sexta-feira, 23 de novembro de 2018

AGULHA REVISTA DE CULTURA # 124 | Dezembro de 2018



ANOS 1960 HISPANOAMÉRICA A TRAVÉS DE SUS REVISTAS

Os anos 60 registraram, em todo o continente americano, o surgimento de uma série de grupos que se baseiam na publicação de revistas expressivas e ampliam o intercâmbio entre diferentes países. Essas publicações são caracterizadas por uma afirmação de liberdade, fé no surgimento de um novo homem, ruptura com dogmas políticos e estéticos e seu caráter intensamente revolucionário. Um mapa que se pretenda justo, embora incompleto, teria a seguinte configuração: 1961 – Eco Contemporáneo (Argentina); Rayado Sobre el Techo (Venezuela) y Pucuna (Ecuador); 1962 – El Corno Emplumado (México), Pájaro Cascabel (México) y Praxis (Brasil); 1964 – Trópico Uno (Venezuela) y Trilce (Chile); 1965 – Los Huevos del Plata (Uruguay) y La Bufanda del Sol (Ecuador); 1967 – Amaru (Perú); 1968 – Tebaida (Chile);  1970 – Alacrán Azul (Cuba) e Nadaísmo 70 (Colombia).
A década registra uma assombrosa proliferação de revistas. Nas páginas finais de uma edição da mexicana El Corno Emplumado são apresentadas como publicações “que buscam a paz e que trabalham por ela”, uma lista que inclui revistas de vários países do continente: Alcor (Paraguay), Between Worlds (Puerto Rico), Eco (Colombia), El Pez y la Serpiente (Nicaragua), Grupo de los Elefantes (Argentina), Idea (Perú), City Lighs Journal (Estados Unidos), Leitura (Brasil), Marcha (Uruguay), Ultramar (Chile), Zarza (México)…
Todas elas, embora não exclusivamente identificadas com o surrealismo em termos de ortodoxia, tiveram fortes afinidades com o movimento, especialmente no que se refere à mesma aclimatação em nosso continente realizada em décadas anteriores. Surrealismo que era conectado à contracultura, com sua ressonância nos costumes, na cultura de uma forma mais ampla. Um dos protagonistas desta nova tendência, o equatoriano Ulises Estrella (1939), bem observa que “o vislumbre surrealistas de transformar a sociedade e mudar a vida se definia com a ideia do homem novo que necessitava despojar-se de suas aderências egocêntricas para tratar de entender o mundo e atuar, assumindo os riscos, com afã diário e tenaz de desempenhar um papel na História”. O argentino Aldo Pellegrini percebeu muito bem a pulsação dessas manifestações e sua confluência, ao reunir em sua Antología de la poesía viva latinoamericana (Barcelona: Editorial Seix Barral, 1966) as vozes mais agudas chegadas de vários países. Para muitos desses poetas, sobretudo os mais jovens, esse livro teve uma importância fundamental, pelo que lhes propiciou de difusão, e, em especial, por haver apontado um novo caminho para a poesia no continente.
Em meu livro Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad (México: UACM, 2015) há um extenso capítulo, intitulado “Vanguarda clandestina”, em que trato do assunto. O que reunimos aqui é apenas uns pontos de reflexão sobre uma década fervilhante. Para acompanhar a edição temos, na condição de artista convidado, um dos grandes nomes do Surrealismo, além de sua larga influência no ambiente do expressionismo abstrato. Arshile Gorky (Armênia, 1904-1948) naturalizou-se estadunidense e ali se destacou, ao lado de Jackson Pollock, Willem De Kooning e Mark Rothko, entre os mais expressivos artistas do país.
Com este número encerramos o ano de 2018. No ano seguinte, considerando o imperativo de se comemorar o centenário do Surrealismo (1919-2019). A partir da segunda semana de janeiro, teremos, ao longo do ano, a Agulha Revista de Cultura terá 24 edições quinzenais dedicadas aos mais diversos temas afins ao Surrealismo. Também virão livros e dossiês em revistas internacionais. Remetemos o leitor à revista Athena, de Portugal, no dossiê “Surrealismo a palavra mágica do Século XX”, com que antecipamos a temporada de homenagens ao Surrealismo.

Os Editores


*****

ÍNDICE



ABELARDO CASTILLO | El Escarabajo de Oro

ALEXIS FIGUEROA | Orfeo

CARLOS ESPINOSA DOMÍNGUEZ | Alacrán Azul

IGNACIO ESCRIBANO | Miguel Grinberg & Eco Contemporáneo

JUAN CALZADILLA | El Nadaísmo y El Techo de la Ballena

MARGARET RANDALL | El Corno Emplumado

SÍLVIA CEZAR MISKULIN | Lunes de Revolución

THELMA NAVA | Pájaro Cascabel

VERÓNICA DÍAZ | El Corno Emplumado

VICENTE JIMÉNEZ | Correspondência Virtual 2005-2006






*****

Edição preparada por Floriano Martins. Página ilustrada com obras de Arshile Gorky (Armênia, 1904-1948), artista convidado da presente edição.


*****

Agulha Revista de Cultura
Número 124 | Dezembro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES




VICENTE JIMÉNEZ | CORRESPONDÊNCIA VIRTUAL 2005-2006



----- Original Message -----
Querido Floriano,
Acepte, por favor, mis disculpas por no haberle contestado su carta del 24 de noviembre hasta hoy. Créame que no ha sido por falta de interés de mi parte. Le agradezco, ante todo, su invitación a colaborar en las publicaciones que dirige, Agulha Revista de Cultura y Banda Hispánica, las cuales conozco y leo asiduamente desde hace algún tiempo, así como en el dossier “Surrealismo” de TriploV. Para mí será un placer enviarle algún texto para su consideración y posible publicación en una próxima oportunidad. Ocurre que en estos momentos estamos muy atareados por acá con proyectos en los que estamos trabajando con el mutuo amigo Enrique Lechuga, de Sonámbula, y con mi buen amigo Fernando Palenzuela en la edición digital de la revista Alacrán Azul, en cuya versión original colaboré en los años 70 con José Antonio Arcocha y el propio Fernando, co-directores y fundadores de la misma. Además, tengo un libro en preparación, Las claves prometidas: proyección del surrealismo en la poesía cubana contemporánea (ensayos) que, como usted podrá imaginar, toma mucho de mi tiempo y energías.
De usted y de su obra puedo decir que ya tenía conocimiento, si bien por referencias, pero especialmente gracias a Enrique. Como escritor, poeta, investigador y divulgador del surrealismo en la poesía de las Américas, su obra es notabilísima y altamente encomiable. Menciona usted en su carta que tiene en preparación una 2ª edición - revisada y ampliada - de su libro Un Nuevo ContinenteAntología del Surrealismo en la Poesía de Nuestra América, y me envía algunas reseñas del mismo. Las reseñas destacan acertadamente los méritos de la obra y su significativa contribución a un más amplio conocimiento tanto del surrealismo como de la mejor poesía que se ha escrito, y se escribe, en el Hemisferio. Ya Enrique me había informado que usted estaba en contacto con él con vista a la nueva edición, y que tenía usted el propósito de añadir un buen número de poetas que, por distintos motivos, fueran excluidos en la versión original del libro. Yo le felicito por sus esfuerzos, particularmente en la selección de los poetas, pues, como ya sabemos, las antologías raramente logran complacer en esto a los lectores y críticos más avezados de manera unánime. Así ocurrió en el pasado con las antologías de Pellegrini y de Baciú.
Debo confesarle que hace unos meses, cuando pude conseguir el libro (lo ordené directamente de la editorial en San José, Costa Rica, ya que por acá el libro no parece haber tenido muy buena distribución), yo mismo tuve muchos reparos a su selección tal como apareciera en la antología. Con respecto a los poetas cubanos, a quienes conozco bien en virtud de mis investigaciones en la preparación del libro que le menciono arriba, me sorprendió que incluyera solamente a un notable poeta y escritor, Lorenzo García Vega, quien siempre ha rechazado el surrealismo -como movimiento, como aventura, como visión y aun como lenguaje poético--, autor de una excelente obra muy personal que resiste, para quienes la conocemos, todo intento de clasificación. Sin embargo, poetas como José Alvarez Baragaño (1932-1962), José Antonio Arcocha (1938-1997) y Fernando Palenzuela (1938), los máximos exponentes de la poesía surrealista en Cuba --quienes, por supuesto, figuran prominentemente en mi libro--, no entraron en su selección. Ahora, por supuesto, me complace mucho el que, por la atinada y generosa intervención del amigo Enrique Lechuga, haya “descubierto” e incluido a Fernando Palenzuela entre los poetas seleccionados para la nueva edición de la antología. He sabido, por este último, que en los últimos días también se ha interesado por Baragaño, lo cual es muy atinado de su parte. (Baciú, por cierto, en su antología que no incluye a ningún poeta cubano, después de mencionar a Wifredo Lam en la pintura, escribe: “Debe también ser mencionada la poesía de José Baragaño, poeta mal conocido”. Eso es todo. Y esto lo
dice en 1974, cuando los tres libros capitales de Baragaño, a más de un memorable ensayo sobre Lam, ya habían sido publicados entre 1952 y 1960). En cuanto a Arcocha, no sé si habrá leido en Sonámbula (en Dossier Surrealista) mi ensayo “Las claves secretas de José Antonio Arcocha”. Si lo desea, puedo hacerle llegar los poemas así como otros textos y más información sobre este otro poeta cubano que, en mi opinión, tampoco ha recibido aún el reconocimiento que merece.
Por lo demás, también me extrañó el que, con la excepción del argentino Alejandro Puga, la antología no presentara a poetas de la generación actual como, por ejemplo, algunos de los jóvenes poetas chilenos de Derrame, activos militantes del surrealismo; los brasileños de DeCollage, a quienes supongo usted conozca bien; el dominicano Pastor de Moya, entre otros. Por otra parte, acierta usted al presentar, por primera vez, a poetas del Brasil, Canadá, Estados Unidos, Martinica (en Aimé Césaire, gran poeta), y Rep. Dominicana (en Freddy Gatón Arce, poeta mayor). Pero, en fin de cuentas, como usted bien dice en el ensayo introductorio, “una antología no pasa de ser un viaje por el universo de las sugestiones”.
Me gustaría dialogar y reflexionar con usted sobre estos temas, pero ya estas líneas se van extendiendo demasiado. Otra vez, discúlpeme por mi tardanza en escribirle. Y gracias, de nuevo, por invitarme a colaborar en sus publicaciones que tanto hacen por mantener viva la llama del surrealismo en el continente americano. Estemos en contacto.
Un fuerte abrazo, 
Vicente Jiménez


