quarta-feira, 6 de janeiro de 2016

HAROLD ALVARADO TENORIO | Aimé Césaire


Quizás el más influyente de los escritores caribeños de expresión francesa de su generación, Aimé Césaire fue uno de los fundadores de la Negritud, un movimiento que quiso hacer de las tradiciones africanas de los descendientes de esclavos una suerte de contrapeso a la pretendida superioridad cultural de occidente en los países colonizados por la Europa imperialista de siglo de la esclavitud. Césaire concibió la Negritud como resistencia a la asimilación que imponía el colonialismo y como un impulso a los elementos africanos de la cultura de su tierra, desprestigiados por el racismo blanco.
Nacido en el seno de una familia de campesinos en Basse-Pointe al norte de Martinica en 1913, cerca a Saint Pierre, la antigua capital de la isla destruida por una erupción volcánica siete años antes de su nacimiento, Césaire creció en medio de la pobreza, los despojos y la imaginería volcánica que luego invadiría buena parte de su poesía.
Hizo la primaria en Fort-de-France la nueva capital, donde conoció el riguroso sistema de la educación pública francesa que sometía entonces a los jóvenes a un severo conocimiento de sus tradiciones poéticas, y pudo identificarse con la reprimida cultura africana de sus antepasados, convirtiéndose en uno de esos narradores de historias que han conservado, mediante la oralidad, la memoria de los antepasados venidos de África al Nuevo Mundo.
Césaire llegó a Paris en 1931, con 18 años, gracias a una beca de estudios en el preciso momento cuando la intelectualidad que deambulaba por una de las capitales del mundo de entonces comenzaba a preguntarse por la influencia del África en las artes y las letras de occidente. París vivía una extraordinaria actividad intelectual, ideológica y artística que ayudó a definir su carácter. Ingresó en el Lycée Louis-le-Grand y luego en la Ecole Normale Superieure, donde escribió una tesis, hoy perdida, sobre El Sur en la poesía negra norteamericana. Junto con el guyanés Léon-Gontran Damas y el senegalés Léopold Sédar Senghor, fundaron la revista L´Etudiant Noir en 1934, inspirados en el jazz y el llamado renacimiento del Harlem neoyorkino. Césaire fue un típico poeta de la izquierda francesa, influenciado por Horacio gracias a sus lecturas de Rabelais o Claudel y de rebeldes como Rimbaud, Lautremont, Nietzche y Freud, enemigos acérrimos del racionalismo occidental y cristiano, pero también por intelectuales negros norteamericanos como Langston Hughes o Claude McKay, poco conocidos entonces.



Fueron esos los años cuando desarrolló las ideas que circulan por su más famoso poema, Cahier d´un retour au pays natal (1939), donde aparece por primera vez el término Négritude. Diseñado con técnicas del surrealismo, el poema se inspiró en los paisajes martiniqueses y en el líder de la revolución haitiana cuya biografía (Toussaint Louverture: la révolution française et le problème colonial, 1960)  escribiría más tarde, y explora las diferencias culturales de los negros anunciando los movimientos contra el racismo de los años sesenta con una variedad estilística que usa de una prosa incandescente contra las injusticias y de un exacerbado lirismo para celebrar los ancestros africanos. 
Como Octavio Paz, Césaire encontró en las posturas del surrealismo un camino para negar y oponerse a las convenciones ideológicas y literarias de la cultura colonial francesa, y siguiendo los postulados de Marx y sus seguidores abolir la realidad opresiva de unas sociedades decadentes que se creían únicas y verdaderas, expresando las tendencias más ocultas, del ser y la historia, mediante la imaginación y la poesía. Pero fue el viaje interior hacia las prosodias aprendidas en la niñez martinicana, en choque e iluminación con los presentes europeos, los que levantaron el tono de su poesía, una lengua capaz de expresarse en un francés negro. Su famoso poema combina la historia africana y americana con reflexiones sobre el racismo parisino y despliega una prodigiosa erudición botánica, zoológica,  médica y clásica, enfatizando constantemente en el ritmo del habla y las tradiciones orales de los negros antillanos, tan cercanas a la música que cambió el mundo a partir de los veintes. Por eso André Bretón, quien luego de una visita a Martinica en 1942 se haría su amigo, calificó el poema como “el monumento lírico más grande de nuestro tiempo”.
En 1937 casó con Suzanne Roussy, martiniquesa con quien tuvo seis hijos. Se hizo entonces profesor el Lycée Schoelcher, y con ella y su amigo René Ménil, publicaron Tropiques, donde difundirían las ideas de la Negritud en los años cuarenta. A finales de esa década fundaría en Paris Présence Africaine, que publicó su prestigioso Discours sur le colonialisme (1950) donde acusaba y cuestionaba el imperialismo norteamericano como otra forma del colonialismo.



Fue elegido alcalde de Fort-de-France en 1945, puesto que conservaría, con una pequeña interrupción, hasta 2001, pero también Diputado a la Asamblea Nacional Francesa entre 1946-1956 y 1958-1993, dominando en la práctica la política de la isla, donde jugó importantes papeles en la creación de la llamada política de départementalisation, que integró Martinica en la Francia metropolitana como un nuevo miembro de los Departamentos de Ultramar, con la pretensión de dar a las colonias lejanas alguna libertad real pero conservando las decisiones centralizadas en Paris y que en últimas, según los críticos, perjudicaron la isla.
Césaire, que fuera maestro de Franz Fanon y Edouard Glissant,  estuvo afiliado al Partido Comunista Francés desde su juventud, pero renunció en 1956 luego de la invasión soviética a Hungría. Fundó entonces el Partido Progresista de Martinica y sostuvo diversas alianzas con los socialistas, apoyando a Ségolène Royal en 2007. Con el paso del tiempo, las nuevas generaciones de intelectuales negros han considerado las críticas de Césaire al colonialismo faltas de radicalidad, sosteniendo que nunca abandonó la lengua de los colonizadores ni escribió en creole y por haber creído que por ser descendientes de africanos todos los negros nacidos en las colonias tenían los mismos problemas.
Algunos de sus libros son Les Armes miraculeuses (1946); Le Corps perdu (1950), con ilustraciones de Picasso; La Tragédie du roi Christophe (1963); Une saison au Congo (1967), sobre la muerte de Patrice Lumumba, y Une Tempête (1969), adaptación de la obra de Shakespeare.







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