FLORIANO MARTINS Dice Lorenzo García Vega que
“un autor de memorias o un hombre que está hurgando en su pasado más que
ofrecer un mundo resuelto lo que hace es ofrecer su caos y dejarlo sin
resolver”. Cualesquiera sean los recursos usados en la creación de poemas,
pinturas y collages, ¿cómo te relacionas con la memoria? ¿Qué intervención le
atribuyes en tu obra? ¿Acaso buscas resolver alguna cosa con tu poesía?
CARLOS M. LUIS Voy a comenzar por el final
de la pregunta. Resolver algo con mi poesía me llevaría a continuar la tradición
romántica que los surrealistas y Lezama Lima hicieron suyas: de hacer de la
poesía una especie de sacerdocio. El poeta entonces se erige como un demiurgo,
un ser aparte, que practica, de acuerdo con Lezama, “una moral de las
excepciones’’. Heidegger tambien quiso otorgarle a la poesía esa misión que la
ha sobrecargado de un peso que en mi opinión no le corresponde en estos tiempos
que corren. Yo simplemente hago poesía para jugar. Es un juego: ni más ni menos
que eso. Pero eso sí: es un juego que hay que tomar en serio.
En cuanto a la memoria, tengo desgraciadamente una
memoria fotográfica de mi pasado, aún del más remoto. Supongo entonces que
partículas de esas memorizaciones entran a formar parte de la materia de las
cosas que escribo. Por otra parte están los sueños, no olvidemos que los sueños
son escenarios donde la memoria monta sus mejores collages.
Yo sueño mucho y además soy un “collagista”
empedernido.
FM Conociste desde temprano a Jorge Camacho. De él dice Jean Schuster -refiriéndose a lo que llama
“sus preocupaciones rousselinianas”- que “su idea preconcebida lo conduce a una
técnica mental (como en Dalí y Magritte) por oposición a las técnicas físicas,
por otra parte tan dignas de atención, de Max Ernst, Domínguez y Paalen”. Me
gustaría escuchar tu comentario acerca de esa oposición establecida por
Schuster, entre una técnica mental y una física, tomando como base tanto la
obra de Camacho como tu propia experiencia estética.
CML A Jorge Camacho lo conocí
cuando tenía él unos ocho años y yo cerca de diez en Guanabo una playa cerca de
La Habana donde nuestras familias poseían residencia de verano. Repasábamos
entonces unos libros de imágenes geográficas y de historia natural que un
español, amigo de nuestras familias, poseía en su biblioteca. Quizás si en esas
primeras experiencias visuales se encuentran las raíces de su pintura y las de
mi poesía.
Pasando el tiempo descubrí la poesía surrealista y
se la di a leer a Camacho. El resto es historia. Schuster habla de las técnicas
mentales de Camacho, y hay algo de cierto en ello. Su personalidad se inclina
más hacia una exploración apriorística del espacio que va a cubrir con sus
figuras que al uso de medios que las descubran a posteriori como ocurren con
las decalcomanías de Max Ernst, por ejemplo. Camacho, por lo tanto, no juega
con el azar como me gusta hacerlo a mí. Yo parto de un principio donde mi
exploración va descubriendo, sobre el terreno, efectos que me abren una
percepción nueva. Mi uso de la computadora no obedece a un programa determinado.
Abro el programa (‘‘paint’’ por ejemplo) pero de inmediato lo deconstruyo, y
comienzo a experimentar, o si se quiere a jugar con él a ver qué pasa. Por otra
parte Camacho no gusta de hacer collages. Esos encontronazos entre varias
realidades opuestas no entran dentro de su campo visual.
FM Ya me dijiste que tu “primer
gran descubrimiento de la poesía en general fueron los collages de Marx Ernst”.
René Crevel decía que lo que más le asombraba de Ernst era la simplicidad de su
creación, un despojamiento de alguna manera contrapuesto a los falsos
artificios de la complejidad defendidos por un arte contemporáneo que, lejos
del alcance ontológico que encontramos en Ernst, no es más que una fugacidad
torpe con aires de gran obra. Esa dislocación
conceptual, de causa y efecto, me parece definir muy bien la falsedad
ideológica del arte que se produce hoy, casi en su totalidad regimentado por
las leyes del mercado.
