AG | Naciste en Budapest en 1937, dos
años antes de estallar la II Guerra Mundial, y emigraste con tu familia a Argentina
en 1949, en plena posguerra. Qué significó para ti esta infancia en una Europa convulsionada?
SW | La infancia en la Europa convulsionada
ha significado, entre otras cosas, que mi familia se viera obligada a abandonar
Hungría y para mí comenzara de esa forma una vida muy dentro de los parámetros europeos
en lo que a mi vida familiar respecta, pero también una vida en un entorno latinoamericano.
Mi formación conjunta estos elementos. Llego a Argentina a partir de una educación,
en la primera niñez, bastante prusiana, y como adolescente me inserto en otro mundo
donde, por ejemplo, van apareciendo los textos de Jorge Luis Borges, o de autores
franceses como Albert Camus o Michel Butor que, para participar con otros jóvenes
de mi edad era de rigor haber leído. Para una adolescente que venía de un régimen
comunista totalitario, el ambiente de Buenos Aires era resfrescante. Ahí todo parecía
alcanzable, y el desarrollo del pensamiento pudo fluir con libertad.
AG | Echo en falta alguna otra referencia
explícita en relación a tu infancia en
Hungría: mencionas lo del sistema totalitario y lo demás se deja implícito a partir
de lo que cuentas de Buenos Aires.
SW | Mi primera infancia se desarrolla
en años en que la Segunda Guerra aún no estaba golpeando mi ciudad natal en forma
directa. Tengo recuerdos maravillosos de ese primer periodo. Paseos por la ciudad
de Budapest con mi padre, visitas diarias al parque con mi madre, y paseos los fines
de semana a los bosques que se encontraban a las afueras de la ciudad por el lado
de Buda. Creo que esos eventos me han marcado. Siento un apego a la naturaleza por
un lado y a la vida en la gran ciudad por otro. Mis padres tenían también una casa
de veraneo a la orilla del Lago Balaton. Íbamos ahí durante supongo que unas ocho
semanas en el verano. El agua del lago, sus alrededores, los recuerdo como lugares
de gran encanto envueltos en esa bruma de luces doradas de la infancia.
Sin embargo hubo un deterioro constante en la situación
de mis mayores a medida que avanzaba la guerra lo que creo que incidió en una atmósfera
de angustia que iba invadiendo todo y que la niña que yo era no podía entender.
Eso y la disciplina a la que nos sometía mi madre me han hecho entrar en la vida
adulta antes que otros niños, como por ejemplo los de mi edad que conocí en Argentina.
En Budapest fui a la escuela primaria, adonde entré frisando
ya el octavo año, dado que durante la guerra no había posibilidad para ello. Aprender
a leer me fue una revelación y la lectura me resultó en alimento constante durante
toda la vida.
AG | Llegaste a Argentina a los doce años
y a partir de ahí empezó tu largo periplo por las Américas: Chile, Canadá, México
¿qué me puedes decir acerca de esto? Lo consideras un exilio forzado o el elixir
de un viaje sin retorno?
SW | Mis padres decidieron abandonar Hungría
y con ello perdieron su nacionalidad y yo la mía. No sé si eso lo puedo considerar
exilio. No llegamos a Buenos Aires perseguidos, mis padres no eran personas metidas
en política, pero al mismo tiempo estábamos en un medio totalmente nuevo para nosotros,
en medio de una lengua diferente al nuestro. Culturalmente sí puedo hablar de exilio.
Durante muchos años no he vuelto a Hungría. No tuve deseo de ir antes de la caída
del Muro de Berlín. Ahora me gustaría ir, pero todavía no se me ha dado la oportunidad.
De Buenos Aires me mudé a Santiago de Chile porque mi
marido, mi primer compañero (padre de dos de mis hijos, nacidos en Santiago), tenía
su residencia permanente ahí. Me entusiasmó estar en Chile y en cuanto pude hacerlo
me nacionalicé. Esta fue una movida probablemente naive, los chilenos nunca me consideraron una de los suyos. Excepción
de ello es Ludwig Zeller a quien conocí en 1963.
Por razones de mucha actividad cultural que en esa época
no podía separarse de lo político (área en que nunca he sido activa), Zeller y yo
decidimos irnos a Canadá, con tres de nuestros cuatro hijos. En Canadá obtuve la
ciudadanía a la que no podría renunciar nunca. Encuentro en Canadá un mundo que
me es muy afín, un grupo humano esforzadísimo, un entorno con el que armonizo instintiva
y racionalmente.
