La colección de cuentos que Blanca Elena Paz presenta ahora para la consideración de los lectores, confirma nuevamente sus establecidas dotes de escritora y su capacidad de barajar hábilmente una serie de artificios literarios con los cuales construye su ficción con una gran economía de palabras. Semejante a una experta artífice, pule sus cuentos de manera que la narración fluya como las mansas aguas de un río, superficie engañosa que encubre en su fondo voraces vorágines que consumen las vidas de sus personajes. Precisamente, varios de los personajes se sumergen en la corriente de sus recuerdos en busca de un destello que pueda iluminar sus vidas. En estos buceos recordatorios se recupera la imagen de un amante, de una amiga, de un marido o el testimonio de una injusticia. Huelga decir que la acción de estos cuentos tiene lugar en la conciencia de los personajes, en sus cuerpos -satisfechos o insatisfechos- escenario de sus recuerdos. A pesar de esta especificidad, los cuentos de Paz son de alcance universal ya que codifican situaciones comunes de la relación entre el hombre y la mujer.
En los cuentos de Blanca Elena Paz, las antiguas historias de amor y de muerte ahora son recontextualizadas en un nuevo crisol literario, y narradas desde el punto de vista de la mujer. En sus narraciones, la mujer se libera de las relaciones matrimoniales opresivas, deja de ser el objeto del deseo sexual masculino para convertirse ella misma en el sujeto deseante que experimenta el placer libremente. De esta manera, Blanca Elena Paz, junto con un reducido número de escritoras, contribuye a abrir nuevos espacios narrativos al abordar temas hasta ahora no tratados en la literatura boliviana, como la autonomía de la mujer, la búsqueda de su autenticidad, la amistad entre las mujeres, la cual no excluye la relación lesbiana. Para subrayar la nueva posicionalidad discursiva de la mujer, Paz a menudo recurre a la narración en primera persona, estrategia que permite a las protagonistas inscribir ellas mismas sus experiencias, sin intermediarios deformadores, como es común en el discurso falogocéntrico. Asimismo, revitaliza la literatura epistolar, modalidad desprestigiada por haber sido asociada con la escritura de la mujer. Aquí no sólo se reivindica la escritura de cartas, sino que ésta es utilizada como un arma subversiva que pone fin a la opresión doméstica de una mujer. Por otra parte, como una buena escritora contemporánea, a veces Blanca Elena Paz inyecta una buena dosis de ambigüedad a sus narraciones, desfamiliarización que nos obliga a reconsiderar nuestras vetustas creencias y formas de comportamiento.
Onir consta de trece cuentos inéditos -“Precepto en horas” fue publicado primero en inglés en la antología The Fat Man From La Paz(2000). Para analizar someramente estos cuentos, me permitiré dividir la producción de Blanca Elena Paz en dos grupos: los cuentos de amor y los cuentos de muerte. En el primer grupo, a menudo el amor es recordado, estrategia que permite rescatar las alegrías o las penurias del pasado, sentimientos que influyen en el estado de ánimo del personaje que rememora desde el presente. Blanca Elena Paz empieza los cuentos de amor con una narración cuya temática está ya destinada a sacudir y cuestionar nuestras expectativas sociales, naturalizadas a través de los años. Desde un principio, entonces, Paz establece que uno de sus propósitos es desconstruir la imagen tradicional de la mujer y sustituirla por un sujeto femenino que decide ella misma su destino, que toma control de su propio cuerpo.
Generalmente, pensamos que una monja es una persona dedicada completamente a Dios. En cambio, en “Precepto en horas,” Paz presenta otra imagen, la de una monja que narra la lucha interior que ha librado por treinta años, tironeada, como mujer, entre su vocación religiosa y el perenne y obsesivo recuerdo del hombre que amó una vez: ella, pues, se halla atrapada entre sus deseos eróticos y su amor a Dios. A través del relato, se reitera la rigidez de las normas conventuales, las cuales contrastan con las emociones y los deseos profanos de la monja. Esta situación conflictiva no se resuelve ya que las oraciones de esta monja, que manifiestan su deseo ferviente de dedicarse completamente al amor divino, son socavadas por su amor terrenal, de modo que lo que impera en este relato es la ambigüedad, estrategia que deja la narración sin una resolución definitiva, con un fin abierto.
