Es una condición de mi
vida que he sido una afuerina en todas partes, incluso en Budapest, la ciudad
donde ha nacido. De hecho tuve una vez un sueño en el que estaba explicando
este fenómeno a alguien, en húngaro: A hazám a hely ahol
vagyok és a lelki világom. Esto puede traducirse aproximadamente como: Mi
patria es el lugar en que estoy y el mundo de mi alma.
Susana Wald
Susana Wald
Aunque Susana Wald haya
vivido en algunas de las ciudades más fascinantes del mundo -Budapest, Buenos
Aires, Santiago de Chile, Toronto y Oaxaca-, su "verdadera patria" es
su mundo interior. Llámese "psique", "alma", "el
inconsciente" o incluso "la voz de Dios", es ahí donde reside su
creatividad, ése es el lugar que ha permanecido estable a pesar de toda suerte
de cambios externos, fueran éstos guerras, revoluciones, exilio o
desplazamientos físicos.
La cualidad universal del
trabajo de la artista, que es aparente en todo lo que ha producido en los
cuarenta años de su labor artística, fluye con naturalidad a partir de este
mundo, por lo que es imposible encasillarla como artista canadiense, chilena o
mexicana.
Al trabajar desde este
campo interior, Susana siente ser una medium que sirve a otros así como a sí
misma, al transformar aquellos que miran, leen u oyen aquello que ha sido
creado. Según ella una imagen que emerge del inconsciente puede convertirse en
un texto si se es escritor, en melodía si se es compositor, en una ecuación si
se es matemático, una hélice doble si uno es bioquímico, o una creación visual
si uno trabaja en artes plásticas.
Cuando se abandona a la
chispa básica de la creatividad la artista siente que algo mayor que ella misma
"la utiliza". Y ella cree que todo arte hecho de otra manera es tan
sólo decoración o comentario.
Lo que hagamos de la
chispa de la creatividad está condicionado por nuestras habilidades innatas.
Susana recalca la importancia de permitir que en la obra sucedan
"accidentes", que se mantenga ojo alerta a las
"coincidencias"; también considera importante escuchar música, anotar
los sueños, meditar, rezar, ver muchas imágenes, leer muchos textos, escuchar a
mucha gente y absorber lo más que se pueda de otras culturas.
A la luz del
involucramiento de Susana Wald con su mundo interior, no es sorprendente notar
la influencia preponderante que tuviera el surrealismo sobre su vida y su arte.
"Se trata de más que de relojes que se derriten", nos dice.
"Esto tiene que ver con la libertad."
Su obra se inserta en el
surrealismo porque abraza las actividades tanto conscientes como inconscientes
de su mente. "El surrealismo propone un mundo en que la libertad, el amor
y la poesía son los elementos gobernantes", dice Susana.
Al decir poesía se
refiere al acto creador; en la libertad ve el abandono del control
de la razón y la inclusión de los contenidos inconscientes de la mente, así
como la posibilidad de amar de cualquier modo que se desee. Cuando hace su arte
no trata de ser "razonable" y sus imágenes tampoco lo son.
En Hungría, donde ha
nacido, Susana Wald vio su libertad abolida por los nazis y luego por los
comunistas. En otros países donde ha vivido su libertad como joven mujer no fue
reconocida. "Cuando se hablaba de los derechos de las mujeres, en la época
en que yo empecé mi labor de artista, a una inmediatamente la tildaban de
feminista; y cuando se hablaba de lo erótico la etiqueta era de
pornografía."
A pesar de la repetida
aseveración de que el surrealismo está muerto y passé, resulta ser
cosa tenaz, perseverante. Está presente en toda obra que renuncia a aferrarse a
lo racional y que acepta lo "demente" como expresión humana genuina.
Hoy en día, en la
literatura, el teatro, el cine o las artes visuales, son casi rutinarios los
elementos irracionales que provienen de sueños o de la libre asociación. La
obra de "primitivos" está en las colecciones de arte públicas y el
arte creado por niños o las personas con enfermedades mentales es reconocido
como manifestación de elementos que surgen del inconsciente.
Susana Wald ha sido
aceptada por surrealistas de París y otros lugares del mundo, ha trabajado en
colaboración con muchos de ellos y su involucramiento en el surrealismo
continúa. Durante el verano de 2002 hubo una exposición sobre surrealismo en la
Art Gallery of Ontario de Toronto, en cuyo catálogo se mencionan obras suyas en
la colección del Israel Museum de Jerusalén.
