quarta-feira, 17 de novembro de 2021

AMELIA BARAHONA CUADRA | Los chorotega y los nicarao en la Nicaragua prehispánica

 


Los estudios etnohistóricos y arqueológicos de la Nicaragua Prehispánica, escasos comparados con el resto de América Central, han propiciado un conocimiento fragmentado y muy limitado de nuestra historia temprana. Al carecer de la espectacularidad de los vestigios de Guatemala, Honduras o México, el interés por valorar nuestra cultura y sus creadores ha sido tardío y me atrevería a decir, bastante superficial.

Las referencias históricas más importantes de nuestro pasado indígena al momento del contacto están contenidas en los relatos de los cronistas españoles del S.XVI, en particular las cartas de Gil González Dávila, Pedrarias Dávila, Fray Antonio de Valdivieso y Fray Bartolomé de las Casas. Pero es la Historia General y Natural de Las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo el documento de mayor importancia, pues recoge tanto testimonios de primera mano de nuestros antepasados como ilustraciones de la forma de vida de estos, a pocos años del inicio de la conquista española.

Geológicamente, Nicaragua está situada en el llamado “cinturón de fuego del Pacífico”, caracterizado por intensa actividad sísmica y volcánica.

La zona del Pacífico de Nicaragua se extiende 370 km de largo por 80 de ancho, desde el Golfo de Fonseca al norte hasta Peñas Blancas al sur, limitada al este por una cadena de volcanes, entre activos y extintos, localizados de forma paralela a la costa entre el Golfo de Fonseca y el Lago Cocibolca. Su presencia y actividad han marcado la historia de Nicaragua desde su época más antigua.

Un rasgo de especial importancia lo constituyen los dos grandes lagos de agua dulce: Xolotlán o Managua (1,042 km²) y Cocibolca o Nicaragua (8,264 km²), unidos por el río Tipitapa, desagüe natural del Lago de Managua o Xolotlán.

El Cocibolca o Nicaragua fue bautizado como Mar Dulce por Gil González Dávila en 1523. Presenta una profusión de islas entre las que destacan: Ometepe, con sus dos volcanes, Concepción y Maderas; el archipiélago de Zapatera; el archipiélago de Solentiname y las isletas de Granada (± 400), todas de origen volcánico.

Elemento fundamental lo constituye el Río San Juan o Desaguadero, curso que da salida al Lago Cocibolca en el Mar Caribe. En 1524, Hernán Cortés, en carta al emperador español Carlos V le exponía: “el que posea el paso entre los dos océanos, podrá considerarse dueño del mundo”. [1] Su condición de posible vía de conexión entre el Atlántico y el Pacífico, utilizando el Istmo de Rivas, determinó que Nicaragua haya sido codiciada por las potencias mundiales desde los primeros tiempos de la Colonia.

Por su fertilidad y abundancia en recursos naturales, el área circundante de los lagos, así como las islas del Cocibolca, en particular Ometepe y el archipiélago de Zapatera, estuvieron densamente pobladas desde tiempos prehispánicos.

En este artículo, quiero referirme al espacio geográfico conocido como el área cultural de la Gran Nicoya [2] que se extiende, desde el Golfo de Fonseca al norte; una pequeña porción del Depto. de Estelí, incluyendo y rodeando el eje volcánico; las orillas de los lagos Xolotlán y Cocibolca, (cuyo límite oriental son las montañas centrales de Nicaragua) y abarca hasta la provincia de Guanacaste en Costa Rica por el sur.

 

…la mayor parte del Pacífico de Nicaragua y la región NO de Costa Rica, adyacente al Golfo de Nicoya…forma un corredor de movimiento cultural norte-sur que por espacio de varios cientos de años… marcó el límite de la intensa influencia mesoamericana. [3]

 

Muy poco se conoce de los grupos que poblaron la Gran Nicoya antes de la llegada de los Chorotegas entre el 800d.c. - 900d.c. Los arqueólogos, basados en el hallazgo de artefactos cerámicos que datan de alrededor del año 2000a.c., suponen la existencia de aldeas a orillas de y en las islas del lago Cocibolca.

