sexta-feira, 23 de novembro de 2018

CARLOS ESPINOSA DOMÍNGUEZ | Alacrán Azul


Hace treinta y seis años inició su andadura una revista literaria sobre la cual apenas se ha hablado o escrito (en realidad, no conozco ningún texto en el que se le hayan dedicado algunas líneas, pero prefiero pecar de optimista y confiar en que ese texto existe por algún lado y que yo, torpe que soy, no he sabido dar con él). Mereció haber tenido buena suerte, mas no ocurrió así y se vio condenada a una existencia muy efímera. Quedó, no obstante, como un hermoso proyecto, y a manera de muy modesto y tardío homenaje, hoy quiero dedicarle estas páginas.
Sus directores fueron dos escritores cubanos residentes en Miami, Fernando Palenzuela (1938) y José Antonio Arcocha (1933-1998), quienes decidieron bautizar la revista como Alacrán Azul. Para poder sacarla, contaron con el apoyo financiero de Juan Manuel Salvat, quien la apadrinó y acogió bajo el sello de sus Ediciones Universal. El primer número vio la luz en 1970 (no se especifica el mes o la estación), y sus páginas se abrían con este Exordio para un Alacrán Azul: “Toda aparición de una revista literaria implica un optimismo feroz por parte de aquellos que lo publican. Proclamamos nuestro optimismo en un gran alarido poético sobre las realidades del mundo. Muy por encima de las guerras y los cataclismos, de los azarosos destierros y los campos de concentración —ya innumerables— debemos continuar publicando palabras que, aparentemente, nada tienen que ver con estas tenebrosidades de nuestro planeta. Aparentemente, decimos, porque un lector avisado siempre podrá vislumbrar de qué lado se inclina la aguja imantada de nuestro espíritu. Los que asumimos la responsabilidad de editar esta revista hacemos causa común con dos simples verdades: la libertad y la poesía. Este doble fulgor no será borrado por nada visible, mientras el mismo sea el que configura el ámbito de los pequeños pasos del hombre sobre la tierra. Alacrán Azul pretende ser un testimonio implacable de esas huellas”.
Esa declaración de principios fue cumplida cabalmente por los editores de Alacrán Azul, en las dos entregas que consiguieron publicar (la segunda salió en 1971). La poesía, en efecto, mereció un espacio significativo en el sumario de ese par de números. Hallamos, por un lado, trabajos críticos y ensayísticos, pertenecientes a firmas como las de Juan-Eduardo Cirlot (La poesía premonitoria), Carlos M. Luis (El abismo poético de Jean Pierre Duprey) y Alberto Baeza Flores (La poesía latinoamericana del siglo XX desde la perspectiva del año 2001). En cada número figura también un bloque con textos de creación, que dio cabida a colaboraciones, entre otros, del venezolano Ben-Ami Fihman, el francés Pierre Seghers, el argentino H.A. Murena, el rumano Ventila Horia, así como los cubanos Eugenio Florit, Raimundo Fernández Bonilla, Orlando Jiménez Leal y Octavio Armand. A destacar asimismo las dieciséis páginas que ocupó el homenaje a José A. Baragaño, que además de poemas de éste, incluyó trabajos de Ana Rosa Núñez, Vicente Jiménez y Arcocha.
