Hablar de vanguardias en cualquier momento de la historia suele resultar
polémico. Hoy día, el término parece una etiqueta utilizada para encasillar
diversos movimientos artísticos de inicios y mediados del siglo pasado. Esto,
más allá de cualquier ruptura con la tradición que lograron los mismos
movimientos. No obstante, no dudó en afirmar que El Techo de la Ballena, desde
cualquier perspectiva vista, fue un movimiento de verdadera vanguardia.
Oponiéndose radicalmente a la presidencia de Rómulo Betancourt, trazaron una
línea creativa e intelectual que persiste en la contemporaneidad. “No
pretendemos situarnos bajo ningún signo protector”, clamaron en su Primer Manifiesto,
acusando de vendidos y muertos vivientes a aquellos artistas que,
precediéndolos, abandonaron su autonomía para unirse a las filas diplomáticas
del gobierno de turno. “Queremos (…) insuflar vitalidad al plácido ambiente de
que (sic) se llama cultura nacional”, también afirmaron –y
lograron: ¿o acaso la osada novedad que trajeron consigo ¿Duerme usted, señor presidente? y País portátil, no es en parte definitoria de nuestro
imaginario cultural?
Sin embargo, las cosas no son
tan claras para muchos críticos. Juan Calzadilla, hasta hace poco director de la Galería de Arte Nacional (GAN), y hasta hace
bastante miembro de El Techo, duda de varias acciones que tomó el grupo
vanguardista. Y de algunos de sus integrantes también. Si bien el artista
plástico, crítico y poeta ha sido puesto en duda por apoyar la presidencia de
Chávez, este no teme en cuestionar unas cuantas posturas que se han adoptado
estos últimos años. Así, pude observar reunido con Calzadilla que ponerse en
perspectiva es una cualidad diferencial suya. Esta entrevista, producto de una
charla en el café de la GAN, deja constancia de ello.
CE | ¿Cómo poner a dialogar las artes plásticas
con la poesía? ¿Son intercambiables todas las artes al ser, de una forma u
otra, lenguajes estéticos?
JC | Bueno, contemporáneamente sí. Antes era más difícil porque el que se
dedicaba a las artes plásticas, tenía que ir a una academia. La formación
artesanal lo atrapaba completamente, no le daba tiempo para hacer otra cosa.
Pero el artista polígrafo es capaz de diversificar sus disciplinas, ¿no? Sobre
todo el que tiende al periodismo, a las letras, es capaz de hacer más cosas;
sea de manera simultánea o mezclándolas. Últimamente hay bastante de eso,
mezcla entre poesía y dibujo, todo lo multimedia… Aparte que yo creo que hay
una tendencia hacia la integralidad. Con
las influencias de las comunicaciones, cada vez más avanzadas tecnológicamente,
pareciera que eso viene siendo más factible. Es perfectamente compatible, pues,
que un artista plástico –que trabaja con imágenes– o un poeta –que trabaja con
sentimientos– también trabaje con otras disciplinas cercanas… Se me ataca a mí
el hecho de haberme ocupado de varias disciplinas simultáneamente. Pero cada
vez se va viendo que hay más y más artistas que no son fáciles de encasillar.
También es evidente que no hay en el arte actual –tal vez menos en la
literatura– estatutos para definir si algo es bueno o es malo, cosa que
caracteriza lo post-moderno y que da una oportunidad al artista de ampliarse.
CE | En el Segundo Manifiesto de El Techo de la
Ballena, grupo del cual Ud. formó parte, se afirma que “sentirse satisfecho por
un premio oficial o por lograr la concurrencia a representaciones
internacionales, es un pobre alimento que aniquila la tarea del artista, cuando
no la vida.” ¿Mantiene tal visión hoy día?
JC | Sin embargo, fíjate que El Techo fue a exposiciones internacionales.
Podría parecer como una contradicción. Estuvo presente en la bienal de Sao
Paulo en los años sesenta, pero por su cuenta. Creo que si se hubiera
presentado la ocasión de que fuera el Estado o el gobierno quien los enviara
como artistas representativos del país, no hubiésemos asistido. Toda la premisa
de El Techo era basarse en una estructura no oficial para abrir las compuertas
a un arte nuevo, puro. Pero bueno, no es que se llegó a un estado de pureza
total, pero se tuvo, pues, una esencia que llevó a la anarquía –anarquía con la
que en cierto momento tropezó El Techo. Por ejemplo, después de haber hecho un
trabajo interesante, negado a cualquier apoyo del Estado y a cualquier
exposición o retrospectiva, ¿adónde llegaba ese mismo trabajo?… De manera que
hubo que hacer concesiones; aún más cuando en el caso de El Techo, había
escritores que hacían su obra pensando en ganar premios y tener recursos para
sobrevivir con lo que hacían. La teoría no funciona como un absoluto; no era
posible mantener una posición subversiva con lo que estaba pasando en materia
política y al mismo tiempo tener un compromiso entre lo que se practicaba, se
pensaba y se decía. No hay que ponerle mucho cuidado a las posiciones
absolutamente radicales porque siempre cojean por el lado más teórico.