Querido Floriano,
Recibí su carta del 2 de diciembre actual. Gracias, de nuevo, por su invitación a colaborar en sus proyectos editoriales o publicaciones que coordina - Banda Hispánica, Agulha Revista de Cultura y el dossier “Surrealismo” en TriploV. De hecho, hoy he visto en Banda Hispánica que ya ha incorporado a José Antonio Arcocha al elenco de escritores y poetas de Cuba en esa publicación, y le felicito por ello, a más de agradecerle, al mismo tiempo, el que haya escogido mi ensayo sobre Arcocha para presentar a este poco conocido poeta surrealista cubano ante la comunidad latinoamericana que lee sus publicaciones.
Tengo entendido, a través del amigo Fernando Palenzuela, que ya recibió el libro de éste, Amuletos del sueño, así como los dos números de Alacrán Azul. En la edición digital de esta revista, que aparecerá en los próximos meses, verá que el contenido surrealista será más acentuado, pues así lo hemos planeado Palenzuela y yo. Creemos, como usted, que esta es la oportunidad para difundir la obra de los escritores, poetas y artistas con visión surrealista latinoamericanos, y, a estos fines, queremos sumar a Alacrán Azul en la Red al grupo de publicaciones que usted dirige, así como al esfuerzo que realiza el amigo Enrique Lechuga con Sonámbula, a la revista Derrame de los amigos chilenos, y al grupo DeCollage del Brasil, entre otros.
Cuando yo me refería, en mi carta anterior, a “la antología de Pellegrini” pensaba en la Antología de la poesía viva latinoamericana (1966), no en la que dedicara a la poesía surrealista en lengua francesa. En efecto, ni una ni otra fueron diseñadas por Pellegrini para recoger la poesía de proyección surrealista en Latinoamérica, de ahí que en la primera aparecieran muchos poetas que no tenían vinculación alguna con el surrealismo (como es el caso de los poetas cubanos incluidos en la misma), y que en la segunda Pellegrini sólo se ocupara de aquellos poetas que escribieron en francés. Yo coincido con usted en la crítica que le hace a la antología de Baciu, quien fue, en mi opinión, muy rígido en su arbitraria clasificación de los poetas de proyección surrealista latinoamericanos, por lo que habría de excluir a muchos poetas que no consideraba puramente surrealistas, a quienes llamaba para-surrealistas o “surrealizantes”. La segunda edición, revisada y ampliada, de Un Nuevo Continente habrá de empezar a llenar el vacío que existe desde hace ya mucho tiempo en la poesía de nuestro Hemisferio creado por las numerosas antologías poéticas que, sistemáticamente, han ignorado la mejor poesía que se ha escrito y se escribe entre nosotros. Permítame, pues, felicitarle desde ahora por su ingente labor de investigación que ha de resultar muy pronto en la publicación de su nueva antología y que, en el pasado, nos ha dado textos y libros capitales para el conocimiento de nuestra poesía, como El Comienzo de la Búsqueda, y que, en un futuro próximo, nos dará los varios proyectos que usted me anuncia en su carta.
Bueno, amigo mío, sigamos en contacto.
Abraxas,
Vicente Jiménez

Querido Floriano,
Gracias por la información sobre cómo y a quién pedir tus libros en circulación. Permíteme que yo lo haga directamente para que no incurras en gastos de envío. Acá también el correo postal se hace imposible en estos días de Pascuas y Año Nuevo, luego, como tú dices, es mejor esperar hasta el mes de enero para el trasiego de libros. De todas maneras, mi dirección es como sigue:
Vicente Jiménez


Querido Floriano,
Me complace tu interés en los textos sobre Baragaño en Alacrán Azul #2, específicamente “Rescate de Baragaño”, por José Antonio Arcocha, y el mío, “Mi amigo Baragaño”. Como ya has visto, quisimos dedicar un dossier, Baragaño entre nosotros, en AA a este gran poeta y amigo en un momento en que, por cierto, ya Baragaño tenía casi diez años de muerto y apenas se hablaba de él, ni en Cuba ni, mucho menos, en el exterior. Desde entonces, ha sido incluido en algunas antologías de poetas cubanos editadas en la Isla y también en el extranjero, pero sin destacar la posición muy prominente que, a mi juicio, debiera reconocérsele en la poesía cubana contemporánea. Como habrás notado, tanto Arcocha como yo lo criticábamos entonces fuertemente por su posición política en Cuba, ya que desde su vuelta a la Isla en 1959 hasta su súbita muerte en 1962, militó activamente en las filas de la revolución. Como miliciano, en 1961 tomó parte activa en la movilización de Bahía de Cochinos (Playa Girón) y en la campaña del Escambray. Baragaño, cuando yo lo conocí, a mediados de los años 50, no creía en la viabilidad de una revolución en Cuba y se identificaba más bien con el anarquismo. Entonces sólo se le conocía en La Habana como “poeta maldito”, y se burlaba de la cultura oficial en Cuba. No le publicaban su poesía. Pasaba hambre y saltaba de un hotel a otro (casi siempre abandonando pertenencias personales, libros y manuscritos) justo antes que lo echaran por falta de pago. Con el triunfo de la revolución, Guillermo Cabrera Infante y Carlos Franqui, director del periódico Revolución, lo invitaron a colaborar en el mismo y en el suplemento literario Lunes de Revolución que aquél dirigía. Baragaño escribió columnas y artículos encendidos en que denunciaba a los “insumergibles” de siempre, a los intelectuales que nunca se habían interesado por la política en el pasado pero ya buscaban cómo integrarse a las filas de la revolución triunfante. Atacó a José Lezama Lima y al grupo de la revista Orígenes por lo que éstos representaran en el escenario cubano, en lo cultural así como en lo político.  Hizo, en La Habana cundida del fervor revolucionario de 1959-1961, así como en los tiempos difíciles antes de la revolución, más enemigos que amigos. Permaneció fiel a la revolución hasta su muerte, aunque se cree que poco antes de morir empezaba a criticar duramente a la nueva cultura oficial y a los estalinistas que la dirigían con el asentimiento de Guevara y Castro. Como poeta, llegó a escribir poesía que él creyó necesaria en aquel momento, poesía cargada de marcado contenido social, “en un intento por aprehender la nueva realidad” (Enrique Saínz, prólogo a José Alvarez Baragaño: Poesía color de libertad, UNEAC, La Habana, 1977, volumen que recoge la poesía publicada más poemas inéditos y otros no recogidos en libro).
Fernando Palenzuela me ha comentado que Baragaño no podía sino participar directamente en el proceso revolucionario que se iniciara en Cuba en enero de 1959. Lo hizo, además, no desde el escritorio o sólo con la pluma, sino con las armas en las manos, en uniforme de miliciano, como combatiente junto a los hombres del pueblo que creían en los postulados iniciales de la revolución. Pero —añade Fernando— que, así como ocurriera con tantos otros cubanos que abrazaron el ideario revolucionario en un principio, él también habría roto con el sistema en su momento. Yo también lo creo así.
Te hago este largo recuento de la trayectoria de Baragaño para explicarte por qué me parece que lo que Arcocha y yo escribimos sobre él en 1971 debiera ser actualizado. Baragaño murió, repentinamente, en 1962 por lo que no podemos saber, con certeza, qué habría sido del poeta-revolucionario. Arcocha, muerto ya, no puede reconsiderar lo que escribiera nueve años después de la muerte de aquél. Pero yo sí puedo hacerlo todavía, y, de hecho, últimamente he estado re-
escribiendo porciones de mi libro, particularmente la sección dedicada a Baragaño. No sé qué uso harías del texto de Arcocha y del mío, tal como aparecieran en AA #2 (los tengo y te los puedo enviar en formato Word.doc), pero se me ocurre que si han de aparecer en una de tus publicaciones quizás sería apropiado situarlos en el contexto histórico y acaso —esta idea es de Fernando— acompañarlos de un addendum a tales efectos. Para el próximo mes de enero yo podría tener listo mi texto —revisado y ampliado—sobre Baragaño, si pudieras esperar. De todos modos, “Mi amigo Baragaño” no es más que una breve crónica de mi encuentro con el poeta y algunas de las experiencias que tuve con él en La Habana de 1955-1959.
En cuanto a tu interés en la encuesta sobre la “Significación del surrealismo en la poesía contemporánea”, lamentablemente, casi todos los materiales que reuníamos entonces para lo que hubiera sido AA #3 o se han perdido o fueron devueltos a sus autores. La tal encuesta saldría de una correspondencia iniciada por Arcocha, Palenzuela y yo sobre ese tema, a la que invitaríamos a otros amigos escritores a que participaran en el debate. Quizá esto sea algo que todavía pudiéramos hacer —con tu participación, por supuesto— para AA #3… 

