terça-feira, 19 de julho de 2016

FÉLIX ÁNGEL | Belo Horizonte: la ciudad, inicio y proceso de su modernidad


En 2002, una exposición representando a Brasil en el programa del Centro Cultural del BID fue concebida para homenajear  la ciudad de Belo Horizonte, sede de la Asamblea Anual del Banco ese año.
Como cabeza del programa de exposiciones, curador y director del Centro Cultural, tuve la oportunidad de viajar a Minas Gerais para organizar la exposición. La experiencia fue inolvidable. Encontré similitudes de actitud entre los mineros y los antioqueños (cuya capital, Medellín, es la ciudad donde nací).
Las similitudes probablemente derivan de la influencia de la geografía. Ambas son regiones montañosas, en el pasado ricas en oro. Sus gentes son recias para lidiar con la brusquedad del terreno, y de paso emprendedoras para dominar y sacar partido de la naturaleza, en ganadería y agricultura, además de la minería. Las montañas han servido de aislante con otras comunidades, por lo que el individuo es  amable, y a la vez llevado de su parecer y un tanto desconfiado. Al menos esa fue mi impresión luego de visitar varias ciudades en el estado, incluyendo la bellísima Tiradentes.  Podría hablarse mucho sobre todo ello, sin embargo este texto está dirigido a comentar el inicio de las expresiones artísticas, plásticas, que tuvieron lugar en la ciudad capital.
Para el que no tenga una visión clara de Belo Horizonte, actual capital del Estado de Minas Gerais, es importante destacar que es una ciudad relativamente nueva en América Latina, en el contexto de fundación de ciudades establecidas por los ibéricos durante la colonia.
A finales del siglo XIX, declarada la República de Brasil, se planteó la necesidad de trasladar la capital provincial del Estado, Ouro Preto, y aprovechar la oportunidad para construir una nueva ciudad en la meseta de Minas Gerais.
En 1893, una Comisión de estado señaló el sitio de la ciudad de Minas -- como la nueva capital debía llamarse, en un barrio del antiguo pueblo minero de Sabará, hasta pocos años antes conocido como Nossa Senhora da Boa Viagem Curral del Rei, fundada en 1750 para servir al transporte y suministro de necesidades de las haciendas ganaderas del estado de Minas Gerais, pero había cambiado su nombre en Abril de 1890 a Belo Horizonte. El distrito fue cedido por Sabará al año siguiente, y la ciudad fue diseñada y construida sobre en un lapso de cuatro años al final del siglo XIX.
El plan urbano, encargado al ingeniero Aarão Reis, siguió del ideal neoclásico. José de Magalhães fue responsable de la mayoría de las estructuras oficiales, arquitectónicamente alineadas con los principios de la École de Beaux Arts en París. En 1897, se inauguró la ciudad de Minas por el Presidente del Estado, Crispim Jacques Bias Fortes. Un año más tarde contaba con una población de 10.000 habitantes. En 1901 el nombre del distrito en que se encuentra se extendió al municipio y la Ciudad de Minas se convirtió en Belo Horizonte. Desde ese momento, la ciudad se levantó como el tercer  asentamiento urbano en Brasil, jugando un papel importante en la transformación del país en las décadas  siguientes, logrando protagonismo en todos los ámbitos de la sociedad brasileña.
La construcción de la nueva ciudad y su designación como nueva capital de Minas Gerais marcaron una ruptura con el régimen colonial (iniciada con la proclamación de la República el 15 de noviembre de 1889) y el abrazo de una utopía, reflejo de una nueva era. De muchas maneras Belo Horizonte simboliza el afán de Brasil a anticiparse al siglo XX, o al menos el propósito de llegar preparado a este.
Muchos artistas franceses, italianos y portugueses participaron activamente en la construcción de la nueva  ciudad.  Luiz Olivieri, arquitecto y escultor formado en Florencia, Italia, diseño varios edificios, entre ellos el Banco de Agricultura (1919).
Aunque el propósito de construir una nueva ciudad era la de entrar de lleno a la dinámica del siglo XX,  los modelos adoptados involucraban implícitamente actitudes del siglo XIX.  Tomo un tiempo entenderlo puesto que la cultura “culta” en Brasil seguía muy de cerca los cánones europeos.