Sin embargo el
surrealismo dogmático de un movimiento oficial no le interesa a Susana aunque
cree que es artista más completa por haber podido conocer la obra de Max Ernst,
Dorothea Tanning, Remedios Varo, Leonora Carrington, Mayo, Wassily Kandinsky y
Max Beckmann.
Si bien su obra refleja
la apasionada creencia en la libertad y la creatividad, su uso de la
perspectiva y la teoría de color demuestran su amor por la pintura clásica y por
ciertos artistas del Renacimiento como Durero. Esta influencia es especialmente
notoria en sus desnudos y sus pinturas de huevos. "Me gusta este modo de
pintar", dice; "creo que ayuda a hacer que mis imágenes sean creibles.
Se convierten en realidades, muestran que lo que pinto existe y que yo sólo
hago constar ese hecho."
Para Susana Wald otro
aspecto significativo del surrealismo que ha calado en su obra es el trabajo en
colaboración, fundamental para los surrealistas, porque es una reacción contra
el extenso individualismo de Europa y las Américas, una forma de rebelión que
desafía la percepción de los compradores de arte que coleccionan como modo de
hacer una inversión.
"El aspecto más
interesante de la colaboración", dice Susana, "es que surge una nueva
especie de personalidad; la colaboración es una experiencia muy refrescante que
rara vez se observa en sociedades individualistas."
Tal fue la experiencia
que resultó en uno de los momentos definitorios en la vida de la artista.
Un frío y húmedo día de
mayo de 1963, Susana Wald fue a una inauguración en la sala del Centro de
Estudiantes de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, en Santiago.
Desilusionada por su falta de éxito como ceramista, había decidido abandonar su
trabajo de artista y dedicarse a la medicina de investigación.
A causa del mal tiempo
poca gente llegó a la inauguración, ni siquiera fue el artista que exponía.
Pero estaba ahí un hombre joven con quien partió la plática. Él preguntó el
nombre de ella y cuando oyó que era "Susana" parecía muy agitado,
porque, según contó más tarde, había tenido algunos meses antes un sueño en que
aparecía una Susana.
Cuando ella dijo que
tenía un diploma en cerámica, pero estaba dejando el arte por la ciencia, él
insistió en que quería ver su taller. Fueron a almorzar. Y entonces, como la
cosa más natural del mundo, el joven sacó del bolsillo unas tijeras y un papel
de aluminio y empezó a hacer unos recortes. Luego le ofreció las herramientas y
ella también hizo algunos. Para su sorpresa descubrieron que los patterns o
diseños que habían creado conectaban como dos piezas de un rompecabezas que
encuentran su ajuste.
La visita al taller de
cerámica de Susana resultó en una oferta inmediata para una exposición
individual en la Galería del Ministerio de Educación de Chile, una de tres
donde el hombre joven que ella conoció era curador. Después de esa primera y
exitosa exposición Susana abandonó sus estudios científicos y permaneció en las
artes.
Así conoció al compañero
de toda su vida, Ludwig Zeller, el hombre que le hizo conocer el surrealismo.
Al paso de los años la
conexión entre los dos se extendió a una vasta cantidad de colaboraciones en el
amplio campo de las artes. Se ajustaban de muchas maneras; los recortes que
habían hecho eran tan sólo el síntoma de esas correspondencias.
Cuando trabajan juntos en
lo que ellos llaman "mirages" (espejismos) Ludwig provee lo que
Susana llama los elementos salvajes, indómitos, convulsivos mientras
que ella provee los conectores, o las partes que dan formas o espacios
humanos.
Aún cuando el
inconsciente domina cuando están creando, trabajan mejor cuando Ludwig comienza
la obra con sus collages. En ese momento Susana "interfiere", como
quien dice, con la imagen inicial de él. Cuando comienzan a la inversa, con Susana
como iniciadora de la imagen, según nos dice, el resultado es chato. En vez de
sentirse limitada por este modo de trabajar, ella se mueve con soltura en los
espacios y huecos que están invitándola. "La obra resultante se ve como si
fuera hecha por una tercera entidad" dice ella.
Susana cree que su obra
es más completa a causa de esta extraordinaria relación. Por ejemplo, en la
exposición By Four Hands, hecha en 1979, con Ludwig Zeller en la Art Gallery of
Hamilton, de Ontario, se exhibieron bastante más de cien piezas hechas en
colaboración. Sin embargo lo que ella ha podido lograr en el campo visual trata
de su persona pública, no la privada, aunque su relación privada con Ludwig
Zeller, su compañero de toda la vida, ha ayudado a formar su personalidad
pública y ciertamente su trabajo también.
