El
itinerario vital de Susana Wald empieza con su nacimiento en Budapest, en 1937.
Ya en 1949 la familia emigra a Buenos Aires, ciudad en que crece la artista,
estudiando en la
Escuela Nacional de Cerámica, y participando en cinco
exposiciones colectivas. Con 20 años de edad cambia de país una vez más,
llegando a Santiago de Chile, donde residirá por 13 años. Es una etapa
fundamental en su vida, por la confluencia de la intensidad de sus actividades
artísticas y el encuentro con otro artista, Ludwig Zeller, con quien comparte
amor e inquietudes estéticas. La resultante es impresionante, con la
realización de diseños para más de cien cubiertas de libros, la creación de
murales en cerámica y, sobre todo, la fundación de Casa de la Luna , centro cultural y café,
que funda y dirige con Ludwig Zeller, en la calle Villavicencio 349, y que
incluye la publicación de una revista homónima.
Este importante punto de confluencia de las artes en Santiago nace en
1968, y de inmediato se destaca por la organización de un gran número de
exposiciones de artistas, ciclos de conferencias, happenings, presentaciones de otras expresiones artísticas, como el
cine y la música experimental. El ambiente político que corre paralelo a las
actividades artísticas trata de entrometerse y generar situaciones incómodas a
la pareja Wald-Zeller, alcanzando un punto en que la mejor estrategia es
anticipar el desastre y salir de Chile, lo que hacen en 1970. Pero antes de
salir, en ese mismo año, Susana Wald y Ludwig Zeller realizan una gran
exposición dedicada al surrealismo, en la Universidad Católica.
El evento reúne obras de importantes artistas del surrealismo, pero lo que
llama la atención es el grado de provocación del happening de inauguración, llamado “El entierro de la castidad en la Universidad Católica ”,
que obliga a todos los presentes a dejar afuera sus zapatos, pues en la sala
principal hay una inmensa pintura en el suelo, hecha por Susana Wald, Valentina
Cruz (1938) y Viterbo Sepúlveda (1935-1974), al que Ludwig Zeller agrega senos
femeninos de espuma de goma.
La residencia siguiente de Susana Wald es Toronto, la más grande
ciudad de Canadá. Es un cambio con muy intenso grado de desafío, que al mismo
tiempo conlleva la perspectiva de una internacionalización de su trabajo, en
particular su actuación en la promoción cultural, las cubiertas e ilustraciones
de libros y las traducciones. Sobre las traducciones, ella misma recuerda: “Mi trabajo de traducción nace de
la necesidad de Ludwig de hacerse entender en Canadá. Fui su intérprete
simultánea. También traducía para él, ya en Chile, cuando necesitaba leer un
texto en francés o inglés.
Leímos juntos de esta forma muchos libros. Traduje a Jaguer, Eluard y Péret, a Zeller mismo.” Con cuatro años en Toronto la
pareja trata de fundar una nueva casa editorial, Oasis Publications, que se
dedica a la producción de decenas de libros, catálogos y panfletos, incluso
tratando de presentar poetas chilenos al lector en inglés. Oasis es también un
espacio de realizaciones de exposiciones, y allí son difundidas las obras
plásticas de nombres canadienses y de muchos otros países. En 1974, es invitada
a participar de las celebraciones de los 50 años del Primer Manifiesto del
Surrealismo, en la Universidad
de Pennsylvania, Estados Unidos. Por la puerta del surrealismo empiezan los
viajes y el año siguiente Susana Wald está en París, donde se pliega al
movimiento Phases, gracias al
descubrimiento de Edouard Jaguer (1924-2006), poeta y crítico francés
involucrado con una nueva fase del surrealismo. Sobre las exposiciones de
surrealistas europeos tiene muy buenas palabras de cariño: “Estas exposiciones nacieron de
nuestro entusiasmo por el Movimiento Phases, y como cosa recíproca con éste. Hicimos
una exposición de Phases en general, y otras de gente como Suzanne Besson, muy
amiga de los Jaguers, Marie Carlier, Philip West, Eugenio Granell, Guy
Roussille y John Schlechter Duvall. Éstos tres últimos vinieron a sus
exposiciones en Canadá que se realizaron en la Galerie Manfred ,
en la ciudad de Dundas, a unos 70
km de Toronto.”