Abrazos,
Vicente Jiménez


Sent: Monday, February 20, 2006 4:01 PM
Subject: Check out La Habana Elegante - La más verbosa

Querido Floriano,
No conozco bien a Edmundo Desnoes. Te envío, por lo tanto, un anexo (en formato Word.doc) que contiene una breve nota biográfica y un artículo de Belkis Cuza Malé, directora de Linden Lane Magazine, quien lo conoce bien. El enlace te llevará a un dossier dedicado a Desnoes por la revista virtual La Habana Elegante.
Sé que tanto Reinaldo Arenas como Guillermo Cabrera Infante lo detestaban. Este último lo atacó duramente por incluir sus textos en una antología que, con el título Los Dispositivos en la flor (1981), se presentara como la primera antología que recogiera autores de la Isla y del exilio. Entre los escritores de la Isla incluidos aparece, muy prominentemente, Fidel Castro. Después de estar 20 años fuera de Cuba, sin jamás haber condenado el régime de Castro, regresó a la Isla en diciembre de 2002, a los 72 años de edad. No sé si aún está en Cuba, ni siquiera si vive todavía.
Recuerdo una anécdota de los años 80, en que invitan a Guillermo Cabrera Infante a un panel en un acto que tenía lugar en una universidad norteamericana. Cabrera Infante, al descubrir que Desnoes también forma parte del panel, rehusa tomar parte en aquel acto y se retira del escenario, no sin antes denunciar a Desnoes como agente castrista.
Creo, por mi parte, que como escritor Desnoes es, definitivamente, una figura menor en las letras cubanas.
Abraxas,
Vicente Jiménez


*****

Edição preparada por Floriano Martins. Página ilustrada com obras de Arshile Gorky (Armênia, 1904-1948), artista convidado da presente edição.


*****

Agulha Revista de Cultura
Número 124 | Dezembro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES




VERÓNICA DÍAZ | El Corno Emplumado


Ésta no es cualquier historia de los años sesenta, es una armada con trozos de poesía y de esperanza: El corno emplumado, recuperada por Anne Mette y Nicolenka Beltrán en un documental.
El corno emplumado: una historia de los sesenta inicia con imágenes del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz en un discurso en el que resume el plan que seguiría en adelante:

(…) pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos del mundo ha venido sucediendo; tenemos la ineludible obligación de impedir la destrucción de las fórmulas esenciales, a cuyo amparo convivimos y progresamos…

El documental continúa con un repaso de la generación beat, como antecedente de esta historia y, después, rearma la de El corno, revista mexicana editada en inglés y español que se dedicó a la poesía.
“Hacemos un viaje para reencontrarnos con los pensamientos, sueños y visiones de aquellos poetas que hicieron posible la revista, empresa literaria que durante ocho años ininterrumpidos (1961-1969) fue un puente cultural entre el norte y sur de América y en una de las revistas de poesía más significativas y vanguardistas de su época”, señala Nicolenka.