De entre toda su obra
Susana considera sus pinturas y dibujos eróticos los más cercanos a la
influencia de Ludwig. La insistencia en lo erótico está también influido por su
relación, porque son una pareja, amantes y compañeros en aventuras de toda
índole. Al mismo tiempo, firmes en su creencia de la importancia de la
libertad, han podido desarrollar sus propias identidades sin demasiadas
limitaciones.
Para Susana el erotismo
se conecta a la exitación y al deseo sexual y éstos forman un aspecto
importante de su obra. Aunque durante centurias hemos estado temerosos del
cuerpo y hemos reprimido su existencia, tanto en la religión como en la
ciencia, ella cree que nos hemos acercado al punto en que podemos acceder a un
horizonte más amplio.
La artista ha ilustrado
varios de los poemas de Ludwig, la mayor parte de los cuales tratan de lo
erótico, o contienen imágenes que aluden a ello; sin embargo lo que la obra de
la artista enfatiza es lo sensual, no sólo lo que atrae sexualmente. Acariciar
la piel o el barro puede evocar estas sensaciones, así como el contacto con la
seda. Incluso el proceso de pintar puede ser sensual.
Pero cuando Susana habla
de erotismo no se refiere a ello en el sentido abstracto o del deseo reprimido.
Sus pinturas de desnudos abiertamente involucran una sexualidad que celebra la
existencia humana más completa, más integral. Ella pinta escenas sexuales
claramente perceptibles de parejas haciendo el amor o del sexo femenino abierto
frente a un observador varón.
Mientras hay insinuación indirecta de sensualidad en sus pinturas de huevos, no hay ahí un erotismo declarado. Si se sienten las insinuaciones, éstas están en los paños, en las texturas, los colores, en la suavidad de las formas. El huevo mismo, siendo femenino, es sensual y pleno de posibilidades fecundas.
Mientras hay insinuación indirecta de sensualidad en sus pinturas de huevos, no hay ahí un erotismo declarado. Si se sienten las insinuaciones, éstas están en los paños, en las texturas, los colores, en la suavidad de las formas. El huevo mismo, siendo femenino, es sensual y pleno de posibilidades fecundas.
Su amor al cuerpo desnudo
y su creencia de que los artistas necesitan verlo en diferentes situaciones han
llevado a Susana a usar modelos vivos en su propia obra y durante los años
cuando enseñó dibujo de desnudo a más de tres mil alumnos en Sheridan College,
en Ontario, Canadá. Los artistas pueden usar el conocimiento adquirido al
observar el desnudo, dice ella, para hacerlo erótico.
Susana dice sin embargo
que erotismo y sensualidad no son la misma cosa. "En lo último",
dice, "el impulso no necesariamente va en busca de una relación sexual. Y
las mujeres en particular pueden ser sensuales simplemente porque aman el hecho
de estar vivas."
Visto en retrospectiva,
Susana ha estado pintando huevos hace mucho tiempo. Ella dice estar
"poseída" por el tema de los huevos porque las imágenes que le llegan
parecen tan fascinantes que no puede verse pintando ninguna otra cosa. Todos
los otros asuntos parecen menos importantes y menos interesantes.
Cuando le llega una
imagen, como en el caso de los huevos, ella no lo cuestiona. Se deja llevar por
la sensación, aún cuando el sentido del placer es a veces una especie de
agonía.
El proceso de pintar
huevos ha sido largo y bastante misterioso. En su segunda muestra individual en
Santiago, en 1964, Susana exhibía esculturas de cerámica de huevos grandes de
unos cincuenta centímetros de altura. Se veían como si hubieran sido quebradas,
con fisuras y partiduras de las que emergían formas como de raíces, o de pistilos
o de gusanos, entrelazándose unas sobre otras. Estas formas aparecían en su
obra durante mucho tiempo.
Anteriormente a estos huevos de 1964 ella hacía dibujos de cuerpos de aves que eran reducidos a formas de huevos.
Anteriormente a estos huevos de 1964 ella hacía dibujos de cuerpos de aves que eran reducidos a formas de huevos.
En Toronto, en los años
setentas Susana creó una serie de esculturas de cerámica, muy límpidas, en su
mayor parte blancas, formas grandes y redondas sobre las que sentaba o colgaba
huevos. Una de estas esculturas está en una colección en París; tiene asentados
tres huevos con hoyos de los cuales emergen mechones de pelos.
Un museo de España tiene
otra escultura que muestra un solo huevo con un hoyo mayor del que fluye una
sustancia verde brillante que forma un charco en el cual se asienta el huevo.