El análisis de restos encontrados en las vasijas de cerámica muestra que estos primeros habitantes cultivaban maíz para complementar su alimentación basada en la caza y la pesca, aunque Coe y Baudez (1961) señalan la ausencia de metates y manos de metates, lo que constituye un marcador de la subsistencia de esa época que excluía la fabricación de tortillas.

Los avances en el análisis comparativo y la clasificación de la cerámica y la lítica de la zona este del Lago Cocibolca, actualmente el Depto. de Chontales, plantean la hipótesis de que los primitivos habitantes compartían rasgos culturales con pueblos de origen Chibcha. Los grupos etnolingüísticos principales eran: Matagalpa, sumu-mayangnas, miskitos y rama.

Fuentes etnohistóricas afirman que tres grupos diferenciados de origen mesoamericano habitaban el Pacífico de Nicaragua a la llegada de los españoles: Chorotega, Nicarao y Maribios o Sutiaba.

Matagalpa era el término utilizado para identificar a todos los pueblos (Matagalpa, Chontales, Sumu-mayagnas, Miskitos y Rama) que ocupaban la extensa región al NE del Lago Cocibolca. [4]

Según Lothrop (1979 [1929], los CHOROTEGA, el grupo más numeroso, ocupaba la mayor parte del Pacífico de Nicaragua, la zona NO de Costa Rica y parte de la provincia de Choluteca en Honduras. Los arqueólogos han establecido que los Chorotega eran originarios de Chiapas y hablaban la lengua otomangue. [5] Se afirma que debido a cruentas guerras, emigraron hacia el sur y una oleada de ellos alcanzó Nicaragua alrededor del 800 d.C. Ocuparon el territorio de los actuales departamentos de Carazo, Granada, Masaya, Managua y parte de León y Chinandega, [6] desplazando a una parte de los pueblos Matagalpa y Sumu-Mayagnas que debieron migrar hacia el centro y oriente del territorio nacional. [7] También se extendieron por las islas del Lago Cocibolca hasta Guanacaste y la Península de Nicoya en Costa Rica. [8]

A partir del 1200 d.C., un pueblo de habla nahuatl, emigró a la región del Pacífico de Nicaragua. Los NICARAO, de origen uto-azteca, provenientes de Soconusco, se establecieron en algunos sectores de la región ocupada por los Chorotega, en particular las islas del Lago Cocibolca, el istmo de Rivas y la Península de Nicoya, así como en el actual Municipio de El Viejo. [9] Según la leyenda, buscaban un sitio mítico donde encontrarían dos volcanes en medio de un lago. Fue así que se situaron en la isla de Ometepe. El cacique nicarao más importante de esta zona era el de Tezoatega, actual región de El Viejo. [10]


A la llegada de los españoles, la capital de los Nicarao era Quauhpolca, cerca de la actual ciudad de Rivas, aunque su ubicación exacta es aún desconocida. Se dice que fue la residencia del Cacique Nicarao.

Según los relatos de los cronistas españoles del S. XVI, existen atributos culturales de los Nicarao que los identifican con los pueblos Mexicas y Toltecas del centro de México y con los Pipil de El Salvador, (que pertenecían al mismo grupo lingüístico), como un Calendario casi idéntico al de los Aztecas, la práctica de sacrificios humanos, aunque en una escala mucho menor, la creencia en un panteón de deidades común así como ritos similares y el uso de una lengua común: el náhuatl. [11]

Los Subtiaba o Maribio pertenecen al grupo lingüístico otomangue por lo que se les considera parientes de los Chorotega, aunque también están emparentados con el idioma tlapaneco que se hablaba en Guerrero, México. Debido a la carencia de datos arqueológicos, su llegada a Nicaragua es desconocida, aunque se considera que llegaron después de los Chorotega. Se afincaron en el territorio que actualmente ocupa el depto. de León, y el cronista Antonio de Ciudad Real (1873) menciona la presencia de Maribios en Chinandega, Pozoltega, Chichigalpa, Mazatega y Miugalpa. [12]

