borro
un poco su marca,
tal
vez sólo para crear un misterio.
Floriano Martins
El mundo
poético creado por Floriano Martins es un mundo dinámico, fuerte, novedoso, y de
varias posibilidades interpretativas, como debe ser la verdadera poesía: un
lenguaje distinto que concierne a la mirada que observa y recoge la imagen del
mundo real, y novedoso por la riqueza de los medios que utiliza
(la plástica, la fotografía y la música) para construir un imaginario que
perdure al ritmo del tiempo presente y del futuro.
Sin evadirse
de ningún sentimiento, sin contaminarse del caos, sin correr tras modas
pasajeras, sin reprimir la libertad de la palabra que esplende y matiza los
contornos de su poesía, Floriano Martins ha venido construyendo una obra que se
caracteriza no solo por la singularidad de su estilo, sino también por la
solidez indiscutible de su trabajo artístico, tanto en la poesía como en la
plástica. Hay que añadir a estas
palabras su trabajo y compromiso de promover desde los cimientos mismos de las
revistas en Internet Banda Hispánica
y Agulha Revista de Cultura, un
diálogo más solidario y democrático con las literaturas latinoamericanas, de
España y del Caribe en el marco de una comunidad más heterogénea de lectores y
escritores de todo el mundo.
Poner en
perspectiva la obra total de Floriano Martins requiere un análisis paciente y profundo
que el tiempo y el espacio no nos permite. Por eso, lo que quiero subrayar en
estas páginas son las líneas estéticas, los elementos y motivos que confluyen en
la percepción que tiene el poeta del amor, de la vida y del mundo. Es decir, lo
que su pensamiento intuye y transforma dotándolo de una
identidad propia que trasciende hasta calar hondo en el sentimiento y la
sensibilidad del lector.
Al leer La efigie sospechosa de inmediato llaman
la atención dos palabras en los epígrafes que anteceden la poesía que nos
ocupa. La primera, “belleza”, del poeta Amadeo Modigliani, que se relaciona
íntimamente con la atmósfera del libro; y, la segunda, “desnudez”, porque proyecta
una realidad consistente con el tono y los motivos que estos poemas encarnan. En
la Nota Editorial, se habla, además, de dos claves sugerentes y decisivas en la
génesis del libro. Se nos dice que la idea del libró surgió cuando el poeta
superpuso “una serie de fotos” de “imágenes del cuerpo femenino a las del
paisaje…” Nacen así estos poemas no en el sentido de contraponer o entrecruzar
realidades distintas, sino al fundir en una misma unidad el concepto de las
fotográficas con el pensamiento poético. De este modo se proyecta el contenido
de cada texto en consonancia con la imagen fotográfica,
estableciendo así un discurso armonioso entre elementos de distintas índoles. Todo
así se conjuga para crear una estructura cuya uniformidad resalte el sentido de
cada poema y le infunda frescura y dinamismo a la expresión poética. Esta
técnica, creo yo, aspira a mostrarnos otros modos de mirar el texto literario y
a sugerirnos un paisaje donde puedan establecerse encuentros y realidades distintas
sin restarle valor a un género en beneficio de otro. De ahí que no sea
arriesgado decir que estos poemas revelan también a un poeta profundamente
preocupado, no simplemente por el sentido demótico de la palabra en medios
expresivos como la fotografía o la plástica, sino por lo que queda distante,
más allá de nuestra comprensión. Es decir, conceptos que no siempre dependen de
la lógica sino del la intuición y emoción del lector. Creo que así he visto a
Floriano Martins en la naturaleza de su poesía: contemplándose y contemplándonos,
pensando y expresando las emociones que nos acercan a las grandes verdades e interrogantes
de la vida y la muerte, del amor y el desamor, del placer y la soledad, del
silencio o la incomprensión, de los gestos y las experiencias que trazan nuestra
travesía por la vida.
