Los escritores argentinos, principiantes o
ya formados, que en los ’60 desafiaron al canon dominante, se exaltaban como
sus pares de cualquier parte con la carrera al Cosmos, la libertad sexual y
el Flower Power, las guerras de liberación y la revolución cubana.
Subsistían los ecos del poema Aullido entonado en 1956 por
Allen Ginsberg, cuyo misticismo escatológico convulsionó la década. Nos
desvelaban Vietnam, la teología de la liberación, el boom novelístico
(y también poético) latinoamericano, el Tropicalismo de Gilberto Gil, la Nueva
Trova cubana, Joan Baéz y Dylan. Alzábamos altares a En la
Masmédula, el enorme poema de Oliverio Girondo, tan audaz como el Trilce vallejiano.
Cuando llegaban a nuestras manos, devorábamos El Corno Emplumado,
Pájaro de Cascabel, El techo de la Ballena.
¿Qué fue propiamente argentino en aquella
oleada artística del 60? ¿Fue una vanguardia? Lo fue en cuanto al empuje
negador de gestos poéticos momificados, a su interés más extendido por un
experimentalismo que incluyó la mezcla de jerga culta y tanguera-popular, y la
fe de muchos (que más tarde algunos pagaron con la vida) en “la” revolución.
Lo fue porque transformó el lenguaje: por primera vez desde Girondo y
González Tuñón nuestra literatura mayoritaria hablaba argentino. Era una oleada
provocadora que en una de sus vertientes -la más explícitamente política-
detestó a ciertos próceres y recuperó a nuestros caudillos populares del siglo
19. Volvimos al Popol Vuh…
Por entonces invadía la gran ciudad una
música de raíz folclórica más compleja y de espíritu continental: la encarnaron
Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui; los jóvenes “ilustrados” giraban en el
vértigo del happening y del Instituto Di Tella, toda una nueva
era estética… Nacía el rock del Río de la Plata. Y lo más crucial: se vivía por
parte de núcleos más decididos la resistencia a las dictaduras militares que,
con respaldo de buena parte de la población “bien pensante”, derrocaron a Perón
en el 55, a Frondizi en el 62 y a Illia en el 66, desmantelando en cada caso la
economía y la cultura. La radicalización ideológica y hasta una reivindicación
del peronismo, formidable movimiento de masas aun cuando se propusiera la alianza
de clases desde un burocratismo y un personalismo muy cuestionables, caló hondo
en prestigiosos intelectuales y poetas.
Neruda, Vallejo (dos nombres gigantescos
que nos dividían en dos bandos), Lorca, Miguel Hernández, Alberti, Cernuda,
Drummond, Vinicius, que nos visitó y que publicó en Buenos Aires “Para vivir un
gran amor”, eran con los grandes franceses, con Perse, Pessoa, los
norteamericanos, Eliot, nuestro pan cotidiano. Revivió el ideario americano del
Modernismo rubendariano, impulsor de una "América latina" con destino
propio. En la pintura alternaban el Informalismo, el surrealismo y la nueva
figuración expresionista, uno de cuyos artistas más emblemáticos, Luis Felipe
Noé, defendió teóricamente “al caos, única estructura de toda realidad”.
Y la poesía de los 60 reflejó en buena
medida un realismo a veces caótico, delirante y mal hablado. El vos destronó al
castizo y bien educado “tú”. La sintaxis se liberaba día a día. Poetas
militantes, como Juan Gelman, integraban el mítico grupo El pan duro,
ligado al partido Comunista y que organizaba numerosos recitales públicos.
Varios de esos poetas pasaron luego al grupo La Rosa Blindada,
liderado por el legendario editor –recientemente fallecido- José Luis Mangieri
y de tendencia más chinoista. Sobresalían en aquella estética el coloquialismo
y una cadencia narrativa entre pavesiana, passoliniana y ginsberiana; por
fortuna, eran unos cuantos los que rechazaban el mal llamado realismo
socialista, tanto como evitaban la pose melancólica de los imitadores del
genial Rilke y a los hispanistas declamadores y adocenados, abundantes aún hoy.
