segunda-feira, 17 de novembro de 2014

La esfinge insurrecta: poesía en Hispanoamérica | Floriano Martins

Floriano Martins

EProyecto Editorial Banda Hispánica fue creado en enero de 2001 para atender a una necesidad de concentrar en un mismo sitio informaciones acerca de la poesía de lengua española. En su acervo contiene ensayos, reseñas, declaraciones, entrevistas, datos bibliográficos y poemas, reuniendo autores de distintas generaciones y tendencias, inclusive inéditos en términos de mercado editorial impreso. Por dos años la revista Agulha Hispânica ha integrado este proyecto, así que ahora, en su última edición, destacamos una selección de poetas, de 10 países, con la intención principal de llamar atención para lo que seguimos realizando, al mismo tiempo que invitar a muchos que todavía no están en nuestro acervo que envíen sus textos. Todos aquellos que deseen participar deben remitir a la coordinación general del Proyecto Editorial Banda Hispánica sus datos biobibliográficos, fotografía, selección de 10 poemas y respuesta a las tres preguntas que hacen parte del material que aquí publicamos. Poco a poco estamos actualizando las secciones dedicadas a cada país. Un brindis nuestro a todos.

1. ¿Cuáles son tus afinidades estéticas con otros poetas hispanoamericanos?

ALFREDO FRESSIA | Una de las características de las sociedades y de las literaturas rioplatenses, y hablo de la uruguaya, que es donde se inscribe mi obra, es el cosmopolitismo, una marca como que intrínseca que la distingue inmediatamente del resto del continente (incluso de la literatura en idioma portugués). Si mencionara algunas corrientes estéticas hispanoamericanas, o algunos poetas, incluso los “gigantes”, un Vallejo, pongamos por caso, acabaría por estrechar el campo de interacciones estéticas desde el que uno escribe. Eso queda potenciado en mi caso por esa formación francesa (o afrancesada, o francesoide) que tuve desde niño, y esa “binacionalidad” en la que vivo, eso de ser uruguayo y brasileño, y no sólo legalmente, esa frontera móvil que también significa no ser ni lo uno ni lo otro, o por lo menos escribir desde un lugar rebelde, de referencias arduas. Por todo esto prefiero responder de un modo más abarcador. Si hay un juego dialéctico entre “clásicos” y “románticos”, que se suceden a veces en la misma diacronía literaria; si hay una especie de doble estructura en el genoma poético, que incluye por un lado la investigación formal, el trabajo del significante, hasta la exacerbación, hasta la intolerancia, y por otro, el juego complejo de los significados, tantas veces sucios por la vida, por la historia, y rescatados por el poema como un organismo histórico; entonces, me inscribo sin vacilar en ese segundo círculo del “ADN” poético, pero a sabiendas de que la estructura genética es una, y que el privilegio excesivo de una de esas líneas y el consiguiente desdén de la otra es una especie de hybris, de pecado mortal cuya víctima es la propia poesía.

ARMANDO ROMERO | Como poeta y narrador me tocó en suerte compartir el entusiasmo, la rabia, las ilusiones y la inocencia de la generación del 60, que en nuestra versión colombiana tuvo un grupo estelar: El Nadaismo, donde figuran poetas de talla mayor como Jotamario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar, Eduardo Escobar, Amilkar Osorio, entre otros. Mi filiación generacional, nadaista, con todo lo que sonara a vanguardia, a respuesta violenta contra la violencia de los hombres de poder, me llevó a sentir afinidad por ese grupo de poetas y escritores que desde diversos ángulos había desafiado a la sociedad conservadora, fascista, reaccionaria que nos dominaba. No importaba su inclinación política, lo importante era que se desafiaran los poderes establecidos, ya fuese en lo artístico como en lo social. Los nombres en América Latina, ampliando la mira, podían barajarse desde Macedonio Fernández, Borges, Vallejo, Huidobro, Paz hasta la generación posterior, la gente de Mandrágora o poetas como Gonzalo Rojas en Chile, de Poesía Buenos Aires (Bayley, Aguirre, Madariaga) o surrealistas declarados y maravillosos como Enrique Molina o Aldo Pellegrini, en Argentina. En la misma Colombia Alvaro Mutis es voz central para mí, así como algunos de sus compañeros de generación, Jorge Gaitán Durán, Fernando Charry Lara, Rogelio Echavarría. También la voz de César Moro en el Perú, y del otro gran César Dávila Andrade en Ecuador, los venezolanos Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Ramón Palomares, y la gente allí tan afín, tan querida de “El Techo de la ballena”, Juan Calzadilla, Carlos Contramaestre, Ludovico Silva, Caupolicán Ovalles, y ya hacia el norte, los poetas grandes de Nicaragua, los que han hecho del verbo de Darío realidad geográfica, Carlos Martínez Rivas, Pablo Antonio Cuadra, Coronel Ortecho, y Roque Dalton en El Salvador, y en el México de las grandes águilas y espinosos nopales poetas como Jaime Sabines, Efrain Huerta, la gente de “La espiga amotinada”, y es mejor parar de contar porque son muchos más. Debo sí hablar de la importancia de la poesía brasilera, de cómo ordeñábamos con delicia esas pocas revistas o publicaciones que nos traían la voz de poetas grandes y maravillosos de ese lado de nuestra realidad: Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade, Vinicios de Moraes. Los años han mantenido en firme todos los afectos, con pocas excepciones, y han ampliado la lista, aunque a medida que nos internamos más en los claroscuros de nuestra propia retórica empezamos a ver más con el espejo de Narciso que con el espejo de Alicia. En mi caso particular, mis inclinaciones por la poesía de corte narrativo, por el poema en prosa, me han ubicado en una dirección bastante directa con lo referencial del poema, aunque mis cuentos, los que se salen del marco del poema en prosa, se dan media vuelta hacia un barroquismo complejo, de juego idiomático, sintáctico, de libre y anárquica estructura. Es por eso quizás que mi afecto por la poesía pueda abrirse más allá de las líneas tradicionales que los poetas se trazan al seguir las coordenadas de su propia poesía. 

DINA POSADA Es difícil determinar nuestras propias influencias. Cuando se lee a muchos poetas, las diversas huellas se van grabando en el subconsciente y ahí se entrelazan sin poder precisar a la hora de crear quiénes nos están marcando el paso.
En cuanto a mis inclinaciones estéticas por ciertos poetas hispanoamericanos sería una lista interminable. A veces, y sin conocer toda su obra, un autor nos llama repetidamente desde sus versos, tal es mi caso con Joao Cabral de Melo Neto. Pero hay poetas de cabecera a los que uno vuelve voluntaria o involuntariamente con sabrosa obsesión. No cambio por nada la fuerza de Neruda, el lenguaje innovador de Vallejo, la riqueza verbal de Octavio Paz y, sobre todos, los perfectos y mesurados endecasílabos donde Borges, con inigualable sabiduría, supo ocultar su propia experiencia en personajes y hechos del pasado. Eternamente magistrales Quevedo y Lope de Vega. Continúo con la Generación del 27 y termino con Olga Orozco y Dulce María Loynaz.

