sexta-feira, 21 de novembro de 2014

ALFONSO PEÑA | Manuel Monestel: mudar la piel al son del calypso limonense…




 Manuel Monestel

Uno de los artífices de la música popular actual centroamericana, es sin objeciones, ni bullicios, Manuel Monestel (Costa Rica, 1950). 
A mediados de los setenta, incursiona en el ámbito musical con su  banda Erome; proyecto que apostaba por la música y la identidad latinoamericana.  Tiempo después, integra, junto al cantautor nicaragüense Luis Enrique Mejía, el grupo Tayacán; de esa  complicidad se originan sus primeros calypsos, nexos  y ramificaciones con la cultura y la música afrocaribeña.
A finales de ese decenio, Monestel, imprime energía y creatividad  en la investigación del calypso y otras manifestaciones de la cultura afrodescendiente; él lo revela: “Como una lenta telaraña que se va tejiendo con el pasar de los años, fui conociendo más música y más personajes, compositores, músicos y amantes de la cultura”.
Con su banda Cantoamérica (1980), Monestel  se convirtió en un “aliado  inseparable” del calypso limonense.  De su mano florecieron y adquirieron un aire  remozado figuras como Wálter Ferguson; considerado uno de los Calypsonians  con mayor prestigio en el Caribe y otras latitudes.  Segundo o Mr. Gavitt, (llamado así por sus amigos), pasó de ser un personaje de leyenda, que en su natal Cahuita, era visitado por los turistas a la caza de  sus “casetes que él grababa en vivo, uno por uno, en una antigua grabadora” a ser un  cantante y compositor vigente en la órbita de la música popular latinoamericana.
En Manuel Monestel, se distinguen dos vertientes bien cimentadas: el investigador y el artista. A lo largo de treinta años, esta ósmosis lo ha llevado a divulgar el calypso limonense en sus diferentes facetas: con su banda Cantoamérica y 12 producciones discográficas, donde el calypso ocupa un lugar destacado; lo mismo se puede argüir en su labor de rescate de  las leyendas  del calypso limonense. Esto se advierte en la fina grabación y producción que realizó junto al pianista Manuel Obregón en Leyendas  del Calypso Limonense
En el segmento de la investigación, Manuel tiene un libro publicado: Ritmo, Canción e Identidad: Una Historia Sociocultural del Calypso Limonense; artículos, ensayos, conferencias y los conciertos al “aire libre” en muchas regiones y ciudades,  dan fe de la labor titánica de este creador costarricense.
Una experiencia inolvidable: “vivir uno de los chivos con Cantoamérica”  para evocar “el corazón del calypso”; ser testigos y provocadores de cómo esta fusión tropical, sonera y genuina del  afrocaribe “pone a cantar y a bailar” con alegría y soltura a diversas  generaciones de centroamericanos.

Luciano BonuccelliAP Manuel, para situar la conversación, creo conveniente que hagás un recorrido por tu infancia y  definás cuáles son los puntos de coincidencia, para que en vos se dé la amalgama de habitante del “Valle Central” (San José);  con raíces profundas  en la cultura y la música caribeña que van a estar presentes en tu vida.

