quinta-feira, 11 de março de 2021

ARIEL TILL | Fotografía analógica en la era digital

 


Actualmente, cuando la gran mayoría de las fotos se realizan con un teléfono celular, hay un cierto resurgimiento de la fotografía analógica. Y no es sólo por nostalgia de viejos fotógrafos negándose a incorporar nuevas tecnologías. Muchos jóvenes están dejando a un lado sus modernos equipos digitales para incursionar en el mundo de los haluros de plata.

Desde hace varios años, quienes nunca nos alejamos de la fotografía analógica veníamos viendo como día a día iban desapareciendo de los comercios productos como películas, papeles y químicos, quedándonos muy pocas alternativas. Agfa fuera del mercado, Polaroid discontinuando su película instantánea, Kodak abandonando la producción de papeles fotográficos y algunas películas, como ser su línea de diapositivas, Fuji dejando de fabricar ciertas líneas de películas y papeles fotográficos. Y con los químicos, algo similar. Si bien nunca se han dejado de producir, ciertamente hay menor variedad y algunos ya no se consiguen para preparar pequeñas cantidades, teniendo entonces que fraccionar en forma casera para poder utilizarlos.

Pero el nuevo auge de la fotografía analógica hace creer que la fabricación de películas puede volver a ser rentable, ya que se van viendo últimamente una serie de novedades, algunas de ellas esperanzadoras. Kodak anunciando la vuelta al mercado de algunos materiales como la película diapositiva Ektachrome. Fujifilm reincorporando su película blanco y negro Neopan. El resurgimiento de la fotografía instantánea a través de Impossible Project (con la infraestructura de Polaroid) y la línea Instax de Fujifilm. Viejas marcas con nuevos dueños recuperando equipamiento y conocimiento, como es el caso de Adox, que vuelve a producir materiales que conocimos anteriormente con el logo de Agfa. Incluso Ilford se ha dado espacio para nuevos desarrollos, lanzando recientemente una nueva versión de sus papeles RC con una reformulada emulsión.


Pero, ¿cuál es el atractivo de la fotografía analógica para los jóvenes? ¿Qué rol cumple? ¿Qué experiencia diferente les aporta? Claramente no soy yo la persona más adecuada para opinar al respecto, ya que ingresé al mundo de la fotografía cuando el revelado de las sales de plata representaban la última tecnología en procesos fotográficos, y nunca incursioné en la fotografía digital, por lo que poco puedo entender acerca de los vericuetos, posibilidades y restricciones que ésta ofrece. Pero luego de escuchar a varios jóvenes fotógrafos y fotógrafas, puedo hacerme una idea (seguramente errada) de sus puntos de vista.

En general, puedo arriesgar que el atractivo está justamente en la experiencia, por los resultados que se logran, y el proceso para llegar a ellos. Porque ante la determinista obtención de buenos resultados que proveen las últimas tecnologías aplicadas en el desarrollo de las cámaras digitales, la fotografía analógica ofrece algo diferente: incertidumbre. Incertidumbre por un lado por la necesaria espera para ver las imágenes luego del proceso de revelado, frente a la inmediatez que ofrece la fotografía digital. Esto obliga a pensar cuidadosamente cada toma, ya que no se puede verificar en el momento si ha salido correctamente. Y más aún sabiendo que sólo se dispone de una cantidad limitada de fotogramas por rollo.

Pero la incertidumbre se da también por el componente de imprevisibilidad en los resultados. Si bien quienes aprendimos fotografía cuando sólo era posible a través de procesos químicos, supimos incorporar procedimientos para obtener resultados más o menos homogéneos, es cierto que es muy difícil, sino imposible, obtener dos fotos exactamente iguales. El estado de conservación de los materiales, tiempos, temperaturas, agitados, etc. son alguna de las muchas variables que afectan el aspecto final de la imagen.

