terça-feira, 1 de setembro de 2015

ANNA BALAKIAN | Una introducción a Ludwig Zeller


Los datos biográficos de Ludwig Zeller revelan su mudanza desde los límites del extremo sur del Hemisferio Occidental a las extensiones en el remoto norte, de su Chile natal al Canadá donde residió desde 1971 hasta 1993. Un poeta en cuya obra el ambiente natural juega un rol vital, él ha absorbido los agudos contrastes y variaciones a la unidad de su tema predominante, el amor.
Mujer en sueño  se inscribe en la tradición del antiguo "blasón" de adoración, particularmente en el modo en que fuera adoptado por André Breton en su "L'union libre" y en "Carta de Amor" de César Moro; Zeller le da su propia interpretación única e intensa en el que bien puede ser su poema mayor hasta la fecha.
En sus orígenes, volviendo al Cantar de los Cantares  de Salomón, y en la poesía medieval, el blasón enumeraba las partes del cuerpo de la mujer amada en términos de su belleza escultural y estática, en reposo y en serenidad, mientras que en la manera surrealista se enfoca en la función más que en la forma procurando describir el dinamismo de la amada y su relación con la naturaleza exterior, la que no es ya el marco del cuerpo sino su oropel. Breton ha dicho que la belleza debe ser convulsiva o no será; Mujer en sueño es supremamente convulsivo en su poder de expresar el arrobamiento entre hombre y mujer. Primero se la llama "mi amada", pero también se convierte en el curso del poema en hermana y en madre eterna de los sueños en una transferencia al amor universal de sus complementarios, que magnetizan uno al otro física y espiritualmente.
Si en el clima de las actitudes sociales de hoy en día las mujeres rechazan el rol pasivo del objeto del amor como fuente de la inspiración masculina, aquí Zeller como los mejores de los surrealistas debiera poder sobreponerse a tal objeción porque mientras uno lee el largo poema uno siente la movilidad de la mujer en un sucinto duólogo que subyace al monólogo, y la respuesta silenciosa al interlocutor se hace poderosamente presente a través de evocaciones de sus movimientos, de un lado al otro, arriba y abajo, cerca y lejos, el flujo de su propia pasión activa y su impacto en el curso de su expresión.
Otro rasgo que hace de este blasón algo totalmente original es el hecho que Zeller es a mi saber el primero que ha mezclado en forma diestra las percepciones del sueño con aquellas de la vigilia no solamente de quien habla en el poema, sino también de la amada en cuyos sueños él es capaz de penetrar como en su cuerpo. Nos deja a veces inciertos de si él está soñando o espiando los sueños de ella.
"La yuxtaposición de realidades distantes", esa máxima perpetuada en la poética surrealista, tiene aquí un ángulo más amplio para medir la distancia y una dispensación total con el paso del tiempo pues incluye en su percepción del tiempo y del espacio las brechas y abismos entre la conciencia y lo inconsciente y acepta la coexistencia de lo visible con aquello que yace oscuro dentro de nosotros.
Para Ludwig Zeller la exploración del amor siempre ha sido una conquista geográfica: un laberinto, una tierra de nadie, un abrirse canales misteriosos, en breve, una exploración. Pero lo que es desusado en esta larga celebración del amor es su llamado al universo entero a colaborar con él, desde los más bajos insectos y animales hasta la gama entera de la variada flora que ha conocido, y de los elementos principales de la tierra, todos ellos conjurados en su impacto erótico, en sus fosforescencias e iridiscencias. Enjambres de abejas, mareas turbulentas, volcanes cargados de lava, tigres rapaces cohabitan el escenario con yemas, capullos, rosedales, apariciones de cristales centelleantes. La amada es "un paisaje que no tiene ya fin".
En la primerísima estrofa la mujer está situada como criatura de la noche, corazón y canto atraen significados del pájaro y del agua que corre y del impacto del viento amenazador. La palabra "yema" en el cuarto verso que evoca simultáneamente semilla, yema de huevo, capullo, brote y la yema del dedo, presagia que el poema va a atisbar la esencia del ser que se ensalza y el grupo de imágenes que rodean "yema" son de furia y placer, acoplados con fuego y catarata: interacción de pasión y reacción. Tan preciso al inicio en la identificación de la amada, el amante procede a través de la adoración del cuerpo al sueño de éste que conecta el ser a la infinidad de sueños. Retomando la imagen de la semilla, el grano es trillado y extendido sobre la tierra que ella desafía a que se le abra. Llevado "a la cruz del agua" el amante no experimenta el olvido en las profundidades sino un florecer y una cristalización que multiplican las imágenes de la amada.
Las fuerzas complementarias del universo, según están mencionadas en el Hermetismo—, que a tal punto forma parte del breviario de la poesía surrealista y post-surrealista, tanto en Francia como en América Latina—, se manifiestan aquí en los juegos recíprocos del aire, fuego, agua y tierra. Una cascada de imágenes de fuego y agua, el "flamear de las mareas", el "fuego en el agua", "las aguas del sol", como símbolos masculinos y femeninos, sugieren coito en todo el poema y atracción en el sentido más amplio al anunciar la fertilidad y la creatividad en todos los niveles.
El abrazo de fuerzas similares y contradictorias está lo más a menudo expresado por el uso extraordinariamente hábil de la metonimia. En una sección las palabras que significan los movimientos del agua y aquellas que sugieren frío están puestas en juego con el ardor de los labios enamorados, capturados en un envoltorio donde las aves en la metonimia de "plumas" cantan en el lecho del amor y del sueño.
En una amalgamación de Dadá y Surrealismo, la pluma de Ludwig Zeller puede expresar simultáneamente la violencia y el delirio. Aves que vienen a beber en el espejo irisado. El amor se esparce desde lo singular hasta lo múltiple como el vuelo de mariposas que proyectan un resplandor oxidado sobre todo el universo: "El óxido de millones de alas de mariposas". Pero también se viste de águilas, cuervos, serpientes y tigres. El "trueno de dos seres" es a un tiempo dulce y sádico. Un sueño que comienza serenamente puede acabar abruptamente en una pesadilla. El poeta encara una jaula con pájaros en llamas y una niña que canta en quien floreció su rosedal y luego de repente ella está ardiendo en una fogata de pesadilla que consume su piel hasta el hueso:

Eres como un paisaje que no tiene ya fin
En mi memoria una cárcel de pájaros en llamas
Cada día tú vienes eres niña cantando
Florecieron en ti mis rosedales
Tus miradas de sueño eran las mismas
De esa muñeca negra que llevabas atada en el costado
En la atroz pesadilla de llegar hasta el fondo
De esa hoguera en donde arden tus vestidos
Quemados de otros días si no tienes más piel
Sobre los huesos locamente adorados te desvelas

Ya sea sueño sublime o pesadilla, uno y otra hablan de acción interna de hundir y de horadar formando un camino que lleva a la esencia de las cosas, esencia del agua, esencia del hueso, esencia del ser proyectado al otro en su circularidad sin fin, en su impulso de llegar al secreto de la creatividad porque "el fénix tiene su nido en el vientre", creador de imágenes y de seres.
El traspaso de la experiencia sensual al lenguaje se expresa en términos que sugieren trastornos de la naturaleza tales como el "simún del lenguaje" o el olvidado idioma de las rocas que cantan cuando uno mira en las profundidades del mar y de la lava esculpida. El poeta escucha "el canto renovado del agua", palabras que son "carnívoras" y palabras que son pétalos que expresan su delirio ante la visión de las trenzas de la amada. Hay imágenes de perforar, cegar y sangrar.
El fuego que aniquila, el espejo que ahonda la visión están en constante juego recíproco de imágenes generadoras. La amada tiene mil rostros y se reparte "en piel de todas las mujeres" como lo grupos de imágenes en la naturaleza convergen en la imagen primordial de atracción y cohesión. Un poema que comienza y acaba como una expresión de amor apasionado logra intermitentemente hacer que "todo" y "lo mismo" jueguen roles de contrapunto en esta larga variación sobre un tema único que engloba la existencia.
En Mujer en sueño  Ludwig Zeller se mantiene cerca del culto surrealista de inmanencia que ha sido adoptado por algunos poetas mayores más allá de un grupo particular. René Char y Octavio Paz están entre aquellos quienes, como Zeller han tratado de canalizar su propensidad a lo sublime trascendental hacia la identificación con una vena sagrada en el mundo material, en ese abrazo monista de lo que está íntimamente cerca en lo humano con las cuerdas que lo conectan con toda existencia, de la roca al pájaro, desde el barro hasta el cristal, desde el brillo de los senos luminosos de la amada hasta las otras luminiscencias de los planetas. Su galaxia es vasta y brillante. Situadas en orden estratégico, estas imágenes afectan mutuamente el poder de uno y otro. La densidad del texto sobrepasa la capacidad del lector de asir en una sola lectura la multiplicidad de analogías que contiene.
Mujer en sueño  es uno de los diamantes de corte muy intrincado entre las percepciones poéticas de este tardío siglo veinte.


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ANNA BALAKIAN (1915-1997). Destacada estudiosa del Surrealismo. Autora de libros como The Literary Origins of Surrealism (1947), Surrealism: The Road to the Absolute (1959), The Symbolist Movement: A Critical Appraisal (1969) and André Breton: Magus of Surrealism (1971). Traducción al español por Susana Wald. Foto: Susana Wald, LZ y Anna Balakian © 1964





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