Eligio PichardoEDUARDO MOSCHES | Esta se da con aquellos poetas que se acercan a la poesía como espejo de la vida. Que se vislumbran dentro de esta realidad, en la visible y en la que potencialmente se nos encuentra oculta y por lo tanto, debemos acercarnos a descubrirla. La poesía es vida, experiencia de vida, de historia personal. La poesía es aquello que se nos presenta como testimonio, de una sociedad que se quiebra entre retortijones de dolor y de pasión, entre la sensualidad amorosa, de lo percibible y todo aquello que expulsa la sociedad como excrecencia dolorosa. Me siento cercano a aquellos que desean insertar la poesía, la propia, en la realidad contemporánea, insertarla como un hecho, un acto, un proceso de producción material y no como un simple filtro enaltecedor. Me identifico con aquellos que pretenden anexarla a las realidades concretas, embeberla de actualidad y de historia. Con los que practican una poética polivalente, de muchas voces, y múltiple en concordancia con este mundo que es visualizable de forma inestable y variable, con una visión de mundo heterogénea, pero unida al deseo de avanzada política como con la artística. Para dar nombre propio a algunos poetas muy cercanos iniciaría con Cesar Vallejo, Enrique Molina, Olga Orozco, Antonio Cisneros y Juan Gelman.

GLADYS MENDÍA | Siento afinidades con Enrique Verástegui, escritor de Perú (integrante del movimiento Hora Zero), a quien encuentro verdaderamente genial e innovador en su estética. Esa perfecta unión entre las artes y las ciencias, lo sutil y lo meramente cotidiano. Admiro la fe de su poética, la capacidad de mezclar los discursos amorosos con los de protesta, la metapoesía y lo marginal, los versos simples, a veces burdos, con otros esencialmente cerebrales y oscuros.
De mi país, tengo mucha cercanía hacia Ida Gramko, esa búsqueda interior a través del lenguaje, hacedora de un único y brillante nuevo barroco nuestramericano. Ida, a través de su poética llena de ritmo, rima, plástica, visualidad, anécdotas, símbolos, conceptos, lo místico, lo mítico...todo reunido, conjugado en forma lúcida y mágica; hace que admire profundamente a esta mujer excepcional.
Otro poeta de mi país, de los Andes venezolanos, el gran Pablo Mora; quien posee una riqueza y dominio del lenguaje junto a la voz que denuncia, que más que ofrecer respuestas, sugiere preguntas y nos llama al insomnio “¡Insomnio para el hombre de este tiempo!”... Pablo Mora sacude y estremece el alma, me conecta con la esencia múltiple, la de ser todos y todo.

JORGE ARIEL MADRAZO | La poesía hispanoamericana abarca un riquisimo friso (como ocurre con la escrita en lengua portuguesa, cuyos autores pasados y actuales tanto han influído en nuestro propio quehacer poético). Desde ya, no creo posible producir una palabra viva -vale decir, aquella que sea en si misma un cuerpo dotado de una peculiar respiración, jadeo y latido- sin fecundarla con la mejor tradición poética, la que aun hoy es dadora de vida. Y, sobre todo, con el aporte de quienes echaron los cimientos de un lenguaje y una “lógica” poética radicalmente diferenciados del discurso meramente narrativo-explicativo. Así, resulta ineludible nuestra deuda con un Rubén Darío en su momento, o un Huidobro o Vallejo más tarde y siempre, junto a una fecunda pléyade de poetas enrolados en estéticas diversas pero afines en su búsqueda refundadora. Poesía como palabra en libertad, en las antípodas de cualquier forma de poder, incluido el de una lengua fascista.
Por citar, arbitrariamente, otros pocos nombres: desde los poetas de la generación del '27 en España o Pessoa-Drummond y el movimiento modernista y el “antropofagismo” en Brasil, hasta -en el Plata- Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Amelia Biagioni, Olga Orozco, Idea Vilariño, Oliverio Girondo, Juan L. Ortiz, Enrique Molina, Edgar Bayley, Francisco Madariaga. Más José Antonio Ramos Sucre, Eunice Odio, Lezama Lima, César Moro, Díaz Casanueva, Parra, Sologuren, C.G. Belli… ¿Que estos nombres -y otros, por supuesto- encarnan estéticas muy distintas y hasta contrapuestas? No me importa, en tanto en ellos la poesía esté viva y no sea mero tributo a la palabra abstracta, “bella”, fosilizada. Es decir: poema como cuerpo que se genera desde sus propias entrañas y dotado de autonomía. Aquello de que: “Lo que el poema dice, no existía antes de que el poema fuera escrito”. Poema que no significa, sino que es.

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | La tradición inscrita en nuestras grandes figuras desde Sor Juana Inés de la Cruz, Rubén Darío, Ramón López Velarde, José Martí, Leopoldo Lugones, por mencionar algunos, toca la inquietud de búsqueda natural en poetas de vanguardia y de aspiración universalista como son los casos de Vicente Huidobro, Manuel Maples Arce, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Lezama Lima, Nicanor Parra, y los mexicanos José Juan Tablada, Salvador Novo, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, además de Octavio Paz. Todos ellos forman el canon referencial de mis lecturas poéticas. Pero son indudables los hilos de admiración por poetas como Roberto Juarroz, Ferreira Gullar, Olga Orozco, Carlos Drummond de Andrade, Cintio Vitier, Eliseo Diego.
Quiero decir entonces que no es el canto al paisaje, sino la búsqueda del lenguaje, su renovación.

JUAN CALZADILLA | No quiero que mi respuesta me comprometa en grado tal que usted vaya a pensar que hablo en representación de mi país. Vivo en Venezuela pero en general lo que hago, lo que escribo y pienso sólo apenas roza lo que aquí se considera como nuestra tradición poética, una tradición en la que por lo demás, si es que existiera, me he visto poco involucrado. Disfruto de lo que ustedes llaman mal de exilio. Una enfermedad que se adquiere en todas partes. En todo caso, me parece interesante observar, en el mapa actual, que el rasgo más sobresaliente de la poesía que se hace Venezuela, si al caso vamos, está asociado a una reflexión sobre ella, a una reflexión entendida como poética o como una crítica que se hace desde el interior mismo de la poesía. Es decir, como ese tipo de discurso que, en ausencia de la llamada crítica universitaria o académica, ha tenido que ser asumido por los poetas mismos. Los casos de Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Silva Estada, Ludovica Silva, Margara Russotto y, más recientemente, Alejandro Oliveros y Armando Rojas Guardia son elocuentes en el sentido de que ellos, al par que la escriben, se pronuncian por un compromiso teórico con la poesía, a través de libros y ensayos, cuando no, como en mi caso, mediante un lenguaje metafórico que se da en el seno mismo de la poesía. Esto es importante pero no suficiente; la poesía venezolana -en el caso de que se pueda hablar de una poesía venezolana, que lo dudo- se está quedando rezagada en el concierto latinoamericano y deploro que tenga que reconocerse que con la reflexión lo que estamos es aceptando o, si prefiere, celebrando su derrota.

LINA ZERÓN | Creo que las preferencias no necesariamente se convierten en influencias, aunque pueden permear, inconcientemente, en la obra propia, sin que uno se lo proponga. Es importante admirar la obra de poetas, empezar con referencias sin perder de vista tu propio sentir y tu estilo. De esta forma, a los 11 años, Pablo Neruda y los románticos de principio de siglo atraparon mi alma, con los años me sentí atraída sobre todo por la obra de Jaime Sabines, que para mi es el poeta más grande de México junto con Efraín Huerta, luego Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño, Ramón López Velarde, Eduardo Lizalde, René Char, Delmira Austini, Alejandra Pizarnik etc. Me interesa mucho trabajar cosas a la manera de los poetas malditos con su antipoesía y admiro la obra de Huidobro sobre todo por la búsqueda formal y la renovación del lenguaje que puede uno encontrar en sus obras. 