La Arqueología ha demostrado que los Chorotega y los Nicarao, llegados en oleadas migratorias en distintas épocas, convivían en el territorio de la Gran Nicoya ya que los últimos no reemplazaron a los anteriores en su ocupación del territorio, sino que existió una transición relativamente suave. [13]

A la llegada de los españoles, tanto los Chorotega como los Nicarao estaban constituidos en sociedades con rangos sociales definidos, organizados en unidades territoriales de tamaño variable bajo el mando de teytes o caciques.

Esta organización sociopolítica se caracteriza por el desarrollo de sociedades complejas con una acusada estratificación, diferencias de rango, acceso diferencial al poder y a la propiedad. [14] Nobles, gente común, esclavos y prisioneros de guerra conformaban la escala social.

Entre los Nicarao y los Chorotega la élite estuvo compuesta por una clase dominante de caciques, sacerdotes, ancianos y guerreros, con funciones e influencias asignadas sobre la comunidad, gozando de una clara importancia social. [15] Sin embargo existían importantes diferencias entre ambos grupos:

 

- Entre los Chorotega, la información existente sugiere que el cacique no era una posición hereditaria sino que era electo temporalmente por el Consejo de Ancianos. Aspecto relevante era la posición de la mujer entre la sociedad Chorotega, ya que podía llegar a ser cacique y participar en el Monéxico. [16]

- Entre los Nicarao, el cacique ocupaba una posición de carácter hereditario y de por vida (Lothrop 1979 [1926]; Chapman 1960) y la concentración de poder era muy importante. Bajo la dirección directa de los Caciques Mayores, existían caciques menores o principales (Oviedo 1959) y el Monéxico o Consejo de Ancianos. La mujer no tenía participación en los Consejos de Ancianos y no se conoce que alguna vez hubiesen sido caciques. [17]

 

La escala social de los artesanos era de suma importancia dentro de la sociedad ya que eran los que divulgaban la ideología social y religiosa del grupo. El alto nivel de desarrollo de la cerámica, la lítica y la orfebrería, además del tatuaje, sugieren una especialización e incluso dedicación completa a estas artes. Piezas exquisitas, tanto en cerámica como en lítica, constituyen testimonios del nivel artístico y técnico alcanzado. Precisamente a través de ellas, se ha podido determinar el grado de desarrollo técnico de aquellas sociedades, sus conceptos estéticos, creencias, símbolos, influencias culturales y actividades comerciales, entre otros aspectos.

El desarrollo de la escultura lítica constituye un sello de identidad único y testimonia el alto nivel cultural alcanzado. La estatuaria de la isla Zapatera, descrita por Squier a mediados del S. XIX, es una muestra inequívoca de la grandeza de aquellos artistas que plasmaron una compleja simbología en los monumentos funerarios de las islas del Cocibolca. [18] La colección más importante, “Estatuaria de Zapatera”, se encuentra en el Convento San Francisco de la ciudad de Granada.

 

I – PATRONES DE ASENTAMIENTO Y POBLACIÓN

Tanto los recuentos etnohistóricos como las investigaciones arqueológicas, concuerdan en que la población del Istmo de Rivas era muy grande y densa y las crónicas de los primeros conquistadores españoles sugieren que estaban impresionados por el tamaño de las poblaciones indígenas del Pacífico de Nicaragua.