AG | Faltaría tal vez decir algo sobre México.
SW | Mi relación con México tiene elementos
mágicos. El primer premio que me gané (en un concurso de dibujo) fue un libro sobre
plástica mexicana. Me llamó enormemente la atención. Luego, ya en Argentina, y más
tarde en Chile, leí libros sobre arqueología y arte mexicano que me acercaron enormemente
a este medio. Esto era parte de mi interés general y nunca había pensado que significaría
que yo tendría casa aquí. Desde muy temprano me he interesado en el arte mundial,
el de China, por ejemplo, y nunca he ido allá.
Llegué por primera vez a México para participar en una
exposición colectiva. La invitación se dio en forma oblicua, desde Francia, donde
el director del Movimiento Phases era el que tenía contacto con los organizadores
mexicanos de la muestra.
Años más tarde surgió el deseo de ubicar un lugar para
nuestras vacaciones en un lugar en que mi compañero, Ludwig Zeller, poeta en lengua
hispana, pudiera sentirse cómodo. Eran vacaciones de tres meses que pasábamos en
Oaxaca adonde llegamos por recomendación de dos poetas. Zeller luego se afincó aquí
y yo me eché otra emigración encima y me mudé a Oaxaca para estar con él.
Mi contacto con Canadá sin embargo sigue muy firme y
lo siento imprescindible. Voy regularmente a Toronto, lugar que del mismo modo que
Oaxaca llamo “casa”.
AG | Tu arte ha transitado durante todos
estos años desde la cerámica –tu primera formación- hasta la pintura; desde la litografía
a los mirages hechos en estrecha colaboración
con Ludwig Zeller. El surrealismo sería el eje transversal que atraviesa todas estas
expresiones artísticas?
SW | Cuando yo era adolescente la situación
de las mujeres era diferente a la que tenemos ahora. Mis padres decidieron mandar
a la universidad a mi hermano y a mí, mujer, me mandaron a un lugar que consideraban
probablemente más “decente”, una escuela de tipo vocacional. Escogieron la cerámica
porque habían sabido de artistas mujeres que practicaban esa especialidad y porque
notaban que yo tenía talento para lo visual.
Cuando conocí a Ludwig Zeller tuve mis primeros contactos
con la psicología junguiana y con el surrealismo, vías de pensamiento que luego
pude penetrar y en los que pude encontrar los medios de subsistencia para mi interioridad
tanto en tiempos buenos como difíciles. Se puede llamar al surrealismo un eje transversal
de mi vida. Fui surrealista antes de darme cuenta de que el concepto existía. Una
especie de surrealismo instintivo que de hecho permea el arte de muchas personas
jóvenes.
AG | Tal vez hacer más hincapié en la pintura
que es, por lo que intuyo, donde te explayas tú misma, artísticamente, en el surrealismo.
SW | El surrealismo no es un “estilo”, es
un modo de vida. Soy surrealista cuando pinto y también en otras actividades de
mi vida. Me eduqué como ceramista y durante veinticinco años he trabajado con materiales
cerámicos. Fue prácticamente un azar lo que me trajo a la pintura. Tengo desde la
adolescencia una inquietud de hacer, un
demonio interior (según lo define Stefan Zweig), que me impulsa a la labor creativa.
Me enfermo si no hago algo que me sale de dentro. En cierto momento me quedé sin
taller de cerámica y comencé a trabajar, a instancias de Zeller, en colaboración,
en lo que rápidamente se desarrolló en nuestros “mirages”. Al principio estas imágenes
estaban hechas en blanco y negro. Luego entró a jugar el color. A través de esa
experiencia, y viendo mis errores, me metí a investigar los métodos pictóricos y
partí a pintar. Como dibujante llevo toda la vida, pero en pintura sólo tengo treinta
años de trabajo.
AG | Has realizado varios murales: ¿puede
haber relación entre muralismo y surrealismo?
