No existe pluma
capaz de volar
más alto
que nosotros
Vicente Rodríguez Nietzsche
Que canten en verdad lo que te quiero es una antología compuesta por cuarenta y
nueve poemas que pertenecen a libros que fueron publicados en distintas épocas.
De ahí que el lector encuentra poemas escritos en 1965, cuando el poeta apenas
tenía veintitrés años, y poemas que comprenden una etapa de mayor madurez, es
decir, cuando la vida del poeta se ha llenado de otras experiencias
(espirituales y amorosas) que lo han marcado y aún continúan siendo una
presencia viva en su obra. Me propongo, en este trabajo, señalar cómo el
sentimiento del amor se proyecta en esta antología y cómo ha ido
intensificándose en su escritura a través de todos estos años. Ya en 1978 el
crítico puertorriqueño Marcelino Canino había señalado el sentimiento amoroso
como un motivo esencial en la poesía de Vicente Rodríguez Nietzsche. Y
reconoció con gran acierto en el prólogo a Amor como una flauta (San
Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1978) que “la amada, la
naturaleza y las palabras mismas forman una indisoluble unidad poética...” (1).
Desde los poemas iniciales hasta el presente, la imagen del amor entrelazada a
símbolos de la naturaleza será una constante en el estilo y configuración de la
poesía de Vicente Rodríguez Nietzsche. El resultado es que vamos a entrar a un
universo donde esta imagen se transforma y nos descubre otras posibilidades de
sentir el amor, y un cuerpo en cuyas profundidades el poeta parece encontrar su
razón de ser. Por eso es importante notar que la ordenación y ubicación de los
poemas obedecen al orden cronológico de la aparición de sus primeros libros.
Esto no sólo sugiere la red de correspondencias que existe en cada sección,
sino también destaca (consciente o inconscientemente) ese mismo sentimiento
amoroso que configura la imagen central de Que canten en verdad lo que
te quiero. Así toda la visión poética del libro se organiza en torno
al amor, y siempre irá integrada a una simbología que proyecta sobre sí
misma la personalidad, las vivencias y los deseos del hablante poético. Ya de
entrada el título mismo es significativo porque nos sugiere la idea del amor
como una especie de cántico. Pero éste no es un cántico al
sentimiento frívolo y monótono que enciende su llama en los quehaceres
cotidianos ni en la privacidad de las habitaciones. Por el contrario,
éste es un canto jubiloso de quien vive por y para el amor. De un amante que
encarna en el lenguaje y el cuerpo de la mujer amada el sentido de su propia
vida, la intensidad de su propio ser. El primer poema del libro cristaliza esa
relación intensa entre el lenguaje y la pasión:
Sin palabras,
sólo a impulsos,
te daré el amor que me ahoga plenamente.
A latidos continuos
se inventará mi corazón
un lenguaje de panes y almendras
para fortalecer tu pecho amortiguado.
A fuerza de sangre
dilataré la angustia que te acaba.
A golpes naturales de corazón
te cantaré una canción constante
y sin palabras…
El amor a veces nace del contacto sutil de las
miradas y, otras, a través de acciones físicas y la búsqueda expresiva de un
lenguaje capaz de revelar esa intensidad amorosa. Por eso, cuando el poeta se
dirige a la amada sentimos el tono diáfano, silencioso, casi sublimado que
caracteriza la mayoría de los poemas del libro: “Pongo la primera sílaba en tus
ojos / porque tienen un tono claro de gaviotas”, nos dice en estos versos;
y, en otros: “Pero mis palabras no dan para este canto, / Son flacas
como las hojas amarillas, / como culebras argentadas resbalan.” La
integración de la flora es un elemento esencial entre el yo
lírico y la creación poética. El poeta reconoce que para manifestar su
amor tiene que dejarse llevar por la fuerza arrolladora de las palabras y por
la naturaleza que le rodea. Es en esta naturaleza que busca y
encuentra un punto de apoyo. Pues la escritura, los símbolos y la
proyección de su imagen amorosa destacan la presencia en un yo que
busca su plenitud en el cuerpo de la mujer amada:
Yo,
que he probado tus delicias
y comparo tu silencio al de los pájaros,
grito, juro y certifico:
Hay algo de ti que está innombrado;
hay una ternura extensa en tus adentros
que no tiene medida en el espacio,
que mis manos, perdidas en tu cuerpo,
no han podido llegar a descifrarlo.