MANUEL MORA SERRANO | Regularmente, más que afinidades, existen coincidencias epocales. Los de mi generación, aunque no sigamos fieles a los parámetros que encontramos y a las influencias primeras que padecimos, algo de ello se trasparenta. Hay una reacción natural contra lo que los jóvenes hacen, sólo porque lo hacen los jóvenes, porque existe, en estos momentos, una invasión de versificadores, más que de poetas reales en toda Hispanoamérica y es posible que en otras lenguas que no sea el español. Hay tantos libros de poesía en prosa y verso libre que ciertamente estamos observando muy descreídos, más que leyendo a los nuevos, con el temor de que nos estén tomando el pelo y copien y roben para destacarse, con las facilidades que le ofrece el internet. Cada vez sentimos menos autenticidad y un palabrerío que no nos convence, sobre todo por un afán universalista que convierte en neutro lo que debería ser múltiple y complejo.

MILAGRO HAACK | Mis afinidades son más cercanas que lejanas, sobre todo en lo visual poético de las artes. Siento que los poetas hispanos son buscadores en la diversidad del arte, renovadores del diálogo. Siento además, esa apertura de puertas donde uno se encuentra horizontes ampliamente recorridos, por recorrer. Soy una buscadora de espacios, cruzando cada instante por un círculo esplendido de voces al ser y volver ser lectores de fusiones sensoriales, por ello leo mucho a los poetas hispanoamericanos.

NANCY MOREJÓN Siempre he compartido la idea de que al juzgar cualquier fenómeno, cualquier cosa, es prácticamente imposible ser juez y parte.  En el dominio del arte y la literatura esto se convierte en una verdad de Perogrullo. Respeto mi lengua materna que es el castellano, por consiguiente todo lo que escribo se ampara de su historia y tradición renacidas en Hispanoamérica muy particularmente en el ámbito antillano, fértil territorio espiritual y material de un prócer de la independencia continental como lo fuera José Martí (1853-1895). Mi generación, por ejemplo, comenzó a escribir cuando ya eran paradigmas de la poesía latinoamericana nombres fundadores como César Vallejo, Pablo Neruda y Nicolás Guillén. Los tres representaron tres tendencias fundamentales que se instalaron por su propio peso en los cánones de la poesía castellana.  El término hispanoamericano no es el mismo en boca de Marcelino Menéndez y Pelayo que en la de Federico de Onís o en manos de los autores de la célebre antología Laurel. Los poetas hispanoamericanos trajeron su marca, su diferencia, con el nacimiento del modernismo, es decir, con el nicaragüense Rubén Darío y Martí. Mi poesía no habría existido sin los nombres que acabo de mencionar ni sin los de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Fina García Marruz, Carilda Oliver Labra, Mario Benedetti, Claribel Alegría, Roberto Fernández Retamar, Pablo Armando Fernández, Efraín Huerta, Jaime Sabines, Gonzalo Rojas, Juan Gelman y Miguel Barnet, entre muchos otros.

NICASIO URBINA Creo que en poesía hay una preocupación general por el lenguaje, por una desarticulación del lenguaje conversacional para abrir sus posibilidades semánticas e interpretativas. En los últimos tiempos veo un regreso a la metáfora, a la poesía barroca, y un distanciamiento de la poesía conversacional, exteriorista y narrativa, que predominó en la segunda mitad del siglo XX. Esto me parece un cambio positivo, un paso importante en el desarrollo de la poesía hispanoamericana.

RENÉE FERRER | Mis afinidades estéticas con otros poetas hispanoamericanos han variado a lo largo de mis libros. Desde Hay surcos que no se llenan, publicado en 1965 al último Las cruces del olvido, referente a l masacre del Marzo Paraguayo, editado en 2001 he pasado por diversas influencias. Desde Gustavo Adolfo Bécquer y Amado Nervo en los versos iniciales a Pablo Neruda y los poetas de la generación del 27, en creaciones posteriores. Desde los españoles Juan Ramón Jiménez y Vicente Alexaindre a Gonzalo Rojas o César Vallejo, aunque éste último siempre me ha parecido irrepetible. 

SAÚL IBARGOYEN | Yo diría “poetas indolatinoamericanos”, aunque el término no sea demasiado preciso. Las que a veces tomamos por afinidades estéticas suelen ser identificaciones o aproximaciones de otro tipo, más allá de distancias históricas, socioculturales y lingüísticas con sus incontables variantes y similares propuestas. Los aspectos predominantemente formales son asunto aparte. Así, para mí están la desgarradura viva de Vallejo, el derrumbe existencial y orgánico de las Residencias nerudianas, la dramática y a veces burlona cotidianidad de Drummond de Andrade, la dolida y luminosa fugacidad de los poetas nahuas, la madurez renovadora e irrepetible de Girondo, los riesgos del vuelo altazoriano, los insondables conjuros y cánticos de los bardos esquimales y pieles rojas, las laceradas verbalizaciones de los poetas del bolero y del tango, las no apagadas voces de payadores y decimeros, algunas hiperbólicas construcciones experimentalistas y posvanguardistas, y tantas otras presencias y resonancias que se agregan al discurso poético personal. Habría que incluir, sin duda, a ese extraño montevideano, el mestizo Lautréamont.

SUSY DELGADO La primera figura que se me aparece ante esta pregunta no es precisamente un poeta, aunque podríamos decir que su obra está impregnada de una fuerte poesía: el mexicano Juan Rulfo. Me siento marcada y emparentada con ese realismo especial, mágico y feroz donde los muertos están vivos y los vivos están muertos, donde las orfandades, las dudas y las sospechas son tan concretas como el retazo de páramo que nos ha tocado. Y ese modo de dar este complejo paisaje, esa economía expresiva que raya en el hermetismo, donde lo dicho tiene un peso tan fuerte como lo no dicho, es un modelo para mi búsqueda.
En segundo lugar, pienso en este momento en la boliviana Blanca Wiethüchter, por esa voz que es una y es también voz colectiva, polifónica. Esa voz que se nutre de la identidad femenina y de la identidad indígena y de la mezcolanza cultural occidental en una especie de conflicto irrenunciable, esa voz que por un lado es viaje interior y por otro, es representación del mundo. Naturalmente, me han conmovido especialmente esos poemas en que la autora rescata la palabra guaraní, con su carga de soledad.
Y si hablo de palabra guaraní, no puedo dejar de mencionar a esos “poetas de la selva” como alguien llamó a quienes amasaron ese canto extenso y profundo que ha sido condensado en el Ayvu Rapyta, el libro sagrado de los guaraní. Sobre todo, no puedo dejar de rescatar el valor esencial que tiene en esta poesía la palabra, sinónimo de vida y de potencialidad humana.
Y para no desbarrancarme con tantos nombres que podría citar, menciono aquí solo uno más: Gonzalo Rojas, no solo por su recorrido apasionado en las grandes preguntas de la existencia, sino por su creación de un lenguaje singular, profundo y juguetón, místico y desfachatado.  

YOLANDA PANTÍN | Mi primer libro publicado es de 1981 por lo tanto me inscribo naturalmente dentro de la generación de los años ochenta en Venezuela. Algunas líneas de mi trabajo encuentran correspondencia con las que siguieron poetas de esa misma generación en Latinoamérica, particularmente las mujeres, esto es: a-desacralización del texto literario, b-enmascaramiento del yo lírico, c- extrañamiento ante la realidad, d- cosmopolitismo exótico, e- desplazamiento del sujeto etc.