MM Los estímulos tempranos sobre el tema ocurren en los años 50; cursando el cuarto grado en la escuela Dante Alighieri en Lourdes de Montes de Oca, conocí –por primera vez–, a un afro descendiente de origen limonense. Estudiando en una escuela con nombre italiano y viviendo en un pueblo con nombre francés, tuve contacto con un miembro de un grupo cultural que más tarde yo entendería como de gran importancia para el desarrollo de las identidades en Costa Rica.
Aquel niño negro, flaco y alto, se convirtió en mi amigo. Caminábamos de la escuela al barrio y yo admiraba su bilingüismo e indagaba preguntándole sobre los nombres de las cosas en inglés caribeño, un idioma que entonces era extraño para mí. Durante todo el curso compartimos juegos e historias, hasta que un vergonzoso incidente, durante la “fiesta de la alegría”, me enseñó con rudeza  lo que era el racismo y el rechazo por lo diferente por parte de un grupo de compañeros de curso contra mi amigo limonense.
Al siguiente año mi amigo ya no fue a aquella escuela y se mudó de barrio sin que yo pudiera encontrarlo de nuevo.
Por otra parte y como antecedente, mi madre, desde mi temprana edad  me contaba sobre un viaje que ella hizo a Limón en los años 30 y una anécdota sobre algo que presenció por accidente. La escena por ella descrita era un grupo de gente negra en una calle de Limón, en la noche, cantando, tocando tambores y bailando alrededor de un fuego. Su amiga afro limonense, que la acompañaba, le indicó que no debían pasar por ahí pues esa era la gente de Pocomía. Años después entendí que Pocomía era una de las distintas formas de religiosidad africana que se desarrollaron en el Caribe y que llegó a Limón con las migraciones de la década de 1870 para la construcción del ferrocarril a Puerto Limón. Esta práctica espiritual fue radicalmente perseguida y reprimida por la cultura dominante “blanca” de San José y por la élite negra emergente en Limón. Creo que los limonenses perdieron parte de su alma cultural con la eliminación del rito de Pocomía, en él se sintetizaban cantos, ritmos, danzas y sentimientos que hubieran enriquecido aún más la maravillosa expresión artística del pueblo limonense actual.
Mis padres aunque eran típicos habitantes del Valle Central, clase media baja, nunca me inculcaron valores racistas, por el contrario, mi madre y mi padre tenían amigos afro descendientes que visitaban nuestra casa con alguna frecuencia.
En ese contexto, y desde mi perspectiva de paña (hispano descendiente), se gestó en mí un interés temprano por aquella cultura diferente pero tan interesante.

AP Desde niño tuviste la oportunidad de estar conectado con los ritmos afro caribeños: el son, el bolero, la rumba, la guaracha, el cha cha chá; los registros de la música de Beny Moré, los Matamoros, la Sonora Matancera… Contanos cómo esas composiciones van a influir en tu desarrollo musical…

MM Mi padre aficionado a cantar, me acercó a la música de los grandes creadores negros del Caribe como Beny Moré, Miguel Matamoros, La Sonora Matancera etc. Y así escuché el son, el bolero, el cha cha chá y el mambo desde que tengo memoria. “Pachito e´ché es un tipo popular…” rezaba una canción de Beny con Pérez Prado que yo escuchaba a mis seis años viviendo temporalmente en una finca en Escazú y recuerdo aún antes otra del Beny: “Oye José, ven pa´cá, cuidao con la culebra te muerde lo pie…”y yo con cinco años frente a un montasal en el jardín de mi abuelo en Lourdes, pensando si no habría una serpiente esperándome ahí para morderme. Mi padre solía invitar  a la casa, especialmente los domingos, a varios amigos suyos que resultaron ser de los mejores guitarristas de bolero, guaracha y son que ha tenido Costa Rica, entre ellos estaban el Negro Córdoba, requinto del Trío Alma de América y Güicho Porras de los Zafiros. Yo abría mis ojos de niño de diez años, admirado de la destreza de aquellas manos y de la belleza de aquellos cantos.
Cuando mi padre murió me heredó, además del amor por la música, una pila de viejos cancioneros de los años cuarenta y cincuenta que mostraban lo que popularmente se oía en la radio y lo que la gente de esas generaciones cantaba.
Aquella semilla quedó plantada en mi memoria y años después me conectó con mis identidades latinoamericanas y fecundó mi creación musical, marcando profundamente las canciones que luego compondría.

AP En los años setenta, cuando estás “rocanroleando”, vas a tener un encontronazo decisivo con la Nueva Canción Latinoamericana…  Eran años de  conciencia política y artística… Al poco tiempo, integrás,  junto al cantautor nicaragüense,  Luis Enrique Mejía, el grupo Tayacán. De  esa época, se puede afirmar que son tus primeros calypsos…