Los estimados de población van de 500,000 a 2 millones de personas, lo que genera controversia sobre la desaparición de aproximadamente el 95% de la población en los primeros 25 años de la llegada de los españoles (Abel-Vidor 1981; Newson 1987). La pérdida de población estuvo acompañada además de la pérdida de las tradiciones y el saber popular, mucho más acusado que en las sociedades mesoamericanas del norte. [19]

La mayoría del Pacífico de Nicaragua estaba organizada en provincias sociopolíticas, subdivididas a su vez en jurisdicciones menores, especialmente entre los Nicarao, lo que refleja el énfasis en el desarrollo de unidades centralizadas. En la capital residía el grupo dominante; era el lugar de residencia del cacique y las actividades de sus habitantes no estaban directamente relacionadas con la producción agrícola. En los poblados residía la población autóctona, dedicada a las labores agrícolas y a la producción de excedentes que posibilitaban el funcionamiento de toda la estructura sociopolítica. [20]

Los asentamientos mayores con alta densidad poblacional tenían edificaciones de carácter público: administrativos, religiosos y comerciales. Los asentamientos menores sólo contaban con habitaciones para sus habitantes.


Las ciudades principales, tanto de los Chorotega como de los Nicarao, estaban organizadas alrededor de una plaza mayor con un templo (orchilobo) que generalmente era oscuro, de techo bajo y espacioso donde se guardaban las estatuas de los dioses, así como las banderas, estandartes, armas, corazas y yelmos que usaban en las guerras.

Oviedo nos brinda una detallada descripción de Tezoatega, capital de residencia del cacique Agateyte, poderoso señor con más de 20 mil súbditos y 6 mil guerreros.

Según el cronista, la Plaza de Tezoatega era rectangular con una sola entrada al norte, con edificios de poca altura, cubiertos y protegidos por árboles frutales, con vigas de madera, techos de paja y piso de tierra, resistentes a los huracanes y temblores.

Las principales edificaciones estaban situadas alrededor de la plaza:

o    El galpón donde se reunía el Monéxico

o    Un gran buhío rectangular para almacenar maíz y otros alimentos.

o    El dormitorio del cacique y sus esposas, “de 100 pasos de largo y 15 de ancho, abierto al frente y cerrado por detrás, elevado sobre una plataforma o montículo aproximadamente de la mitad de la altura de un hombre”. (Healy 1980).

o    El sofá o lecho diurno del cacique se hallaba entre el buhío de caciques (menores) y el suyo propio, sobre un montículo construido de tierra y caña gruesa, cubierto de petates finamente elaborados.

o    La cocina o barbacoa, estructura techada y sin paredes donde las mujeres cocinaban para el cacique y los nobles. Estos la utilizaban también para dormir por la noche.

o    Dos pequeños buhíos “(…) que eran sepulturas de dos hijos del cacique que se murieron cuando niños” (Oviedo 1976)

o    En la parte inferior de la plaza se hallaban postes que sostenían “cabezas de ciervos que el mismo cacique había muerto con sus flechas” (Oviedo 1976).

o    La casa de las mujeres que “(…) de día es de las que les sirven y de noche duermen aquellos principales en aquel portal (…) (Oviedo 1976). [21]

En cuanto a las edificaciones de la gente del pueblo, Oviedo (Oviedo 1976) dice que eran bajas y oscuras y carecían de ventanas. Sólo existía una pequeña puerta que se mantenía cerrada para evitar la entrada de los mosquitos. [22] Según Lange (Lange 1976), estas edificaciones unifamiliares eran cuadrangulares, con paredes de bahareque y cubierta de paja o palma a dos aguas con piso de tierra. La cocina y la despensa se ubicaban fuera de la casa.

En recientes investigaciones arqueológicas en la zona de Sta. Isabel en Rivas, se han encontrado vestigios de casas con paredes construidas con el sistema de bahareque (estacas de madera entretejidas recubiertas de lodo por ambos lados), el que una vez que el lodo se secaba, se quemaba al fuego profiriéndole un color amarillo o anaranjado. Los pisos encontrados eran de tierra compactada, aunque se han encontrado otros con una consistencia tipo cemento suave. No hay evidencia del uso de piedra ni bloques de adobe. [23] Tampoco se ha encontrado evidencia alguna de pirámides.