LA HERENCIA | Para la hechura de este documental bastó el encuentro entre Anne Mette y Robert Schweitzer en la selva de Chiapas. Ya con la idea de hacer una investigación para recuperar la memoria de la revista El corno emplumado, ambos conocieron a Nicolenka Beltrán.
Beltrán y Anne Mette tardaron tres años en culminar este trabajo cinematográfico que reúne 25 entrevistas a poetas mexicanos, estadunidenses y uno argentino. El próximo mes saldrá a la venta en DVD y se distribuirá a través del Conaculta.
“Nuestro trabajo contribuye a no olvidar y también propone un análisis: ¿a qué se parecen la época de los 60 con la que vivimos actualmente?”, señala Nicolenka Beltrán.
De acuerdo con Beltrán, especialista en animación, la propuesta de quienes hicieron la revista “me toca muy fuerte en el sentido de que veo que a muchos de jóvenes artistas que no tienen la intención de mirar hacia Latinoamérica.
Después de la exhibición del documental el jueves pasado Nicolenka sostuvo una charla con los espectadores que llegaron a la Sala José Revueltas del Centro Cultural Universitario.
Flanqueado por los poetas Sergio Mondragón, Joaquín Sánchez MacGregor y José Vicente Anaya, Beltrán explicó sus motivaciones para armar el documental, los dos primeros poetas mencionados escarbaron en sus recuerdos.
“Se tuvo entonces mucho impacto causado no sólo en el ámbito poético de la lengua española sino en el ámbito social en general. La década que aborda el documental fue de una renovación multitudinaria con grandes movimientos de masas en el mundo entero.
En México leíamos a Herbert Marcuse porque había desplazado al actor principal de la historia a las clases marginadas. Decía, entonces, en los estudiantes está el nuevo agente de renovación mundial”.
Esta es una de las razones, dice, por las que Díaz Ordaz hablaba de los filósofos de la destrucción, cuando se refería a la influencia ideológica de los jóvenes mexicanos.
Para Mondragón la ruptura también fue artística. Se marcó el fin de una era, del despertar con nuevo ánimo, un ánimo antiautoritario, de decir no a las feroces dictaduras militares, de ver en la Revolución cubana como si saliera el sol.
“Los poetas no querían ni podían escribir como sus venerables abuelos que los antecedieron como Villaurrutia o Gorostiza. En la pintura también se inició una búsqueda para no continuar con aquello de ‘no hay más ruta que la nuestra’
“Algunos de quienes vivimos el 68 no sabíamos que también habían matado una revista de tan grandes esfuerzos internacionales. Ojalá que se pueda recuperar esta iniciativa para, entre otras cosas, seguir denunciando a los asesinos de nuestro país que siguen matando gente y por lo que se ve también ideas, ideas que pudieran mejorar el mundo”.
Las palabras son de una mujer menuda, que por el llanto y posiblemente por el terror que vivió hace 37 años, se escucha un poco apagada, lejana. La audiencia comparte la misma sensación en la garganta, un nudo que no estalla ni desaparece. Es el luto por una gran idea.
Una idea cuyo inicio Mondragón recuperó así: “Comenzamos casualmente a fines del año 1961. Era octubre y acababa de entrevistar en la cárcel al pintor David Alfaro Siqueiros.
“Me hallaba inmerso en la redacción y documentación de esa entrevista cuando mi compañero el poeta Homero Aridjis, que acababa de publicar su primer libro, me invitó a conocer al poeta beat, Phillip Lamantia”.
Aquella presentación derivó en constantes reuniones de poetas y lecturas de poemas entre amigos como Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Juan Martínez, el pintor Felipe Ehrenberg y Ray Bremser. Luego Lamantía acercó a Mondragón con la escritora Margaret Randall recién llegada de Nueva York.
“El resto sucedió vertiginosamente. El grupo ‘descubrió la necesidad, y “vio” en el azar que nos había reunido, la oportunidad de editar una revista que mostrara “los dos mundos”: de la poesía hispanoamericana y de la norteamericana”, recuerda Mondragón.
Y como toda buena historia, ésta no tiene final.







JAZZ Y LITERATURA | Se bautizó a la revista con el nombre de El corno emplumado / The plumed horn (aludiendo al “horn” norteamericano del jazz, y a la serpiente emplumada, Quetzalcóatl, el dios tutelar de las culturas prehispánicas mesoamericanas).
“Aunque ninguno de los tres teníamos experiencia previa en la edición de revistas, se nombró encargados de la edición a Margaret Randall y Harvey Wolin -otro poeta beat- por la parte norteamericana, y a Sergio Mondragón por la de español”, dice el propio Mondragón.
En un reciente texto que ha escrito especialmente para publicar en Quito, dentro del libro Los años de la fiebre, Margaret Randall recuerda que los poetas norteamericanos en los años 60, buscaron hermanarse con Latinoamérica.
Todos escribieron poemas que eran una especie de testimonios que se abrían al conocimiento y que se sumaban al movimiento que, con pasión, se llamó La nueva solidaridad, acuñando una frase del poeta argentino Miguel Grinberg.
En una red laboriosa de comunicación a la que se denominó “caracol-correo” circulaban los poemas con gran rapidez, sin presumir que la poesía cambiaba inmediatamente el mundo sino con el convencimiento de que aportaba los elementos de conciencia para poder cambiarlo.



*****

Originalmente publicada em Milenio, México, 04/06/005. Edição preparada por Floriano Martins. Página ilustrada com obras de Arshile Gorky (Armênia, 1904-1948), artista convidado da presente edição.


*****

Agulha Revista de Cultura
Número 124 | Dezembro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES




THELMA NAVA | Pájaro Cascabel


Como una niña y adolescente solitaria que fui, aprendí a crear mi propio mundo. Tuve la fortuna de disponer siempre de un cuarto propio, un lugar donde el tiempo se detenía cuando me encerraba los domingos a escuchar la XELA, lo que casi me convirtió en una consumada melómana. Allí escribí también mis primeros poemas, de los que nunca guardé copia, afortunadamente. Los cuentos que mi padre me contaba o leía noche tras noche contribuyeron a despertar mi imaginación. Mi avidez por aprender no tenía límite y casi a diario le preguntaba a mi padre cuándo me iba a inscribir en la escuela primaria. Llegó por fin el tan deseado día y para entonces ya sabía leer y escribir. Recuerdo las montañas de libros de cuentos que mi padre me llevaba de las ferias del libro (que ya desde entonces se realizaban en la ciudad de México), y que yo devoraba en una tarde.
Mi afán de encontrar palabras que nombraran la vida surgió de esas lecturas. Inevitablemente, la poesía se gestaba en mi imaginación avivada por el descubrimiento de Andersen, Salgari, Verne y los hermanos Grimm,  entre otros. La revista argentina “Billiken”, que llegaba puntualmente a México y que se convertiría en lectura obligada de los escritores  de mi generación, ocupa un lugar destacado en mi memoria junto con algunas lecturas prohibidas por mi madre, como lo eran el “Pepín” y el “Chamaco”, cómics de la época. En mis primeros libros de texto recuerdo que se presentaban fragmentos de poesía del Siglo de Oro e inclusive aparecían los escritores  mexicanos: Ignacio Manuel Altamirano y Juan de Dios Peza.
Mis padres eran decimonónicos en su forma de ver la vida, en especial mi madre. Fui hija única de un matrimonio mayor y desafortunadamente jamás pude conocer a ningún abuelo. De vez en cuando veía a algunas tías y primas. Casi no tenía amigos y cuando llegaba a reunirme con ellos, siempre era con la inevitable presencia de mi madre, constante chaperona. Gracias a un precoz enamoramiento empecé a escribir poesía un poco más en serio. Este ritual solitario era mi alimento secreto. Era como hurgar en el cofre del tesoro donde me deslumbraba la seducción de las palabras, sus ritmos y significados. La poesía, encontrada como a la ballena blanca del capitán Ajab, me daría la definitiva certeza de que es lo único que nos mantiene vivos y nos rescata del olvido.
Hubo un tiempo en que leía ávidamente todo cuanto encontraba en la pequeña biblioteca de mi padre, en la que predominaban libros de psicología y filosofía, junto con obras maestras de la literatura. Fue allí donde se me revelaron El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y las Novelas Ejemplares, de Cervantes. Allí encontré también la Biblia, compendio de sabiduría que hasta mucho después habría de valorar debidamente.  Las obras completas de Goethe me tentaban desde entonces, pero en esa época sólo me cautivó el Werther.  Los títulos de los libros se agolpan en mi memoria: Los bandidos de Río Frío,  Las calles de México, y El conde de Montecristo son apenas un ejemplo de todo cuanto me interesaba. Disfrutaba tratando de interpretar a Freud y Jung, a quienes leía con enorme interés y apasionamiento. Eran mundos alucinantes que se ofrecían a mi interés y que gozosamente iba descubriendo de a poco. Recuerdo que en una ocasión una amiga de mi padre (quien por cierto se apellidaba Asúnsolo y era prima de Dolores del Río) le dio a guardar un librero repleto de libros donde encontré de todo, menos poesía, pero por supuesto me leí completo ese inesperado tesoro que estuvo a mi disposición por un buen tiempo. Encontré, novelas, cuentos, ensayos y qué se yo cuántas cosas que significaron un verdadero festín para mi incipiente curiosidad.
Publiqué mis primeros poemas en el Suplemento “México y la Cultura” y en las revistas “América”, “Metáfora” y “Nivel”, así como en algunas otras de la época. Mi relación con Jesús Arellano, editor de “Metáfora”, se dio a través de Efraín Huerta. Eran famosas esas tertulias irreverentes, que se realizaban en lo que llamábamos la cueva, una habitación en la que las reuniones eran presididas por un altar a don Alfonso Reyes, a quien todo el mundo le llevaba “milagritos” para que lo volviera escritor o bien para agradecerle “los favores concedidos”. Allí conocimos a Jaime Sabines, quien acababa de llegar a la ciudad de México, así como a muchos otros escritores y pintores, entre los que recuerdo a Juan Rulfo, Rubén Salazar Mallén, Amparo Dávila y las hermanas Olga e Irene Arias. La revista era muy polémica por sus comentados colofones, redactados por Jesús Arellano y A. Silva Villalobos. Por esa razón era la única revista que se  comenzaba a leer por el final.  Era la voz disidente de la época por sus venenosas  críticas a escritores famosos. Para mí, que me iniciaba en las letras, esas reuniones me permitían conocer a personalidades del mundo de la cultura y  eran, además, muy divertidas.
No existían entonces los talleres literarios, salvo el de Juan José Arreola, por el que pasé de manera fugaz. Mi formación literaria se dio inicialmente en la Casa del Lago de la UNAM, a la que era asidua. Allí tomé cursos de preceptiva literaria con ese escritor  extraordinario que es Tomás Segovia y conocí a Juan Vicente Melo, Isabel Fraire y Rita Murúa. A la fecha sigo manteniendo la amistad con Isabel Fraire, que se ha afirmado a través de los años como una destacada poeta. Posteriormente asistí al Centro Mexicano de Escritores, donde tomé algunos cursos con Juan Rulfo, quien nos dio una formidable visión de la literatura norteamericana a partir de Dreisser. Tuve allí compañeros que fueron posteriormente mis grandes amigos: Tomás Mojarro, Vicente Leñero, Carmen Rosenzweig y Manuel Echeverría (el benjamín del grupo), que luego llegarían a ser famosos. También tomé cursos con Ramón Xirau, quien además de ser un gran escritor y con una profunda calidad humana,  fue asimismo un extraordinario maestro. Más adelante me inscribí en la Facultad de Filosofía y Letras, pero por diversas circunstancias no pude terminar la carrera.
Las influencias determinantes en mi vida fueron inicialmente, entre otras, las de Vallejo, Rilke y Milosz. Cuando uno empieza a descubrir el mundo de un poeta, el hallazgo es de tal magnitud que uno se ve arrastrado vertiginosamente; en tanto no logre ordenar en su interior esas sensaciones y asimilarlas. Son esos autores quienes estarán presentes en la creación literaria e incluso en la vida cotidiana. Después uno llegará a encontrar su propia expresión, esa voz a la que con los años uno le va dando diferentes registros. Como he sido una lectora voraz, me ha sido siempre muy difícil ordenar mis lecturas. Siempre leo dos o tres libros simultáneamente y de diversos géneros: novela, ensayo, poesía.