MM Crecí y me desarrollé como músico popular y después de pasar por el camino obligado del rock y la música pop impuestas por el mercado y la industria musical, comencé a preocuparme por músicas que tuvieran más relación con nuestro entorno latinoamericano y costarricense. Recuerdo que un día en mi casa cantando una canción de Paul Simon, me quedó resonado en la cabeza una frase de la misma que decía algo sobre el “New Jersey Turnpike” una autopista en Estados Unidos, ahí tomé conciencia de que yo cantaba sobre cosas y temas bastante lejanos de mi propia experiencia como joven costarricense.
Ya en los años 70, surge entonces mi encuentro con el Movimiento de la Nueva Canción Latinoamericana y sus implicaciones identitarias y políticas.
Estando en la Universidad de Costa Rica, un amigo me prestó unos discos de unos cantores desconocidos para mí en ese entonces,  sin embargo, luego me acompañarían por el resto de mi vida, se trataba de Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui y Víctor Jara. Los pioneros del Movimiento de la Nueva Canción Latinoamericana.
Ese movimiento musical buscaba contribuir con los procesos de democratización en una América Latina plagada de dictaduras militares. Paralelo al discurso político de sus canciones, se buscaba el reforzamiento de las identidades latinoamericanas. En esa búsqueda me crucé de nuevo con la herencia africana en los cantos uruguayos, peruanos, brasileños, venezolanos y cubanos, por citar algunos.
De regreso de un gran festival cultural en La Habana en 1978 y estando en Panamá con Leda, mi querida amiga brasileña que conocí en Cuba, ella  me regaló discos de Chico Buarque y Caetano Veloso, cantautores que completaron el marco de referencia obligado para entender el crisol de la canción latinoamericana. Escuchando A construção de Chico Buarque me asomé a una inmensa ventana de posibilidades creativas en la canción, aún hoy sigo asomado a esa ventana que Chico abrió para mí. Tuve el placer de conocerlo brevemente en el año 1983 en un festival en Managua.   
En el contexto costarricense, mi trabajo musical de esa época, al lado del cantautor nicaragüense Luis Enrique Mejía Godoy y el Grupo Tayacán me había acercado también al tema de la cultura afro descendiente y la música limonense, pues Luis Enrique ya había compuesto algunos temas inspirados en literatura costarricense (de Abel Pacheco y de Joaquín Gutiérrez) que había musicalizado con ritmos de calypso. Con Tayacán me fortalecí y aprendí para empezar mi nuevo y duradero proyecto que sería en el futuro Cantoamérica.

Luciano BonuccelliAP En el segmento de la investigación de las raíces costarricenses y el tema sobre la identidad va a ser muy importante tu relación con la artista y folclorista Emilia Prieto.  Contanos  de  tus experiencias y saberes…

MM Paralelamente conocí a Emilia Prieto, quien además de recopiladora de canciones populares vernáculas, cantaba en La Casona del Higuerón, primer establecimiento en Costa Rica donde se interpretaba La Nueva Canción Latinoamericana y la trova. Emilia me señaló la importancia de recopilar música de los y las viejas cantoras con el fin de entender nuestras raíces de identidad para procesarlas e investigarlas.
Tenía la imagen de una dulce abuelita pero con el corazón de un jaguar y la valentía de una luchadora política y cultural que fue ejemplo vital para mí y para muchos de mi generación. Aprendí con ella la importancia de revisar el pasado para construir un presente rico y lleno de cultura identitaria.
La recuerdo a sus ochenta años desfilando por las calles de San José defendiendo los derechos de los desposeídos y los silenciados de esta sociedad.
La recuerdo a sus ochenta y cinco años en su lecho  de muerte sonriendo y contándome anécdotas y chistes. Murió un fin de semana mientras yo recopilaba calypsos en Cahuita, no pude ir a su funeral pero creo que su espíritu se alegró de saber dónde yo andaba y lo que hacía en honor a lo que ella me enseñó.

AP A finales de los setenta dedicás mucha energía y abordás de un modo impetuoso la investigación sobre el calypso y los diversos matices de la cultura afrocaribeña… Hay que imaginarte caminando por los maravillosos senderos de Cahuita, Puerto Viejo, Cocles, Manzanillo; o en Limón City donde los jeroglíficos linguísticos y la santería están presentes en los predios,  el tajamar, calles, barrios coloridos y misteriosos;  de vez en cuando un acorde del blues o del jazz te llevan a acercarte a alguna casa estilo caribeño…

