En mayo de 1985 tuve la fortuna de conocer y
entrevistar al gran maestro del cine italiano, Bernardo Bertolucci en Madrid,
durante la inauguración del homenaje que le rindió la Filmoteca Nacional, donde
se exhibieron todas las películas que hasta ese momento había filmado. Las
entradas se vendieron con mucha anticipación. Cientos de personas se quedaron
sin ver El Último Tango en París; La Luna y Novecento. Bertolucci es uno de los últimos vestigios de los
grandes directores neorrealistas de la Edad de Oro del Cine Italiano, entre los
que destacan Federico Fellini, Luchino Visconti, Pier Paolo Pasolini, Vittorio De
Sica, Roberto Rossellini y Michelangelo Antonioni. Estas fueron sus respuestas a mis preguntas, cuando
estaba a punto de viajar a China para la filmación de El Último Emperador:
CR | ¿Por qué no ha hecho ninguna película
desde 1981?
BB | Durante dos años he estado como
un perro detrás de un hueso tratando de hacer una película en Estados Unidos y
como en el lejano Oeste no me han querido, entonces he decidido irme al lejano
Este y hacer mi próxima película en China. Pero también porque mi deseo de
hacer cine, nace de ver otras películas que me excitan, que me emocionan, que
me dan fiebre.
En estos dos últimos años ha
habido muy pocas películas que me han provocado el deseo de hacer cine, sobre
todo en mi país Italia la situación del cine es muy triste. Por razones
estructurales y también porque en Italia hay muchísimas cadenas de televisión
que exhiben una gran cantidad de películas a lo largo del día.
Pero ésta no es la única razón.
El cine italiano se encuentra en una situación preagónica. Yo buscaba algo que me
provocará el deseo de hacer cine y lo he encontrado en la Autobiografía de el
Último Emperador de China, que es la historia de un hombre que tras ser
emperador, termina siendo jardinero en el jardín botánico de Pekín. Es la
historia de una mutación de la sombra a la luz, de la muerte hacia la vida y si
la película llega a buen término, será también el primer retrato de la China de
nuestros días autorizado por los chinos y realizado por un occidental. Puede
también que haya muchas otras razones por las que no he vuelto a filmar desde
1981, pero seguiríamos hablando toda la noche de ello.
CR | ¿Es un error la sombra del
camarógrafo que aparece en El Último Tango?
BB | Sí, el técnico estaba ahí
por equivocación. Después de preguntarnos mucho sobre el tema antes de editar,
decidimos que de cada 10,000 espectadores, tan sólo uno se daría cuenta, pero
mi convicción era hacerle un niño a mi pasado, o sea, el cine por el cine, o la
cámara que se filma a sí misma.
CR | ¿Cómo ha sido su relación
con actores famosos que ha utilizado en sus películas como Marlon Brando y Burt
Lancaster?
BB | Quisiera aclarar que mis
actores siempre han tenido un grado de libertad muy amplio, aunque están libres
dentro de una jaula que es la cámara y de la puesta en escena. Nunca me han
impuesto un actor hasta hoy y por una serie de extrañas coincidencias siempre
he conseguido a los actores que quiero. Para El Último Tango había pensado
antes de Brando en un actor francés, pero después comprendí que era demasiado
tímido para desnudarse ante la cámara y ella estaba embarazada. Entonces pensé
en Marlon Brando, un poco también porque en ese momento él estaba al margen del
cine, pues hacía algún tiempo que no se oía hablar de él y al introducirlo en el
reparto tuve que transformar la historia. No se puede mentir a la cámara. En el
momento en el que Brando estuvo delante comprendí que ese hombre era mucho más
interesante que todo lo que yo había escrito meses antes en el guión.
Lo que me interesó entonces fue
la verdad de Brando ahí delante mío y no el acto estudiado o el método de
escuela y así salió El Último Tango. Brando estaba feliz de no tener que
utilizar lo que se llama el método. Brando es una persona que le tiene mucho
respeto a su intimidad y no le gusta que se sepa nada de su vida privada. Al
finalizar la película se dio cuenta de que había dado mucho más de sí de lo que
había pensado y puede ser que no se quedara muy contento.
