César Moro
(1903-1956, Lima) no teme plegarse en sus vigilias a la peligrosa dualidad de
su deseo fabril: construir una vida de extremos en metamorfosis. Aboliendo
cualquier denominación, este pintor, poeta, escritor peruano en lengua
francesa, hace entrega de lo increado, porque solo al observar el desarraigo de
la realidad da uno rienda suelta a la difícil economía de la contradicción
permanente.
Y
sin embargo, poco gana con ira a parar acá o allá: la cordura es el privilegio
de una pasión que hará únicos sus vagabunteos por las geografías múltiples,
físicas o mentales, de la inventiva.
Del otro
lado del Atlántico, mientras Alfredo Quíspez Asín, su auténtico nombre,
excediendo sus propias fuerzas, acaba de esfumarse en una habitación propia, su
heterónimo, César Moro, es recibido en Bruselas un día de septiembre de 1925 y
expone en el "Cabinet Maldoror" (muestra colectiva de arte americano)
y en París, para el trabajo organizado por la asociación París-América Latina.
Allí mostrará y hará suyas las fórmulas de aquellos tiempos que albergaba el
surrealismo de André Breton. Moro tiene entonces veintidós años. Hablaría de
esa época como de un grito fascinado, de un "set", donde el
compromiso de varias afinidades extralúcidas era radical.
Se publica
entonces Renommée de l’amour en los
números 5-6 de la revista Le Surréalisme
au service de la Révolution, en lengua francesa, hacia la cual se orientan
los primeros pasos de su destino de poeta. Señalemos su colaboración en el
célebre texto Violette Nozières, [1] para las
ediciones Nicolas Flamel de Bruselas, en 1933 —entre otros artistas de renombre
figuran Benjamin Péret, René Char, Paul Eluard, André Breton, Salvador Dali,
Yves Tanguy, Alberto Giacometti…—. Pero mejor prestar oído a su poema, reflejo
del fenómeno literario de la escritura automática, que le permite a Moro tocar
el color de los juegos del lenguaje, del imaginario, complaciéndose en el
blanco por único signo.
Le lait d’éther violet trahit
le sinistre liquide de toilette des noces
où l’inceste mène à la bière
qui nie les insectes dévorants
les sérieux horizons
la notion des rizières
El éter de lácteo violeta traiciona
al siniestro afeite de los esponsales
donde el incesto conduce a la cerveza
que niega los insectos devorantes
los serios horizontes
la noción de arrozales.
En
junio de 1933, le debemos una nota al pie del pasquín La mobilisation contre la guerre n’est pas la Paix, otro testimonio de su compromiso político. Y
además de todo ello, César Moro, pese a la expresión artística en boga, no
disimula sus latidos leyendo Monsieur
Godeau intime de Marcel Jouhandeau ni À
la recherche du temps perdu de Marcel Proust.
Desde
su vuelta a Lima en 1934, expone dibujos, collages,
se topa con el joven poeta Emilio Adolfo Westphalen, también atraído hacia el
Surrealismo absoluto. Y el titular de Picabia en la revista Que (dirigida por Aldo Pellegrini,
Buenos Aires, 1928): "L’art est un produit pharmaceutique pour
imbéciles.", respuesta a la explosión surrealista del (sobre todo en
Argentina y Chile)…. La célebre disputa con Vicente Huidobro (acusado de
plagiar a Reverdy, y paroda de Buñuel) figura igualmente en el apéndice del
catálogo.
No
cabe más que congratularse del hallazgo de Moro: "El arte empieza donde
termina la tranquilidad. En pro del arte duermevela, contra el arte de
adormidera". [2] Junto a Westphalen, Moro moviliza su salud fogosa
colaborando en un boletín clandestino en favor de la República española, y da
vida, en vísperas del conflicto mundial a El
Hijo Pródigo, que conoció un solo número.
