quinta-feira, 28 de julho de 2016

JAVIER MENESES LINARES | Voz y lenguaje en Eugenio Montejo


La historia de la poesía es una constante oscilación entre los extremos de la opulencia y la austeridad, entre la abundancia y la contención retóricas, entre el exceso y la sencillez. Cada cierto tiempo el lenguaje poético, muchas veces saturado de su propia abundancia, se limpia a sí mismo y vuelve a manar como un torrente prístino y sereno: inversamente, cuando ese torrente llega a parecer exiguo y sin variedad, se va engrosando con materias y corrientes diversas hasta alcanzar un volumen y una fuerza tormentosas, cuya naturaleza es la desmesura, o como dice Kant en su libro "Crítica del Juicio": "es la facultad de la exposición de ideas estéticas, entendiendo por ideas estéticas a la representación de la imaginación que provoca a pensar mucho. Sin que sin embargo pueda serle adecuado pensamiento alguno es decir concepto alguno y que, por lo tanto, ningún lenguaje expresa del todo ni puede del todo hacerlo comprensible".
Puede decirse que este movimiento dialéctico contiene la clave de la historia de los gustos y pasiones de nuestros poetas "modernos". Negaciones y contradicciones, reafirmaciones y revisiones del pasado configuran el proceso de la poesía desde hace tiempo; y en el presente eso no ha hecho sino agudizarse y perfilarse como una continua pugna entre modelos que percibimos como irreconciliables, pero que son, ambos, necesarios al vigor y a la experiencia misma del arte.
La complejidad, que es también su problemática, abarca más, en tanto que denota la particular aprehensión del ser humano: individuo de múltiples relaciones con la historia, con su época y consigo mismo, como bien lo expresa Montejo en el siguiente poema:

La vida toma aviones y se aleja; sale
sólo de día, de noche a cada instante
hacia remotos aeropuertos.
La vida es el misterio en los tableros,
Los viajantes que parten o regresan,
El miedo a la aventura, los sollozos...
(Montejo 1972:57)

La disposición especial de Eugenio Montejo para emitir el nuevo mensaje poético, lo debe ubicar en nuestra historia literaria, como uno de los abanderados de la moderna poesía venezolana, lo que cultiva, brota de un modo directo de mirar la vida y descubrir que, en su diario discurrir, hay pequeños milagros, misterios y maravillas de los que no siempre somos conscientes, se trata como dice Paz "de un experimento, en el sentido de prueba de laboratorio: de provocar un fenómeno, por la separación o combinación de ciertos elementos... en todo caso aparece muchas veces una falsa armonía en juego; y el hombre la ha conquistado aunque sea parcialmente. La obra de Montejo es desde todo punto de vista una propuesta de la utopía, el investigador Blas Coll (Eugenio Montejo) incesante de un lenguaje por crear dice muchas cosas que el propio Montejo no puede razonablemente decir. La dialéctica hombre- contorno en Montejo ha empezado a encontrar sus líneas adecuadas, integrando por la palabra los elementos abrumadores de una aparente desproporción, abandonando los detalles pintorescos. Llegar a este principio de dominio de la realidad ha impuesto desde luego varias etapas. La primera, por supuesto, el horror al vacío:

algunas de nuestras palabras
son barcos cargados de especias;
vienen o van según el viento
y el eco de las paredes.
Algunas de nuestras palabras
Las inventan los ríos, las nubes
De su tedio se sirve la lluvia
Al caer en las tejas.
(Montejo 1987:53)