2. ¿Cuáles son las contribuciones esenciales que existen en la poesía que se hace en tu país que deberían tener repercusión o reconocimiento internacional?

ALFREDO FRESSIA | La literatura es hecha por seres individuales, y solitarios, por lo menos al ser flagrados en la escritura. Por eso las “contribuciones esenciales” son tantas como el mismo número de los poetas. No quiero escapar con esto por una tangente de la pregunta, ni limitarme a señalar la importancia “internacional” (que es una noción enrarecida en la globalización que hoy se goza y se padece) de tal o cual poeta en particular. Prefiero insistir en el cosmopolitismo que mencionaba, y del que uno aquí, en Brasil, que es mi “situación”, siente tanta falta. O en esa otra característica de la literatura uruguaya que es “no caber” en el territorio chiquito del país. El Uruguay, y estoy hablando de su literatura, va siempre más allá de sus fronteras, por lo pronto de sus vecinos. Se mete como Perico por su casa (y es su casa) con los argentinos, y no se asusta frente al cambio de idiomas cuando penetra en la gauchesca de João Simões Lopes Neto, por dar un ejemplo, y al mismo tiempo Lopes Neto es un inesperado abuelo de ese nativismo que es uruguayo, pero que pasa también por la Argentina. (Y conste que esto no ocurre sólo con la literatura gauchesca; podría mencionar la literatura urbana de un Dionélio Machado, por ejemplo). Otro valor que debería tener “repercusión” es esa cultura uruguaya siempre abierta, aireada, de una autorreferencia “leve”, y en eso, tan opuesta a la brasileña, siempre aislada, bastante incapaz de dialogar, y mucho menos, oh paradojas, con “los hermanos”, como si la sociedad brasileña ignorara que ocupa la mitad del territorio de América del Sur, y que lo hace con una enorme originalidad. (Perdón por “irme del tema”, pero hablar de Brasil es casi inevitable en mi caso).

Eligio PichardoARMANDO ROMERO | Si debo colocar a mi país como Colombia, lugar donde nací y viví hasta los 23 años, entonces debería decir que muchos de mis compañeros de generación no han recibido ese reconocimiento latinoamericano que se merecen, especialmente dos poetas nadaistas, Jotamario Arbeláez y Eduardo Escobar. Jotamario es uno de los grandes poetas latinoamericanos, así lo reconoció Aldo Pellegrini en su ya antológica Antología de la poesía viva en América Latina. Sin embargo, y a pesar de este temprano reconocimiento, su obra sigue siendo casi desconocida en el plano internacional, no así en Colombia donde se lo quiere y respeta. Mucho hay que hacer en este sentido. Pero mi país, en América Latina, no es uno solo, son muchos los paises que me han acogido y brindado todo el afecto y el calor de tierra chica, Venezuela entre ellos. Y allí ya te encontrarás con una mina de poetas escondidos tras las capas de olvido y desconocimiento que crea nuestra casi incorregible incomunicación latinoamericana. Muchos de los poetas que he citado en la respuesta anterior estarían en este grupo. El trabajo de desenterrar a nuestros grandes poetas de un injusto y prematuro olvido es inmenso y lo debemos emprender todos. El hecho mismo de que poetas argentinos como Edgar Bayley, Raúl Gustavo Aguirre, Juan Antonio Vasco, Mario Trejo, sean nombres extraños para los poetas más jóvenes en América Latina es abrumante, desolador. Y así, cada país, cada región, tiene un montón de poetas que como soldados desconocidos contribuyen a la poesía difundida con una llamita sin nombre ni rostro, cuando en verdad tienen candela de la buena por dentro. Pedro Lastra, el gran poeta chileno, él mismo un poeta todavía no bien reconocido por la crítica y los antologistas, ha recogido en una serie bellísima de trabajos el nombre y la obra de algunos de estos poetas asesinados por el olvido. El es pionero de esta campaña que debemos emprender desde ya para enriquecernos con nuestra propia riqueza. “Es infinita esta riqueza abandonada”, decía claramente Edgar Bayley. 

DINA POSADA Si se trata de valorar las voces con presencia en el aquí y el ahora debo referirme a Roque Dalton aunque él ya goza de ese reconocimiento local e internacional. Y es un deber mencionar a Claudia Lars, la Madre Poeta salvadoreña. Ella es un referente ineludible en lo que escribimos las mujeres de El Salvador. Claudia Lars es una poeta completa y extrañamente pocas veces sale a relucir fuera de nuestras fronteras. Mi afirmación está apoyada por su extensa obra de fuerte expresión y hondura existencial.

EDUARDO MOSCHES | No creo en excesivo en una poética nacional. Creo que la poesía hispanoamericana contemporánea es una e indivisible. Es sumamente artificial fragmentarla en poesías nacionales. La extensión de los movimientos estéticos no coincide con arbitrarios límites geográficos.
Podemos hablar de poetas que formaron parte de corrientes poéticas importantes, de la vanguardia, y han sido estos poetas los que concretaron su presencia en el ámbito poético nacional e internacional. En el ámbito de México es imposible no nombrar al premio Nobel Octavio Paz, y además, a José Gorostiza, Efraín Huerta, Jaime Sabines, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis y otros.

GLADYS MENDÍA | Encuentro que Venezuela tiene grandes poetas, que han realizado y realizan inumerables aportes; por ejemplo esa mezcla perfecta entre el mundo interior profundo, reflexivo y la vinculación poderosa con la exuberante naturaleza, que dan como resultado líricas preciosas tanto en la forma, como telúricas en el contenido. El poeta venezolano tiene una sensibilidad especial con la naturaleza que lo rodea y siento que ella aporta el ritmo, ese ritmo envolvente que apasiona al lector. Según la crítica nacional, circunstancias históricas, como por ejemplo, las dictaduras militares, hicieron de Venezuela un país al margen de muchos acontecimientos poéticos importantes durante las primeras tres décadas del siglo XX, por más que el aporte de la Generación del 18 haya sido esencial, y en ella se destaquen los nombres y las obras de José Antonio Ramos Sucre, Paz Castillo y Enriqueta Arvelo Larriva. Nuestra poesía se enriquece notablemente a partir de la aparición del grupo Viernes, y en particular de la poesía de Vicente Gerbasi, que luego encuentra continuidad, en su modernidad, en la obra de Juan Sánchez Peláez, en aportes de Juan Liscano, y en la obra de la llamada generación de los años sesenta, momento en el que la poesía venezolana no sólo sintoniza con su tiempo histórico sino que comienza a caminar hacia la riqueza de los años posteriores, donde predomina la conciencia de una nueva realidad urbana, enmarcada en una difícil situación política y económica, manifestándose en diversas líricas: formalistas, trascendentalistas, otras de subversión lingüística y política, otras oníricas o surrealistas…sin poder dejar de nombrar el valioso aporte del grupo El techo de la Ballena, quienes realizaban una verdadera militancia en contra de la burguesía de esos años, con sus poemas y manifiestos provocadores, existenciales, lúdicos, irónicos, a mi modo de ver urgentes y necesarios para el despertar de las conciencias.