CML Descubrí el collage a
temprana fecha, al mismo tiempo que el Surrealismo (debido a la compra que hice
del libro de Cirici Pellicer sobre ese tema en una feria del libro de La Habana
cuando apenas tenía dieciséis años) y que el socialismo (ese mismo día adquirí
también el panfleto de Engels Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico.)
Para mí fue ‘‘le coup de foudre’’. Continúo creyendo que los collages de Max
Ernst fueron el descubrimiento poético más importante de su momento. ¿Qué veo
hoy en día en los mismos?
Veo, ante todo, una disponibilidad o sea, una
constante apertura para ir añadiendo nuevos espacios imaginarios habitables.
Veo también en los mismos la esencia del juego, desde el acto inicial de buscar
y encontrar láminas con reproducciones que salten a nuestra vista como posibles
collages, hasta el manual de utilizar las tijeras y la goma de pegar. El
collage descubre un mundo dado y lo transforma a su antojo, convirtiéndolo
entonces en la mejor traducción de nuestros sueños. Y hasta de nuestra locura,
ya que en los mismos existe un elemento esquizoide en el cual, en definitiva,
todos participamos.
FM Aún residiendo en Cuba, en
1951, participas de la formación del grupo Orígenes. Lorenzo Vega dice
que “Orígenes fue el grupo más contrarrevolucionario que ha parido madre
desde el comienzo hasta el final”. Necesito entender la aplicación de este
concepto, porque lo que se sabe respecto a Lezama es que fue un exiliado en su
propio país, y también se podría pensar en Lorenzo, que se exilió en España, y
tú mismo saliste de Cuba para New York por razones políticas; todas contraposiciones
al gobierno revolucionario de Fidel. ¿De qué manera entiendes esa afirmación de
Lorenzo acerca de una condición contrarrevolucionaria de Orígenes?
CML Ante todo una aclaración: yo
no formé parte de la creación del grupo Orígenes. Éste se fundó en 1946,
cuando yo tenía catorce años. Conocí a Lezama y a Lorenzo García Vega en casa
de aquél a finales, creo, de 1951. Después trabé amistad con los dos y más
tarde con los demás miembros del grupo.
Vayamos ahora a tu pregunta, que necesita una
elaboración cuidadosa.
Para entender la frase de Lorenzo habría que
situarse dentro del contexto histórico en el cual Orígenes se
desarrolló. Lorenzo y yo (a quien veo prácticamente todos los días) hemos
hablado hasta la saciedad de todo esto. Para ser justos, entonces, la frase
tendría que componerse de la siguiente manera: “Orígenes fue un grupo
revolucionario que utilizó los medios más contrarevolucionarios que ha parido
madre’’. ¿Cómo es posible eso?
En primer lugar, entendiendo que Cuba era un país
desintegrado en lo político y mediocre en lo cultural cuando Orígenes hizo
su aparición. Frente a un panorama desollado, de indiferencia total hacia toda
manifestación cultural seria, con una ‘‘vanguardia’’ maltrecha entregada a una
política rasera, Orígenes se alzó como el defensor de la creatividad y
del no conformismo frente a los poderes políticos establecidos. Sencillamente
le viró la espalda a las tentaciones de una sociedad corrompida hasta sus
huesos y de una superficialidad que señoreaba por sus respetos. Los origenistas
despreciaron la política y apostaron por la poesía. En ese sentido, y dentro
del contexto cubano, fueron revolucionarios.
Vayamos ahora al reverso de asunto. La poesía y el
arte en general que los origenistas escogieron como vía de expresión (salvo
Lorenzo García Vega y Lezama, que es un mundo aparte) fue esencialmente
conservadora y hasta reaccionaria. Rechazaron la vanguardia y todo el
pensamiento moderno de su época a favor de un catolicismo de capilla ardiente.