Los principales voceros de los distintos
sectores de izquierda literaria fueron, aparte de La Rosa Blindada, El grillo
de papel y El escarabajo de oro a fines de los ‘50 y
principios de los ‘60, la revista de poesía Barrilete a
mediados de los ‘60, Hoy en la Cultura (1962-1966); y Contorno,
de espíritu sartreano y combativo, acaso la más influyente en el medio
universitario-intelectual de la época, piloteada por los hermanos David e
Ismael Viñas, con Juan José Sebreli, Leon Rozitchner y otros. Y como vocero de
la onda beatnik-ecologista: Eco Contemporáneo, de Miguel Grinberg.
El caso de Juan Gelman es bien notable por
sus quilates poéticos, su fidelidad al cambio personal permanente dentro de una
línea de gran coherencia, y sus trascendentes aportes rupturistas. sin
abandonar por esto un sustento último sensual-social ligado al coraje civil y a
los ritmos del habla de su pueblo. Su primer libro, Violín y otras
cuestiones, apareció en 1956, y ya desde el título –que remite a El
violín del diablo– saludaba a Raúl González Tuñón. Tanto el imaginario
(poblado de personajes marginales) como el tono de los primeros libros de
Tuñón, fue ampliamente recogido por muchos poetas del sesenta. En Velorio
del solo (1961), Gelman escribió su "arte poética": "Entre
tantos oficios ejerzo éste que no es mío (…) A este oficio me obligan los
dolores ajenos,/ las lágrimas, los pañuelos saludadores,/ las promesas en medio
del otoño o del fuego,/ los besos del encuentro, los besos del adiós,/ todo me
obliga a trabajar con las palabras, con la sangre".
Aparte de Gelman, tres de los poetas más
originales, algo mayores que el resto pero cuya obra más duradera es fruto del
imaginario colectivo sesentista y con fuerte presencia hasta nuestros días –al
menos, los dos primeros-, se apartarían también radicalmente del lirismo de
cuño europeísta. Hablo de Joaquín Giannuzzi, Leónidas Lamborghini y César
Fernández Moreno, hermanos mayores del grueso de los sesentistas, con quienes
coincidían –salvo excepciones- en el discurso de fuerte voltaje
político-coloquial.
En Giannuzzi hay, en un singular registro
poético, una mirada más epifánica de los objetos cotidianos, la vida social
podía ser vista por él como amenaza, junto a una aguda conciencia de la
finitud. El universo de Giannuzzi es desencantado e indiferente: la salvación
está en el vigor raigal de lo que existe pese a todo.
Sobre él se escribió a su muerte, el 26 de
enero de 2004: «Joaquín Gianuzzi, uno de los más grandes poetas argentinos del
siglo XX, murió ayer en Salta, donde pasaba sus vacaciones. Tenía 79 años.
Aunque sus libros fueron publicados uno tras otro, aunque ganó el Premio
Nacional y el Premio Municipal y más premios, quizás Joaquín Giannuzzi no fue
conocido de manera masiva y su nombre fue, más bien, una contraseña entre
lectores. Y entre lectores que escriben: Giannuzzi es tomado como precursor por
una nueva generación de poetas, que en los años 90 destacó su poesía, que tenía
como punto de partida las pequeñas cosas cotidianas. De partida, no de llegada:
"la poesía –decía- es un modo de acceder a un conocimiento trascendente.
Con mi poesía quiero plantear los enigmas de este mundo". Detrás de eso
iba.
Había nacido en Buenos Aires en 1924 y
era el hijo de un marmolero italiano que quería, por supuesto, un hijo
ingeniero…”. Algo del poeta-constructor es visible en sus poemas, como en el
libro de 1967 “Las condiciones de la época”:
“Escuchando en el laúd la nota antigua /
uno ve poetas en el pasado y no asesinos. / Ve la ingrávida sustancia
incorporada / a la calamitosa energía de la historia / y esta confusión no
termina de aclararse. / Increíbles poetas entre nubes de sangre / salvando a
medias la verdad, dejando el resto / a la convicción del crimen general…”
En una entrevista, quien suscribe tuvo este
diálogo con Giannuzi, que creemos ilustrativo:
- Tu poesía plantea la relación siempre
conflictiva entre lo natural, lo que está allí con su propia ley, y frente a
eso lo humano, sometido a una arbitraria confusión, a una degradación que es
como un destino. Siento en tu poesía la presencia del destino, aunque en
apariencia hable de lo cotidiano.