La cuestión de las influencias es un asunto de empatía, algo así como sintonizarse en una misma frecuencia. Es como la química en el amor. Y habrá siempre poetas, por extraordinarios que sean, con los que uno nunca se va a identificar, que no le tocan a uno el corazón aunque pueda admirárseles como personas.
Nunca he sido muy disciplinada para escribir y quizá esa sea la razón de que mi obra no haya sido hasta el momento muy prolífica.  Sin embargo, todos mis quehaceres se han relacionado siempre con la literatura, ya sea a través de mi participación en congresos o festivales de poesía nacionales e internacionales (Cuba, Nicaragua, Argentina, Panamá, Perú y Puerto Rico), de mi trabajo permanente como jurado de poesía o de otras disciplinas. Durante la década de los 60 ejercí el periodismo cultural en el periódico “El Día” durante casi tres años. Gozaba allí de una gran libertad para escribir sobre el tema que quisiera. Comencé haciendo reseñas de libros y de revistas culturales y paulatinamente mi inquietud me llevó a escribir comentarios sobre obras teatrales y actividades de todos aquellos acontecimientos que capturaban mi atención. Publicaba también selecciones de poesía de varios países de América Latina en particular, y realicé entrevistas a grandes poetas de nuestro tiempo. Por aquel entonces realicé un viaje a América del sur y conocí a escritores extraordinarios como  Raúl González Tuñón, a quien lamentablemente no tuve la oportunidad de entrevistar. Atesoro en mi memoria particularmente la que le hice por vía telefónica a Juana de Ibarbourou en Montevideo. Yo estaba de paso por allí y el día que le llamé ella salía de viaje con su hijo a una granja en la cercana ciudad de Colonia, en busca del sol y el calor del mar para sus huesos adoloridos. Decía que “Montevideo sin sol no es Montevideo”. De todo cuanto conversamos se me quedó muy presente que cuando le hablé de mi incipiente labor literaria me señaló que “la autocrítica es criminal para lo propio”.
En ese entonces  trabajaba yo en la industria del cine, en la que tuve grandes amigos como Simón Otaola, asiduo visitante de la librería de Polo Duarte, adonde llegaban las principales novedades literarias de diversas partes del mundo.  Otaola fue para mí un mentor que me descubría a muchos  nuevos autores. En mi trabajo realizaba diversas labores y entre ellas colaborada con Efraín Huerta en un boletín cinematográfico. Con él  compartí inicialmente el asombro literario.  Solía regalarme hermosos libros de poesía, empezando con la suya.  Un día, sin saber cómo, Efraín y yo nos descubrimos amorosamente. Fue el nuestro un amor apasionado en verdad. A pesar de que nos veíamos frecuentemente nos escribíamos cartas casi todos los días. No las conservo todas, lamentablemente. Después de dos años de noviazgo nos casamos el 6 de septiembre de 1958 y compartimos más de 25 años de vida. El 21 de mayo de 1959 nació nuestra primera hija, Thelma, y cuatro años después, el 29 de junio de 1963, nació Raquel quien ha seguido el hermoso camino literario. Efraín fue siempre un excelente padre, amoroso y consentidor. Nuestras hijas siempre tuvieron la cercanía con la literatura y con el arte y crecieron en un ambiente muy sugestivo en cuanto a todo lo
relacionado con la creación. Thelma se inclinó más por las artes plásticas y Raquel por el mundo de los libros. En cuanto a mi relación con Efraín, nunca hubo dificultades entre nosotros con respecto a nuestro quehacer literario. Aprendimos a manejar la situación de ser dos poetas con su mundo personal muy bien establecido y definido. Viajamos mucho por diversos países de América Latina y compartimos diversas tareas culturales y solidarias.
Como para mí el compromiso es la vida, al igual que el resto de los escritores de mi generación tuve una activa participación en el Movimiento Estudiantil del 68 a través de la Facultad de Filosofía y Letras, al lado de José Revueltas, quien además de ser el destacado dirigente político que todos conocemos tenía algunas propuestas muy novedosas que entusiasmaban a los estudiantes, como la famosa “Operación Perro” que consistía en hacer pintas políticas sobre los perros callejeros que en su andar por las calles de la ciudad hacían propaganda al movimiento. Organizábamos muchas actividades y reuníamos fondos para los “muchachos” de la Facultad, como les solíamos llamar a nuestros líderes estudiantiles.  Cuando encarcelaron a Revueltas, a quien tuvimos escondido un tiempo en la casa del poeta Carlos Eduardo Turón, y a raíz de la matanza del 2 de octubre nos dispersamos todos. Un tiempo después empecé a participar en la solidaridad con Cuba, a instancias del poeta cubano Fayad Jamís y posteriormente con Nicaragua y El Salvador. Curiosamente viajé mucho a Cuba y a Nicaragua, pero jamás he estado en El Salvador.
Fui jurado del Premio Casa de las Américas de Cuba y con Efraín y Ernesto Mejía Sánchez del Premio “Rubén Darío” en Nicaragua, donde por cierto fui condecorada en dos ocasiones, lo que significó para mí una de las mayores satisfacciones de mi vida. En Cuba conocí y me hice amiga de grandes escritores: Julio Cortázar, Mario Benedetti, Juan Gelman, Claribel Alegría, Nicolás Guillén, Loló de la Torriente, Alejo Carpentier, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar  y muchísimos otros que sería largo enumerar. A Julio Cortázar volvería a encontrarlo en Roma y en Nicaragua, a Juan Gelman y a Mario Beneditti los volvería a ver en México en muchas otras ocasiones, lo mismo que a Roberto Fernández Retamar. Desde mucho antes de la solidaridad con el sandinismo llevé una profunda amistad con Ernesto Cardenal con quien viajé a Roma, al Tribunal Russel, para llevar la denuncia sobre las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua a manos de la dictadura de Anastasio Somoza. Nicaragua para mí es un país mágico con poetas entrañables como Gioconda Belli, Francisco de Asís Fernández, Julio Valle Castillo y Carlos Martínez Rivas entre otros. Entre mis amigos salvadoreños puedo mencionar a Roque Dalton a quien conocí desde los años sesenta en la ciudad de México, a Manlio Argueta a quien vi por primera vez  en Nicaragua y a  Rafael Goches Sosa, quien vino a México en alguna ocasión, para afinar los detalles de la publicación de un libro suyo en alguna de las colecciones de “Pájaro Cascabel”.
