quinta-feira, 22 de abril de 2021

JUANA M. RAMOS | Dos lecturas críticas de su poesía

 


1 TITO ALVARADO | En los lindes de lo posible o la otra manera de poetizar la vida

 

Estoy ante un libro que es una mirada interior. Esta mirada parece jugar con lo que pudiera ser o con lo que ha sido, reconstruido en el deleite fugaz de un momento ido. Es la maravilla de volver a vivir o de anticiparnos para que cuando lo vivamos, sea plenamente nuestro ese instante. Es una apresurada carrera contra el tiempo, que todo lo daña, un intento de poetizar la vida perpetuando aquello vivido en las sensaciones, aquello que ha durado un instante, pero que con la poesía se vuelve un instante de eternidad, es decir, se logra rescatarlo de la inmovilidad, se le agrega movimiento al recuerdo y este ya no produce simple dolor, produce redención. La pregunta que rompe el velo tenue o la magia de revivir en todos sus detalles algo sublime es, ¿hay solamente imaginación en estos poemas o fueron momentos vividos antes para luego ser recuperados en la poesía?

La pregunta pudiera ser banal si no estuviésemos ante poemas que trasuntan el perfume de algo que está en los lindes de lo posible, el lugar justo en que más afuera hace frío o más adentro hace calor, en esta nada que es casi un espacio virtual, se mueven estos poemas de la poeta Juana M. Ramos agrupados en el libro Multiplicada en mí. Los suyos son poemas en sí y para sí, casi no necesitan un objeto poético al cual dirigirse. Ilustra esta percepción el poema “Pensar en ti”, este “ti”, sugiere una persona de existencia real a la cual se dirige la hablante poética, aislada del mundo, salvo que en este caso es solamente un pretexto para describirnos, no a la persona pensada, sino para calificar la acción de pensar en esa persona, así la existencia del objeto del pensamiento ya no tiene importancia, se piensa en alguien superando lo que pudiera haber dejado ese alguien, esto es liberación.

La voz poética dice:

 

Un espesor estancado

casi hediondo, putrefacto,

aborreciblemente desquiciado

de otoño en repentina retirada,

de tristezas y esperanzas

rompiéndoles los huesos a mis días.

 

Un viaje completo, de ida y vuelta, que no describe el viaje sino lo que este ha dejado, y lo hace como acariciando las palabras para que digan, desde el umbral, lo que no podrían decir con más hielo o con más calor.

Este poema está estructurado en cuatro estrofas, disímiles en cantidad de versos, cada una comienza con el artículo indefinido un o una, que da inicio a un verso perfectamente definido, donde la poeta da otro sentido a las palabras. Son versos como para leerlos en una casa oscura, en un burdel, en la sede central de un banco, en unas cuantas oficinas a los más altos ejecutivos, en una plenaria de las Naciones Unidas, en un parlamento ante atónitos diputados, en un regimiento lleno de bestias listas para el ataque o en la soledad de una isla sin otro ruido que el golpe de las olas contra las rocas y algún gorjeo de gaviota.

Veamos estos primeros versos de estrofa:

 

Un espesor estancado...

Una absurda manada de ojos...

Un febrero chorreando tus olores...

Una ramera palabra indecente...

 

Uno, lector despistado, queda estupefacto, como entumecido del cerebro, para caer luego en la cuenta de que el poema no es lo que parece. Es solamente un roce mágico, casi una caricia, un leve recuerdo de una pasión, un sentimiento situado en los lindes de lo que fue y de lo que es. Visto desde un espacio tiempo otro al del ayer, para dejarnos la sensación de que se está hablando de lo que está en los lindes de lo real y lo irreal, otra versión del dolor o del desamparo o quizá simplemente una maldición antes del olvido, y es que las palabras o dicen o insinúan, salvo que aquí lo dicho nos remite a lo que no se dice y en este sentido vale tanto lo que se dice como lo que se calla.


Puedo decir, con la seguridad de un loco, que la poesía contenida, o mejor dicho atrapada, en Multiplicada en mí es una huida hacia adelante, algo muy superior, desde el punto de vista de lo sublime, a la contemplación o a la exposición del dolor que ataca al amor propio. Sin estar en lo hermético, Juana M. Ramos nos habla de lo suyo con los atisbos de lo imposible, lo que no se puede decir con palabras otras que no sean las del sentido oculto, pues lo que se quiere decir está más allá de lo dicho.