- Destino, o falta de destino, o de sentido. Creo que hay dos claves en mi poesía: ante
todo, una especie de nostalgia por un orden perdido, el orden natural; y otro
–has hablado del deterioro- esa suerte de fatalidad del tiempo, la aguda
conciencia del tiempo, de la finitud. Yo tengo un sentimiento trágico del
tiempo, así que tengo un sentimiento trágico de la literatura, pese a que es la
única redención. Eso no quita que pueda haber otras claves.
- Llama la atención la recurrencia en tu
poesía de ciertas palabras: oscuridad, negro, brumoso; y otras: error,
confusión, devastación, tiempo carnívoro, yo calcinado...
- Hay palabras que tienen resonancia poética,
más allá del sentido. “Oscuridad” es una de mis obsesiones. Lo mismo que
“error”. Lleva a pensar en las falacias, fisuras o fallas del mundo visible.
Siempre me llamó la atención la definición que dio Conrad sobre la misión de la
poesía, o del arte en general: “Rendir justicia al mundo visible”. Una
frase que autoriza a lecturas profundas. Una de las lecturas que podría hacerse
de ello, es decir por ejemplo que este mundo visible reclama un significado,
una representación estética, una sublimación…”
A su turno, Lamborghini es quien más se
ubicó del lado de las masas peronistas, quiso ser “la voz de los sin voz”. Ello
origina un lenguaje poético deliberadamente fragmentario y balbuceante,
deliberadamente “feo” y antipoético. “Esto no es poesía”, clamaron los teóricos
del establishment. Lamborghini arremetía con sarcasmo
vitriólico y fraseo inédito. Su libro Las patas en la fuente (1965)
no condesciende a ninguna de las efusiones sentimentales con que se abordaban
los temas sociales, un hecho que, pese al respaldo de Leopoldo Marechal,
confinó a Lamborghini a un aislamiento que terminaría cuando su poética –hecha
de parodia, reescritura y distorsión– fue recuperada en los 80 y 90. Él mismo
remarcó:
Yo intenté una ruptura desde la tradición
de la gauchesca, considerando como elemento esencial de ésta esa "risa
paisana" que le da su sello y que, tal como uno la leía en esas obras, no
era simplemente humor, sino que, como la risa de la que estamos hablando, era
responder a la distorsión con una distorsión multiplicada: "tanto dolor
que hace reír", dice Discépolo.
Ahí estaba la parodia, ahí estaba el
grotesco, ahí estaba la caricatura: era la risa del bufón expresando de ese modo
la condición humana en situaciones límite: el país convertido en la pista de un
circo, con toda una sociedad convertida en nada más que público, espectadora de
sus piruetas y cabriolas… Planteaba para ese momento una escritura política
pero en la que los problemas del estilo y de la política fueran una sola cosa a
resolver.
Me detengo un momento
por averiguación de antecedentes
trato de solucionar importantísimos
problemas de estado;
vena mía poética susúrrame contracto,
planteo, combinación
y remate.
En vez
tú no tienes voz propia
ni virtud
dijo
y escribes sólo para
yo quise decirle mentira mentira
para purificarme…”
………..
O bien:
“Se lo ve
encogido,
en cuclillas,
de espaldas
a ella,
tomándose entre
sus manos-muñones
la cabeza,
vuelto
hacia adentro,
los ojos reducidos
a una
fruncida rayita,
cuando ella
le advierte
con prontitud:
–no, no,
el que me
embarazó fue
aquel pájaro,
-deseosa
de aclarar
de inmediato
el equívoco,
al tiempo que,
levantando el brazo,
señala hacia
arriba
con su apenas
esbozada mano…”
[…]
Nacido en 1927, luego de abandonar la
Universidad trabajó como tejedor, a partir de 1956 Leónidas Lamborghini se
dedicó intensamente al periodismo –igual que Giannuzzi- y a la poesía, por la
cual recibió el rápido reconocimiento de escritores como Marechal, Juan L.Ortiz
y Girondo. Se exilió en México con su familia entre 1977 y 1990, año en el que
regresó a la Argentina. Su obra poética, una de las más originales y revulsivas
de la literatura actual en lengua española, incluye títulos como Al
público (1957), El solicitante descolocado (1971), Episodios (1980)
y Odiseo confinado (Premio Boris Vian 1992). El conjunto de su
obra recibió el Premio Leopoldo Marechal, en 1991.