CE | ¿Debe el arte estar al servicio de quienes,
como los surrealistas, buscan “transformar el mundo” y “cambiar la vida”? ¿Es
la creación artística en sí una manera de impulsar tales cambios?
JC | Yo creo que la posición del surrealismo es correcta, ¿no? Eso era lo que
los grupos de vanguardia –seguidores del realismo o no– decían; proclamaban la
venida del hombre nuevo. Todos los grupos
literarios de esa época abogaban por una transformación del hombre, que fuera
más allá del lenguaje. De forma que el arte pudiera ser una herramienta para
cambiar el mundo. Ellos se basan en una frase de Marx y una de Rimbaud. El
primero dice que hay que cambiar la sociedad para transformar el hombre; el
segundo, cambiar el hombre para transformar la sociedad… Eso es una gran
verdad, y no necesariamente un axioma del surrealismo. En el fondo es lo que
sostiene el verdadero poeta: Baudelaire, Blake, Mallarmé. El verdadero poeta ha
buscado en el fondo una transformación del individuo, del hombre, a través del
lenguaje… Yo no veo contradicción en el hecho de que el artista al mismo tiempo
que quiera englobar la realidad en su lenguaje, quiera abrir un horizonte nuevo
con su mismo arte. Pero creo que no ha habido artista que lo haya logrado –eso no lo logrará el arte.
CE | ¿Deben los órganos culturales del Estado –la
Galería de Arte Nacional, por ejemplo– poseer una suerte de línea editorial, o
deberían estos someterse a las exigencias del ciudadano común?
JC | Creo que debería ser una postura mixta, ¿no? En el sentido de que se
puede seguir cierta orientación del Estado –a mi parecer, una afincada en la
Libertad–, pues el Estado debe tener un plan cultural para sus ciudadanos. Pero
también hay que prestarse a las voces del ciudadano. No me parece que funciona
si la línea o doctrina de un régimen no compagina con una realidad, con la
equidad. Esta debe ser compartida y no estar sujeta a criterios personales… Es
difícil eso. Cada persona que, encabezando un órgano, crea que todas las
decisiones sean suyas y que no puedan ser rebatidas está equivocada. Contra eso
nosotros nos levantamos. En nuestro tiempo, la cultura parecía una cosa
hegemónica, que se repartía entre quienes manejaban el poder. Igual que lo que
ocurría con los cargos diplomáticos: era pura nombradía. Así, la cultura era
manejada por un gremio, un grupo de poder, que solo velaba por sus intereses y
gustos… Ahora, no se ha logrado que cada comunidad pueda proponer o discutir
ideas desde los órganos culturales. Hace falta mucha formación teórica, ¿no?,
para poder tomar decisiones en ese aspecto. Heredamos ese mal; no hemos podido
desembarazarnos de muchas cosas. No ha habido una verdadera ruptura. Nosotros
creíamos, desde El Techo, en una ruptura total: que la tradición poseía muchos
valores que impedían el ascenso de una verdadera cultura. Era una posición muy
radical de tipo teórico: pero llegamos a un punto en el que la anti-estética se
interrumpió y recaímos en la misma tradición. Muchos de los que pidieron que el
escritor joven no se acogiera al paternalismo del Estado, que no se
oficializará ni se prestara a convalidar sus pretensiones, fueron después
premiados y asumieron algún tipo de estatus en la sociedad. Fue el caso de
Adriano González León y de Salvador Garmendia, que estaban con la posición
crítica de El Techo frente a la sociedad y frente al gobierno, mas en el fondo
trabajaban en función de y anhelaban ganar premios y que los mandaran al
exterior. De tal forma que el mismo artista es responsable de su actuación…
¿Quién era el que decía que el mejor sitio para un escritor era la cárcel, que
era donde mejor se podía producir?
CE | ¿Pierde la contra-cultura su sentido al
institucionalizarse? ¿Existe realmente la contra-cultura?
