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Gato Gótico es una metáfora o un símbolo tomado de Lezama Lima para darle nombre a una banda que empieza su andadura en el año 1982 y que fusiona sus experiencias anteriores, sobre todo en el grupo Salvaje que se formó a principios de los 70 en el barrio santacrucero del Duggi, con una serie de hallazgos posteriores. El jazz siempre fue para sus componentes sonidos aglutinador del folclore y a esto hay que añadirle investigaciones propias de música latina, blues, funky, rithm’and blues y afro en todas sus manifestaciones.
Escuchar los sonidos africanos y los ritmos amazigh que se quedaron en la niebla de nuestras medianías. Escucharlos teñidos de blues de Bob Dylan cuando éste, dice Roberto Cabrera, a su vez se contagió con los ritmos que los emigrantes canarios de Louisiana aún conservan con fervor desde el siglo XVIII en que les tocó emprender su travesía fundacional. Y por si este que escribe no se creía lo que describía con tanto entusiasmo, Roberto me puso una balada de Bob, una isa rythm and blues cantada en ese American English sureño tan cantarín como el mismo acento palmero: Lonesome river…
Cuando el desasosiego regresa a las esquinas y su voz se renueva en las armónicas de Orfeo, alguien nos dice que abdiquemos para ser reyes de nosotros mismos. Sin trampa ni cartón. Todos somos transeúntes del metro hacia la Estigia, no vale callar ni irse por las ramas, aunque el misterio siempre sea incógnita de una transcendencia precoz e iluminadora. De ahí la sonrisa del negro que, a pesar de su rotura interna, ha de mostrar su sonrisa cuando canta. Dientes de jazz para reír ante el desasosiego, y también para morderlo. Risotada trágica contemporánea de swim que entronca, como no, con El Grito de Munch y con el asombro del ser ante el abismo que nos rodea.
Antes que muchos grupos y la subsiguiente eclosión de música étnica alejada ya del simple folclore, Gato Gótico había hecho fusión entre la música tradicional herreña y el jazz, según afirma Elfidio Alonso en el diario de Tenerife La Opinión. Ya se estaba indagando sobre la similitud de muchas manifestaciones de nuestro folclore con el del Área Tuareg del Norte y Noroeste de África. Nuestras raíces olvidadas o silenciadas, resurgen casi con la música a la par que parte de nuestra identidad como pueblo de encrucijadas y mestizaje.
Sin embargo, es un hecho probado que ese engranaje que nos une al exterior resulta bastante complejo. Las Islas Canarias, con un pasado prehispánico que, a pesar de los intentos de devastación, algo quedó, o más bien más que algo, en la memoria colectiva y musical (la música es una memoria indeleble e inmarcesible). Puente y plataforma, después, de la colonización de América y, al mismo tiempo, puerto de abastecimiento de los barcos negreros que llevaban esclavos de África a los mercados de las nuevas colonias…
Lo cierto es que estos esclavos negros siguieron con sus ritmos en América y los transformaron en las distintas expresiones musicales que hoy conocemos, sea jazz, rithm'and blues, rock and roll o música caribeña. Y también es cierto que hubo mucho trasiego entre ambas orillas por las oleadas de emigración que se produjeron no sólo por las hambrunas y persecuciones políticas de la posguerra, sino muy anteriores a estas épocas, como los repoblamientos de San Antonio de Texas y la Louisiana, en siglos posteriores a la colonización.
Tiempo de recogida. El trigo y la cebada están a la sazón. El pueblo danzará ante Magheq entre las espigas y avivará el grano. Un ritual que comenzó hace milenios en el Norte de África y que de alguna manera pervive en la idiosincrasia del campesino canario, ése que se quedó en su tierra siguiendo los ciclos ancestrales y viviendo de su trabajo y de lo que le da la madre naturaleza.
En estos tiempos de globalización y prisas, en estos tiempos de Guayota de cielos oscuros, tiempo de derroche, aún nos queda una melodía que se va más allá de las dunas del Sahara y traspasa océanos y continentes.
Si, como dice Lezama Lima en su poema inmortal, escapamos en el instante en que hemos alcanzado nuestra mejor definición, si en el puro mármol de los adioses nos dejamos en el camino la estatua que nos podía acompañar, entonces caeremos en el círculo vicioso de la autoanulación. Sin embargo, ese viento que sale danzando por los poros de la música, ese animal disperso que nos encuentra, se extiende como un gato para dejarse definir.
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Antonio Arroyo Silva (Canarias, España, 1957). Poeta y ensayista. Redactor de las revistas literarias Cinosargo (Chile) y Neotraba (Puebla, México). Actualmente es vocal de la Asociación Canaria de Escritores. Ha publicado: Las metamorfosis (1991) Esquina Paradise (2008) y Caballo de la luz (2010). Contacto: anthonystram1957@gmail.com. Página ilustrada con obras de Roberto Cabrera (Guatemala).
El período de enero de 2010 hasta diciembre de 2011 Agulha Revista de Cultura cambia su nombre para Agulha Hispânica, bajo la coordinación editorial general de Floriano Martins, para atender la necesidad de circulación periódica de ideas, reflexiones, propuestas, acompañamiento crítico de aspectos relevantes en lo que se refiere al tema de la cultura en América Hispánica. La revista, de circulación bimestral, ha tratado de temas generales ligados al arte y a la cultura, constituyendo un fórum amplio de discusión de asuntos diversos, estableciendo puntos de contacto entre los países hispano-americanos que posibiliten mayor articulación entre sus referentes. Acompañamiento general de traducción y revisión a cargo de Gladys Mendía y Floriano Martins. |
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