SW | Llamamos “muralismo” a un movimiento
artístico que en México estuvo en manos de un grupo de pintores de enorme talento
que trabajaron después de la Revolución Mexicana y que consideraban que debían manifestar
en su obra un compromiso político. Creo que pintar obra de gran formato siempre
lleva a la transmisión de ideas, dado que los muros están en edificios y pueden
ser vistos por mucha gente. Si consideramos que el surrealismo es un modo de vida,
que sí lo es, y que como tal tiene, como toda vida, muchas facetas, tengo que admitir
que no hay razón por la cual el arte de impulso surreal no pueda o no deba darse
en gran formato, ocupando, si es posible incluso muros enteros. Ahora si la pregunta
sondea la referencia entre el punto de vista surrealista y el punto de vista de
los muralistas mexicanos, me parece que ahí puede haber discrepancias porque políticamente
los fines pueden ser divergentes.
AG | Tu encuentro con Ludwig Zeller, ha
representado un parteaguas en tu vida. ¿Consideras que sí es posible una sana relación
de colaboración y complementariedad intelectual y creativa en el seno de una pareja
sentimental?
SW | Sí. Es posible, y además es muy gozoso
y reconfortante.
AG | Me gustaría saber más de esa relación.
SW | Hay un aspecto íntimo de nuestra relación
que es nuestro tesoro personal. En cuanto a nuestra colaboración, puedo decir que
nos interesan las mismas cosas, algo que hemos constatado desde el inicio de nuestra
relación. También tenemos, en la plástica, patterns
interiores muy similares, cosa que descubrimos con sorpresa en la primera hora tras
nuestro encuentro. Nos atrae el mundo onírico, lo irracional, el modo de enfocar
la vida dentro de las propuestas básicas del surrealismo: amor, poesía y libertad.
Son asuntos a los que no podemos renunciar. Todo nuestro trabajo se mueve en estos
tres ejes, tanto en la obra personal como nuestra colaboración en lo visual, que
es muy original.
AG | Tu trayectoria en el mundo del arte
ha ido a la par que tu trayectoria en el mundo editorial: se retroalimentan ambos
mundos? Qué significa el libro para ti?
SW | Yo vengo de familias lectoras, de entornos
en que hay multitudes de libros. Desde muy pequeña estoy acostumbrada a leer, un
poco de todo. De hecho sin lectura no me aguanto. Es mi estímulo, mi tranquilizante,
mi incentivo. En Ludwig Zeller conocí a una persona obsesionada con el trabajo editorial.
Mis primeras contribuciones fueron de diseño, disciplina que aprendí en la Escuela
Nacional de Cerámica y cuyos fundamentos son los mismos para todas las artes visuales.
Luego me hice traductora, primero para compartir textos en francés e inglés con
Ludwig y luego para ser su intérprete en los primeros años de nuestra vida en Canadá.
Ya en Chile teníamos una editorial, Casa de la Luna,
y en Canadá establecimos otra, Oasis Publications. El impulso intelectual para estas
dos editoriales partió principalmente de Ludwig; mi papel, cinematográficamente
hablando, era de producción, mientras él dirigía la película. En el mundo de los
libros se conjunta, naturalmente todo lo referente al mundo literario y visual.
En ambos mundos me siento en casa.
AG | Además de editar libros, te has dedicado
a la escritura, produciendo textos o traduciéndolos. En qué se diferencian y/o se
asemejan el pincel y la pluma?
SW | Considero que todo se hace con los
mismos instrumentos, la mente que es parte del cuerpo. No importa qué hagas, especulación
en física nuclear, poesía, composición musical, danza, pintura o escultura, son
todas cosas que expresan nuestra experiencia humana. El pincel y la pluma, como
tú dices, están en la misma mano. En mi caso nunca logré especializarme por completo
y no he podido tranquilizarme ni establecerme en una sola cosa. Ahora estoy en una
fase de mi vida en que no encuentro salida a ideas que tengo para hacer escultura,
por ejemplo, y por alguna circunstancia, como haber estado en un ambiente asfixiante
o haberme quebrado la cadera, no he podido moverme libremente en el sentido físico
—cosa imprescindible para la plástica—. Ello me ha llevado a escribir.
AG | Qué te ha brindado la escritura en
estos últimos tiempos (que por circunstancias varias no te has podido mover)?
SW | La plástica requiere trabajo físico.
No es posible trabajar sola en plástica si no se puede mover libremente una o si
no se tiene la suficiente fuerza física para mover cosas. No poder moverme me llevó
a buscar otra salida para dar rienda a mi inquietud interior. Escribir se puede
incluso estando en una celda, y no se necesita muchos elementos para poder hacerlo.
