La historia de la poesía es una constante
oscilación entre los extremos de la opulencia y la austeridad, entre la
abundancia y la contención retóricas, entre el exceso y la sencillez. Cada cierto
tiempo el lenguaje poético, muchas veces saturado de su propia abundancia, se
limpia a sí mismo y vuelve a manar como un torrente prístino y sereno:
inversamente, cuando ese torrente llega a parecer exiguo y sin variedad, se va
engrosando con materias y corrientes diversas hasta alcanzar un volumen y una
fuerza tormentosas, cuya naturaleza es la desmesura, o como dice Kant en su
libro "Crítica del Juicio": "es la facultad de la exposición de
ideas estéticas, entendiendo por ideas estéticas a la representación de la
imaginación que provoca a pensar mucho. Sin que sin embargo pueda serle
adecuado pensamiento alguno es decir concepto alguno y que, por lo tanto,
ningún lenguaje expresa del todo ni puede del todo hacerlo comprensible".
Puede decirse que este movimiento dialéctico
contiene la clave de la historia de los gustos y pasiones de nuestros poetas
"modernos". Negaciones y contradicciones, reafirmaciones y revisiones
del pasado configuran el proceso de la poesía desde hace tiempo; y en el
presente eso no ha hecho sino agudizarse y perfilarse como una continua pugna
entre modelos que percibimos como irreconciliables, pero que son, ambos,
necesarios al vigor y a la experiencia misma del arte.
La complejidad, que es también su problemática,
abarca más, en tanto que denota la particular aprehensión del ser humano:
individuo de múltiples relaciones con la historia, con su época y consigo
mismo, como bien lo expresa Montejo en el siguiente poema:
La vida toma aviones y se aleja; sale
sólo de día, de noche a cada instante
hacia remotos aeropuertos.
La vida es el misterio en los tableros,
Los viajantes que parten o regresan,
El miedo a la aventura, los sollozos...
(Montejo 1972:57)
La disposición especial de Eugenio Montejo para
emitir el nuevo mensaje poético, lo debe ubicar en nuestra historia literaria,
como uno de los abanderados de la moderna poesía venezolana, lo que cultiva,
brota de un modo directo de mirar la vida y descubrir que, en su diario
discurrir, hay pequeños milagros, misterios y maravillas de los que no siempre
somos conscientes, se trata como dice Paz "de un experimento, en el
sentido de prueba de laboratorio: de provocar un fenómeno, por la separación o
combinación de ciertos elementos... en todo caso aparece muchas veces una falsa
armonía en juego; y el hombre la ha conquistado aunque sea parcialmente. La
obra de Montejo es desde todo punto de vista una propuesta de la utopía, el
investigador Blas Coll (Eugenio Montejo) incesante de un lenguaje por crear
dice muchas cosas que el propio Montejo no puede razonablemente decir. La
dialéctica hombre- contorno en Montejo ha empezado a encontrar sus líneas
adecuadas, integrando por la palabra los elementos abrumadores de una aparente
desproporción, abandonando los detalles pintorescos. Llegar a este principio de
dominio de la realidad ha impuesto desde luego varias etapas. La primera, por
supuesto, el horror al vacío:
algunas de nuestras palabras
son barcos cargados de especias;
vienen o van según el viento
y el eco de las paredes.
Algunas de nuestras palabras
Las inventan los ríos, las nubes
De su tedio se sirve la lluvia
Al caer en las tejas.
(Montejo 1987:53)
La misión que se ha planteado el poeta es, como
una suerte de revelación: todo puede ser prodigioso, si lo vemos y lo sentimos
de un modo íntimo y perdurable. La palabra es posesión suya, dice Heidegger que
"la flor ocupa en el árbol el medio, justo, entre la raíz; de que todo ha
venido, y el fruto, de que todo va a venir. Así que la flor es el límite
preciso entre pasado del árbol y fruto del árbol". Percibimos en Montejo
una sombría celebración de los placeres de la familia, los objetos cotidianos,
el recuerdo, los viajes, la presencia diaria de la muerte; es decir del mundo
que se abre y se cierra según medida y nos arrastra como él mismo dice:
"no más lejos que un árbol, no más inexplicable; / livianos en otoño,
henchidos en verano/ con lo que somos o no somos, con la sombra./ la memoria,
el deseo, hasta el fin."