Otra figura emergente recobrada en nuestros
días, que aunque surgida en la búsqueda mística y precolombina que
también tiñó a los 60, se destaca del pelotón: Miguel Ángel Bustos
(“desaparecido” por la última dictadura militar) incorporó a sus poemas, en Fragmentos
fantásticos (1965) y Visiones de los hijos del mal (1967),
el misticismo y la magia, aunque de una manera que le debía poco al surrealismo
europeo.
I.
Afuera oigo la lluvia, adentro siento la
lluvia. Mi cuerpo de barro se deshace.
[de Visión de los hijos del mal,1967.]
… Ah, día de los días, patria salvaje, inocente eternidad.
Cielo de quietud, bello abismo: mañana del Verbo. Fui en aquel sin tiempo, un
perpetuo amanecer y pasé la celeste muralla; región de banderas y soles
llevados por dioses; crucé su puente en llamas, encarnación de las niñas, dejé
la mañana y entré en la Noche del Verbo’.
[de El Himalaya o la moral de los
pájaros, 1970.]
El surrealismo, en cambio, es claramente
perceptible en la obra de Alejandra Pizarnik, a caballo entre los ’50 y los
’60. Como sucede con Gelman y González Tuñón, la poesía de Pizarnik sería
difícilmente concebible sin la precedencia del grupo Poesía Buenos Aires. O sin
la cercanía con cierta línea estetizante y despolitizada de Sur, revista con la que solía colaborar. Según señaló lúcidamente César
Aira en un su libro monográfico sobre la poeta, Pizarnik "vivió y leyó y
escribió en la estela del surrealismo". Sin embargo, los poemas tan breves
como intensos de Pizarnik –recogidos enÁrbol de Diana (1962), Los
trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la
locura (1968) y El infierno musical (1971)– tuercen
los postulados surrealistas. Observa Aira: "Pizarnik invierte el
procedimiento surrealista poniendo la evaluación, el ‘Yo crítico’, al mando de
la escritura automática.”
Por su parte, nacida en 1937, Susana Thénon
(Edad sin tregua, 1958, Corazón de piel afuera, 1959)
publicó De lugares extraños en 1967. ese libro constituye,
desde su nombre mismo, un emblema de lo mejor que pasó en la poesía argentina
de los sesenta: la audacia y la libertad de hacer que lo conocido se tornara
extraño.
Sueño quebrado
levántate y anda
Marcha de mi frente
abre mi tierra.
Levanta
ruda muralla de niños
al dólar de fuego y zarpa de balas.
Vuelve
joven enamorado del agua
al mordido corazón rebelde,
abraza y besa prieto hasta la llama
pedernal de lágrimas,
mi corazón
clavado a pico de sangre
en las vigilias desnudas de mi cuerpo.
[de Corazón de piel afuera,
1956.]
…El vacío tiende al vacío y así llaman amor
a la atracción ciega de lo igual por lo
igual
sin comprender que es muerte,
nada más que muerte y despojo.
Y en tanto que en la sangre, en sus
cisternas,
algo se ha liberado de los hilos
y libre se desliza a la nada,
otros cierran puertas, corren pasadores,
rebuscan en sus sueños
hasta encontrar desnuda a la locura,
sospechan del ave y de los ojos de los
ratones,
muerden libros como cuerpos, a tambor,
a campana batiente, para mejor dormir /
entre algodones sucios y pajaritas.
[de Lugares extraños, 1967]
Por último, en esta rápida reseña de
figuras de la poesía que adquirieron especial relieve en los años ’60 –aun
cuando hubieran surgido a la consideración poética en años anteriores- hay que
mencionar a César Fernández Moreno, uno de los hijos (y el más destacado en el
campo literario-intelectual) del muy recordado Baldomero Fernández Moreno.
Nacido en Buenos Aires en 1919 y muerto en
París en 1985, el primer libro de CFM, Gallo ciego (1940),
contó con un famoso prólogo en verso de su padre, B. Fernández Moreno. A esta
época también corresponden Romance de Valle Verde (1941), La
mano y el seno (1941), El alegre ciprés (1941), La
palma de la mano (1941).
Sin embargo, en 1953, con la publicación
de Veinte años después, va a dar un giro sustancial, dirigido a un
nuevo tipo de poesía, menos preocupada por el brillo formal y abierta a lo que
en aquellos años se conoció como poesía conversacional. Esta tendencia tuvo en
el mismo Fernández Moreno, en el nicaragüense Ernesto Cardenal y en el uruguayo
Mario Benedetti a sus máximos exponentes. En el caso del autor argentino,
alcanzó su cumbre expresiva en el año 1963 con la publicación de Argentino
hasta la muerte. En 1982, Fernández Moreno publicó Sentimientos
completos, que reunía el conjunto de su obra poética hasta esa fecha.
