Hay en el surrealismo un impulso hacia
lo absoluto que a mi ver surge de un fondo interior del desarrollo humano que
atravesamos por primera vez en los años de la adolescencia. También existen
dentro del mismo surrealismo estratos más profundos, enteramente válidos en los
años de la vejez. El surrealismo articula elementos básicos y preciosos para la
humanidad entera y en eso está su fuerza y su permanencia. Si hay algo en el
surrealismo que no es permanente, es lo político, cuya esencia es por
definición pasajera y volátil.
EI surrealismo, en su reclamo y uso
constante de la libertad es elemento muy importante en la formación como
persona y como artista. He notado que personas muy jóvenes, que se inician en
las artes o que se interesan en ellas, se acercan a lo que para ellos es cosa
natural y fácil de digerir y que para los que trabajan en el surrealismo
anteriormente fue fruto de vida con muchos riesgos y penurias. Los jóvenes que
hoy buscan elementos esenciales para la vida a que aferrarse descubren en el
surrealismo vetas que los alimentan porque descubren los ideales que les son
imprescindibles.
Las ortodoxias y fundamentalismos, sean
del tipo que fueran, son ajenos al verdadero fondo del surrealismo. La
libertad, dentro y fuera del surrealismo es esencial e irrenunciable.
2. La vigilia, el sueño y lo maravilloso
Sueño y vigilia son formas en que
percibimos la realidad. En el sueño me siento tan inserta en la realidad como
en la vigilia. Precisamente eso es lo que hace que el sueño sea tan interesante
y que sus imágenes sean vivísimas. La realidad de la vigilia y la realidad del
sueño son percepciones que captamos con los mismos elementos biológicos de los
que estamos constituidos. Además vale la pena considerar que toda realidad nos
llega filtrada por las experiencias que almacena nuestra memoria, la consciente
y la inconsciente también.
En la vigilia me propongo hacer esto o
aquello, y siempre me resulta otra cosa. Por ejemplo, me propongo ir a un
lugar, me hago a la idea, esbozo mentalmente un esquema del viaje y sus
circunstancias y siempre sucede que hay algo que interviene en estos planes y
lo que resulta del viaje no es del todo igual a la imagen prevista.
Durante el sueño también se dan
variantes, se producen giros bruscos, se introducen elementos que varían y
obstruyen la dirección en que se desarrolla algo. Sólo que en el sueño falta el
elemento enjuiciador de la vigilia, se acepta que lo que viene, viene. En la
vigilia no se acepta así como así que se desvíe algo de lo preestablecido, predeseado
y preimaginado. Lo que en el sueño se concibe como lo más natural, en la
realidad es obstáculo y causa de frustración; ello no tendría por qué ser así,
se podría aceptar lo que nos desvía de nuestro primer impulso como algo
maravilloso y mágico. En ese caso la vigilia podría tener los mismos elementos
de realidad, terror y gozo que tienen los sueños. Este es el concepto de “lo
maravilloso” que proponen los surrealistas.
También se da que en el sueño hay un
nivel de atención muy particular: todo aparece como aparecían las cosas en la
primera niñez: todo es nítido, incluso la niebla, todo está aquí y es ahora,
todo es asunto de observación concentrada, de atención total, de entrega al
evento, incluso cuando es obvio que de hecho se está impotente y vulnerable
ante lo que pasa y se es simplemente parte, víctima o ejecutor de algo. Si se
asumiera una actitud semejante en la vigilia, se estaría en un estado completo
de poesía o de santidad, el estado en que se acepta la realidad como la acepta
un niño que quiere ir por una vereda que no se puede y que en vez tiene que
hacer algo diferente.
Para entrar en estos estados propios de
los poetas, los niños y los santos hay que entrar en un estado de ánimo en que
"somos llevados" al mismo tiempo que estamos atentos, alertas,
concentrados en todos los detalles de lo que sucede, sea porque se va donde se
quiere o porque no. Ese estado mental, en la vigilia, como en el sueño, es un
estado completamente creativo, lleno de posibilidades y puede tomar visos de
tragedia, terror, dicha, goce o frustración. Esas emociones son las mismas que
se pueden percibir dentro de lo mágico y lo maravilloso.
Tanto en el sueño como en la vigilia se
ejerce la voluntad, pero en el sueño, al "estar llevados," este
ejercicio puede tener interferencias que conducen simplemente a soluciones diferentes de lo que
se buscó en primer término. En la vigilia las interferencias con el desarrollo
del ejercicio de la voluntad suelen enfrentarse más frecuentemente con el empecinamiento, la
insistencia, el encono, que a la postre puede que produzcan el efecto buscado,
pero que no nos dan la sensación de lo maravilloso ni de lo mágico. Si en la vigilia se comporta una como
en el sueño y ante la interferencia se mantiene con los ojos abiertos de la
infancia que todo lo ven por primera vez, surge la sensación de maravilla, el tipo de cosquilleo
y de goce que en la edad adulta rara vez recordamos.