La dimensión de lo imaginario sobrepasa los
límites de la razón de manera extraordinaria, porque su temple se forjó primero
en la esencia del hombre, su ser, por todos los mecanismos de la memoria, del
afecto, de la emoción y se fundieron en el espacio y en el tiempo con todo lo
que participa de su vivencia, la poesía en definitiva ha sido su
"laboratorio". Alimentadas de un lirismo que cautiva, las palabras de
Montejo no están allí para ser leídas simplemente, hay que pronunciarlas
despacio, decirlas a nuestro propio oído para que podamos apreciar la música
que de ellas brota. Dice Víctor Fuenmayor que "si quisiéramos pensar lo
que es esencialmente todo ser humano, en cualquier lugar del mundo y en
cualquier cultura. No pudiéramos pasar por alto que el grado cero de la
humanidad estaría en la conjunción de un cuerpo con los símbolos, implicando el asujetamiento
del cuerpo de la especie humana a la lengua materna, ingresando con esta a una
cultura que le pertenecerá por siempre con todo el fondo de humanidad que ella
contiene...", así como la tierra está hecha de profundas contradicciones:
sencilla y compleja, hospitalaria y cruel, fértil y estéril, el mundo de
Montejo está regido por principios similares, muchas veces inexplicables, un
tanto caprichosas otras, pero íntimamente ligado a esas cosas, en medio de
ellas:
la vida vale más que la vida, sólo eso cuenta.
Nadie nos preguntó para nacer,
¿qué sabían nuestros padres? Los suyos qué supieron?
Ningún dolor les ahorró sombra y sin embargo
Se mezclaron al tiempo terrestre.
Los árboles saben menos que nosotros
y aún no se vuelven...
(Montejo 1972:19)
Dijimos anteriormente que Montejo aparte de ser
un gran poeta, ha elaborado también una obra crítica importante y su
trayectoria presenta dos fases: una de práctica del canto, la otra de reflexión
sobre la práctica, lo que nos da un preciso testimonio que enlaza las dos
orillas de su existencia literaria. Su lectura es una experiencia fascinante
que nos permite ver todo lo que no es él, "las humildes y caducas
realidades", y ver como las arrastra consigo para hacerlas participar de
esa interiorización donde pierden su valor y su uso, su naturaleza falseada y
donde pueden también sus estrechos límites penetrar en la verdadera
profundidad. "A esos juegos de palabras de la vida -dice Víctor Fuenmayor-
se dobla con los juegos de las palabras de la escritura, entrando en la
creación de las formas que nos llevan a un nombre- cuerpo diseminado en las
letras y sílabas de un poema... de una lengua materna que elabora las formas
simbólicas de un cuerpo deseante":
ahora soy esta luz que duerme, que no duerme,
atisbo por el hueco de los muros;
los caballos se atascan en fango y prosiguen,
miro la tinta que anota los nombres,
la caligrafía salvaje que imita los pastos..."
"soy esta vida y la que queda,
la que vendrá después en otros días,
en otras vueltas de la tierra.
(Montejo 1972:21)
Su obra es un registro de lo que siempre está
allí, de lo que acompaña nuestra vida en silencio y casi sin hacerse notar,
pero que hace de ella una experiencia digna e irrepetible. Montejo siente la
presencia de las cosas y los objetos que rodean nuestro días con un
"oscuro esplendor", como tratando de devolverle a las cosas la alta
función que cumplen en el mundo de los hombres. Rescatándolas del olvido y de
su propia mudez, convirtiéndose en textos y poniéndonos al lado de ellos. En el
libro "Hölderlin y la esencia de la poesía" dice Heidegger que
"somos un diálogo y esto quiere decir: podemos los unos oír de los otros.
