En esa manera de poetizar se inscribe el libro de 2019 Nicaragua
por dentro, acogido al sello de la colección de poesía El Bardo, desde hace
algunos años radicada en tierra malacitana, aunque con raíces bien conocidas en
la ciudad condal, donde en los sesenta el editor José Batlló iba a abrir esa mítica
colección a libros poéticos que impulsasen, lográndolo en paralelo con otras iniciativas,
la renovación de la poesía española de aquel entonces, renovación a la que no fue
ajena la edición de algún que otro poeta latinoamericano, por ejemplo César Vallejo
y Ernesto Cardenal. Teniendo presente lo que en el primer párrafo de la reseña comenté
sobre la referencialidad, cabría añadir que la praxis literaria de Santiago Montobbio
encaja muy bien en El Bardo porque es desprejuiciada y en su virtud puede interpretarse
como renovadora en la medida que resulta anticonvencional.
Uno diría incluso que el autor, posiblemente sin pretenderlo,
desmonta el cliché crítico que se ha establecido como un mantra filológico casi
de precepto, el de una referencialidad que cobra sentido en el tejido textual, lo
que es innegable, pero agregaríamos que lo referido también tiene sentido al margen
de él, de manera que ambos sentidos se alimentan mutuamente como si de una osmosis
se tratase. Y es que, en mi sentir, las referencialidades mencionadas en la obra
de este poeta tienen, en su mayoría, cabal significación y existencia fenoménica
fuera de sus textos poemáticos, aunque se enriquezcan dentro de él. Y es caso es
que el lenguaje no proporciona otro modo de hacer mención de esas referencias, literaria
o no literariamente, que el empleado por el autor de Nicaragua por dentro.
El libro consta de dos partes, una primera titulada “Dariana”,
título que coincide con el de uno de los textos que en ella se insertan, y una segunda
que lleva la misma intitulación de la obra. Los textos de “Dariana” están escritos
en forma prosística, lo que no obsta para que se incluyan unos pocos versos asimismo,
en tanto los de “Nicaragua por dentro” se plasmaron como composiciones versales,
aunque nunca bajo pautas regladas. ¿Son poemas en prosa las prosas de Nicaragua
por dentro? No vamos a remitirnos, para justificarlo, a la convicción de Santiago
Montobbio según la cual la poesía está y se encuentra en todas las cosas, pero sí
a otra de sus convicciones, la de que donde hay temblor en el sentir, y ese temblor
no puede darse más que en virtud de estar vivo, alienta la poesía, que surgiría
como el respirar. Sería entonces una poesía “respirada”, como ya sintió Claudio
Rodríguez e iba a asumir Antonio Colinas. Lo que parece bastante claro es que en
esas prosas se percibe que las impregna un emocionado temblor de vida. Desde ese
prisma, y aun desde otros, estaríamos ante poemas en prosa, no ante prosas poéticas,
porque no distingo en los textos decursos rítmico-melódicos para calificarlas así,
aparte de que este poeta no parece que los priorice casi nunca en su personal idiolecto
literario.
“Dariana” abarca un tercio del libro, y comprende una veintena
de textos ubicados cronológicamente con precedencia al viaje a Nicaragua que emprenderá
el sujeto enunciador para participar principalmente en un evento, el afamado festival
internacional de poesía de Granada, y para impartir también una o más charlas sobre
Rubén Darío, amén de otras actividades, entre ellas lecturas de sus propios poemas.