Exiliado
en México en 1938, traducirá a los poetas surrealistas franceses en Letras de México y Poesía. Por aquel entonces, Breton realizaba una estadía en el
país. Aunque no será hasta enero de 1940 cuando emprenderá con Wolgang Paalen
la exposición Internacional del Surrealismo de México en la Galeria de Arte
Mexicano. Breton, mobilizado por el ejército francés seguirá con ellos la
Exposición desde París.
César
Moro escribe el prefacio del catálogo (publicado en español y en francés). Un
centenar de obras realizadas por cincuenta y un artistas de quince países,
repartidos en dos secciones, una internacional, Picasso, Klee, Margritte,
Miró ; la otra mexicana, Diego Rivera, Rodríguez Lozano, Carlos Mérida...
Se echa en falta la presencia de Tamayo y de Orozco, amén del gran talento de
María Izquierdo. La exposición levantó, por cierto, abundantes ampollas…
A
partir de ahí, surgen varios desencuentros con Breton, que conducirán a Moro a
decantarse por amistades más puras (Wolfgang et Alice Paalen, Remedios Varo,
Leonora Carrington…), ajenas a la suficiencia y a las confrontaciones
suscitadas por toda organización artística politizada y convertida en un
pugilato.
México,
"esa antigua tierra roja", según decía Antonin Artaud, tierra de
elección tan entrañable para Benjamin Péret, receptáculo del surrealismo,
supera sin dificultad las disputas intelectuales merced a sus amistades
auténticas. La revista Dyn, dirigida
por Paalen, fulge por simple amor al arte. En su número 4, se expresa Moro,
apartándose aún más de André Breton, artífice a su vez de la revista VVV en Nueva York…. Las palabras de Moro tras
la publicación de Arcane 17 de Breton
no hacen sino acentuar la distancia.
Estalla
entonces la guerra, marcando una ruptura decisiva. Y César queda escandalizado
por las afinidades que engendra la contienda. Recordemos aquel primer incidente
de Moro con Breton, cuando Diego Rivera se ve asociado al manifiesto Pour un art révolutionnaire indépendant, redactado
por el propio Breton y Trotsky. El mismo que había instigado la terrible
represión de Cronstadt, el cobarde asesinato de los Makhnovistas… A fines de
los años cuarenta, cantará Moro: "Hors d’elle [la poésie] – fil
d’Ariane –, le désespoir, le fracas stérile des civilisations, la cécité qui
immobile en plein labyrinthe". [3]
Unos
cuantos poemas, registrados entre 1925 y 1955, plasman su sed, su singularidad,
en una osadía milagrosa empeñada en cumplir la prueba de su propia ruina. A
André Coyné, amigo y albacea, le debemos la suerte de poder internarnos en el
verso y la prosa de Moro. En español, La
Tortuga Ecuestre, su obra más célebre, (Lima, 1957) y Los Anteojos de azufre (Lima, 1958). Los laureles que le reportó su
fecundidad literaria quedan borrados por un empeño sin reservas en no aspirar a
nada. Sólo publicó en vida tres poemarios: Le
Château de grisou (ediciones
Tigrondine, México,1943),
las plaquettes Lettre d’Amour, con
una tirada de cincuenta ejemplares (México,1944) y Trafalgar Square (Lima, 1954). A título póstumo, siempre en lengua
francesa, en una conciencia sostenida por su opción de desnudez, se publicarán Couleur de bas rêves tête de nègre
(1983), Ces poèmes (1987). Subrayemos
su ferviente admiración por el viejo poeta peruano José María Eguren, tan poco
dado al debate público: harán falta varios decenios para que se vislumbre la
altura de su poesía en el horizonte simbolista americano.
En
su ansia de voluptuosidad, César Moro nunca abandonó el sentido del humor, a lo
largo de sus sucesivos exilios (París de 1925 à 1933, México de 1938 à 1948).