MM Hacia finales de los años 70 comencé a viajar a Puerto Limón y a otras localidades del litoral caribeño de Costa Rica con el fin de conocer más sobre su música y su cultura. Mis primeras impresiones me llevaron a distintos tipos o estilos de música que se movían desde el blues, el swing, soul music hasta salsa, merengue y reggae. Todos estos estilos musicales, de claro origen afroamericano, se escuchaban en radio, en bailes, en bares, cantinas, en las casas y en todo ambiente donde la música popular tuviera un espacio.
Al blues y al swing, los encontré caminando por la calle principal de Cahuita una tarde de cielo nublado. Al oír unos elegantes acordes de guitarra me detuve en una casa esquinera con barandas y decoraciones caribeñas tradicionales y estuve escuchando ahí por algunos minutos hasta que por la ventana se asomó una amable viejita que sonriendo me invitó a pasar para que oyera mejor la música. Al entrar, me encontré con un hombre ya en sus setentas que interpretaba viejas canciones de blues con una guitarra eléctrica construida por el mismo y amplificada con un viejo aparato de los años 50. El hombre se llamaba Mr. Silvester Plummer.
Los bares y restaurantes de Cahuita, Puerto Viejo y Puerto Limón ofrecían al turista un repertorio de grabaciones de reggae (Bob Marley, Peter Tosh, Yabby You, etc.) y de salsa (El Gran Combo, Willie Colón, etc.). Muy poco o nada de música en vivo y menos aún de música limonense original.
Mi experiencia de músico y compositor popular me señalaba que toda esa música que llenaba muchos espacios sociales importantes, mostraba la ausencia de relación temática directa con el contexto limonense; esto es, que toda esa música se consumía, pero no se producía en Limón. En ese sentido, la observación que hasta ese momento podía hacer corría por los canales de la música importada y, por tanto,  impulsada por la industria cultural transnacional.
Ya, a esas alturas yo había escuchado música de calypso limonense en el restaurante capitalino Los Lechones, por medio de un grupo conocido como El Combo Alegre, el cual tocaba los jueves en ese local. Este grupo era el primero y el único de música afro limonense que se podía escuchar en San José hacia mediados de la década de 1970.
Mi interés por conocer la música producida en Limón me llevó a indagar de manera espontánea sobre la existencia de compositores populares en la zona. A través del programa  “Somos como somos”,  del  Sistema Nacional de Radio y Televisión (SINART)  pude escuchar a varios cantantes de calypso como Buda y Papa Tun.

AP En el peregrinaje por Limón vas a encontrar diversos personajes  vinculados al calypso; contanos  cómo fue tu encuentro con dos extraordinarios cantantes:   Buda y Papa –Tun… En tu sondeo por los parajes limonenses  llegás a conocer al maestro calypsonian Wálter Ferguson; él será un parámetro confiable y certero para ampliar tu conocimiento del calypso; en el año 1997 grabás junto a tu banda Cantoamérica una colección de composiciones de  Segundo (Así se le llama a Ferguson)  bajo el título: “Calypsonians”. 