Toronto y surrealismo significan la llave de un mundo relleno de
viajes, contactos, publicaciones, eventos, traducciones, nuevas técnicas como
el grabado en metal y la litografía, las pinturas acrílicas sobre telas en gran
formato, más viajes, el registro fotográfico de todo, hasta que su vida es
tomada por el azar objetivo de nuevo vértigo: México, precisamente Oaxaca.
Ahora la imposición del destino no está en salir, sino en entrar. México es la
yema, la manera como el espejo en que esta mujer se interroga a sí misma. Más
que México, algo muy especial en México: la presencia insospechada de esa parte
de la cultura mexicana en la vida de Susana Wald. Hasta allí ha llegado, una
vez más, con Ludwig Zeller. Pero llegan en tiempos cósmicos distintos, no por
desacuerdos, sino por fuente de alimentación del espíritu. Es que Oaxaca
significa para Susana Wald un renacimiento, o más simplemente la eclosión de un
ser que hace tiempo estaba en su silencioso periodo de incubación. Un viaje por
la iconografía de esta mujer lleva a la constatación de que en Oaxaca fue
tomada por los dioses de la plenitud. Allí está Susana Wald como jamás estuvo
en parte alguna. Es como se concluye su itinerario vital, no con el ciclo
natural de nacimiento-muerte, sino con el marco del nacimiento y su enclave en
el ambiente que mejor lo define.
Los puntos cardinales de su trayectoria señalan que en 1994 comienza
su estadía en Oaxaca. Es un tema delicado, porque Oaxaca no es liberación.
Susana Wald no ha llevado una vida ilícita en su espíritu o de retención del
alma. Pero algo se mueve en la vida de uno como la indicación de una
zambullida, retrato o espejismo, la lectura mágica de un ángulo, palabra o
susurro, algo que nos lleve a un grado muy curioso de intimidad con nosotros.
Así está la vida, en su esencialidad, que puede pasar años sin presentarse a
nadie. Podemos averiguar el tema bajo la aguja de la definición estética. Hay
artistas que toman largo tiempo en descubrir su propia voz; otros que están
como mágicamente determinados por esa varita, desde el primer boceto… Aquí no
tratamos de eso, de variaciones o acomodaciones estéticas. Una mirada a las
cerámicas y dibujos de Susana Wald desde la Escuela Nacional
de Cerámica atestigua la naturaleza erótica que busca, por lo menos, una
relectura respecto a los estereotipos. Ya se sabe que Susana no es una
seguidora. El desnudo y la carga de seducción del lenguaje, en ella —no importa
que hablemos de cerámica, grabados, pintura, dibujos—, apuntan en la dirección
contraria a lo permisible. Los conceptos cambian de actuación en cada época o
sitio en que se instalan. La afirmación estética en Susana Wald no contesta el
ambiente natural de los conceptos, sino a su manipulación, los arreglos
forzados en nombre de una moral que son la confirmación de una ausencia total
de moral.
¿Qué fue hecho de un mundo orientado por la ética y la estética? Todas
las revoluciones del siglo XX no han cambiado algunas cosas de sitio. La
respiración, el sueño, el deseo, la adivinanza, la perspectiva de un mundo
futuro. Todo esto actúa en la formación de un ser múltiple, cambiable con los
acentos de la cultura, así que el mundo perfecto parece ser el mundo sin
reglas, o con reglas naturales de supervivencia. Sin embargo, hoy sufrimos un
espacio con determinación de modos de supervivencia, ajenos a la característica
de cada ser viviente, animal, vegetal, mineral. Hay una clase instalada
determinada a exigir los modos de participación de todos, para quien los modos
clásicos de restricción ya perdieron su fuerza. La división del mundo entre
zonas de interés de la ciencia, la religión, el arte, eso ya no funciona. El
agregado llamado de cuarto poder, que es la prensa, tampoco actúa ya
aisladamente como una fuente de energía que puede cambiar lo que sea. El
discurso, el manejo de la lengua, en su sentido más retórico, pegado a la
fiebre de desgracia espiritual, descreencia de todo, uno que no sabe nada que
hacer de sí, en la escuela, con su novia, su empleo, lo que quiere seguir en la
vida, dónde vive, cómo vive, todo es un hueco en el alma, no hay nada en lo
íntimo del hombre contemporáneo, fue vaciado de todo.
Necesario cambio de párrafo porque el tema es el más complejo en
nuestra entrada en el siglo XXI. Susana Wald tiene su lectura, yo tengo la mía.