La prosa de ficción también estuvo bien representada en Alacrán Azul. En el primer número, Arcocha publica un trabajo crítico, Vislumbración de Lydia Cabrera, que sirve para presentar El vuelo de Jicotea, un cuento de la autora de El monte. Se pueden leer asimismo materiales de dos pesos pesados de la literatura latinoamericana contemporánea, Gabriel García Márquez y Guillermo Cabrera Infante. Del colombiano se incluye Blacamán el bueno, vendedor de milagros, que después sería recogido por él en el libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972). De Cabrera Infante se incluyen dos materiales inéditos enviados por él a los redactores de la revista, y que, hasta donde yo he podido indagar, nunca más se han reproducido. Uno son las respuestas en español para la entrevista que le realizó la periodista Kjell A. Johanson,
que apareció en el diario sueco Expresen. Ocupan cinco páginas y como dijo alguien de uno de sus libros, son un halago a la inteligencia y al placer de la lectura. El otro es, por su gran valor literario, una auténtica joya. Lleva el título de Meta-final, y es el final de Tres tristes tigres que su autor finalmente eliminó, atendiendo, como aclara él mismo, a que “había demasiada simetría ya para añadir esa parodia”. En esas breves líneas, que redactó especialmente para los editores de Alacrán Azul, Cabrera Infante agrega: “Por casualidad hace poco que me llegaron unos baúles dejados en Bruselas que tenían muchas notas y fragmentos míos. Ahí venía ese pedazo. Solamente lo he pasado en limpio para ustedes, añadiendo una ortografía nueva aquí, un malapropismo allá, algunas dosis de anacoluto y el título, que es posiblemente lo único nuevo realmente. El texto a mí me gusta ahora pasado en limpio, con su ferocidad humorística y su homenaje a Monk Lewis, a Melville y a Conrad”.
Entre los colaboradores del primer número figura también el mexicano Gustavo Saínz, quien envió un fragmento de su novela Obsesivos días circulares, próxima a ser editada por Joaquín Mortiz. En la segunda entrega, Alacrán Azul incorporó un bloque compuesto por narraciones de Fausto Masó (Encandilados), Julio Matas (Normandía), Lourdes Casal (Encuentro con el león) y Leonardo Soriano (El detalle, La invasión). A esas páginas es necesario sumar una breve reseña de la novela El mundo alucinante, en la cual Arcocha expresa su admiración por Reinaldo Arenas, “autor de dos novelas perfectas y misteriosas como una pirámide, que se ha colocado con brillo fulgurante en el mismo centro de la constelación literaria latinoamericana”.

