¿Una segunda vanguardia en América
Latina en los años sesenta? ¿Reaparición de la corriente poética vanguardista
que se dio en las lenguas latinoamericanas a principios del siglo XX, se ocultó
más tarde durante algunos años, y brotó de nuevo con ímpetu renovado en esa
década espléndida y terrible? He aquí una hipótesis adicional: la existencia de
una vanguardia permanente en el arte literario, asociada a una tradición de la
ruptura, generadora y recipiente de las novedades y las metamorfosis de las
formas escritas, aquello que implica el abandono de las convenciones
anteriores, reverberaciones del idioma que en su perenne movilidad nos recuerda
siempre que el evento central de la vida y el arte literario es el perpetuo
cambio, algo que en la historia de la poesía en lengua española dio principio
en el momento mismo del nacimiento de las lenguas romances.
La década de los años sesenta fue en varios
de nuestros países protagonista de una ruptura de los valores artísticos,
sociales, morales y políticos. Una ruptura que se venía gestando y expresando
desde años anteriores. Un aire fresco y nuevo en la forma de sentir. Una
revolución de las formas, que es lo mismo que decir: una renovación de los
contenidos. La década extendía su ramillete de acontecimientos magníficos y
atroces: la guerra de Vietnam y el movimiento pacifista internacional; la
revolución cubana, que tendió desde el primer día una aureola de esperanza
sobre América Latina, donde muchos países padecían sangrientas dictaduras
militares, golpes de estado y feroces gobiernos oligárquicos. El espíritu de la
época se expresaba en la búsqueda del cambio de estructuras, y eso explica la
intensa experimentación que se dio, el entusiasmo, la novedad y la rebelión en
todos los ámbitos de la sociedad, el cuerpo, el pensamiento y el arte. Es
entonces que se da la toma de estafeta y reaparece con fuerza la corriente
poética de las lecciones que había impulsado la vanguardia de principios de
siglo, personificada señaladamente en Vicente Huidobro, Mario de Andrade,
Oswaldo de Andrade, José Juan Tablada y ultraístas y estridentistas, entre
otros. Es también el tiempo en que se da a conocer el boom y
se lanza una nueva literatura latinoamericana.
México era en los años sesenta centro de
atracción y cruce de migraciones de escritores y poetas que viajaban de países
de América del Sur hacia el norte, y de los Estados Unidos hacia el sur. En
esos años ocurre la llegada a México de varios poetas de la generación beat,
algunos de ellos visitantes frecuentes del país y otros que se quedaron a
residir allí por largas temporadas, entre ellos Allan Ginsberg, Philip Lamantia
y Lawrence Ferlinghetti, los cuales, al mismo tiempo que otros poetas
norteamericanos como los que conformaban el grupo “Black Mountain College” y
los de la escuela de Nueva York, se alejaban de Elliot y Pound, con una actitud
vital distinta frente a la escritura, y mediante el uso de un lenguaje
diferente al de aquellos maestros; ahora estos jóvenes poetas propiciaban y se
beneficiaban de la intervención del azar en el poema “portador de una energía”,
hablaban de versos “proyectivos” o “abiertos”, en tanto que en México se
teorizaba sobre la “fuerza enlazadora del lenguaje”, “obra abierta” versus“obra
cerrada”, y se veía al poema como un “campo de experimentación”. A México
llegaron para quedarse y escribir allí Alvaro Mutis y Gabriel
García Márquez, al lado de Juan Rulfo y Carlos Fuentes, que no escribían ya como sus antecesores pero se empeñaban, como los nuevos poetas latinoamericanos, en la construcción de otra estética, en muchos aspectos inspirada en las lecciones que habían dejado las vanguardias anteriores. En Brasil, Colombia, Argentina, Cuba, Venezuela, Ecuador, Uruguay, Chile, Nicaragua, Perú, en todas partes surgía desde mediados de los años cincuenta una poesía distinta, ya plenamente inspirada por la modernidad, que se apartaba de la que se había hecho anteriormente y se alejaba de la prosodia, la retórica y las formas fijas que la habían sustentado hasta ese momento, a pesar de la irrupción -o interrupción- que había protagonizado la vanguardia. También llegaron a residir en México el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y la chilena Raquel Jodorowsky, mientras se daba entre todos los poetas y países un intenso intercambio epistolar, algo que Jodorowsky llamó “circulación sanguínea de poesía”, mientras Cardenal escribía que “la verdadera Unión Panamericana era la de los poetas, y no la otra, la OEA”. Proliferaban en México y en el continente entero las revistas y los grupos literarios como Eco contemporáneo, El techo de la ballena, Ventana, Pucuna, Tzántzicos, Nadaístas, y el movimiento concreto de Brasil, que, aunque no representaba a toda la nueva poesía brasileña, sí era una parte de la vanguardia de esa poesía y proponía y exploraba una sintaxis visual apoyada en el ideograma y la analogía, en lugar del principio lógico-discursivo del verso tradicional. Además, de Brasil llegaba a todas partes para acompañar el proceso de la escritura, la cadencia del bossa-nova, mientras los beats llevaban con ellos hacia México las novedades del jazz y sus revistas y libros ilustrados con pintura abstracto-expresionista. Como un hecho significativo, en 1964 se celebró en la ciudad de México, convocado por las revistas Eco contemporáneo, de Buenos Aires, y El corno emplumado, de México, un encuentro de poetas y escritores llegados de todo el continente -un eco, quizá, de la Semana de Arte Moderno que se llevó a cabo en Brasil en 1922-, al cual asistió más de un centenar de escritores y poetas para hablar de la renovación, el cambio, la agitación poética.