Burt Lancaster me dijo en Roma mientras
rodaba con Visconti su Retrato de Familia, que si me hubiese tenido que cobrar
lo que su agente pedía, yo nunca podría haberle pagado y decidió trabajar en Novecento
sin cobrar un solo centavo. Por eso le estaré eternamente agradecido.
CR | ¿Fue excesivo el escándalo
que causó El Último Tango en su época?
BB | Antes de rodar la película nunca pensé que
sería escandalosa, pero una vez terminada fue como si todo hubiese sido una
idea genial de un agente de prensa, que en realidad nunca existió. El que
hubiese creado esta fama de escándalo fue al final la fortuna de la película.
Todavía ahora se exhibe en Italia y Estados Unidos sólo en televisión por cable
y con muchos cortes. Por ejemplo está cortada la escena en que por primera vez
Marlon Brando y María Schneider hacen el amor en el apartamento vacío, por lo
cual no se entiende qué es lo que pasa en la película.
CR | ¿Está prohibida todavía
ahora en algún país?
BB | En Italia ha sido condenada
por un juez a ser destruida, por lo tanto nunca podrá ser proyectada. El
productor y yo fuimos condenados a cuatro meses de prisión con libertad
condicionada y yo perdí los derechos civiles y no puedo votar durante cinco
años.
CR | En otras entrevistas usted
ha manifestado la importancia de las escenas primarias. ¿Nos puede explicar la
razón?
BB | Todos tenemos en nuestro pasado una escena
primaria. La hemos visto con nuestros propios ojos, la hemos escuchado o al
menos la hemos imaginado. Siempre he pensado que mirar a través del objetivo de
la cámara es un poco como un niño que mira por la cerradura de la puerta la
escena primaria de la habitación de los padres. Hacer cine es volver a las
escenas primarias. La lente de la cámara tiene un privilegio, sucede en algunas
ocasiones, no muchas, en que el objetivo a través del cual yo veo el mundo, es
el mismo ojo con el que el mundo mira mi trabajo. Cuando esto sucede quiere
decir que la película está lograda.
CR | ¿Reconoce en su obra la
influencia de Pasolini?
BB | Mi primera película La Convalecencia,
estaba basada en diez páginas escritas por él. Yo tenía 21 años y era muy
inconsciente, pero sobre todo tenía el problema de que la película iba a ser
considerada pasoliniana y me preocupaba porque en realidad mis modelos eran
otros. Sí es cierto que en mi primera película se nota cierta influencia de
Pasolini, pero al mismo tiempo hay una tendencia que quiere ir en otra
dirección.
Esa noche tuve el honor de ser invitado con otros
periodistas a una cena con el cineasta. Lo escuchamos, bebimos vino, reímos con
sus anécdotas y lo despedimos en la víspera de su viaje a China, para comenzar
la filmación de El Último Emperador,
película que dos años más tarde, en 1987, ganaría nueve premios Oscar.
CARLOS
RUVALCABA. Escritor y periodista mexicano, ha publicado sus novelas y
cuentos infantiles en España, Estados Unidos y México. Es autor de una
biografía de la pintora surrealista Susana Wald. Ha publicado artículos y
entrevistas en periódicos y revistas de Madrid y San Sebastián, España; Nueva
York, Chicago y Los Ángeles en Estados Unidos; en la capital y diversas
ciudades mexicanas, así como en Venezuela y Brasil. Fue corresponsal en España
del periódico mexicano La Jornada.
Trabajó por más de veinte años en prensa, radio y televisión en Los Ángeles,
California. Página ilustrada con obras de Félix Ángel (Colombia, 1949), artista invitado de esta edición de ARC.
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Agulha
Revista de Cultura
Fase
II | Número 18 | Julho de 2016
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