domingo, 16 de novembro de 2014

El poema o extraño territorio dialéctico del ser | Ana Franco Ortuño

Ana Franco Ortuño

Desde hace años camino junto a un fantasma que se me parece
y que vive en un paraíso teórico, en estrecha relación con el mundo.
Durante mucho tiempo he creído que tenía que reunirme con él. Ya no.
M. Houellebecq

Un elemento que me parece fundamental en la actualidad, generado por/en la fractura de la modernidad y la posmodernidad [01] –o hipermodernidad–, es la búsqueda de definiciones. La necesidad de identificar los marcos que nos permitan reorganizar un sistema dialógico –no sólo de comunicación, y en pleno auge de medios-, puede ser otra de las ironías del presente histórico, en tanto que el sentido determinado se ha hecho estallar. En este contexto y al centro del conflicto interdisciplinario de lo humano [02] la definición de sujeto resulta especialmente problemática a partir de los cuestionamientos que surgen luego de las grandes desilusiones y caídas o pérdidas del discurso utópico; Nietszche y Heidegger, por ejemplo.
Para Ortega y Gasset, el hecho de formular la pregunta por el ser, implica una rotura en el sistema de creencias y por lo tanto, la pérdida del sistema mismo que otorga estabilidad (Ferrater Mora, 1983)Sistema tan necesario en la construcción de identidades o cuestiones identitarias. [03] Si la mención misma le otorga realidad, enfrentamos el fenómeno del nombramiento, que me interesa problematizar, no en sentido religioso ni como ley sino como constituyente poético. No comparto el hecho de que todo elemento de interpelación se tome como ley frente al culpable, según la teoría expuesta por Judith Butler en Mecanismos psíquicos del poder; considero que el arte y en este caso, la literatura, pueden funcionar como estancias donde encontramos figuras de interpelación. Rasgos reestructuradores del individuo que se posiciona en el texto y participa de él como modificador de (su) realidad por la llamada.
Del imaginario al sujeto y a la identidad, se puede establecer una ruta dada que facilita un esquema homogéneo de dominación en ciertos momentos históricos, pero que se vuelve profundamente conflictiva en periodos de inestabilidad [04] y cuestionamiento; en ambas situaciones (definición o inestabilidad), la palabra es determinante. El discurso participa de la construcción o de-construye.
Juan BustillosLa posmodernidad nos permite desmantelar la tradición dicotómica, observar y tratar de describir nuevas estructuras de oposición, o movilizar las anteriores, de manera que las marcas renuevan sus conexiones y generan otras posturas de intercambio: fronteras, túneles, ventanas o pliegues; territorios neutros donde surge el cuestionamiento frente a tradiciones o discursos endurecidos. Me interesa posicionarme en los pliegues del lenguaje para considerar la construcción de subjetividades. Me refiero al lenguaje literario y sus funciones poéticas del siglo xx al xxi.
A partir de la semiótica que realiza una lectura del mundo como texto; de las nuevas maneras de comprender lo histórico (la llamada “muerte de la historia” que reconoce que el entramado de verdad ha sido interpretativo, y por lo tanto, con un alto contenido de ficciones); y del análisis complejo de figuras retóricas como reflejos onto-sociales (por ejemplo, lo metafórico en Derrida, o las analogías en De Man) se posibilita una lectura que pone en jaque los términos de verdad y realidad –de los que se adueñaron, sobre todo, la historia y la filosofía–, y se otorga un nuevo lugar a lo poético. Lugar que, por otro lado, el poeta siempre tuvo claro.
Se reconoce el poema como herramienta central del pensamiento que implica elementos fundamentales, de indeterminación y subjetividad, negados durante los siglos en que ‘el hombre’ se describió en términos racionalistas [05] (el poeta expulsado de la República). En este terreno, es posible considerar la interpelación como figura-presencia en el texto (voz o llamada); es decir, considerar al texto poético como un con-formador del sujeto-lector que es interpelado durante su estancia (espacio-tiempo de lectura), en tanto que la interpelación implica un elemento constituyente de identidades. La reflexividad (media vuelta frente al llamado) que conforma la conciencia de ser, no tiene que ver con una subordinación frente a la orden de ley, sino con una participación del fenómeno artístico, lo que no implica siempre un espacio de placer, sino un sitio de conflicto: el poema como territorio estallado (extrañado). La interpelación no sería una figura determinada (retórica), pero sí un determinante del intercambio de sentidos que se suscita en el poema.
Señalo tres cuestiones principales entre las cuales se posibilita una dialéctica que contribuye a la apertura de sentidos, y en esta medida, al fenómeno que nos interesa.