Uno de los
temas fundamentales de este libro es el cuerpo femenino visto como una infinita
expresión de amor. Un amor y un erotismo por cuyas grietas se desliza la
cegadora luz de una mirada que reconcilia la belleza de los contrarios. Pues
como el poeta mismo dice “…nada sobrevive lejos de la presencia terrible de su
contrario…” Es en esta dimensión, y en las variantes de los textos aquí
reunidos que se funda la naturaleza de este libro. En nombre de ese amor que
nunca es perfecto porque la vida no tendría sentido, y en nombre de esos
cuerpos y la pasión amorosa que los justifica, presentamos estos poemas. Pero
¿a que alude el título La efigie
sospechosa, o qué relación directa o indirecta hay entre éste y los poemas
del libro? Es necesario entender que la palabra “efigie” es un referente ligado
íntimamente a la naturaleza de estos textos, una imagen que puede encarnar los
atributos físicos de una persona. En este sentido la imagen misma encarna la
belleza de un cuerpo que desconocemos pero ya desde el primer poema, “A quien
sepa el nombre de ella”, lo presentimos en la superficie de estos versos. La
presencia de ese ser desconocido se confirma en cada uno de los poemas, aunque
éstos vayan dirigidos a un destinatario que ignoramos, un destinatario que
puede estar representado, de un modo significativo, en cada uno de nosotros,
los lectores. Las referencias las hallamos en la imagen misma de ese cuerpo cuyos
atributos se definen también por la naturaleza, los objetos y el ambiente en
que se desplaza. En torno a este cuerpo femenino girará cada texto en sucesivas
y relampagueantes imágenes. Cada poema enlaza con el que le precede haciendo
del cuerpo mismo un referente cuya única variante serán los nombres que ellos mismos
encarnan. Nombres femeninos que, aunque distintos y sugestivos, representan un
solo ser y evocan –para mencionarlo pasajeramente– figuras lejanas en el tiempo
y la historia: Leonor, Lucrecia, Beatriz, María,
Dalila, Salomé. Pero lo esencial aquí es la sensualidad del cuerpo, no importa que el nombre sea distinto o evoque alguna emoción diferente en la individualidad de cada sujeto. No es el nombre en sí lo que el hablante trata de resaltar, sino los atributos de ese cuerpo, su belleza, su erotismo y su desnudez en el contexto de este lenguaje poético: “Con sus labios despintando espejos, cada / cuerpo se enorgullece de abrigar otros, / sin saber con certeza dónde plantó su morada”, escribe el poeta en estos versos (“Berenice”). Por eso al acercarnos a este cuerpo que incita la mirada, sentimos que lo observamos desde distintos ángulos como ocurre también con las fotos: “Fotografías los restos de la tempestad en los pliegues de los / cuerpos delirantes que consagramos al tiempo” (“Estela”). En cada uno de ellos leemos palabras y elementos comunes que proyectan no sólo la presencia de la imagen femenina, sino también la reacción del hablante ante el cuerpo: “Miro al fin cómo pasas por mi cuerpo, / cómo repartes el abismo y me estremezco: / no te escondes jamás tras un secreto” (“Amelia”).
Dalila, Salomé. Pero lo esencial aquí es la sensualidad del cuerpo, no importa que el nombre sea distinto o evoque alguna emoción diferente en la individualidad de cada sujeto. No es el nombre en sí lo que el hablante trata de resaltar, sino los atributos de ese cuerpo, su belleza, su erotismo y su desnudez en el contexto de este lenguaje poético: “Con sus labios despintando espejos, cada / cuerpo se enorgullece de abrigar otros, / sin saber con certeza dónde plantó su morada”, escribe el poeta en estos versos (“Berenice”). Por eso al acercarnos a este cuerpo que incita la mirada, sentimos que lo observamos desde distintos ángulos como ocurre también con las fotos: “Fotografías los restos de la tempestad en los pliegues de los / cuerpos delirantes que consagramos al tiempo” (“Estela”). En cada uno de ellos leemos palabras y elementos comunes que proyectan no sólo la presencia de la imagen femenina, sino también la reacción del hablante ante el cuerpo: “Miro al fin cómo pasas por mi cuerpo, / cómo repartes el abismo y me estremezco: / no te escondes jamás tras un secreto” (“Amelia”).
¿Por dónde camina mi pensamiento? Por mares de
espíritus diferentes, por ríos de sombras encantadas y también por los pozos de
sangre que identifican ciertas opciones que no aceptamos como tales. Metáforas
de toda clase que muchas veces funcionan como estímulos intelectuales, pero que
se tornan enfadosas, mecanismos gastados, si no las insultamos para que
abandonen esa condición porfiadamente única, y se lancen más allá de sí…más
allá de toda metáfora. Decirle al cuerpo de una mujer deseada extendido sobre
el césped que sea más que simplemente el cuerpo del deseo. O al mobiliario trazado
por la mirada, por más que se configure como realidad tangible, que vaya más
allá y descubra una manera de volverse al mismo tiempo palpable e imprevisible.