Durante la década de 1920, un movimiento moderno literario desarrollado en Belo Horizonte como resultado, en parte, de la presencia de Carlos Drumond de Andrade. No fue él solo. Como él, sus amigos Emilio Moura, Pedro Nava, Martins de Almeida y João Alphonsus, también poetas, publicaron su trabajo en el periódico Diario de Minas y establecieron un intercambio intenso con São Paulo. Mario de Andrade ayudó, durante su visita a Belo Horizonte, para redescubrir el legado criollo barroco de la región. Su nocturno de Belo Horizonte se regocija en las maravillas de la ciudad. Dos corrientes literarias opuestas evidenciaron el conflicto entre tradición y modernidad. La parte progresista se reunió alrededor de La Revista, mientras que Leite Crioulo galvanizo ideales nacionalistas.
El proceso de integración de Brasil en el mundo contemporáneo exigió cambios en un número de condiciones políticas, sociales y económicas y se inició en la década de 1930. Liderado por Getulio Vargas, el proceso se concentró en las ciudades de São Paulo y Río de Janeiro. En Belo Horizonte el momento más definitivo para el progreso de la modernidad tuvo lugar a principios de la década de 1940, con la llegada la escena política de Juscelino Kubitschek.
Kubitschek nació en Diamantina, Minas Gerais, en 12 de septiembre de 1902, hijo de inmigrantes de la Republica Checa. Se trasladó a Belo Horizonte en 1921, donde completó sus estudios en medicina en 1927. En 1931 casó con Sarah Luiza Gomes de Lemos. Comenzó su carrera política en 1934. Ese mismo año fue elegido a la cámara de representantes, pero no terminó su mandato. En 1937, debido a los cambios políticos del advenimiento del Estado Novo ("nuevo estado"), se vio obligado a regresar a su práctica médica. El momento histórico, sin embargo, señala un momento crucial en que la política y la cultura y el potencial artístico fueron utilizados para promover el  país en términos de progreso y desarrollo.
Designado alcalde de Belo Horizonte en 1940 después de otro cambio en el clima político, Kubitschek llamó a Oscar Niemeyer, entonces en los albores de su carrera, y lo puso a la cabeza muchos de proyectos, entre ellos la reurbanización de Pampulha. Como parte del programa de Kubitschek, la Ciudad de Belo Horizonte emprendió un ambicioso plan de renovación urbana que incluyó la apertura de amplias avenidas y la creación de nuevos barrios: el centro industrial de Contagem , y el complejo de Pampulha, este último concebido como un paraíso para la relajación y el ocio, con club, iglesia, casino, salón de baile y hermosos jardines; un campus universitario se añadió en la década de 1960, durante el movimiento neo-vanguardista.
Un ejército de arquitectos prestigiosos, urbanistas, paisajistas y artistas, además de Niemeyer, como Roberto Burle-Marx, Candido Portinari, José Pedrosa, Agosto Zamoisky, Paulo Osir Rossi y Alfredo Ceschiatti  fueron los encargados de hacer realidad las diversas facetas de la visión nueva de Kubitschek. Esa visión en gran parte tuvo que ver con el racionalismo, concepto integracionista del diseño desarrollado tres décadas anterior en la Bauhaus de Alemania, defendida en Francia por Le Corbusier,  quien ya conocía São Paulo y Río de Janeiro participando en el renacimiento  arquitectónico, en el utilizo el dispositivo del brise-soleil . El experimento de Kubitschek con Belo Horizonte anticipa por más de una década la creación de Brasilia. En 1945 Kubitschek fue elegido otra vez a la Cámara de Representantes a través de PSD (partido político).  Al final de su término en 1950, fue elegido gobernador de Minas Gerais.
La decoración de los edificios construidos en  Belo Horizonte a finales del siglo XIX fue confiada a Frederico Stekel, quien ordenó un número de pintores y escultores responsables de embellecer las estructuras.
Fueron varios los fotógrafos extranjeros contratados para documentar la historia de la ciudad, entre ellos el  francés Émile Rouède, Francisco Soucasaux y Igino Bonfioli. Este  última produjo una serie de documentales sobre la vida en la ciudad y es considerado el primer cineasta de Minas.
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, un número de artistas nacionales como Honório Esteves, Belmiro de Almeida, Alberto Delpino y Aníbal Mattos estuvieron activos en Belo Horizonte. La exposición de Zina Aita puede considerarse la primera muestra modernista de la ciudad.