JORGE ARIEL MADRAZO | Tal vez una contribución importante de la poesía argentina, a través de varios de sus cultores más destacados -comenzando por el mismo gran poema nacional, el “Martin Fierro”, y llegando al propio Borges, a un Alberto Girri o un Roberto Juarroz- sea la exploración de las posibles fusiones-aleaciones entre lo poético y lo conceptual, lo sensible y lo intelectivo. Sin caer, es claro, en la subordinación del lenguaje de la poesía al de la narrativa o la filosofía. Es una suerte de “intelectualismo” que tiene virtudes y defectos, pero que acaso sea un sello distintivo de muchos poetas de estas latitudes a partir de nuestras marcas culturales y nuestro predominante origen de clase media (en acelerado deterioro).

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Me parece necesario conocer más la obra de: Sor Juana Inés de la Cruz, Ramón López Velarde, Manuel Maples Arce, del grupo Los Contemporáneos y José Carlos Becerra. Todos ellos aportan una visión diferente, plena de inteligencia, que trasciende su momento histórico y su entorno cultural.

JUAN CALZADILLA | Hubo una época en que me interesó mucho la actividad del grupo de poetas argentinos desarrollada en torno a las figuras paradigmáticas de Aldo Pellegrini y Enrique Molina. Pellegrini fue el encargado de lanzar continentalmente a la generación del sesenta en su ya clásica Antología Poesía Viva Latinoamericana (Seix Barral edit.). De allí se desprendió el apoyo que le dio a El techo de la ballena y las coincidencias que en materia de lenguaje por un tiempo mantuvimos con el grupo que venía de Letra y Linea, y que más tarde fundó la revista Poesía Buenos Aires. Una de cuyas consecuencias fue el hecho de que Juan Antonio Vasco se quedara a vivir entre nosotros por los años sesenta. Ese fue un momento trascendental, que, por lo que a mi respecta, coincide con un acercamiento productivo al grupo surrealista que para l965 integraban en Sao Paolo Sergio Lima, Piva y Claudio Willer. Igual le puedo hablar de las propuestas que compartíamos con el movimiento nadaísta de Colombia, el cual contribuyó con su tono coloquialista y directo a mantener el clima de insurrección y la actitud disidente de la vanguardia poética de finales del sesenta y comienzos de los setenta. Después de tanta deserción y entrega como aquellas a la que hemos asistido en nuestros movimientos, no puede extrañarle a usted que me sienta un tanto escéptico y que ésta sea la vía en que me expreso más habitualmente. Sigo ganado para oír a los jóvenes y trato de mantenerme informado de lo que ocurre en nuestros países, con una intención más tolerante. Menos convocado supongo por una intransigencia que ha ido gradualmente escondiendo las uñas para solicitar, de mí mismo, también, un mayor esfuerzo de comprensión y solidaridad generacional. En fin, son muchas las coincidencias, sobre todo en este momento en que hay gran cantidad de jóvenes poetas antisistema reclamándonos. ¿Qué hacer? Uno envejece, la poesía no.

LINA ZERÓN | Encuentro dos primordiales: la aportación de nuevo vocabulario y lenguaje, no se puede encontrar en poesía de otros países sobre todo por la influencia indígena y la historia nacional de México. Y la otra es la intensa búsqueda formal que sobre todo los jóvenes poetas mexicanos están emprendiendo. La poesía que esta llena de vida, de fuerza, la autenticidad que quizá falta ahora en los países de Europa, hasta cuando las situaciones son más duras, hay siempre una cierta alegría de vivir en la poesía mexicana, por eso es que nos estamos imponiendo los latinos en Europa, de a poco, porque en la medida que la poesía sea humana y menos intelecturalizada, que tenga garra, fuerza, entrañas, corazón será más comprensible para el grueso de los lectores que toman nuestra voz para dar cuenta de lo que pasa en el mundo y sienten ellos mismos. 

MANUEL MORA SERRANO | Lo que he dicho más arriba es lo que observo en mi país. Abro multitud (sin exagerar) de volúmenes impresos y no encuentro logros ni atisbos felices de poesía verdadera. Hay excepciones notables, como en todas partes, pero esas son marginadas, porque todo el mundo quiere parecerse a todo el mundo, como si no tuvieran vida propia, ni sentimientos, ni sueños por realizar. De modo que espero, más que creer en ello, que esta crisis de autenticidad pueda terminar un día, pero los concursos y los premios incitan a gentes que no están en el secreto poético, a usar todo un arsenal de palabras y colocar versos o párrafos unos debajo de otros, creyendo que la poesía se hace con palabras y no con esas otras cosas que componen su esencia. Algún día, esperamos, que como en el cuento de Perrault, alguien grite que el traje del emperador no existe y abran los ojos, al comprobar que están desnudos.

MILAGRO HAACK | En sí, comprendo, que muchos escritores de mi país no tienen la publicidad como grandes maestros que son. En Venezuela existen artistas como Teresa de la Parra, Rómulo Gallegos, Ramos Sucre, (reconocidos a nivel internacional), sin embargo, la literatura venezolana no se quedó allí, existe, también otro movimiento tras movimientos, entre los cuales puedo citar algunos como, Ida Gramcko, Vicente Gerbasi, Fernando Paz Castillo, Elizabeth Schön, Luz Machado, Enriqueta Arvelo Larriva, Juan Sánchez Peláez (me imagino que estoy aludiendo a los más conocidos), ellos, entre muchos oleajes de este vasto universo, porque sé que dejo mucho por señalar, no tienen difusión merecida, como los contemporáneos, Un poeta como Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Edras Parra, que marcan un punto muy importante en nuestra literatura, así mismo, nombrándolos a ellos, cito un universo de creadores, en cualquier espacio artístico de nuestro país que sin duda aportan sus creaciones a todo Hispanoamérica.

NANCY MOREJÓN La poesía es el género rey, como se sabe. En Cuba, es el género de mayor concurrencia autoral y, al mismo tiempo, el más ininterrumpido. Hace poco celebramos los cuatro siglos de su existencia que data de 1608 cuando Silvestre de Balboa publica el todavía polémico y largo poema Espejo de paciencia. Los aportes de la poesía cubana a la hispanoamericana son vitales y las generaciones más jóvenes escriben afincadas en una tradición americana innegable. Llámense líricos, conversacionalistas, exterioristas, poetas de la expedriencia o poetas en donde el lenguaje metafórico predomine, todos han contribuido de modo ejemplar a la presencia de una poesía con identidad propia ya desde fines del siglo XIX. Los poetas jóvenes de mi país publican muchísimo. La valoración de su expresión no pasa por el mercado del mercado sino por juicios de valor que tienen en cuenta su excelencia literaria. A pesar del bloqueo, hay una repercusión de las obras más significativas en el ámbito mundial pues, como conoces, la poesía en la última década se difunde promueve mejor y con más propiedad en los festivales de poesía, se enmarquen dentro o fuera de las famosas Ferias del Libro. También la poesía cubana de hoy se vierte en la canción, en la trova de todos los tiempos, en expresiones plásticas y digitales como manifestación segura de que nos importa la modernidad aunque hayan conspirado para enajenarnos ese derecho.

NICASIO URBINA | Actualmente en Nicaragua hay varios grupos de poetas jóvenes de gran talento, que están escribiendo muy buena poesía, y que están luchando por recibir el reconocimiento internacional que se merecen. 400 elefantes, y el Grupo Leteo son los dos ejemplos que se me vienen a la mente.