 

II – ECONOMÍA, PRODUCCIÓN y ALIMENTACIÓN

Según Oviedo (1976), existía la división sexual del trabajo; los hombres eran los encargados de las labores del campo, la caza y la pesca y antes de salir, debían dejar barrida la casa y encendido el fuego. Las mujeres eran las encargadas del trato y el mercado, [24] aunque otros cronistas mencionan que ellas debían también hilar y tejer, además de ocuparse de la agricultura. Sin lugar a duda, jugaban un papel fundamental dentro del núcleo familiar y según Andagoya, “los maridos estaban tan sujetos a ellas que si se enojaban los echaban de casa; los hacían servir y hacer todo lo que a un mozo podrían mandar” (1941). [25]

El mercado o tianguis era una institución de primera importancia en la vida de cada aldea. Las ventas eran responsabilidad exclusiva de las mujeres ya que los hombres no podían ingresar a él. El regateo era común lo mismo que el trueque.

El maíz, en sus diferentes variedades, era consumido de formas diferentes, siendo la más común en tortitas llamadas tascalpachon, una variedad de tortilla, comparable con las actuales pupusas salvadoreñas. Podían obtenerse entre tres y cuatro cosechas al año. Por lo general se cultivaba en milpas y se colocaban una especie de andamios a su vera para ahuyentar a los pájaros que picoteaban el grano.

Los metates constituyeron el artefacto de piedra más utilizado y su importancia queda reflejada en su profusión, variedad de estilos y su utilización ceremonial en elaboradas y bellas formas. La chicha, preparada a partir del maíz fermentado, era parte fundamental de los rituales religiosos y las celebraciones. Otras bebidas fueron la mazamorra, hecha de maíz, miel y agua y el pinolillo, hecho con maíz tostado.

El segundo producto de importancia en la dieta indígena fueron los frijoles, según Oviedo, “de simiente amarilla…y otros pintados con pecas”.

Las semillas de cacao eran usadas para pagar tributo a los caciques y como moneda de cambio en los tianguis. Oviedo menciona que eran necesarias: 4 semillas para comprar 8 nísperos, 10 semillas para comprar un conejo o los servicios de una prostituta. Con 100 semillas se podía comprar un esclavo. [26]

El cultivo del cacao tenía especial importancia. Se utilizaba como bebida de élite y su consumo estaba asociado a la mayor parte de las ceremonias. Mientras la tenencia de la tierra en los cacicazgos era de carácter comunitario, los árboles de cacao eran de propiedad privada de la élite, de ahí que el control de la producción estaba exclusivamente en sus manos.

Los árboles frutales eran también de gran relevancia: jocote, nancite, mamey, zapote, marañón, guayabo, zapote, níspero y aguacate, entre otros muchos, eran cuidados con gran esmero. El mamey y el coco eran muy apreciados y ofrecidos como dote en las bodas Nicarao.

La caza representaba un aporte importante a la economía doméstica y era actividad exclusiva de los hombres, excepto los sacerdotes. Según los vestigios arqueológicos, se han encontrado evidencias bien conservadas de huesos de pescado, especialmente provenientes del lago y de animales silvestres que complementaban la dieta de nuestros antepasados: venado, jabalí, conejo, iguana, pecarí, oso hormiguero, monos, armadillo, serpiente, tortuga y moluscos del lago.

Se consumían almejas, ostras, langostas, cangrejos, camarones, etc. Las Spondylus eran trabajadas como ornamentos, anzuelos y otras herramientas. [27] La sal era un producto muy apreciado no solo para el consumo doméstico, sino como medicina y se le utilizaba en rituales curativos.

El tabaco se cultivó con fines ceremoniales y medicinales. Parece ser que su uso fue generalizado por toda Nicaragua.


La llegada de los colonizadores españoles en 1522 marca el punto de inflexión para el declive de las civilizaciones aborígenes de América Central. Los Nicarao fueron el grupo indígena de contacto más relevante y sus costumbres, tradiciones, religión, organización social, economía, etc. han sido ampliamente documentadas por los cronistas españoles de la época. Por razones de espacio, este artículo tan sólo aborda, someramente, los orígenes y características generales de dos de los grupos que conformaron la Nicaragua prehispánica. Ellos y los demás pueblos aborígenes que habitaron nuestra tierra contribuyeron a conformar la identidad nicaragüense.