Coincidiendo con la implementación del plan de reforma de la educación en Minas Gerais del presidente Antonio Carlos de Andrada, llegaron del extranjero la educadora Helena Antipoff y la escultora Jeanne  Milde. El Salón Brasil, celebrado en 1936, representa la adhesión de los artistas de avanzada en la ciudad con las ideas sociales en boga bajo el liderazgo de Delpino Júnior y Fernando Pierucetti, que se manifestó en una predilección hacia el realismo social, en oposición a la  Sociedad de Bellas Artes de Minas Gerais. Las artes de Belo Horizonte en esta comparecencia de tiempo se diversifican  y toman diferentes direcciones. La caricatura política tiene representantes importantes.
La Escuela de Bellas Artes de Belo Horizonte fue también la creación de Kubitschek durante su mandato como alcalde de la ciudad. La escuela abrió sus puertas bajo la dirección de Alberto da Veiga Guignard (Nova Friburgo, Rio de Janeiro, 1896 - Ouro Preto, Minas Gerais, 1962), que estudió en Alemania, Suiza y Francia, donde, con toda probabilidad, absorbió las características del Expresionismo y la Escuela de París. La escuela atrajo a una generación más joven que en la década siguiente contribuyó a transformar la percepción de Brasil y llevar el país a la vanguardia de la arte contemporáneo. Entre los artistas que estudiaron con Guignard y eventualmente recibieron reconocimiento internacional  están Amilcar de Castro, Mary Vieira y María Helena Andrés.
Guignard fue un verdadero personaje. Priscila Freire, director del Museo de Arte de Pampulha lo recuerda como un hombre que, alimentado con sueños de imposible romance, se enamoraba de alumnas y modelos. Nunca poseyó residencia y en cambio vivió de la bondad de sus amigos, a quienes compensó con generosidad con retratos y obras de carácter extraño. La vena expresionista de su pintura llevó a que muchos de sus clientes se quejasen de no ver semejanza entre el retratado y la pintura, a lo que respondía: “no te preocupes, en cien años nadie se preocupará por ello." Era fluido en alemán y francés, pero mantener una conversación con él, dice Freire, "exigía las mismas expertas contorsiones de un artista de circo". Su labio leporino  e incesantes gestos, su  voz nasal que obligaba al oyente a adivinar el significado de muchos sonidos, y su perenne actitud apologética le convirtieron en un objeto de compasión. Pintó la figura de Cristo muchas veces, pero no necesariamente por impulso religioso. Su San Sebastián, por ejemplo, es una sublimación del dolor de su cuerpo afectado por el reumatismo, y al parecer así lo dijo a algunos amigos. Aunque no nació en Minas Gerais, se enamoró del paisaje y la gente del estado, adoptando  Ouro Preto como un lugar para vivir, y allí murió, dejando detrás su fuerte impronta. Después de su muerte, la escuela de Bellas Artes fue rebautizada como Escola Guignard en su honor y ahora es parte de la Universidad Estatal de Minas Gerais.
En 1944, bajo los auspicios del alcalde Kubitschek, Belo Horizonte organizó una segunda Semana de Arte Moderna, emulando la de São Paulo en 1922, que consolidó la vanguardia artística pero también creo polémica en la prensa conservadora. De ahí en adelante el viaje a la modernidad en Belo Horizonte no fue estable. La década del 60 se caracterizó por la aceptación colectiva de los movimientos de neo-vanguardia liderados por artistas tales como Jarbas Juárez y Nello Nuno que opusieron a la tradición de Guignard, el hormigón geométrico y el expresionismo abstracto, tendencias populares en São Paulo y Río de Janeiro. Luego de la restauración de la democracia en Brasil en la década de 1980, las artes de Belo Horizonte se unieron abiertamente al proceso de globalización.

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FÉLIX ÁNGEL (Colombia, 1949). Artista, arquitecto, curador, escritor, y gestor cultural. Vive en Washington DC, hace cuarenta años. Cuenta con más de cien exposiciones individuales y cuatrocientas colectivas, ferias, y bienales en las Américas y Europa. Ha publicado ocho libros y realizado nueve obras murales (públicas) en Colombia. Ha recibido numerosos reconocimientos incluyendo el premio por "Liderazgo visionario de las artes" de la Ciudad de Washington. Visite: www.felixangel.com. Contacto:
felixalbertoangel@gmail.com. Página ilustrada com obras de Leila Ferraz (Brasil), artista convidada desta edição de ARC.



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Agulha Revista de Cultura
Fase II | Número 19 | Agosto de 2016
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