RENÉE FERRER | Paraguay tiene muy buenos poetas. No se puede olvidar la renovación que representó para la literatura paraguaya el grupo de Josefina Plá, española de nacimiento y paraguayo por adopción, Herib Campos Cervera, poeta de la nostalgia de la tierra perdida, Ricardo Mazó y Oscar Ferreiro, de tinte surrealista, Elvio Remero, poeta de la denuncia y el amor, por citar sólo algunos. Los poetas de la generación llamada del 50, tales como Rubén Bareiro Saguier, con su nostalgia del exilio y su identificación con la lengua autóctona; Carlos Villagra Marsal con su “júbilo difícil” poblado por los pájaros del Paraguay a manera de una enciclopedia poética de las aves autóctonas; José Luis Appleyard con sabor a infancia y paraguayidad; José María Gómez Sanjurjo, gran poeta intimista. Luego vienen Jacobo Rauskin, con su poesía de la cotidianeidad, plena de ironía y caridad; Gladys Carmagnola, manantial de vivencias personales y de denuncia social; Susy Delgado, poeta bilingüe en español y en guaraní. La lista no termina y la pluralidad de voces merecería un estudio más profundo. 

SAÚL IBARGOYEN | Las realizadas, sobre todo, por poetas como Clara Silva, Amanda Berenguer, Marosa Di Giorgio, Sara de Ibáñez, Circe Maia, Selva Casal, Idea Vilariño.

Eligio PichardoSUSY DELGADO Esta pregunta me lleva de nuevo al Ayvu Rapyta y a toda esa maravillosa poesía en la que los indígenas volcaron su concepción del mundo y de la humanidad, esa concepción dentro de la cual el hombre es una encarnación de la palabra. Por extensión, pienso en la importante poesía guaraní ya elaborada por los poetas mestizos o blancos, que guarda y proyecta esta impronta indígena hacia un lenguaje contemporáneo, pero esta poesía está poco traducida, precisa del puente del castellano para llegar a otros públicos que no sean el local. En definitiva, creo que la palabra guaraní, con su música propia y su universo propio, está entre lo más singular que puede apreciarse dentro de la poesía paraguaya.
Además de este capítulo especial, podría mencionar el legado fundamental de la generación del 40, que tuvo figuras fundadoras como las de Josefina Plá –española de origen pero indudablemente paraguaya en su obra- y Hérib Campos Cervera, que abrieron camino a los nuevos acentos de la poesía contemporánea, y asimismo la contribución importante de algunos poetas posteriores como José Luis Appleyard y Rubén Bareiro Saguier, cuya poesía bebe de la realidad social para inaugurar una nueva lírica, más libre y fresca que la anterior. Y si mencionamos el contenido social, hay que decir que el mismo ha marcado profundamente toda la poesía paraguaya contemporánea, incluyendo sus mejores exponentes.
Podría mencionar otros aportes como el de Joaquín Morales, poeta que se cuenta entre los más innovadores de las últimas décadas, cuya palabra desmitificadora y desolemnizadora se nutre de lo histórico y lo cultural. Pero cualquiera de estas contribuciones se enfrenta al problema antiguo y no superado de la mediterraneidad cultural que afecta profundamente a la literatura paraguaya. Esta mediterraneidad viene encontrando algunas rendijas de aire en los últimos lustros, especialmente a partir de la caída de la dictadura, en 1989, pero el proceso es todavía muy lento.

YOLANDA PANTÍN | Estimo que en Venezuela han habido y hay grandes poetas, la mayoría de ellos desconocidos fuera del país: José Antonio Ramos Sucre, Enriqueta Arvelo Larriva, Ana Enriqueta Terán, Ida Gramcko, Juán Sánchez Pelaez, Ramón Palomares, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Luis Alberto Crespo, son algunos de nuestros mayores.

3. ¿Qué impide una existencia de relaciones más estrechas entre los diversos países que conforman Hispanoamérica?

ALFREDO FRESSIA | Creo que las relaciones son más “estrechas” de lo que uno imagina desde el Brasil. Pero es cierto que hay una queja general, tal vez proveniente de la incapacidad (provisoria, sin duda) de asumir el fin de los “centros” y de las “periferias”. Tomemos los suplementos culturales de grandes capitales del continente. Frecuentemente lo que vemos allí es un conjunto de formadores de opinión bastante deslumbrados y obedientes frente lo que se hace en Europa (y en esto el Brasil se supera: llega a la caricatura). Otra hipótesis: probablemente lo que inhibe esas relaciones es pura y simplemente que la unidad de la “América Hispánica” es un mito. Queridísimo, como todos los mitos, con consecuencias estéticas en varios momentos, como todos los mitos, dramático, con enemigos en común, como en todos los mitos. Y uno querría hacerlo realidad, como todos los mitos.

 ARMANDO ROMERO | Si a nuestra realidad geográfica, tan maravillosa y difícil, le añadimos nuestra peculiaridad barroca de pensar que el camino más corto entre un punto y otro es salir a dar una vuelta, entonces podemos empezar a entender por qué, ni siquiera a los gritos, podemos oirnos de un país al otro. Una encuesta entre los poetas colombianos nos daría como realidad un casi total desconocimiento de los poetas de Ecuador o Venezuela, países que están a un salto en la frontera. Yo he oido a poetas latinoamericanos hablar con toda propiedad de Wislawa Szymborska y a la vez desconocer la poesía de Blanca Varela, regodearse con los versos de Mark Strand y no saber de qué se trata cuando hablamos de Eduardo Espina. Medimos nuestras distancias con años luz olvidando que con un metro estaríamos mejor servidos, seríamos más precisos. La arrogancia de nuestra pequeñez nos impide ver la realidad de nuestra grandeza. Qué grandes se tornan los poetas mexicanos paseando por Reforma, los poetas argentinos en los cafés de la calle Florida, los colombianos en sus zonas rosas, los venezolanos en su metro a caballo, los peruanos en sus ceviche limeño: las narices hacia el centro del plato, el olor de uno mismo como reflejo de todos los olores, el rostro aumentándose en mayúsculas. Sin embargo, y valga esta crítica ácida, los poetas latinoamericanos tal vez son los únicos que, paradójicamente, buscan romper con el aislamiento, o por lo menos, algunos de ellos bien lo tratan. Los narradores, aprisionados en la red provinciana, de países como parcelas, que ha diseñado bien la industria editorial, se atropellan en la búsqueda de un reconocimiento local, y con dificultad miran al exterior, que de cierto, como lo quería Martí, es también nuestro interior.
Yo pienso que este aislamiento bien se puede romper si, además de apoyar abiertamente festivales de poesía, ejemplo mejor el de la gente de “Prometeo” en Medellín, o revistas como la recientemente creada en Texas, y en español, a pesar de su nombre, Hispanic Poetry Review, acudimos a las ventajas que nos brinda la nueva tecnología del Internet, donde las páginas de poesía serán nuestra mejor vía de conocimiento. La ciencia no ha sido una compañera fiel de la poesía, y viceversa, pero desde la imprenta a este ordenador en que te escribo, creo que podemos utilizarla para hacer volar las palabras de país en país. Precupación grande es la comunicación entre los poetas brasileros y los del resto de América Latina. Hay allí un bache que nos corresponde rellenar, y mucho debe venir del lado de los que escribimos en español.
Salir a dar una vuelta es una buena manera de ir a un punto al otro, especialmente si nos encontramos en el trayecto con el rostro de los poetas hermanos.