MM Como una lenta telaraña que se va tejiendo con el pasar de los años, fui conociendo más música y más personajes, compositores, músicos y amantes de la cultura.
Conocí a Papa Tun  por casualidad, una noche que fui a comer al Springfield en Puerto Limón y lo encontré “canjeando” calypsos por comida. Yo me senté en la barra del bar y me concentré en escuchar aquellos cantos en una mezcla de inglés limonense y español, también limonense. Después de varias canciones él observó mi interés y sin más rodeos me dijo: “You know music, right? Sing,  sing!” Y comenzó a enseñarme los coros de una canción que decía: “Milly never live good life, Milly never live good life, Milly never live good life I know she turn the sailaman wife”. Papa Tun vivía en una especie de tugurio en el Barrio de Cieneguita y se ganaba la vida afilando cuchillos y soldando ollas por las calles de Puerto Limón. Murió como vivió, pobre y olvidado, hasta que alguien recuerda su célebre calypso “Zancudo, Zancudo”, conocido por todo limonense actual.
En 1980 leí el libro What Happen, de Paula Palmer, el cual recopilaba testimonios, relatos y anécdotas dentro del marco de la historia oral del sur de la provincia de Limón, específicamente el cantón de Talamanca. El mismo mencionaba la existencia de Wálter Ferguson, el músico de Cahuita.
Luciano BonuccelliPor medio de Paula Palmer conocí al calypsonian que con el paso del tiempo llegaría a ser reconocido como uno de los más importantes compositores afro costarricenses; ese es Mr. Wálter Ferguson, conocido como Gavitt  o como Segundo. Al escuchar sus calypsos supe que me encontraba frente a un gran compositor, que su música tenía una particular vinculación con una identidad afro limonense y que mostraba una impresionante pertinencia en la vida social y cultural de la costa de Talamanca.
Mr. Wálter Ferguson pasó a ser un gran amigo y una especie de mentor e inspirador de mi trabajo musical en los años subsiguientes.
A Buda lo conocí en un festival dedicado a la conservación de la tortuga a principios de la década de 1980 y luego lo volví a encontrar en tiempo de carnaval pidiendo limosna en la acera del Banco de Costa Rica en la ciudad de Limón. Con él desarrollé una buena amistad, que permaneció hasta su prematura muerte en los años noventa.
De pronto, empecé a conocer una práctica musical no detectable a simple vista; es decir, una serie de hacedores de música y un repertorio local de canciones, que, sin figurar en grabaciones discográficas y sin sonar en la radio, estaba allí y tenía un espacio social que había llenado durante años las necesidades expresivas y recreativas de un importante sector de la población limonense.
Años después conocí a otros grandes calypsonians como son Cyrilo Silvan, Herberth Glinton (Lenkí) y Reynaldo Kenton (Shantí) con ellos hicimos varios conciertos en los años noventa y comenzamos una especie de Buena Vista Social Club al estilo de Limón. Los tres habían sido fulgurantes estrellas en los carnavales  de los años 50 y 60 pero estaban semi retirados y las nuevas generaciones ya no los conocían. Su resurgimiento fue grandioso y actualmente seguimos haciendo conciertos y discos para el deleite de nuevas y viejas generaciones de costarricenses.

AP La filosofía musical del calypso  está configurada de letras sencillas que describen las tradiciones y costumbres de los habitantes de la cultura caribeña con mucho humor y  el fondo rítmico /melódico del banjo, guitarra y quijongo, junto a la voz del cantante.  Hay una composición de Segundo que es apreciada y conocida en muchas latitudes, me refiero a “Cabin in di watta”…

MM El mento jamaicano, el calypso, o su antecesor kaiso o kariso de Trinidad, los cantos religiosos, el baile de cuadrilla y el uso de instrumentos de origen africano y afrocaribeño, son solo algunos ejemplos de la rica y variada expresión cultural que llegó  a Costa Rica con aquellos inmigrantes en 1872.
 Dentro de esta variedad de expresiones musicales se destacan los cantos denominados calypsos, cuya pertinencia y popularidad, desde la década de 1940, han marcado el paisaje de la provincia de Limón y han generado un repertorio propio que refleja la vida y la historia de su pueblo.
En la provincia de Limón, decir calypso es referirse a un estilo musical que contiene insumos importantes del mento, del son cubano, del original calypso trinitario y, después de los años ochenta, del reggae y de la salsa.
Toda esta fusión musical llamada calypso limonense guarda, sin embargo, desde el punto de vista filosófico y ético, un paralelismo importante con la figura delcalypsonian trinitario como hacedor de canciones, más allá de sus rasgos puramente musicales.
El calypso narra hechos históricos, anécdotas, chismes y chistes sobre la gente, tradiciones culturales, es una especie de periódico popular que no usa papel, ni tinta, ni imprenta y que siempre está ahí para ser escuchado por la comunidad.
El artífice del calypso limonense Wálter Ferguson, hoy con 92 años sigue contando historias, aunque ya no las canta. Una de sus célebres composiciones es “Cabin in di watta” que narra las contradicciones de la implantación del Parque Nacional de Cahuita con la comunidad. Por medio de una anécdota de su amigo Bato que construyó una cabaña sobre el mar cahuiteño en clara contradicción con el gobierno, Mister Ferguson logra sintetizar la situación de una manera chistosa pero con gran profundidad.

AP ¿Cómo definís  a un calypsonian?

