Lo que las
piedras cantan y cuentan
tinajas y
piedras grabadas con signos
que ahora
están ausentes.
Nuestros
ancestros observaron las galaxias
y las
interpretaron con esferas.
Transmitieron
las fuentes
y las
medicinas
pensando en
nosotros.
Con técnicas
superiores,
laminaron el
oro,
tiñeron
telas preciosas y se vistieron como nobles.
Giraron sus
herramientas sobre el granito
para
alcanzar la redondez del origen,
del vientre
cóncavo
donde un día
se durmieron soñándonos.
Llegaron las
noches de invasión
y se
rompieron los vínculos con la primera sangre.
Se dio el
saqueo denigrante de artefactos,
se
pulverizaron rituales y palabras.
Estamos
aquí,
perplejos,
nublados,
sin saber
leer nuestra esencia,
caminando
aún hacia espejismos ajenos.
Una águila
arpía observa desde los peñascos.
Hemos
olvidado que ella nos transportará a salvo
por el terco
laberinto de los muertos.
Nace una danta
brillante,
y casi nadie
sabe
que ella es
Iriria nuestra madre tierra.
Definitivamente la historia de nuestra América debe de reescribirse. Nos hemos quedado con lo poco que los
cronistas españoles, portugueses e ingleses, escribieron y contaron, aunque lo hicieran por
la obligación que tenían de reportar a sus respectivos imperios, y además, debemos
tomar en cuenta el hecho de que lo hicieron desde sus propias subjetividades,
desde la visión del conquistador.
Cualquier
grupo invasor procura justificar sus acciones apelando al salvajismo,
ignorancia y rebeldía de los invadidos. Sigue siendo así aún en estas épocas
“civilizadas”.
Desde el
punto de vista del colonizador, nuestros indígenas debían de ser salvados del
infierno mediante la conversión al catolicismo. Además, tenían una prohibición
absoluta para realizar sus prácticas culturales y espirituales. Desde luego la
lengua española sería el idioma impuesto. Y como sabemos hasta tiempos muy
recientes (1970, por ejemplo), era prohibido hablar los idiomas indígenas en
las escuelas, a las cuales se enviaban maestros “blancos”.
Los mismos
indígenas procuraban que sus hijos no aprendieran su lengua, por las múltiples
dificultades que esto les traería.
Desde ese
punto de vista, nuestras lenguas indígenas vivas deberían sostenerse en
altares, con acciones concretas para que toda la población las conozca. Cada
vez que desaparece una palabra originaria, también muere algo de nuestra
memoria genética.
Cada vez que
se olvida un canto sagrado, cada vez que una técnica artística deja de
practicarse, colapsamos como especie.
De igual
manera sucede con las plantas medicinales que se extinguen, o de las que se
olvida su uso.
O cuando se
trafica con piezas indígenas, o se dejan en el abandono.
En Costa
Rica tenemos tres museos que se han dedicado a conservar este legado: el Museo
Nacional, el Museo del Jade, y el Museo del Oro. En sus colecciones se
encuentra información que nos ha permitido acercarnos a nuestros orígenes.
A la llegada
de los españoles, existían en nuestro territorio alrededor de veintiséis grupos
indígenas, de los cuales prevalecen ocho.
El grupo
dominante era el huetar, cuyo asentamiento principal estaba en Cartago.
Los
españoles llegaron a Costa Rica en su cuarto viaje, en 1502, no obstante, la
conquista se da por el océano Pacífico. Primero fundan Nicoya en 1520. Recordemos que el
establecimiento de Cartago se da mucho tiempo después, hasta 1563. Lo anterior implicó una guerra ardua en contra
de los huetares. Los españoles triunfan
con la ayuda de otros grupos indígenas que adversaban a los huetares.
Este texto
es un breve acercamiento al legado artístico de nuestros indígenas,
específicamente en lo que se refiere al grabado en sus distintas técnicas.
En nuestro
país la comunicación por medio del diseño de símbolos se ha dado hace miles de
años atrás.