Al escribir y así poder organizar ideas siempre he logrado encontrar sosiego. En
los últimos años pude expandir esta experiencia que en forma pequeña, ya sea en
mi diario o en notas sueltas he llevado toda mi vida. La actividad de hacer notas
para las transmisiones de radio en que he participado me ha llevado a escribir semanalmente
un artículo. Y la necesidad de sobrevivir disturbios sociales que me afectaron mucho
interiormente me ha llevado a escribir mi primer libro. El ver pasar el tiempo y
tratar de salvar el recuerdo de actividades pasadas me llevó a escribir el segundo,
un librillo diminuto en que relato actividades y eventos de nuestras vidas en 1968.
AG | Un tema recurrente en tus pinturas
y en tus escritos es el tema de lo femenino. ¿Cuál es tu búsqueda al respecto?
SW | Nací de sexo femenino, me hice mujer. Cuando
adolescente me lamentaba de ello porque me daba cuenta que haber nacido con mi sexo
me impedía hacer las cosas que deseaba. Luego en los 1970as fui testigo de la aparición
del feminismo en el mundo sobre todo estadounidense que me quedaba cercano. No participé
en esa primera ola, aunque hice contacto con feministas a quienes todavía tengo
entre mis amigas. Dentro del grupo de docentes con el que trabajaba en Sheridan
College nunca fui discriminada. El proceso de maduración, la llegada de la vejez,
me han llevado a profundizar en mi condición humana y femenina y ello me ha traído
al punto en que estoy. Creo que es imprescindible rescatar la dignidad, la sacralidad
misma de lo femenino y aparearlas a la dignidad y sacralidad masculinas. De la complementaridad
y el equilibrio entre ambos géneros está por nacer un mundo nuevo, una realidad
diferente y la posibilidad de sobrevivencia de la vida de los humanos y del planeta
en sí.
AG | Este año ha salido publicada la traducción
que hiciste del inglés de los poemas de Enjeduana. ¿Ellos nos dan claves para rastrear
arquetipos femeninos que rescatar?
SW | Este tema tiene por fuerza elementos que
se inscriben en el área de la psicología profunda. Enjeduana fue una suma sacerdotisa
y poeta, devota de una diosa que era la manifestación de un arquetipo muy vivo para
su época. Enjeduana en su poesía crea incluso un nuevo arquetipo en su devoción
a su diosa Inana. Enjeduana vivió hace cuatro milenios y medio, que es un tiempo
muy remoto. En la poesía de esta mujer podemos sin duda “rastrear” como dices un
arquetipo femenino y es exactamente eso lo que hace el libro de Betty De Shong Meador
que yo he traducido.
Pero yo debo insistir en el hecho que menciono en mi introducción al libro y
es que los arquetipos que hacían vibrar a Enjeduana y a personas de su época no
son los mismos que nos hacen temblar ahora. Es natural que así sea. Los arquetipos
son cosa viva y como todo lo vivo están en cambio constante. La tarea verdaderamente
grande que tenemos las mujeres pensantes y creativas hoy en día es que desde nuestro
interior más profundo debemos dar salida a arquetipos que sean los que puedan ser
aplicables a la realidad colectiva y privada en este momento. Para mí esa es la
esencia del trabajo artístico, de la creación de que somos parte, de la poesía en
su sentido puro y original.
ALESSANDRA GALIMBERTI (España, 1970).
Su labor profesional transita entre la gestión, la investigación, el periodismo
y la producción cultural. Brinda consultorías a particulares, asociaciones
civiles, instituciones académicas, instituciones públicas u organismos
internacionales. Ha sido co-fundadora de la Nueva Babel, espacio independiente
de cultura y música; de Babelarte AC, plataforma que aborda la cultura desde la
perspectiva de género, derecho y desarrollo, así como del Colectivo Tutuma,
espacio cultural autogestivo. Coordinó la investigación y la edición del libro
“Oaxaca en Femenino: 40 mujeres en las artes visuales”, publicado por el
CONACULTA. Es colaboradora de La Jornada Semanal y otros medios. Entrevista originalmente
publicada en México, em octubre de 2009. Contacto: galimberti.alessandra@yahoo.com.mx.
Página ilustrada com obras de Susana Wald (Hungría,
1937).
*****
Agulha Revista de Cultura
Fase II | Número 28 | Junho de 2017
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS
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equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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