DINA POSADA Por la falta de entusiasmo de parte de las editoriales, las probabilidades de publicar poesía cada vez son más difíciles. Los poemarios salen a luz en escaso número de ejemplares y a falta de una buena distribución, se quedan dando vueltas en el mismo país, entre los mismos escritores interesados en no gastar sus energías en promover lo ajeno sino lo propio, tal vez junto a algún título de los amigos o de su grupo generacional.
Los poetas deberíamos ser más solidarios y detenernos a pensar: nadie puede opacar un trabajo valioso así tratemos de ignorarlo o borrarlo del horizonte. La verdadera poesía no se deja callar. Entre más sobresalga una obra, se acepte y se difunda, mejor será nuestra producción pues nos compromete a dar saltos más fuertes y elevados.
Para paliar esta deficiencia también sería importante el apoyo gubernamental cuya principal excusa es carecer de fondos. Pero como no se le puede pedir peras al olmo, poco podemos esperar de nuestros políticos que a su vez no tienen cultura, ni amor al arte y mucho menos curiosidad por conocer las verdades sublimadas del ser humano.
Las dos soluciones inmediatas y expansivas son Internet y los encuentros de poesía como el Festival Internacional de Poesía de Medellín. En la red urgen más páginas de poesía en manos responsables y conocedoras del tema, con un compromiso serio para divulgarla de una manera objetiva dejando a un lado al Poderoso Señor don Ego y a favoritismos de índole amistosa o ideológica. 

EDUARDO MOSCHES | Presumo, que la pregunta va asociada al ámbito de la cultura y la literatura. Esta difícil existencia de relaciones es, muy probablemente, resultado del síndrome de la balcanización mental y política que ha convertido a esta parte del continente en un collar de cuentas separadas. La falta de canales reales de comunicación e interrelación entre los sectores de la cultura de los países, es quizá, sólo parte de la política actual de dependencia económica y política con el imperio dominante: los Estados Unidos.
Hubo momentos históricos, los años setenta, quizá, donde la sociedad civil, los sectores directamente interesados en la cultura creaban formas de relación a través de acciones concretas, desde encuentros a revistas no nacionales, y en momentos, apoyados por los gobiernos de algunos países.
Hoy son pocos los procesos que presuponen un acercamiento entre los países. Solo el actuar a través de acciones por proyectos nos llevará a romper este autocerco en que nos encontramos los ciudadanos y que han construido los gobiernos y sus políticas de encierro televisivo.
Aumentar la distribución y difusión de lo que se realiza en cada país, en las regiones. En cada pequeño proyecto literario y cultural y la difusión al exterior de las fronteras políticas-geográficas permitirá restituir un poco de nuestra buscada esencia latinoamericana.

GLADYS MENDÍA | En la actualidad, donde tenemos tantas herramientas tecnológicas a mano, como la internet, se ha hecho mucho más fácil estrechar las relaciones con los escritores nuestramericanos. En mi día a día, es común recibir y enviar varios emails, donde de forma fraternal, trabajo con compañeros escritores y editores en diversos proyectos sin importar las distancias, realizamos intercambios literarios, nos apoyamos y ayudamos en la difusión; es decir, veo un crecimiento exponencial en las redes de escritores que propician el conocimiento y la inclusión de toda la diversidad literaria Hispanoamericana. No observo ningún impedimento en la existencia de relaciones más estrechas, salvo las diferencias de personalidad y gustos de cada ser humano, lo que es totalmente natural.

JORGE ARIEL MADRAZO | La pauperizacion y balcanización social-cultural, la supeditación a los centros mundiales de poder y, por anadidura, la mal llamada “globalización”, creo que figuran entre las causas principales de nuestro desconocimiento e incomunicacion mutuos. Sin que esto implique disminuir el papel atribuible a la desidia, el desinteres y la falta de proyecto propios, por parte de quienes deberian mirar mas alla de sus propias narices.

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | La miseria intelectual de nuestros gobiernos y la escasa generosidad entre la comunidad artística, salvo honrosas excepciones como Colombia y, quizás, México.

JUAN CALZADILLA | En principio, continuando en el mismo tema, creo que la falta de contactos más frecuentes entre los propios poetas para realizar acciones comunes, más allá de los congresos y festivales que se organizan por arriba. Es posible que se haya agotado el interés por los agrupamientos y que esto explique tanta dispersión. Internet y el correo electrónico están ayudando mucho a reiniciar el diálogo perdido, pero todavía el distanciamiento es grande, sobre todo por la dificultad de encontrarnos físicamente, de compartir la misma mesa y de emprender trabajos colectivos, programáticos, como las revistas, por ejemplo. Pero lo virtual es una relación incompleta, y a veces frustrante, como el enamoramiento a distancia, por cartas. A mi parecer, la edad de la oro de nuestra poesía ocurrió en la década del sesenta, quizás porque, para los venezolanos al menos, la moneda era dura y rendía más que en el resto de los países. Tuvimos así, por suerte, durante tres lustros, a una hornada de poetas avenidos de varios lugares, y especialmente del sur, lamentablemente generada por causas políticas, y aprendimos mucho de ellos, al menos a comportarnos bien. Por aquellos tiempos se viajaba mucho, era fácil que pudieras subirte a un avión y durante una semana visitar varias ciudades latinoamericanas con un boleto abierto. Hoy esto es una hazaña prohibitiva, salvo que lo hagas nadando en Internet, pero quién garantiza que el resultado es el mismo? Creo que en nuestras países se ha empobrecido de más en más la economía cultural, ¿tú no lo sientes así?, y en consecuencia también las comunicaciones y la información. Ya no hay muchos congresos y encuentros. El boom que nos prometía Romano de Santa Ana resultó un fraude. Para mí que, en lo personal, comenzamos a transitar una etapa consagrada a la sobrevivencia, con la ventaja quizás de que esto nos está haciendo más atento a nuestras carencias, y que tenga más sentido en ese momento vivir pegados a la ventana de nuestro ordenador es una gran verdad. No sé que ventaja representa para nosotros esta situación límite pero creo que cada vez experimentamos más la poesía como un desierto, al menos en cuanto a falta de sentido y compromiso. Y en esto consiste su tragedia actual.

LINA ZERÓN | El principal obstáculo es el criterio rapaz de las editoriales trasnacionales a las cuales sólo les interesa el beneficio inmediato que pueden obtener con la edición de un libro. En toda la historia de la humanidad no ha existido un solo libro de poesía que pueda considerarse best seller, salvo los casos de poetas consagrados. En tanto persista el criterio mercantilista de las editoriales en cuanto a la edición de poesía es muy difícil mantenerse al día no solo con la producción poética del propio país, sino con la de otras naciones del continente. La falta de promoción a los nuevos valores, a las generaciones que venimos jalando fuerte pero que ellos enfermos de tortícolis sólo les importa vender nombres para sacar cifras. Sin embargo, la internet ha venido a traer nuevos bríos a la difusión de la poesía, aunque tiene sus bemoles pues lo mismo conviven malos y buenos poetas en el ciberespacio por la facilidad existente de dar a conocer por ese medio la obra poética, ningún esfuerzo es vano cuando de difundir la palabra se trata. Los Festivales de poesía son otro buen vehículo para encontrarte con lo que se escribe en la actualidad y que de otra forma no podríamos conocer por la falta de difusión, de apoyo, pero el que nace poeta del cielo le vienen las letras y el tiempo será el único que decida quién hizo una obra que perdurará y quién no, lo importante es que todos hagamos equipo, una cadena de apoyo de unos con otros. Los poetas sabremos imponer la palabra sagrada.