Somos un diálogo y esto viene a significar además: somos siempre un diálogo. La
unidad del diálogo consiste, por otra parte, en que la palabra esencial se hace
patente lo uno y lo mismo en que nos unificamos, sobre lo que fundamos la
unanimidad, lo que nos hace propiamente uno mismo..."; de esta forma
Montejo ha purificado el lenguaje y ha enriquecido la comprensión de la existencia
cotidiana con una realidad que asombra. Su obra apunta en el sentido múltiples
dimensiones. Esta reflexión de la poesía sobre sí misma, es recurrente en la
tradición y se acentúa en la poesía moderna desde Holderlin y Novalis. Es la
poesía que canta al canto, o al cantar habla del canto; todo cargado de una
fuerte impronta emocional, de allí, el tejido de injerencias que encontramos en
el rico mundo de la palabra de Montejo, poblado de significación, de
"unión del signo con las pasiones y emociones estableciendo como reto
encarnar en el cuerpo con las palabras":
La terredad de un pájaro es su canto,
lo que en su pecho vuelve al mundo
con los ecos de un coro invisible
desde un bosque ya muerto.
Su terredad es el sueño de encontrarse
en los ausentes,
de repetir hasta el final la melodía
mientras crucen abiertas los aires
sus alas pasajeras,
aunque no sepa a quién le canta
ni por qué,
ni si podrá escucharse en otros algún día...
desde que nace ya nada lo aparta
de un deber terrestre,
una persecución sin tregua de la vida
para que el canto permanezca.
(Montejo 1972:52)
La poesía de Montejo se permite un mundo
perfectamente acabado, pero es también un universo distinto y propio donde
muchos de los elementos aparecen con un significado diferente al que
normalmente se le atribuye. Se di ría que es un gran proscenio en el que van
apareciendo representados todos aquellos objetos y sentimientos que nos son tan
familiares, con el pequeño matiz de que sus nombres no se corresponden muchas
veces con las funciones habituales que estamos acostumbrados a atribuirles,
precisamente por esa concepción acorporal que muchas veces ha dominado nuestro
pensamiento, pero que sin embargo están allí:
"Si existe algún simbolismo universal en
gestos, posturas y movimientos, todos ellos se corresponden al esquema
corporal... las tendencias actuales de la investigación en las ciencias humanas
encuentran en ese concepto uno de los pocos aportes donde cuerpo/lenguaje,
cuerpo/mente, cuerpo/idea, no se encuentran separados" (Fuenmayor,
1998:5). Ese despertar creativo por medio de expresiones integrales (cuerpo,
escritura) no es otra cosa que los procesos creativos de poetización de la
vivencia: "arte de la vida", desde que nacemos hasta que morimos,
donde la palabra de la lengua materna es la base de "múltiples
representaciones e interpretaciones" en este poema que aquí se estudia.
En la mujer, en lo profundo de su cuerpo
se construye la casa,
entre murmullos y silencios.
hay que acarrear sombras de piedras,
leves andamios,
imitar a las aves.
Especialmente cuando duerme
Y en el sueño sonríe
..........nivelar hacia el fondo,
no despertarla,
seguir el declive de sus formas,
los movimientos de sus manos...
(Montejo, 1972:37)
Este poema titulado "La Casa", nos da
una idea de los lazos muy particulares de Montejo; la casa es el mundo en
miniatura que configura al mismo tiempo que es configurada. La personalidad del
hombre se refleja en su casa, pero a su vez, la personalidad de la casa influye
en el hombre. La memoria de la casa se proyecta en el pasado y a la vez en la
intimidad del escritor, es expresividad incalculable, humanizada y cálida. Es
indudable, que este lenguaje poético procede de una constante operación
transformacional, padecida y sentida en la búsqueda de la expresión del
mensaje; nos conduce por las escondidas regiones en las que la palabra poética,
paradógicamente se ilumina para cumplir su función estética. En su obra hay
armonía y visión del destino del hombre, desembocando, como dice Ferrari, en la
cuestión capital de la escritura del poema, de lo que él es decible o
indecible.
Una vez que Montejo en su poesía es capaz de
incorporar el misterio, descifrarlo en su lenguaje y ofrecerlo a la comprensión
y sentimiento del hombre a través no sólo de la palabra sino de la música que
hay en sus versos que no pretenden ni imitar ni reemplazar.