Su aventura es prueba de independencia, de apetito de humildad, de discreta
fragilidad, de insurrección amorosa (su pasión por un tal Antonio le inspiraría
La Tortuga Ecuestre), de la amistad —templos donde el desvío es sagrado—. Los
nombres de Xavier Villaurrutia, Agustín Lazo, Wolfgang Paalen, Remedios Varo,
Eva Sulzer, Jacqueline y Gordon Onslow… no son ajenos a su plenitud. Antes de
su muerte, en 1956, serán escasísimas sus intervenciones públicas, entre las
que destaca el homenaje en 1949 a Pierre Reverdy, considerado por el peruano
como "el mayor poeta vivo".
César Moro
vive cuerpo a cuerpo con su verdad —precipicio donde desemboca el deseo—, y va
escalando por su vitalismo con los excesos de una magia cortesana. Su
homosexualidad no fue ni oculta ni reivindicada, y André Breton, aunque nunca "corrigió
su ejercicio", al menos sí se vio obligado a releerlo…Un ímpetu que
cobraba belleza en sus frecuentes varapalos a la moral, la moral del Continente
invadida por el oportunismo de algunos (como Diego Rivera) o por la grandeur del arte indigenista. Moro sólo
se adscribe al vértigo del presente, donde la libertad es la obsesión absoluta
de lo temporal.
De
aquel libro, hace tiempo agotado, Amour à
mort (Editions le Cheval marin, París,1957), paladeado en una librería
francesa de viejo, tuve el privilegio de escuchar una fuga verbal donde se
agitan las palabras como suertes inquietas en la grandeza de una poesía de "aquel
que venía de fuera"…
Vie de l’air [4]
On aurait dit tout
Aimer c’est le silence
les yeux ouverts
Avant ce désir de paix
De beaucoup le plus haut
pic
De la jeunesse ardente
Les gémaux [sic]
porteurs de lumière
Mi-rieurs mi-valides
En leur vulnérabilité
semblable
Aux sexes en diamant
Fortuné
Venu à plus dans
l’infortune
L’année la forteresse
Unie aux tortures dorées
du jour
Volé le véhicule
Aurige-dieu
Passant qui rêves loin
Dans le silence immergé
Toujours pour de
distantes destinées
Que l’œil s’unisse à toi
Voyeur du ciel
Voyou plombé haute
dignité
Des mains ouvertes à
meilleures
Dispositions
Vida del aire
Todo quedaría dicho
amar es el silencio con
los ojos abiertos
previo
al deseo de paz
la más abismal cima
de ardientes mocedades
Los geminales portadores
de luz
a medias rientes, a
medias sanos
similares en lo
quebradizo
a sexos de diamante.
Dichoso
venido a más en la
desdicha
el año el fortín
unido a los dorados
flagelos del día
Robado
el vehículo
Auriga-Dios
caminante que sueñas con
lo lejos
En el silencio inmerso
siempre por distantes
destinos
que el ojo se una a ti
veedor
del cielo
rufián
plomizo alta dignidad
unas manos abiertas
hacia mejores
ánimos.
NOTAS
1. El caso Nozières ocupó los titulares de la prensa francesa en
agosto de 1933. La joven Violette Nozières fue acusada de parricidio. Los
surrealistas tomaron su defensa, al igual que habían hecho con otras supuestas
criminales, "convertidas en emblemas de una injusticia infligida a las mujeres durante siglos", según afirma José
Pierre en el prefacio de 1991.
2. "L’art commence où finit la tranquillité. En faveur de l’art
trouble-sommeil contre l’art-pavot
somnifère". En francés en el original.
3. "Fuera de ella [la poesía] —hilo de Ariana—, el estéril estruendo de
las civilizaciones, la ceguera inmóvil en pleno laberinto".
4. Publicado por primera vez en una selección homónima del propio Moro
entre septiembre de 1949 y abril de 1950.
Traducción Fátima
Rodríguez (texto y poemas)
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