 

NOTAS

1. Rabella, Joaquín. “Aproximación a la historia del Río San Juan (1500-1995)”. Managua, Imprimatur Artes Gráficas, 1995.

2. Tous Mata, Meritxell. “De Protagonistas a Desaparecidos” - Las sociedades indígenas de la Gran Nicoya siglos XIV a XVII. Lea Grupo Editorial, 2008.

3. Lange, Frederick “Evaluación histórica del concepto Gran Nicoya”. Vínculos 18-19 (1992-93).

4. Niemel, Karen. “Social Change and Migration in the Rivas Region, Pacific Nicaragua (1000ª.C. –

  1522 dc). Junio 2003. University of New York at Buffalo.

5. Kinloch, Frances. “Historia de Nicaragua”. Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana, 2008. Cap. 1.

6. Guido Martínez, Clemente. “Nueva Historia de Nicaragua”. Alba Editores 2008. Unidad 1.

7. Kinloch Tijerino, Frances. obra citada. Cap. 1.

8. McCafferty Geofrey, Fernández Deepika, Steinbrener Larry. Obra citada.

9. Guido Martínez, Clemente. Obra citada. Unidad 1.

10. Tous, Meritxell. Obra citada.

11. McCafferty, Geoffrey y Steinbrenner, Larry. “Chronological implications for Greater Nicoya from the Santa Isabel Project, Nicaragua”. Taken from “Ancient Mesoamerica” 16 (2005)

12. Esgueva Gómez, Antonio. “La Mesoamérica Nicaragüense”, Documentos y comentarios. Pág. 19.

  Universidad Centroamericana (UCA), 1996.

13. Tous, Meritxell. Obra citada.

14. McCaffery, Geoffrey y Dennett, Carrie L. “Re-conceptualizing Nicaraguan Prehistory. Pottery and People: Reassessing social identity in Pacific Nicaragua”. 76th Annual Meeting of the society for American Archeology, Sacramento, CA. March 31-April 3, 2011

15. Tous Mata, Meritxell. Obra citada.

16. Niemel, Karen. Obra citada.

17. Guido Martínez, Clemente. “Nueva Historia de Nicaragua” Alba editores S.A., 2008.

18. Guido Martínez, Clemente. Obra citada.

19. E. G. Squier, Nicaragua sus gentes y paisajes. Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA),

  Colección Viajeros, traducción de Luciano Cuadra. 1970.

20. E.G.Squier, Nicaragua sus gentes y paisajes. Obra citada.

21. Niemel, Karen. Obra citada.

22. Tous Mata, Meritxell. Obra citada.

23. Niemel, Karen. Obra citada.

24. Tous Mata, Meritxell. Obra citada.

25. McCaffery, Geoffrey. “Buscando los Nahua de Nicaragua… Encontrando???: Investigaciones recientes en Santa Isabel. Ponencia preparada para el 1er. Congreso de Arqueología de El Salvador. Estudios de Cultura Nahua, San Salvador, El Salvador, 26-28 de octubre de 2005.

26. Esgueva Gómez, Antonio. “La Mesoamérica Nicaragüense”, Documentos y comentarios. Universidad Centroamericana (UCA), 1996.

27. Tous Mata, Meritxell. Obra citada.

 

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AMELIA BARAHONA CUADRA (Managua, 1951). Graduada como Arquitecta en la UNAN Managua, con estudios de postgrado en Conservación del Patrimonio Cultural en Italia. Fundadora y directora del programa de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura en los años ’80. Ha ejercido como Arquitecta, Restauradora, Traductora, Consultora cultural, Investigadora de arquitectura y profesora universitaria, en los diferentes países donde ha residido en los últimos 20 años. Secretaria y Vicepresidente del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH). Ha escrito y publicado numerosos artículos sobre temas de Conservación del Patrimonio, así como relatos cortos y otras narraciones en suplementos culturales nacionales y en la Revista ANIDE.



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[A partir de janeiro de 2022]
 

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