Primera cuestión: la presencia del sujeto en el texto
Es compleja y podemos pensarla como un calidoscopio en varias posiciones:
a] La del narrador, personaje o voz. Reconocimiento de materialidad poética; nivel que se problematiza al pensar el mundo como texto.
Juan Bustillosb] La del autor. Lugar que se abandonó luego del análisis fenomenológico-psicologista previo y durante el primer tercio del siglo xx. La presencia autoral se niega, en favor de una especie de ética sobre el anonimato. El personaje en la novela y la voz poética pueden representar un sujeto que comprende también la autoría, con un importante componente ficticio –de sí mismo, o no- (lectora-intérprete de sí y de otros; auto-descripción, auto-lector primigenio.)
c] La del lector. Con las teorías de recepción se alcanzará un extremo al negar la obra por la posibilidad absoluta de interpretación, múltiple y abierta, sin marcos de referencia del texto. Cada lector, una obra.
De todas estas posiciones participa el sujeto.
La voz o el héroe y el antihéroe son seres ficticios y de lectura, en quienes los eventos de la la poética o la narración se materializan, [06] no como ilusión de similitud sino como proceso complejizador de sí. El personaje-lector se construye mediante el reconocimiento de ideologemas (hasta cierto grado concientes en el imaginario del autor; de intención o recursos variables de acuerdo al contexto ideológico y que responderán de tal o cual forma, en tal o cual lector). Debido a que el personaje, narrador, voz, participa de fundamentos ontológicos, no hablo de un actante (que ocuparía la posición del sujeto frente al objeto), hablo de un ser que se construye en el lenguaje (como acto en sí o nombramiento), que se refleja y modifica en el proceso de lectura.

Segunda cuestión: el poema como estancia
La interpelación en el texto tiene lugar gracias a algunos fundamentos mallarmeanos:
a) El poema, después de Mallarmé, declara una materialidad que se realiza en el espacio-tiempo que pueden describirse en términos de Heidegger:
Hasta que el hombre se sitúa en la actualidad de una permanencia, puede por primera vez exponerse a lo mudable, a lo que viene y a lo que va; porque sólo lo permanente es mudable. (Arte y poesía, 2002)
Con Un coup de dés la visualización del pensamiento en el territorio blanco deviene estancia y ahí es posible habitar el poema como un estado-de-ánimo; puede hablarse de una situación de apertura que modifica al ser.
b) La importancia del anonimato. La falta de declaratoria autoral cobrar valor para el poema en sí, y funciona también como potencial de identificación o reconocimiento de uno mismo en tanto que mayor espacio de apertura y de indeterminación. El lector, “que sabe oír la reivindicación del ser” (Marion, 1990), se dispone a ser interpelado por el texto y, probablemente, se identifica con las estructuras complejas del poema, no sólo a nivel contenido o reconocimiento de la voz, sino mediante el reconocimiento de la voz-como-suya. El texto se organiza en rasgos de sentido que competen a cada lector y que se activarán en su propio imaginario: cada sujeto responde de diferente manera ante las palabras.
El estallamiento del texto en la vanguardia y la posvanguardia permite un alto nivel de articulación. El lector recibe, decodifica, reorganiza o deconstruye el imaginario del texto a partir de sus propias cargas ideológicas: la constitución subjetiva de sí se posibilita mediante el intercambio de lo simbólico del texto y de lo propio.
Juan BustillosEl ser se modifica en la lectura, hace el camino de una re-estructuración de carácter bilateral: “El libro hace rizoma con el mundo” (Deleuze y Guattari, 1977) articulando los signos hacia o en contra de su propio orden y del social. En este sentido Marion nos dice:
El dasein no está en el mundo como un espectador,  ni siquiera constituyente, sino como parte involucrada que es eventualmente determinada por lo que encuentra. El mundo no se resume jamás en la suma de los objetos constituidos, ya que en realidad no consiste sino que se abre haciendo (de ellos) un mundo. (Op. cit.)