Un huevo negro metálico en un campo blanco es parte de una colección de
Toronto.
Susana reprodujo el huevo
en el charco verde en una pintura reciente, la puso en un paisaje nevado de
Ontario. El cuadro se llama "Ontario hace treinta años y ahora."
Aparecen huevos en
pinturas hechas en los años ochentas, en su mayoría en la compañía de mujeres
solas; y en un caso, anidado en la mano de una mujer al lado de un hombre que
la sujeta de la cintura y el pecho y grita en su oído.
En 1997, mientras Susana
construía la casa en que vive con Ludwig Zeller, hizo una pintura de un desnudo
que se titula "Noche de Huayapan". Cuando estuvo acabada pensó que
necesitaba algo cerca de la mano extendida de la mujer reclinada. Un huevo
verde fue el elemento justo. Ese diminuto huevo la llevó a pintar imágenes
mucho mayores en que el huevo ha sido el componente principal.
Entre encargos y otros
proyectos las pinturas de huevos han continuado apareciendo hasta estos días en
que ella ha creado más de cincuenta imágenes que contienen huevos.
Lo que ella no sabe es
por qué pinta huevos.
"Lo que me
llega," dice ella, "son estas visiones, a veces en semisueño, a veces
insertadas en cosas sin relación aparente, o mientras estoy a punto de
dormirme. Veo los huevos en su ambiente, la cosa completa, o lo que siento que
es la cosa completa. En algunos casos, cuando tengo algún problema con la
imagen, hago instalaciones, pongo paños y objetos bajo luces y entonces los
pinto. En este modo mi visión interior adquiere credibilidad".
Que los huevos se rompen,
es cierto, dice Susana, aunque las que ella ha estado pintando desde 1998
siempre se ven enteros. Y sin embargo no teme la idea de que los huevos se
rompan. En un momento de su vida los huevos rotos que ella esculpió tenían
relación con quiebras que todos tenemos en nuestras vidas, cosas que duelen a
todos los seres humanos.
Pero por ahora los huevos son un modo de hablar de un periodo-de ella y de la humanidad toda. Para ambos los huevos sugieren nuevos comienzos. Cuando el huevo se rompe surge el polluelo. Pero qué es lo que se está empollando simbólicamente en este nuevo comienzo es algo que no está claro. Los huevos que Susana pinta no son reales; en términos metafísicos son entidades vastas, sobrehumanas, que residen fuera de la estupidez y la violencia cotidianas. Tratan de la vida, de la totalidad.
Pero por ahora los huevos son un modo de hablar de un periodo-de ella y de la humanidad toda. Para ambos los huevos sugieren nuevos comienzos. Cuando el huevo se rompe surge el polluelo. Pero qué es lo que se está empollando simbólicamente en este nuevo comienzo es algo que no está claro. Los huevos que Susana pinta no son reales; en términos metafísicos son entidades vastas, sobrehumanas, que residen fuera de la estupidez y la violencia cotidianas. Tratan de la vida, de la totalidad.
Recientemente Susana ha
empezado a mostrar figuras humanas en las pinturas de huevos. Para ella esto
representa otro movimiento, otro comienzo dentro de lo que comienza. La figura
humana hace que la presencia de los huevos sea más accesible.
Es significativo que a
medida que Susana envejece y se acaban sus huevos físicos, comienza a pintar
los metafísicos.
Estos huevos, siendo
portadores de vida, puestos en ciertas escenografías, abstraídos del mundo de
huevos que normalmente imaginaríamos como su lugar apropiado, se convierten en
mitos. Son expresiones de un arquetipo, en el sentido en que C. G. Jung
usa el término.
Puesto que los huevos son
obviamente parte de lo femenino y diferentes del elemento masculino, este
arquetipo es el de la Gran Madre, el de la vida y la muerte, el de venir de La
Madre y el de volver a Ella.
Un pollo puede quebrar un
huevo desde dentro y salir a la vida. O un huevo se puede pudrir, lo que es
muerte, pero también vida, porque lo podrido puede ser campo de microbios. En
la naturaleza la muerte se convierte en vida, así como la vida camina hacia la
muerte.
Vivimos en tiempos cuando
peligra la vida. Estamos arruinando nuestro planeta viviente. Quizás las
pinturas de los huevos hablan también de esto. Quizás esta es una de las
razones de por qué el mito posee a Susana a tal grado. Quizás sus pinturas de
huevos son una manera de protestar contra la destrucción que nos rodea. Y sin
embargo, más que a un mensaje político, las pinturas de huevos apuntan a una
resurrección, un nuevo comienzo.