Desde
la pintura rupestre hasta los
petrogrados. En ese sentido se hace urgente reinterpretar nuestra memoria, para
así lanzar raíces profundas como esos árboles madre que yacen en los centros
del bosque.
En la imagen
que sigue, tomada del blog del artista e investigador Luis Fernando Quirós
Valverde, se muestra el sitio “El Farallón”, ubicado en Cañas de Guanacaste, el
cual presenta una alta complejidad en el diseño y en la simbología manifestada.
Los
petrograbados fueron elaborados por personas bien informadas, preparadas, que
manejaban los significados y el arte de trasladarlos a la piedra.
Existen
petrograbados sencillos, pero otros alcanzaron una alta complejidad en lo que
se quería comunicar. Los petrograbados tenían también algo que podríamos
considerar citas o referencias, es decir, hacían alusión a alguna otra
información de manera resumida. Es decir, algo así como “véase o refiérase a
petrograbado x”.
El en el
libro Una historia escrita en piedra,
las autoras citan a Guenón (1995) y apuntan:
En el fondo,
toda la expresión y formulación del tipo que sea es un símbolo del pensamiento,
el cual se traduce exteriormente, por ello, el propio lenguaje no es sino un
simbolismo. Entre el uso de las palabras y el de los símbolos figurativos no
debe existir oposición, ambas modalidades de expresión son más bien mutuamente
complementarias (de hecho pueden intercambiarse puesto que originalmente la
escritura es ideográfica y, en ocasiones, como sucede en chino, ha conservado
siempre ese carácter. (Arias y otras, 2017)
Los grabados
en piedra se encuentran a lo largo del territorio costarricense. Muchos de
estos ya se han registrado y estudiado, como los petrograbados descubiertos en
los márgenes del río Reventazón, en Cachí, en el Valle de Aquiares. O gran
cantidad encontrados en el sitio arqueológico Guayabo. No obstante quedan en el
país gran cantidad que no se han registrado ni se han estudiado. Simplemente
son conocidos por los lugareños y se encuentran en plantaciones de piña,
cafetales, potreros y bosques. En la zona Sur de Costa Rica, se localizan gran
cantidad de grabados. En el Valle del
Diquis, en Tres Ríos de Coronado de Osa, en territorios indígenas como Rey
Curré y Boruca, en Concepción de Pilas de Buenos Aires, o en diferentes
locaciones de Pérez Zeledón, por ejemplo en la Unión de Pedro Unión.
También en
el Cerro de la Muerte o Cerro Buena Vista, Carretera Interamericana Sur, existen
petrograbados de gran complejidad. sin analizar.
Es relevante
el hecho de que algunas esferas fueron también grabadas, lo mismo sucedió con
los tótems o esculturas.
En el caso
del Guayabo de Turrialba, los grabados tuvieron una función relevante en cuanto
a la trasmisión de conocimientos. Además, cumplían también una función
informativa.
En sitio
conforma un entorno en donde el sol, la luna, las estrellas, los animales y las
plantas compartieron con las personas un escenario propicio para el desarrollo,
para la formación de especialistas del alma y el cuerpo, como los chamanes, y
de quienes escribieron en aquellas rocas con sus manos exquisitas la historia
del pensamiento mágico-religioso relativo a esos momentos históricos. (Arias y
otras, 2017)
Algo similar
a lo que se describe en la cita anterior, se ha dicho acerca del Valle del
Diquis, es decir, que fue un lugar para el estudio astronómico (ya se ha
comprobado que los alineamientos tienen que ver con las observaciones del
espacio sideral).También se sostiene la posibilidad de que fuese una escuela
para el aprendizaje de diversos conocimientos, entre ellos el espiritual, e
incluso, para estudiar técnicas de navegación.
Nuestros
indígenas llegaron a alcanzar una gran técnica y maestría en la escultura, en
el grabado, en los textiles, en la metalurgia, en la astronomía, en la medicina.
Por ejemplo,
realizaban el teñido el algodón, al cual también lograron incrustarle hilos
dorados. De igual manera tiñeron sus telas con el color púrpura del caracol mórice.