Tales textos reflejan acciones aconsejables antes de realizar un viaje, las de prepararse
mentalmente a ese fin aproximándose uno a la idiosincrasia cultural del país que
va a ser visitado, pero integrando esas acciones en el acontecer cotidiano, en el
que se combinan lecturas varias de autores diversos que no vamos a detallar y que
van ocupando las horas de enriquecimiento del hablante, junto a otras experiencias
culturales, y a la continuada creación poética. Y desde este ángulo las prosas de
“Dariana” son de carácter diarístico, no porque se nos trasladen escrituras diarias
sistemáticas, sí porque en aquellas que se participan a los lectores se les da cuenta
de lo que siente, de lo que piensa hacer y de lo que hace o no hace su autor, manifestando
que son páginas desordenadas que nacieron “de manera espontánea e imprevista…”
Como si fuese entre paréntesis diré también que el hablante
cuenta en una de las prosas la anécdota curiosa de que en esos días preparatorios
no pudo asistir a una convocatoria tan sugestiva como la de una conferencia en Barcelona
titulada “Rubén Darío y el Japón: el poeta que nunca estuvo allí”. Sin embargo,
sí pudo acompañar al músico nicaragüense Ofilio Picón, que ha cantado poemas suyos
en escenarios distintos, a ver la casa que había compartido Rubén en Barcelona con
Francisca Sánchez y un hijo de ambos, morada que fue la última del poeta en Europa
antes de su muerte.
En la prosa “El color, la forma, la pintura” dice el sujeto
de la enunciación que tiene previsto adquirir la Vida de Rubén Darío escrita
por él mismo. Damos este libro por adquirido y asimilado antes o después de
saber, por el referido hablante, que iba a ir leyendo despacio la obra poética dariana
completa. En otra prosa, la titulada “El 27, el 98 y Rubén Darío”, comenta que en
sus charlas sobre Darío en el país centroamericano se propone poner énfasis en el
Darío interior, aun discrepando de que pueda deslindarse esa faceta de otra que
sería contrapuesta, tesis a mi entender bien fecunda y hasta cierto punto revulsiva
si alguien está dispuesto a desarrollarla desbrozando el considerable alud de todos
los impedimentos críticos que van a condicionarla en sentido distinto. Pero el hablante
pretende acentuar al Rubén Darío “herido”, y así lo hará ante sus oyentes en Nicaragua.
Quienes se interesen por la obra literaria de Santiago Montobbio,
que ha cedido su voz al personaje que se expresa en esas prosas, habrán de tomar
buena nota de cómo ha influido directa o indirectamente el poeta de Azul
en su propia escritura, porque el hablante aporta algunas informaciones al respecto
en la prosa recién alegada, así como algunas ideas sustanciosas más en la parte
segunda y más amplia del libro, la titulada “Nicaragua por dentro”, de la que anticipo
que proporcionará informaciones acerca de sus pasos más tempranos en el mundo poético,
con especial detenimiento en alguno de sus más interesantes poemas de entonces.
Hallándose todavía el emisor en la ciudad condal, por el argumentario
poemático sabemos que ahí le llega la noticia del fallecimiento de Claribel Alegría.
Y en lo que de esa jornada triste se nos cuenta se incluyen dos poemas lamentatorios,
no solo por ese hecho luctuoso, sino porque ya el viajero no podrá reunirse con
ella en su jardín de Managua, donde la escritora había convocado un encuentro entre
ambos. Estas composiciones en verso son las únicas de “Dariana” en esa zona de una
obra que enseguida, desde “Nicaragua por dentro”, ya no acogerá textos prosísticos.
Hemos tenido repetidamente la oportunidad de leer creaciones
poéticas relativas a viajes en los que la ruta principia en un aeropuerto. Así ocurre
en Nicaragua por dentro, que comienza con una docena de textos localizados
en el espacio aeroportuario barcelonés de El Prat. Se trata de textos de distintas
texturas, uno de ellos un evidente micropoema, anticipo de otros varios que se insertan
en el libro. La praxis literaria habitual de Santiago Montobbio se hace ostensible
en este grupo : sencillez en el decir, no sin algún giro con sello estilístico muy
personal ; despreocupaciones esteticistas y melódicas ; indiferencia hacia reservar
para fin de línea palabras llamadas “plenas”, o bien voluntad consciente de no proscribir
en ese vértice las que se considera que no lo son ; y también, entre otros rasgos,
el de desarrollar momentos poemáticos a base de implementaciones concatenadas a
partir de una palabra, de un concepto, de una idea, de una imagen. Al propio tiempo,
el sujeto de la enunciación nos va participando que todo es poesía si todo se vive
desde el sentimiento, y en la segunda parte sobre todo a cómo es vista la poesía,
atisbos a los que aludirá numerosamente a través de distintas comparaciones imaginísticas.