Partiendo de la
experiencia de esa “mirada”, que busca ir más allá de lo que acontece en la
vida, encontrará el poeta un paisaje lleno de luz y sombras. Un paisaje que refleja
la llama del amor y el erotismo en la naturaleza misma de ese cuerpo: árboles,
ramas, follajes, hierbas, mar, río, peces, pez, pájaros, algas, pétalos. Todos estos
elementos complementan la atmósfera del tema aportando un matiz peculiar a la imagen
femenina: “Estás frente a mí y juegas con tu mirada: / pequeñas piedras posadas
en el lecho del río, / pez vibrante que es también el tallo sagrado / de la
selva de encajes que vislumbras en mí” (“Enriqueta”). Y en otro poema dirá:
“Tus besos ensayan una alegoría en mi espalda, / Los siento como árboles que
danzan, llameantes / pétalos, constelación de cuerpos en plena cosecha /
susurrando: todo hombre es una recreación” (Alicia). La presencia de la
naturaleza real y la imagen femenina se funden en un solo discurso erótico de
fuerzas que se ciñen al llamado del amor. Ambos: cuerpo y naturaleza configuran
un espacio para fundirse en una desnudez total. Su única biografía es el deseo,
el descarnado amor que los lleva por el paisaje amoroso que ellos mismos han
inventado: “Las lenguas nos llevan de un lugar a otro, / siempre en tránsito,
guiadas por la gravedad. / Jamás te vi tan desnuda como el día / que me pusiste
sal en la lengua entonando / un no te
vayas silencioso y veraz como la luna.” (“Helena”). Todo aquí
transmite un erotismo implacable y profundo, un erotismo que reclama propia vida en el ser amado: Lector, ¿oyes cantar los cuerpos, escuchas las exigencias del amor, sus gestos en la ardiente huella del placer? Aquí, en estos versos que se alzan como olas gigantes contra el abismo, inclina tu corazón y escucha: “Fui a buscarte del otro lado del asombro, del río, de la cabecera fulgurante del deseo” (“Heloisa”). Este sentimiento impetuoso no entiende otro lenguaje que el de la desnudez, la belleza de un cuerpo en otro cuerpo. Ésta es la imagen del amor, la presencia de un cuerpo consumido por el amor: “…en la vastedad de tu cuerpo desemboco los reflejos / devoradores de todo, sollozos, fulgores, risas, los soles que se / desprenden, donde respiras, tu flor de huesos, laberinto…” He aquí otro motivo de La efigie sospechosa: el amor como un cántico jubiloso, la imagen femenina presente y lejana como efigie profunda, cerrándose como un arco dorado sobre la realidad de estos versos. En estos versos gravita la plenitud de su desnudez, igual que esos astros que se desprenden en las noches de invierno, iluminado con todo su fulgor.
transmite un erotismo implacable y profundo, un erotismo que reclama propia vida en el ser amado: Lector, ¿oyes cantar los cuerpos, escuchas las exigencias del amor, sus gestos en la ardiente huella del placer? Aquí, en estos versos que se alzan como olas gigantes contra el abismo, inclina tu corazón y escucha: “Fui a buscarte del otro lado del asombro, del río, de la cabecera fulgurante del deseo” (“Heloisa”). Este sentimiento impetuoso no entiende otro lenguaje que el de la desnudez, la belleza de un cuerpo en otro cuerpo. Ésta es la imagen del amor, la presencia de un cuerpo consumido por el amor: “…en la vastedad de tu cuerpo desemboco los reflejos / devoradores de todo, sollozos, fulgores, risas, los soles que se / desprenden, donde respiras, tu flor de huesos, laberinto…” He aquí otro motivo de La efigie sospechosa: el amor como un cántico jubiloso, la imagen femenina presente y lejana como efigie profunda, cerrándose como un arco dorado sobre la realidad de estos versos. En estos versos gravita la plenitud de su desnudez, igual que esos astros que se desprenden en las noches de invierno, iluminado con todo su fulgor.
La efigie sospechosa refleja el
cuerpo femenino como el centro de una experiencia que abarca diferentes situaciones
de la vida, pero encuentra en la sensualidad un sentido trascendental y
profundo. El lenguaje se convierte en una metáfora del cuerpo. Y no hay tiempo
para la soledad, ni para el dolor o la muerte, o de pensar que el placer es una
experiencia pasajera. Sólo hay que dejarse llevar por esa voz amorosa, por ese
sentimiento que arrastra al cuerpo bajo la magia deslumbrante del universo.
Dejarse llevar por la fuerza indestructible del amor aunque existan experiencias,
que quedan fuera de nuestra comprensión. Pero, ¿quién no ha corrido tras esa
imagen femenina cuando la vida y el amor encarnan un mismo cuerpo? Aunque La efigie sospechosa sea una total
invención de las palabras, es también una ilusión que nos ayuda a intuir en el amor
la inocencia perdida, la deslumbrante belleza, la recóndita pasión que late en
cada ser esperando que alguien la despierte: “Antes que la luz despierte /
garabateo en tu pierna un clavel, / sin que sepas qué sentido darle”, nos dice
el poeta, como buscando el sentido que inventan las palabras. Por eso, a pesar
del tono surrealista de estas imágenes, la “efigie sospechosa” puede ser más
real de lo que imaginamos, y estar silenciosamente resguardada en el mismo
plano de nuestra existencia: un amor ni puro, ni imposible, sino un amor lleno
de enigmas y defectos, flaquezas, taras, altibajos, como la vida misma.
Ojalá que
quien se acerque a este libro encuentre una expresión que cifre en el amor y el
erotismo el sentido más profundo de nuestra condición humana: la belleza de
unos cuerpos que relumbren como efigies.
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC
Edições
Artista
convidada | Olga Albizu (Puerto Rico, 1924-2005)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries
especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
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