Valientemente, como un desafío a una sociedad que se guía por normas vetustas de comportamiento, Paz codifica una historia de amor lesbiano en “Atisbo.” El cuento trata del reencuentro de dos amigas que en el pasado habían tenido una experiencia lesbiana. El cuento pica nuestro interés y presurosos continuamos la lectura para averiguar si estas amigas van a reanudar su relación sexual, dado que su atracción mutua no ha aminorado. Nuevamente, la ambigüedad prima en este cuento que no establece claramente la actual preferencia sexual de las protagonistas. En cambio, el cuento muestra los obstáculos que cualquier pareja de amantes tiene que superar para acomodar los gustos y costumbres de una a las idiosincrasias de la otra persona. Lo que sí permanece constante e inalterable en el cuento es ese sentimiento indefinible que hace de la amistad entre mujeres algo especial, ése darse espontánea y sinceramente que ni la distancia ni el tiempo disminuyen.
“Confesiones” trata del fin de una historia de amor. En este cuento, la narradora escribe una carta de despedida a su esposo, en la cual ella deja constancia escritural de sus penurias y desvelos junto al marido, de su inexistente actividad sexual, que ella compensa con una aventura en la cual ella experimenta plenamente el placer. Lo peculiar de este cuento es la naturaleza afectiva del lenguaje de esta mujer, el cual contrasta con la caracterización que ella hace del lenguaje del hombre, discurso que alude a medidas de longitud y de peso, a lo geométrico, índices de la rigidez existencial del marido. Paz utiliza la modalidad epistolar para aprehender la vida interior de la mujer, para codificar el derecho que tiene ésta de ser feliz y de satisfacer sus necesidades eróticas. Por otra parte, los temas de las purgaciones y del perfeccionamiento del cuerpo y del espíritu parecen ser ecos intertextuales del poema “Tú me quieres blanca” de Alfonsina Storni.
“Agobio” trata también del fin de una relación amorosa, salvo que en este cuento la mujer se queda en silencio, no expresa su indignación y, desde su soledad, recuerda al hombre que la abandonó por otra mujer con dinero. Su resignación coincide con el nuevo día, como emblemático de un futuro que apenas empieza. En contraposición, en “La deuda,” la ingenua protagonista, que es una prostituta, toma conciencia de su situación y decide no hacerse explotar más por el hombre que le da placer durante las sesiones de amor, pero que solamente la quiere como su objeto sexual. Esta prostituta rompe con su amante, recupera su cuerpo y toma las riendas de su propia vida. Irónicamente, esta mujer sacrifica su placer sexual a cambio del sexo considerado como un frío arreglo económico. Al adquirir una autonomía corporal, venderá su cuerpo a quien ella elija, en vez de ser la elegida. Su acción constituye una pequeña y paradójica victoria en la conflictiva guerra entre los sexos.
Como no podía faltar en estos relatos de amor, “Ménage à trois” codifica el tema de la decepción amorosa. Para escapar del marasmo en el cual la postra su relación amorosa, la narradora decide abandonar a su amante. Para subsanar su insatisfacción sexual, consecuencia de esa relación, la narradora acude a una agencia de citas para que la provea de amantes transitorios. Este cuento establece que la mujer tiene el mismo derecho a la experimentación erótica que el hombre, aventura sexual que en este caso incluye un “ménage à trois.” Este cuento, narrado en segunda persona, le permite a la narradora dirigirse a sí misma utilizando el “tú.” Este desdoblamiento entre un “yo” implícito, emisor del discurso, y un “tú” explícito, que hace de receptor del discurso, corresponden al “yo,” que desde el presente recuerda el pasado, y al “tú,” que existe en ese pasado. El “tú” aquí cumple una función dictaminadora, estrategia a través de la cual el “yo” le dice lo que debería hacer.