La misión que se ha planteado el poeta es, como una suerte de revelación: todo puede ser prodigioso, si lo vemos y lo sentimos de un modo íntimo y perdurable. La palabra es posesión suya, dice Heidegger que "la flor ocupa en el árbol el medio, justo, entre la raíz; de que todo ha venido, y el fruto, de que todo va a venir. Así que la flor es el límite preciso entre pasado del árbol y fruto del árbol". Percibimos en Montejo una sombría celebración de los placeres de la familia, los objetos cotidianos, el recuerdo, los viajes, la presencia diaria de la muerte; es decir del mundo que se abre y se cierra según medida y nos arrastra como él mismo dice: "no más lejos que un árbol, no más inexplicable; / livianos en otoño, henchidos en verano/ con lo que somos o no somos, con la sombra./ la memoria, el deseo, hasta el fin."
La dimensión de lo imaginario sobrepasa los límites de la razón de manera extraordinaria, porque su temple se forjó primero en la esencia del hombre, su ser, por todos los mecanismos de la memoria, del afecto, de la emoción y se fundieron en el espacio y en el tiempo con todo lo que participa de su vivencia, la poesía en definitiva ha sido su "laboratorio". Alimentadas de un lirismo que cautiva, las palabras de Montejo no están allí para ser leídas simplemente, hay que pronunciarlas despacio, decirlas a nuestro propio oído para que podamos apreciar la música que de ellas brota. Dice Víctor Fuenmayor que "si quisiéramos pensar lo que es esencialmente todo ser humano, en cualquier lugar del mundo y en cualquier cultura. No pudiéramos pasar por alto que el grado cero de la humanidad estaría en la conjunción de un cuerpo con los símbolos, implicando el asujetamiento del cuerpo de la especie humana a la lengua materna, ingresando con esta a una cultura que le pertenecerá por siempre con todo el fondo de humanidad que ella contiene...", así como la tierra está hecha de profundas contradicciones: sencilla y compleja, hospitalaria y cruel, fértil y estéril, el mundo de Montejo está regido por principios similares, muchas veces inexplicables, un tanto caprichosas otras, pero íntimamente ligado a esas cosas, en medio de ellas:

la vida vale más que la vida, sólo eso cuenta.
Nadie nos preguntó para nacer,
¿qué sabían nuestros padres? Los suyos qué supieron?
Ningún dolor les ahorró sombra y sin embargo
Se mezclaron al tiempo terrestre.
Los árboles saben menos que nosotros 
y aún no se vuelven...
(Montejo 1972:19)

Dijimos anteriormente que Montejo aparte de ser un gran poeta, ha elaborado también una obra crítica importante y su trayectoria presenta dos fases: una de práctica del canto, la otra de reflexión sobre la práctica, lo que nos da un preciso testimonio que enlaza las dos orillas de su existencia literaria. Su lectura es una experiencia fascinante que nos permite ver todo lo que no es él, "las humildes y caducas realidades", y ver como las arrastra consigo para hacerlas participar de esa interiorización donde pierden su valor y su uso, su naturaleza falseada y donde pueden también sus estrechos límites penetrar en la verdadera profundidad. "A esos juegos de palabras de la vida -dice Víctor Fuenmayor- se dobla con los juegos de las palabras de la escritura, entrando en la creación de las formas que nos llevan a un nombre- cuerpo diseminado en las letras y sílabas de un poema... de una lengua materna que elabora las formas simbólicas de un cuerpo deseante":

ahora soy esta luz que duerme, que no duerme,
atisbo por el hueco de los muros;
los caballos se atascan en fango y prosiguen,
miro la tinta que anota los nombres,
la caligrafía salvaje que imita los pastos..."
"soy esta vida y la que queda,
la que vendrá después en otros días,
en otras vueltas de la tierra.
(Montejo 1972:21)

Su obra es un registro de lo que siempre está allí, de lo que acompaña nuestra vida en silencio y casi sin hacerse notar, pero que hace de ella una experiencia digna e irrepetible. Montejo siente la presencia de las cosas y los objetos que rodean nuestro días con un "oscuro esplendor", como tratando de devolverle a las cosas la alta función que cumplen en el mundo de los hombres. Rescatándolas del olvido y de su propia mudez, convirtiéndose en textos y poniéndonos al lado de ellos. En el libro "Hölderlin y la esencia de la poesía" dice Heidegger que "somos un diálogo y esto quiere decir: podemos los unos oír de los otros. Somos un diálogo y esto viene a significar además: somos siempre un diálogo. La unidad del diálogo consiste, por otra parte, en que la palabra esencial se hace patente lo uno y lo mismo en que nos unificamos, sobre lo que fundamos la unanimidad, lo que nos hace propiamente uno mismo..."; de esta forma Montejo ha purificado el lenguaje y ha enriquecido la comprensión de la existencia cotidiana con una realidad que asombra. Su obra apunta en el sentido múltiples dimensiones. Esta reflexión de la poesía sobre sí misma, es recurrente en la tradición y se acentúa en la poesía moderna desde Holderlin y Novalis. Es la poesía que canta al canto, o al cantar habla del canto; todo cargado de una fuerte impronta emocional, de allí, el tejido de injerencias que encontramos en el rico mundo de la palabra de Montejo, poblado de significación, de "unión del signo con las pasiones y emociones estableciendo como reto encarnar en el cuerpo con las palabras":