Entre 1982 y 1988 Susana
creó una muy exitosa serie de pinturas que ella llama "Las
mujeres..." en que ella inconscientemente protestaba el rol de lo femenino
-y no sólo en las mujeres- dentro de la cultura actual y por extensión en su
propia vida.
En la pintura "La
mujer del albañil", 1983, un torso femenino desnudo es visto contra un
muro de ladrillos. Adonde corresponde que estuviera su cabeza hay un hoyo en el
muro. En ese hoyo se puede ver un gran sexo femenino.
En "La mujer del alfarero",
otra pintura de la serie (exhibida en la XLII Bienal de Venecia, 1986), se ve
una forma femenina con muchos senos y sin cabeza, como gran olla de barro sobre
un torno de alfarero, con una taza en la mano, como quien hace una pausa para
tomar el café.
Recién cuando Susana
concluyó esta obra se dio cuenta de que había pintado a la Gran Madre, según la
descripción de Erich Neumann. Ella piensa que si bien lo que la inspira no son
los arquetipos en sí, ciertamente aparecen o entran a hurtadillas en su obra.
En contraste con la serie
de "Las mujeres", ella atribuye el origen de las pinturas de huevos a
un estrato más profundo. "Son manifestaciones de algo de que no tengo
consciencia," dice ella.
Sin embargo tanto la
serie de las mujeres, como la de los huevos están irrevocablemente conectados a
su rol como mujer en las artes.
Aunque Susana Wald
prefiere ser conocida como persona que pinta y no como pintora femenina,
ella reconoce que lo que pinta son temas relacionados con preocupaciones
femeninas que en último término afectan las vidas tanto de hombres como de
mujeres.
"Junto con otras
artistas mujeres yo soy una quebradora de moldes," dice, "una
molestia, algo que es difícil aguantar." Aunque sus pinturas
artísticamente son íntimas y personales, su asunto puede ser difícil de
digerir. Algunas obras pueden considerarse "no muy bonitas", no
apropiadas para la sala de una abuelita, no apropiadas para gente que no se
siente cómoda con las ideas que ella pinta.
Y sin embargo justamente
de eso se trata.
La obra de Susana Wald
está hecha para ser contemplada y para provocar que se piense. Es en las artes
-y en obra como la suya- donde comienzan los cambios en nuestro modo de pensar.
Así, en cierto modo,
Susana enfrenta un doble prejuicio: ser pintora femenina en un mundo
predominantemente masculino combinado con los asuntos a menudo difíciles que
ella trata.
Debido a que durante
muchos siglos nuestra visión de lo que es Femenino ha sido formado por artistas
varones cuya obra parte desde su visión interior de la mujer, hemos tenido poca
oportunidad de ver qué sucede cuando esta combinación es invertida.
Esta es una de las razones de por qué la obra de Susana Wald es tan importante. Ella es una de miles de mujeres que antes han estado ausentes de las artes y que ahora por más de medio siglo han trabajado libremente en su vocación.
Esta es una de las razones de por qué la obra de Susana Wald es tan importante. Ella es una de miles de mujeres que antes han estado ausentes de las artes y que ahora por más de medio siglo han trabajado libremente en su vocación.
Sus pinturas y de hecho
su vida entera de mujer artista han sido un fragmento minúsculo en la formación
de una nueva realidad que junto con otras mujeres, ella cree, contribuirá a
algo mucho mayor que lo que podemos describir en este momento en el tiempo.
Sin embargo las artistas
mujeres no están solas y no están creando separadamente de los varones. Se
trata tan sólo de que las mujeres son finalmente parte de un proceso y de su
enfoque surgirá una nueva realidad, una realidad que emerge del inconsciente.
Un mural que Susana Wald
pintó por encargo de 1994, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo puede dar un indicio de esta nueva realidad. La imagen central es la de
una figura femenina rodeada por otras figuras cuyos gestos expresan anhelo,
admiración y veneración. La obra es significativa no sólo porque presenta lo
que es Femenino desde el punto de vista de una artista mujer, sino también
porque ha sido pintada por una mujer que no le ha tenido temor a lo erótico, al
inconsciente, a lo surreal -a la vida misma.
El mural que se titula Luz
vertiginosa trata, apropiadamente de La Sabiduría/Sofía.
Martha Mabey (Estados Unidos). Crítica de
arte. Autora de Rodolfo
Morales: El Señor de los Sueños. Agulha Revista de Cultura # 42.
Dezembro de 2004.
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