Por otra parte, no se trata de un yo que
desea simplemente decir las cosas del amor, de idealizarse o de revelársenos a
través de un marcado sensualismo, sino de un yo que busca
descifrar la presencia del amor, de sentirlo casi como una experiencia
mística, como reconciliación del espíritu y la carne pero desde un punto
de vista terrenal, dentro del espacio de la cotidianidad y no como la fusión
mística que anhelaba San Juan de la Cruz. Por otra parte, no creo que las
imágenes en la poesía de Vicente Rodríguez Nietzsche sugieran tampoco la
crudeza de un descarnado erotismo. Al menos hasta donde hemos podido observar,
sus poemas están estructurados sobre imágenes de una silenciosa y delicada
ternura. Su lenguaje reconoce en el cuerpo de la mujer amada una especie de
armonía, una unidad espiritual y humana que ayuda al poeta a
trascender su propia realidad. La siguiente imagen se corresponde muy
bien con lo que he mencionado:
Es muy dulce
contemplarse en unos ojos,
escuchar las sílabas que ayer hemos pensado,
aceptar, en paz,
la tibieza de otro cuerpo que rozamos,
la dureza de la almohada
donde vamos a dormir
cuando muramos.
Ni exuberancia verbal, ni exaltado impulso de
las pasiones, ni búsqueda del placer fugaz. Lo que encontramos en Que
canten en verdad lo que te quiero es un lenguaje que evoca una
continua experiencia amorosa que transforma todo en la mirada. La siguiente
imagen del poema “A ti, criatura natural” encierra también esta idea:
Me dices tú, mi esposa, si te amo?
Encuéntralo en mis ojos y en mi pecho,
destroza esta cubierta de mi alma.
soy tuyo desde adentro desde el fondo
que yo no sé de mí te pertenezco.
Descansa mi mujer. Oye mi canto.
Rebusca en mis palabras verticales.
Las imágenes del poema profundizan e iluminan la
situación del yo lírico. Nos revelan abiertamente y sin
contradicciones el sentimiento de un hablante que busca despojarse a sí
mismo hasta fundirse en el cuerpo de la mujer amada. De ahí que para expresar
sus sentimientos insista una y otra vez en reafirmar su presencia a
través de un lenguaje que exprese sus ansias y deseos más secretos:
No me destierres de tu amor.
No podría dormir sobre la noche,
si mis ansias, que conocen tu alma
y tu cuerpo florecido,
las perdieran para siempre.
Como ahora, que soy en ti,
el que puebla y ordena...
déjame ser como ahora
que me alegro en descansar
sobre tu piel
mi ardiente sueño...
El hablante busca una entrega total en un
lenguaje capaz de asegurarle un lugar en la vida y en el corazón de la amada y,
además, la certeza de ser correspondido. El amor es el centro pero
también la superficie donde se mueven las palabras que lo confortan. Sin amor,
el hablante no tiene asidero para sostener no sólo su yo sino también la
imagen que crean sus palabras. El amor es un sentimiento que domina todo, que
exalta la belleza y las cualidades de la amada mostrándola como idealizada o
elevada a un nivel angelical, casi incorpóreo que nos recuerda a veces cierto
tono becqueriano: “Se estremece este bosque / cuando lo nombras. / La noche
corre al llano. / Eres la aurora!”.
Atraído por la belleza, el poeta ve el amor como
un acto que proyecta su vida y la de la amada por encima de toda mezquindad
humana. Si la felicidad está en la entrega y fusión de los cuerpos, también
está en la espiritualidad y la plena conciencia de las obligaciones de una vida
compartida. Bastante explícito nos los dice en el poema en prosa y además
título de uno de sus libros, “Del dulce pie tu caminar tranquilo”:
Por nuestro amor y el de tus hijos por
nuestro amor y el de
los míos por la seriedad con que
vamos a establecer nuestra
relación de humanos por
nuestra fuerza unida contra la
avaricia por nuestro compartir
la vida la luz de la misma
lámpara el aire del mismo
aposento la música del mismo
disco el arroz del mismo caldero la
intención hacia el mismo
Salvador con nuestro mismo vivir
juntos se conformará
nuestra unidad opuesta la
unidad hombre-mujer mía y
tuyo seremos hasta el día de la suprema
sombra...