La serie consecutiva se contextualiza en la ciudad de Granada,
sede del antedicho encuentro internacional de poesía en el que el viajero fue invitado
a participar, y donde Montobbio interviene leyendo poemas suyos en el atrio de la
Iglesia de la Merced. Paseos, sentires, recuerdos de España y de Barcelona, y el
anecdotario vivido en tan hermosa y artística urbe de marchamo colonial son expresados
en ese ciclo poemático granatense al que sucede una primera secuencia capitalina
ubicada en Managua, e integrada por veintiún poemas.
Las vivencias de Managua que se recrean en la mencionada veintena
de composiciones se refieren, entre otras, a una emotiva y aleccionadora misa campesina
a la que asistió el viajero, y donde iba a coincidir con Ernesto Cardenal, a cuya
casa acudiría después más de una vez para establecer con él diversos cambios de
impresiones, mayormente sobre libros y lecturas. También va a ir al jardín donde
había de haberse producido el encuentro con Claribel Alegría, un encuentro que espiritualmente
se produjo, aunque in absentia corpórea.
Uno de los epicentros de esta agrupación de composiciones
gira en torno al ensayo y posterior actividad poético musical de Ofilio Picón en
el Palacio de Cultura de Managua, donde el cantautor interpretaría versos de Darío
y de Montobbio, trazándose otro de los vínculos que en el libro unen Barcelona con
Nicaragua. Acto seguido van sucediéndose poemas localizados en León, donde se alza
una casa que fue habitada por Rubén Darío, convertida desde hace lustros en Museo
y archivo dariano de singular provecho para los que se acercan a tan memorable edificio.
La visita a la localidad, en cuya catedral reposan los restos del poeta, supuso
y añadió al viajero una especial predisposición anímica antes de dar su conferencia
dariana unos días más tarde, aunque no en esa urbe emblemática.
De nuevo en la capital del país, en ese ámbito se situarán
los sesenta y cinco textos que conforman la tercera de las series escritas e inscritas
en Managua. Es esta una secuencia en la que domina el vector metapoético, y en la
que resulta muy nutrido el tipo de composiciones denominadas “poemas-poética”. En
uno de los momentos textuales la autorreferencialidad llega a su culminación: “Soy
el poema” (289). Resulta destacable en esta franja poemática la vertiente interpelativa,
con invocaciones del hablante a la poesía, su pasión más arraigada, y a lectores
potenciales. También merece anotarse cuanto se dice acerca de la relación de Santiago
Montobbio con algunos poetas del 27, y en especial con Luis Cernuda, notas que han
de conjuntarse con todos aquellos escritos de diversa índole del autor en la misma
dirección.
Un par de poemas concebidos en el aeropuerto de Miami, espacio
leído como un “no lugar”, ponen fin al intenso periplo nicaragüense, que se inició
antes del viaje, y que solo terminará después como viaje físico cronológico, no
espiritual. Como la estructura del libro responde al sentimiento, y no a un diseño
que ostente simetrías y circularidades de marchamo artístico, no hay nuevos poemas
aviónicos en el libro, sino que desde Miami se nos lleva a los lectores a tierra
catalana, a horizontes ampurdaneses. Ahí el hablante, en compañía de su madre, cuyo
rol en esta obra de Santiago Montobbio adquiere gran relieve significativo desde
el punto de vista genético-literario, convivirá con recuerdos y libros de sus amigos
nicaragüenses llevando bien adentrada esa Nicaragua inspiradora de su Nicaragua
por dentro.
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 169 | abril de 2021
artista convidada: Elsa María Meléndez (Puerto Rico, 1974)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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