Confirmo esa sensación que me deja su poesía con los primeros versos del poema “Tanto adiós”:

 

Partido por el filo de mi lengua

se me escurre tanto adiós en las palabras

con la paz de la ciudad que hay en tus ojos

sepultada por el polvo de mis celos.

 

Son poemas como para quedar temblando, no del cuerpo, sino del alma.

 

 

2 TOMÁS M. GALÁN | Imágenes para un comentario

 

He abierto el libro de Juana M. Ramos, Multiplicada en mí, varias veces. He hecho varios tipos de lecturas, como hacemos cuando un libro está en agenda, cuando queremos comenzar a establecer una relación promiscua o romántica con sus voces, personajes o con su lenguaje. Escribo o hablo con él, cuando siento que este ha entrado en mí o ha tomado posesión de mi ociosidad productiva; cuando ha luchado con la inverosimilitud de estos tránsitos, de estas paradas técnicas de “subway”, escritorios u oficinas lapidarias o lecturas telefónicas. Lo he leído por curiosidad, por necesidad, por matar el tiempo, para dejar de pensar. Es muy difícil pero sucede. Un primer poemario puede concitar interés. Sería hasta hipócrita no admitirlo. Hay casos en que el libro invade nuestros pensamientos y nos pide otra lectura con calor o nieve, una lectura tormentosa, cuando alguna imagen demanda interrogación, aunque sea pintada por esos robos de base; cuando esa estafa de minutos académicos dejaban un cierto humor, me llamaba la atención el poemario y el contraste con la imagen que su autora despierta. Hay una sensación desconcertante a la hora de buscar relaciones fuera del texto. Es una pérdida de tiempo intentarlo. Si no había escrito nada hasta ahora, obedecía a una necesidad de distanciar la amistad del poema y evitar la arrogancia de lanzar frases, adjetivos, juicios que no me servirían más que para saldar una cuenta postergada por años.


Cuando abres el libro y saltas sobre los detalles que saldan las relaciones del libro y la pluralidad de intereses que ha implicado su realización, desde que pasaran por el camino de los sueños, las subjetividades de su enajenación y el colaboracionismo de esta alianza con aquellos que han conspirado a favor de esta causa, honrando este oficio improductivo, esta sed de respuestas; este afán por volver a nosotros. Te tropiezas con sus epígrafes, este modo de subrayar adhesiones, evidenciar caminos, y comienzas a sospechar, a preguntarte por estos manubrios nominales descritos como dos o tres versos o unas cuantas frases y luego el nombre que autoriza a entrar en la casa del poema y cruzas el lindero que dejó Alejandra Pizarnik. Vienen los temores que concita haber dicho el nombre anterior y luego intuyo cosas. Hay un nexo. Más adelante, la segunda puerta, presumiblemente, pensé, abres en virtud de Eduardo Galeano y las cuatro líneas que anteceden el manubrio, pasas y entramos en contacto con otra historia. Hay un cambio en la voz poética. Pudiéramos decir que hay un momento esencial, una provocación y como no es gratuito, el uruguayo cede una oportunidad a Silvio Rodríguez en la siguiente sección del libro y la poeta salvadoreña marcha hacia una poética que se abre no solo hacia otra geografía. Hay una actitud cultural, transnacional. El exilio es el lugar de la trascendencia de la intrascendencia. No nos ha venido a decir que la casa del poema está suspendida sobre la tierra de los clásicos universales de todas las madres patrias que creen tener influencia sobre sus hijos abandonados o de las putas que amamos, a pesar de esa herencia que todavía no puedo calificar en estas páginas. La última puerta es nacional. Es concluyente. Hemos entrado en la patria del poema.

 

El poemario de Juana M. Ramos puede dividirse para fines prácticos en dos partes:

1. Poesía de amor y desamor o poemas del cuerpo y la nostalgia

2. Poesía social de acento humanista

En ambas direcciones triunfa un realismo invertido en sus intenciones sintácticas y rítmicas. No es surrealismo. Hay un cierto neo-realismo. Tampoco ninguna forma que nos devuelva el sentimiento lírico clasicista puramente hispánico o ibérico. Siento aquí secreciones o sedimentos, diseminaciones que conectan los poemas de Multiplicada en mí, al legado clásico de los místicos hispanos que se mueven en una poesía ambigua, aunque sea el resultado de nuestra herencia hispanoamericana. Ya se siente, en este pequeño cuaderno de ejercicios poéticos, el narcisismo del que ama la imagen o disfruta el ritmo, y otro que cuestiona el narcisismo, el yo que mira hacia el yo, la palabra que se muerde la cola, encantada de jugar consigo misma. Sí siento, en estos gestos ambiciosos, en esta glotonería lingüística inicial, una inserción barroca, una acumulación del decir, del describir, del pensar en voz alta, del declarar o del cuestionar individual, personal, signataria de tendencias nacionales ya cultivadas en nuestra cultura.