Cabe destacar, que los Borucas, uno de los grupos descendientes del Valle del
Diquis, siguen manteniendo un alto nivel estético, que se manifiesta, en sus
tejidos, en sus máscaras, y en sus celebraciones sagradas. Tradicionalmente
también los borucas han dominado el arte de hacer embarcaciones. En el pasado
salieron al mar por el río Térraba.
Incluso,
siguen dominando el arte de la escultura en piedra, como es el caso del artista
Brunca, Saúl morales.
También los
Borucas y otros territorios han trabajado el grabado en jícaras, tal es el caso
de la artista doña María Dominga Lázaro Ortiz de la población de Rey Curré.
A manera de
dato curioso que da pie para ahondar en el estudio de nuestros orígenes, la
palabra fenicio quiere decir color
púrpura. También los fenicios desarrollaron el arte de ordeñar caracoles.
Los fenicios
también hicieron esferas aunque de menor tamaño, pero sabían tallarlas a mano.
En el sur existen
monolitos de granito, como los dejados por lo fenicios a lo largo del mundo.
¿Se encontraron
estas culturas?. De ser así, ¿quién fue
o quién vino? ¿Viajaron los habitantes del Diquis hacia otras latitudes?
En relación
a los petrograbados, aún no hemos encontrado el código o el patrón para
entenderlos. Con la conquista de nuestro territorio, se dio un rompimiento con
el pasado en todos los campos. No obstante se han descifrado algunos
elementos. Los petrograbados de Guayabo
por ejemplo, tiene espirales que significan agua, en otros simbolizan
serpientes, también se refieren a espíritus que se mueven de manera circular.
Los grabados
son también mapas de espacios, que indican afluentes de agua, montañas,
caminos.
Es
sorprendente también que en Guayabo se haya encontrado un grabado que indica la
geografía del Valle del Diquis. Esto sugiere que existía una relación entre
estos territorios.
Nuestro
territorio puedo estar poblado desde hace unos treinta y cinco mil años.
Después del paleolítico nuestros grupos se establecieron en diversos
territorios.
En el
momento que se dio la migración Chibcha, ya nuestro país estaba poblado. Queda
mucho por investigar al respecto.
Nos hemos
quedado con la idea de que todo inició con las migraciones chibchas.
¿Seguimos
sin salirnos de la colonización cuando nos investigamos? ¿Por qué todo tiene
que venir de afuera?
Es tiempo de
empezar a reconstruirnos desde nuestros propios cimientos.
Otra forma o
manifestación del grabado en nuestras culturas antiguas, son los sellos.
Los sellos
se fabricaron en piedra, arcilla, jade y hueso (estos últimos encontrados en el
Valle del Diquis, subregión perteneciente a la Gran Región Chiriquí.
Estos sellos
tenían un acabado complejo, se endurecían, se pulían, se pintaban con
sustancias que buscaban darles resistencia.
Tuvieron
usos diversos, por ejemplo para decorar las piezas de cerámicas.
Fueron
utilizados también en superficies orgánicas que no han prevalecido, como el
mastate, el cual era un tejido que se sacaba un árbol del mismo nombre, y que
se utilizaba para confeccionar vestido (aún es usado por los malekus y los
huetares de Zapatón).
El algodón
también pudo ser intervenido con sellos. Así como los artefactos de madera.
También se
utilizaron para decorar el cuerpo. Para celebraciones o rituales, y para
llevarlos de forma cotidiana.
Las pinturas
del cuerpo, sustituían en muchas culturas la ropa, sobre todo cuando se
participaba en rituales. Además implicaban otra serie de simbolismos, como la
procedencia de la persona, grupo al que pertenecía, estatus, edad, así como la
referencia a animales mitológicos y la relación de estos con el individuo o con
su grupo, entre otros significados.
En el cuerpo
indicaban la procedencia de las personas, el clan o territorio al que
pertenecían, así como su estatus.
Los sellos
encontrados y estudiados tienen formas abstractas, pero también hacen
referencia a figuras de la naturaleza, como la piel de serpientes, lagartos y
jaguares.