“Retorno en luz” deviene el puente que une los cuentos de amor con los de muerte, ya que esta narración se funda en la posibilidad del amor después de esta vida. El relato toma la forma del delirio de una madre que está al borde de la muerte. Este delirio es en realidad el diálogo que esta madre mantiene con los seres del más allá durante el tránsito de esta vida a la otra, diálogo en el cual sus hijos y el marido también participan. De forma que los receptores del discurso de la narradora-personaje pertenecen a dos niveles ontológicos completamente diferentes. En el más allá, le dan a esta mujer la oportunidad de rectificar una decisión equivocada que tomó en vida, para lo cual se reencuentra con su antiguo novio, con quien ella debía haber pasado su vida. De esta manera, sus hijos y el esposo vislumbran esta unión en ultratumba, imposibilitados ya de impedir que la madre parta hacia la luz, metáfora de la otra vida. Lo novedoso de este cuento es que el espacio de ultratumba, a pesar de ser un lugar fantástico, tiene una referencialidad terrenal tan reconocible que hace pensar que la nueva pareja también gozará de un placer similar al de la tierra.
Blanca Elena Paz recurre nuevamente a la literatura fantástica para codificar “Relación de Jared.” Este relato presenta una doble historia: la de un hombre, quien, reiteradamente y a través de los siglos, muere varias muertes violentas, en un ciclo que, espera, le conduzca a la perfección, que es el morir de una muerte natural. La otra historia es la del narrador, quien ha seguido, a través de los tiempos, esa travesía de perfeccionamiento.
“Arreglo” es un cuento que codifica el fin del amor dentro del matrimonio. En esta ocasión, el amor es sustituido por el silencio, la pasión por la costumbre. Para romper este yugo conyugal, la esposa envenena al marido para que así ellos puedan “descansar tranquilamente.” El recuerdo de los agravios sufridos aumenta paulatinamente la rabia de esta mujer, su resolución de terminar su martirio y el número de pastillas en el vaso de agua. La voz narrativa focaliza las acciones de la personaje quien, consciente y fríamente asesina al marido para cobrarse de sus infidelidades, de su falta de felicidad, de su vida vacía.
“Relatos de monte adentro” “I” y “II” desentonan un tanto con el resto de los cuentos, dado que aquí se codifican cuadros de costumbre, modalidad propia de principios del siglo pasado, a pesar de que Paz incorpora técnicas narrativas contemporáneas al jugar con los diversos planos narrativos. En ambos relatos se recurre al topos de un ruedo de personas que escuchan un cuento fantástico. En el primero, un hombre adulto cuenta a unos niños cómo un niño se transforma en un ratón, licantropía que cumple la profecía de una adivina.
En el segundo relato, una mujer cuenta en un velorio cómo la finada Quiteria, una hechicera que se puso al servicio del mal, se convierte en un gran pajarraco para así no recibir cristiana sepultura.
“Historia de barbero,” según mi parecer, es el mejor cuento de esta colección. Las imágenes que Paz crea: la procesión que sale del pueblo dejándolo desierto; el político sentado en el sillón, quien se apresta para recibir una afeitada de bienvenida del barbero de provincia; el close-up de la navaja que éste afila y el pasaje del ajusticiamiento final, son imágenes que quedan grabadas permanentemente en la mente de los lectores. Es pues, según las exigencias de Julio Cortázar, un cuento memorable. Este excelente cuento, que podemos inscribir dentro del criollismo, trata de un barbero que se hace justicia por su propia mano. Reminiscente de los diálogos monologados de Juan Rulfo, los lectores sólo leen las palabras del barbero, único productor lingüístico, quien, a veces, responde al diálogo implícito del político. El magistral cambio de posiciones entre Don Agapito -quien ha tenido mucho éxito en su vida, que ha representado a su país en el extranjero, que retorna al pueblo para invertir la fortuna familiar que ha acumulado a través de su vida- y el humilde barbero de pueblo no sólo se realiza gradualmente, sino que crea la intensidad adecuada que va creciendo hasta llegar al paroxismo, el cual coincide justamente con la anagnórisis y el ajusticiamiento final. En suma, el ritmo de este cuento es perfecto.