Como ejemplo: últimamente, cuando busco
algo y no lo encuentro, no insisto. De este modo cuando encuentro lo que
buscaba, el hallazgo me resulta en algo mágico. También he observado que cuando
realmente necesito algo, siempre
está, como por milagro, exactamente al alcance de mi mano. Son momentos en que
experimento lo maravilloso.
En el fondo, los santos, los poetas y
los surrealistas* practican la apertura
que tenemos todos en la infancia, ese mirar el mundo con ojos atónitos, el
aguzar el oído, el olfato, el sentido del tacto, para percibir todo por primera
vez. Este es un aspecto real del problema: percibimos la maravilla cuando
estamos en el estado mental de quien experimenta cada minuto de la vida como un
primer minuto, un primer evento; vivimos en lo maravilloso con tan sólo
enfrentar cada instante como surrealistas, niños o poetas. La vigilia, como el
sueño, sí se puede percibir como realidad igualmente mágica y maravillosa.
3.
Continuo
Los
surrealistas, atentos a las manifestaciones de lo maravilloso, llaman “azar
objetivo” a algo que yo considero como un continuo:
manifestaciones de la energía que conecta y anima el universo. C.G. Jung la
llama “sincronicidad”. Considero los
fenómenos a los que me refiero como manifestaciones de un aspecto de la
materia. Los seres humanos, así como nuestras mentes, son simplemente conductos
en que se manifiesta esto que —a falta de mejor entenderla—, llamo energía. La
materia la anima la energía, en todas sus formas, desde el virus hasta las
galaxias.
En música barroca existe el concepto del continuo. En la pieza musical
barroca puede oírse un instrumento que mantiene fluyendo algunos sonidos
mientras otros instrumentos desarrollan un tema, la combinan con otra, la
inician, la concluyen. Y el continuo sigue oyéndose como un tejido de fondo del
que no se perciben los límites.
En nuestros actos, en nuestras vidas, estamos involucrados en
actividades y detrás de todo ello existe el continuo, el fluir de la energía,
cuya manifestación es complejísima porque incluye nuestras actividades, sus
efectos y las actividades de otros y los efectos de éstos sobre lo nuestro y sobre
lo que afecta y dirige el devenir de todo, desde el gusano hasta la galaxia.
Todo junto, todo a la vez, todo constante, continuo. La complejidad de todo
ello, la multiplicidad de sus elementos, nos hace suponer que la realidad es
sorprendente y azarosa. No se trata aquí de una idea de orden, sino de
increíble caos en que todo cambia constantemente, continuamente. No hay
estatismo, no hay eternidad, sólo hay constante devenir que jamás cesa y que
jamás se puede detener.
En estas ideas y sensaciones yo siento un cambio grande. Cuando yo era
niña me rodeaba la idea de que había un orden en nuestra casa, en el mundo, en
el universo. Una guerra cruel, devastadora, expresión de una ambición masculina
insensata de dominio imperial puso fin al orden en la vida de nuestra familia.
Ya no había un domicilio fijo, no había un país que nos protegiera, sólo el
desorden de la emigración, la necesidad de integrarse a tipos de orden aparente
diferentes a lo nuestro.
Para mi hijo científico es evidente que existe un caos, o algo que
percibimos como caótico dentro del mismo espacio sideral. El anhelo de orden
formulado por la cultura griega, la regularidad de los periodos temporales, la
regularidad de las formas de la materia no se percibe ahora que ya tenemos un
conocimiento algo más amplio, ahora que vislumbramos una realidad más vasta que
antes. Las galaxias huyen al parecer a partir de una enorme explosión, en todo
caso en el espacio que podemos percibir con los medios que tenemos. Y la
vastedad de ese espacio excede en mucho nuestra capacidad de percepción
inmediata.
El hecho de que haya algo que no se ve o que no se entiende, no
significa que no exista. Las cosas, la energía, existen más allá de la
percepción humana. Cuando cae un árbol en el bosque, aunque nadie lo ve, de
todas formas cae. Que el hecho de que no haya quien articule, quien mencione
esa caída, no significa que no exista. Y la caída de ese árbol influye sobre
todo lo que lo rodea y sobre todo lo que existe como materia, influye sobre
quien no lo ve; su energía, la energía misma de la caída se transmite y se
entreteje con toda la energía del continuo.
En el plano consciente e inconsciente por igual fluye la energía y sus
manifestaciones combinadas son cosas como los sueños premonitorios o algo que
se quiebra cuando se experimenta una emoción, o la percepción de la muerte de
una persona querida que está muy lejos.