Pienso que el poemario en general es un ejercicio literario que preconiza o sugiere una larga caminata por la imaginación poética latinoamericana, un proceso de afirmación y negación, una búsqueda de verdades que se mueven aquí en el primer cuaderno, aquel donde triunfa el yo, el sentimiento, la nostalgia, la fuerza del deseo, la vanidad del clamor, la búsqueda hacia adentro de sí misma o de sí mismo porque la ambigüedad no condena la voz a un género absoluto, no es neutro, no quiere ocultar su identidad, sus marcas morfológicas y temáticas. Denuncian el objeto del canto pero no hay un énfasis en levantar banderas que vendan el poema a un sector genérico totalmente específico, si bien el lenguaje desoculta esos enigmas o los aclara, siempre dentro de su alteridad.

Para llamar la atención sobre su intención en la primera parte de estos cuadernos de ejercicios poéticos, llama la atención el diseño de las puertas, entradas, la casa del poema de la que habla Alejandra Pizarnik, manubrio, apertura y significación de una estancia donde el escenario se mueve en el ámbito del sentimiento, allí donde el deseo reina y el cuerpo despierta los sentidos y donde su anatomía pinta la subjetividad del primer desgarramiento del ser, la voz reescribe el poema de sí mismo, el ser y sus desencuentros, la voz, siempre activa que nos hace dudar del tradicional carácter femenino del poema, para una lectura desde el espacio o lírica masculina crea sospecha, el filtro fomenta un trastrueque y el activismo de la voz, las sacudidas y las interrogantes protagónicas nos hacen dudar del feminismo. A veces llegué a pensar en una voz hombre y en una voz mujer, peleándose continuamente por declarar su verdad sobre la utopía del cuerpo del género. La voz quiere poseer lo que se deshace, lo que se va, lo que ya no está y va tras ese rastro imposible, donde lo que triunfa es la memoria, la nostalgia, lo cumplido y lo negado entran en una conflictiva batalla que es una sola cosa: lenguaje, recuerdos, fantasía, posesión de la desposesión, juego, travesura angustiosa de un ritmo.

El tono dialogante es un signo definidor de ambos poemarios, el del cuerpo y el yo y el de la nación y sus héroes, pero donde se siente ese ejercicio dialógico, ese pensar en voz alta donde el lector aparece como receptor, o tal vez aquel cuyas respuestas y preguntas son este resultado, este monólogo donde nos sentimos implicados y que provoca que sintamos la necesidad del desafío, la conversión y la diversión, la sapiencia y el gusto del decir: A veces quisiera…escupirme la memoria y se multiplican los a veces recriminatorios: A veces quisiera no pensar / porque pienso y me convenzo que eres cama,/ el lugar donde descansan tantos cuerpos. Y el desgarramiento es una imagen prolongada, donde triunfa el cuerpo de un sentimiento insatisfecho. Aunque Multiplicada en mí es la narrativa de esta sucesión por el pasado, la geografía humana de un amor que se multiplica y que retumba en los salones sobre los “a veces” o en la agridulce de otros que disimulan su forma y canta al tiempo en “Abril” y al tiempo como el protagonista de la muerte y la transformación de las cosas en una imagen inaceptable del perecer y la angustia, no es el tiempo orgánico de los cambios dialécticos que genera la otredad y la tragedia incomprensible del cambio, aunque se diga que son cualitativos, mientras los cuantitativos fomentan una nada seductora donde sucumben nuestros sueños. Los poemas que componen esta primera estancia en el ensimismamiento: Al tiempo, Tu cuerpo (y el Yo estoy sola,/ bebiéndome un fingido acto,/ Cuelgan los gemidos de mis labios,/ no terminas de doler. Otros poemas develan esa recurrencia temática y ese vocabulario donde el concretismo o lo concreto porque no hay juegos espaciales ni gráficos del concretismo literario ni la pluralidad de la llamada posmodernidad. Hay, sí, aquí, estos signos descriptivos del pretexto y la nostalgia: el cuerpo, por no decir el amor o el sentimiento que tiene por patrón o excusa el cuerpo instrumentalizado por el sentimiento de recuperación.



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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 169 | abril de 2021

artista convidada: Elsa María Meléndez (Puerto Rico, 1974)

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