Eligio PichardoMANUEL MORA SERRANO | Muchas cosas conspiran. Lo primero es que en nuestros países se ha perdido aquella hermosa tradición de enviar talentos de primer orden como representantes diplomáticos o como ministros consejeros. Todo lo que existe hoy en la modernidad, internet, blogs, etc., conspira, porque todos pensamos que estamos pendientes de ello. Por ejemplo, revistas como El Cuento en México, El Pez y la Serpiente en Nicaragua, la revista puente entre dos lenguas como fue O Cruzeiro y muchas otras como Carteles y Bohemia en Cuba, circulaban y se guardaban en las bibliotecas porque eran textos de lectura obligada y pasaban de mano en mano. Ahora sería más fácil, pero creo que la gran cantidad es lo que impide que tengamos un conocimiento más detenido de lo que pasa en nuestros países.
 Además, noto, que existe una mayor egolatría. Cada quien se siente realizado cuando el texto es editado o circula en buenos blogs y no hay una crítica alerta, demoledora, que en medio de esta crisis de mediocridades expulse a los mercaderes del templo y grite que su casa es casa de poesía.
 No obstante eso, esperamos que mientras transcurren los años, los que realmente tengan vocaciones de boxeadores, de jugadores de fútbol o de béisbol, se dediquen a esas actividades que pagan más y dejen a los auténticos poetas recuperar sus espacios. La cantidad está ocupando el lugar de la calidad y así no se vale.

MILAGRO HAACK | Quizás, el mismo artista, quizás, sea un grupo de escritores con límites de fronteras. Siento que ser muy regionalista no ayuda a la globalización de un creador. Quizás, también la forma en que se llevan las relaciones internacionales de un país a otro. Son muchos límites, por eso, el artista mismo con su voz y su búsqueda debe romper barreras, porque es un creador en movimiento, libre pensador, siempre y cuando asuma su realidad de espacio y vivencias con una sana conciencia de la totalidad con otros terruños. En Hispanoamérica se siente que hay un movimiento que está, dando pasos hacia los encuentros plasmados en el plano artístico, ese más allá, y con las herramientas como Internet, puede mostrar ese pensamiento creativo, sin dogmas, y menos con términos políticos.

NANCY MOREJÓN Hay una relación más estrecha desde la fundación de la Casa de las Américas que es una institución creada precisamente para establecer vínculos directos, por lo tanto estrechos, entre los escritores, intelectuales y artistas latinoamericanos. La Casa, durante medio siglo, ha sido un puente irreversible entre los creadores del continente quienes, en muchos casos, fungen como una vanguardia entregada a la creación y a la promoción de sus propias producciones. Tan es así que en su historia puede advertirse el instante en que no sólo atendió al ámbito propiamente hispano de Nuestra América sino al de aquellas culturas, igualmente americanas, que no se expresan en español. Fue trascendental el momento en que la vida de la Casa se abrió al Caribe y a Brasil. De alguna manera nunca ha sido ajena a las producciones latinoamericanas asentadas en países como Canadá y Estados Unidos, en eso que conocemos hoy día como diáspora.

NICASIO URBINA | Hay varios impedimentos, siendo el principal la distribución de los libros. La carestía en el transporte y distribución de los libros hace muy difícil que los poetas de los diferentes países de Hispanoamérica nos conozcamos y nos leamos. Excepto por los poetas que publican en grandes editoriales, y en poesía no hay muchas, las pequeñas editoriales que publican poesía no pueden darse el lujo de distribuir masivamente. La popularidad del internet sin embargo nos ha acercado muchísimo y ha facilitado el conocimiento de lo que está sucediendo en otros países. Creo que hoy en día todo el que esté interesado en saber qué se está escribiendo en cualquier país, puede encontrar suficiente material en la red. En cierta forma esto es abrumante. Hay tanta información que es prácticamente imposible cubrirlo todo y uno tiene que decidir y discriminar sobre lo que quiere leer o no. Hay muchísimos movimientos poéticos y poco tiempo.

RENÉE FERRER | El impedimento para la existencia de relaciones más estrechas en el caso de Paraguay es la poca difusión de nuestras obras en el exterior, el factor económico, la carencia de revistas que permitirían un intercambio más fluido, el individualismo. El reracionamiento se da generalmente en los congresos y encuentros de poetas, donde se intercambian libros y amistad.

SAÚL IBARGOYEN | Es un tema añejo. Hay distancias físicas reales y las hay mentales, ideológicas, culturales; también están las tomadas bajo la influencia de los centros del poder internacional. Tal vez tendríamos que empezar a buscar una posible respuesta en los procesos generales de la relativa emancipación histórica y de la mediatizada democratización de nuestros países, tanto como en su sorprendente diversidad lingüística, étnica y cultural. Quizás los actuales medios de comunicación puedan ayudar, p. ej., a mejores relaciones de conocimiento e intercambio, aunque esto conlleva el riesgo de una “globalización” regional que se expanda indiscriminadamente como un componente de la globalización mundial. Los gobiernos de base democrática, dentro o fuera de acuerdos regionales, y la sociedad civil con sus formas organizadas o aun con expresiones particulares o grupales, tienen la responsabilidad fundamental. Esto implica políticas educativas, culturales y de intercambio efectivo de productores y productos de la educación, el arte y la cultura, que sean proyectadas y ejercidas con igual vigor, al menos, que los acuerdos comerciales o las competencias deportivas. Debe ser precisamente la extraordinaria diversidad de la vida espiritual y material de los pueblos indolatinoamericanos, el más incitante empuje para ese acercamiento global apoyado en las particularidades. ¿Qué mayor estímulo que conocernos entre todos y reconocernos en nosotros mismos? Si bien se perciben indicios y esfuerzos, que incluso vienen de tiempo atrás, la gran tarea colectiva aún no empezó. Muchos son los obstáculos económicos y políticos, y no pocos los enemigos, representados y aun sostenidos por el viejo imperialismo, disfrazado de modernidad. Y no pocas son las autolimitaciones y los propios prejuicios a vencer, en cuanto tarea inmediata e inexcusable.

SUSY DELGADO | Seguramente este problema tiene causas complejas, pero creo que una de las más importantes sigue siendo el desconocimiento que persiste entre nuestros países, a pesar del tremendo avance de las comunicaciones. Y si todavía existe un gran desconocimiento a pesar de todo el avance de las comunicaciones, es porque siguen siendo insuficientes los esfuerzos que se realizan para acercar nuestras realidades.

YOLANDA PANTÍN | Parafraseando a Gottfried Benn esa es una pregunta “imponentemente incontestable” siendo el caso venezolano muy particular. En este país no se le otorga demasiado valor a la comunicación fuera del cerco natural, prefiriendo los poetas y escritores permanecer protegidos en “casa”. Sobre el delicado tema de la venezolanidad han reflexionado ciertos autores, que recuerde, José Balza, Antonio López Ortega, Ana Teresa Torres, y María Fernanda Palacios, las dos últimas en algunas de sus novelas y ensayos. Por lo que a mí respecta, no encuentro explicación, tampoco entiendo por qué Brasil permanece como una inmensa isla dentro del continente, siendo que somos vecinos. Los libros no circulan. Yo, que formo parte del consejo editorial de una editorial (Pequeña Venecia), doy fe de la dificultad de distribuir nuestros libros aun dentro del territorio nacional.
Floriano Martins (Brasil, 1957). Director del Proyecto Editorial Banda Hispánica. Contacto: arcflorianomartins@gmail.com. Página ilustrada con obras del artista Eligio Pichardo (República Dominicana).

El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânicabajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que  posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins.

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