En una forma directa, y en un lenguaje que
rechaza todo hermetismo, el hablante manifiesta su amor en imágenes evocadoras
de una gran ternura, casi siempre trenzadas a símbolos relacionados con la
naturaleza. Símbolos que se proyectan a través de una flora que encierra las
claves de esta poesía. Por todo el libro encontramos palabras como “amapola”,
“geranio”, “rosales”, “girasol”, “bosque”, “jazmines”, “tallos”. Y
adjetivos tales como “última primavera”, “flor salada y sutil”,
“roja azucena”, “densa arboleda”, “árbolenfermo”. Todos
ofrecen una visión clara y concisa de los elementos que caracterizan este
lenguaje y de la profundidad de ese sentimiento amoroso:
Fuera de mí
los árboles
en su quietud
parecen comprender
que estoy pensándote.
O, por ejemplo:
Mido tu desnudez y siento un gozo
comparable al de oler flores y frutos.
Flor salada y sutil.
Ámame en estos días como si fuera
marzo o abril.
La flor, símbolo central de esta poesía aparece
de entrada en siete de los subtítulos de las nueve secciones en que está
dividido el libro. Y cristaliza no ya la imagen de la brevedad de la
vida, sino el esplendor del amor y sus atributos. Es decir, la belleza de
lo que permanece, lo que hace posible que el poeta realice su vida, lo que
motiva y aviva la esencia de su obra poética: “Por flores, no por espinas, / se
mueve mi corazón”, nos dice en uno de sus versos; y, en otro: “...te daré un
camino en flores / que llega hasta dulce vera.” Y en el poema
“Dedicatoria”, la imagen de la flor encubre la soledad de un hablante cuya
nostalgia no puede ser notada por la amada. La flor misma se convierte además
en un símbolo donde convergen la esperanza y la ilusión, la pasión y el deseo,
la búsqueda y la idealización del amor:
Cuando te llamo Amor
se me presenta
un aluvión de rosas
contra el pecho,
pero no puedes notarlo
porque tus ojos ven
sobre mi sombra
tan sólo
un montón de penas
y un gran hoyo...
La voz del poeta se impregna de los elementos de
una naturaleza que sugiere los rasgos que caracterizan a la amada. Un cuerpo
que en las varias facetas de esta poesía pierde su carnalidad y se transforma
adquiriendo, a veces, dimensiones cósmicas. Se convierte en el sostén y en lo
que llena el vacío y la vida del poeta. Por eso, en el poema “Plena amada”
observamos, en cierta forma, la imagen de una amada fundida con la tierra, en
los frutos, en la flora y la luz. Los mismos elementos que se reiteran a través
del libro se entrecruzan y se convierten en un paisaje que es cuerpo, que es
isla, que es flor. Por otro lado, Rodríguez Nietzsche elabora un lenguaje
que reniega de toda ambigüedad. Su poesía está matizada por elementos que les
son familiares al poeta y al lector. De ahí que el énfasis y el sistema de
referencias de este lenguaje lo encontramos en la flora y en el cuerpo de la
amada, en la coherencia de una sintaxis que evoca la continuidad. Es decir, un
viaje amoroso (¿por qué no?) hacia la interioridad, hacia la búsqueda del ser,
hacia la unidad y plenitud del amor, hacia lo que permanece. Y lo que
permanece es el amor. El amor que en algunos poemas se siente como una
fuerza arrolladora y otros como una forma de reflexión; una manera de sentir la
vida y las cosas que le rodean. Una manera de adaptarse a la soledad o de
sentir la pasión, o mejor, una manera de reencontrarse: “Donde quiera que estés
/ recibe mi esperanza...”, dice en estos versos. “Me regala tu amor / estas
palabras”, nos dice en otro poema. Y es que el amor no solamente le devuelve al
poeta su universo, sino también el lenguaje de la pasión. Sólo importa el amor,
las cosas que miran sus ojos, las cosas que nombra; palabras que
resplandecen iluminando el silencio, palabras que copian el
cuerpo y la plenitud del instante amoroso:
La palabra de hoy es tu sonrisa,
tu mirada
que empuja placeres
como luces,
como estrellas redondas
o lunas empuntadas.