Por ejemplo Fina García Marruz afirmó recientemente que ‘‘les aburría Freud’’
mientras que Cintio Vitier siempre se refirió acerca del existencialismo con
displicencia. Del marxismo, ni hablar. Lezama me dijo un día que todo el
marxismo cabía en el reverso de una chapita de Coca-Cola. El Surrealismo
tampoco tuvo acogida favorable. Claudel y Chesterton, fueron, entre otros, sus
guías espirituales. Es cierto que las izquierdas estaban representadas en ese
momento, en Cuba, por un partido comunista adocenado y stalinista, pero los
origenistas nunca hicieron el menor esfuerzo para sumarse o interesarse por
otro tipo de alternativa. En cuanto a las experimentaciones que se venían
haciendo en las artes en todas las grandes capitales del mundo, los origenistas
las menospreciaban. El culto a una tradición española con visos de grandeza
formaba parte de la poética del grupo, como puede escucharse en las
composiciones de Julián Orbón, quien nunca acogió con beneplácito un lenguaje
musical de vanguardia. Con respecto a Lorenzo García Vega, su poesía anunció
desde su primer libro, Suite para la espera, un idioma que nada tenía
que ver con la línea oficial del origenismo. Esto lo vio con claridad Lezama.
Más: por su parte Lezama se dejó embrollar dentro de una capilla que le puso un
corsé de hierro, impidiéndole abrirse totalmente en sus aspectos más creativos,
el lúdico y el erótico. En ese sentido los origenistas fueron reaccionarios,
aunque el caso de Lezama, por su complejidad, habría que tratarlo aparte.
Me dice usted que Lezama era un exiliado en la
Cuba republicana y habría que añadir que hasta cierto punto en la
revolucionaria. En realidad todos lo éramos. Lezama, sin embargo, era el más
desdeñado de todos. Un intelectual oficial y enteco como Jorge Mañach (ahora
reivindicado por los oficialistas de la revolución) nunca lo aceptó. Lezama
siempre vivió en la pobreza, mientras que otros origenistas (incluyendo a su
hermana Eloísa que estaba casada con un hombre rico) vivían con mayor o menor
abundancia económica.
Ahora bien, el exilio, tanto el de Lorenzo como el
mío, es de otra naturaleza. Sencillamente nos hartamos de aquello y salimos del
país. Como en un momento dado, en sus respectivas etapas
contrarrevolucionarias, Cintio Vitier y Eliseo Diego también lo trataron de
hacer, y al fracasar el segundo y no decidirse a última hora el primero,
optaron, pasando el tiempo, por ‘‘convertirse’’ a la fe marxista-leninista
interpretada por su nuevo San Pablo: Fidel Castro. Tengo en mi poder cartas
reveladoras de todos ellos -en el número 1-2 de la revista Újule
(Verano-Otoño 1994), que dirigía Lorenzo García Vega, se publicaron una serie
de cartas de Eliseo Diego dirigidas a mí, que revelan lo que algunos
origenistas pensaban antes de su ‘‘conversión’’- acerca de lo que pensaban
durante ese tiempo.
FM Tu experiencia en el Museo
Cubano, me parece, permitía ese diálogo esencial entre una confirmación
estética y su renovación, a juzgar por las exposiciones allí realizadas durante
la época en que estabas como director ejecutivo. ¿De qué manera se produjo la
interferencia política que provocó tu salida?
CML El Museo Cubano de Miami fue
un reflejo de la mentalidad que prevalecía durante la Cuba republicana. Fundado
por una serie de personas con más nostalgia de su pasado que con un rigor
investigativo acerca del mismo, el Museo languideció en el medio de una ciudad
como Miami poco dada a las manifestaciones culturales serias, sobre todo entre
los cubanos. Como director del Museo intenté hacer una serie de exhibiciones que
pusieran de relieve, por ejemplo, las obras de muchos de los grandes maestros
de la pintura cubana, algunos de los cuales habían permanecido en Cuba. No voy
a relatar aquí todos los detalles de lo que ocurrió. En suma, parte de la junta
directiva del Museo se opuso a que pintores u otro tipo de creadores que
vivieran en Cuba fueran representados en el Museo, lo cual equivalía a una
censura inaceptable. La crisis rompió durante una subasta donde había cuadros
de esos pintores. Los directores que apoyábamos la subasta fuimos acusados de
agentes de Castro, hasta que la policía del tesoro estadounidense nos investigó
llegando a secuestrar colecciones de arte privadas. Yo tuve que aparecer ante
un gran jurado después que la policía vino a mi casa acusándome de toda suerte
de contubernios con el ‘‘enemigo’’. Todo esto coincidió con los momentos en que
Gustavo Arcos Bergnes lanzó desde Cuba un llamado al diálogo que era -y en gran
medida continúa siendo- un tabú para las clases dominantes cubanas del exilio.