Las religiones tratan de dar forma, tratan de racionalizar, explicar
este tipo de fenómenos que los seres percibimos constantemente.
Entre las religiones el animismo es la que más parece asimilar la idea
que vislumbro.
La energía es sagrada. El continuo en toda su complejidad es sagrada.
Todo lo que se hace, todo lo que sucede, trasciende. Estas ideas se manifiestan
cuando una religión dice: “Dios está en todas partes”. O cuando un leñador le
pide perdón y permiso a un árbol antes de derribarlo.
Esto nada tiene de nuevo. La humanidad entera piensa estas cosas hace
eones.
4.
Lo maravilloso
Observo
a Ludwig Zeller cuando está pegando un nuevo collage que tiene elementos que lo
van a hacer muy parecido a otro que ha hecho antes. La idea me parece muy buena
y se lo digo. Poco después llega a visitarnos Héctor Perea y nos trae tres
libros, en uno de los cuales hay un texto suyo que habla de los collages que
aparecen en el libro de Ludwig Aserrar a
la amada cuando es necesario y que contiene precisamente el collage al que
se parece el que Ludwig está haciendo en ese momento.
¿Coincidencia, casualidad? Esta palabra denota en su uso presente un
elemento inexplicable y de fondo misterioso. No creo que se trate de algo así,
busco otra palabra para hablar de esta idea y me decido por
"correlación", y puedo decir que es una correlación de eventos,
correlación de comunicación entre los seres, el tipo de correlaciones que
cuando se las observa hacen que la vida sea particularmente bella y gozosa, y
que tenga elementos de eso que los surrealistas llaman “lo maravilloso” o que
algunos comentan como el aspecto misterioso de la vida.
En mi opinión se trata simplemente de que las cosas suceden de modo
muy complejo. Debido a esa complejidad no conocemos las conexiones entre los
componentes de los eventos y por ello hablamos de "casualidad”.
Las correlaciones las asocio también a los eventos que se viven cuando
se está más abierto a los movimientos del inconsciente, tanto colectivo como
personal. En esas circunstancias las correlaciones hacen la vida muy sabrosa y
satisfactoria, y observarlas y anotarlas contribuye también a lo creativo, a la
liberación de estratos de donde procede nuestra creatividad. Me parece que toda
nuestra creatividad es un asunto de correlaciones y que si me mantengo abierta
y atenta a ellas mi creatividad fluye sin problemas.
Encuentro que es dentro de esta modalidad mental que se desarrollan los
eventos que llevan a la creación artística. Pintores y poetas mencionan
frecuentemente su sensación de que algunas de sus obras "se hicieron
solas".
Mi padre no tenía interés en el
surrealismo y apenas toleraba que yo insistiera en desarrollar una carrera
artística. Menos le gustaba que había aunado mi vida con la de Ludwig Zeller,
poeta neto, en quien mi padre advirtió de inmediato una ausencia de habilidad
comercial.
De todos modos, porque la vida misma lo
da, incluso una persona poco inclinada al surrealismo como Jorge Wald tuvo en
su vida un evento surreal. Le habíamos mandado a Buenos Aires, por correo
certificado, un ejemplar del libro de Zeller, Cuando el animal de fondo sube la cabeza estalla. Era una época en
que reinaba la burocracia en los correos argentinos; el sobre fue a parar al
Servicio de Aduanas, y Jorge, un hombre por lo demás atareado y siempre falto
de tiempo, estuvo parado en una larga cola en alguna oficina para poder retirar
el paquete que había llegado y cuyo contenido desconocía.
Después de la interminable espera le
tocó el turno a mi padre. El oficial de aduanas le preguntó qué contenía el
paquete. Jorge se irritó, que cómo iba a saber. El señor detrás de Jorge, tan
apurado como él, empezó a protestar, que hasta cuándo, mientras el aduanero
abrió el sobre, y encontró el libro de poemas y collages con cubierta de
vivísimo color solferino, o rosa mexicano. Lo abrió y empezó a hojearlo,
mientras le preguntaba a mi padre qué tipo de libro era éste. Mi padre le
informó que, a juzgar por el autor debía ser un libro surrealista. El aduanero
preguntó: ¿Qué es el surrealismo? mientras estaba mirando fascinado la
reproducción del collage de Zeller "El último puerto del Capitán
Cook" en que aparece un círculo de cráneos cerrado por una enorme vulva.
El señor detrás de Jorge le preguntó entonces al aduanero, embrujado por la
imagen, ¿Acaso no sabe qué es eso?, a lo que el hombre inmediatamente protestó
que por supuesto lo sabía. El señor le dijo entonces, ¡pues eso es el
surrealismo! y ¡ya vamos!
* Para nada
pretendo que los santos sean surrealistas, ni viceversa; pienso, eso sí, que la
experiencia mística y la poesía tienen elementos en común.
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