Pierre Reverdy, refiriéndose a los poetas, dice:
"prisionero de las apariencias, estrechamente situado en el mundo, por lo
demás puramente imaginario, en el que está contenido lo común, franquea el
obstáculo para alcanzar lo absoluto y lo real, allí un espíritu se mueve con
holgura. Es allí donde habrá que seguirlo, pues lo que existe, no ese cuerpo
oscuro, tímido y menospreciado con que tropezáis distraídamente en la acera -
ese pasará como todos los demás -, sino esos poemas, esos cristales depositados
después del efervescente contacto del espíritu con la realidad.
La palabra así, es centro del universo poético
en Montejo, más que la realidad, en tanto que sus palabras no sólo podrían
describirla, sino crearla, de lo que se trata es de crear la realidad en
poesía, tornándose naturaleza, en tanto que ella no es más que parte de la
naturaleza del hombre, ese hombre que ha logrado hacer corresponder su
interioridad con la naturaleza misma:
Se doran cuando el sol las recompensa,
tendidas, calmadas, sin un gesto
aunque atesoren sobre su regazo
la paciencia del mundo.
nos ven envejecer aguardando que hablen,
nos van siguiendo al apartarnos
de ciudad en ciudad,
ondulando a través de remotas ventanas.
yacen colgadas con sus capas en el aire,
las doblamos mirándolas de lejos,
son trajes de bodas antiguos pero intactos,
en las fotografías enmarcan lo que fuimos
y hasta sonríen
siempre tan calmadas bajo el sol que las dora
serenísimas madres.
(Montejo, 1972: 23)
La palabra concebida así, hace desaparecer las
mediaciones de eso que es inmedible: el tiempo. Por lo tanto un símbolo
representa en muchas ocasiones por medio de una asociación de carácter
irracional, aunque facilitando siempre un respiradero, un indicio que ayude a
la identificación del objeto o sensación representada; un símbolo representa
así, como decíamos, varias cosas diferentes y alternativas: la figura de un
pájaro puede estar relacionada con el tema de los viajes, pero también con el
retorno a la tierra y al nido o con el mito de Ulises y su regreso a Ítaca. La
música de los pájaros no quiere imitarla pero si quiere arrancar de ellos el
lenguaje que sigue buscando.
El cuerpo del cual hablamos, dice Víctor
Fuenmayor, es el de las técnicas corporales, pero no de cualquier técnica, sino
esas con las cuales una cultura ha construido la semejanza de un futuro sujeto
con la presencia de otro sujeto hablante en una lengua materna que le pre-
existe. El poeta a veces considera estas formas en su simple estar ahí,
visiones aisladas, objetos del recuerdo, del deseo o del ensueño poético,
construyendo su forma en sus significados: "experimentando".
Ese centro de la realidad, que puede estar
ubicado en nuestro cuerpo y controla nuestros actos, es también el centro de
nuestro espíritu y el que en definitiva organiza nuestras relaciones con el
centro del mundo.
Desde sus primeros poemas, Montejo ha venido
desarrollando un intento de ordenar el universo de su poesía. La inanidad de
este esfuerzo resulta evidente porque responde a una visión que alude a la
esencia del ser, al pronunciarlo se encierra en la magia de la palabra para
poder apropiarse de ella.
La palabra es la mediadora entre el presente y
el pasado, asume la función de portar el mensaje desde "el gran
tiempo": la poesía, de esta forma, la palabra se apodera de los seres y
rasga sus vestiduras con sólo nombrarlos, atraviesa todos los obstáculos,
desafiando las simas universales y llevando al hombre hacia el reencuentro del
hombre.
Su procedimiento sensibilizar el espacio,
dándole el calor necesario para que cobre vida, y "naturalizar" al
hombre de tal forma que ambos estén en una pretendida armonía, para llegar a
este principio "ese cuerpo (la obra) simbólico ha reunido corporalidad con
materialidad de todas las expresiones, se marcan vivencias por donde el sujeto
vaya, estableciendo las conexiones que lo lleven a un reconocimiento de esa
integridad" (Fuenmayor, 1998:4).
La progresión del Montejo es romper esas
barreras acorporales, estableciendo un fluir continuo entre todas y cada una de
las categorías esenciales del universo del hombre:
Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento.
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.
(Montejo, 1972:26)
[Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 1999]
*****
Organização a cargo de Floriano
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Artista convidado | Oswaldo Vigas
(Venezuela, 1926-2014)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o
projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim
estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido
hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu
ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a
coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto
original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio
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