Una vez que el político se ha sentado en el sillón del barbero, éste dice que no le sorprende que Don Agapito no le haya reconocido. En cambio, él nunca se había olvidado del recién llegado. A medida que transcurre el diálogo monologado, cambia la forma como se dirige el barbero al otro personaje: deja de llamarlo “Don Agapito” para dirigirse a él utilizando simplemente su nombre, en un gradual cambio de comportamiento, hecho que revela el poder que va adquiriendo sobre el político, ahora prácticamente maniatado al sillón. Y, a medida que Agapito va enterándose de la historia del barbero, crece su incertidumbre y, poco a poco, va vislumbrando el peligro que corre, presentimiento que es reforzado por la presencia de la recién afilada navaja. El barbero le cuenta las penurias que sufrió durante su marcha al exilio, su retorno al pueblo y su larga espera, alimentada por la seguridad de que Don Agapito iba a volver algún día. Le informa que su hijo nació ciego y sordomudo debido a una enfermedad que la madre contrajo en el monte, cuando estaba en cinta, durante la forzosa marcha al exilio. Le recuerda que aquéllos que no apoyaron su candidatura, fueron acusados injustamente de complotar contra el gobierno, no quedándoles otra alternativa que escapar por el monte. Durante esa huida, la hija del barbero fue la primera víctima, quien muere como consecuencia de las fiebres malsanas del lugar.
Estructuralmente, la seguridad que Don Agapito ostenta, producto del poder y de los logros que ha alcanzado en vida, va gradualmente decreciendo a medida que va enterándose de la historia del barbero. Y, a la inversa, el barbero abandona su posición inicial de subordinado a la par que narra su historia, hecho que incrementa el miedo del político y el poder del barbero. Igualmente, con el pasar de los minutos, aumenta la violencia física y verbal del barbero, mientras que el político experimenta una doble escatología consecutiva: una fecalmente olorosa y la otra relacionada con la muerte. Agapito paga por sus culpas: es ajusticiado en un pueblo desierto que se ha ido de procesión. Blanca Elena Paz, como lo indica el título de este cuento, escribe la historia de los no historiables, de aquéllos que padecen injusticias a manos de infractores que nunca llegan a los tribunales. Una vez más, siguiendo la pauta temática de esta colección de cuentos, la memoria es la estrategia que genera el desarrollo textual.
En “Cita en invierno,” Blanca Elena Paz recurre al tema del “doppelgänger,” del doble. En este relato, el narrador se encuentra con su amigo en un lugar apartado para contarle un sueño recurrente que lo tiene aterrado. Al filo de la noche, convence a su amigo de hacer un viaje a la bahía. Al llegar al faro, escenario de sus sueños, va al encuentro del personaje de sus sueños, su doble. Antes, deja una nota explicativa de su suicidio, texto que encubre sus verdaderos motivos, y luego va a hacer realidad sus sueños premonitorios: su caída del faro.
Los cuentos que acabo de analizar demuestran claramente que Blanca Elena Paz es una narradora que está muy consciente del oficio que ejerce, maestría que pone al servicio de una concepción social bien definida. Aquellos cuentos en los cuales la narradora rompe las normas sociales establecidas para reemplazarlas con prácticas que estén más a tono con sus deseos y necesidades de mujer, contribuyen a crear nuevas estructuras sociales, nuevas performatividades que redefinen más auténticamente las realidades genérico-sexuales tanto del hombre como de la mujer. De la misma manera, el tema de “Historia de barbero” reconfirma nuevamente el compromiso social de Blanca Elena Paz de rectificar las injusticias a todo nivel, propósito recurrente en su primer libro de cuentos, Teorema (1995), texto que, en parte, constituye un testimonio ficcionalizado de la opresión política en Bolivia. Si partimos del hecho de que el lenguaje contribuye a la materialización de las prácticas sociales, bien se puede decir que Blanca Elena Paz tiene en mente una sociedad más ecuánime y utiliza su lenguaje para lograr dicho fin.
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Willy Oscar Muñoz (Bolivia). Ensayista. Autor de El personaje femenino en la narrativa de escritoras hispanoamericanas (1992), Polifonía de la marginalidad: La narrativa de escritoras latinoamericanas (1999) y Antología de cuentistas guatemaltecas (2001). Contacto: potosi@worldnet.att.net. Página ilustrada con obras de la artista Sila Chanto (Costa Rica).
El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânica, bajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins. |
quinta-feira, 20 de novembro de 2014
Blanca Elena Paz y sus recuerdos de amor y de muerte | Willy O. Muñoz
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