Un ejemplo de la propuesta poética de César
Fernández Moreno:
enormes escalinatas rampas rampantes
pero se sube por el pastito
aquí las vacunas nunca prenden
los timbres de alarma sólo suenan cuando se
descomponen
entonces de todos modos nadie se alarma
la policía solo descubre a los terroristas
cuando se les caen las bombas
los teléfonos se cortan solos ni las malas
noticias pueden recibirse de un tirón
cuando alguien lleva un libro en la mano es
su autor
cuando no es una caja de ravioles
y de pronto salta Macedonio Fernández
zapateando un malambo con Pascualito Pérez
pero no me hable de la literatura argentina
ni del atletismo nacional
no crean en lo general en el general
crean en lo particular en el particular
crean en algunas firmas no crean en ningún
sello aclaratorio
la realidad tiene más de veinticinco
renglones por foja
de qué sirve un papel bajo la lluvia
y bueno soy argentino
[de Las palabras, 1963]
Otro tramo de lo que consideramos su aporte
definitivo a la poesía argentina y latinoamericana, y por lo cual sin duda será
recordado:
…tienen cuerpo las palabras tocan y son
tocadas
son caramelos se las puede lamer chupar
mamar
hierven como peces en un estanque tropical
tienen tantas formas como las valvas según
las rocas a que se adhieran
pero importa mucho más lo que contiene su
nacarado seno
la vida deliciosa frágil del ser que las
habita
son transparentes para que resplandezca su
contenido
son crisálidas clavos ardiendo
granadas que revientan en la mano si no se
arrojan a tiempo
sólo viven para morir
son pilotos suicidas
perecen al tocar su objetivo
[…]
todo es todo la verdad radica en soplos
la poesía la dice no hay otra ciencia
exacta
la dice en cierto modo con ciertas palabras
confunde esas palabras las calienta para
impedir que la vida se entumezca en ellas
hace converger la vida en las palabras
bosques vecinos uniendo sus incendios
el poeta nace se hace se deshace
se rehace renace
es el inspector más general
un contemplativo sin contemplaciones
todas las cosas le interesan por igual pero
a algunas les presta demasiada atención
a otras demasiado poca
es un científico cuya mente funciona sin
datos
es un deslenguado
es una cruza de perro y dactilógrafo
para ser poeta basta con saber oler y
escribir…
[…]
ustedes qué harían si vieran descender un
plato volador
correrían a contárselo a todos
cualquier cosa que ve el poeta le parece un
plato volador…
[…]
…aunque los dedos se le agarroten o se le
derritan
a la madrugada levantándose o acostándose
con el deseo con el hartazgo
él estaba escribiendo
se quedó ciego y siguió escribiendo
el poema es el arma perfecta
complejo aceitado compacto
todo poeta vive como un pistolero
con el corazón en la boca.”
[de Argentino
hasta la muerte, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1963]
Hasta aquí, esta reseña
sin pretensiones de exhaustividad y sí de constituir un apunte útil para
rescatar, de los ’60 argentinos (sobre todo, de su vertiente más urbana)
algunos nombres que marcaron con fuerza el terreno poético de esa época y que
siguen marcándolo en nuestros días aunque, paradójicamente o no, varios de ellos
hayan sido de algún modo excéntricos al lapso generacional considerado. Por
idéntica razón –el recorte elegido en el universo de nombres posibles y el tipo
de análisis por el que se optó– han quedado fuera de esta reseña poetas de
remarcable valor y trascendencia que, con eje en los ’60, siguen siendo figuras
destacadas de la poesía argentina contemporánea, como Juana Bignozzi, Alberto
Szpunberg, Gianni Siccardi o el muy recordado Francisco “Paco Urondo”, devenido
luchador revolucionario y muerto en una emboscada por las fuerzas del régimen
militar instaurado en la Argentina en marzo de 1976: su libro “Nombres”, de
1964, fue uno de los títulos fundamentales de la década.
Organização
a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado: Jorge de Lima
Imagens ©
Acervo Resto do Mundo
Esta
edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO
3 O RIO DA MEMÓRIA
A Agulha
Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial
de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de
Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas
de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a
coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
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