Las posiciones
revolucionarias, sobre todo las del marxismo, van cambiando. Hoy estaba, por
ejemplo, en un aeropuerto en donde hay una especie de portavoz. Este reproducía
un discurso de Chávez. Y alrededor, la gente no estaba oyendo nada –estaba
dispersa, hablando entre sí. Esas cosas hay que pensarlas: ¿por qué pasa eso?,
¿por qué no debería pasar? Para la gente que dirige la cultura oficial, todas
las situaciones son iguales. Otro ejemplo: Yo recuerdo cuando uno estaba
muchacho, si a uno le gustaba la música clásica y estaba en una fiesta donde la
gente bebía y bailaba, le decían a uno que era un bobo, un tonto.
CE | Alguna vez escribió que “quien no es capaz de
apreciar la expresividad de una pintura moderna, tampoco podrá estimar el
verdadero valor de un cuadro clásico.” ¿Precede en una obra, entonces, el
contenido o el motivo a la forma?
JC | Por lo general, había un principio que decían mucho los críticos del
abstraccionismo: Que cuando estás frente a una obra, no tienes más opción que
tomarla o dejarla. Eso te deja sin opinión frente a la obra. Ahora, que no haya
opinión frente a la obra, no quiere decir que el espectador no tenga
sensibilidad. Las obras se hacen para los espectadores, para el público; eso no
obliga que el que vea una obra tenga que pensarla en la misma forma que la hizo
el artista, ¿no? Una de las premisas del arte es que puede ser objeto de varias
interpretaciones. Y en la medida en que es susceptible de más interpretaciones,
algo es más artístico. Es lo que hace que la poesía sea un género tan
universal, tan exitoso. Porque en la medida que uno disfruta un poema, no se
agota la significación del mismo. Se diversifica el poema. Lo mismo puede pasar
frente al arte… Y respecto a esa pregunta, particularmente: A mí me parece que
lo que digo allí, es que ambos tipos de obras tienen el mismo fundamento
perceptivo, ¿no? Pero eso es solo cuando se trata de lo que podríamos llamar
un arte culto. Es decir, un arte que supone a un
espectador preparado para recibir lo que se ve. Porque, ¿cómo tu entiendes una
obra clásica –un Rafael, por ejemplo–, por más que te guste, si no conoces lo
que pasa detrás de la obra?… En los años de El Techo de la Ballena, dominaba un
tipo de arte en el que lo que quería decir el artista, estaba plasmado
directamente en la obra. No había otra opción: o lo tomas o lo dejas. Eso no
iba mucho más allá de los elementos que se desplegaban para la realización de
la obra. Eso nosotros los criticábamos: ¿por qué tenía que ser impositiva la
obra artística desde lo que promovía el Estado y la prepotencia del artista?
CE | En su poema ¿Por qué tengo yo que ir más
aprisa?, insiste: “En realidad yo a donde quiero ir / es hasta donde mi viaje
termine.” ¿Dónde, pues, termina su viaje?
JC | He estado pensando que a mí me puede pasar un poco –no es que me
considere un genio, nada de eso– aquello de que el viaje termina en el momento
en que pareciera comenzar. Hay una cosa que es importante que me pasa: Decía
Nietzsche que los sabios no viven Creo que eso puede aplicársele a los
artistas. Porque creen que están haciendo la obra, que están viviendo, y uno se
da cuenta después que ha hecho muchas cosas y que no las ha pensado. Me hiciste
una pregunta sobre algo que escribí; ¡no me acordaba de haberlo escrito!…
Sartre decía que el artista pasa toda la vida formándose, adquiriendo
experiencia, pero que cuando llega a la mitad de su vida, se muere. Los
japoneses tienen un dicho que se resume en que después de los ochenta años, el
artista llega a su madurez. De manera que creo que, para quien busca, la cosa
es inagotable. Tú agarras un libro que escribiste y piensas Coño, creo que pudo haber hecho esto de otra manera…Me
preguntó alguien el otro día por qué no hice un guión de Reverón, cosa de la
cual hablaba casi a diario. Por qué no escribí una novela… Kierkegaard decía
que en la obra perfecta no es posible encontrar la señal del autor, pues las
evidencias del proceso de su creación la maleaban. La obra inconclusa de uno
sirve para saber cuáles son las señales que uno deja. Hay cosas tan bien
elaboradas que uno termina pensando Cómo lo hizo; estoy
de acuerdo con Kierkegaard en eso.
*****
Organização a cargo de Floriano
Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado | Juan Calzadilla (Venezuela, 1931)
Agradecimentos: Beira Lisboa,
César Seco, Franklin Fernández y Juan Calzadilla
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o
projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim
estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido
hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu
ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a
coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto
original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio
Simões.
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