La terredad de un pájaro es su canto,
lo que en su pecho vuelve al mundo
con los ecos de un coro invisible
desde un bosque ya muerto.
Su terredad es el sueño de encontrarse
en los ausentes,
de repetir hasta el final la melodía
mientras crucen abiertas los aires
sus alas pasajeras,
aunque no sepa a quién le canta
ni por qué,
ni si podrá escucharse en otros algún día...
desde que nace ya nada lo aparta 
de un deber terrestre,
una persecución sin tregua de la vida
para que el canto permanezca.
(Montejo 1972:52)

La poesía de Montejo se permite un mundo perfectamente acabado, pero es también un universo distinto y propio donde muchos de los elementos aparecen con un significado diferente al que normalmente se le atribuye. Se di ría que es un gran proscenio en el que van apareciendo representados todos aquellos objetos y sentimientos que nos son tan familiares, con el pequeño matiz de que sus nombres no se corresponden muchas veces con las funciones habituales que estamos acostumbrados a atribuirles, precisamente por esa concepción acorporal que muchas veces ha dominado nuestro pensamiento, pero que sin embargo están allí:
"Si existe algún simbolismo universal en gestos, posturas y movimientos, todos ellos se corresponden al esquema corporal... las tendencias actuales de la investigación en las ciencias humanas encuentran en ese concepto uno de los pocos aportes donde cuerpo/lenguaje, cuerpo/mente, cuerpo/idea, no se encuentran separados" (Fuenmayor, 1998:5). Ese despertar creativo por medio de expresiones integrales (cuerpo, escritura) no es otra cosa que los procesos creativos de poetización de la vivencia: "arte de la vida", desde que nacemos hasta que morimos, donde la palabra de la lengua materna es la base de "múltiples representaciones e interpretaciones" en este poema que aquí se estudia.

En la mujer, en lo profundo de su cuerpo 
se construye la casa,
entre murmullos y silencios.
hay que acarrear sombras de piedras,
leves andamios,
imitar a las aves.
Especialmente cuando duerme
Y en el sueño sonríe
..........nivelar hacia el fondo,
no despertarla,
seguir el declive de sus formas,
los movimientos de sus manos...
(Montejo, 1972:37)

Este poema titulado "La Casa", nos da una idea de los lazos muy particulares de Montejo; la casa es el mundo en miniatura que configura al mismo tiempo que es configurada. La personalidad del hombre se refleja en su casa, pero a su vez, la personalidad de la casa influye en el hombre. La memoria de la casa se proyecta en el pasado y a la vez en la intimidad del escritor, es expresividad incalculable, humanizada y cálida. Es indudable, que este lenguaje poético procede de una constante operación transformacional, padecida y sentida en la búsqueda de la expresión del mensaje; nos conduce por las escondidas regiones en las que la palabra poética, paradógicamente se ilumina para cumplir su función estética. En su obra hay armonía y visión del destino del hombre, desembocando, como dice Ferrari, en la cuestión capital de la escritura del poema, de lo que él es decible o indecible.
Una vez que Montejo en su poesía es capaz de incorporar el misterio, descifrarlo en su lenguaje y ofrecerlo a la comprensión y sentimiento del hombre a través no sólo de la palabra sino de la música que hay en sus versos que no pretenden ni imitar ni reemplazar.
Pierre Reverdy, refiriéndose a los poetas, dice: "prisionero de las apariencias, estrechamente situado en el mundo, por lo demás puramente imaginario, en el que está contenido lo común, franquea el obstáculo para alcanzar lo absoluto y lo real, allí un espíritu se mueve con holgura. Es allí donde habrá que seguirlo, pues lo que existe, no ese cuerpo oscuro, tímido y menospreciado con que tropezáis distraídamente en la acera - ese pasará como todos los demás -, sino esos poemas, esos cristales depositados después del efervescente contacto del espíritu con la realidad.
La palabra así, es centro del universo poético en Montejo, más que la realidad, en tanto que sus palabras no sólo podrían describirla, sino crearla, de lo que se trata es de crear la realidad en poesía, tornándose naturaleza, en tanto que ella no es más que parte de la naturaleza del hombre, ese hombre que ha logrado hacer corresponder su interioridad con la naturaleza misma:

Se doran cuando el sol las recompensa,
tendidas, calmadas, sin un gesto
aunque atesoren sobre su regazo
la paciencia del mundo.
nos ven envejecer aguardando que hablen,
nos van siguiendo al apartarnos
de ciudad en ciudad,
ondulando a través de remotas ventanas.
yacen colgadas con sus capas en el aire,
las doblamos mirándolas de lejos,
son trajes de bodas antiguos pero intactos,
en las fotografías enmarcan lo que fuimos
y hasta sonríen
siempre tan calmadas bajo el sol que las dora
serenísimas madres.
(Montejo, 1972: 23)

La palabra concebida así, hace desaparecer las mediaciones de eso que es inmedible: el tiempo. Por lo tanto un símbolo representa en muchas ocasiones por medio de una asociación de carácter irracional, aunque facilitando siempre un respiradero, un indicio que ayude a la identificación del objeto o sensación representada; un símbolo representa así, como decíamos, varias cosas diferentes y alternativas: la figura de un pájaro puede estar relacionada con el tema de los viajes, pero también con el retorno a la tierra y al nido o con el mito de Ulises y su regreso a Ítaca. La música de los pájaros no quiere imitarla pero si quiere arrancar de ellos el lenguaje que sigue buscando.
El cuerpo del cual hablamos, dice Víctor Fuenmayor, es el de las técnicas corporales, pero no de cualquier técnica, sino esas con las cuales una cultura ha construido la semejanza de un futuro sujeto con la presencia de otro sujeto hablante en una lengua materna que le pre- existe. El poeta a veces considera estas formas en su simple estar ahí, visiones aisladas, objetos del recuerdo, del deseo o del ensueño poético, construyendo su forma en sus significados: "experimentando".
Ese centro de la realidad, que puede estar ubicado en nuestro cuerpo y controla nuestros actos, es también el centro de nuestro espíritu y el que en definitiva organiza nuestras relaciones con el centro del mundo.

Desde sus primeros poemas, Montejo ha venido desarrollando un intento de ordenar el universo de su poesía. La inanidad de este esfuerzo resulta evidente porque responde a una visión que alude a la esencia del ser, al pronunciarlo se encierra en la magia de la palabra para poder apropiarse de ella.
La palabra es la mediadora entre el presente y el pasado, asume la función de portar el mensaje desde "el gran tiempo": la poesía, de esta forma, la palabra se apodera de los seres y rasga sus vestiduras con sólo nombrarlos, atraviesa todos los obstáculos, desafiando las simas universales y llevando al hombre hacia el reencuentro del hombre.
Su procedimiento sensibilizar el espacio, dándole el calor necesario para que cobre vida, y "naturalizar" al hombre de tal forma que ambos estén en una pretendida armonía, para llegar a este principio "ese cuerpo (la obra) simbólico ha reunido corporalidad con materialidad de todas las expresiones, se marcan vivencias por donde el sujeto vaya, estableciendo las conexiones que lo lleven a un reconocimiento de esa integridad" (Fuenmayor, 1998:4).
La progresión del Montejo es romper esas barreras acorporales, estableciendo un fluir continuo entre todas y cada una de las categorías esenciales del universo del hombre:

Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento.
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.
(Montejo, 1972:26)


[Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 1999]



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Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Oswaldo Vigas (Venezuela, 1926-2014)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)

Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

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