Aquí importa solamente la suya. Como avanza con su obra buscando un tipo muy
singular de recuperación de la fuerza erótica del ser. Primeramente su
comprensión del arquetipo femenino y el abismo entre éste y la realidad de la
mujer. El abismo entre la esfera mágica del símbolo y la violencia sufrida por
ella en la esfera humana. Sin embargo, la opción de Susana Wald como artista no
es por un arte de lamentación o incluso de acusación. En su conciencia impera
la necesidad de la afirmación de lo erótico y la recuperación de una vida
propia. En su obra la figura femenina está en permanente correspondencia,
sensible e incitante, con su personificación en escenarios de fábulas,
mitologías, ciencia-ficción, leyendas, sin faltar la penetrante presencia del
humor, como en la serie “La mujer de…”, en que juega con los diversos estilos
de objeto en que la mujer fue convertida, variables de acuerdo con la mirada de
su hombre, sea un músico, un sultán, un coleccionista, un cortador de vidrios,
un jardinero etc. Es curioso, porque cuando hablo con ella sobre el surrealista
Edouard Jaguer, recuerda lo que sigue: “Lo he visitado once veces en su departamento de París. Fue muy cordial
desde el primer momento. Fue un amigo verdadero hasta el momento en que vio mis
cuadros de la serie ‘La Mujer
de…’ Creo que no le gustó su tono feminista. Yo no era feminista entonces, esa
serie me nació de un ánimo de broma, pero ahora considero que Jaguer tenía
razón en lo de feminista. A mi vez resiento que después de eso no me incluyó en
sus publicaciones. A Ludwig lo mantuvo en su movimiento hasta el final.”
Respeto su opinión, pero no me parece haber ningún acento feminista en esta
serie, por lo menos en el mismo sentido prejuicioso como lo entendía el
francés. El surrealismo ha ayudado en la expansión de la visión de mundo de
muchos, del arte en particular, pero no se puede olvidar que el prejuicio es
parte de la vida humana, algo de lo que muchos artistas —incluso surrealistas—
no supieron librarse. De todos modos, reproduzco la palabra final de Susana
Wald sobre este tema: “Creo que a Jaguer no le
gustaron mis imágenes no porque entendiera que trataban de problemas de lo
femenino, sino porque no entendía esos problemas. Yo en esa época no tenía
ninguna sensación de que lo mío fuera feminista. Eso vino mucho más tarde.”
En la serie “La Mujer
de…” se puede encontrar el humor más refinado, no solamente en la obra de
Susana Wald, pero en la lectura del arquetipo femenino destacadamente en las
sociedades contemporáneas. La mujer presente en la mitología, con sus
diferenciaciones de personalidad, sus impulsos, afectos, aspectos intelectuales
y morales, ahora los tienen embrutecidos por la configuración subyugadora de su
pareja ideal. No hay más la
Magna Mater , no hay
más Helena o Eva, sino la mujer de. Además, el alto voltaje estético de esa
pintura atestigua percepción y sensibilidad de esta mujer que no es propiamente
feminista, sino femenina, dotada de una mezcla de clarividencia, sensualidad y
visión crítica del mundo que permiten llegar a una serie como esta que es la
urdidura o marinar de símbolos que son el retrato más perfecto de nuestra
realidad. La resultante no podría ser otra que un manjar salpicado de humor.
En la pintura de Susana Wald el cuerpo es el elemento visible central.
La materialidad del cuerpo, su expresión clásica, el cuidado con las formas, el
conocimiento de sus ángulos, sus trazos físicos… No hay abstracción en su
pintura y el paisaje es parte de la composición de un ambiente en que el
cuerpo, la figura, es su esencia. En la serie de los huevos, que destacamos en
este libro, el paisajismo es el escenario de actuación del carácter figurativo
sugestivo del huevo. Igual que el paisaje o la abstracción, el cuerpo es un
relato. No importa en qué tiempo, relato de la memoria o del deseo, de lo real
o soñado, vivido o imaginado. Cuando el cine y la novela destacan en su
abertura que están basados en hechos reales es como falsear la realidad del
hecho artístico. La imaginación, el sueño, el deseo, son partes expresivas y
decisivas de la existencia humana, y la realidad sería otra sin la presencia de
tales elementos. No solamente el arte, pero igual la ciencia y la religión, lo
mismo que todos los mecanismos de manipulación de la existencia, están basados
en la realidad de esos elementos. Cuando el arte se aleja de esa comprensión lo
que resulta es el tipo más despreciable de decoración.