García Márquez, al lado de Juan Rulfo y Carlos Fuentes, que no escribían ya como sus antecesores pero se empeñaban, como los nuevos poetas latinoamericanos, en la construcción de otra estética, en muchos aspectos inspirada en las lecciones que habían dejado las vanguardias anteriores. En Brasil, Colombia, Argentina, Cuba, Venezuela, Ecuador, Uruguay, Chile, Nicaragua, Perú, en todas partes surgía desde mediados de los años cincuenta una poesía distinta, ya plenamente inspirada por la modernidad, que se apartaba de la que se había hecho anteriormente y se alejaba de la prosodia, la retórica y las formas fijas que la habían sustentado hasta ese momento, a pesar de la irrupción -o interrupción- que había protagonizado la vanguardia. También llegaron a residir en México el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y la chilena Raquel Jodorowsky, mientras se daba entre todos los poetas y países un intenso intercambio epistolar, algo que Jodorowsky llamó “circulación sanguínea de poesía”, mientras Cardenal escribía que “la verdadera Unión Panamericana era la de los poetas, y no la otra, la OEA”. Proliferaban en México y en el continente entero las revistas y los grupos literarios como Eco contemporáneo, El techo de la ballena, Ventana, Pucuna, Tzántzicos, Nadaístas, y el movimiento concreto de Brasil, que, aunque no representaba a toda la nueva poesía brasileña, sí era una parte de la vanguardia de esa poesía y proponía y exploraba una sintaxis visual apoyada en el ideograma y la analogía, en lugar del principio lógico-discursivo del verso tradicional. Además, de Brasil llegaba a todas partes para acompañar el proceso de la escritura, la cadencia del bossa-nova, mientras los beats llevaban con ellos hacia México las novedades del jazz y sus revistas y libros ilustrados con pintura abstracto-expresionista. Como un hecho significativo, en 1964 se celebró en la ciudad de México, convocado por las revistas Eco contemporáneo, de Buenos Aires, y El corno emplumado, de México, un encuentro de poetas y escritores llegados de todo el continente -un eco, quizá, de la Semana de Arte Moderno que se llevó a cabo en Brasil en 1922-, al cual asistió más de un centenar de escritores y poetas para hablar de la renovación, el cambio, la agitación poética.
¿Pero cuál era la herencia que había dejado la vanguardia? En primer lugar, una atmósfera de libertad, la reivindicación del derecho a experimentar y escribir exactamente como lo demandara el momento mismo de la escritura del poema; el abandono de la traba de la rima; el cultivo de la asonancia, y en ocasiones de la angulosidad y la asimetría, herencia del cubismo y el abstraccionismo; el empleo del verso libre: para todo lo cual habían quedado como soportes teóricos, entre otros, las reflexiones de Mario de Andrade en el “prefacio interesantísimo” a su libro “Paulicea Desvairada”, en torno al tránsito de las formas fijas a las irregulares, y los versos melódicos horizontales frente al “acorde arpejado” de lo que llamó “verso armónico”, todo lo cual apunta, aunque sin que él lo haya dicho así, a la participación del lector en la configuración y significado del poema, lo que es una de las característica principales de la poesía y la prosa que se escriben en la segunda mitad del siglo XX. En suma, ahora se confirmaba y asimilaba aquel legado y se proyectaba la novedad fulgurante de otra estética ya plenamente inspirada por la modernidad, explorando y practicando la que es hoy la vertiente más viva y frecuentada por nuestros poetas: ritmo acentual, verso libre, tono y cadencia de la conversación (o de las conversaciones), irregularidad silábica, estrófica y tipográfica, puntuación libre también, todo lo cual ha ampliado enormemente desde entonces las posibilidades de la significación. Trazos artísticos que han seguido explorando muchos de los poetas que escriben en las lenguas latinoamericanas desde entonces y hasta el presente.
Para finalizar: ¿Hay o no una tradición de la
ruptura permanente? ¿Se dio una segunda vanguardia en América Latina en los
años sesenta?
*****
Texto apresentado no debate "Reflexões sobre uma 2ª vanguarda na
América Latina: anos 60", Sala Herman Lima - 19 de novembro de 2008. Mesa
composta por Sergio Mondragón (México) | Jotamario Arbeláez (Colombia) | Mediação:
Claudio Willer (Brasil)
Organização
a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado: Jorge de Lima
Imagens ©
Acervo Resto do Mundo
Esta
edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO
3 O RIO DA MEMÓRIA
A Agulha
Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial
de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de
Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas
de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a
coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
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