. Su sedentarismo aparece, entonces,
como la condición de posibilidad esencial que le permite articular su sus cartografías
descentradas, librescas, anárquicas y omniabarcantes. en el laberinto desordenado
de sus estanterías y en la errancia de sus lecturas, León de Greiff encuentra las
posibilidades materiales para reimaginar una tradición literaria universal como
un espacio de existencia simultánea y recodificar la cartografía mundial como un
espacio de circulación y tránsito en el que el espacio propio, el espacio suyo latinoamericano,
se halla en relación de paridad y equidistancia con respecto a otras tradiciones.
De igual manera, al construir los espacios de su imaginario siguiendo una lógica
de desdibujamiento de cartografías establecidas y elaborando caprichosas reinterpretaciones
de mapas culturales, el suyo llega a constituirse como un arte desterritorializado
que pone en cuestión y reorganiza estratégicamente las redes de afiliación a nivel
local y global. Así comprendido, su nomadismo no constituye solamente una arriesgada
propuesta de cosmopolitismo intelectual, sino también una valiente exploración de
genealogías de relación intelectual y de exploración alternativa y heterodoxa de
redes identitarias y de conocimiento.
NOTAS
Publicación original:
Revista ILCEA [En línea], 41 | 2020, Publicado
el 09 octubre 2020, consultado el 05 febrero 2021. URL: http:// journals.openedition.org/ilcea/11207; DOI: https://doi.org/10.4000/ilcea.1120.
1. Vale la pena mencionar la influencia que la obra greiffiana
tuvo en la construcción del imaginario y la poética de la errancia y el viaje de
un autor tan ampliamente conocido como Álvaro Mutis. Este último no solamente retoma
de León de Greiff el nombre y las características de uno de sus personajes heterónimos,
Matías Aldecoa, sino que también juega con la temática de un nomadismo de corte
intelectual. Michael Abeyta analiza estas cuestiones en la novelística de Mutis
en su artículo “Maqroll and Sinbad: Death and the Time of the Nomad in Alvaro Mutis's Maqroll Novels”
2. En 1925 publica Tergiversaciones,
su primer poemario. En 1930 aparece Libro
de Signos, en 1936 Variaciones alredor
de nada, en 1937 Prosas de Gaspar,
en 1954 Fárrago, en 1957 Bajo el signo de Leo y Velero Paradójico. Su último poemario, Nova et Vetera, aparece en 1973.
3. En Capital Fictions:
The Literature of Latin America's Export Age, Erika Beckman propone un término
crítico para acercarse a la estética enumerativa y acumulativa propia de los escritores
modernistas latinoamericanos. El concepto que acuña es el de “the modernist import
catalogue” (2013: 43). El capítulo 2 de su libro está dedicado a analizar las confluencias
entre el discurso mercantil y de acumulación de bienes de lujo y capitales con su
correspondiente replicación estética en las prácticas poéticas de los escritores
de la época. A diferencia de sus predecesores, la acumulación que transparentan
los textos greiffianos no es la de objetos de lujo o mercancías importadas, sino
la de capitales culturales que también llegan desde el espacio europeo. Su práctica
enumerativa, no obstante, entronca con la de Silva, Darío y otros modernistas de
finales del XIX y principios del XX.
4. Esta información
se halla confirmada tanto en la cronología elaborada por Hjalmar de Greiff para
la introducción a la Poesía Completa publicada
por la Universidad Nacional (2004), como también en la biografía elaborada por Álvaro
Miranda (2004).
5. León de Greiff sale por primera vez de país en 1945,
como enviado consular con destino a México. Para este entonces, ya ha compuesto
los primeros seis “mamotretos” de su obra. Luego, a finales de la década de 1950,
realiza un viaje de mayor duración que lo lleva a Europa, Rusia, China y le permite
asentarse por un par de años en Estocolmo como agregado cultural. En los libros
publicados antes de esta fecha, no obstante, el poeta ya había configurado el imaginario
cosmopolita que define su obra. Este viaje tardío, valga decirlo, no tiene un impacto
verdaderamente transformador en la manera como De Greiff articula su visión y su
proyección de mundo. Los textos que produce luego de su estancia europea van a mantenerse
dentro de las mismas líneas estéticas y temáticas consolidadas en sus poemarios
anteriores. Debe anotarse, no obstante, que resulta muy interesante acercarse a los textos que de Greiff escribe durante su viaje
y que consigna a la manera de una bitácora de su estancia en los países nórdicos.
Estos se hallan recopilados bajo el título de “Correo de Estocolmo” y han sido analizados
por Julián Vásquez en El Gran Viaje Atávico:
Suecia y León de Greiff (2006).
6. En Cosmopolitan Desires: Global Modernity and World Literature in Latin America Mariano Siskind define este término como una articulación
discursiva de la necesidad latinoamericana de apuntar hacia una modernización que
se codifica en términos cosmopolitas (2014: 104). En la introducción a su libro, Siskind lo define también como “opening to
the world [that] permitted an escape from nationalist cultural formations and established
a symbolic horizon for the realization of the translocal aesthetic potential of
literature and cosmopolitan forms of subjectivation” (2014: 3)
7. El recurso a las ideas de Gilles Deleuze y Felix Guatari
para el análisis de las obras de León de Greiff ha sido ya desarrollado en los estudios
de Oscar Salamanca (2015) y Juan Manuel Cuartas (1996). No obstante,
el foco de estudio de estos últimos no es la noción de nomadismo, sino la desestabilización
de la noción de “yo” y la desarticulación de los procesos de articulación subjetivos
en la poesía del colombiano.
8. En el artículo «Marginalidad del artista y reivindicación cosmopolita. León
de Greiff lee a François Villon» (Ramírez, 2016b) se discute en detalle la identificación
trans-histórica entre el escritor colombiano y el poeta medieval francés.
9. Para una discusión
de la asimilación de elementos medievales y la identificación con la figura del
juglar en la poesía greiffiana, ver el artículo «León de Greiff. Intertextos
medievales de su poesía» (Ramírez, 2016a)
10. Gerard Aching defiende la tesis de que la estética
del modernismo no debe entenderse únicamente como una táctica de evasionismo. Por
el contrario, guiándose de la lógica de una estética negativa de Adorno, comprende
que estas manifestaciones de alejamiento también pueden interpretarse como una forma
de compromiso. En The Politics of Spanish American ‘Modernismo’ afirma esta idea:
“Embedded in the polemics over what may be termed the movement’s
escapist or evasive detachment is an imposes anachronism (...) It is my intention
to resemanticize this critical commonplace and speak of detachment as an assertive
engagement, that is to say, as the will to embellish from a precise cultural and
discursive location – “arriba y afuera” (above and outside), as Julio Ramos succinctly
states” (3)
11. El artículo “Lecturas errantes y cartografías críticas”,
Ana Cecilia Olmos hace un análisis de la errancia y el nomadismo en las obras narrativas
de Sergio Chejfec y Juan Villoro. A pesar de la diferencia en los géneros que analiza
y la especificidad narrativa y ensayística del corpus que analiza, los planteamientos
de Olmos me parecen bastante útiles para acercarme también al nomadismo intelectual
greiffiano, entendido como un ejercicio de desterritorialización.
12. El texto de Eliot fue publicado en 1919, seis
años antes de que saliera a la luz el primer poemario de León de Greiff. Es muy
poco probable que uno hubiese leído al otro, o que de Greiff hubiese podido derivar
su visión de la tradición de los planteamientos del poeta y crítico norteamericano.
Sin embargo, la coincidencia en sus visiones es llamativa.
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