En la década de los 60 fundé, con el destacado crítico Luis Mario Schneider, la revista “Pájaro Cascabel” y la editorial del mismo nombre. Ésta fue una de las revistas independientes más importantes de la época, junto con “El Corno Emplumado”, “Cuadernos del Viento”, “Snob", “Siglo I Poesía” y “El Rehilete”, en la que tuve una breve participación. La publicación de “Pájaro Cascabel” implicaba un verdadero reto que logré superar poniendo en esta tarea la misma pasión que he puesto en todo cuanto emprendo, sin descuidar por supuesto a la poesía, a la que nunca he abandonado porque ha sido siempre  parte fundamental de mi vida. A través de la revista me mantenía en contacto con mis amigos poetas y editores de las otras publicaciones. Puedo asegurar a la distancia que jamás hubo entre nosotros
la menor sombra de envidia o mezquindades, tan frecuentes en ocasiones en el medio. Por el contrario, nos ayudábamos entre todos generosamente. Sergio Mondragón, Margaret Randall, Huberto Batis y Margarita Peña fueron amigos y compañeros que mucho nos ayudaron a realizar nuestra tarea, al igual que Jesús Arellano, quien me dio todo su directorio de críticos de universidades de los EEUU que se interesaban en nuestra labor.
A propuesta de los editores de “El Corno Emplumado” y del argentino Miguel Grimberg, editor de “Eco Contemporáneo” realizamos en México el “Primer Encuentro Interamericano de Poetas” que tuvo una enorme resonancia en nuestro país. Fue la primera vez que se hacía un encuentro de esta índole y por supuesto no había ningún apoyo institucional. Los poetas llegaron de distintos países por sus propios medios, hubo una poeta sudamericana que llegó a vender un piano para pagarse el viaje. Hospedamos a los poetas en casas amigas. A todos les encontramos alojamiento. Los trabajos se llevaron a cabo en el Club de Periodistas de México, donde se realizaron conferencias y mesas de discusión sobre la poesía. Tuvimos una gran cobertura de prensa ya que en esos años un encuentro de poetas era algo novedoso. Realizamos, a iniciativa de Efraín Huerta, lecturas en la Calzada de los Poetas del Bosque de Chapultepec. Fue la primera vez que la poesía salía a espacios abiertos. Después hubo otra lectura en Malinalco. El subdirector del periódico “Excélsior cubría diariamente todas nuestras actividades. El Encuentro lo presidieron honorariamente Henry Miller y Thomas Merton. Guardo con enorme cariño la carta de aliento que me envió Julio Cortázar, junto con su mensaje “A los cronopios de la Acción Poética Interamericana”, fechado en París en 1964, escrito a máquina.
Es increíble la gran comunicación que existía entre todos los escritores en aquella época en que no teníamos más que el a veces exasperadamente lento servicio postal para comunicarnos Sin embargo, la comunicación era bastante fluida entre nosotros. Mantuve siempre una excelente comunicación con los poetas de otras latitudes, a quienes  les enviaba regularmente “Pájaro Cascabel”, ya que tenía corresponsales en muchos países iberoamericanos. Mandaba los ejemplares a gente clave que distribuía convenientemente la revista, que luego era reseñada por los críticos en suplementos y revistas de esos países. Llegamos a publicar más de treinta libros de poesía en las diversas colecciones que teníamos, no sólo de autores mexicanos sino también de escritores iberoamericanos que deseaban publicar con nosotros por la distribución que tenían nuestros libros en los medios.
A raíz del Movimiento Estudiantil del 68 y debido a nuestra participación en él, no pudimos seguir publicando las revistas “El Corno Emplumado”  ni “Pájaro Cascabel, ya que se nos negó la ayuda oficial que teníamos para la edición de las mismas, que si bien no cubría todo el costo, sí una parte importante del mismo. El escritor y amigo Edmundo Valadés, quien por aquel entonces trabajaba en la Presidencia de la República, nos había conseguido esa pequeña ayuda a la que he hecho mención y que por supuesto, ya no tuvimos más. Siempre he afirmado que las revistas literarias son como los grandes amores, es decir, tienen alguna vez un término, por una u otra razón.
Me ha interesado en forma permanente la creación de los jóvenes poetas de nuestro país y por la índole de mi quehacer literario como jurado de poesía, me he mantenido siempre al tanto de lo que escriben muchos de ellos. Desde la época que editaba “Pájaro Cascabel” me preocupaba por la poesía joven, particularmente me interesaba en aquel entonces lo que estaban escribiendo las poetas, a las que me interesaba publicar. El panorama no era muy amplio, todo lo contrario de la época actual en la que verdaderamente las poetas han ganado grandes espacios en todo nuestro territorio lo que me da una gran satisfacción personal.
Como lo expresé en algún poema: “Voy hacia la vida como se va a la muerte o al amor, sin saber nada”. Todos los días nos encontramos al pie de la sorpresa. La vida ha ido dispersando a mi pequeña familia por diversas partes del mundo. Mi hija mayor vive ahora en Canadá, felizmente casada. A pesar de la distancia nos mantenemos siempre muy cercanas y su permanente apoyo y solidaridad acompañan mi transcurrir por la vida. Mi nieta mayor, que es Psicóloga, estudia ahora en Canadá y trabaja con niños de preescolar. Mi nieta menor vive desde hace algunos años en España, con su padre. Estudia artes gráficas y se siente muy orgullosa de sus abuelos escritores. Me acompañan sus dibujos y pequeñas tallas en madera. En México se encuentra afortunadamente mi hija Raquel, con quien comparto poesía e intereses comunes, así como viajes y sueños. Trabajo en la preparación de nuevos libros de poesía. Busco siempre renovarme en mi expresión poética, ya que no me gusta repetirme. Odio la soledad de los sábados en que el mundo parece detenerse. Me inquieta el futuro de nuestro país y leo todas las mañanas los diarios para saber qué sucede en el mundo, qué se escribe y se piensa frente a nuestra realidad de país tercermundista, al que amo por sobre todas las cosas y no cambiaría por ningún otro. Jamás he tenido la experiencia de vivir en otro sitio, ni siquiera temporalmente. Trato siempre de organizar mi tiempo, sin lograrlo del todo. Tengo muy buenos amigos, en el medio literario particularmente, a los que suelo ver con alguna frecuencia (salvo aquellos  que no residen en esta ciudad). No hay nada más cautivador que conversar con un buen amigo o amiga ante una copa de buen vino o un humeante café. Los amigos, cuando son sinceros, son parte, de alguna manera, de nuestra familia.


*****

Edição preparada por Floriano Martins. Página ilustrada com obras de Arshile Gorky (Armênia, 1904-1948), artista convidado da presente edição.

*****

Agulha Revista de Cultura
Número 124 | Dezembro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES