Mujer
en sueño
se inscribe en la tradición del antiguo
"blasón" de adoración, particularmente en el modo en que fuera
adoptado por André Breton en su "L'union libre" y en "Carta de
Amor" de César Moro; Zeller le da su propia interpretación única e intensa
en el que bien puede ser su poema mayor hasta la fecha.
En sus orígenes, volviendo
al Cantar de los Cantares de Salomón, y en la poesía medieval, el blasón
enumeraba las partes del cuerpo de la mujer amada en términos de su belleza
escultural y estática, en reposo y en serenidad, mientras que en la manera
surrealista se enfoca en la función más que en la forma procurando describir el
dinamismo de la amada y su relación con la naturaleza exterior, la que no es ya
el marco del cuerpo sino su oropel. Breton ha dicho que la belleza debe ser
convulsiva o no será; Mujer en sueño es
supremamente convulsivo en su poder de expresar el arrobamiento entre hombre y
mujer. Primero se la llama "mi amada", pero también se convierte en
el curso del poema en hermana y en madre eterna de los sueños en una
transferencia al amor universal de sus complementarios, que magnetizan uno al
otro física y espiritualmente.
Si en el clima de las
actitudes sociales de hoy en día las mujeres rechazan el rol pasivo del objeto
del amor como fuente de la inspiración masculina, aquí Zeller como los mejores
de los surrealistas debiera poder sobreponerse a tal objeción porque mientras
uno lee el largo poema uno siente la movilidad de la mujer en un sucinto
duólogo que subyace al monólogo, y la respuesta silenciosa al interlocutor se
hace poderosamente presente a través de evocaciones de sus movimientos, de un
lado al otro, arriba y abajo, cerca y lejos, el flujo de su propia pasión
activa y su impacto en el curso de su expresión.
Otro rasgo que hace de
este blasón algo totalmente original es el hecho que Zeller es a mi saber el
primero que ha mezclado en forma diestra las percepciones del sueño con
aquellas de la vigilia no solamente de quien habla en el poema, sino también de
la amada en cuyos sueños él es capaz de penetrar como en su cuerpo. Nos deja a
veces inciertos de si él está soñando o espiando los sueños de ella.
"La yuxtaposición
de realidades distantes", esa máxima perpetuada en la poética surrealista,
tiene aquí un ángulo más amplio para medir la distancia y una dispensación
total con el paso del tiempo pues incluye en su percepción del tiempo y del
espacio las brechas y abismos entre la conciencia y lo inconsciente y acepta la
coexistencia de lo visible con aquello que yace oscuro dentro de nosotros.
Para Ludwig Zeller la
exploración del amor siempre ha sido una conquista geográfica: un laberinto,
una tierra de nadie, un abrirse canales misteriosos, en breve, una exploración.
Pero lo que es desusado en esta larga celebración del amor es su llamado al
universo entero a colaborar con él, desde los más bajos insectos y animales
hasta la gama entera de la variada flora que ha conocido, y de los elementos
principales de la tierra, todos ellos conjurados en su impacto erótico, en sus
fosforescencias e iridiscencias. Enjambres de abejas, mareas turbulentas,
volcanes cargados de lava, tigres rapaces cohabitan el escenario con yemas,
capullos, rosedales, apariciones de cristales centelleantes. La amada es
"un paisaje que no tiene ya fin".
En la primerísima
estrofa la mujer está situada como criatura de la noche, corazón y canto atraen
significados del pájaro y del agua que corre y del impacto del viento
amenazador. La palabra "yema" en el cuarto verso que evoca
simultáneamente semilla, yema de huevo, capullo, brote y la yema del dedo,
presagia que el poema va a atisbar la esencia del ser que se ensalza y el grupo
de imágenes que rodean "yema" son de furia y placer, acoplados con
fuego y catarata: interacción de pasión y reacción. Tan preciso al inicio en la
identificación de la amada, el amante procede a través de la adoración del
cuerpo al sueño de éste que conecta el ser a la infinidad de sueños. Retomando
la imagen de la semilla, el grano es trillado y extendido sobre la tierra que
ella desafía a que se le abra. Llevado "a la cruz del agua" el amante
no experimenta el olvido en las profundidades sino un florecer y una
cristalización que multiplican las imágenes de la amada.
Las fuerzas
complementarias del universo, según están mencionadas en el Hermetismo—, que a
tal punto forma parte del breviario de la poesía surrealista y post-surrealista,
tanto en Francia como en América Latina—, se manifiestan aquí en los juegos
recíprocos del aire, fuego, agua y tierra. Una cascada de imágenes de fuego y
agua, el "flamear de las mareas", el "fuego en el agua",
"las aguas del sol", como símbolos masculinos y femeninos, sugieren
coito en todo el poema y atracción en el sentido más amplio al anunciar la
fertilidad y la creatividad en todos los niveles.
El abrazo de
fuerzas similares y contradictorias está lo más a menudo expresado por el uso extraordinariamente
hábil de la metonimia. En una sección las palabras que significan los
movimientos del agua y aquellas que sugieren frío están puestas en juego con el
ardor de los labios enamorados, capturados en un envoltorio donde las aves en
la metonimia de "plumas" cantan en el lecho del amor y del sueño.
En una
amalgamación de Dadá y Surrealismo, la pluma de Ludwig Zeller puede expresar
simultáneamente la violencia y el delirio. Aves que vienen a beber en el espejo
irisado. El amor se esparce desde lo singular hasta lo múltiple como el vuelo
de mariposas que proyectan un resplandor oxidado sobre todo el universo: "El
óxido de millones de alas de mariposas". Pero también se viste de águilas,
cuervos, serpientes y tigres. El "trueno de dos seres" es a un tiempo
dulce y sádico. Un sueño que comienza serenamente puede acabar abruptamente en
una pesadilla. El poeta encara una jaula con pájaros en llamas y una niña que
canta en quien floreció su rosedal y luego de repente ella está ardiendo en una
fogata de pesadilla que consume su piel hasta el hueso:
Eres como un paisaje que no tiene ya fin
En mi memoria una cárcel de pájaros en llamas
Cada día tú vienes eres niña cantando
Florecieron en ti mis rosedales
Tus miradas de sueño eran las mismas
De esa muñeca negra que llevabas atada en el
costado
En la atroz pesadilla de llegar hasta el fondo
De esa hoguera en donde arden tus vestidos
Quemados de otros días si no tienes más piel
Sobre los huesos locamente adorados te desvelas
Ya sea sueño
sublime o pesadilla, uno y otra hablan de acción interna de hundir y de horadar
formando un camino que lleva a la esencia de las cosas, esencia del agua,
esencia del hueso, esencia del ser proyectado al otro en su circularidad sin
fin, en su impulso de llegar al secreto de la creatividad porque "el fénix
tiene su nido en el vientre", creador de imágenes y de seres.
El traspaso
de la experiencia sensual al lenguaje se expresa en términos que sugieren
trastornos de la naturaleza tales como el "simún del lenguaje" o el
olvidado idioma de las rocas que cantan cuando uno mira en las profundidades
del mar y de la lava esculpida. El poeta escucha "el canto renovado del
agua", palabras que son "carnívoras" y palabras que son pétalos
que expresan su delirio ante la visión de las trenzas de la amada. Hay imágenes
de perforar, cegar y sangrar.
El fuego que
aniquila, el espejo que ahonda la visión están en constante juego recíproco de
imágenes generadoras. La amada tiene mil rostros y se reparte "en piel de
todas las mujeres" como lo grupos de imágenes en la naturaleza convergen
en la imagen primordial de atracción y cohesión. Un poema que comienza y acaba
como una expresión de amor apasionado logra intermitentemente hacer que
"todo" y "lo mismo" jueguen roles de contrapunto en esta
larga variación sobre un tema único que engloba la existencia.
En Mujer en sueño Ludwig Zeller se mantiene cerca del culto
surrealista de inmanencia que ha sido adoptado por algunos poetas mayores más
allá de un grupo particular. René Char y Octavio Paz están entre aquellos
quienes, como Zeller han tratado de canalizar su propensidad a lo sublime
trascendental hacia la identificación con una vena sagrada en el mundo
material, en ese abrazo monista de lo que está íntimamente cerca en lo humano
con las cuerdas que lo conectan con toda existencia, de la roca al pájaro,
desde el barro hasta el cristal, desde el brillo de los senos luminosos de la
amada hasta las otras luminiscencias de los planetas. Su galaxia es vasta y
brillante. Situadas en orden estratégico, estas imágenes afectan mutuamente el
poder de uno y otro. La densidad del texto sobrepasa la capacidad del lector de
asir en una sola lectura la multiplicidad de analogías que contiene.
Mujer en sueño es uno de los diamantes de corte muy
intrincado entre las percepciones poéticas de este tardío siglo veinte.
__________
ANNA
BALAKIAN
(1915-1997). Destacada estudiosa del Surrealismo. Autora de libros como The Literary Origins of Surrealism (1947), Surrealism: The Road to the Absolute (1959), The Symbolist Movement: A
Critical Appraisal (1969) and André Breton: Magus of Surrealism (1971). Traducción al español
por Susana Wald. Foto: Susana Wald, LZ y Anna Balakian © 1964
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