Es tu grave,
melodiosa voz
que mueve piedras
y polvo sin cenizas.
El motivo de hoy
nace en tus dientes,
es tu pelo
hilachado de colores,
es tu nariz
mediana como un arco...
La sorpresa va
por tus rodillas,
en la punta de tus pies
que están cubiertos
y el peso de tu sombra
que ahora ocultas.
Hoy eres tú
quien domina mis sílabas.
El último verso, “Hoy eres tú / quien domina mis
sílabas”, encarna sin lugar a dudas el motivo que funde al yo poético con su
escritura. Enfatiza la exaltación del amor no simplemente como eroticidad
sino como la experiencia creadora del lenguaje mismo. De un lenguaje que, a
veces, tiende un puente entre un marcado lirismo y un tono coloquial, pero sin
comprometer la intensidad de ciertas imágenes. Este poeta del amor no tiene más
salida que entregarse plenamente a la pasión que marca y matiza el rumbo
de sus versos; dejarse ir sobre las olas relampagueantes de un lenguaje
dominado siempre por la presencia de la amada: “Toda esta emoción soy cuando me
amas, / cuando aceptas mi amor en fuego ardiendo / y este darme sin fin
por lo que entrego”, señala en estos versos. Es como si la cercana presencia
del amor lo atara al inagotable fuego que lo consume: “Poseo por ti una alegría
/ que no cabe en el espacio de la forma”, enfatiza en el poema “Plena
amada”. Porque el amor es para él placer y esplendor, entrega y búsqueda,
conciencia y lenguaje de una realidad que llena todo su ser: “Te espero
hace más tiempo del que puedo...” nos dice en un lenguaje que reitera siempre
esa necesidad de entrega y pasión. Y cristaliza además una conciencia del
tiempo que deja su huella inmarcesible en el esplendor de la carne, un tiempo
que impone sus leyes a una experiencia amorosa que salva al hablante, que
lo sostiene, que alimenta su vida, y que impide que caiga al vacío. Por tal
razón el poeta ha buscado palabras, símbolos e imágenes que justifiquen
no sólo su lenguaje sino el sentimiento amoroso que expresa en sus
versos. Es decir, una comunicación que brota de la espontaneidad de un
sentimiento amoroso cuyo fin es la permanencia, la nitidez, la profundidad. De
ahí que el poeta haya elegido símbolos e imágenes reconocibles que encarnan, en
cierta forma, la idea del placer y la sensualidad, la pureza y la unión, la
plenitud y la exaltación del amor. Por otra parte, la inserción de los dibujos
del pintor cubano Roberto Fabelo revelan las relaciones de parejas, simbiosis
de seres alados, ángeles o pájaros extraños cuyos rostros y cuerpos
exaltan la sensualidad y la contemplación, la imaginación y el deseo. Son
figuras que presentan una imagen visual de la naturaleza de esta poesía. Una
especie de alianza entre la palabra y la imagen plástica, y como bien lo señala
el crítico puertorriqueño Marcos Reyes Dávila parece “como si los rostros
emocionados tuvieran atributos insospechados”, (2) crean otra “realidad
alucinante’; una realidad donde los cuerpos sufren una especie de metamorfosis,
se revisten de un lenguaje que inventa otras posibles vías para conocer y
sentir al amor. Por eso pienso que para Rodríguez Nietzsche el amor es el
centro y el paisaje de un universo cuya expresión poética nos revela su propia
humanidad. Un sentimiento amoroso que descubre en el cuerpo de la mujer amada
la plenitud y el esplendor del mundo; en otras palabras, un lenguaje que
le devuelve el verdadero sentido de la vida.
NOTAS
1. Vicente Rodríguez
Nietzsche, Amor como una flauta, San Juan, Instituto de
Cultura Puertorriqueña, 1978, p. 12.
2. Véase, “Prólogo” de Marcos
Reyes Dávila, p. xvii.
*****
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC
Edições
Artista convidada | Olga
Albizu (Puerto Rico, 1924-2005)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries
especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
Visite a nossa loja
Nenhum comentário:
Postar um comentário