El resultado fue que a las acusaciones se sumaron amenazas de muerte y dos
bombas explotaron, dañando considerablemente una de las salas del museo.
El asunto se dirimió en las cortes y casi dos años
después un juez dictaminó que las obras de arte estaban protegidas por la
Primera Enmienda de la Constitución Estadounidense y que por lo tanto traerlas
desde Cuba no violaba la ley del embargo; ley que, sea dicho de paso, es una de
las tantas infamias que el exilio ha elaborado conjuntamente con los gobiernos
de este país. Fue así entonces que después de más de dos años de controversias
terminé enfermándome y decidí renunciar a la directiva del Museo, y comenzar mi
carrera de profesor en un Seminario donde, por cierto, hubo llamadas
telefónicas para impedir que me aceptaran por mi condición de “comunista’’.
Cosas de Miami o de la Playa Albina, como la llama
Lorenzo García Vega.
FM Tu mudanza a Nueva York te
llevó a un contacto con una perspectiva democrática que no encontrabas en Cuba.
Un gran momento explosivo, donde América (Estados Unidos, nomás) provoca una conmoción mundial
por una libertad extrema, una conjunción irrepetible de factores expansivos,
algo muy distinto de la idea que se tiene hoy de la realidad estadounidense.
Pero allí estabas, en los años 50, con el personal del New Politics. ¿De
qué manera participaste de una crítica al proceso revolucionario cubano?
CML Llegué a New York con mi
esposa e hijos a principios del 62. Comenzaba entonces la famosa década de los
60 que tantos cambios sociales y de sensibilidad habría de traer al mundo.
Mientras que una izquierda de corte libertario iba formándose, existía otra de
raíz más tradicional alimentada por el maltrecho discurso del socialismo
soviético. Estaban también los heterodoxos: trotskistas, anarquistas etc. que
continuaban una línea de pensamiento anclada en las décadas de los treinta a
los cuarenta. En medio de todo eso me encontré que la nueva izquierda, o parte
de la misma, tenía como ídolo al Che Guevara y en segundo plano a Fidel Castro.
Era, hasta cierto punto, comprensible, pero difícil de tragar por alguien que
había salido de Cuba oliendo ya el tufo totalitario que a la larga habría de
enmierdar a la isla. Fue así entonces que, para sorpresa mía, me encontré con
una revista, New Politics, que analizaba críticamente a la revolución
cubana desde un ángulo socialista. Me puse, de inmediato, en contacto con
ellos. Sus directores me abrieron las puertas y hasta nos ayudaron
económicamente en lo que pudieron. Tuve entonces ocasión de debatir el tema
cubano con organizaciones de izquierda, algunas de ellas bastante dogmáticas
por cierto. Con el paso del tiempo me di cuenta que los temas que se discutían
en el seno de la revista tenían más que ver con la ‘‘pureza’’ del dogma
socialista que con las nuevas ideas que se venían planteando por los jóvenes
rebeldes tanto en los Estados Unidos como en otras partes del mundo. En
Francia, por ejemplo, muchas de los principios que promovieron los surrealistas
fueron adoptados por los situacionistas. De manera que me fui alejando del
grupo, aunque les conservo un gran aprecio por la generosidad con que me
trataron. Hoy, con la perspectiva de los años, me doy cuenta que todos los
sueños de aquellas generaciones fueron sencillamente manipulados por el poder.
Las compañías de publicidad de Madison Avenue uniformaron a los rebeldes (aún
recuerdo el día en que vi entrar en la librería donde trabajaba a la hija de
los Kennedy disfrazada de hippie) mientras que la droga fue repartida
libremente a las clases desposeídas. Los afroamericanos, por ejemplo, fueron
neutralizados (cuando no asesinados) así como también lo fue la izquierda en
general, hasta llegar al panorama ceniciento de hoy en día. En cuanto a Cuba…
qué podría decirte. Todo ha sido un desastre. Hoy en Cuba, desplomado el dogma
marxista, quieren llenar el vacío con un origenismo pasado por Cintio Vitier,
quien se ha investido como su sacerdote máximo. Este a su vez revive al siglo
XIX cubano, creando en torno a Martí y al mismo Lezama un culto seudoreligioso.