MM Un calypsonian es un trovador, un crítico social, un artista y un entretenedor, un periodista popular, un comentarista político, un performer, un alma libre y sobre todo un heredero de la entraña cultural africana en el Caribe  y un continuador del Griot de la Madre África y del Chantuelle, primigenio cantor del Caribe durante el esclavismo.

AP En Limón se acostumbra llamar a los que no son afro descendientes “paña”; ¿se puede afirmar que eres un “paña calypsonian”?

MM Por la vía de  mis procesos de culturalización temprana soy un paña, por la vía de mis procesos más recientes y conscientes soy un hibrido genético que también contiene la herencia africana. Soy un cantor de calypso y de otros tipos de canción, me hubiera gustado ser un calypsonian pero no lo soy, apenas soy un seguidor de los grandes cantores limonenses.

AP La propuesta musical de Cantoamérica se fundamenta en fusiones de la música afrocaribeña con el blues, jazz, rumba y expresiones de la batucada brasileña… Has participado con Cantoamérica  en conciertos y presentaciones por Europa, Africa, Asia y Usa. ¿Cómo digieren los espectadores las diversas propuestas musicales?

MM Son ya muchas giras transcontinentales, en las cuales hemos podido observar cómo la gente recibe con sorpresa nuestro repertorio afro viniendo de un país como Costa Rica que siempre se proyectó como un país “blanco”. La fuerza del calypso limonense, la ternura del bolero y la energía híbrida de nuestro repertorio, que resulta costarricense en su temática y en la manera de interpretación de las raíces afroamericanas, nos ha permitido una comunicación fluida con los públicos del mundo más allá de las fronteras lingüísticas. El año pasado en Benín, África, logramos compartir esas raíces con músicos de allá y  grabamos un disco que hermana nuestros repertorios pues fusionamos los cantos y los instrumentos con la fluidez de quienes navegan por el mismo cauce.

AP Puerto Limón es conocido por sus colores tropicales, la música, la gastronomía  sincrética, la belleza de sus playas texturadas, y por sus carnavales que se llevan a cabo en el mes de octubre, desde hace varias décadas. Hay  calypsos que homenajean al Carnaval de Limón…  Recuerdo  “Los Carnavales en Limón” y “Carnaval day” del grupo Kawe Calypso…  Podrías  describir un día de carnaval…

MM En el dia de carnaval Limón despierta, ríe y baila. Ya no hay diferencias y todos participan de la fiesta. El ritmo de los tambores recuerda aquella tierra transatlántica de donde vinieron los ancestros africanos. Ferguson nos dice: “El pobre Willie y su mamá Maymay, mírenlos empujando entre la multitud en el día de carnaval, no tienen qué comer, ni tienen qué vestir, pero al carnaval ellos tienen que ir…”

AP Hace unos pocos meses apareció Centroamérica en una cajita de música; vos participás con el pianista Manuel Obregón y los calypsonians limonenses; a lo largo del Cd se puede escuchar  un desfile de voces y ritmos centroamericanos. Además del esfuerzo de “rasgos de identidad”, el sello editor Papaya Music, presenta una especie de “arte objetual” en el diseño… 

MM Papaya es un fenómeno discográfico enmarcado en un proceso a veces intangible de acciones orientadas a revisar las identidades costarricenses y centroamericanas. En las últimas tres décadas, un sector de artistas, investigadores sociales y productores culturales han emprendido la marcha hacia las raíces reales de la cultura en contraposición con las naciones inventadas como diría  Benedict Anderson.
Hace algunos años Papaya surge como la discográfica de lo invisible, de lo que no existía para las grandes empresas del disco. De esa manera el público costarricense e internacional tiene acceso a Wálter Ferguson, Max Goldemberg o a las Leyendas del Calypso Limonense.
Su producción destaca no solo lo musical, inherente a su vocación de disquera, sino a la plástica y el arte visual en función  de esa revisión estética de la cultura popular de la región.

AP Refirámonos a Calypso sinfónico; hubo una presentación en días  recientes (Junio, 2011) en la explanada de la Catedral de Limón... El protagonista fue el calypso limonense;  participó Cantoamérica con la Banda de Conciertos de Limón…  Los calypsonians convidados fueron  Shantí, Cyrilo Silvan y Yuní…  ¡Un espectáculo  de lujo; en armonía con  el  entorno y la cultura afrocaribeña!