Tercera cuestión: el fenómeno de lectura
En mí como lectora se hace posible formular la pregunta ¿cómo salgo del texto? La descripción que se acercaría a la del ser modificado por el reconocimiento de lo poético y múltiple, y por los espejos de lo humano-literario.
Podríamos cuestionar si los ideologemas del texto funcionan como figuras (en sentido de materialización del discurso) y afectan la significación individual, consciente o inconsciente; y cuestionar, de qué manera el sujeto se politiza durante el trayecto de lectura-visualización-conformación, y genera un movimiento de sí frente a sí, en el extrañamiento del código que comparte socialmente pero que le es ajeno en la otredad del arte.
Pese a que la figura es equívoca (la interpelación que fracasa) debido a los marcos de apertura y vacío, sigue siendo esta misma falta la que genera lecturas e interpretaciones individuales que posibilitarían el cuestionamiento del yo o la llamada, en favor de la conformación del ser. Y sigue siendo la falta, la que generará nuevos productos artísticos. Lugares que “antes de saber por qué ni por quién” [07] (Marion, ibid) nos atañen, posiblemente por asombro y extranjería.

Juan Bustillos 
NOTAS
01. “Aunque es posible que tal o cual escrito desempeñara algún papel, que el vanguardismo artístico o la entronización de la psicología tuvieran alguna influencia o que la pujanza de la igualdad surtiera su efecto, lo esencial es de otro orden … el consumo de masas y los valores que éste transmite (la cultura hedonista y psicologista) son los principales del paso de la modernidad a la posmodernidad, una mutación que puede fecharse en la segunda mitad del siglo XX” Charles, Sébastien: El individualismo paradójico. Introducción en el pensamiento de Gilles Lipovetsky. (Trad. Antonio-Prometeo Moya) Barcelona, Anagrama, 2006.
02. Entiendo que parte de los términos aplicados son polémicos y que, por lo mismo, dan lugar a una especie de metatexto, en el que habrá que seguir discutiendo o definiendo. Es el caso de la referencia al debate humanístico. Aplico el concepto en el sentido de las materias humanas con respecto a la población general del mundo y a lo que a ello concierne; no en el sentido falogocéntrico común en occidente.
03. La identidad colectiva parte de la misma ilusión discursiva que la descripción del sujeto: cruce entre la autopercepción y la percepción. Lectura de referentes simbólicos imaginarios.      
04. Es fundamental aclarar que los términos referidos han perdido la carga de valor, por lo que se instalan en un mismo nivel que pretende una dinámica y que niega una estructura positivo-negativa.
05. “Después de las catástrofes de que ha sido testigo el siglo XX, la razón ha perdido su dimensión positiva y se ataca en tanto que instrumento de dominio responsable y burocrático, y nuestra relación con los tiempos, y concretamente con el futuro, está ya marcada por esa crítica, aún cuando perduren en el fondo, restos del pasado optimismo, sobre todo en el plano tecnocientífico.” Charles, S: Op.Cit.
06. Coincido aquí con la definición de Dólar dada por Butler: “Dólar define la subjetividad mediante la noción de interioridad e identifica el dominio de la exterioridad (es decir, lo que es exterior al sujeto) como material. Presupone que la subjetividad está compuesta de interioridad e idealidad, mientras que la materialidad pertenecerá a su opuesto, el mundo exterior”; sin embargo, el poema como creación participaría de ambos territorios. (Butler, 2001).
07. Marion: Op. Cit
Ana Franco Ortuño (México, 1969). Poeta, periodista y difusora cultural. Ha publicado De la lejanía (2005), y Parques o el imán de la tierra (2009). Es Jefa de Redacción del Periódico de Poesía UNAMwww.periodicodepoesia.unam.mx, donde ha publicado entrevistas con varios poetas, además de reseñas y reportajes. Contacto: anafranco28@yahoo.comPágina ilustrada con obras del artista Juan Bustillos (Bolivia).

El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânicabajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que  posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins.

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