Cuestionar en Cuba lo que dice Cintio Vitier o hacer una crítica a fondo de Orígenes
es correr el riesgo de ser acusado de practicar un delito de lesa patria con
las consecuencias desagradables que eso podría provocar.
FM Ese pasaje tuyo, de la
convivencia con el barroco y el Surrealismo al abstraccionismo, me tiene
bastante curioso. Te refieres al alemán Wols, por ejemplo, que estuvo ligado al
brasileño Antonio Bandeira, cuando éste residía en París (Bandeira menciona que
su aproximación al existencialismo sartreano fue propiciada justamente por
Wols). Hubo una encrucijada entre abstraccionismo y Surrealismo, y aquí
podríamos pensar en Jackson Pollock o Jean Paul Riopelle. Recordando otros
nombres que siempre destacas -Satie, Michaux, Klee-, crece mi curiosidad: ¿Qué
habría agregado el arte contemporáneo -no me refiero a la confirmación- a esos
excesos propiciados por el Surrealismo?
CML Hubo un momento, hace ya
algunos años, en que me sentí sobrecargado de imágenes que provenían del
Surrealismo o del barroquismo lezamiano. Necesitaba sacudirme de encima ese
peso; y un buen día en Aix en Provence comenzé a escribir unos textos que me
acercaban a lo que yo ‘‘veia’’ en ese momento. Un autor que resultó ser
providencial para mí fue Beckett; otro, en cierta medida, George Perec. Pero
fue la música sobre todo la que vino en mi ayuda: Bach, siempre. Después Anton Von Webern, Morton Feldman, Harry
Partch, John Cage. Giacinto
Scelsi, Erik Satie y también el jazz: Thelonious Monk, Keith Jarret, Charles
Mingus, Uri Cain entre otros. La música fue para mí un elemento catalizador que
se introdujo en las obras visuales de artistas como Wols, Tobey, Michaux,
Deggotex, Baruj Salinas (con quien mantengo una amistad cercana) el grafismo
Zen etc. Actualmente en mis obras gráficas que realizo en la computadora, la
música es como una mano invisible que me va guiando.
FM Al escribir a tu respecto,
Aldo Menéndez observa que tu “poesía visual es meditada, de ideas bien
trabajadas, negación del poema de Arp, que proviene del azar”. Hay quien
defiende que en la creación artística lo que importa no es lo que se busca sino
lo que se alcanza. En los textos de Si/no/si/da/rio y de Contraloquios
y peritextos, ambos de 2002, algo me recuerda a cada momento el encuentro
de Arp con el chileno Vicente Huidobro, que resultó en el libro Tres novelas
ejemplares (1955), una rareza editorial que tuve la oportunidad de
presentar a los lectores brasileños en los años 80. Pues bien, ¿en qué consiste
esa relación tuya con una construcción/destrucción del lenguaje?
CML Llega un momento en que,
como un autista, te encuentras encerrado en el lenguaje. Para mí el ejemplo de
Harry Partch y John Cage me sirvieron de mucho. Ambos compositores, el primero
sobre todo, se encontraron en un momento dado frente a un callejón sin salida.
Partch lo que hizo fue inventar nuevos instrumentos, mientras que Cage, ante el
dilema de escribir para un ballet sin la posibilidad de una orquesta, introdujo
entre las cuerdas del piano distintos objetos y con los mismos alcanzó sonoridades
extraordinarias. Yo creo que ese es el ejemplo que hay que seguir. Inventar,
explorar nuevas posibilidades y sobre todo nunca perder el sentido lúdico como
sustrato de la creación. Romper, entonces, el canon. Para mí, entonces, que no
me propongo descubrir el Mediterráneo, lo que hago es entrar o asomarme hacia
ese otro lado del espejo. Un artista de origen brasileño, Oyvind Fahlstrom,
creó una serie de obras donde la participación del otro consistía en desplazar
las distintas figuras, que el pintor había colocado sobre una superficie
magnética. De esa forma su obra podría hacerse y rehacerse continuamente sin
perder, por ello, su identidad. Ese tipo de juego me interesa, como también los
chance operations de Cage.