MM Bueno pues, espectáculos como ese son parte de los logros de un proceso de tres décadas de Cantoamérica y su relación con los calypsonians limonenses. En un afán de colaborar con la visibilización del calypso y sus creadores, hemos generado iniciativas en distintos momentos para renovar, dentro de un proceso de conservación, las expresiones ligadas al calypso limonense.
Luciano BonuccelliEn el 2004, para el Festival Nacional de la Artes que se llevó a cabo en Limón, se me ocurrió reunir a estos viejos calypsonians y acompañarlos con mi banda Cantoamérica para presentarnos durante el festival. Organizamos un repertorio con lo más representativo de Lenkí, Silvan y Shantí. El impacto fue positivo tanto en público como en los medios de comunicación.
Ya a estas alturas yo me encontraba interactuando dentro de una especie de taller de investigación sobre la Africanía, promovido por la Doctora Rina Cáceres, desde el CIHAC, Centro de Investigaciones Históricas de América Central, en la Universidad de Costa Rica. Fue allí donde empecé a elaborar una tesis para la Maestría en Artes, dirigida por Rina, Lara Putnam y María Clara Vargas. Esa experiencia de intercambio investigativo con distintas personas que como estudiantes o profesores, discutíamos quincenalmente sobre el avance de los procesos de investigación de cada uno, intercambiando ideas de cómo abordar el objeto de estudio o cómo resolver problemas metodológicos, propició en mi un camino hacia la formalización de productos investigativos y musicales que surgieron en años posteriores.
En el 2005 la editorial de la UNED publica el libro “Ritmo, Canción e Identidad: Una Historia Sociocultural del Calypso Limonense”, en el cual intento hacer una síntesis de mis experiencias y recorrido por los pueblos limonenses y los encuentros y diálogos con los calypsonians y otros personajes relacionados con la expresión musical limonense. El texto además hace referencia a las migraciones de las Antillas hacia Limón y la posterior jornada histórica del pueblo afro limonense en territorio costarricense.
Posteriormente, con el pianista Manuel Obregón y la empresa Papaya Music, grabamos el disco que captura el talento de los calypsonians Lenkí, Silvan, Shantí incluyendo además a Roberto “Congoman” Watts y a Emilio Álvarez “Juní”,  otros destacados cantantes de calypso limonense. Este disco se perfila como una antología del calypso de Puerto Limón, impregnado de la cosmopolita relación del puerto con otros puntos caribeños como Panamá, Jamaica, Trinidad y Nueva Orleans en Estados Unidos.
Artículos, ensayos y otras grabaciones discográficas han sido también parte de este proceso, que a lo largo de décadas he recorrido acompañado de músicos, de calypsonians y de académicos, en un continuo ir y venir entre la práctica musical y la investigación cultural.
Dentro de esta perspectiva, lo más  reciente es la incorporación de una banda sinfónica al trabajo de  Cantoamérica y los calypsonians. La Banda Nacional de Limón nos invitó a hacer un par de conciertos con ellos, –con un  repertorio exclusivo de calypso– y la participación de las leyendas del calypso: Silvan, Kenton y Juní. Un primer concierto en el Teatro Melico Salazar en San José y otro en la plaza de la catedral de Limón. Excelente audiencia, el público y los músicos contentos y satisfechos y la perspectiva de otros trabajos juntos. Esta es una acción innovadora en tanto las Bandas Nacionales, pertenecientes a la estructura oficial de la cultura,  normalmente han manejado otro tipo de repertorio, más conservador y excluyente de la cultura popular. 

Alfonso Peña (Costa Rica, 1950). Escritor, editor y provocador. Entre algunos títulos publicados mencionamos: Noches de celofan; La Novena Generación; Labios pintados de azul; Cartografía de la imaginación. Dirige la revista Matérika (www. materika.org). Entrevista realizada en agosto de 2011. Contacto: manija05@yahoo.es. Página ilustrada con obras de Luciano Bonuccelli (Itália), artista invitado de esta edición de ARC.

Agulha Revista de Cultura
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