ATENCIÓN A LA MÚSICA Y LAS ARTES PLÁSTICAS | Lejos de mi intención hacer una enumeración completa del contenido literario de los dos números. Sin embargo, no quiero dejar de referirme al homenaje que Alacrán Azul dedicó a Calvert Casey, quien el año anterior se había quitado la vida en Italia. Lo conforman poemas de Baeza Flores y Ana Rosa Núñez, así como trabajos críticos firmados por Natalio Galán, Wifredo Fernández y Palenzuela. Este último introduce una selección de fragmentos de cartas que le enviara desde Europa el autor de El regreso. Como apunta allí Palenzuela, esas páginas poseen un gran valor testimonial, pues “revelan el hondo perfil humano de aquel hombre que fue mi amigo, Calvert Casey, que nació en Baltimore, amó a Cuba y se suicidó en Roma”.
Mas como no sólo de las bellas letras vive el hombre, Alacrán Azul también prestó atención a otras disciplinas artísticas. Una de ellas fue la música, manifestación a la cual están dedicados dos deliciosos ensayos de Natalio Galán, Barroco termina con b y El danzón ars nova, que años después pasaron a integrar el libro Una historia inusitada. Mucho más importante es la presencia que tuvieron las artes plásticas (el director artístico de la revista fue, por cierto, el pintor José María Mijares). En los dos números se pueden hallar dibujos de Riverón, Soriano, Carulla, Castillo, Lozano, Moreno, Osvaldo, Rosabal y Córdoba (copio los nombres tal como figuran en el índice). Lydia Cabrera firma además un texto sobre este último, mientras que Arcocha y Palenzuela escriben a cuatro manos sobre Mijares, de quien señalan que “ha conseguido articular el mundo de lo maravilloso en imágenes que hablan por sí solas, con un lenguaje duro y transparente como el cristal de roca”. Tampoco se olvidan los editores de la fotografía. Aparte de unas cuantas que sirven para ilustrar algunos textos (las tres de Cabrera Infante, por ejemplo, llevan el crédito de Néstor Almendros), aparecen seis firmadas por Jesse Fernández y publicadas bajo el título general de Páginas de un Diario Fotográfico.
El talento y el placer con que esa pareja de incorregibles letraheridos que eran Palenzuela y Arcocha confeccionaban la revista se ponen de manifiesto hasta en detalles tan nimios como las fichas de los colaboradores. Éstas aparecen redactadas con mucha imaginación y combinan la información bibliográfica con el humor y el espíritu lúdico. A modo de ilustración, copio a continuación una de ellas: “NATALIO GALÁN nació en Camagüey y dice tener 55 años para asombro del interlocutor que siempre exclama: —Pero qué bien se conserva. Ha vivido en grandes ciudades: París, Nueva York, Habana, y en pequeños infiernos: Emporia (Kansas) y Somter (Carolina del Sur). En todas ellas la 'competencia' ha tenido el mismo significado: crueldad. Poco gregario, su círculo de amistades es más el centro que la circunferencia. Compone música cuando no escribe y por escribir no compone. Se distrae con la astrología y otros enseres esotéricos. No desdeña ser escritor, músico y astrólogo, pero nació en las Antillas donde la política despierta más curiosidad. Y de eso nada sabe”.
Pero el excelente nivel que alcanzó Alacrán Azul no puede atribuirse únicamente a la calidad de las colaboraciones. También es muy significativo el aporte realizado por Mijares. Ignoro si antes éste había tenido alguna experiencia como diseñador gráfico. En todo caso, en su concepción artística de la revista demuestra que ese campo no le era del todo ajeno. Quiero destacar como primer acierto la adecuada valoración de los textos, que se benefician con una tipografía elegante y que se lee muy bien. Disponen además de unos amplios márgenes que los realzan y les permiten respirar, si cabe aquí emplear ese verbo. La elección de los grabados, viñetas y fotos es igualmente atinada, y Mijares sabe sacarles un gran rendimiento estético. De todas las revistas cubanas editadas hasta entonces en el exilio, Alacrán Azul es posiblemente la mejor diseñada. Y entre las que aparecieron después, no son muchas las que en ese sentido la superan.
En el último número que alcanzó a circular, Alacrán Azul
parecía haber comenzado un moderado proceso de crecimiento. El signo más visible es la incorporación de una sección nueva, Arcano de papel, que reunía reseñas de libros y notas cortas (hay asimismo una entrevista a Lino Novás Calvo). Pero la revista no pudo ir más allá, seguramente por razones económicas. Un anuncio incluido en esa entrega nos permite tener una idea de lo que iba ser el contenido de la tercera. Estaban previstos ensayos de Luis Ortega, Octavio Armand, Juan-Eduardo Cirlot, Hilda Perera y Beatriz V. Cuellar; poemas de Isaac Goldemberg y Rolando Campins; narraciones de Marcelo Salinas, Celedonio González y Juan Alonso; y entrevistas a Salvador Elizondo, Juan García Agudiz y Néstor Almendros.
Pero en lugar de ver el vaso medio vacío, digamos mejor que está medio lleno. Como de nada vale lamentarnos por lo que ya no vamos a leer, prefiero apuntar que en la Librería Universal, de Miami, aún pueden adquirirse ejemplares de esos dos espléndidos números de Alacrán Azul. Quienes se arriesguen a aventurarse en sus páginas por primera vez, tendrán la grata recompensa de una considerable cantidad de sorpresas y hallazgos. En todo caso y como dice el anuncio, si no quedan satisfechos les devolvemos el dinero.


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Edição preparada por Floriano Martins. Página ilustrada com obras de Arshile Gorky (Armênia, 1904-1948), artista convidado da presente edição.


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Agulha Revista de Cultura
Número 124 | Dezembro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES




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