Barcelona, España. Los dos primeros libros de Ana María Matute (Barcelona, España, 1925), Fiesta al Noroeste (Premio Café de Gijón, 1952), Los hijos muertos (Premios de la Crítica, 1958 y Nacional de Literatura, 1959), llamaron la atención por la fuerza estética del lenguaje y la radicalidad de su planteamiento literario.
El interés se elevó a asombro con la aparición en 1959 de la trilogía -Los mercaderes- formada por Primera Memoria (Premio Nadal, 1959), Los soldados lloran de noche(1964) y La trampa (1969). Ésta última recientemente reeditada por Editorial Destino. Aunque comparte algunos personajes, se trata de una novela autónoma que nos descubre, de nuevo, el universo narrativo de Matute. Por medio de un lenguaje en estado permanente de incandescencia, esta trilogía nos lleva por una trama que se articula en torno a los monólogos, desasosegados y vibrantes, de los diversos protagonistas. Todos ellos se debaten entre los intereses familiares y la afirmación de la propia personalidad, entre el amor y el temor a la soledad, entre el deseo de venganza y la aceptación de la realidad. Así, atrapa los secretos empecinadamente ocultos y los momentos que iluminan la existencia, se descubre benéfica la reconstrucción de la memoria.
“El asombro -dice Matute- de los doce años ante el mundo aún no me ha pasado, por eso creo que me detuve a esa edad. No he podido remediarlo. Así, intento, a través de la interpretación de este asombro y a través de la búsqueda de mí misma, llegar a comprender a los demás, llegar a una verdadera fraternidad.”
Su obra reciente Olvidado rey Gudú (Espasa Calpe, 1997), supone una forma radicalmente nueva de entender la literatura. Sus estructuras narrativas son una consecuencia directa de la realidad cotidiana; reventando los códigos estéticos de sus contemporáneos, su prosa tentacular mimetiza los sistemas del paradigma cultural en que vivimos: el vértigo de las comunicaciones, el exceso de información, los iconos de la cultura pop. Dice Matute: “Es curioso: tengo 85 años y muchos proyectos, pero de repente te das cuenta de que ya no tienes demasiado tiempo para hacerlos”. Este 2010 le acaban de dar el Premio Cervantes de Literatura. [MAM]
MAM En la mayoría de tus libros hay una enorme proyección narrativa de recuperar la memoria, y desde luego la infancia. Es un diálogo muy recurrente que produce en el lector diversas lecturas, ¿qué es para ti la infancia?
AMM Creo que la infancia es fundamental en mi vida. Aunque muchas personas no se dan cuenta de eso, la infancia nos marca para siempre, queramos o no. Hay quienes no se quieren acordar de su infancia, hay otros que realmente no se acuerdan. Yo me he quedado en la infancia. Engordé, envejecí y se me cubrió el cabello de blanco, pero aún vivo en un periodo infantil interminable.
MAM La constante obsesión que tienes por los niños te ha llevado a crear una excelente narrativa infantil, que reflejas claramente en libros como La oveja negra y Sólo un pie descalzo, ¿crees que esto sale de lo más íntimo de tu memoria?
AMM Siempre he tenido, y aún conservo, una gran afición por los niños. Es un mundo que siempre he entendido porque me siento muy cerca y porque siempre me han aceptado como si fuera uno de ellos. Los niños me atraen y me interesan a la vez, pero también me preocupan. Es por ello, que tengo una gran producción literaria infantil, pues es como parte de mi vida.
MAM Otra gran pasión en tus textos son los árboles, incluso tienes un cuento que se titula “El árbol de oro”, ¿por qué el tema?
AMM Detrás de cada cosa, de cada objeto, puede existir un mundo que quizá no todos alcancemos a ver. Yo lo percibía a través de los agujeros de los tres árboles; el niño del cuento lo percibe cuando en la biblioteca, por una rendija en la pared, se le aparece ese árbol de oro. Según como miramos, el mundo es nuestro o nos es totalmente ajeno…, y no hay más que decir. Un niño como un árbol son una caja de Pandora, y mejor sería no tocarlos mucho.
MAM ¿Podríamos decir que este cuento nace de esa relación?
AMM Creo que es difícil decirlo. En cierta forma, representa muchas de las cosas que sentía cuando era niña. A esa edad veía árboles de oro, como le pasa a Ivo, el protagonista de “El árbol…” En aquel cuento nadie observa nada. Sólo una niña, la narradora del cuento, dos años después de la muerte de Ivo, llega descubrir por fin un árbol encendido y brillante, al pasar por el cementerio, todo lo que su compañero de clase había soñado, sentido y deseado. La niña se acerca y, debajo de aquel árbol bañado de luz, encuentra una cruz caída que endereza y en la que lee: “Ivo Márquez, diez años de edad”. Comprende en ese instante, como en una revelación, que ella había sido la ciega y que él supo disfrutar del don de la vista. Lo que siente al fin es una gran tristeza y una gran alegría al descubrir el secreto de su amigo Ivo.
MAM En fechas recientes descubrí otra de tus grandes pasiones: la pintura. Y según me han dicho tienes algunos dibujos, ¿has dialogado en algún texto con la pintura y la narrativa?
AMM Empecé a dibujar de muy pequeña y, según dicen, lo que dibujaba tenía cierto interés “estético”. Una vez superada mi timidez inicial, en el colegio hacía caricaturas de mis profesoras en la pizarra para que se rieran las niñas, pero luego dejó de interesarme. Me han atraído siempre más el dibujo, la pintura y el retrato. Me gusta todo lo relacionado con el arte, cualquier cosa que pudiera expresar de alguna manera todo lo que sentía. La pasión por el dibujo y la pintura es algo que sigo llevando dentro. Tengo un libro que se llamaLos hijos muertos, con un dibujo mío en la portada. Y la primera vez en mi vida que gané algún dinero con mi trabajo fue con mis dibujos.
MAM Un aspecto que marcó a toda tu generación fue la Guerra Civil, ¿qué recuerdas de ella?
AMM El mundo cambió para nosotros de una manera brutal. Todo el mundo encerrado en el paréntesis que va desde la infancia a la adolescencia se había consumido en tres años de asombro y de descubrimiento demasiado brusco. Pasamos de estar siempre controlados a vivir en completa libertad, vagando por las calles en busca de colas para recoger algo. En aquellos terribles años, crecí monstruosamente, al encontrarme sumergida en un mundo crudo que estábamos descubriendo.
MAM Creo que en muchos pintores, dramaturgos, escritores y desde luego, en tu vida, quedó marcada por la muerte, la crueldad…, ¿has aprendido algo de ello?
AMM Desde luego. Conocimos la vida, el odio y también algo tan importante como la amistad y el amor. A veces, encontrar un verdadero amigo puede ser tan difícil como encontrar al amor de tu vida, o en otro sentido, escribir la novela de tu vida. Y digo lo de la amistad, porque junto al egoísmo y las traiciones, también brilla por sí misma la amistad.
MAM Tu novela Los hijos muertos es reflejo de ese desastre social y cultural que viviste…
AMM Es una de las novelas de la que estoy más satisfecha como escritora, pero que creo que poca gente la ha leído a excepción de algunas personas cercanas. Trata de la Guerra Civil y es un documento de primera mano. Hablé con mucha gente cuando la estaba escribiendo, aparte de que me acordaba perfectamente de muchas cosas. Creo que es un libro que registra un momento histórico, crucial para la vida española contemporánea.
MAM ¿Cómo viviste la censura?
AMM La censura tenía oprimidos a los artistas en general. La censura era arbitraria y estúpida. En una ocasión, a un escritor le tacharon las frases en que describía cómo una muchacha se levantaba y se ponía las medias. No sé qué verían en esas medias aquellos ojos, pero se lo tacharon. Y al lado escribieron: “La mujer española, lo primero que hace al levantarse es rezar”. Había que rezar sin medias, aunque una se helaba de frío. Creo que la censura es lo peor que puede sufrir un artista.
MAM Ahora que has cumplido 75 años se recogen en un volumen casi todos los cuentos que has escrito, aparecidos originalmente entre 1960 y 1995, donde están reflejados tus grandes temas: la soledad, la injusticia, la incomunicación, la memoria y la niñez. ¿Cómo los contemplas después de tantos años de trabajo?
AMM Pues como lo que son. De alguna manera parte muy especial de mi vida, un registro de la memoria importante. Es que siempre he sido como he sido. Nací en una familia acomodada en la que no faltaba nada, pero yo me sentía mal en aquel ambiente, sobre todo en el colegio de monjas, que era horrible. No me gustaba lo que gustaba a las otras niñas, nunca jugué con muñecas, yo prefería los libros y un teatrito que tenía. Cumplí once años en julio de 1936, cuando empezó la Guerra Civil. Antes vivíamos en una campana de cristal y de repente saltó hecha pedazos. La posguerra fue mala, pero la guerra fue terrible, la violencia fue impresionante. Me sentía estafada, como si me hubiera engañado. Me quedó como un rencor: la vida no era como me la habían contado y quizá muchos de mis libros son reflejo de ese rencor.
MAM Pero creo que mucho de ese rencor es maravilloso, pues has dejado un testimonio claro de una época. Además, eres una autora querida en Europa y algunos de tus libros como Olvidado rey Gudú, es referencia obligada en las letras españolas, ¿lo crees?
AMM Dijeron de ese libro que era una novela de hadas…, cosas de la Matute. Algunos que no han leído el libro lo compararon con Tolkien y está más en la línea del rey Arturo. Es un libro mágico, pero no de hadas. En general, lo dejaron muy bien, pero pensé que algunos críticos no lo habían leído y que si lo habían leído, peor, porque no se enteraron. Creo que este es otro de los libros de mi vida. Lo tenía medio acabado hace 25 años, pero no era el momento y lo dejé. No me equivoqué entonces ni al publicarlo hace cuatro años.
MAM ¿Y ahora ¿qué escribes o qué tienes pensado?
AMM Estoy escribiendo una novela que tengo en la cabeza desde hace algunos años, Paraíso inhabitado se titula. Es una historia que arranca en 1936 poco antes de la guerra, y que llega hasta la actualidad. Aunque no me gusta mucho hablar de ella, porque si lo hago se me pasa la euforia y ya no escribo. Hace años tomé notas, que, como siempre, luego no sirvieron de nada, pero la novela me resuena ya por todos lados. También quiero escribir un libro para explicar cómo soy, mis letras, mi localización geográfica, mi país. Me siento muy europea. No unas memorias, sino un testimonio más personal.
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Miguel Angel Muñoz (México, 1972). Poeta, historiador y crítico de arte. Es autor de los libros de ensayo: La imaginación del instante: signos de José Luis Cuevas (2001), Materia y pintura: aproximaciones a la obra de Albert Ràfols-Casamada (2002), y Travesías (2004). Es director de la revista literaria Tinta Seca. Contacto: miguelamunozpalos@prodigy.net.mx. Página ilustrada con obras de Leda Astorga (Costa Rica).
El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânica, bajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins. |
quarta-feira, 19 de novembro de 2014
Ana María Matute: “El interés se elevó a asombro” | Miguel Ángel Muñoz
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