Primero, los motivos
e imágenes presentes en los sellos no se hayan impresos en lo artefactos
cerámicos que se encuentran en los hallazgos arqueológicos, a pesar de que su
uso en la decoración cerámica sería una consecuencia lógica, a partir del
conocimiento de las características de la arcilla, que permite por su
plasticidad, la impresión de texturas táctiles. (Jiménez, 2009)
Existía dos
tipos de sellos que se utilizaban en las diferentes superficies, los de
rodamiento y los de presión.
En otros contextos,
grupos amerindios han usado sellos de madera en la decoración de canoas.
(Jiménez,2009)
En resumen, los
antiguos sellos cerámicos de Costa Rica se utilizaron principalmente para la
pintura corporal, que pudo estar asociada con rituales, identificación de
estatus y quizás pertenecía de grupos. Además, es muy probable que se emplearan
para la impresión de textiles y para la impresión de alimentos relacionados con
rituales. Los principales colores utilizados como pigmentos, para la
transferencia de imágenes en las impresiones, eran el rojo y el negro, que
según Fernández (2004;10) proceden de fuentes vegetales, como el achiote y el guaitil.
Sin embargo, recientemente algunos estudios han planteado la posibilidad de
algunos pigmentos minerales. (Jiménez, 2009)
El uso de
los sellos para impresión de los alimentos es sorprendente. Sobre todos el uso
de marcas que indicaban el espíritu de los animales. Uno puede imaginar por
ejemplo una tortilla decorada con una garra del espíritu del jaguar, y
consumida durante las ceremonias. Como un tipo de hostia sagrada.
En
conclusión, el simbolismo de los petrograbados era compartido por las sociedades
indígenas. De igual manera sucede hoy con muchos símbolos que tienen una
significación universal, por ejemplo la
cruz, los espacios para personas con discapacidad, los símbolos que indican la
presencia de animales en la vía, la Cruz Roja, y toda la señalética universal.
Así mismo, en la
actualidad seguimos elaborando relieves o grabados en
superficies circulares, tal es el caso de las galletas o de las tortillas en
navidad.
Nuestros
antepasados lograron un alto desarrollo artístico, una gran complejidad en los
diseños y en los significados de los mismos.
En el tema
de la escultura, manejaron muy bien las proporciones, y lograron un manejo
técnico del color.
Por medio de
la metalurgia lograron trabajar diversos minerales, principalmente el oro.
Lograron laminados y diseños que aún hoy sorprenden a los expertos.
Tenemos un
conocimiento acumulado de miles de años, que viene desde el diseño de las
puntas clovis y cola pez, pasando por todo lo que se ha mencionado en este
artículo.
Motivo
suficiente para respirar desde nuestra grandeza como cultura, y seguir
creciendo, seguir buscando.
LO QUE EL SUELO
CUENTA
Hace doce o treinta cinco
mil años,
llegaron nuestros
ancestros.
Por agua y por tierra,
reposando largas
distancias,
esquivando las breas del
miedo,
respiraron estas mismas
moléculas.
Los ríos Tárcoles, Reventazón y Térraba,
se llenaron
de navegantes.
De China o Indonesia,
de otros lugares fieros y fríos,
arribaron a estas latitudes.
Por el Estrecho de Bering,
o navegando los océanos,
fueron y vinieron hilvanando la muerte.
Encontraron en nuestras llanuras,
animales gigantes,
y juntos derrotaron la noche.
Que nadie derrote mi cultura de milenios,
más vieja que las posibles migraciones chibchas,
y aún más antigua que Cristóbal y sus ambiciones.
*****
MINOR
ARIAS UVA (Costa Rica, 1971). Poeta y narrador. Premio Carmen
Lyra 1999. Premio Certamen Brunca UNA 2008. Ha publicado cuatro libros con la Editorial
Costa Rica, dos en España con las Editoriales Prensa Cicuta y Everest. Su libro
más es reciente es “Costa Rica, 360 grados de poesía” publicado por la Escuela
de Ciencias Sociales de la UNED.
*****
Agulha
Revista de Cultura
Número
112 | Abril de 2018
editor
geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor
assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo
& design | FLORIANO MARTINS
revisão
de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe
de tradução
ALLAN
VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE
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