Cuando Susana Wald empieza a trabajar en colaboración con Ludwig
Zeller —y aquí la palabra-llave encontrada inicialmente (espejismos) es emblemática de la relación— es como acoplar la
fantástica realidad de dos planetas, casi diría en distintos sistemas. Pareja entrañable
desde sus orígenes, había el amor, la pasión, el diapasón tomado por muchas
fuerzas, pero cuando miramos el resultado de este encuentro estético es como
comprender que el sueño corpóreo de uno estaba listo para mezclarse al cuerpo
onírico del otro. Y fue lo que hicieron: Susana Wald ha dado más vigilia al
collage de Ludwig Zeller, así como su collage ha dado más sueño a la pintura de
ella. El libro Mirages, que hicieron
juntos, es pura ciencia-ficción. Doble milagro: la carnalidad de la obra y la
afinación. La obra en colaboración no es un contrato. Hay ambientes sociales
que no permiten esa búsqueda de afinidades entre creadores. Es mejor que impere
el ego y los artistas sean como dioses incomunicables entre ellos mismos. Por
eso todo el palco, el sistema de gloria individual en que se ha convertido el
ambiente artístico hace mucho. Susana Wald y Ludwig Zeller llamaron la atención
por dos cosas muy curiosas: que el surrealismo estaba tomado de falsas
liberaciones morales y que es posible crecer en la diferencia. Cuando miro una
obra como “Ojo de dios volando sobre las llanuras de Saskatchewan”, de 1979, yo
me siento feliz de comprobar que el arte puede hacer real el sueño de muchas
cosas en la vida.
Pero nada que uno pueda decir de esa relación se acerca de la lectura
entrañable de una confesión de la misma Susana Wald:
Siento que la relación que
existe entre Ludwig Zeller y Susana Wald es una simbiosis. Hay veces que él
provee lo onírico, en otras soy yo. Hay veces que yo proveo un entorno y él provee
una realidad. (Eso de la realidad es por lo demás difícil de definir, creo que
los humanos estamos tratando de intentar esa definición hace milenios).
En una
simbiosis creo que una parte asiste a la otra y viceversa. En todo caso nuestra
relación es de tipo simbiótico y es muy compleja, además de que tiene facetas
cambiantes al paso de los años.
Zeller
es poeta neto. Yo entiendo de poesía y entiendo lo poético.
Zeller
es también un profundo conocedor del mundo de las imágenes visuales y yo soy
persona de la que surge lo interior en imágenes visuales.
Zeller
aporta el aire al fuego que hay en mí. Es por eso que se dan los incendios. Yo
aporto a Zeller la humedad que necesita para apagar la sed en la que viven los
que viven de aire.
Ambos
tendemos hacia la aventura de lo interior, a la búsqueda de nuevos horizontes
adonde nos impulsa la misma fuerza superior a nosotros, esa fuerza que C. G.
Jung llama el inconsciente colectivo.
La publicación reciente de un libro como Les ultrameubles de la passion (2010) es la ambientación de dibujos
como los presentados en Mirages
(1983), pues están fechados de 1980/81. Ahí están los espectros de su diálogo
con el plan onírico de Zeller, el ropaje de sueños en que las formas se hacen
como listas a cambios moleculares, el grado en que los muebles buscan adaptarse
a la dinámica erótica de los cuerpos. Lo que importa aquí es decir que los dos
artistas cruzaron el puente de la magia, que son un ejemplo magnífico de que la
donación es parte decisiva de la relación entre el arte y la vida. La donación
en su sentido de comprensión del otro, pero sin olvidarse del ambiente
estético, porque no estamos aquí tratando de los trucos sociológicos. La obra
de un artista es su visión particular del mundo, libre de fechas, condiciones
políticas o morales, es como decir al mundo que las cosas están en tal estado
que necesitan cuidado. Pero este sentido del arte se fue. El descubrimiento de
que la mentira puede ser el mejor vehículo de dominio de la realidad, ha creado
un mundo de farsa en que el arte aún no ha siquiera presentido su parcela de
responsabilidad. Cómo debe actuar un artista en nuestro tiempo sigue siendo la
incógnita. Mientras tanto, que de algo nos sirva la vida y la obra de Susana
Wald.
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