Pero muchos ahora ven en esta complejidad de parámetros a controlar, la oportunidad para experimentar. Entonces el mundo analógico ofrece una variedad de caminos que potencian esta búsqueda. La utilización de diferentes tipos de cámaras, desde las de juguete (que se hicieron moda con la lomografía), descartables, darle nueva vida a las compactas, pockets y telemétricas que aparecen en algún armario o que se pueden conseguir de segunda mano, hasta las siempre confiables y robustas réflex. Incluso el amplio rango de cámaras de formato medio, antes reservado casi exclusivamente para profesionales, brinda alternativas para desarrollar un estilo personal. Y por qué no, hasta sirve también armarse alguna estenopeica.


Con respecto a las películas, no sólo se trata de adquirir las que aún se siguen comercializando, sino también de probar con materiales vencidos, ya sea recientemente o hace mucho tiempo, que también suelen encontrarse. Y, por supuesto, incursionar en procesos o técnicas especiales, como ser doble exposición, reveladores caseros, film soups, etc.

Más allá de la incertidumbre, la fotografía analógica también puede prometer resultados distintivos con un proceso simple y rápido. Sí, puede llamar la atención, pero simpleza y rapidez ahora pueden verse como atributos asociados a la fotografía por medios químicos

En su momento, la llegada de la fotografía digital fue bienvenida no sólo por la reducción de costos, sino porque permitía acortar los tiempos para lograr un buen producto final. El proceso de edición en la computadora es comparativamente más rápido que el tiempo que demora el revelado de los negativos, con su correspondiente secado, y luego el positivado, donde se pueden destinar muchas horas encerrado en el cuarto oscuro realizando todas las pruebas necesarias para obtener una buena copia. Y, sobre todo, no existe la posibilidad de “deshacer” un paso simplemente presionando una tecla si algo no sale como se esperaba.

Pero proceso digital se fue especializando hasta el punto de poder ser llegado a considerar como tedioso. Es que una buena foto elaborada incorporará una etapa de revelado digital, para asegurarse de obtener correctamente toda la información disponible en la toma. Y luego sí, horas frente a la pantalla para obtener una imagen con la apariencia y estilo personal deseado.


Y desde este punto es que la fotografía analógica puede volver como una alternativa más simple y rápida. Simpleza, porque la apariencia final de la obra no hace falta lograrla por medio de la aplicación de diversos filtros digitales, sino que se determina directamente con la elección de la película, considerando sus características de reproducción de tonos y colores, contraste, grano, etc. Rapidez porque, luego del revelado, sólo basta con tener perfeccionado el proceso de escaneado, ya sea en forma casera o a través del servicio de un laboratorio profesional.

Y poco más que eso, ya que la gracia está justamente en no desvirtuar los resultados obtenidos con grandes intervenciones en la edición posterior. De esta forma, son válidas, y hasta apreciadas, aquellas sorpresas que puedan aparecer, ya sean producto de la variabilidad de los diferentes parámetros de los procesos químicos, como del error, la experimentación o la alteración intencional de los materiales.

En definitiva, queda claro que el rumbo de la perfección en la reproducción técnica de la imagen ha migrado hacia la tecnología digital. Por lo que la fotografía analógica, para persistir, tiene que abrirse paso con características propias. Y con esto no quiero decir que no puedan lograrse fotografías analógicas de altísima calidad, que obviamente abundan los ejemplos. Sino que si lo que se busca es ese tipo de objetivo, hay caminos más sencillos y caminos más complejos. Así como en las artes plásticas se puede elegir entre óleos o acuarelas, ceras o carbonilla, el fotógrafo puede optar por los píxeles o las sales de plata como medio para plasmar sus expresiones creativas. Pero a la hora de escoger el camino de la película y el revelado químico, no sería para obtener resultados similares a la fotografía digital, sino por encontrar apariencias diferentes. Y, sobre todo, por disfrutar de la experiencia. 


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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 167 | março de 2021

artista convidado: Julio Silva (Argentina, 1930-2020)

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