FM Y aquí estamos, hablando de
poesía visual, pensando en el letrismo de Twombly o en las experiencias del
uruguayo Clemente Padín. El término “poesía visual” me parece tonto, pues toda
poesía es esencialmente visual. Recuerdo aquí aquel preconcepto de Breton en
relación con la música. Imaginemos el equívoco de una poesía musical. Si se
quiere algo peor: una poesía textual. En esto se pierde la esencia de toda
creación: el sentido humanístico, la relación intrínseca con el hombre, dentro
y fuera de su tiempo. En esto se olvida que no es el hombre quien está al
servicio de la técnica, sino lo contrario. ¿No te parece lo mismo?
CML Esta pregunta exige una
respuesta de carácter filosófico que yo no poseo. Puedo decirte lo siguiente:
en lo que respecta a la poesía visual ésta, en mi opinión ha liberado al
lenguaje de sus ataduras significantes. Más allá de la palabra escrita el signo
aparece como una salida visual que se traduce en palabras conceptualmente, pero
que continúa siendo un acertijo. Es decir, la ambivalencia de un signo como
sustituto de la palabra crea nuevas posibilidades interpretativas y por lo
tanto, abre otros espacios por donde andar. En el fondo todo es cuestión de
eso: cómo abrirnos nuevos espacios. Breton no quiso ver en la música una
apertura y en eso se limitó. Tampoco los surrealistas se lanzaron de lleno a desconstruir
el lenguaje pues en el fondo eran demasiado clásicos, salvo quizás Benjamin
Peret que fue una especie de salvaje de la poesía. La prosa de Breton, por su
parte, es una buena prueba de lo que acabo de afirmar.
FM Tratando específicamente de
tu creación, me dijiste: “Hoy en día intento hacer una síntesis entre cierto
tipo de automatismo y los productos de la poesía visual”, y agregaste que tu
interés mayor era trascender todos esos cánones. ¿De qué manera crees que hayas
conseguido esto?
CML Sí quiero trascender todo
canon y dejárselo a los profesores en búsqueda de poder como Harold Bloom que
pontifica sobre el ‘‘Canon Occidental’’. La palabra ‘‘canon’’ me suena a cañón:
convencer entonces a cañonazos. Hay que decir que en ese sentido, Lezama era
mil veces más maestro que Bloom: jamás impuso un canon. Por el contrario, lo
trasgredía cuando se trataba de recomendarte lectura importante. Por ejemplo, a
Lorenzo García Vega le aconsejó como primera lectura Los cantos de Maldoror.
No hay profesor ni crítico en el mundo que se le hubiera ocurrido semejante
elección. Pero eso es lo que hizo a Lezama grande y a los demás pequeños. André
Breton (que conserva a pesar de todo ciertas afinidades con Lezama y viceversa)
tenía también su anti-canon. Por mi parte no sé si he podido conseguir del todo
trascender el canon, pero trato de hacerlo en la medida en que los medios que
tengo a mi disposición así lo favorecen. La computadora ha sido para mí un
objeto liberador que me ha permitido utilizar la técnica al servicio de mi
imaginación. Para muchos es un instrumento de dominación, pero yo sigo creyendo
como los surrealistas que hay que cambiarle el destino a los objetos. ¿Te
acuerdas de la plancha dentada de Man Ray? Pues bien hay que buscar la manera
de que a la computadora le salgan clavos o algo por el estilo.
[2002]
CARLOS
M. LUIS (CUBA, 1932-2013)
Los Años-Los Días. Ed. del Autor. México. 1953. / Simulacro
de lo Absoluto. Ed. Deo Autor. Cuba. 1954. / Espacio Deseado. Ed. Deo Autor. USA. 1957. / Entrada en la Semejanza. Ed. Exilio. USA. 1972. / Dysfunctional Texts. Ed. Luna Bisonte.
USA. 2002. / Núcleos. Ediciones Catalejo. USA. 2002. / Walls
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collaboration with Derek White]. Calamari Press. USA. 2005. / Tellthismuch [in collaboration with
Wendy Sorin]. The Runaway Spoon Press. USA. 2005. / Trap Texts. I-II Eight Pages Press. Finlandia. 2005. / Dilapidarium. Xexoxial Editions. USA.
2005. / Factuum [in collaboration
with Steve Delashinsky]. Xtant Publications. USA.
2006.
***
Artista convidado: James Gleeson
(Austrália, 1915-2008).
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